Intercambio con una inglesita y...

Un viaje a Londres. Una inglesita curiosa. Una casa en el campo. Un padre siempre ocupado. Una madre abandonada y voyeur. Una criada... Empieza el juego.

Un día, un amo amigo me dijo:

-Deberías escribir sobre tus sumisas

Unos días después

-Me gusta leer relatos –me dijo una de ellas.

-Me gusta escribir sobre mis amigas que más me han llamado la atención –le respondí.

-Ha escrito sobre mí?

-Claro.

-Me lo enseña?

-Creo que lo publicaré en la página esa que te gusta.

Así escribir se convirtió en un juego más.

En el curso de inglés nos propusieron intercambiar correspondencia con británicos. Tuve suerte, entre todos los corresponsales, una chica, Miss Alison W., me resultó interesante. Poco a poco fuimos intimando. Divertida. Joven, muy joven. Y caliente, más caliente aún que joven.

Las conversaciones pronto derivaron al sexo. Muy, muy pronto. Era verdad que los ingleses venían a España a las despedidas de soltero? Porqué? Por las españolas? Cómo eran las españolas? Qué opinión se tenía de las inglesas? Y claro mis respuestas la animaban a seguir preguntando.

Se notaba su curiosidad, sus ganas de aprender. Cada vez preguntaba con más libertad, con más confianza. Sus preguntas pronto nos hicieron llegar a una gran intimidad. Y entonces fue cuando le expliqué mis gustos.

Hubo un tiempo de dudas. No de interrupción de la correspondencia. Me contó que la asustaba lo que yo le contaba pero al mismo tiempo despertaba su morbo. Quería venir a España en sus vacaciones y conocernos, probar.

No tenía experiencia salvo algún compañero, apenas unos tocamientos fugaces que llegaban a hacer que él se corriese pronto y la dejase más insatisfecha aún. Sólo tocarse le procuraba un placer suficiente pero sabía que necesitaba más. Le interesaban poco los chicos de su edad, parecían tener poca capacidad para satisfacer su curiosidad.

Comencé a pedirle. Fotografías de cuerpo entero. Con poses sugerentes. Con ropa reveladora. Fotos provocativas que tenían la obligación de encender mis deseos (y los suyos)… Ella me enviaba una o dos en cada ocasión, aunque le hubiese gustado enviarme más.

Le comentaba lo que me sugería cada foto que me enviaba. Los deseos que me provocaba. Ella me comentaba lo que pensaba mientras se las hacía, los deseos que le provocaban a ella. Pero que sabía que serían mis deseos los que prevalecerían.

Con la cam le iba narrando lo que me gustaría hacer de estar juntos. Le interrogué sobre sus deseos. Le sugerí lo que podía hacer para obtener algo de placer. Un placer que dependía de mis sugerencias. En cada ocasión me contaba más. Yo pedía más. Ella deseaba más. En cada encuentro me revelaba más de sí misma.

Disfrutaba con su inocencia. Con sus ganas de complacer. Con su curiosidad. Con sus deseos no realizados. Con la alegría con la que desnudaba su mente y su cuerpo. Con el morbo que había surgido entre los dos. Con las situaciones que iban a surgir al vernos.

En una de esas conversaciones surgieron sus padres. Él un alto cargo en un banco de la City, un infatigable trabajador que apenas les dedicaba tiempo a ella y a su madre. Las hacía sentirse abandonadas. Todo su tiempo dedicado a ganar dinero para mantener un alto nivel de vida y una apariencia.

La madre una mujer atractiva, aburrida. En las fotos que me envió me di cuenta de su atractivo. Alison le hizo una con el único propósito de enviármela. Me contó que le había dicho que posara para mí, para su amigo español. Me gustó la pose.

En otra ocasión me contó que su madre había tenido algo con un joven jardinero. La relación entre los padres se había deteriorado pero seguían juntos por conveniencias sociales. Aunque la madre estaba cansada de la situación.

Las conversaciones se fueron sucediendo hasta que me llegó una invitación de vacaciones a Inglaterra. Querían conocerme además. Su hija les había expresado el deseo de venir de vacaciones a España y ella les había asegurado que yo no tendría inconveniente en alojarla.

El padre y ella fueron a recogerme al aeropuerto. Su mirada brillante reflejaba el deseo que había expresado durante el intercambio. Un deseo contenido por la presencia de su padre. Sus continuas miradas y sus sonrisas la delataban aunque ella pensaba que disimulaba a la perfección.

