Intercambiaron sus parejas por error

La increíble historia de dos parejas que por error, se intercambiaron y quedaron intrigados pero contentos...

INTERCAMBIARON SUS PAREJAS POR ERROR

Este suceso que paso a relatar, le sucedió a un amigo mío y a su pareja. Como es natural, he cambiado los lugares y los nombres de las personas implicadas, para preservar su intimidad.

Raúl era un chico de 24 años, alto y bien parecido que trabajaba de reponedor en unos grandes almacenes de su ciudad. Tenía una novia Mónica, dos años más joven que él, que estudiaba Derecho en la Universidad. Ella era también alta y muy guapa. Se llevaban muy bien y, yo que los conozco bien, puedo asegurar que son buena gente y muy simpáticos. Bueno, cuando sus horarios lo permitían, Raúl y Mónica iban al cine y de paso tomaban unas cañas o salían a los pubs, a veces solos y otras con amigos. Yo era muy amigo de Raúl desde la infancia. Nos habíamos criado juntos, y aún vivíamos, en el mismo barrio. Últimamente, coincidía con él cuando quedábamos para jugar al fútbol o al baloncesto con los amigos o para ver en el bar del barrio algún partido televisado. Yo estudiaba Magisterio en la Universidad y a veces coincidía con Mónica por allí. En el tiempo que sucedieron los hechos que voy a relatar, yo estaba soltero y para salir quedaba con otros amigos y amigas que se encontraban en mi misma situación. A veces coincidía con Raúl y su novia y en esos casos, si estaba solo, me quedaba con ellos toda la noche y además muy a gusto. Pero en principio para salir no quedaba con ellos, prefería dejarlos sólos. A veces tres pueden ser multitud. Bueno, según me contó Raúl, un día quedó con su novia ya de noche, pues había salido muy tarde del trabajo. Cosa de inventarios o algo así. La recogió en casa de los padres de ella y se tomaron unos vinos con unas tapitas en un bar cercano al domicilio de Mónica. En el coche de Raúl, se fueron a un lugar frente al mar dónde podrían, oyendo el rumor de las olas, ver la bonita luna en creciente y charlar un rato con tranquilidad. Raúl se había comprado, por esa época hacía un año, un precioso deportivo pequeño de color blanco. El lugar al que fueron era un lugar muy concurrido por las parejas, sobre todo entre semana. Estaba alejado del bullicio de la ciudad y se podía disfrutar de intimidad y a la vez de la seguridad de tener cerca a personas como ellos, que te podrían ayudar en caso de necesidad. Raúl era un chico muy lanzado y poco reflexivo, muy diferente a Mónica que era una chica reflexiva y tranquila. Aunque eran muy diferentes, se querían muchísimo. Yo siempre pensé que serían la pareja perfecta si llegaban a complementarse. Cuando llegaron al aparcamiento frente al mar se sorprendieron al comprobar que estaba muy concurrido. Mónica le dijo a Raúl de dejarlo, pero Raúl le dijo que no, que se colocaría un poco apartado y sin problemas. Se acomodaron en el coche, sobre todo Raúl, con la vista del mar y de la finísima luna a través del parabrisas. Cogidos de la mano permanecieron un rato en silencio. El coche de Raúl al principio permaneció aislado, pero conforme avanzó la noche se halló rodeado por los vehículos de otras parejas como ellos.

