Insomnio
Una mujer acude a un psiquiatra poco ortodoxo para arreglar sus problemas de sueño
El Dr. Carmona es un reputado especialista en los tratamientos contra el insomnio. Su consulta está situada en una casa en las afueras de la ciudad, con un diseño vanguardista a base de acristalamientos. Sus técnicas son poco ortodoxas pero sus éxitos entre los enfermos le avalan.
La sala principal de su consulta, donde recibe a sus pacientes, es una estancia amplia, acristalada hacia un jardín, y decorada con muebles modernos. De una pared blanca cuelga una pantalla de televisión y de las esquinas del techo salen unas pequeñas cámaras móviles. Hay un diván largo en forma de ese junto al butacón del doctor.
El Dr. Carmona es un hombre de mediana edad, ágil y atlético a primera vista, con el pelo rapado y un impecable traje oscuro.
- En primer lugar voy a exponerle mi metodología de trabajo. Todas las sesiones son grabadas por las cámaras que pueden ver junto al techo. Debe firmar, junto a mí, un contrato de confidencialidad sobre lo que suceda en las sesiones y, por último, y como norma más importante, no debe cuestionar mis métodos: son heterodoxos pero infalibles…hasta el momento. Evidentemente las grabaciones de las sesiones están sometidas al secreto profesional y no debe preocuparse por su custodia. Estas son mis condiciones, si está conforme firme aquí y si no, puede marcharse.
Firmas el papel sin mucho convencimiento pero deseosa de encontrar una solución a los sueños que te desvelan desde hace meses.
Las sesiones dejan muy claro que sus métodos son absolutamente heterodoxos. En función de los días y los temas debes ir vestida para la ocasión; así, con un vestido de fiesta, con un traje de trabajo diario, con un traje de trabajo especial, incluso con ropa de baño para el verano. Igualmente tu ropa interior y tu calzado deben ser propicios para la ocasión. Tus reiteradas preguntas tiene una única contestación: soy un profesional y este es un método científico: al final verá que mis conclusiones le ayudan a dormir mejor.
Al cabo de tres meses, el Dr. Carmona te cita para la reunión de evaluación. Su aspecto, tras un dossier voluminoso, es circunspecto.
- Voy a ser muy claro con usted. De todo el estudio se deduce una conclusión muy clara. En los momentos de descanso sus sueños tienen un marcado componente sexual y eso le hace estar en vela con demasiada frecuencia.
- ¿Qué quiere decir?
El Dr. Carmona carraspea levemente.
- Sus sueños reflejan una sexualidad atormentada y el miedo a soñar le provoca el insomnio. Pero no se preocupe: creo poder ayudarla.
- ¿Cómo?
- Debe aceptar sus sueños. Usted sueña que es la dueña de una mansión lujosa y que se dedica a provocar a unos operarios que trabajan en su casa hasta que estos se cansan y le dan un escarmiento. O que es la nueva profesora de un Instituto de jóvenes problemáticos a los que calienta hasta que se la follan. La conclusión es clara: Usted desea ser tratada como una puta.
- ¿Qué? – el grito resuena en toda la sala. Te levantas del diván pero la voz imperativa del Dr. Carmona te retiene de pie.
- No puede negarlo. Todos esos sueños tienen un denominador común con su fantasía erótica: le atrae la idea de ser sometida, de recibir un buen escarmiento por comportarse como una calientapollas.
- No es cierto – atajas indignada.
- Sí, lo es – insiste el Dr. Carmona. – Precisamente esa negativa le provoca el insomnio. Déjese llevar. Imagínese esta escena: usted en el diván a cuatro patas, comiéndose una polla negra bien grande y dura y con otro negro por detrás follándola a lo bestia. O bien en manos de dos rufianes malencarados a los que le he contado sus secretos dándole la marcha que necesita. O con los cuatro a la vez mientras yo miro desde mi butaca. No me diga que no está excitada.
- No lo estoy – replicas.
- Sí lo está – susurra acercándose a tu espalda. – Seguro que sus pezones se han endurecido bajo la tela de la camisa y le apuesto lo que quiera a que su entrepierna ha comenzado a humedecerse.
Su mano, más rápida que sus palabras, se ha deslizado por tu cuello a través de tu escote hasta alcanzar uno de tus pechos. Efectivamente tu pezón se nota erizado tras la tela.
- Claro que lo está, ya le dije que mi método era infalible – dice mientras su mano se pasea libremente por tu pecho sin que opongas resistencia. Con la mano libre pulsa un mando a distancia: se abre una ventana corrediza y tras un cristal dos hombres negros miran. Llevan una camisa y un pantalón vaquero ajustado del que sobresale la tira del calzoncillo. Se abren el pantalón y dos inmensas pollas enhiestas se adivinan tras el calzoncillo. Las manos del Dr. Carmona abren tu camisa quedando con un sujetador de encaje a su vista.
- Es por su bien. Acéptelo. Está deseando que entren. Está deseando sentir sus pollas y dejarles disfrutar de su cuerpo. ¿Lo hago?