Salvo algunas frases protocolarías el padre apenas hablaba concentrado en la conducción y en una seriedad muy británica. Así el viaje hasta su residencia fue comentado en español. Ella apenas le traducía algunos comentarios, más por educación que por su relación parental.

Vivían en un condado próximo a Londres, a las afueras de un pequeño pueblo que conservaba un aire muy tradicional y típico. Separado de él por una densa extensión boscosa cruzada por senderos apenas transitados.

Tenían una gran extensión de terreno boscoso alrededor de la casa principal en el que apenas se distinguía el límite del bosque comunal. Muy próxima a la casa principal estaba la de invitados, se veía a un lado y más atrasada que la principal. Entre ambas una piscina cubierta que podía descubrirse y un cenador detrás de todo, algo más aislado. Algún banco rústico completaba el decorado.

Apenas llegamos el padre se metió en el despacho para recuperar un poco del tiempo perdido al recogerme, no aparecería hasta la hora de la cena, un par de horas después, todavía de día. Fue la misma Alison quien me presentó a su madre, Patricia, Tricia para los amigos.

Después me acompañó a la casa de invitados para que me pudiese instalar y me vistiese para la cena. En el camino saltaba alrededor de mí como una alegre joven gata, libre del protocolo y de la vigilancia de sus padres, dejando salir parte del nerviosismo que sentía en sus gestos y en su conversación.

Al entrar en la casa de invitados su actitud cambió. Se puso más seria. Algo dentro de ella le indicó que había llegado el momento. Los dos solos. No sabía que hacer y tomaba consciencia de ello.

-Qué quiere hacer? –me preguntó.

Su actitud reflejaba su deseo.

-Porqué no me enseñas la casita?

Su mirada reflejó su desilusión. Me guió por la casa. Yo la miraba disfrutando de su cuerpo y sus gestos. Alternaba la alegría y la vergüenza. Se quedaba mirando con sus grandes ojos y sus gruesos labios abiertos.

En la parte baja un enorme salón con chimenea. En la parte alta dos dormitorios con armario y baños. Abrí la maleta mientras ella esperaba sin saber que hacer. Nerviosa me ayudó a deshacer la maleta y colocar la ropa en el armario. Me tomé mi tiempo.

Ordenada toda la ropa me miraba expectante. Me preguntó si quería darme una ducha y respondí afirmativamente. Ella esperaba algún gesto por mi parte hacia ella. Me fui al baño sin hacerlo. Sonriendo para mis adentros. Sabía de su inquietud.

Entré en la ducha. Casi al instante escuché abrirse la puerta del baño. Poco después la mampara. Y Alison entró disculpándose por la intromisión. Tuve algo menos de un segundo en apreciar su cuerpo. Se pegó a mi cuerpo y a mi boca. Por fin pudo dar rienda suelta a su deseo.

Alison era rubia, muy rubia. Tenía los ojos claros, y su piel era casi trasparente, en muchas zonas, en casi todas, podía ver sus venas bajo la piel. Su escaso vello rubio apenas ocultaba una alta raja. Su roja boca generosa contrastaba con su palidez, lo mismo ocurría con sus pezones, casi rojos sus areolas eran como esféricas, abultadas, parecían los de una niña pequeña. Sus pechos eran llamativos, la fragilidad que aparentaban contrastaban con su dureza, eran grandes, llenos.

El agua caliente le puso la piel sonrosada mientras nos acariciábamos. Ella ansiosa. Mis caricias, tal vez duras, le ponían la piel roja. Gemía. Su madre llamó. Ella salió algo azorada de la ducha y fue a su encuentro envuelta por una pequeña toalla que apenas si la cubría.

-Nos espera con un aperitivo –dijo al volver a entrar en la ducha.

Tendría que esperar. Que nos esperase no evitó que la poseyera dándome la espalda, apoyada en los azulejos. Alison se entregaba sin reservas. Cada caricia a la que la sometía la aceptada con normalidad. Cada gesto al que la obligaba la llevaba a disfrutar de él.

Al bajar la madre esperaba leyendo tranquilamente en el salón. Algo que me sorprendió después de lo ocurrido arriba. Así pudo notar tres cosas, los gritos de Alison en la ducha, la alegría con la que bajó y un bocado que le di en el hombro. Se miraron con algo que me pareció complicidad satisfecha. Eso hizo que me fijase algo más en la madre.

