Intercambiando a mamá

Mi madre se ofrece para disfrutar de un joven a cambio yo poseeré a su hermana...

Mi madre me tuvo con dieciséis años. Según me contó se enamoró de un tipo varios años más mayor que ella y después de dejarla preñada, la abandonó aún habiéndole prometido muchas cosas. Siempre hemos sido muy amigos, desde muy pequeños hemos jugado, ido al cine y demás cosas y casi siempre solos, además ella es hija única y la familia más directa que tenemos son mis abuelos.

La historia que os quiero contar me sucedió a los dieciocho años. Llevaba como dos meses en la universidad y habíamos formado un grupo de estudio entre unos cuantos compañeros. Los fines de semana salíamos a las discotecas y nos relajábamos de las horas de estudios.

Durante un tiempo tuvimos ese ritmo de vida. Entre semana la dedicábamos por completo al estudio y los fines de semana, salvo en época de exámenes, nos dedicábamos a divertirnos. Dos meses más tarde caí en la cuenta que mi madre no salía con nadie, se limitaba a quedarse sola en casa. Entonces se me ocurrió que ella podría venirse con nosotros, la semana anterior habíamos conocido a unas chicas y ella, aunque tenía treinta y cuatro años, tenía un aspecto de veintitantos años.

Se lo comenté a mis compañeros que aún no la conocían y todos pusieron alguna pega, pensaban en como iban a ligar y aún intentar follar con las chicas estando mi madre por allí. Después de varias horas en las que cada uno daba sus argumentos, decidimos que aquella noche viniera y si no salía bien la cosa, me la llevaría y no volvería a salir con nosotros. Tras el acuerdo llamé a mi madre y también me costó convencerla para que viniera.

Quedamos en la discoteca a las diez de la noche. Ninguno de mis amigos conocía a mi madre en persona, como mucho habían hablado con ella por teléfono. Cuando llegamos mi madre y yo estaban Juan y Paolo. Cuando les presenté a mi madre los dos quedaron boquiabiertos. Ella se había vestido de forma juvenil y la verdad es que estaba bastante seductora. Diez minutos después estábamos todos y mis amigos se quedaban asombrados al saber que aquella preciosa mujer era mi madre.

De todos Eduardo fue el más impresionado, durante la tarde había sido el que más se oponía en que ella viniera con nosotros, pero al conocerla le ofreció su brazo y diciendo "señora he de redimir mis pecados" se la llevó al interior de la discoteca siguiéndolos todos los demás. No la dejó en toda la noche, le había gustado mi madre y la seguía a todas partes cual perrito.

-Enrique, me gusta tu madre. – Me dijo en el momento en que ella se marchó al servicio. – Creo que me he enamorado

-No seas tonto. – Le dije. – Tiene el doble de edad que tú

-No me importa

Se llevó toda la noche pegado a ella. Los demás bailábamos con las chicas pero él siempre con mi madre. Después, tras varias horas en la disco, fuimos a tomar un café en un bar tranquilo. Eduardo no paraba de darle conversación a mi madre todo el tiempo. Nuestros coches estaban aparcados uno junto al otro y hasta allí nos acompañó y no paraba de hablarle.

-No te ha dejado un minuto, - le dije a mi madre cuando emprendimos la marcha a casa – lo has impresionado.

-No está mal el chico, pero es muy joven… - me dijo ella.

-A él no le importa la edad.

-Entonces lo que quiere es echar un polvo nada más.

-Él no suele ser de ese tipo. – Le comenté. – Normalmente no pasa de hablar con las chicas, creo que tú le has impresionado mucho.

Ella rió y permanecimos en silencio hasta que llegamos a casa. Nos preparamos y nos fuimos a dormir. A la mañana siguiente me levanté sobre las doce. Ella ya estaba levantada y desayunaba en la cocina.

-Enrique, - comenzó a hablarme – he estado pensando en Eduardo… ¿tú verías mal que tuviera una relación con ese chico?

-¿Qué tipo de relación?

-No creo que pasara de echar un polvo.

-Mamá, no sé cuanto tiempo llevas sin hacer el amor, pero nunca te he visto con novio o amigo para salir. Si tienes ganas de hacerlo, aprovecha la ocasión.

Ella quedó pensativa. Llegó el lunes y volvimos a la universidad. Eduardo no tardo en buscarme y hablarme del sábado por la noche. Estaba muy excitado por los sentimientos que le causaba mi madre.