- Sí – concedes en un hilo de voz.
- Entonces mi diagnóstico era certero: es usted una puta – dice mientras sus dedos se pasean por tus duros pezones.
- Sí, lo soy.
El Dr. Carmona aprieta nuevamente el mando a distancia y el cristal se abre de par en par.
- Pasad chicos, dadle a esta puta su merecido.
- Encantados, doctor – sonríen los dos negros acercándose. Te rodean sobre el diván y sus manos negras recorren tu cuerpo. Agarran tus tetas con la urgencia del hambriento y manosean tu cuerpo que cede ante el placer. Tu falda desaparece y te quedas únicamente con la ropa interior y los tacones. Apenas tu culo aparece recibes una palmada sonora.
- ¡Vaya culo!– dice uno.
- Pues yo me quedo con sus tetas – dice el otro enfrascado en ellas.
Tus manos, mientras tanto, buscan sus pollas por encima de la tela.
- Vamos, dádmelas ya. Quiero tocarlas sin tela.
Los dos negros bajan sus calzoncillos y dejan a tu alcance sus pollas. Las agarras con fruición con ambas manos. Resoplas ante su tamaño. En un segundo, sentada sobre el diván, las chupas con fiereza.
- Madre mía, qué boca tiene. Se nota que tiene hambre de polla.
Los negros agarran tu cabeza para dirigir la chupada. Te vas recostando sobre el diván y uno aparta tu tanga para acariciar tu coño. Está tan mojado que su dedo se desliza con absoluta facilidad hasta el fondo.
- Está empapada la muy zorra.
El Dr. Carmona observa la escena desde su butacón. Su pantalón evidencia que le gusta lo que ve. El negro acelera su dedo y en breves segundos consigue que te corras entres jadeos de placer.
- ¡Vamos, folladme, no puedo esperar más!
Te colocas a cuatro patas sobre el diván. Un negro coge tus caderas y te incrusta la polla sin contemplaciones. Cuando comprueba tu excitación, te cabalga de inmediato. Tus jadeos resuenan en toda la habitación. El otro te ofrece la polla para que la chupes. El Dr. Carmona les anima: - dadle bien duro, que esta puta está necesitada. - Los negros siguen su escalada sobre tu cuerpo. Tu culo recibe varias palmadas antes de que se intercambien los papeles. Después de un rato de follada, les dices
- ¡¡Dadme por culo!!
- ¿No la oyes? – dice el Dr. Carmona – la muy puta quieres que le des por culo.
El negro no se hace esperar y te clava la polla por el culo. El otro aprovecha para follarte haciendo un bocadillo con tu cuerpo. Sientes las dos pollas dentro de ti, unidas sobre tu estómago.
- Vamos, doctor, tengo la boca libre. Métame su polla dentro.
El Dr. Carmona se levanta y se acerca hasta ti.
- ¿Lo ve? Es usted una puta. Una puta muy guarra ¿verdad?
- ¡¡Dios, sí!! – aciertas a repetir en un gemido.
El Dr. Carmona se pone frente a ti con su polla enhiesta. La agarras y la chupas acompasadamente a la follada de los negros. Las tres pollas llenan tus agujeros por completo. Después de un trato así, los negros están preparados.
- Llenadle las tetas de leche – les dirige el Dr. Carmona.
Los dos negros te apuntan con su polla. En breves momentos, sus pollas escupen su semen que se derrama por tus tetas llenándolas enteras.
El Dr. Carmona se agacha en busca de tu boca. Te agarra del pelo y tira ligeramente hacia atrás. Te inmoviliza con su mano. Pasa su lengua sobre tus labios, los lame despacio, abres la boca, enrosca su lengua en tu tuya caliente, deja caer su saliva para mojarte, gimes descontrolada, sustituye la lengua por un dedo, por dos dedos, se los chupas como si te fuese en ello la vida. Su lengua va a tu oreja.
- Eres una puta guarra y lo sabes ¿verdad que sí?
- Sí, sí – repites.
- Y ahora, zorra calientapollas, voy a darte lo que quieres. Voy a montarte, voy a cogerte las riendas y a cabalgarte hasta que me harte y tú vas a ser una buena puta obediente. Llevas tres meses poniéndome dura la polla y ya es hora de que pagues.
Te pone a cuatro patas sobre el diván y te mete la polla hasta el fondo del coño. Está hirviendo y su polla se llena de tus flujos.
- Tal y como lo había imaginado – dice. - Su mano golpea tu culo varias veces – qué ganas tenía de darte, zorra.
- Pues deme, doctor, deme cuanto guste – dices moviendo tu culo provocativa.
El Dr. Carmona repite las palmadas en tus dos nalgas. Después sus manos agarran tus caderas y comienza a bombear con fuerza, su polla entra y sale a una velocidad bestial y tus gemidos se acrecientan.
- ¿Te gusta cómo tu follo, put a?
- ¡¡Sí, me encanta, no pare!! - gritas.