Más grande que Alison, llevaba un vestido más ajustado de lo que era usual en una madre. Podía ver parte del contenido del sujetador gracias a un botón que no estaba en su ojal. Los pechos eran mayores también que los de la hija y habían dado de mamar, eran menos sólidos, más saltarines.

Tras intercambiar sonrisas cómplices, salieron camino de la casa principal cogidas del brazo. Las seguía un poco detrás. Por alguna palabra suelta me pareció que hablaban de mí y del polvo que acabábamos de echar. Como mi inglés nunca ha llegado a ser bueno pensé que había entendido mal.

La madre se fue a cambiar. Volvió con un vestido más clásico. Después nos sentamos los tres en un sofá. Una criada, podía ser de la edad de la madre o tal vez algo mayor me miraba con escaso acierto en su disimulo mientras nos servía. Casi al momento apareció el padre.

Durante la cena, inglesa, las mujeres se mostraban muy contentas, yo un poco atento por la presencia del padre y la creencia de que podía enterarse de lo que había sucedido. El padre intervino poco en la conversación, y apenas habló salvo para llamar al servicio.

El padre comió rápido para retirarse en cuanto acabó la cena. Alison, la madre y yo nos quedamos escuchando música y charlando. Alison se mostraba muy cariñosa aún delante de la madre. Volvía a estar caliente.

-Le has gustado a mi madre, a ella le gustan los latinos, tenéis fama y en tu caso es verdad, se lo he dicho.

El recuerdo de lo sucedido en la ducha la calentaba más.

Ante mi sonrisa un poco desconcertada, me aclaró:

-Nos lo contamos todo.

Me sorprendió... agradablemente.

-Luego me contarás que cosas te ha contado ella a ti.

Alison baja la mirada y asiente con una sonrisa malvada. La madre le pregunta que le he dicho. Cuando le traduce ella niega pero con una risa que más parecía indicar que estaba deseando que lo hiciera.

-Quiero ir a la casa contigo pero tendremos que esperar que mi padre se acueste. Tenemos que darle las buenas noches. Tardará poco –me dice Alison.

-Mientras quiero que vayas a quitarte la ropa interior y tocarte, sin correrte, ya sabes. También se lo vas a contar a tu madre?

-Quieres que lo haga?

-Lo harías?

-No. No quiero hacerlo.

-Hoy no pero puede que un día si quiera que se lo digas y ese día tendrás que estar preparada para hacerlo.

-Si me quito el sujetador mis padres se darán cuenta, no puedo ocultarlo.

Lo tenía claro. Con el tamaño de sus tetas sería imposible. La madre nos miraba dándose cuenta de la situación pero sin entenderla.

-Quiero ver como botan cuando vengas corriendo a mí. Quiero ver tus pezones marcados. Crees que a tu madre le gustará también?

-No sé pero lo haré, no me importa, te lo prometo.

Alison regresó tal como le había pedido. Y llegó corriendo. Se abrazó a mí.

-Vamos a la casa, no puedo aguantar más –me susurró al oído. La madre se había dado cuenta de todo. La falta de ropa interior de su hija y su estado de excitación. Nos miramos mientras su hija se abrazaba a mí. Se levantó.

-Disculparme. Os voy a dejar solos. Tengo un poco de sueño. Voy a retirarme.

Alison se levantó del sofá y se acercó para despedirse de su madre mientras ésta le miraba el pecho marcado en la camisa. Me gustó ver el rubor de la hija ante la mirada de la madre.

Vimos como la madre se alejaba y subía hacia el dormitorio.

-Quieres que te folle aquí?

-Y si mis padres bajan?

-Entonces tendrás que ir hasta la casita sin camisa.

-Podrán verme!

Espero que tu madre lo haga, pensé.

-Qué prefieres?

-Está bien, iré sin camisa.

-Quítatela y déjala sobre el sofá.

Verla desnudarse era agradable. Le faltaba la experiencia de una mujer para provocar a un hombre pero su cuerpo suplía su falta de experiencia, de momento.

Sentado en el sofá le dije:

-Chúpamela.

Miró hacia las escaleras antes de arrodillarse entre mis piernas.

-Acaríciate mientras me mamas.

Le levanté la larga y holgada falda para ver sus riñones. Ella no dejó de mamar ni acariciarse hasta que se lo indiqué para salir para la casa. Había una sombra al final de la escalera?

Camino de la casa la detuve para acariciarla pellizcándole los pezones.

-Pon las manos en la espalda, en los riñones.

