Intercambio de pasiones con mi esposa
Cuando el morbo y el sexo del matrimonio se vuelve rutina, hay que explorar nuevos horizontes. Mi esposa y yo estábamos dispuestos a ir más lejos para encender nuestras pasiones y descubrimos que siempre se puede disfrutar mucho más...
Hace diez años que estamos casados; mi mujer Yolanda, que ya ronda los cuarenta y cinco y yo con mis cincuenta, llevamos un matrimonio estupendo y disfrutamos las cosas que compartimos juntos y hasta las que nos toca vivir a cada uno por separado. Tenemos mucha complicidad y eso nos ayuda para sobrellevar los momentos de tedio o la rutina diaria.
Ella es muy atractiva, sigue conservando un cuerpo curvilíneo que cultiva con deporte y buena alimentación. La cintura delgada y los pechos que aun se mantienen altivos, hacen que se mantenga en el punto de mira de los hombres, especialmente cuando llega alguno de sus vestidos con tono sugerente que tanto le gusta.
Sexualmente nos llevamos muy bien, y vivimos a tope todas nuestras fantasías, ya sea que las concretemos o se queden en el plano de la imaginación. Aun así, el tiempo deja huella y siempre buscamos renovar nuestro interés por cosas diferentes, que mantengan viva la llama del deseo.
Así fue que en la búsqueda de ampliar fronteras, mi mujer y yo decidimos vivir la experiencia de ir a un local de ambiente para intercambio de parejas. Hacía tiempo que nos daba morbo ver cómo era por dentro y en especial la gente que podríamos encontrarnos allí.
Como teníamos contacto con algunas parejas que conocimos en un club privado al que habíamos asistido anteriormente, intentamos averiguar algo sobre el tema. Después de hablar con varias personas, conseguimos información de primera mano acerca de un lugar de alto nivel. No queríamos caer en ninguna cueva sórdida o del mal gusto, sino todo lo contrario. Nos recomendaron un sitio que se encontraba en las afueras de Madrid, el cual aseguraron que era de lo mejor del ambiente swinger; se llamaba “Pasiones y Secretos”. Lo buscamos en internet aunque ya nos habían advertido que no ponían muchas referencias en su página. Efectivamente, además del logotipo que era un círculo que encerraba las letras P&S,
no había información relevante que despertara interés, pero decidimos confiar en el dato que nos habían dado.
Antes de ir pasamos por un bar para tomar algo y entonarnos. Ella llevaba un vestido ajustado de color negro, de tela suave y delgada que parecía una segunda piel y unos zapatos de tacón muy bonitos que la hacían elegante y a la vez deseable. Eso fue lo primero que le dije al verla; le gusta que alaben su figura y forma de vestir, más aun, le estimulaba. Después de un rato en el que fantaseamos con lo que nos podríamos encontrar, emprendimos camino hacia el club.
El lugar que tenía una entrada similar a lo que podría ser cualquier casona antigua; era elegante pero al mismo tiempo austera. En cuanto pasamos por la puerta se encontraba la recepción; la chica que atendía nos preguntó si era nuestra primera vez. Después de asentir, nos dijo que aguardáremos un instante y casi de inmediato apareció otra joven muy agradable que se presentó como Coordinadora del local.
Con ella hicimos una ruta guiada por todo el sitio y fue excelente, nos hizo sentir a gusto mientras nos enseñaba cada uno de los rincones. Por dentro era mucho más impactante que en el exterior. En la planta baja estaba el guardarropa atendido por una chica preciosa y un chico que estaban de muerte, ambos vestidos de forma bastante sugerente.
En el primer piso había una sala de cine con sofás, un cuarto oscuro, y varias salas con camas gigantes y sofás donde imaginé que se cocería la acción. Luego había también un jacuzzi y una piscina bastante grande con agua caliente, que era una autentica pasada. Finalmente llegamos a una terraza/jardín con mesas y sillas fuera donde poder tomar algo. A un lado estaba una barra enorme donde servían las bebidas. El ambiente general era agradable y con buen gusto decorativo. Todo parecía de estupendo nivel.
En el último piso estaba la discoteca, también había una barra atendida por camareras y camareros vestidos muy sexys, especialmente las chicas o al menos era lo que yo me fijaba.
El último sector que vimos fue el de las duchas y los vestuarios.
Al ser la primera vez que visitábamos un sitio como este, nos limitamos a observar el ambiente, tomarnos unas copas en la disco, bailar un rato los dos y no mucho más. Al principio sobre las 22 no había mucha gente, pero a medida que la noche avanzaba, se fue llenando hasta que sobre las 24, el local se pobló significativamente, aunque como era tan grande no resultaba molesto de ninguna manera.