-Enrique, desde aquella noche estoy que ni como ni duermo

-Y qué quieres, follarte a mi madre… - le dije.

-Hombre, si lo dices así… - se puso colorado pues ese era su deseo.

-Mira, tenemos que hacer unos cambios en una habitación, si quieres vente y vemos por donde va el tema. – Le dije y añadí de broma – Y tú, ¿qué me darás a cambio?

-Me puedo llevar a mi hermana, alguna vez me ha dicho que tú le gustas.

Por la tarde llegué a mi casa, mi madre hacía la comida y después de cenar nos sentamos un rato a descansar y ver la televisión. Entonces le comenté la conversación con Eduardo y ella dijo que lo pensaría. Al poco nos acostamos. Aquella noche sabía que ella aceptaría hacer el amor con Eduardo pues desde mi habitación escuchaba los gemidos apagados que daba al masturbarse, sin duda la proposición de él la había calentado de tal forma que esa misma noche lo hubiera follado una vez tras otra. Hasta el miércoles por la noche no me confirmó que deseaba hacerlo.

El jueves por la mañana se lo comuniqué a Eduardo y creo que desde ese día hasta sábado en el que llegaron él y su hermana Laura, casi ni había dormido ni comido. Todos sabíamos a lo que íbamos. Se hicieron las presentaciones y durante todo el día estuvimos trabajando en la habitación. Sobre las siete de la tarde acabamos de trabajar. Pensamos en cenar allí mismo y después que las cosas fueran saliendo según quisieran las dos parejas. Mi madre me llamó a la cocina para hablar conmigo.

-Cariño, - me decía nerviosa – hace mucho que no tengo relaciones que me da vergüenza hacerlo

-No te preocupes, le diré que sea delicado contigo y verás como no hay problema.

-Preferiría… - hizo una pausa como si le diera vergüenza lo que iba a decir – te importaría que lo hiciéramos en la misma habitación. Si tú estuvieras presente me tranquilizaría.

-Por mí no hay problema, se lo diré a ellos por si tienen algún problema.

Lo hablé con Eduardo y me confirmó que por parte de ellos no había problema. Entonces antes de cenar nos dispusimos a ducharnos ya que habíamos sudado al mover los muebles. Los dos hermanos no tenían más ropa que la que tenían puesta y decidimos que mi madre le dejaría ropa a ella y yo a Eduardo, no había muchas diferencias entre nuestros cuerpo y así lo hicimos.

La cena ya estaba en la mesa y mi amigo y yo esperábamos a las mujeres. Primero entró mi madre, estaba preciosa con su vestido negro y ajustado. Después entró Laura, nunca había sido una preciosidad, pero mi madre sabía maquillar y la había puesto muy hermosa, su cuerpo era de escándalo con aquel vestido que mi madre le buscó. Los cuatro cenamos impacientes de experimental las sensaciones que nos traería aquella noche.

Sólo cuando era muy pequeño había visto a mi madre desnuda, desde los once años ella intentaba que no la viera desnuda y lo máximo que llegué a verla fue en ropa interior. Y aquella noche me había pedido que la acompañara mientras follaba con otro hombre, no sólo la vería desnuda, si no que además la vería en acción y esto me excitaba. Además miraba a mi futura compañera de cama y más excitado me ponía. Laura tenía un cuerpo impresionante. Su cara siempre fue la que había provocado que la mayoría de los tíos que se acercaban a ella solamente quisieran follar y esto le provocaba un cierto aislamiento por parte de ella. Bien sabía que lo pactado con su hermano era echar un polvo, pero yo le gustaba y no le importaba follar conmigo y quién sabía, tal vez me enganchaba con un poco de suerte.

Después de cenar y tras tomar un poco de licor, todos nos mirábamos y ninguno se atrevía a decir nada.

-¡Vamos chicos! – Dijo al fin mi madre. - ¡Vamos a pasárnoslo bien!

Se levantó de la mesa y se dirigió a la puerta. Andaba de forma sensual y se paró, miró hacia nosotros y con la mano nos indicó que la siguiéramos. Eduardo se levantó rápido y la siguió excitado. Yo me levanté y ayudé a Laura. Pasó por delante de mí y me dio un beso en la mejilla a la vez que me decía un "gracias" que sonó demasiado sensual. Los cuatro entramos en la habitación de mi madre. Eduardo la agarró por la cintura y la atrajo hacia él hasta que su rabo se apoyaba en su redondo y hermoso culo. Él se lanzó a morder su cuello y mi madre echó la cabeza y el pelo a un lado para ofrecerle por completo su cuello. Laura y yo los mirábamos desde la entrada de la habitación.

