Instinto

No hacer caso al instinto trae consecuencias.

Instinto

Me llamo Nadia y me encuentro en una cafetería que se encuentra a las afueras del barrio, delante de mí tengo al investigador privado que contrate para confirmar lo que mi instinto me estaba diciendo a gritos. Raúl mi novio me estaba siendo infiel, para lo que no estaba preparada era para averiguar con quienes me estaba siendo infiel. Descubrir que tu novio te es infiel con tu propia madre y hermana, es para volverse loca.

De lo que me alegro es de que mi padre muriera años atrás, si se llega a enterar de esto. Le habrían partido el corazón en cachitos tan pequeños que no abría forma de volver a juntarlos, este pensamiento me llevo a años atrás. Mi padre trabajaba en una empresa puntera en la ciudad, las cosas les iban bien por su buen hacer y precios asequibles. Cuando el dueño se iba a jubilar, les comento a mi padre y a los otros dos más veteranos que tenía intención de vender la empresa y que mejor que ellos para comprarla.

La verdad es que la empresa era rentable y mi padre no se lo pensó, pidió un crédito y compro la parte correspondiente de la empresa. En ese mismo momento pasamos de ser una familia normal a ver como mi padre empezaba a ganar una cantidad de dinero que jamás hubiéramos soñado. Esto no cambio ni a mi padre ni a mí, pero si a mi madre y hermana.

Mi madre dejó su trabajo y se apuntó a un gimnasio, donde conoció a las mujeres de los hombres más poderosos de la ciudad. Mi hermana cambió un carácter cariñoso y comprensivo, por uno egocéntrico, caprichoso y hedonista. Durante esos años, mi padre trabajaba un montón, aunque fuera uno de los dueños, él estaba acostumbrado a estar en las obras y eso de quedarse en un despacho le quemaba. Todo marcho bien durante unos años, mi madre estaba encantada, era invitada a fiestas de la elite. Mi padre asistió solo a las que no quedaba otra, pues en esas fiestas se hacían futuros clientes.

Pero todo lo bueno tiene su final y el nuestro llego en forma de crisis mundial, el trabajo empezó a escasear y los dos socios de mi padre decidieron abandonar el barco antes de que se hundiera, mi padre que se sentía responsable de los trabajadores. Lo intento de todas las maneras posibles, pero fue inútil. Aguanto dos años, dos años luchando a brazo partido. Al final las deudas eran mucho mayores que los beneficios y tuvo que cerrar.

Mi madre y hermana se lo tomaron muy a mal, tacharon a mi padre de fracasado y le dejaron claro que no pensaban renunciar a su estilo de vida, que pensara en algo y rápido. No podía creer que mi madre y hermana fueran tan egoístas, yo le dije a mi padre que no se preocupara. Si teníamos que mudarnos a un piso más pequeño y volver al barrio trabajador, por mí no habría ningún problema.

Mi padre consiguió un buen puesto en una empresa que fue cliente de él, pero no era el dinero que ganaba cuando era jefe. Aparte de su trabajo, empezó a hacer chapuzas para ganar más dinero, mi madre y hermana aunque bajaron un poco el pistón, muy poco diría yo. No nos llegaba, mi hermana y yo habíamos terminado el instituto y empezaríamos la universidad. Cuando mi padre hecho cuentas y se dio cuenta de que no podría pagarnos la universidad se echó a llorar.

Yo le tranquilicé y le dije que me moví y había conseguido sendas becas para mi hermana y para mí, además de que conseguí trabajo en una copistería cercana de la facultad, estudiaba por las mañanas, trabajaba por las tardes y utilizaba los fines de semana para hacer los trabajos y estudiar para los exámenes. No salía más que un fin de semana al mes, mi hermana sin embargo no se quedaba uno en casa. Mi madre seguía quedando con esas mujeres, pero le empezaban a hacer de menos y eso molestaba muchísimo a mi madre.

