Instruyendo a Eva III

Penúltimo capitulo de la serie...

Desnudo tras la puerta abrí para ver a esas dos brujillas con el pelo mojado de la ducha y sospechosamente desnudas bajo una sábana.

-Pasad locas que os va a ver alguien –les dije dejándolos pasar-

Dejaron caer la sabana y sus lozanos cuerpos intentaron tentarme, pero verlas meterse desnudas en mi cama, no bastó para levantar mi miembro cansado.

-Niñas estoy cansado, yo no tengo vuestra edad –las regañé doblando mi metro ochenta, para sentarme en la cama-

Ellas se acurrucaron y yo me tumbé dándoles la espalda, hasta que el  movimiento del colchón y sus gemiditos me hicieron dar la vuelta. Esas dos chiquillas se besaban y tocaban descaradamente, Eva pellizcaba los pezones de la morenita, esta con la mano entre las piernas de mi chica frotaba su clítoris, mientras ambas se comían literalmente la boca. Al instante ante tremendo espectáculo mi polla empezó a reaccionar. Me acerqué y pegué mi polla al culo de la morenita, metí mi mano entre sus piernas y mientras mi chica bajaba a lamer sus tetas yo empecé a masturbar ala otra con ahínco. Ella meneaba las caderas buscando mi mano y eso daba un enorme placer a mi polla. Subí un punto la intensidad, luego otro y noté como se corría entre gemiditos.

Luego les pedí que hicieran un sesenta y nueve, colocando a Eva sobre la morenita, ambas empezaron a lamer sus sexos y yo empecé a lamer el culito de mi chica, que me atraía como un imán. Metí mi lengua, luego un dedo, otro y no podía más, la agarré de las caderas y se la metí en ese coñito enloquecedor; mientras mis dedos entraban y salían de su culo, mi polla taladraba duramente su vagina y su amiga lamia sin cesar. No tardó ni cinco minutos en gritar su orgasmo. Les pedí que cambiaran y rodando por la cama mi niña se tumbó y su amiga a cuatro patas tomo su lugar ante mí, le di el mismo tratamiento a ese culito que aunque más pequeño era también encantador. Cuando mis dedos entraron y salieron con facilidad los saqué y coloque mi polla en su ano, ella se tensó pero Eva notándolo chupeteo con más ganas aferrándola, apoyé el glande y presioné con fuerza hasta que este venció la barrera, la agarré más fuerte y en dos arremetidas profané su pequeño culo, sorprendido de que la morenita a pesar de ser más pequeña, mi niña era mucho más estrecha. Empecé a moverme en su culo muy despacio, de repente sentí la lengua de Eva en mis pelotas y enloquecí de placer, volvió al coñito de su amiga y noté como esta se corría con los chupeteos y mi polla en su culo, de nuevo Eva lamio mis huevos y yo empujé, no para entrar más sino para que esa lengua llegara mejor.

-Si cielo chupa mis huevos que voy a llenar a esta putita de leche –le dije a Eva-

Los chupetones eran increíbles y yo estaba al límite

-Morenita chúpale bien el coño, quiero oír a Eva correrse

Un minuto después apenas podía menearme, cuando oí los grititos de Eva y me vacié en el culo de la morenita.

Desperté solo en el hotel, me dolían todos los huesos del cuerpo cuando me vestí para volver a mi casa y a mi vida.

Esa semana solo vi a Eva por la calle y tan solo cruzamos saludos y poco más. El martes me dijo que estaba de exámenes.

Una de las noches vi a Eva en el coche de su novio, al pasar la oí discutir con él y a la vuelta la vi salir dando un portazo del coche. Al llegar a su altura no pude evitar preguntarle preocupado:

-¿Estas bien?

-Sí, lo hemos dejado –vi sus ojos tristes y a pesar de todo sentí que estuviera mal, aunque fuera por otro-

-Si necesitas hablar…

-Ahora no. Pero gracias

Regresé a casa apenado pensando que entre nosotros solo había sexo, bueno, pero sexo al fin y al cabo. Ni siquiera era un hombro sobre el que llorar, para ella solo era una polla, que le daba el placer que necesitaba para completar el resto de su vida.