Mónica desde un principio se sintió incómoda, sin embargo Raúl estaba en su salsa, a él no le importaba lo que hacían los demás, ni a los demás les debía importar lo suyo. Se aproximó a Mónica y le besó en la mejilla, después le echó el brazo por encima y la atrajo hacia sí. La besó en la boca y la abrazó con fuerza. Mónica estaba muy rígida e inhibida. La cercanía de los otros coches bloqueaban su cuerpo y su mente. Raúl intentó desabotonar la camisa de Mónica para poder palpar y besar sus dulces senos. Mónica se oponía con firmeza y dificultaba todo intento de movimiento de Raúl respecto a ella. Raúl pensó, que si ella no dejaba que él tomara la iniciativa, cambiaría de planes. La cogió por la espalda e inclinó el tronco de ella hacia él, de manera que su boca quedara a escasos centímetros de su entrepierna. Soltó la correa y bajó la cremallera del pantalón y le ofreció su robusto pene para que ella se lo acariciara. Ella se negó, le dijo que no le apetecía y que quería marcharse de allí. Raúl se sintió frustrado y recomponiendo su vestuario le dijo que no iban a irse de allí así como así. Cogió su cajetilla de cigarros y le dijo que iba a salir a fumarse un cigarro y que si luego, al volver, seguía pensando en irse, la llevaría a su casa. La noche era magnífica, el mar estaba muy tranquilo y la preciosa luna que parecía mirarlos desde arriba, destacaba entre un sin fin de estrellas. Corría una ligera brisa con olor a sal y todo estaba tremendamente en calma. A lo lejos podían verse las luces de la ciudad casi dormida. Encendió su cigarro y se colocó apoyado a la barandilla y de espaldas a los coches, su vista se perdía en la oscura inmensidad del mar. Estaba un poco frustrado y dio un pequeño paseo para relajarse. Todo estaba muy oscuro, pero a poca distancia pudo contemplar gracias a la brasa de un cigarrillo encendido, que otra persona, como él, estaba tranquilamente fumando. Así permanecieron un buen rato hasta que Raúl, apagó el cigarro y se dirigió a su coche, en ese momento la otra persona, que era un hombre con un físico muy parecido al suyo se cruzó con él. Se saludaron tímidamente y cada uno entró en el que creyó que era su coche. Debían estar muy cerca pues el golpe que dio el otro al cerrar la puerta le sonó a Raúl muy familiar y próximo.

EN EL COCHE DE RAÚL

Mónica, llevaba un rato esperando a Raúl, se había estado culpando por la actitud tan retraída que había tenido antes con él. Pensaba que debía superar su inhibición y disfrutar de su novio en cuerpo y alma. Para ello se había desnudado y perfumado para cuando él llegara darle una sorpresa. Cuando entró, quien ella pensaba que era Raúl, le besó en la boca voluptuosamente, le soltó el botón del pantalón y abriéndole la bragueta metió su mano en el interior del calzoncillo y le agarró su dormido pene con la mano. Lo acarició suavemente pero con determinación y notó como poco a poco iba tomando cuerpo. Se lo introdujo en la boca y lo coronó con sus labios y su lengua. Todo lo hacía muy deprisa y con decisión. Se iba a quedar muy contento, de eso estaba segura. Despacito iba introduciéndose el pene en toda su longitud en la boca. Le pareció que no estaba tan voluminosa como en otras ocasiones, aunque le costó más tragársela entera. Parecía más larga de lo habitual. Acompasó maravillosamente, según las respuestas que iba notando en el cuerpo de su amante, las penetraciones del hermoso miembro en su boca con el movimiento de batido que ejercía con su mano derecha en la base del mismo. Él permanecía callado y lo que le extrañó un poco, se dejaba hacer, no era lo habitual en Raúl. Él, tímidamente le sujetaba el cabello facilitando así su frenética actividad. Por los susurrantes gemidos de su amante, pudo adivinar que éste estaba llegando al punto sin retorno en el que los fluidos manan desbocados. Con su mano derecha bombeó hasta el final, para conseguir una abundante lechada que le llegó directamente hasta la garganta y que le inundó totalmente la boca. Limpió muy bien el que había sido por unos instantes su ansiado juguete y lo dejó dulcemente de nuevo en su lugar de reposo. Fatigada pero contenta, apoyó su cabeza en el pecho de él y así se quedó recostada un buen rato. Durante ese tiempo no se dijeron nada, sólo permanecieron abrazados. Pasó unos minutos cuando su amante se recompuso, le dio un beso que le supo a despedida y se bajó del coche. Ella casi sin voz, se despidió de él.