En uno de esos sábados que me cogía libre, salí con unas compañeras de la facultad, no eran amigas. La única amiga que había tenido, se había mudado a otra ciudad. Como iba contando, cenamos algo y fuimos a un local nuevo que habían abierto. Esos locales no eran de mi agrado, pero por no discutir me adentré en un agujero lleno de gente y mucho ruido. Nos acercamos a un grupo de chicos que ellas conocían y fue cuando le vi, era el chico más guapo que hubiera visto en mi vida.

Me pasé toda la noche mirándolo y cuando él me miraba yo agachaba la cabeza muerta de vergüenza, en un momento dado se acercó a mí y me invito a la pista de baile. A mí me encanta bailar y en esa pista se me pasaron los nervios, allí me solté y empecé a habar con él sin cohibirme. Al final me divertí mucho esa noche, Raúl que así era como se llamaba resulto un chico, atento, buen conversador y que sabía escuchar y dar buenos consejos.

Empecé a sentir cosquilleos en mi estómago, me enamoré de él en esa misma noche. Le conté mi situación y él empezó a quedar conmigo los fines de semana que me cogía libre. Me llevaba a cenar, al cine y a bailar. Lo mejor era cuando empezamos a quedar en su piso para ver películas, después terminábamos echando unos polvos de campeonato. Yo no era virgen, pero Raúl estaba a años luz de los hombres con los que me había encamado.

Recuerdo la primera vez, estando sentada en su sofá, con unos leggings y una camiseta holgada. Me metió la mano dentro de los leggings y en pocos movimientos me tenía corriéndome como un grifo, no tarde en bajarle los pantalones cortos que tenía para meterme su polla en la boca. No lo estaba haciendo tan mal escuchando los jadeos de Raúl, cada vez más fuertes.

Al final se corrió y yo fui al baño a escupirlo, era superior a mí. Raúl no dijo nada, pero me di cuenta de que no le había sentado nada bien, lo dejo pasar sin decir nada y yo como compensación le deje que llevara él la batuta. Me puso a cuatro y me empezó a follar fuerte, la verdad que tenía aguante y consiguió que me corriera en dos ocasiones. Entonces me empezó a meter un dedo en el culo, decidí concedérselo y no decir nada. Cuando fue a meter el segundo, le di un manotazo y le dije que no había probado el sexo anal y que no tenía intención de hacerlo.

Pensé que todo se acabaría allí, su reacción me sorprendió. Entendió perfectamente que no me gustara y volvió a metérmela en mi encharcado coñito, levanto mis piernas hasta sus hombros y me empezó a penetrar con una fuerza que me proporcionaba un placer que me costaba hasta respirar.

Al final me pidió correrse en mi cara, como antes lo había escupido decidí concedérselo, no resulto tan desagradable como pensaba, pero le dije que no se emocionara, que se lo permitiera en pocas ocasiones.

• Vale, vale Nadia, por mi bien – dijo Raúl riéndose.

Yo le di un golpecito en el hombro y también empecé a reírme, no era la que mejor cuerpo tenía de las chicas, pero si era una de la que tenía el rostro más hermoso. Si a eso añadíamos mi pelo rojo y mis ojos verdes, hacían un conjunto muy atractivo. Yo seguía mi rutina semanal y mi padre cada vez metía más horas, comía menos y dormía aún menos. Todo para contentar a mi madre y hermana, yo aportaba parte de mi sueldo en casa, pero no era suficiente.

Una mañana de sábado que me quedaría en casa estudiando, tuve una discusión gorda con mi madre y hermana, parecía que no eran conscientes de que papa se iba consumiendo poco a poco. Las dos a regañadientes prometieron que buscarían un trabajo, pero la realidad fue muy distinta. Esa noche mientras pasaba a limpio mis apuntes y pensaba en Raúl, mi instinto se despertó y me dio un escalofrío en todo mi cuerpo.

