Intermedio suburbano

Ahora sí, me dedicaré a concretar lo que Myriam y Bruno están deseando desde siempre.

Intermedio en los suburbios.

Recordarás que estábamos los cuatro –Myriam, Marcos, Bruno y yo-, en la casita de fin de semana de los padres de Marcos (ver "Al final del partido") . Hasta ese momento nunca me había sentido tan bien y feliz. Mi encuentro sexual con Bruno –luego de desearlo durante tanto tiempo-, se desarrollaba perfectamente, con una "química" espectacular. ¡No lo podía imaginar mejor!

Abrazados y besándonos, en la cama, nos recuperábamos de nuestros primeros juegos. Tal vez adormilados no reparamos en que Myriam y Marcos nos observaban desde la puerta.

-¿Quedaron muy fatigados los tortolitos? –La pareja, abrazados y desnudos se reían de nuestros "arrumacos". –Katya, ¿me acompañas al baño?

-¡Pero qué aguafiestas! ¿No puedes ir sola? –Bruno simulaba su enfado. -¡Van en dúo hasta al baño!

Me levanté y fuimos con mi amiga tomadas de la mano y moviendo las desnudas caderas desfachatadamente y dando saltitos para sacudir las tetas. Los chicos se quedaron en el pasillo mirando y riendo.

-¡Qué culitos espectaculares! –El comentario de Marcos alababa nuestros meneos.

-¡Y qué lindas saltan las tetas! –Bruno también apreciaba nuestros dones.

-¡No espíen! ¡No sean guarros! –Myriam les sacó la lengua.

-¡Esa lengüita es para mí! –Marcos no se perdía una.

Entramos y cerramos aparatosamente la puerta. Sentía como chorreaba entre las piernas el abundante flujo que emanaba de la concha, luego de tantos orgasmos, por más que Bruno chupó todo lo que pudo. ¡Y en la cama también había quedado bastante!

-¡Qué bárbaro es Marcos! ¡Me llenó tanto que chorreo por todas partes!

-Ese problema por ahora no lo tengo porque Bruno tuvo que ponerse el condón.

-¿La mamada la tragaste toda?

-Sí, todo lo que pude. ¡Es riquísimo tu hermano!

-¡Y Marcos también! Has visto que lo hicimos en la cocina, te diste cuenta, ¿no?

-Claro, si te chorreaba por la boca

-¡Fue buenísimo! Además, coje de maravillas.

-Bruno también, ¡y es de cariñoso!

-¿Ahora cómo hacemos para cambiar? A Marcos ya lo probaste, pero a mí me falta Bruno.

-Bueno…, algo inventaré. ¿Marcos te dijo algo de lo "nuestro"?

-Nada, ni un a palabra, es un caballero

-Sí, bárbaro. Los dos son riquísimos, hay que aprovecharlos bien.

-¿Te la dio por el culo?

-No, todavía no. Ahora veremos

-A Marcos le tengo un poco de miedo…, ¡la tiene tan gruesa!

-Todo depende como utiliza la verga y como te lubrica. Trajiste la vaselina, ¿no?

-Sí, por supuesto. Además se me ocurrió hacerlo acabar de nuevo en mi boca y ponerme semen en el culo, así se lubrica mejor.

-Es cuestión de probar…, pero ten en cuenta que tiene que recuperar la erección

¡Parecíamos dos sexólogas en una discusión académica! Ambas orinamos, nos lavamos y secamos bien… ¡y salimos hechas unas frescas flores de primavera! Los chicos seguían conversando en la puerta del dormitorio, seguramente contando los "pormenores del caso…"

-Ahora voy yo, pero no necesito compañía… -Marcos nos cruzó yendo hacia el baño. Al pasar le acarició la cola a Myriam.

-¿No quieres que te la tenga mientras haces "pipí"? -Myriam era absolutamente cararrota.

-No, luego, para otras cositas… -Dejó la puerta abierta para que contempláramos como orinaba, mientras sostenía su poderosa herramienta dirigiendo el chorro hacia el inodoro.

-Ummm…, se hace agua la boca… -Myriam quería aprovechar todo

Abracé a Bruno y nos quedamos esperando, para no dejar sola a Myriam.

