Intercambio de confesiones

Un recuerdo que Gloria tendrá presente siempre.

INTERCAMBIO DE CONFESIONES

Después del congreso, Gloria y yo mantuvimos un intercambio telefónico de memorias, nos telefoneábamos por mucho tiempo, casi a diario, las dos iniciamos contándonos aventuras, o vivencias de lo que habíamos hecho en nuestras juventudes, o buscábamos las razones por las que nos habíamos desarrollado como somos.

¿Cómo somos? Ya lo han de haber leído en nuestras narraciones, un verdadero destrampe. Aceptamos de todo lo relacionado con sexo, y nos complace y buscamos participar en las mejores locuras. Además, que tenemos a Horacio como cómplice, mentor y editor.

Tanto Gloria, como yo y, además Ilse, nacimos y crecimos en un ambiente rural y es al tipo de alimentación tan sano, al que le atribuimos nuestro estado de calentura, travesuras y depravación constante. Las tres vivimos muy cerca una de la otra, nuestros padres eran buenos amigos y convivíamos constantemente entre ellos. Ya fue en el bachillerato empezamos a separarnos y en las carreras profesionales, pero antes de separarnos definitivamente fue que sucedió lo de la aventura Ilse con Tibo, su amado perro, que dejó una marca muy fuerte en mí.

Después de haber presenciado como hacían sexo Ilse y su perro, y que yo no fui capaz de aceptar también el cruzarme con su perro. ¿Por miedo o cobardía? Yo era virgen en esa época, pero fue que lo pensé muchos días después. Así que se me quedó muy grabado el haber perdido esa oportunidad y esa aventura se me quedó grabada por muchos años. No me puedo quejar, después ya tuve oportunidad de recuperar mi sueño con varios amiguitos caninos.

Pero de todas mis aventuras perrunas ninguna la he platicado o comentado con los míos, solo las publiqué.

Ahora con Gloria, que estoy intercambiando memorias de aventuras, si ella me cuenta de alguna superbuena, tendré que platicarle de mis superbuenas aventuras con mis amiguitos perrunos, que hasta la fecha he tratado de mantener en mucha discreción, ya sea porque alguien que no acepte este tipo de relación, me identifique negativamente, pero a mí me ha hecho feliz.

Afortunadamente Gloria es más espontánea que yo y ella siempre quiere empezar primero. Yo había iniciado mi plática con la aventura de Tibo e Ilse y mencioné que me perdí de participar porque tenía el estatus de virgen, sin haberle mencionado que se trataba de un perro.

Gloria tomo el tema de virginidad, seguro que ella lo tenía, como yo al Tibo, constantemente en la mente.

“¿Tú como lo tomarías si sabes que entre dos parientes consanguíneos tienen relaciones sexuales?” Me preguntó.

“Cada quien su vida y nadie tiene que juzgar o calificar ese hecho. La palabra incesto es solo para aquellos que tratan de degradar, o lastimar, o hacerse justicia al calificar a gente que le tienen envidia.”

“¡Te voy a platicar de algo que viví!”

“Mis padres se divorciaron  hace muchos años, yo me quedé con mi papá. Estudie la carrera y, en vacaciones o tiempo libre iba hasta el club que manejaba mi papá y jugaba tenis. En temporada de vacaciones entraba en los torneos, unos se jugaban en nuestro club y, la mayoría en clubes americanos, pero había campeonatos y yo participaba. Un día iba a haber un torneo en el Norte y necesitábamos patrocinador y, claro, el permiso de mi papá.

Mi padre no estaba convencido, aseguraba que solo íbamos a ir a perder al jugar con verdaderos expertos.

Desde muy pequeña, cuando se trataba de pedirle algo a mi papá, y no lo aceptaba, lo más sencillo para sacarle el permiso era que yo me sentara en sus piernas, al estar él sentado en una silla, montada, dándole la cara y así rogarle. Con el tiempo y la edad, esa práctica fue quedándose atrás, pero ahora era necesario obtener el patrocinio y el viaje con todos los viáticos, así que era necesario volver a echar mano de sentar a mi padre en una silla sin coderas, en un lugar íntimo y montarme como antes, a él le encanta lo haga cada vez, pero en esa vez yo iba por algo más importante que ni se imaginaba.

Después de un interrogatorio y casi seguro el patrocinio, continué con el segundo punto de mí agenda, mi vestuario. Más o menos lo autorizó, pero mencionó que debería de ir protegida, “¡por si metes las patas, llévate suficientes condones, o lo que uses!”