Había gente de todas las edades, nos sorprendimos al ver que una buena parte eran jóvenes entre 25/40 años. En general con buena presencia y bastante arreglados en su forma de vestir.
Nosotros nos dedicamos a pulular por el local, un rato bebiendo en la terraza, otro en la barra y luego en la pista de baile; entretanto observábamos a las personas que nos rodeaban. Parejas, grupos y algunos que parecían estar solos.
Hasta ese momento no habíamos visto más que algunos arrumacos y abrazos, pero en la sala de baile la gente estaba más desinhibida y el ambiente musical dejaba más libertad a la expresión y los estímulos. Allí sobre la pista observamos las primeras insinuaciones con un tono más elevado; dos chicas bailando con un chico no se cortaban a la hora de ponerle las manos encima. La una y la otra recorrían su cuerpo con sutileza pero no tenían reparo en detenerse sobre su entrepierna.
Más cerca de nosotros, dos parejas disfrutaban entre risas y baile comiéndose la boca a besos, solo que de vez en cuando intercambiaban la posición y con ello la pareja. En una misma canción se iban morreando con alternancia de forma natural.
Lo que más me puso era un tío que bailaba pegado a la espalda de una chica. Ella quebraba la cintura dejando que él se apoyara sobre su trasero, mientras hacía movimientos sinuosos y muy sensuales. Al mismo tiempo las manos del chico se sostenían apretando los pechos de ella, haciendo movimientos circulares. El cuadro que hacían era muy excitante y además ambos tenían muy buen físico.
Después de unos minutos salimos a bailar, justo nos tocaron una seguidilla de temas lentos, entre canción y canción nuestros cuerpos se fueron calentando, de modo que comenzamos a besarnos y aproveché para meterle mano a mi mujer, lo que me puso bastante caliente. De pronto una pareja que estaba al lado nos pidieron cambiar y bailar. El tío tendría unos cuarenta años, bien llevados, canoso y con barba recortada de forma elegante. Era agradable y la verdad es que tenía buen cuerpo, estaba con una mujer bastante más joven. Cedimos de inmediato ya que habíamos venido a experimentar.
La chica se arrimó a mi cuerpo femenina y sensual. Sonreía mientras comenzaba a contonear su figura al compás de la música. Me preguntó si solíamos venir y dijo que para ellos era la tercera vez. Yo estaba un poco cortado, aunque hacía lo posible por parecer natural, me movía con torpeza; todo lo contrario que ella. Entretanto buscaba con la mirada a mi mujer a quien había perdido de vista. Cuando la localicé, lo primero que pude observar era que el tío tenía una mano sobre el trasero de ella, que la acariciaba sensualmente. Parecía susurrarle al oído o quizás besarla en el cuello. Bailaban pegados como ventosas, desde luego lo estaban pasando bien. La erección debajo de mi pantalón se hizo evidente y la joven me sonrió con sensualidad. Dudaba si tenía que dejarme llevar o esperar a mi esposa, estaba excitado y confuso a la vez, lo cual me impedía disfrutar del todo.
Fue entonces cuando cambió el signo de la música, pusieron traca de la buena y dejamos el baile. Vi que mi mujer se marchaba hacia la barra, me despedí de la chica que fue a por su pareja y yo hacia la mía.
Nos pusimos al tanto de lo que había ocurrido con cada uno. Mi esposa estaba muy excitada con la situación, me contó como el tío le había metido mano y estaba claro que le había gustado ir más lejos, pero ella había decidido que exploremos más antes de pasar a mayores. Yo también estaba caliente y más aun sabiendo lo cachonda que se había puesto mi esposa.
Decidimos que nos interesaba investigar un poco el piso donde se hallaba la piscina y las zonas más exclusivas; ambos ya estábamos tremendamente excitados.
Primero entramos a los vestuarios donde encontramos personas que se desvestían para pasar al sector de la piscina. Allí dejamos la ropa y nos asignaron sendos albornoces.