Que significaba esto, mi instinto me decía que no me fiara de Raúl. Como podía ser, era el chico más dulce del mundo. Mi instinto no se había equivocado nunca, pero estaba enamorada y decidí que por esta vez le haría caso a mi corazón, el tiempo fue pasando y Raúl me consiguió un trabajo en la empresa de su padre, relacionado con la carrera que estaba estudiando, de esta forma me serviría para poner en práctica todo lo que iba aprendiendo.

Una mañana que estaba en la facultad, sonó mi móvil. Era del hospital, a mi padre le había dado un infarto y estaba muy grabé. Llame a mi madre y hermana y ninguna me contesto, ni siquiera miraron los mensajes que les había enviado. Llame a Raúl y fue este quien vino a buscarme para llevarme al hospital, cuando llegamos un doctor nos estaba esperando y nos dijo que por desgracia a mi padre le quedaban horas de vida.

No he llorado tanto en toda mi vida, Raúl me abrazo y se quedó conmigo esperando a que el maltrecho corazón de papa dejara de latir. Eso ocurrió a las cuatro horas, certificaron su muerte y mi madre y hermana seguían sin aparecer, cogí el móvil e hice un último intento. Me cogió mama, cuando le dije con el tono más frió que el iceberg que hundió el Titanic, que papa había muerto. No dijo nada y se presentaron las dos en el hospital.

No quise saber nada de ninguna de las dos y menos escuchar sus excusas, fue Raúl las que les contó todo, llevaron el cuerpo de mi padre al tanatorio, vino mucha gente. Mi padre se quedó en la empresa intentando salvar todos los puestos de trabajo y los obreros se lo agradecieron apareciendo todos. Todos hablaban muy bien de papa y la verdad que me sentí muy orgullosa de él, en vez de hundirse lucho hasta el final y aunque no consiguió salvar la empresa. Fue capaz de buscarse la vida para que siguiera entrando dinero en casa.

Aquella tarde en el tanatorio vi que la relación de Raúl y mi hermana era muy cercana, demasiado para dos personas que no se conocían de nada. Mi instinto me dio tal sacudida que me entro un dolor de cabeza tremendo, también me fije que a mama no le era indiferente. El dinero las cambio a mucho peor, cuando mi padre era un simple obrero. Éramos una familia mucho más unida, se notaba que mi madre le quería y mi hermana también, no teníamos lujos pero vivíamos bien. Cuando mi padre se hizo jefe, y empezó a entrar mucho más dinero en casa, todo cambio. Para mi madre y hermana, mi padre pasó a ser el que las pagaba los caprichos.

Cuando enterramos a mi padre, yo decidí alquilarme un pequeño piso cerca de la facultad, me quedaban dos años y no tenía ganas de ver las caras a esas dos mujeres que ya no reconocía en nada. La vida volvió a la rutina y yo empecé a trabajar por las tardes en la empresa del padre de Raúl, la verdad que su padre me pareció un hombre muy amable y cercano a todos los trabajadores.

Si tenía que echarte una mano no le temblaba el pulso, Raúl ya era otra cosa, tenía una capacidad para endosarle su trabajo a otras personas, la mayoría mujeres. Entonces empecé a escuchar rumores, según contaban, varios matrimonios de la empresa se habían ido al traste y Raúl estaba involucrado. Los maridos no pudieron demostrar nada, pero la duda fue carcomiendo el matrimonio hasta destruirlo.

Mi instinto me gritaba, pero yo lo ignoraba. Hasta que una tarde que me quede hasta más tarde en la oficina, se suponía que estaría sola. Me dispuse a sacar unos informes, pero mi impresora no funcionaba, decidí ir al despacho de Raúl que sabía que estaría vació. No lo estaba, en él estaban Raúl y una de las directivas de la empresa. Una mujer de unos 40 años, muy guapa, se notaba que se cuidaba.

