Intercambio en Los Roques
En un paraiso, aprendo que obedeciendo obtengo nuevos placeres, que no había tenido.
Intercambio en Los Roques.
Viaje a Venezuela 3
"Mira la poronga de tu marido"- me dice Johan mientras me da crema en la espalda. Lalo, enfrente mío, tiene una considerable erección, observable a pesar del traje de baño. Grace , belleza de ébano , le embadurna para mitigar el sol de todo el día.
Estamos en el salón de la " Valerosa", yate del socio de mi marido, anclados en los Roques. Me doy cuenta, por la dureza que noto contra mis nalgas, que en la misma situación de excitación ,se encuentra Johan.
El trabajo acababa el lunes, y nos habían invitado a pasar el fin de semana en su barco, e ir a los Roques. Salimos de Caracas a las 8 del viernes , y tras un viaje en 4x4, en el que nos enseñaron las devastaciones de las riadas en la costa, llegamos al puerto donde estaba amarado la motora. Era un yate de unos 15 metros de largo por 5 de ancho, nuestros anfitriones nos lo dijeron en términos marinos, que he olvidado. Para mí , un lujo. Tenía dos camarotes, un baño y un salón grande con cocina incorporada.
No llevó mucho tiempo cargar la comida y bebida para los días de crucero. En apenas una hora ya salíamos del muelle. Era mi primera navegación en esas circunstancias, había ido en buquebus a Uruguay, pero desde luego no era lo mismo.
Grace y yo nos tumbamos en la proa. El sol, la belleza del mar, el agua que nos salpicaba, eran unas sensaciones tan maravillosas que me llenan de placer aun ahora, en la distancia, cuando escribo esta historia.
Cada rato me daba protector, aunque soy morocha, tengo sangre guaraní en las venas, aquella luminosidad podía quemarme.
Estaba excitada, la noche anterior tras hacer el amor, mi marido y yo hablamos de los riesgos del viaje. Los dos deseábamos y nos sentíamos deseados por nuestros acompañantes, y tres días y dos noches juntos sabíamos, que nos iban a llevar a situaciones que nunca habíamos experimentado. En trece años, mi único hombre había sido mi marido, los tríos siempre eran con otra mujer, Lalo me había mostrado mi bisexualidad que yo gozaba con alegría.
Y tumbada recordaba sus palabras: "Estate tranquila, creo que lo vamos a pasar bien". Pero no estaba tranquila, en mi bikini azul, junto a los 19 años de Grace , con su cuerpo explosivo, apenas cubierto por una tanga verde hierba, adorable, me veía como una niña que iba a experimentar cosas nuevas. Temblaba cuando me daba crema en la espalda, de una manera higiénica, sin morbo.
Los dos hombres, en el puente , llevando la nave, hablaban pero su conversación no nos llegaba.
Mi marido nos trajo un bocadillo de jamón crudo y queso, con una cerveza, para cada una y volvió a dejarnos solas.
"Elena, te noto nerviosa. Lo que vaya a pasar , pasará. Deja que decidan nuestros hombres lo que quieren hacer. Es lo mejor para nosotras"
Me impresionó la sumisión de la muchacha, ella iba a hacer lo que su marido la mandara, yo no era así. Sí asumo el rol de sumisa, cuando me lo juego con Lalo y pierdo, pero también me gusta el de ama cuando gano yo.
En ese mundo caribeño, me di cuenta que el que mandaba era el hombre, y me iba a tocar obedecer, para satisfacción de mi pareja.
Los Roques estaban a la vista. Era una maravilla de la naturaleza. Las pequeñas islas en un archipiélago pleno de color, las arenas blancas, el mar azul, los árboles contrastando y dando vida a un paisaje excepcional.
El barco nos acercó a una pequeña isla donde no se veía a nadie ni nada, un pequeño paraíso, echaron el ancla, y quedamos a unos metros de la playa.
" Ahora traigo la gafas y las aletas por si queréis bucear. Prepararos para disfrutar de algo que sólo existe en mi país"- nos dijo Johan orgulloso.
Nos las pusimos y por la popa nos metimos en el mar.
Era una gozada, los corales, los peces de cientos de colores, con un agua que te permitía pasar horas bañándote.