Cualquiera desde la casa podría vernos. Sus pezones tensos, estirados por mis dedos. Su cara gimiente con la boca abierta. Se los pellizqué un poco más fuerte. Ella me miraba suplicante mientras trataba de reprimir el gemido gutural que pugnaba por salir. No quería ser oída pero el placer la obligaba a gemir.

Sólo tirando de un pezón la llevé hasta la casa. Ella me seguía obediente.

Antes de entrar decidí dar una vuelta de tuerca. Comencé a acariciarla mientras le preguntaba:

-Has visto alguna vez a tus padres follando?

-Hace tiempo que no lo hacen.

-Porqué?

-Creo que no se atraen.

-Cómo sabes que no follan?

-Mi madre me habla de ellos dos.

-Quiero espiarlos mientras lo hacen, me acompañarás?

-Me parece retorcido –me dice poniendo cara de no gustarle.

En ese momento mis dedos la hacen gemir.

-Seguro?

-Tú quieres verlos?

-Contigo.

-Sí, lo haremos, haz que me corra, lo haremos.

-No quiero hacer que te corras, quiero que me enseñes como lo haces. Lo harás también mientras tus padres follan, quiero que te corras al mismo tiempo que tu madre.

-Cómo hago para que follen?

-Habla con tu madre, seguro que ella sabe como hacer que se la follen. Ahora fóllate con tus dedos.

-Aquí?

Asentí.

Se apoya en la pared de la casa. Sin ningún pudor o remordimientos me entrega su intimidad. De perfil a ella puedo observarla y a la casa principal. Tal vez he imaginado el movimiento en las sombras.

La hago entrar y llegar hasta la cama donde la hago echarse para continuar. Me sitúo a los pies de la cama, sentado en una silla. Apoyo los pies en la cama. Le doy con mis pies en sus pies para que separe las piernas. Ella entiende el mensaje y abre mucho las piernas.

Ni siquiera me mira mientras se da placer.

-Tu madre pone la misma cara cuándo se la follan?

-No sé.

-Se la chupa a tu padre?

-No.

-Me gusta tu cara cuando sientes placer. No quiero que te corras hasta que no te diga.

-No puedo correrme?

-Aún no. Lo harás después, cuando yo haya disfrutado.

-Por qué no me follas?

-Quiero verte primero. Quiero ver como te acaricias para hacerlo yo después.

-Quiero correrme. No me gusta tener que aguantar.

-Aún es pronto. Te has tocado alguna vez mientras los espiabas?

-No.

-Y después pensando en lo que hacían? Cómo lo hacían?

-Sí. Puedo ya?

-Podrás, pero antes date la vuelta sin dejar de tocarte para que te la meta por el culo.

Se entrega a mí de nuevo, la volví a tomar. La volví a forzar. Dolorida gimió. Su placer aumentaba de intensidad con cada nueva entrega. Someterse aumentaba su capacidad de disfrutar. Ella ya me lo había comentado en una ocasión.

Creo que sus gritos al forzarle el culo y al correrse se pudieron escuchar en la casa principal. Era parte del juego.

Cayó satisfecha sobre el colchón. Sus últimos espasmos apretaron mi polla dentro de su culo. Pero no quería correrme aún. Me quedé dentro de ella mientras se tranquilizaba.

-Te has corrido? –Me preguntó.

-No. Ábrete el culo para que pueda entrar más profundamente en ti.

Lo hace con ambas manos.

-Me gustan los colores de tu piel.

Le digo mientras entro y salgo despacio de ella.

-En algunas zonas muy blanco, en otras rosado y en otras rojo. Te azotaré para ver cuán rojo se puede poner.

-No, por favor.

Miro su cara. Los ojos cerrados.

-Estás disfrutando?

-No mucho. Me duele.

-Me gusta que te duela y sigas manteniéndolo abierto. Te gustaría que tu madre te viese ahora?

-Sentiría vergüenza.

-Quiero ver tu vergüenza. Un día haremos que mire ella.

-No sé.

Le doy un cachete en el culo.

-No!

-Calla, quiero verlo rojo.

-No quiero.

-Es tu pago por el placer que te doy.

-Me duele el culo y los azotes.

-En tu culo ya me queda poco y los azotes son suaves. Aguanta un poco nada más. Lo harás?

-Sí pero se breve.

-Quiero que te acostumbres por todos tus lados.

-Sí, yo también.

Se levantó antes del amanecer para regresar a su habitación. No quería que su padre pudiese sospechar nada. Me había presentado sólo como alguien con quién practicar su español. Y la diferencia de edad lo podía confirmar pero estaba claro que practicaríamos más cosas.