No pude evitar acercarme, según lo hacía los veía cada vez más cerca el uno del otro. Soy tan torpe que me tropecé con uno de los cuadros que había en la pared y al caer hizo ruido, Raúl y esa mujer se separaron, pero esa noche empezó a crecer una duda dentro de mí y no me quedo más remedio que escuchar a mi instinto.

Esa duda hizo que mi relación con Raúl se deteriorara, tenía que quitarme la duda de encima y decidí contratar a un investigador privado, ya había comprobado que el espionaje no era lo mío. Y aquí me encontraba, en esta cafetería delante de ese mismo detective con las pruebas que habían hecho explotar mi vida en mil pedazos, ver los videos de mi hermana y mi madre follando con Raúl me hizo vomitar. Con ellas hacia todo lo que a mí no me gustaba, se tragaban su corrida, hacían sexo anal e incluso se marcaron un trío, por lo menos mi madre y mi hermana no interactuaron entre ellas.

Mi relación con Raúl había terminado en ese mismo momento, no quería saber nada más de él, pero lo peor fue enterarme de que mi madre y hermana me habían traicionado de esa forma tan cruel. Pague al detective y al salir, llame a mi única amiga en este mundo, su nombre era Sandra y necesitaba escuchar su voz como el respirar.

• Sandra, soy yo Nadia – dije aguantando el llanto.

• Que ocurre Nadia te noto rara. – me había calado como cuando éramos niñas.

Le conté todo, mi intención de despedirme de la empresa del padre de Raúl e intentar terminar la carrera en otra facultad lejos de esa ciudad donde lo había perdido todo. Sandra me dijo que me mudara a su casa, me matriculara en la universidad de su ciudad, además me dijo que su piso quedaba cerca de esta. Todo eran ganancias, le dije que no quería molestar.

• No molestas, ahora mismo comparto piso con mi hermano, necesitamos alquilar la habitación sobrante, pero hasta ahora no nos ha convencido nadie, tú serías perfecta – dijo una ilusionada Sandra.

Recuerdo a su hermano pequeño Pablo, era un año menor que nosotras. Le solía cinchar de niños, la verdad es que me apetecía mucho ir. Lo primero que hice fue ir a la casa de Raúl, recogí las cuatro cosas que tenía allí y después de dejarle las fotos sobre la mesa del salón le deje una nota que decía.

“Te he defendido a capa y espada, cada vez que me decían que tuviera cuidado contigo, que eras un lobo disfrazado de cordero. Que ciega he estado, de lo único que me alegro es de haber visto tu verdadera cara a tiempo. Por lo que a mí respecta estoy muerta para ti, solo espero que alguna vez experimentes el dolor que causas a los demás”

Después les toco el turno a mi madre y hermana, por suerte en esa casa no quedaba nada mío, dejo de serlo después de la muerte de papa. Deje las fotos sobre la mesa de la cocina y también les deje una nota.

“Ojalá no sintiera nada como vosotras, ver estas imágenes me ha partido el alma en mil pedazos. Hasta que no he visto estas fotos he pensado de verdad que me queríais, soy una ingenua y lo he pagado caro, espero que algún día os toque pagar a vosotras”

Después escribí una carta de dimisión junto a las fotos, se las envié al padre de Raúl.

Fue el primero en llamarme, entendió perfectamente que quisiera irme y me dijo que las puertas de su empresa siempre estarían abiertas por si algún día decidía regresar, que diferencia entre el padre y el hijo.

Una vez hechas todas las gestiones, cambie el número de mi móvil. No quería recibir ni llamadas ni mensajes de esta gente intentando justificar lo injustificable, llegue a mi apartamento y llame a una empresa de mudanzas para que llevara mis cosas a un guardamuebles que Sandra había alquilado para mi cerca de su casa. Después hice un par de maletas con toda mi ropa y enseres y las cargue en el coche, mi nueva ciudad no estaba lejos, pero tendría que conducir una hora y algo y pensaba hacerlo sin prisas.