Una vez del otro lado, apreciamos la enorme piscina revestida de luces y decorada de colores variados, en el enorme recinto se distribuían más de una docena de personas; algunos dentro del agua, otros debajo de una cascada artificial, otros simplemente en las tumbonas de los lados bebiendo algo. La verdad es que el sitio era impresionante. Lo primero fue continuar en nuestro plan de observadores y nos quedamos a un lado sentados en una de las mesas que se disponían alrededor. Casi de inmediato llegó un camarero enfundado en un bañador muy pequeño con un chaleco abierto y rematado por un gracioso collarín de lazo negro en el cuello. También había camareras que llevaban un atuendo similar. Todos estaban de muy buen ver. Nos trajo las bebidas que pedimos y empezamos a disfrutar.
La mayoría de las personas se paseaban desnudas por uno y otro lado. Justo delante de nosotros estaba una mujer sentada al borde de la piscina. Su pareja metida en el agua, jugaba en su entrepierna y aunque nosotros solo veíamos la espalda de ella, era evidente que se lo estaba pasando muy bien. Al rato apareció otra pareja más que preguntó si se podían unir. Entonces ella se puso al lado de la otra mujer y él imitando al primer tío, empezó a acariciar la entrepierna de ella. Ambas parejas cruzaban miradas y se reían haciendo comentarios. La situación se fue calentando y ellos comenzaron a hacerles sexo oral. De pronto se cambiaron de sitio y alternaron las mujeres, continuando con dedicación el sexo de cada una. La escena era muy ardiente y nos puso a cien; tanto que mi esposa metió la mano debajo del albornoz y comenzó a masturbarse. Nos cruzamos miradas con ellos; yo también estaba empalmado a tope.
Envuelta en el deseo que provocaba la situación, mi mujer me abrió el albornoz y comenzó a chupármela. La tenía como una piedra y ella me hizo una mamada impresionante. Entretanto oía como una de las mujeres estallaba de placer, y eso me puso todavía más caliente. Las parejas seguían a lo suyo pero al mismo tiempo disfrutaban de nuestra escena, porque nos observábamos mutuamente y consciente de ello mi mujer también se metía los dedos en la vulva, masturbándose. Creo que si uno de los tíos la hubiera tocado en ese momento, la habría hecho correrse al instante; de alguna manera lo estaba deseando lo cual me ponía en una tensión muy excitante. No pude contenerme más tiempo y me corrí copiosamente dentro de su boca. Ella continuó acariciando su sexo, mientras seguía mirándoles, entregada al placer hasta que llegó a correrse dos veces seguidas.
Las parejas seguían follando, unos dentro y otros fuera de la piscina justo en el borde. Tardaron poco en llegar al orgasmo y no era para menos después de estar lamiéndose mutuamente. Luego, ya satisfechos, nos saludaron y se alejaron en el agua para nadar.
Nosotros estábamos con con ganas de más, mi esposa estaba muy excitada después de tanto morbo; se quitó el albornoz y fue al agua para calmar el cuerpo. Le seguí detrás y estuvimos un buen rato en el agua templada, donde descubrimos la agradable sensación de nadar desnudos. Pero lo cierto es que las ganas de follar no mermaban sino que por el contrario iban creciendo. Me pidió que le siguiera hasta la cascada que había en un extremo. Allí el fondo era bajo y el agua nos daba por las rodillas. Debajo del chorro de agua nos besamos en plan película. A nuestro lado llegó otra pareja. Él era un chico joven, de unos treinta años, tirando a mulato, tenía un cuerpo estilizado y musculoso, ella era morena mayor que él y también de buen físico. Lo que me impresionó además era el pedazo de rabo que tenía el tío. Le colgaba como un apéndice pendular entre las piernas; aun relajado era impresionante.
Yolanda se sentó a un lado, sobre uno de los anchos peldaños de azulejo que formaba la escalinata. Me acerqué y después de besarla me agaché para comenzar a comerle el coño. Ella lo deseaba con ardor, encendida como estaba; al sentir mi lengua casi grita de placer. Como si fuera poco la chica que estaba con el mulato empezó a chuparle el miembro. Pude observar como incrementaba el tamaño de aquel portento, que se empinó como un verdadero mástil. Ella lo succionaba y lamía, mientras que yo le seguía comiendo la vulva y metiendo los dedos a mi esposa. El mulato estaba muy excitado, con el cuerpo empapado por el agua y los labios de ella recorriendo su miembro firme, desde la base hasta la cabeza enorme y henchida, no dejaba de gemir; Yolanda hacía lo mismo ante mis caricias.
Mi esposa se deleitaba con la escena disfrutando a pleno, intentaba aguantar todo lo posible, pero era imposible soportar tanta excitación y comenzó a correrse casi sin parar, un orgasmo tras otro. Envuelto en esa excitante atmósfera perdí noción de lo que pasaba alrededor, lo único que percibía eran los orgasmos que se sucedían, tanto en la pareja como en Yolanda.