Llegué tarde al desayuno. El padre había desayunado horas antes. Salía muy temprano para Londres. Nunca desayunaba con ellas. Al verme llegar ambas rieron comprensivas por mi cansancio. Hicieron alguna broma sobre ello, el "jet lag" y me contagiaron su alegría. Había una curiosa complicidad entre ambas.

Alison y yo salimos a dar un paseo. Acercándonos al pueblo se extendía un gran parque arbolado que rodeaba una gran parte de la población por la parte norte.

-Has hablado con tu madre de lo que te dije anoche?

-Aún no.

-Eres una chica desobediente a la que tendré que castigar.

-Porqué?

-Es sólo una excusa para ver tus nalgas rojas.

Su risa me gustó.

-Me gusta tu risa. Y me gusta que aceptes que te pondré las nalgas rojas.

-Contigo creo que no me queda otra opción. Pero no me gusta. Aunque ahora me ría, cuando lo hagas sé que no me va a gustar.

Ahora fui yo quién rió.

-Ya sabes, no seas desobediente y sufrirás algo menos.

Apenas habíamos entrado en el pueblo cuando Alison hizo que nos metiésemos por una calle lateral, atravesamos el jardín de una casa para salir al parque con el que el jardín de la casa se comunicaba por una oxidada puertecilla.

-Te gusta mi madre?

-Pues claro. Es guapa y tiene un buen cuerpo.

-Más que yo?

Volví a sonreír.

-La verdad es que no, pero me gusta la idea de follarme a la hija y a la madre.

-Eres un bastardo.

-Y tu muy zorra.

Incluso antes de llegar a la protección del primer árbol estábamos besándonos con ardor mientras nuestras manos registraban el cuerpo del otro como si fuéramos desconocidos ansiosos por conocerlos.

-No quiero que lo hagas. Te quiero todo para mí.

-Dependerá como te portes.

-Sabes que haré todo lo que quieras.

-Entonces quiero que hagas que me folle a tu madre.

-Eso no.

Alison vestía como una colegiala, incluso se había puesto coletas. Yo le levantaba la falda para palpar su trasero a través de unas bragas francesas que apartaba con facilidad, con frecuencia, para sentir su piel desnuda. Pensé que las bragas eran demasiado sofisticadas para una chica de su edad y para la ropa que llevaba. A ella parecía no importarle quien pudiese estar mirando mientras la acariciaba. Yo no lo tenía tan claro. Un extranjero con una jovencita tan joven siempre está en una posición más inestable.

Mis manos se movieron hacia delante para alcanzar su raja mojada. Mis dedos la tocaban febriles mientras ella trataba de devolverme el favor sin conseguirlo debido al placer que le impedía hacerlo. Se rindió y me echó los brazos al cuello para concentrarse en la satisfacción que estaba recibiendo.

-Lo haces muy bien –me decía abrazada a mi cuello jadeante.

-Tuve una buena maestra. Anoche me dio clases.

Me miró con los ojos llenos de placer y volvió a apoyarse en mi hombro.

Después apenas pudo alcanzar un banco que estaba a pocos pasos. Se sentó para dejarse caer. Su cabeza apoyada sobre mis piernas. Incluso pensé que se había quedado dormida de lo relajada que estaba. Se me estaba quedando dormida una pierna así que me levanté para caminar un poco, ella se quedó echada en el banco.

-Bonita vista.

La falda levantada y las holgadas bragas francesas me permitían una clara visión de su coño brillando todavía por sus jugos. Ella sonrió, no contestó, tan solo separó un poco más las piernas para ofrecerme una mejor perspectiva.

Me dediqué a pasear de un lado a otro para mirar su coño descubierto. Me seguía con la mirada. Se apartó un poco las bragas para dejar que disfrutase con más claridad del panorama.

-Así serías la delicia de todos los mirones de la localidad y de alguno que vendría de afuera sólo para ver un paisaje de interés cultural.

Su sonrisa me indicó que no le disgustaba la idea.

A lo lejos se aproximaba un caminante.

-Hazte la dormida, después te contaré.

No había terminado la frase cuando ya había cerrado los ojos. Me escondí entre los arbustos. Era un hombre de sobre cuarenta años, al acercarse y ver algo tan excitante se detuvo unos instantes a contemplarlo, se aproximó para contemplarlo con más detalle. Hice un ruido con las ramas y siguió su camino. Salí de entre las ramas y me acerqué a Alison.