EN EL COCHE DE MIGUEL

Ana sentía el haber discutido con Miguel, aunque a él no le gustaba hacer el amor en el coche, a ella le encantaba. Miguel se había comprado un deportivo blanco muy bonito hacía ya varios meses y a ella le hacía mucha ilusión hacer el amor en él. Quería hacerle su gran estreno, pero las reticencias de Miguel habían retrasado el acontecimiento que la haría tan feliz. Ana pensaba disculparse con él en cuanto entrara en el coche. Había salido a fumarse un cigarrillo muy enfadado con su insistencia. A él le parecía una excentricidad, el que disponiendo de su casa tan acogedora, tuvieran que coger el coche y ponerse allí rodeados de gente a hacer el amor. Cuando entró en el coche ella lo estaba esperando desnuda. Nada más sentarse se abalanzó sobre él, le abrió la bragueta y de un tirón bajó sus pantalones y junto a ellos los calzoncillos. Él, en silencio le facilitó la maniobra. Le cogió el pene y echándole la piel hacia abajo se lo introdujo en la boca. Apretándolo rítmicamente con su lengua contra el paladar notó como iba cogiendo tono. Con su lengua le acarició su redondeada punta. Comenzó con él en la boca, un movimiento ascendente descendente que facilitó, que el húmedo miembro consiguiese la consistencia deseada. Pensó que su iniciativa, había debido excitarlo una barbaridad, pues notaba su cosita rica, esplendorosa; más voluminosa que en otras ocasiones. La mandíbula le pareció que se iba a desencajar, sin embargo descubrió que con menos recorrido del acostumbrado, se la introdujo entera en la boca. Jugó con ella y cuando estimó que estaba bien hidratada, se colocó de espaldas a él y se le subió encima. Con gran habilidad y soltura, colocó la abultada cabeza del pene en la entrada de su húmeda vagina y despacio pero con decisión fue introduciéndola poco a poco en su estrecha hendidura. A veces, deshacía el camino ganado, para tomar impulso y volver a bajar un poco más. Su amante, en silencio la agarraba tímidamente de las caderas. Ana pensaba que Miguel debía estar muy excitado pues su pene tenía un grosor mayor que el acostumbrado. De esta forma, la penetración se hacía un poco más lenta y dolorosa, pero en cambio una vez superados esos instantes, disfrutaba de una inmensa sensación de plenitud. Cuando su elástica cavidad, se adaptó a su magnífico visitante, se dejó caer y logró la penetración total. Esta noche, las sensaciones eran diferentes, y eso, por momentos, además de intrigarla la animaba a seguir con más fuerza. Cabalgó sobre él como una posesa, se abrazaba con los brazos de él y deseaba con todo su corazón, que se viniese con ella en un orgasmo compartido. Ella llevó las tímidas manos de él hasta sus sensibles senos y él se aferró a ellos delicadamente pero con firmeza. Finalmente lo consiguió, notó como el éxtasis la poseía, y oprimiendo el miembro de su amante con los músculos de su vagina lo arrastró con ella al delirio absoluto. Ella notó sus espasmos y sintió como su vagina se inundaba con sus ricos efluvios. Se quedaron exhaustos y unidos durante un buen rato. Más tarde ella se volvió hacia su amante, lo besó y se acomodó en el otro asiento. Él se recompuso un poco y sin decir nada abandonó el coche, ella le dio cariñosamente las buenas noches.

Miguel, estaba en el mirador que había frente a los coches, fumándose un cigarrillo y vio como un chico se acercó a donde él estaba y le pidió fuego. Miguel, le acercó su mechero para que pudiera encender su cigarro y con la luz del mechero pudieron contemplarse. Los dos tenían más o menos la misma edad, de altura parecida y se regalaron una mirada cómplice. Algo inaúdito acababa de pasar, pero no se sentían contrariados, sino al contrario, parecían reconfortados. Me encanta tu coche, le dijo Raúl a su acompañante y éste le respondió y a mí el tuyo. Se sonrieron, Miguel le dejó su tarjeta personal, se dieron la mano y se marcharon, esta vez si, cada uno a su coche. Un gran silencio acompañó a ambas parejas en el camino de vuelta. Los cuatro habían disfrutado de una noche especial y en sus miradas se descubría que la cosa no había ido mal del todo. Esa noche las cabezas de los cuatro dieron muchas vueltas y muchas preguntas quedaron sin hacer, sería seguramente porque no era el momento. Mañana todo sería distinto. Poco podían imaginar los cuatro, que la confusión sufrida esa noche, facilitaría el nacimiento de una estrecha amistad entre los cuatro personajes de nuestra historia. Al día siguiente, todos eran conscientes de lo que había pasado, pero decidieron no hablarlo en pareja y hacerlo en grupo. Raúl llamó por teléfono a Miguel y quedaron con sus respectivas parejas, para tomarse unos vinos y charlar tranquilamente, si les apetecía, sobre lo que había ocurrido la noche anterior. Así lo hicieron, ellas se emperifollaron para estar deslumbrantes en su primera cita y ellos, para estar bien atractivos, se arreglaron como hacía mucho tiempo no lo hacían. Era su primera reunión, y además sería el germen de otras interesantes historias que más adelante seguiré relatando. Un mundo nuevo de relaciones e intimidades, se había abierto para los cuatro de repente y el proyecto realmente era muy excitante. Perdonad, el interfono suena y espero a Raúl, si os parece, lo dejamos aquí por ahora . Salud y suerte.

Opus 2010