Según iba saliendo de mi antigua ciudad me venían todos los recuerdos, los únicos buenos fueron los que pase con mi padre. La única persona de mi vida que siempre fue sincera conmigo, al pasar por un parque recordé la primera vez que me senté en un columpio y el miedo que pase, entonces mi padre me dio ánimos y cuando me empujo, el miedo desapareció y jamás he vuelto a reír como lo hice ese día.

Me había dicho que no volvería a esta ciudad, pero eso no era verdad. Volvería cada aniversario de la muerte de mi padre. Le pondría flores y hablaría con él, parece ilógico la verdad es que hablas con una lápida, pero sé perfectamente que me contestaría.

Entre pensamiento llegué a mi nueva ciudad, puse el GPS para encontrar el lugar donde había quedado con Sandra. Desde la última vez que había estado, la ciudad había cambiado mucho y ya no reconocía casi nada. Al final después de muchas vueltas encontré el lugar. Allí me esperaba Sandra, las fotos que me mandaba no le hacían justicia. Era una mujer muy hermosa, pero lo mejor de ella era su carácter que te hacía sonreír incluso en el día más oscuro.

A su lado había un chico, mucho más alto que ella, pensé que sería su nuevo novio y me lo querría presentar. Según me acercaba su cara se me hacía muy conocida, cuando lo tuve delante me di cuenta de que era Pablo, se había convertido en todo un ejemplar de hombre. Su sonrisa no había cambiado, era una sonrisa cálida. Entonces mi instinto se activó, pero esta vez no sentí ningún escalofrío.

Lo que sentí fue un calor que me envolvía, mi instinto me decía que Pablo era un buen chico y podría confiar en él. El problema era que venía muy quemada y de momento solo quería estar tranquila, baje del coche y Sandra se me echo encima.

• Mírate Nadia, estás guapísima – con una sonrisa de oreja a oreja.

• Pues tú no te quedas corta – le dije con una gran sonrisa.

Pable se quedó detrás de su hermana, de repente le notaba nervioso. Sandra le miro y le dijo que no mordía y que se acercara a saludarme, parece que las palabras de su hermana hicieron efecto y Pablo se llenó de confianza y se acercó. Se agachó para darme dos besos, pude notar el calor que desprendía su cuerpo y eso me turbo.

• Hola Nadia, ¿te acuerdas de mí? – pregunto Pablo.

• Claro que me acuerdo de ti, como has crecido jodido – le solté mientras me reía.

La verdad es que Pablo me gusto, lo único que lamentaba era que después de todo el daño que Raúl me había hecho, me costaría volver a confiar en alguien al cien por cien. De todas formas me alegraba de tener en mi vida a Sandra y a Pablo. La convivencia resultó la mar de buena, salíamos los fines de semana que Sandra libraba. Ella trabajaba en un local de moda como camarera, creo que era la única de este mundo que le gustaba el trabajo de hostelería.

Pablo y yo seguíamos estudiando, a mí me quedaban dos años y a el tres. Como yo él también trababa para poder pagarse la carrera, yo me busque un trabajo. Con la carta de recomendación que el padre de Raúl me había escrito no tarde en encontrar uno, este también estaba relacionado con mi carrera y me serviría para seguir aprendiendo. El último fin de semana del mes, Sandra libro, quedamos en salir los tres. Sandra se puso de punta en blanco y Pablo no se quedó atrás, su belleza era distinta a la de Raúl, pero para nada era menos atractivo. Además ese carácter que tenía le hacía ganar puntos, era capaz de hacerme reír y en esos días después de la ruptura se lo agradecía.