-Desnudemos a nuestros hombres. – Le dijo mi madre a Laura.

Laura me cogió de la mano y me llevaba al lado de su hermano. Ambos veíamos como mi madre se acuclillaba delante de él y comenzaba a desabrochar sus pantalones. Él se quitó la camiseta que llevaba y empezó a acariciar la cabeza de su madura amante a la vez que le decía cosas para excitarla.

-¡Bien cariño, desnúdame y saca mi polla! – Le hablaba a mi madre - ¡Sigue cariño, tengo un regalo para ti!

Llegamos hasta donde estaban los dos y Laura empezó a hacerme lo mismo, me desnudaba poco a poco, pero yo no podía retirar los ojos de mi madre. Su cara mostraba toda la excitación que le producía aquella situación. Bajó la cremallera del pantalón y sacó el pene de su joven amante. Sus ojos se abrieron de par en par al ver la polla enorme que salía.

-¿Qué te parece? – le preguntó él.

-Esto es imposible de que entre

-Si que entra, yo lo he probado y es genial… - dijo Laura espontáneamente y todos la miramos. – Perdona Edu, se me ha escapado.

Por lo visto los dos follaban juntos cuando les venía en gana. Mi madre paró y parecía que estaba alucinando con lo que escuchaba. Entonces Laura sacó mi polla, más corta pero gorda. Vi como mi pene se perdía dentro de la boca de ella y sentí como su lengua jugaba con mi glande mientras mi madre agitaba la enormidad de Eduardo sin atreverse a meterla en su boca.

-¡Si no la vas a chupar déjame que te trabaje! – Le dijo y la levantó para después empujarla para que cayera boca arriba en la cama.

Laura me había quitado los pantalones y sentía como sus manos se agarraban con fuerza a mis nalgas para empujarme y que mi polla le entrara entera en la boca. Estaba en la gloria con la mamada que me hacía. Eduardo levantaba y abría las piernas de mi madre para colocarse en medio, retiraba a un lado sus bragas y aparecía un peludo chocho que necesitaba sexo.

Laura sacó de su boca mi polla y miró hacia donde yo miraba y veía como su hermano empezaba a lamer la raja de mi madre que mantenía abierta con dos dedos. Soltó mi polla y gateó hasta ponerse al lado de él, le empujó suavemente para que le dejara sitio. Él se apartó un poco y mantuvo separados los labios del coño para que su hermana pudiera lamer a placer.

Mi madre estaba en la gloria sintiendo como le lamían el coño y no había notado el cambio de boca. Entonces Laura levantó su cara de entre las piernas de la madura amante y le ofreció su boca mojada de flujos a su hermano, en un profundo beso saborearon el sabor de mi madre.

Me subí en la cama de rodillas y me acerqué a mi madre apuntándola con mi erecta polla, totalmente excitado por la escena incestuosa del beso de los dos hermanos. Alargué una de mis manos y empecé a acariciar uno de los pechos de mi madre que abrió los ojos al sentirme. No estaba seguro de cual sería su reacción, tal vez me empujara y me haría apartar para que no la tocara nunca más.

Fue delicioso ver como una sonrisa se dibujaba en su boca mezclándose con la hermosa cara de placer que le producía el jugueteo de la lengua de su amante en su sexo. Seguí acariciándola y pude sentir sus erectos y grandes pezones, de color oscuro. Ella gimoteaba y gozaba. Levantó la cabeza para ver como Eduardo le trabajaba el sexo y puso la mano en la cabeza de Laura.

-¡Laura! – Dijo sorprendida cuando se dio cuenta que era la otra la que le daba tanto placer.

-¿No te gusta? – le preguntó la otra.

-Sí… Mucho… - Le agarró la cabeza y la hizo continuar con su trabajo.

Yo tocaba sus pechos y Eduardo también se subió en la cama de rodilla y se acercaba a mi madre, abrió las piernas y se colocó encima de su vientre para dejar caer su polla entre las tetas de ella. Mi madre empujó sus pechos con ambas manos para que rodearan la polla de Edu que empezó a moverse para que se deslizara entre las dos hermosas redondeces.