“¡Papá, si soy todavía virgen y ese es otro punto que quería pedirte!”

“¡PAPITO, QUIERO QUE TÚ ME DESFLORES!” Sustazo el que se llevó, nunca se hubiera esperado esa petición.

Desde que me senté en sus piernas lo observé detenidamente, todo el tiempo sentí su bola debajo de mis pantis, yo llevaba traje de jugar tenis, un shortcito y calzones debajo, de telas delgadas, pero su bola estaba ahí y él evitaba me moviera mucho, pero lo sentía debajo de sus pants. Cuando yo sentía necesidad de convencerlo más, me levantaba un poco y volvía a mi asiento. Una de esas veces metió su mano y se la enderezó, más para mi placer y él para estar más debilitado y dejarse convencer.

“¿Cómo crees, eres mi hijita, mi mejor tesoro, te adoro? ¿Cómo han perdido su virginidad tus compañeras?

“¡Muy pocas se acuerdan de cómo, o cuando o con quien la perdieron, yo quiero recordarlo toda mi vida y quiero guardar el secreto entre los dos! ¡Será muy lindo el pensar que fuiste tú, con cariño!”

“¡Hija, eso se llama incesto y además eres menor!”

“¿Quién te va a decir que es incesto? Y además ya no soy menor, y si lo fuera, ¿quién lo iría a saber?”

Yo ya no podía aguantarme más, era emocionante, pero mi papá seguía negándose. Yo sabía que ya no iba a aguantar más el hacerse del rogar. Metí mi mano entre los dos, le sentí su pene bien paradito y le bajé la cremallera y luego los pants. Me acaricié mi pepita con su pene, me quité los shorts y calzones y dejé que él me sintiera, pero aun así trataba de resistirse.

Me abrí la blusa y, aunque nunca me había visto mis pechos, yo estaba segura de que le encantaban, se los aprete contra su pecho y él me quitó el brasier.

Me fui sentando en su pene, lo sentíamos los dos, ya pegadito a mi carne,

“¿Estás segura de que está bien?” me preguntó.

“¡¡SEGURISISIMA!!”

Con calma y cuidado me fui sentando sobre ese pene bonito, pero parecía que había dificultades. Era la primera vez que yo sentía lo que era un pene entre mis piernas.

“¿Estas bien, seguro que está bien, hijita linda?”

“¡Mmrrrmm SI, SI, jálame de las caderas, ¡fuerte!”

En eso me entró, dolió un poco y lo sentí enorme, hasta adentro.

Quedamos quietos, en silencio. Su pija totalmente dentro de mí. ¡QUE LINDURA! Tuvimos unos segundos para meditar o analizar lo que habíamos hecho y lo que sentíamos. Abrazados muy fuerte. Lo besé, no sé cuántas veces y él me regresaba esos besos. Antes de enderezarme le ofrecí mis pechos.

“¡Que lindos, están preciosos!” y los acariciaba, besaba y mamaba suavemente. Yo le detenía su cara y se la guiaba a que me besara más y más, sobre todo mis pezoncitos.

Me enderecé y me puse de pie contorneándome, provocándolo otro poco. Estábamos batidos de su semen y sangrado. Nos aseamos, los dos obtuvimos lo que buscamos. Al retirarme me llamó de nuevo, me volvió a bajar los shorts. Me observó mi trasero e hizo la mejor expresión, le encantó. Al salir de la regadera me retiró la toalla y me hizo que le diera una vuelta. Quedó embelesado, su hijita estaba muy hermosa, una cinturita linda, pechos hermosos, una pancita linda, su monte de venus una preciosidad  y una carita de ensueño. ¡Todo eso que me dijo aún me perdura en mi corazón!

Al día siguiente aún no estaba muy consciente de que ya no era señorita, solamente a ratos reparaba en ese pensamiento que me daba satisfacción y suspiraba.

En el torneo de Tenis, automáticamente mi juego se volvió más cuidadoso y mejor, algo me pasaba dentro de mi corazón. Estaba mejorando, me había sido benéfico.

Ésta confesión de Gloria me dejó muy pensativa, pasé semanas pensando en ella. La publico porque ella me la autorizó, se siente orgullosa de haber tenido el valor de haber consumado ese cambio en la adolescencia de una señorita, a su gusto.