Sandra nos llevó a el local donde trabajaba, se acercó el dueño a saludar. Era más joven de lo que me esperaba, me di cuenta como le echaba la caña a Sandra y esta pasaba de él. Entonces se fijó en mí, yo no tenía el horno para bollos. Aquel tío era como Raúl y no me apetecía pasar ni un minuto más de mi vida al lado de un ser de la misma especie de mi ex.

Pablo viendo mi incomodidad, me cogió de la mano y me llevo a la pista de baile, como me gusto ese gesto. La verdad es que bailaba muy bien y consiguió que se me pasara el disgusto que sentía al tener al jefe de Sandra cerca. Vi de reojo como aquel hombre miraba hacia nosotros, se le notaba molesto por haber pasado de él.

• No te preocupes, pronto se olvidará de ti y le dará la vara a otra – dijo Pablo.

• Me ha incomodado mucho – dijo molesta.

• Ya me he dado cuenta – dijo Pablo.

Volvió a sonreírme con esa sonrisa llena de calidez y yo me sonrojé, menos mal que el lugar era oscuro y Pablo no vio como me ruborizaba. Mi instinto me estaba gritando que no fuera tonta y dejara que las cosas fluyeran, en un momento de la noche vimos como Sandra baila muy acaramelada a un hombre. Pablo no puso muy buena cara, entonces le dije.

• ¿No te cae bien ese chico?

• No, pero a mi hermana le gusta y yo siempre la apoyaré, para lo bueno y lo malo.

Entonces fue donde Sandra y le dijo algo al oído, Sandra se acercó y nos dijo que ella se iría con aquel chico y que nosotros aprovecháramos la noche. Pablo cogió mi brazo y tiro de mí, me saco del local y me llevo a un sitio donde se veía el mar, con la luz de la luna se veía muy bonito. Según me dijo Pablo era el sitio donde solía venir cuando se sentía triste y que conseguía alegrarle.

Apoye las manos en la blandilla para poder apreciar el paisaje, el viento me daba en la cara. La temperatura era muy agradable y tengo que decir que la compañía también, no sé cómo ocurrió. Pablo y yo terminamos besándonos, colabore con el beso, pero cuando nos separamos le dije.

• Pablo me gustas, es obvio, pero después de lo pasado quiero ir despacio, ¿te parece bien?

• Claro Nadia, te dejaré todo el espacio del mundo.

Esa noche la acabamos abrazados mirando al mar, los meses fueron pasando y se acercaba el aniversario de la muerte de mi padre, me acompaño Pablo. Sandra tenía que trabajar y le era imposible cambiar el turno, además desde que rechace al dueño. Sandra ya no tenía la libertad de antes.

• A ver qué hacéis los dos solitos – dijo una divertida Sandra.

• Siento que tu jefe esté en ese plan.

• Pues yo no Nadia, ya era hora que una mujer lo pusiera en su sitio.

Se despidió de nosotros con un beso y una sonrisa, le pedí a Pablo que condujera. Yo estaba muy nerviosa, había pasado un año y era la primera vez que volvería a pisar mi antiguo barrio. La verdad es que pablo consiguió que el nerviosismo desapareciera durante el trayecto, al llegar al cementerio la cosa fue diferente.

Según nos acercábamos a la zona donde enterramos a mi padre, vi a dos personas que estaban dejando unas flores. Me fijé que eran mi madre y mi hermana, decidí darme la vuelta y volver al coche. Pablo me detuvo y me dijo que no tenía que huir, que yo no había hecho nada malo. Tenía razón y nos acercamos, Mi madre y hermana se quedaron mirándome. Se les veía muy desmejoradas y la tristeza inundaba sus rostros, me plante delante de ellas y después de dejar las flores sobre la tumba les mire y les dije.

• Este es el último lugar donde pensaba encontrarme con vosotras – lo dije de la forma más fría.

• Nadia por favor – dijo mi madre.

• Por lo menos te acuerdas de mi nombre.

• No podrás perdonarnos nunca Nadia – dijo mi hermana.