-No abras los ojos, imagina que es la mano de un desconocido la que recorre tu piel.

No tenía ni que acercarla a su centro de placer, ya estaba jadeando.

-Cuando pase el próximo nos atreveremos a algo más. Estaremos charlando sin que yo pueda ver lo que enseñas pero quien pase si lo podrá ver.

Me senté y ella puso de nuevo su cabeza sobre mis piernas después de hacerle poner las piernas de manera que quien llegase desde sus pies tuviera una nítida visión de su joven coño desnudo. Ambas piernas las tiene flexionadas, una paralela al asiento, la otra al respaldo, la braga desplazada.

Fue un señor un poco mayor que el anterior quien venía paseando un perro. Cuando se acercó lo suficiente creí que iba a pasar de largo así que le pregunté la hora. Ella seguía pareciendo dormida y él la miró varias veces con fugaces miradas.

Cuando el hombre se marchó ella se apartó la falda para que viese como estaba. Cogió mi mano para llevarla a su coño. Le dije que lo hiciese ella. Se retorcía de placer mientras se acariciaba con dureza. Mientras se corría mordiendo la falda para no gritar demasiado.

Le explico las cosas que iré haciéndole, ella me pregunta algunos detalles concretos cuando hay algo que no tiene claro. La conversación aumenta su excitación.

-Quieres que me quite las bragas?

-No, así queda más interesante.

Mueve la pierna levantada.

Varias personas pasean por el parque, algunos tienen el placer de verla charlando, creyendo que poco consciente de la visión que ofrecía. Alguno pasando más de una vez.

-Tenemos que irnos.

Regresamos dando un paseo.

-Vuelvo a estar empapada –me dice casi llegando a su casa.

-No quiero que te corras ahora. Sigue disfrutando de cómo estás.

-Nunca había hecho algo así. Me ha gustado.

-Eres más puta de lo que crees.

Me mira un poco molesta.

-Puede que sea verdad –me responde –nunca había hecho algo así. No sé si me hubiese atrevido sin ti.

-Tal vez cuando fueses un poco mayor. Pero habrías acabado haciéndolo. A qué hora regresa tu padre?

-Normalmente para la cena, a veces incluso después.

-Quítate las bragas.

-Aquí? Pueden verme desde la casa.

-Vas a espiar a tu madre follando, le tendrás que dar algo a cambio, ja, ja. Hazlo.

-También Pamela podría estar mirando.

Deduzco que Pamela es la criada.

-Hazlo. Tal vez se nos ocurra también algo para ella.

-No serás capaz!

La miro tratando de adivinar si me lo ha dicho como un desafío.

-Quítatelas ya.

Lo hace tratando de no hacerlo muy evidente, sin dejar de mirar para la casa. Me va a dar las bragas.

-No, llévalas tú.

Las aprieta en la mano.

-No las escondas, sólo si se acerca alguien.

Me sonríe excitada y la lleva colgada del dedo, moviéndolas, mirándome con malicia.

-Así le gusta al señor?

-Me gusta que me trates así, ja, ja.

-Sí señor.

-Aprendes rápido como tratar a quien te da tanto placer.

-Sí. Me gusta. Y si alguien me ve a lo lejos?

-Seguirás moviendo las bragas, sólo puedes esconderlas si se acerca.

-Sí señor.

Nos dirigimos a la casa de invitados.

-Deja tus bragas colgadas en el pomo.

-Si alguien se acerca podrá verlas.

-Ajá.

Me mira sorprendida pero acepta de buen grado.

-Cuando volvamos a la casa podré ponérmelas?

La miro tratando de ver la intención de su pregunta.

-Quieres ponértelas cuando vayamos a la casa?

-Sí.

No tengo claro que me conteste la verdad.

-No lo harás.

-Hasta cuando las tendré que dejar ahí?

-Puede que todo el tiempo que esté aquí de visita.

-No!!!! Mi padre!!!!

-Mira te contaré algo. He grabado todo lo que hemos hecho.

La idea no parece disgustarle.

-Quieres verlo?

-Sí.

-Pero no lo he hecho para que disfrutes tu.

-No?

-Sabes que soy dominante.

-Sí.

-Se que estás disfrutando con lo que estamos haciendo.

-Sí.

-Pero las grabaciones no son sólo para que las veas, o para dejártelas como recuerdo. Son para que si te ordeno algo y te niegas, se las daré a tu padre. Las voy a usar para obligarte a hacer todo lo que yo quiera.