-¡Ah, que linda cama! –Myriam se tiró boca arriba en la cama matrimonial, toda despatarrada, bien visible su hermosa concha, seguramente para que Bruno contemplase bien.

-Que linda está tu hermana, ¿no?

-Sí, es muy rica… ¡y tú eres riquísima! –Bruno trataba de disimular el deseo que le despertaba Myriam. –Bueno, no perdamos tiempo. ¡Déjala a ella para Marcos!

Era como si quisiera sacársela de la mente. Cuando Marcos regresó, Bruno se dirigió al baño. Marcos, al ver como se encontraba Myriam, no perdió tiempo y se abalanzó encima, ante las carcajadas de mi amiga. Desde la puerta veía el espectáculo que ofrecía la pareja, con un escorzo muy particular: entre las piernas de Marcos sobresalía como una pica el poderoso choto, mientras ella, con las piernas muy abiertas se arqueaba para ofrecerle el regalo de su chocha, que el miembro penetraba despaciosamente, sostenido el cuerpo por sus brazos y rodillas. La bolsa de sus testículos impidió que mis ojos alcanzaran a ver la introducción hasta el final, pero el aullido de placer de Myriam me demostró que el objetivo estaba cumplido. Lo mejor que se ofrecía a mi vista era el hermoso culo de Marcos subiendo y bajando rítmicamente, mientras ella lo abrazaba con sus piernas a la altura de los riñones.

-¡Cómo cogen estos guachos! -Bruno estaba de vuelta y sentí su pene entre las nalgas, mientras me tomaba los pechos. ¡Yo estaba excitadísima!

Me alzó y fuimos hasta nuestra cama. Se sentó en el borde y quedé sobre sus rodillas. Nos abrazamos y besamos chupeteándonos todo el rostro, las orejas, el cuello… No quería dejar de disfrutar los hermosos que son los besos y las caricias de Bruno, pero mi cerebro daba vueltas pensando como arreglar un "encuentro" de éste con Myriam. No tenía dudas que Bruno no pondría reparos…, sobre todo luego de ver lo bien que lo hacía ella, pero tenía que ser algo que surgiera… naturalmente, como un juego…, algo así.

-¡Mira qué hermosa estás! –Bruno me sacó de mis pensamientos y me trajo a la realidad. -¡Mira el espejo!

En la puerta del armario había un espejo en el cual nos reflejábamos. ¡No me había dado cuenta! La "sesión" anterior fue tan intensa que el "detalle" pasó desapercibido para mí. Allí está nuestra imagen, desnudos y abrazados. Sentí en los muslos la dureza de su poronga. Me instó a pararme delante suyo, de espaldas y, al comprender que buscaba, tomé el pene con la mano, lo guié hasta la vagina y me senté, cabalgándolo. Me tomó de las tetas y comenzamos a menearnos, sosteniéndome con los talones, mientras Bruno ayudaba aflojando su presión sobre mi pecho. Pasaron unos segundos hasta que estuve concentrada en ello. Cuando me estremecí por el orgasmo, me apretó fuerte contra sí.

-¡Aaaahhh…, papito…, esto es vida! –Contraje los músculos de la vagina para estrujársela. Levanté las piernas y quedé en el aire mientras acababa, sostenida solamente por su hermosa poronga enterrada hasta el fondo.

Bruno esperó que me relajara un poco y me hizo parar.

-¿Por qué me la sacas? ¡Quiero qué acabes!

-¿Te olvidaste del condón?

-Uy, cierto. ¡Menos mal qué estás sobrio! ¡Yo estoy borracha de deseo! –Busqué el sobrecito, lo rasgué y lo coloqué. Bruno estaba boca arriba, con el mástil listo para recibir la bandera… y a mí. Me puse a horcajadas y me ensarté despacito. Me tomó las tetas y apoyé mis manos sobre su pecho. Comencé a galopar… a galopar… ¡"a galopar hasta enterrarnos en el mar"! Ahora sí, ¡ahora sí viene el sacudón! Bruno se tensó, rígido como una cuerda, alzó la pelvis a nivel descomunal mientras sentí como llegaba hasta el útero… ¡y escupió! Su vergazo fue impresionante.