-¡Trae la tuya a mi boca! – Me pidió a mí.

Aquello me excitó todavía más. De rodillas me acerqué hasta que mi polla quedó a la altura de su boca. Eduardo agarraba los pechos con ambas manos para masturbarse con sus pechos y Laura seguía trabajando en la húmeda cueva. Sentí la mano de mi madre que agarraba mi pene hasta sentir como se hundía en el calido interior de su boca. Comenzaron unas deliciosas mamadas que me iban a hacer correr. Aguanté como pude para no correrme en su boca.

-¡Voy, voy! – Dijo Eduardo levantándose de mi madre y buscando a su hermana.

Él estaba de pie junto a su hermana, masturbándose frenéticamente y apuntando a la abierta boca de Laura que esperaba el delicioso semen de su hermano. Aquel chico parecía irreal, empezó a soltar borbotones de semen que llenaron la boca y casi toda la cara de su hermana, era exagerado en todo, en el tamaño del pene y en cantidad de semen. Eduardo se tumbó en la cama para descansar y Laura fue a limpiarse la cara al baño.

Mi madre me hizo sentar y se desnudó por completo. Su maduro cuerpo era muy apetecible. Se puso a cuatro patas sobre la cama y caminó hasta colocar su boca sobre mi pene. Comenzó de nuevo otra mamada. Yo le acariciaba el pelo, la espalda, el culo… Me gustaba sentir el cuerpo de mi madre. Entonces entró Laura y se colocó a cuatro en la cama, pero colocó su culo a la altura de mi cara. No pude resistir. Empecé a tocar y besar aquel joven culo de piel suave.

-¡Levántate! – Me pidió mi madre.

Me colocó detrás de Laura. Mi polla sabía lo que tocaba ahora y estaba deseosa de entrar en aquel coño. Mi madre agarró mi polla y escupió sobre ella extendiendo con la mano la saliva, tiró con suavidad para que me acercara a Laura. Buscó la rasurada entrada de la joven y colocó mi glande.

-¡Empuja cariño! – Me dijo.

Empecé y sentí como mi glande iba separando los labios y humedeciéndose con los flujos. La saqué como cogiendo carrerilla y de nuevo empujé entrando un poco más. Poco a poco la fui penetrando. Me agarré a las hermosas caderas y aumenté el ritmo de las embestidas. Mi madre me besaba por todo el cuerpo mientras sus manos acariciaban mi duro culo.

-¡Fóllala cariño! – Me animaba. - ¡Dale fuerte! – Repetía una y otra vez mi madre.

Eduardo estaba en la cama y se masturbaba viendo como follaban a su hermana, de nuevo volvía a tener la monstruosa polla preparada. Se levantó de la cama y se colocó detrás de mi madre para intentar follarla, pero ella no estaba dispuesta a que le entrara aquello.

-¡Vamos cariño te va a gustar! – Le decía a mi madre. – Relájate y veras que bueno

Pero ella lo esquivaba y no permitía que la penetrara. Entonces Laura me paró y se sacó mi polla de dentro.

-¡Ven hermano mío! ¡Folla a tu caliente hermana! – Lo animaba y le movía el culo para provocarlo.

De inmediato me apartó y se agarró al hermoso culo de Laura, apuntó su enorme falo y la empezó a penetrar violentamente. Ahora si que gemía la puta de Laura. Eso era lo que le iba a los dos hermanos, follar de forma alocada con violencia y con aquella polla enorme de Eduardo que le hundía hasta los huevos a su hermana y que ésta aceptaba entre gemidos y gritos de placer.

Mi madre y yo nos miramos al ver como lo hacían. Me acerqué a ella y no hubo palabras, nos fundimos en un beso. Nos cogimos de la mano y nos fuimos a mi habitación dejando a los escandalosos y lujuriosos hermanos follando en la cama. Se les escuchaba por toda la casa.

Entramos en mi habitación y ella se tumbó boca arriba. Me coloqué sobre ella de forma que nuestros sexos se rozaban, pero aún no la penetraba. Nos fundimos en un beso mientras nos acariciábamos. Yo me movía para rozar mi pene por su raja, frotando su clítoris y provocándole un primer orgasmo que mostraba con pequeños y dulces gemidos.

-¡Métemela, por favor! – Me pidió.

