Intercambio de parejas

Voy a contaros algo que nos ocurrió a mí y a mi marido hace casi un año. Pero antes os describiré cómo somos para que os sea más sencillo imaginarnos cuando os cuente nuestra experiencia. Espero les guste.

Hola a todos. Voy a contaros algo que nos ocurrió a mí y a mi marido hace casi un año. Pero antes os describiré cómo somos para que os sea más sencillo imaginarnos cuando os cuente nuestra experiencia. Me llamo Cristina, soy rubia y tengo los ojos azules, mido 1.65 y peso 53 Kg. Tengo la piel muy blanca y un cuerpo bastante bien formado, a excepción de mi pecho que es exageradamente grande (uso una talla 130 de sujetador). Cuando tengo los pezones erectos alcanzan un tamaño de alrededor de 2 cm. y son bastante sensibles al tacto. De hecho, no hay cosa que más me excite que sentirlos masajeados y chupados por mi marido. Mis piernas son bonitas y bien formadas, y me fascina usar minifaldas sumamente cortas. Por otra parte, Jose, mi marido tiene el pelo color caoba. El de la cabeza, porque el del pubis es color rojo fuego, cosa que me excita enormemente... y a otras mujeres también. Tiene la piel bastante pálida como yo, los ojos de color verde oscuro, mide 1.72 y pesa 75 Kg. Es de complexión media y está bastante bien dotado, no de una forma exagerada, pero creedme, sabe cómo usar lo que tiene y cómo hacerme sumamente feliz. Es un hombre exageradamente temperamental y fogoso, a la vez que fantasioso e imaginativo con respecto al sexo, algo que me hace quererle cada día más. Ambos somos jóvenes, yo tengo 28 y el 35, y provenimos de familias de clase social alta. Ese ha sido el ambiente en el que nos hemos movido toda nuestra vida, aunque a veces nos gustaría cambiar un poco, vivir una vida tranquila y normal. Yo soy arquitecto y el profesor de literatura en la universidad. Nos casamos hace 5 años y el balance de ese tiempo, aunque con los típico altibajos de cualquier pareja, es bastante bueno. En el sexo nos consideramos una pareja como cualquier otra, aunque con muchas fantasías sexuales que satisfacer, me imagino que como cualquiera de vosotros. Estoy pensando en cómo reaccionará Jose cuando llegue esta noche a casa de trabajar y le cuente que he enviado este relato para que sea publicado en internet. Estoy segura de que lo primero que hará será tener una erección casi inmediata. Probablemente, lo segundo será tumbarme en el sofá y hacerme el amor fogosamente hasta dejarme completamente satisfecha y exhausta. Siempre me ha dicho que no hay cosa que más le satisfaga que hacer que la mujer que está poseyendo tenga no uno, ni dos, sino varios orgasmos, sin importar lo que tenga que hacer para dejarla completamente satisfecha antes de que alcanzar él su satisfacción personal. Una de nuestras fantasías sexuales preferidas es la del exhibicionismo, en cualquiera de sus variedades. Esta es una de ellas: exhibirnos a través de internet, contando a todo el mundo una experiencia sexual frustrada que tuvimos hace algunas semanas, a la cual yo en un principio no accedí, pero en la que me vi envuelta sin quererlo. Os cuento... Mi marido por aquel entonces fantaseaba con la posibilidad de realizar un intercambio de parejas y prácticamente a diario trataba de convencerme para ello. Aquella no era la primera vez que lo intentaba, al poco de casarnos consiguió convencerme para que lo probase, aunque en aquella ocasión la cosa no salió como esperábamos. Quizá luego os cuente cómo ocurrió todo, pero ahora dejad que siga con mi historia... Pues bien, todo ocurrió hace cosa de 11 meses. Por entonces mi embarazo no se me notaba demasiado pues apenas estaba de dos meses. Jose tenía que viajar a Miami para asistir a un congreso de literatura española y me pidió que le acompañara. Yo sabía que él albergaba la secreta esperanza de lograr el intercambio en aquel exótico lugar, y lo cierto es que yo no tenía la más mínima intención de acceder a sus deseos, aún a riesgo de que se enfadase conmigo. Se pasó todo el viaje en el avión jugueteando conmigo, algo que me excitó muchísimo, quizá debido al estado de extrema sensibilidad