• Sois conscientes del daño que me hicisteis.

• Y lo hemos pagado, si preguntas por ahí te enteraras, solo espero que un día puedas perdonarnos – dijo mi madre con tristeza.

Decidí investigar lo que mi madre me había dicho, lo que descubrí no fue agradable. Mi madre y hermana siguieron aparentando ser de la alta sociedad, cuando no tenían dinero y terminaron con una deuda muy grande. Esa deuda la obtuvieron con esas familias ricas con las que les gustaba codearse, al final tuvieron que prostituirse las dos para poder pagar la deuda.

También supe que las dos estaban muy enfermas y no tenían ni para comprarse las medicinas. Intente ser fuerte, pero cuando me llamaron del hospital que mi madre se moría fui a verla. No lo hice por ella, lo hice porque es lo que mi padre hubiera hecho.

• Hija has venido – dijo mi madre.

Estaba demacrada, la enfermedad que tenía se había agravado y derivo en una sepsis y esta era irreversible.

• Si mama he venido, como lo hubiera hecho papa aunque no os lo merezcáis.

Mi hermana lloraba sentada en una de las sillas, según me dijo el médico, mi madre no pasaría de esa noche. Vi cuando exhalo el último aliento y llore, Pablo sujeto mis hombros para que pudiera desahogarme. Me jodió la vida, pero era mi madre y la acababa de ver morir.

Me hice cargo de los gastos del entierro con la ayuda del padre de Raúl, este estuvo a mi lado en el tanatorio y en el entierro, mi hermana estuvo en el tanatorio, pero no apareció en el entierro y desde ese día no volví a saber nada de ella hasta que la encontraron muerta en un portal. La autopsia dictaminó que murió de una sobredosis, la enterré al lado de mama y cerca de papa.

Al regresar a la ciudad y después de ver a mi madre morir y enterarme de la muerte de mi hermana, me di cuenta de que intentar negar lo que sentía por Pablo ya no tenía sentido y me llevo al mismo sitio que aquella noche para declararse. Mi contestación fue con un beso, eso le hizo muy feliz.

No hice caso a mi instinto y me llevo a enamorarme de la peor persona del mundo, desde ese día decidí que le haría caso y aquí estoy saliendo con Pablo que me hace muy feliz.

EPILOGO

Hace un par de años que terminamos las carreras, la carrera de Pablo y la mía eran compatibles y decidimos abrir una empresa, los inicios fueron duros, pero con la ayuda del padre de Raúl y los ánimos de Sandra la cosa ha ido prosperando y hoy en día nos va muy bien. Hoy he ido al ginecólogo y me ha dicho que llevo un mes embarazada, Pablo es feliz de la vida, hace poco me confesó que se enamoró de mí según me vio bajar del coche el día que fueron a recogerme y que saber que voy a ser la madre de su hija es el mejor regalo que le podían hacer.

Sandra al final dejo al tío con el que estaba en aquel local y termino saliendo con uno de los empleados que habíamos contratado su hermano y yo. Este era un hombre sencillo que se desvivía por Sandra y la cuidaba por encima de todo, según supimos el otro tío le puso cuernos hasta la saciedad. El día que Sandra se enteró lo dejo de rodillas gritando mientras se agarraba la entrepierna, esa es agua pasada y ahora es muy feliz.

Pablo y yo hemos vuelto a mi antigua ciudad para el entierro del padre de Raúl, murió de un infarto cuando se enteró de que su hijo había terminado en una cárcel Tailandesa por tráfico de drogas. Se rumorea que intento jugársela a la mujer equivocada y ese había sido su pago, las cárceles Tailandesas están entre las peores del mundo, Raúl al final sentirá en sus carnes todo el daño que ha causado.

Mi tripa va creciendo día a día como el amor que siento por Pablo, espero que si mi padre me está viendo por algún agujero vea que su hija al final encontró la felicidad de verdad.

FIN.