Me moví y sentí como mi glande encontraba la húmeda y caliente entrada de mi madre. Hundí mi lengua en la boca de ella a la vez que mi pene me transportaba al mundo del placer al ir penetrando a mi madre. Sentí como sus uñas se clavaban en mi carne cuando mi polla entró por completo en ella.

-¡Esto es maravilloso! – Decía. - ¡No pares, sigue follándome!

La penetraba despacio para sentir como entraba cada milímetro de mi pene en ella que no paraba de acariciarme y besarme, le gustaba tocarme y sentir como se endurecía mi culo cada vez que la penetraba.

-¡Déjame que te monte! – Me pidió.

Me levanté y ella me cedió el sitio. Abrió sus piernas y se hundió mi polla hasta el fondo de su vagina. Con ambas manos agarré su hermoso culo. Los dos nos movíamos para darnos placer. Sus pechos se movían rozando con mi pecho. Su pelo recogido en una cola se agitaba con sus movimientos y su cara reflejaba el placer que sentía al follar con su hijo. Poco tardó en sentir otro orgasmo que mostraba con gemidos profundos.

-Mamá, ponte bocabajo. – Le pedí.

-No, por el culo no

-No, de verdad… - contesté rápido para que se tranquilizara – Quiero follar tu coño pero desde atrás.

Me liberó y me coloqué a los pies de la cama esperando que acabara. Podía ver su redondo culo y la raja mojada de su coño. Me coloqué detrás y llevé mi polla con ayuda de su mano hasta su entrada. La empecé a penetrar y, por mi peso, fue cediendo hasta que quedamos totalmente tumbados en la cama, yo enganchado a su coño desde atrás.

Me movía y la penetraba, mientras le besaba el cuello y la nuca. Ella gimoteaba por las sensaciones. La seguí penetrando y mis besos se convirtieron en leves mordiscos que le arrancaron gemidos de placer y que estaban consiguiendo que se aproximara a otro nuevo orgasmo. Y así fue, al poco se tensaba y sentía que su vagina se vaciaba al lanza gran cantidad de flujos. Yo no pude más sentí que mi polla quería descargar. Me moví para que saliera del interior de mi madre y me dejé caer sobre ella poniéndola entre los cachetes de su culo.

Continué moviéndome para correrme sobre su culo, pero mi glande se coló entre los cachetes y comenzó a empujar en su estrecho ano. Ninguno dijimos nada. Sentí como su cuerpo se tensó al separarse su esfínter por la presión de mi glande.

-¿Te duele? – Le pregunté.

-No, todo lo contrario.

Mi polla estaba empapada de flujos de su coño que actuaron como lubricante. Un pequeño empujón más y mi glande traspasó la barrera de su ano. Paré y sentí que ella se empezaba a relajar de forma que seguí empujando sin que tuviera ninguna resistencia. Comencé con penetraciones suaves para no hacerle daño. Volví a mordisquear su cuello y ella volvía a sentir placer. Mis embestidas se volvieron más continuas y violentas, provocando en ella gemidos de placer. Se retorcía bajo mi cuerpo con cada penetración. Llevé mi boca hasta la suya para que nuestras lenguas se lamieran mientras mi pene entraba en su recto.

Estaba sintiendo demasiado placer y quería descargar dentro de ella. Sus gemidos fueron más fuertes y seguidos. Aumenté un poco más mis penetraciones y sentí que tenía un orgasmo.

-¡Te voy a llenar con mi leche! – Le dije y sentí como brotaba de mi polla el semen depositándose en ella.

Permanecí sobre ella un rato con mi polla en su ano. Me levanté de ella y me recosté a su lado. La cama era pequeña por lo que me abrazó y quedamos descansando hasta que el sueño nos venció.

A la mañana siguiente nos levantamos y nuestros invitados ya no estaban. Creo que pasaron toda la noche follando pues no dejaron de hacer ruidos. Desde aquel día la amistad que tengo con mi madre se ha fortalecido. Pero lo mejor es que cada vez que tenemos ganas follamos sin tener que darle explicaciones o pedir permiso a nadie. Eduardo y Laura han venido varias veces a pasar la noche del sábado en casa, no tanto por amistad como por la necesidad de poder follar entre ellos sin tener que esconderse de nadie, pues su relación es tan incestuosa como la nuestra y en casa de mamá está permitido el incesto.