Después de un rato en que la estuve follando, nos calmamos un poco, lo justo apenas para recomponer nuestro estado. Decidimos acudir a lugares más íntimos para poder explorar otras sensaciones si fuera posible. Subimos al segundo piso donde se encontraban las salas más exclusivas y reservadas. Entramos en una de ellas en la que no había nadie. Habíamos visto que sobre la puerta de acceso había una bombilla de color rojo, cuando la habitación estaba ocupada, ésta se encendía desde el interior para señalar que estaba ocupada.
Una vez dentro nos tumbamos en uno de los enormes sillones, había dos iguales y otro más pequeño. También tenía una hamaca y almohadones distribuidos por el suelo en todos los rincones. La música sensual de fondo acompañaba una luz tenue que envolvía la sala donde solamente se podía disfrutar.
Apenas transcurridos unos instantes empezamos a besarnos y tocarnos; ella estaba tan encendida que ante el primer roce de mis labios y mis manos, se puso a cien sin frenos. Abrió las piernas y volví con mi lengua atravesando los pliegues de su sexo, bebiendo las miles que chorreaban por las paredes. Comencé a comerle la vulva con lujuria recorriéndola con la punta de la lengua, cambiando la velocidad, la presión, chupándole sabiamente y haciendo que sus gemidos subieran a exclamaciones. Me recosté y ella me puso a cuatro patas sucumbiendo a mi pene endurecido.
Yolanda se relamía placenteramente, tragando por completo mi falo húmedo, al que dedicó sus labios y lengua de forma desatada. Fue entonces cuando la puerta se abrió y entró otra pareja que se quedó al otro lado de la habitación. Dudamos un instante, pero luego seguimos a lo nuestro. Ellos también comenzaron a besarse, tocarse y expresar su placer, lo cual nos puso a tope.
Yolanda me montó metiendo con su mano mi polla en su sexo; estaba tan cachonda que le costaba poner freno al movimiento de sus caderas. Por si fuera poco, nuestra visión quedó de frente a la otra pareja que también estaba follando. Eran bastante jóvenes, ella rubia y de buen cuerpo y él un chico de pelo largo con una espalda atlética, que la estaba empotrado a cuatro patas con tal fuerza que parecía que la arrastraría por la habitación. El cuadro de los cuatro follando era sumamente excitante y de morbo total. Los gritos de la chica fueron creciendo hasta que alcanzó un orgasmo bestial. Nosotros nos corrimos de inmediato, no había manera de aguantar más tiempo, aunque notaba que mi mujer seguía muy cachonda y me pidió que continuara comiéndoselo.
Mi boca volvió a llenarse de sus fluidos calientes, nunca había visto a mi esposa tan excitada, y eso me volvía loco de placer. Mientras yo le chupaba el jugoso coño, el joven de la otra pareja se acercó hacia nosotros. El tío tenía realmente buen físico, el cuerpo fibroso y musculado, pero además poseía un pene enorme, gordo y largo que no se había relajado en absoluto. Se colocó a nuestro lado observándonos al mismo tiempo que se masturbaba. Mi esposa no podía apartar la vista de aquel falo húmedo y duro que él recorría con su mano y la tentaba con cada movimiento. Yolanda estiró su mano hasta llegar a él; le acarició el trasero depilado, siguió con los testículos para luego ir ascendiendo hasta abrazar con sus dedos el tronco robusto de su miembro. Comenzó a masturbarlo con su mano experta al tiempo que yo seguía recorriendo su sexo, provocando una escena sumamente erótica que solo podía ir en aumento.
Para entonces mi mujer deseaba ser follada por aquel joven; bastaba ver como acariciaba su miembro para imaginar que lo quería dentro. No tardó en inclinarse ligeramente y como una gata en celo se puso en cuatro patas, orientando su cuerpo de forma evidente, provocando el juego morboso al extremo.
En esa postura lo primero que hizo fue chupármela, poniéndomela dura casi al instante; el otro se acercó por detrás y comenzó a succionarle la vulva. Mientras ella se dedicaba a mi glande mojado y caliente, disfrutaba con la otra lengua que se movía entre sus piernas. Cuando parecía que estaba por correrse, el tío se irguió acercando su polla a mi mujer y la ensartó de una embestida. Casi se desmaya de placer al sentir aquella herramienta perforándola.