en que me encontraba o a estar sobrevolando el océano Atlántico rumbo a una preciosa ciudad. Ya en tierra nos dirigimos al hotel y nada más instalarnos en nuestra habitación tomamos un delicioso baño juntos, cosa que nos gusta hacer desde el primer día de casados y que siempre hemos encontrado de lo más excitante. En la espaciosa bañera de la habitación siguió jugando conmigo, pero siempre teniendo especial cuidado de detenerse antes de hacerme alcanzar el placentero final. Una vez fuera del baño bajó al vestíbulo del hotel a reunirse con alguno de sus colegas y a comprobar los horarios del congreso. Yo preferí salir a comprar algunas cosas. Tenía en mente una preciosa combinación con medias y liguero, además de otras cositas que sé que le vuelven loco. Una vez de vuelta y tras ver que todavía no había llegado, me puse la sensual combinación que había comprado y decidí esperarle así vestida. Cuando por fin regresó, se quedó sorprendido al verme vestida de una forma tan excitante y llamó a recepción para que nos subiesen la cena a la habitación. Durante la cena se pasó todo el rato jugueteando conmigo y excitándome sin parar. Cuando acabó su plato se levantó y dirigiéndome una pícara sonrisa, entró al baño. Yo corrí a la cama y me tendí en ella presagiando una noche de desenfreno sin límite. Por fin salió, completamente desnudo y mirándome de forma sensual. Le dejé espacio para que se tendiese a mi lado, y cuando esperaba que se echase encima de mí para hacerme gozar como solo él sabe hacerlo, cogió el mando a distancia de la tele, la encendió y se puso a cambiar de canal. Se detuvo en uno en el que hacían una película en blanco y negro que no reconocí. - Mira, \'Ciudadano Kane\' -me dijo, rodeándome con un brazo- Esta película es fantástica, vamos a verla. Y así me dejó, vestida con la combinación más excitante que haya visto mortal alguno y más caliente que una gata en celo. No obstante, aguanté despierta para ver si todo era una broma o si se arrepentía a mitad de película y quería que pasásemos un buen rato. Casi le mato cuando vi que se había dormido sin siquiera darme un achuchón. Apagué la tele, me di media vuelta y me dormí más enfadada que nunca antes en todo mi matrimonio. Al día siguiente se levantó como si nada. Nos bañamos juntos como de costumbre y en la bañera siguió jugando conmigo, aunque apenas le hice caso. Él pareció no darse cuenta de mi indiferencia. Mi pidió que le acompañase al lugar en que se celebraba el congreso y decidí aceptar porque con mi enfado lo único que estaba consiguiendo era pasármelo mal. Condujo el coche que habíamos alquilado y durante todo el trayecto hasta el centro de convenciones no paró de acariciarme las piernas y las tetas. Yo no podía evitar sentirme sumamente excitada. Llegamos al congreso y nada más bajar se encontró con unos compañeros de su misma universidad. Aguanté unos minutos, pero al ver que la conversación no acababa y yo me aburría como una ostra, me disculpé con sus colegas y le dije que me iba a dar un paseo. Quedamos en vernos a la hora de comer en un restaurante que ambos conocíamos. Llegó tarde y tuve que esperarle casi dos horas. A pesar de mi creciente enfado siguió jugando conmigo durante toda la comida, dejándome húmeda e insatisfecha de nuevo. Dimos una vuelta por la ciudad y ya de noche regresamos al hotel. En aquel momento yo era un volcán a punto de explotar, tenía ganas de pasar con él toda la noche, de hacer el amor sin parar, de hacerle llegar hasta el placer supremo... Pero ocurrió lo mismo que la noche anterior, encendió la tele, puso una película finlandesa subtitulada y luego se durmió. Amaneció y el día fue igual que el anterior. Se fue al congreso y al volver jugueteó todo lo que quiso conmigo, conduciéndome al borde del éxtasis, pero deteniéndose antes de que lograse alcanzarlo. Por supuesto, el día concluyo con otra película. ¿Qué está pasando? ¿Por qué no me hace el amor? ¿Cómo es que puede contenerse tanto? ¿Será que se acuesta con alguna de sus colegas del congreso? Estas eran algunas de las preguntas que me hacía en mis largos ratos