-¡Nena, nena…, mi vida… aaahhh…, mi amor… cómo gozo… cómo… auuggg! –Yo sentía lo mismo. Nuevo orgasmo…, otro y otro… mientras sus chorros enfundados en el forro no inundaban la concha pero me sacudían todo el interior.

-¡Bruno, mi amor, es divino! ¡Cómo me gusta sentirte…! -¡Fue un maravilloso orgasmo compartido!

Quedé como el jinete que ha llegado a la meta. Me relajé sobre él y acaricié su piel traspirada. Bruno pasaba sus palmas sobre la tetas, recogiendo las gotas de sudor, sorbiendo sus propios dedos y besando los míos. Sentí bajo mi cuerpo la humedad de mis jugos, mezclados con la transpiración de Bruno en su pelvis. Poco a poco el trozo de carne iba perdiendo dureza, mientras sus latidos me producían un placentero cosquilleo.

-Ahh, ¡no doy más! –Salí y me acosté a su lado. Nos besamos.

-¿Te gustó?

-¡Muchísimo! ¡Eres divino! –Le puse la mano sobre el miembro, acariciando el preservativo, todo arrugadito.

-Ten cuidado, que no se salga. Por lo menos evitemos ensuciar más.

-Quédate quietito. Enseguida te lo saco.

Luego de unos instantes, me erguí, le retiré el forro, lo anudé y lo dejé junto al anterior.

-Con los forros aquí arriba podemos llevar la cuenta

-Bah, no son muchos, recién empezamos… -Bruno no se daba por vencido.

Creo que había llegado la ahora del turno de Myriam. Mientras descansábamos sin dejar de acariciarnos fui pensando como hacer. Creo que ya tenía algo…, sólo espero que de resultado. Tenía que ser audaz y desprejuiciada, como una mujer de mundo, las más "canchera" de las "minas…"

Desde el otro dormitorio seguían llegando gemidos y suspiros. Myriam y su amante seguían dándole a la "matraca".

-¿Qué te parece si vamos a tomar algo? –En principio teníamos que estar los cuatro juntos.

-Cuando estos dos terminen

-Bueno, ¡vamos a ver! –Me levanté. Pensé que si Bruno veía cogiendo a su hermana se iba a calentar con ella. –Los invitaremos ir a la sala.

Le di la mano y lo insté a levantarse. Fuimos abrazados hasta la puerta… ¡Quedamos sorprendidos y entusiasmados! Marcos estaba de pie y sostenía a Myriam de la cintura…, pero… ¡ella estaba boca abajo! Sus piernas como mástiles a los costados de la cabeza de Marcos, mientras éste lamía la concha… ¡y ella aferrada a sus muslos mamaba desesperadamente la pija del varón! ¡Un verdadero espectáculo de circo! Yo había probado la fuerza del morocho, pero nunca me imaginé que sería tanto, sobre todo suponiendo que la succión del choto hace perder fuerzas.

-¿Qué pasará cuando acaben? –Le dije al oído a Bruno. -¿Se vendrán abajo?

Marcos estaba de espaldas. Myriam nos vio de reojo y dibujó una sonrisa, sin dejar de chupar. Oíamos los gemidos apagados de los amantes. Noté que ella estaba teniendo un orgasmo. Marcos esperó que acabara.

-¡Ahora! –La tomó a Myriam en brazos haciéndola girar, con total seguridad, y la llevó al borde de la cama recostándola. Allí nos vio y sonrió. Se inclinó sobre ella y acompañando con la suya la mano de Myriam que lo masturbaba, sacudió varios poderosos chorros de esperma sobre sus tetas. Los rostros de ambos eran la imagen perfecta de la lujuria y el placer.

-¡Bravo! –Bruno y yo gritamos al unísono aplaudiendo.

-Pufff… -Marcos se tiró demolido a los pies de Myriam.

-¡Qué pena! ¡Te has quedado sin fuerzas! –Comencé la maniobra que tenía prevista. El "evento" que nos habían brindado facilitaba mis propósitos.

