Intentando superar las cien mil lecturas

Cuando realidad y ficción no tienen claras las fronteras

Tengo un problema. Soy escritor (lo cual de por si, ya es problemático) pero la imaginación no es mi fuerte, lo cual es la verdadera base de mi problema. Me llamo... Bueno, les diré el nombre con el que firmo los artículos en mi periódico digital: Ranchodas. Este nombre viene de una película india del 2009. No es el nombre de la película en sí, sino de su protagonista, con el cual me identifico, no físicamente, aunque también me parezco a él, sino psicológicamente. En fin, no importa. Sólo es un alias.

Mi problema es que soy incapaz de escribir sobre cosas que no haya vivido previamente. Si en lugar de escritor fuese pintor sería hiperrealista. Prefiero Informe Semanal a CSI y caminar por una playa a los paseos por la Luna.

Hace poco escribí una historia para el periódico donde por primera vez me permití dejar volar mi imaginación. Me salió un verdadero churro, lo peor que haya escrito en la vida. Sin embargo, no sé si por ese humor tan extraño que nos gastamos los españoles, o por una confabulación del destino, mi post fue el más leído de la corta historia del periódico. Rozamos las cien mil lecturas y fuimos trending topic varios días. Quizá, como lectores habituales de todorelatos, cien mil lecturas no les parezcan tanto. En mi periódico hasta mi artículo nunca habíamos alcanzado las siete mil. Para que se hagan una idea, un blog normal se las ve y se las desea para conseguir mantener mil lectores. Hay cientos de miles de blogs que no llegan a las cincuenta lecturas diarias entre todas las entradas. Conseguir cien mil lecturas en un sólo artículo en un periódico local como el nuestro (por mucha presencia que se tenga en Internet la edición en papel es regional y la tirada no es muy elevada) fue un gran hito en nuestra historia.

Lo malo es que ahora me piden que repita tal hazaña. Y a mí me da la impresión que si el artículo fue tan leído fue porque se hizo burla y escarnio de mí y de él.

Así que estoy entre la espada y la pared.

Se estarán preguntando qué tendrá todo esto que ver con el amor filial.

Ahí vamos.

Tengo cuarenta y dos años, soy divorciado y tengo una hija de diecinueve a la que aquí llamaremos Pia, como la protagonista de la misma película india.

Siempre hemos tenido una confianza excepcional, Pia es hija única y me adora.

La otra noche entró en mi despacho y me encontró enojado con el mundo, a punto de lanzar el Mac por la ventana.

  • ¿Sigues con eso, papá? - me preguntó.

Mi hija se caracteriza por hablar con una cadencia lenta y reconfortante. Tiene muchos amigos extranjeros por conveniencia, porque ella les viene estupendamente para aprender el idioma.

De hecho el mero hecho de escuchar su voz es un relajante muscular. Es como si te diera un masaje en el alma.

  • Estoy harto de esto. Nunca podría volver a escribir algo tan malo. Me van a echar.

  • Si el problema es la falta de imaginación, papá, no comprendo como puedes escribir esos relatos eróticos tan calientes. No irás a decirme que son relatos autobiográficos. No me lo creo.

Bien. Esperen un momento. Vuelvan a leer la frase de mi hija, pero no tan deprisa, por favor. Imaginen que no estamos en un piso de Burgos sino en el Palacio de un emperador romano y que mi hija es una preciosidad egipcia más mala que un dolor que intenta camelarse a Marco Antonio en una superproducción de los cincuenta.

Su voz es tan sensual... Hace pausas justo en el momento preciso: "esos relatos... eróticos... tan calientes... ".

Adelante. Lean su frase de nuevo, háganla durar, como lo hace ella, con la perfecta dicción de una diosa de película, y quizá comprendan porqué me entran esas ganas de comérmela entera en cuanto abre la boca.

  • En realidad sí. No son autobiográficos porque no todos me han ocurrido a mí, pero muchos de los que publico en todorelatos son cosas que me han contado amigos y amigas.

  • Creo que te falta... confianza... en ti mismo... papá...

  • ¿Confianza?