de soledad y seguía sin conocer las respuestas. Volvió a amanecer y esta vez decidí acompañarle todo el día. Sus manos no estuvieron quietas ni un solo momento, ni durante el viaje en coche, ni durante la ponencia de aquel día en el salón de actos, ni siquiera durante la comida con todos sus compañeros. Jugueteaba con mis piernas por debajo de la minifalda, me acariciaba las tetas por encima de la camisa. Yo sentía que no aguantaba más. Durante la cena estaba tan caliente que si me hubiese arrancado la ropa y tumbado sobre la mesa del lujoso restaurante en que nos encontrábamos para hacerme el amor, hubiera accedido sin dudarlo. Pero al llegar a la habitación del hotel, puso la película de costumbre y a los cinco minutos se quedó dormido. Un nuevo día, el último completo que pasaríamos en Miami. Le acompañé de nuevo al congreso y sus manos volvieron a hacer de las suyas. Tan caliente me encontraba que a mediodía nos separamos pues yo ya no aguantaba más. Decidí que haría un último intento por llamar su atención y pensé que lo mejor sería vestirme de una forma que no pudiese ignorarme, ponerme algo que le sacase de sus casillas, que le volviese loco de excitación, y así lo hice. Cuando regresó aquella noche yo ya estaba enfundada en unas medias negras sujetas por un liguero del mismo color, que dejaban mis partes íntimas totalmente al descubierto, pues no llevaba braguitas, así como tampoco sujetador. Me había puesto un cortísimo vestido de color azul turquesa (un color que le excita mucho) que se ajustaba perfectamente a mi cuerpo. Era bastante escotado por lo que mis grandes tetas parecían a punto de desbordarse. Mis erectos pezones, libres de la opresión del sujetador, se marcaban amenazando con reventar la tela que los cubría. Por último, calzaba unos botines hasta el tobillo, terminados en punta y con tacón de aguja, tal y como a él más le excitan. Se me quedó mirando, recorriendo con sus ojos hasta el último rincón de mi cuerpo. Sonrió y silbó como el que ve algo impresionante ante sus ojos y ciertamente yo lo estaba. - Estás muy guapa -me dijo con indiferencia- Ahora, coge el bolso, vamos a ir a cenar con un amigo y su mujer. Ya en el coche, su mano libre empezó a acariciar mi vello púbico (entonces lo tenía, pero ahora lo llevo totalmente depilado) y al mirar hacia él pude apreciar una enorme erección bajo sus pantalones. Aquella noche era la última de nuestro viaje y no tenía intención de dejarla pasar, así que tomé la iniciativa. Se la saqué de los pantalones y mientras conducía la acaricié y le di algunos besitos y lametones con mi lengua. Así recorrimos todo el camino y cuando llegamos nos dimos cuenta de que todavía faltaba media hora para nuestra cita, por lo que decidimos tomar una copa en el bar. Sentados en la barra sus manos recorrieron mis piernas sin disimulo. Yo estaba ya totalmente mojada. - ¿Qué te parece si después de cenar, nos vamos los cuatro juntos al hotel? -me dijo sin apartar sus manos de mis muslos. Entonces lo comprendí todo. Por eso me había excitado tanto los días pasados, para que yo aceptara el intercambio de parejas. Tenéis que comprender que mi volcán estaba sumamente caliente y con enormes ganas de derramar su ardiente lava de una vez. Vamos, que estaba más cachonda de lo que podía soportar, así que acepté. - Pero, ¿les conoces? ¿Cómo sabes que están sanos, que son una pareja limpia y no nos van a contagiar nada? -le pregunté, pues ese era uno de mis mayores miedos en los intercambios de pareja. - Tranquila, conozco a la chica desde la universidad -me dijo- Estudiábamos juntos y nunca he visto una persona más sincera que ella. Si me dice que su marido y ella están sanos, no puedo dudar de su palabra. Además, conocen la ciudad como la palma de su mano porque el marido vivió aquí cinco años. Me tranquilizaron un poco sus palabras, pero yo aún tenía mis dudas. Me preguntaba, ¿cómo serán?, ¿deseo realmente lo que voy a hacer o solo he aceptado por complacerle? Pero ya había dado el paso definitivo, no podía echarme atrás(continuara)

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