-¡Eso te crees! ¿Quieres probar? –Sin saberlo, Marcos entró en el juego inmediatamente.

-Veremos. Ahora queremos tomar unos tragos.

-Ya que interrumpen no tengo más remedio que limpiarme. -Myriam fue hacia el baño y nosotros nos dirigimos a la sala.

-Hay que tener imaginación… -Marcos se pavoneaba ufano. –Siempre es lindo inventar algo, si la compañera lo quiere

-Tendremos que inventar algo entre todos… ¿Qué te parece, Bruno? –Yo lo "apuraba" al hermano de Myriam.

-Bueno…, veremos… -Bruno todavía tenía sus dudas… o trataba de disimular. -¡Había que ser de "fierro" para no tener ganas! –Por ahora juntemos fuerza.

Tomamos nuestros vasos.

-Esperen. ¡Esto es pura agua! Traigo el whisky y el hielo. Marcos se dirigió a la cocina. Nos habíamos sentado, desnudos como estábamos, en el sillón de tres cuerpos, yo, Bruno y… Myriam, que estaba de vuelta, sin rastros de semen en sus pechos. Ahora no lo acompañó a Marcos, prefirió sentarse junto a su hermano

-Marcos, ¿se puede encender la salamandra? Estoy teniendo frío… -Sería medianoche y la actividad sexual empezaba a disiparse, y aunque fuera primavera la temperatura había bajado.

-Te abrazo… -Bruno se inclinó hacia mí.

-No, ocúpate de tu hermana que está muerta de frío y quiere disimular… -Me levanté para repetirle la pregunta a Marcos. Y dejarlos solos

-Sí tesoro, ahora te alcanzo el mechero. –Marcos venía con los implementos para beber y un encendedor de gas para los leños. –Sirve tú. Yo me ocupo de la estufa.

Bruno había abrazado a Myriam, dejando su mano, como al descuido, sobre las tetas de su hermana. Ella lo tenía de la cintura. Sonreí mientras distribuía los vasos, la bebida y el hielo. Dejé el vaso de Marcos en una mesita baja, frente mío, y volví a sentarme. Bruno estaba entre ambas.

-"¡Bendito tú eres entre todas las mujeres!" –Marcos desde la salamandra se ocupaba de la escena. -¡Esto ya enciende!

Bebimos algunos tragos y de reojo miraba como Bruno y Myriam se acariciaban suavemente. ¡Esto va muy bien! Marcos se sentó en la mesita y alzó el vaso.

-¡Esto merece un brindis! ¡Salud a la mejor noche de mi vida!

-¡Y al triunfo! No te olvides del triunfo… -Yo quería provocar las palabras de Bruno

-Creo que a esta altura, el triunfo es lo de menos… -Bruno se estaba desinhibiendo. –Como pretexto es excelente, pero prefiero brindar por estar juntos…, los cuatro

-¡Claro qué sí! –Myriam lo tomó de la cabeza, la hizo girar y le dio un beso en la boca. Bruno le correspondió. Marcos sonrió, me miró y guiñó un ojo. No sé porque, pero me pareció que, de alguna manera, había entendido mi intención. Me incliné hacia él. Estaba solamente a un metro mío, sentado en la mesita y con su miembro en "descanso". Así y todo merecía respeto

-¿Cómo anda eso? –Con la mano libre le sopesé la verga. –¿Estarás listo antes que madrugue?

-¡Pero qué te crees, "mocosa" irrespetuosa! ¡Ven para aquí! –Me tomó la mano y tiró hacia él. Lo dejé hacer. ¡Era lo qué quería!

-¡El "mocoso" eres tú! ¿Viste cómo le dejaste las tetas a Myriam? ¡Todas embardunadas! –Me había abrazado y estaba parada entre sus piernas, apoyada contra su pecho.

-¡Para ti también hay! ¡Ya verás! –Dejamos los vasos y me llevó hasta una silla. Se sentó, tomó el choto haciéndolo flamear como una manguera. -¡Vamos! ¡Siéntate!

