Inspector afortunado

El inspector más que por la contabilidad estaba interesado en la contadora y logra su objetivo.

La llamaron urgente a su estudio ya que una inspección había llegado imprevistamente a una de las empresas que auditaba. Como no podía ir en ese momento porque estaba muy atareada con otro cliente les dijo que le pasaran el número de su celular al inspector por si quería hacerle alguna pregunta que los dueños de la empresa no pudieran responder.

El inspector la llamó al rato, al día siguiente y dos o tres veces más preguntándole datos de la sociedad. Al principio le resultó cargoso por su insistencia y su manera de solicitar la información. Le pareció un tipo pedante, no obstante resultarle agradable el tono de su voz.

El hombre la seguía llamando para hablarle de la empresa y de temas generales que hacían más amena la conversación. A la contadora ya no le resultaba tan odioso. Es más, le agradaba que le hablara y se distendía cuando escuchaba su voz del otro lado de la línea. Le resultaba muy seductora su conversación.

Fue entonces que no la sorprendió cuando éste le dijo que quería verla personalmente y la citó en una confitería de Recoleta. Estaba intrigada en saber cómo era. Tenía una voz muy agradable pero la intrigaba físicamente. Las llamadas eran cada vez más melosas y la contadora, que en esos momentos estaba atravesando una crisis matrimonial ya que su marido estaba distante y no le prestaba atención en la cama, pensó que podría tener una aventura con su adulador telefónico.

Ella era una mujer esbelta y muy bien proporcionada, tenía muy buenos pechos y eran muchos los hombres que no podían ocultar el mirárselos cuando estaban con ella o la veían pasar. Ella lo sabía y lucía generosos escotes o ropa más bien ajustada. Era muy coqueta y sexy.

Cuando sus ojos divisaron al hombre que llevaba puesta una campera de gamuza y jeans, tal como le había anticipado el inspector, supo que no se había equivocado al acudir a la cita. El hombre tenía un físico privilegiado y al verlo se sintió conmovida. Se sentó frente a él y percibió que éste también había quedado impresionado con ella.

Después de tomar un par de copas y charlar de cualquier cosa menos de trabajo se despidieron con un beso prometiéndose verse nuevamente.

No pasó más de un día para que volviera a llamarla y la invitara a salir. Esta vez la citó en una confitería más elegante e íntima y luego de unos tragos le sugirió directamente ir a un lugar más tranquilo donde continuarían con la conversación. Ella sospechó lo que vendría pero accedió sin reparos. Estaba perturbada por la presencia de ese hombre y no le importaba tirarse una canita al aire. Es más pensó que lo merecía.

Entraron en un albergue transitorio próximo a la confitería. El pidió una botella de champagne y antes que se la trajeran ya se estaban besando apasionadamente. Mientras sus lenguas jugueteaban ininterrumpidamente, él la estrechaba con fuerza entre sus brazos y los pechos de ella se incrustaban sobre su cuerpo.

Habían bebido un par de copas cuando la mujer que estaba muy excitada se agachó. Le acarició el bulto a través del pantalón y despaciosamente le bajó el cierre. Miró como loba hambrienta el miembro que sacó para afuera y apreció que éste rápidamente al contacto con su mano cobró vida y estaba casi todo erecto. Era una verga de considerables dimensiones y le empezó a gustar el juego.

El aroma almizcleño llenó sus orificios nasales y no pudo evitar estremecerse de deseo. Comenzó a lamerla haciendo correr la lengua arriba y abajo y todo alrededor de la carne tibia e hinchada. Luego se la colocó dentro de la boca y comenzó a succionarla hasta que adquirió todo su poderío. Fue entonces que la dejó escapar de su boca y se puso de pie besándolo en los labios. El inspector la estrechó fuertemente y llevándola hacia la cama la desvistió lentamente.

La contadora estaba excitadísima. Su entrepierna ya se había humedecido y la invadía una ola de placer. El la dejó por un instante para quitarse la ropa, mientras ella se acariciaba las tetas y su vagina como tantas veces lo había hecho después de escuchar su voz por teléfono.

Una vez desnudo, regresó a la cama con su verga totalmente erecta y comenzó a besarla desde la punta de los pies, acercándose a la entrepierna que rodeó con su lengua. La mujer separó sus piernas al tiempo que respiraba hondo y anhelante pensando en lo que le haría el inspector.

Este le daba suaves golpecitos con su lengua a los labios vaginales y luego concentró toda su atención en el clítoris, mordiéndolo mientras la hacía templar y gemir de placer. Cuando los dedos se internaron bien adentro ella no aguantó más y se descargó. Entonces se la chupó toda y después la besó furiosamente.

Un momento después estaba nuevamente entre sus piernas, esta vez empujando su palpitante pija en el interior de la preciada concha de la mujer. Se la metía despacio y se movía lentamente. Los pubis chocaron con fuerza creciente. Sentir el grueso miembro entrar y salir de su canal enloquecía placenteramente a la mujer. El hombre tenía un increíble autocontrol y avanzaba llevándola de un orgasmo a otro. Luego ella tuvo uno final con un largo estremecimiento que la dejó jadeante. El hizo lo mismo casi enseguida, inundó la cuevita con varios e intensos chorros de caliente semen y se desplomó sobre ella.

Descansaron durante unos minutos y después se ducharon juntos, enjabonándose y frotándose mutuamente. Luego se despidieron con un beso y se marcharon cada uno por su lado, no sin antes prometerse tener un nuevo encuentro. Los dos habían gozado demasiado y no iban a dejarlo así nomás. De ahora en más, esa relación clandestina, trataría de prosperar mientras sus respectivas parejas no los descubrieran.

Euge ( euge46@tutopia.com - pirueuge@uol.com.ar )