Dos días después volví a encontrármela en la calle y me dijo que tampoco podía ese día, porque al día siguiente tenía un examen de mates y estaba muy mal en esa materia. Le dije  que las matemáticas eran lo mío y que si quería podía echarle una mano. Esa misma tarde no esperaba su visita y al abrir la puerta y verla allí me alegré.

-Necesito ayuda

-Pues pasa

Esparció sus cosas en la mesa del salón y sin preámbulos nos pusimos al tema. Respondí y aclaré todas sus dudas, hicimos esquemas y ella tomó apuntes. Cuando solo faltaba un tema se disculpó y fue al baño. Al volver no se sentó en su silla, lo hizo en mis rodillas y siguió repasando las notas que habíamos hecho, estaba explicándole algo intentando abstraerme de su culo sobre mi polla cuando ella puso mi mano sobre su muslo desnudo. Bendecí al buen tiempo por permitir que se quitara las medias y hubiera venido con un vestidito corto, una rebequita y botas bajas.

Rocé su muslo y note su piel suave bajo las yemas de mis dedos, llevé la otra mano sobre el otro muslo y dejé que ella leyera mientras yo la acariciaba. Me hizo preguntas que respondí sin dejar de hacer lo que hacía.

-Me pone súper cachonda esta nueva versión tuya a lo profesor serio –dijo-

Y para que me quedara claro, llevó una de mis manos entre sus piernas, me sorprendió comprobar que no llevaba bragas y supuse que se las había quitado en el baño.

-Repásame las notas, me encanta escucharte –pidió con voz ronca-

Empecé a leer mientras mis dedos jugaban entre los pliegues de su vulva, mi polla pedía a gritos ser liberada de su encierro y más cuando la humedad de su coñito humedecía mi pantalón. Cuando se cansó de torturarme con sus vaivenes, subió el culito y con una mano liberó mi polla astutamente, la llevó a su entrada y descendió poco a poco, jadeé al notar la estrechez que me envolvía.

-No pares de leer… por favor.

Seguí leyendo reuniendo toda mi fuerza interior mientras ella agarrada a la mesa cabalgaba despacio, muy despacio y suave sobre mi polla inflamada y deseosa después de casi una semana sin ella. Mis dedos pellizcaron su clítoris e incrementó la montada hasta lograr el ansiado orgasmo mientras yo seguía leyendo despacio y entrecortadamente los putos apuntes.

Aproveché la flojedad tras el orgasmo y le quité la chaqueta, el vestido y el sujetador, desnudándola por completo, amasé sus tetas,  pellizqué sus pezones y después la hice poner en pie, la doblé sobre todos los papeles de la mesa, pegando así sus tetas a los papeles y dejando caer mi pantalón a mis pies acerqué mi polla de nuevo a su coño.

-¿Me has echado de menos? -pregunté rozando la cabeza de mi polla por su raja-

-Mucho –dijo jadeando-

-Necesito más, ¿cuantos días de los que no has venido hubieras querido venir?-dije retirándome-

-Cada minuto y cada día pensaba y deseaba tu polla, tus caricias, tu boca… por favor dámela

-¿Quieres mi polla cielo? –le dije extasiado por lo que oía-

-¡Si!

-Pues es toda tuya preciosa

La agarré de las caderas y de un solo empujón me colé en su encharcado coño, me la follé como un salvaje esparciendo papeles por todo, golpeándola contra la mesa sin que a ninguno de los dos nos importada. Ella suplicaba más y yo le daba todo lo que podía, mi polla palpitaba y tuve que reducir la violencia de mis acometidas, su humedad mojaba mis muslos y ella no dejaba de hacer esos ruiditos que me hacían perder la razón. Saqué mi polla chorreando y apoyé el glande en su ano, me ayudé con dos dedos intentando penetrar su arrugadito agujero trasero sin preparar. Empujé con toda mi alma y conseguí meter la punta. Ella gimoteo y se agarró a la mesa.