-Espera…, espera… Tiene que tomar consistencia… -Me agaché y comencé a lamerlo. No había prepucio que correr, así que, directamente, lo introduje, succionando, en mi boca. Mientras adquiría las dimensiones adecuadas, yo miraba de reojo que hacían Myriam y Bruno. ¡Se besaban y acariciaban! Myriam tenía entre sus manos la pija de su hermano, mientras él le introducía varios dedos en la concha. ¡Ya estaba hecho! ¡Terminarían cogiendo!

-Bueno, ahora sí… -Me senté sobre Marcos, de frente, introduciéndome la verga en la chocha. Me tomó de la cintura y mientras nos besamos, comenzamos la cabalgata.

-Gracias mi amor por no hablar. ¡Eres un bombón! -Le hablé al oído. Marcos me miró y sonrió.

-Bruno me dio a entender que ustedes eran vírgenes… ¡Eso creía él! –Me abrazó más fuerte y me beso con mucho cariño. –Además no soy "fanfarrón". ¡No me gusta andar "bocinando" lo que hago!

-¡Eres divino! –Seguíamos en nuestro meneo. La dulzura de Marcos y el saca y pon, me llevaron prontamente a un nuevo orgasmo. -¿Sientes cómo gozo?

-¡Sííí…! ¡Estoy a punto…!

-Oh, no espera… Tienes que… -No me dejó terminar.

-¡Otra vez! –Por suerte Myriam ya se había ensartado, allí, sobre el sillón, y Bruno estaba muy entretenido gozando con ella, por lo que no prestaron atención a la queja de Marcos. (Ver "Una experiencia intelectual".)

-Espera, quédate quietito. No digas nada. Se me ocurrió algo. –Sería mi jugada maestra. ¡Sin duda hoy estaba inspirada!

–¡Escuchen chicos! –Bruno y Myriam levantaron la vista, intrigados. -¡Al que acaba último se la chupo!

Se rieron y siguieron con el traca-traca. Marcos me miró sin entender. Volví a lo del forro.

-Es así, justo me toca. Yo no uso píldoras ni DIU… Tienes que comprender, no te enojes, ya habrá oportunidad. –La circunstancia de tener que usar el preservativo siempre me permite generar una nueva expectativa. -¿Dónde lo tienes?

-Qué sé yo… ¡con la ropa toda desparramada!

-Ve al dormitorio. En mi bolsito hay. –Me levanté, sintiendo deslizar entre las piernas el reguero de mis líquidos y Marcos fue corriendo.

Contemplé, en este paréntesis, como Myriam y Bruno hacían el amor. Seguían frente a frente, las manos de él en sus tetas, mientras ella le acariciaba los cabellos. Lo que planeaba se concretaría. ¡Los veía muy felices!

Marcos mordía frenéticamente para desgarrar el envoltorio.

-Pensaba que me traerías el petate, para sacarlo yo. ¿Y si dentro había un consolador?

-¡Te lo metería en el culo, mientras te ensarto la pija en la concha! –Se lo había colocado a la carrera. -¡Vamos, sube!

Monté prestamente sobre el falo y reanudamos la cabalgata. Su respuesta me había causado gracia. ¡No estaría mal! ¿Y si las dos fueran de carne? Pensando en eso me vino nuevamente, mientras notaba los latidos de Marcos.

Llegaron los alaridos de Myriam y los gemidos de Bruno. Se decían de todo y tanto se sacudían que el sillón parecía caminar.

-¡AAAAHHH… ME VIENEEEE! –Parecía que Bruno hubiera tocado el cielo. Su secreto y torturado deseo al fin se había hecho realidad. ¡Había cogido a su hermana!

Seguimos con lo "nuestro". Marcos estaba concentrado en su choto y mi concha.

-¡Ahora sííí…, nada me detiene! ¡"El llanero acompañado"! ¡"Vaaaa…mos Siiilver"! –Era un torrente de lava, aprisionada por el forro, pero que transmitía su calor a mi flujo, producto de otro orgasmo… ¡qué me duró como un minuto! ¡No terminaba nunca!

-¡Papito, qué lindo! ¡Como la sacudes!

Myriam y Bruno seguían abrazados y besándose. ¡Todos habíamos acabado magníficamente bien!

Pero la fiesta recién empezaba (Continuará.)