Sus embestidas prosiguen cada vez más aceleradas; te vuelcas hacia delante para facilitar la tarea. El Dr. Carmona se detiene un momento y tira de tu pelo hacia atrás.
- ¿Sigo, puta?
- ¡¡Sí, siga, no pare!! – gimes entregada.
- Está bien, seguiré cuando me digas que esto es tu grupa – dice golpeado tu culo.
- Eso es mi grupa – le contestas desatada. – Venga, hágalo, deme en mi grupa.
El Dr. Carmona te folla de nuevo con contundencia. Maneja tu cuerpo con absoluto poder. Después de unas cuantas embestidas vuelve a detenerse. Te agarra del pelo y te gira la cabeza.
- ¡¡No pare, fólleme más!!
- En seguida, zorra. - Se acerca a tu boca, la lame con su saliva y te dice – es muy fácil: para que siga pide que monte tu grupa de yegua.
- Monte mi grupa de yegua, hágalo, por favor.
El Dr. Carmona vuelve a embestir con fiereza: su velocidad cada vez es más alta, sus pollazos rebotan contra tu culo de manera feroz, te vences sobre el diván dejándote hacer. Una vez más vuelve a detenerse y una vez más te agarra del pelo.
- Vamos, siga – le animas. - Tenía razón, doctor, esto era lo que necesitaba.
- Eso ya lo sé – dice palmeando tu culo. – Estás a mi merced, te estoy manejando a mi antojo y te estoy usando como me place.
- Y eso me encanta, doctor – le contestas – siga haciéndolo.
El Dr. Carmona reanuda su follada, esta vez con el pelo agarrado tirando hacia atrás y con la mano golpeando tu culo. Tus jadeos se convierten en gritos de placer.
- ¡¡Así, así, siga así, no pare, no pare por favor!!
El Dr. Carmona aprovecha el momento.
- ¿No quieres que pare? ¿Quieres que siga montando tu grupa de yegua? ¿Quieres que te empale con mi taladro?
- ¡¡¡¡Sííííí!!!- contestas.
- Vamos, así, - su mano agarra más fuerte tu cabeza y embiste – eres una puta calentorra y viciosa, una yegua domesticada por mi polla, una yegua sometida, una jaca con su grupa preparada para que la monte ¿verdad? – Vamos, contesta.
- ¡¡¡¡Síííí, síííí, lo sooooy!!!! – gritas.
El Dr. Carmona se detiene y te gira sobre el sofá. Te tumba boca arriba y se pone encima de ti. Vuelve a meter su polla y te mira fijamente. Tus tetas brillan con el semen esparcido de los negros. Amarra tus brazos atrás. Su lengua busca de nuevo tu boca, la lame, la ensaliva entera. Sus embestidas llegan hasta el fondo de tu coño.
- Ahora voy a sacar mi polla y voy a mearme encima de ti.
El Dr. Carmona se incorpora y te deslizas hasta el suelo. El doctor te apunta.
- Hágalo, doctor. Dúcheme entera.
El Dr. Carmona dispara su meada contra tus tetas. Mueve su polla arriba y abajo hasta que te cubre entera de su caliente líquido.
- Toma ducha caliente, zorra, disfruta de mi manguera, puta guarra.
Cuando acaba se acerca y dice –y ahora chúpala, hazme una buena mamada hasta que me corra. Le agarras la polla y la chupas con fruición. El Dr. Carmona te agarra la cabeza y te dice – saca la lengua. Le obedeces y golpea contra tu boca su polla.
- ¿Te ha gustado la meada, puta?
- Me ha encantado – le dices – vamos, córrete en mi boca, lléname la boca de leche caliente.
El Dr. Carmona se pajea frente a tu cara hasta que su polla dispara sus ráfagas contra tu boca y tu cara. Mientras te relames, escuchas al Dr. Carmona.
- Vamos, chicos, regadla vosotros también.
Te recuestas de nuevo y echas los brazos atrás.
- Ya habéis oído al doctor, regadme también vosotros. Duchadme entera.
Los dos negros apuntan a tus tetas: su potente chorro sale al unísono, sus gordas cañerías, como la boca de una manguera, van esparciendo su meada caliente sobre tu piel. Sientes cómo resbala y no puedes evitar los gemidos de placer.
- ¿Qué te pasa, zorra? ¿Te gusta una buena meada en tus tetas de puta?
- Desde luego que sí.
Los dos negros se recrean en la lluvia, apuntando con su polla por todo tu cuerpo para que no quede un resquicio en tu piel sin mojar.
- Y ahora, puta, a mamarlas hasta que nos corramos.
- Humm, qué bien, te relames, otra buena ración de leche caliente.
Coges sus pollas con brío. Abres la boca y sacas la lengua para que te golpeen con ellas.
- Venga chicos, disparad pronto, que estoy deseando llenarme de leche otra vez. Los negros se masturban con fuerza. También al unísono notan la corrida. Sobre tu boca salpica las dos corridas simultáneas, el semen que brota disparado llenándote entera. Vuelves a relamerte mientras preguntas -¿cuándo es la próxima consulta?