Salimos con la puesta de sol, nunca imaginé tanta belleza. En la popa, con una manguera de agua dulce, nos quitamos la sal. Nos fuimos a cambiar.
Allí estoy, con una bikini blanca atada con nudos, viendo la verga de mi marido queriendo romper el short, mientras un zambo atlético restriega la suya contra mis nalgas.
" Suelta el top a Grace" le pide Johan a Lalo.
"Haz lo mismo a Elena"- contesta mi marido.
Las dos mujeres quedamos frente a frente, con el torso desnudo. Estoy excitada y asustada.
Nunca he visto unos pechos así, son dos melones o dos obuses erguidos, con los pezones erectos grandes como cimas de monte. A su lado mis lolas parecen manzanas pese a mis actuales 90, debe estar en los 120, pero lo mas maravilloso es que están erguidos, sin caer, pese a su volumen.
Es preciosa, sus ojos verdes, sus dientes blancos que contrastan con la negrura de su piel, me quedo mirando admirada.
Se acerca a mí, y me besa. Sus labios se pegan a los míos, y su lengua me penetra. Me aprieto a ella, la abrazo y respondo con un beso apasionado. Mis manos recorren su piel. Es suave, como seda . Ella me acaricia la espalda hasta llegar a mis glúteos, los atrae hacia su cuerpo, hago lo mismo. No sé cuanto tiempo estamos gozándonos.
"Niñas, ya es suficiente. Venid a tocar lo que habéis levantado"-oigo la voz de mi marido.
Vuelvo a la realidad, ellos se han quitado los bañadores y ante nuestros ojos tenemos dos vergas duras y en alto. La de Lalo, que conozco bien, está en ángulo recto , la de Johan más elevada, con sólo 45º de su vientre. Me toma de la mano y me acerca hacia él.
Imito lo que hace Grace con mi marido y me arrodillo ante su hombre.
Está circuncidado , es de un color café con leche, y el glande parece una ciruela. Ella ha comenzado a chupársela a mi hombre, yo no puedo. La punta está muy alta, pero la lamo llenándola de saliva. Con la mano derecha le masturbo. Corre suave sobre la carne mojada.
Me levanto y me inclino para poder metérmela en la boca. La postura me ayuda, si él quisiera introducirla entera, me darían arcadas , es muy larga. Tras una corta mamadas, me separa, quedo parada y siento el chorro de su semen en mi cuerpo.
Me vuelvo y compruebo que las lolas de Grace están llenas de la leche de mi marido.
La luna nos ilumina, el cielo estrellado sobre nuestra cabezas, lejos se ven unas pequeñas luces. Hemos cenado, una ensalada que ha preparado el venezolano y un arroz con chauchas, panceta, chorizo, ajo, pimentón y tomate que ha hecho el gallego. Ellos siguen desnudos, nosotras con la tanguita . En nuestra piel no hay resto de la leche de los hombres, nos la hemos limpiado la una a la otra con la lengua.
Estamos tomando unos vodka con tónica, hemos bebido dos botellas de Marqués de Cáceres rosado, que encontró mi marido en una licorería en Caracas. Estamos con cierto grado alcohólico.
En la bañera de popa, Grace empieza a acariciar el pene de su hombre. La imito. En el silencio, sentados sobre los toallones en el banco corrido manipulamos las vergas morcillonas. Se van endureciendo.
Johan se levanta, y pone música.
Baila con su mujer "Lagrimas negras", yo con mi marido. Es agradable y excitante sentir su cuerpo desnudo pegado a mi piel.
En " Nosotros" cambiamos de pareja, el zambo me aprisiona, su glande se pega a mi vientre.
"La tarde" me calienta aún más . El notar aquella arma contra mi cuerpo me está poniendo a mil.
Los hombres se sientan y Grace me toma en sus brazos para bailar pegadas, como la estampilla al sobre, "Tu me acostumbraste". Comprendo que a Lalo le vuelva loco esta mujer, yo estoy derritiéndome.