-¿Te duele putita? ¿Quieres que pare?

-Sí me duele y no quiero que pares.

Me puso más cachondo saber que le dolía y aun así no quería que parara. Empujé y empujé sintiendo dolor en mi polla, pero eso no me paraba. Conseguí metérsela hasta los huevos, esperé dos segundos y no pude más aferré sus caderas para entrar y salir de ese maravilloso culo.

-No puedo más cielo mío –admití honestamente al borde del orgasmo-

-Pues no lo frenes –me contestó, metiendo su manita entre sus piernas para tocarse-

La aferré, entré hasta el fondo y un potente chorro de semen llenó su estrechito conducto, salí un poco y seguí corriéndome. Mientras mi respiración se acomodaba noté la tensión de su cuerpo al correrse ella una vez más.

Durante los diez siguientes días solo la vi de nuevo por la calle, me enteré de que había aprobado el examen y a partir del séptimo día empecé a sospechar que algo pasaba, por la manera en la que rehuía mis cortas preguntas en mitad de la calle. Como dije hasta el décimo día no me encontré con ella a solas, fue en la entrada de mi edificio. Entré y mientras esperaba el ascensor entró ella.

-Tengo que hablar contigo

-Lo sospechaba, ¿qué pasa Eva?

-En diez minutos viene a buscarme él, he decido darle una oportunidad a lo nuestro. Nos vamos diez días de viaje

-¿Porque no me lo has dicho hasta diez minutos antes Eva? –le dije enfadado-

-Porque no quería…

-¿Te daba miedo terminar sucumbiendo si venias con tiempo a mi casa?

-Si

-Pues no deberías haberte preocupado, tengo albañiles en casa.

En ese momento entraron una pareja de alemanes que vivían arriba de mi casa, más o menos de mi edad. Ella nos miró extrañada al notar la tensión entre esa chica y yo, el simplemente miró antes de meterse en el ascensor. La furia me cegaba, la miraba y no podía creer que fuera a dejar de tenerla de un plumazo, no estaba preparado, pero ella no me daba opción.

Ella miró asustada como recorría la distancia que nos separaba, la cogí por los hombros y la besé con furia, mordí sus labios sin importarme cómo iba a justificarse. Ella como siempre pegó su cuerpo al mío y no intenté ocultarle lo excitado que estaba a pesar del cabreo. La cogí de la mano y la llevé al ascensor.

-No podemos ir a tu casa -No dijo que no pudiéramos follar solo que no podíamos hacerlo en mi casa.

-No te llevo allí

En el ascensor seguí devorando su boca, metí mi mano dentro de su braga y supe que estaba tan excitada como yo. Nos bajamos en la última planta, allí había un gabinete de abogados y no había nadie, la subí una planta más y solo quedaba el último tramo a la terraza cuando volví a besarla, metí de nuevo mi mano entre sus muslos y busqué su adorable sexo.

-Dime que no quieres y no te follare

No me contestó, estiró la mano y desabrochó mi pantalón febrilmente, yo la agarré del pelo y seguí devorando su boca. Metí tres dedos en su coño con furia y los saqué solo para volverlos a hundir.

-¿Temías esto putita? –cada vez más excitado y cabreado por ello-

-Si

-Quiero que antes de irte con él te quede claro lo puta que eres, ponte de rodillas –le dije cabreado para humillarla-

Se arrodilló, saqué mi polla y la paseé por sus labios.

-Abre la boca putita, chúpamela una vez más como solo tú sabes

Hizo lo que le pedía, chupó y succionó mi polla y mis huevos con ganas, excitada a pesar de la humillación. Oí los pasos en la escalera y vi al alemán; ella intentó apartarse pero la agarré del pelo y no dejé que mi polla saliera de su boca. Él se apoyó a medio camino de donde estábamos y me sonrió. Supe entonces que había subido a ver el espectáculo y yo no estaba dispuesto a parar.