  • Deberías escribir algo... que jamás pueda ocurrir. Toma elementos... de la realidad... pero básate... en la irrealidad.

Y se fue.

Y yo empecé a escribir una historia ficticia para todorelatos, como un ejercicio para aumentar mi autoconfianza y aliviar mi estrés con una buena paja, con intención de ponerme luego con el artículo para el periódico.

¿Algo que no pudiera ocurrir pero que tomara elementos de la realidad? Bien. Escribiría una historia donde me follaba a mi Pia en un arranque de locura.

Empecé a escribir.

"Fue una tarde a finales de marzo. El aire acondicionado se había estropeado y mi despacho, orientado al sol, estaba impracticable. Pero me había prometido no salir de allí hasta que hubiera acabado un artículo. El calor no me dejaba pensar con claridad. Tenía la camisa empapada en sudor. Me aflojé la corbata".

Aquí dejé de escribir. Acababa de comenzar pero ya me estaba imaginando cómo iba a narrar la aparición de mi hija en el despacho, con una de esas faldas que terminan en las bragas, y de ahí a imaginar que me la follaba contra el ventanal...

Mi polla se había puesto dura con empezar a escribir la primera frase, así que me iba a resultar difícil plantear una historia creíble con ese calentón. Pensé que ya era hora de que perfeccionaran un software de escritura por voz que no cometiera infinidad de errores para poder dictar la historia plácidamente mientras me masturbaba.

De todas formas preferí hacerme un pajote a seguir escribiendo. Imaginar que me follaba a Pia me había puesto malo.

Sin embargo mientras me masturbaba nuevas escenas se presentaban en mi mente. Mi bloqueo imaginativo se estaba resquebrajando por momentos. Tenía que aprovecharlo.

Mientras me magreaba la polla con la izquierda fui escribiendo con la otra mano en el teclado. Se me habían ocurrido cuatro formas distintas de propiciar el encuentro con Pia, a cual más excitante.

Estaba en lo más álgido de la segunda escena (una apoteósica mamada mientras le metía tres  dedos en su coñito) cuando la puerta se abrió y Pia entró con un vaso de leche caliente con nesquik para mí.

Me la quedé mirando boquiabierto, pillado con el pollote en las manos, aunque gracias al escritorio ella no podía verlo.

Pia vino hasta la mesa, dejó el vaso y se colocó detrás de mí. Me puso las manos sobre los hombros y empezó a darme un masaje. Yo estaba paralizado. No es que hubiera mucha luz en el despacho pero era imposible que no se diera cuenta de lo que había estado haciendo. Tenía los pantalones casi por las rodillas.

Mi polla seguía palpitando en mi mano. Yo estaba convencido de que ante semejante situación el susto me haría perder la erección en cuestión de segundos, pero mi polla no pensaba igual.

  • ¿Sigues... con el bloqueo... papá...? Parece que no... ¿Te importa si leo... lo que has escrito?

Con la mano que tenía libre llevé la página del Word hasta el inicio.

Antes de que Pia comenzara a leer dijo:

  • ¿A qué huele... papá?

Por toda respuesta levanté la mano izquierda para que me la oliera.

  • A polla - contesté. - Me has pillado en plena paja.

Pia cogió mi mano entre las suyas y aspiró profundamente. Después me la devolvió y se puso a leer como si tal cosa.

  • ¿Estabas... fantaseando... conmigo...? - dijo al poco.

  • Culpable - mi voz sonó extraña, como si no fuese yo quien hablaba, sino un personaje plano de un relato erótico filial. Y así me sentía.

Pero mi polla seguía martilleando.

  • Siéntate - le dije, poniéndome en pie. No me guardé el miembro, simplemente me levanté y dejé que Pia se sentara en mi lugar.

Mi polla palpitante quedó a escasos centímetros de su cara.

Pia siguió leyendo.

Empecé a preguntarme si debía pedirle que me la comiera. A lo mejor si hablaba rompía la magia. Pero si no lo hacía Pia acabaría de leer y entonces...

La espera fue superior a mis fuerzas y con una voz que en absoluto era la mía dije:

  • Métetela en la boca, Pia.

Continuará...

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