Nos sueltan los lazos que sujetan nuestra bombachita, ahora estamos desnudas y abrazadas. " Dos gardenias" es la coartada para restregar nuestros cuerpos como posesas, quiero venirme, llevo todo el día cachonda sin orgasmar, puedo morir de deseo. Me besa al acabar la canción y se separa de mí. Se sienta sobre el venezolano ensartándose en su espada.
La pija de mi marido entra en mí, que la acojo como un guante a la mano.
Estamos frente a frente las dos parejas, somos nuestro propio espectáculo porno, cabalgamos rápido y con fuerza sobre ellos y las dos llegamos casi a la vez.
La diosa de ébano , ensartada, se inclina hacia mi, hasta que puede besarme. Las dos volvemos a movernos, mientras juego con su lengua, siento como me penetra Lalo.
Grace se separa de mi, y empieza a acariciarme los pechos, la imito. Sus obuses con las cimas erectas están duros. Seguimos cabalgando y volvemos a cruzar el punto de no retorno. Ninguno de los dos hombres se ha corrido.
Aprieto con saña sus pezones, quiero que le duelan, ella hace lo mismo, y así mezclando placer y dolor mantenemos nuestros caballos al trote.
M marido me da azotes en las nalgas, que tienen el eco en los que el otro propina a su hembra. Como si nos empujaran aumentamos el ritmo a un galope desenfrenado. Recibimos el premio, cuando la leche de nuestros machos nos inunda coincidiendo con nuestros orgasmos.
Los Roques es el Paraíso, y allí estaba yo, dispuesta a disfrutarlo, abierta a cualquier experiencia. Nos habíamos vuelto a bañar, esta vez desnudos, bajo la luna nuestros cuerpos en el agua sólo se entreveían, pero volvían a cargarse de erotismo.
De nuevo en el barco, nos duchamos con agua dulce y nos servimos unos vodkas con tónica. Era el momento.
" ¿ Qué queréis que hagamos?. Nosotras estamos para serviros."- dijo Grace. Yo no lo hubiera dicho nunca, no era capaz de ser tan sumisa, pero desatascó la situación.
" Quiero follarme a tu mujer, y me gustaría ver cómo se lo haces a Elena"
" Creo que sería mejor irnos a las cabinas, tú con Grace y yo con la pibita. Tenemos un día y medio para poder montar una buena orgía. Se goza más paso a paso"
Me toma de la mano y me lleva a su camarote. No dice nada, le sigo como una niña obediente. Cierra la puerta. Desnudos los dos , me doy cuenta que estoy supercachonda, saber que voy a coger con un hombre que no es mi marido, que me va a usar, que no puedo decir que no, la sumisión que implica, me ha excitado tanto, que mis pezones están erectos y en mi concha, los jugos rezuman entre los labios.
Soy una esclava de Johan, un hombre de color, guapo y con una verga que se yergue poderosa ante mí.
Me tumba en la cama, instintivamente abro las piernas, y él, apoyándose en sus manos, sin dejar caer su cuerpo sobre el mío, acerca su glande a mi entrada. Agarro la dura espada de carne y pongo su punta entre mis labios, de modo que cuando empuje, pueda penetrarme.
Estoy ardiendo, y temerosa. No sé si me cabrá entera. Es terriblemente grande.
Pero es un artista del coger, y me dejo llevar por sus embestidas. La ha metido despacio, para que me note llena de su polla, y luego ha comenzado a moverse, lento al principio, rápido después. Cuando llego al primer orgasmo, me doy cuenta que en mi cuerpo cabe todo aquel monstruo.
Tiene un control maravilloso de su sexo, y paseo por un camino de placer, donde soy incapaz de saber las veces que me vengo.
Soy una muñeca, que penetra a su antojo, no puedo más, cuando suplico por su leche. Me obliga a rogarlo una y otra vez. Me está volviendo loca, cuando cae sobre mí, y me murmura al oído.
" Minita golfa, ¿quieres mi semen?. Nota como me corro"
Sus embestidas se vuelven rápidas y tan fuertes que temo por mi DIU, entonces larga su líquido, y yo vuelvo a acabar, sumisa, feliz, orgullosa de dar gusto a un macho dominante de mi especie.
Esta historia es continuación de Vida de Hotel y de La gata y su presa, en las que cuento mi viaje a Venezuela.