Eva miró un momento al alemán, pero al no considerarlo una amenaza en ningún sentido ya que no hablaba ni español, ni conocía a nadie del barrio, siguió con mi petición.

-Así me gusta, chupa pequeña

Mi polla estaba durísima cuando la saqué de su boca, la senté en el último escalón y separando sus piernas desde tres escalones más abajo empecé a lamer su jugoso coño. El vecino no perdía detalle y ella gimoteaba aún más excitada por tener público.

-No quiero que te oigan más vecinos putita –le dije metiéndole las braguitas en la boca-

Verla allí sentada en la escalera con las piernas abiertas y mordiendo sus braguitas me puso a mil. Succioné su clítoris, lamí toda la rajita y se corrió.

Subí dos escalones y agarrando mi polla la paseé por la humedad de su coñito antes de clavársela. Apoyé las manos en el escalón donde ella apoyaba los hombros y empecé a entrar y salir cada vez arremetiendo con más dureza. El alemán subió dos escalones, quedándose de pie metió su mano bajo el pantalón de deporte que llevaba y su mano empezó a moverse al mismo ritmo que mis caderas. Como si ambos nos folláramos ese coñito que solo yo sentía envolviendo mi polla, caliente, estrecho y húmedo como siempre. En cada arremetida sentía que era la última. Eso me hacía aguantar y embestir con más furia. Hasta que no pude más y notando su nuevo orgasmo vi de reojo como el alemán apoyado en la pared se corría mojando su pantalón sin dejar de mirar a mi chica mientras se corría y me corrí en ese coñito que tanto placer me había dado desde la primera vez.

Sentí de repente que irse era lo lógico, que debía intentar cimentar una relación y para ello tenía que alejarse de mí por más que eso me pesara.

Salí lentamente y me levanté, saqué sus braguitas de su boca y se las puse húmedas, sabiendo que mi semen y sus juguitos las mojarían aún más.

Ella se bajó la falda y me miró. Había tanta tristeza en sus ojos que sentí lastima por ambos y por este asqueroso mundo que nos separaba.

-Tengo que irme

-Lo sé, espero que lo consigas, pero en fondo quiero y necesito pensar que volverás.

Me acerqué y la besé en los labios antes de empujarla dentro del ascensor. Me senté en un escalón solo, el vecino se había ido antes de que todo acabara. Luego bajé desolado a mi casa.

Esos diez días no estuve para nada ni nadie. Doce días después de lo sucedido en la escalera los vi besándose en el coche de él. Ella se bajó y al pasar por mi lado me saludo con un frio “buenas tardes señor García”, pero no había frialdad en su mirada, aunque noté la determinación que había en su porte sabiendo que seguía adelante y alejándose de mí.

Esa tarde en un gran almacén del centro alguien se acercó por detrás y me dijo:

-Hola, ¡vaya sorpresa!

Me giré para encontrarme con la amiga de Eva, la morenita. Le di dos besos recordando aquella noche que ahora se me antojaba muy lejana.

-¿Quieres tomar un café? -me ofreció tras los típicos saludos-

Subimos a la última planta donde había una cafetería, allí me dijo sin avergonzarse que le había pedido mi número a Eva cuando se enteró que lo habíamos dejado, pero ella le había evitado dárselo. Después me dijo que le hubiera gustado volver a verme y que esa noche lo había pasado genial. Yo capeé como pude la situación y una hora después nos despedimos en la puerta de la cafetería, después de que ella me pasara su número de teléfono, pidiéndome que la llamara cuando tuviera un momento.

Dos días después tras darle mil vueltas al asunto la llamé y quedamos en un apartamento de una tía suya que estaba vacío a la espera de nuevos inquilinos. Allí en mitad de una habitación semivacía, nuestras ropas fueron cayendo al suelo rápidamente y empezó mi mayor error al creer que podría olvidar su mirada en otros ojos, que podría borrar sus besos en otros labios y que atracar mi velero en otro puerto me haría olvidar la desesperación de no tenerla. Como cantaba el maestro Sabina…