El tío la taladraba duramente, abriéndola como si fuera a partirla al medio con movimientos enérgicos, llenos de voracidad. Su cuerpo se sacudía al compás de las embestidas de aquel miembro descomunal que parecía hacer maravillas en su coño. Mi mujer no cedía al vigor del joven y le respondía con movimientos de sus caderas, exclamando, pidiendo más y más.
La chica que hasta entonces se había mantenido al margen, se puso a mi lado, poniendo sus pezones rosados a la altura de mi boca. Tenía pechos exuberantes que comencé a chupar golosamente. Mi pene estaba listo para follar y dado que el sexo de mi esposa estaba ocupado, fui a por el de la caliente rubia que tenía delante.
Sobre el respaldo del mismo sillón en el que mi mujer estaba siendo follada, la rubia apoyó sus brazos, inclinó su cuerpo abriendo las piernas y dejándome su espléndido trasero ante mi. Giró su rostro para mirarme con lascivia. No dudé ni un segundo y se la clavé hasta el fondo. Tenía el coño prieto y húmedo, era un verdadero placer recorrer sus pliegues con mi pene duro. La sujeté por la cadera con ambas manos y allí de pie, inicié los movimientos de mete saca al tiempo que ella empujaba hacia atrás pidiendo guerra a cada embate. Me apretaba tanto con su sexo que no sabía cuánto tiempo podría resistir.
Entretanto mi mujer estaba disfrutando como una posesa. El vigor incansable con el que se la estaba follando el tío le provocaba un orgasmo tras otro. Fue un momento de morbo increíble en el que ambos estábamos teniendo sexo con otras personas compartiendo la escena, la excitación era mucho más intensa que lo que habíamos experimentado en los últimos tiempos.
No pude aguantar más y me corrí copiosamente sobre la cintura de la chica; mi leche se deslizó sobre su trasero como una lava y ella misma se encargó de esparcirla sobre la piel. Levanté la vista y observé como Yolanda se mordía los labios entregada al desenfreno del joven que continuaba como un toro por detrás de ella. No sé las veces que se corrió mi mujer, pero luego de ser montada una y otra vez, se giró sobre el tío y le cogió la polla con ambas manos. Su miembro seguía enorme y duro; Yolanda se lo metió en la boca y empezó a chupárselo con fruición. El falo tieso desaparecía dentro de su boca hasta donde ella podía engullirlo. Chupó y lamió su herramienta mientras sus manos le acariciaban desde el trasero hasta los testículos haciéndolo gemir con lujuria.
Del otro lado de la habitación la chica rubia se había tumbado observando la escena mientras se masturbaba con una mano y acariciaba sus pezones con la otra. No se detuvo hasta correrse más de una vez.
Yolanda tomó la iniciativa; recostó al chico en el sillón y se subió para cabalgarlo como una amazona. Yo estaba extasiado de verla tan entregada y viciosa. En esa postura el miembro enorme se metía aun más adentro y ella subía y bajaba sobre aquella estaca, controlando sus movimientos a placer. Él aun conservaba fuerzas para levantar su cintura y forzar aun más el trabajo de su polla en el sexo de Yolanda. Parecía que le llegaba hasta la garganta.
Con sus manos apoyadas sobre el pecho del joven aceleró los movimientos y continuó corriéndose, su cuerpo temblaba con cada espasmo, gritaba con cada éxtasis. Él aferró su trasero con ambas manos y se sacudió violentamente hasta correrse.
Semejantes polvazos nos dejaron embriagados e indudablemente satisfechos. Nos quedamos un rato tumbados, resoplando hasta recuperar el aliento; excepto el joven que se acercó a la rubia y para mi sorpresa comenzó a follarla como si recién empezara. Seguía impecablemente duro con el miembro en plenitud. Ella lo recibió entre sus piernas y empezó a gozarlo. El palo imponente la sacudía como había hecho con mi mujer, entrando y saliendo con fuerza. ¡Qué manera de follar tenía el tío!, era una máquina sexual.
Por un instante nos tentamos en seguir el rollo, pero nuestros cuerpos, especialmente el de mi esposa, pedían algo de descanso. Los dejamos en plena faena a la vez que otras parejas entraban a la habitación atraídas por la escena.
Salimos para darnos una ducha relajante y vestirnos. La experiencia había sido muy intensa y la habíamos disfrutado a tope; más de lo que habíamos imaginado. No sé si regresaremos algún día, porque será difícil superar el morbo y disfrutar tanto, quizás nos alcance con recordarlo de vez en cuando, para agregar una nota aun más ardiente a nuestro matrimonio.