Inseminada por los viejos del asilo.

Una enfermera madura trabaja de voluntaria en un asilo, donde le pasan cosas increíbles.

Espero que cuando vean este relato, les encante la manera en como he sabido llevar mi sexualidad hasta ahora.

Soy una mujer de 55 años de edad, viuda desde hace 11, y tras la muerte de mi esposo, quise darle un rumbo distinto a mi vida, por lo que dejé mi trabajo de abogada y me ofrecí de voluntaria en un asilo de ancianos, donde haría las veces de enfermera. No pedí sueldo pues mi esposo me dejó bastante dinero, y podía vivir en el asilo si quería.

A lo primero los ancianos - unos 40 de entre 70 y 80 años de edad-  eran algo gruñones, pero pasado el tiempo se fueron acostumbrando a mi, e incluso se fijaban en mis pechos y ocasionalmente me tocaban un poco. Así fueron los primeros dos años, con piropos indecentes que me daban risa y hasta nalgaditas. Pero una noche no se resistieron, y mientras fui a chequearlos, uno de ellos me agarró por el cabello, llevándome donde estaban los otros. Me pusieron en una cama, me desnudaron y manosearon senos, vientre y vagina, se bajaron los pantalones y comenzaron a usarme. Me pusieron a chupar las pollas arrugadas, a la vez que me penetraban duro, y me echaban toda su leche tanto encima de mi cuerpo como dentro de mi. Fue la noche más intensa de mi vida, pues no opuse resistencia e incluso lo gocé; me volví la puta de ellos esa noche, y me gustó.

Luego de eso, los ancianos se fueron a dormir, y yo solo recogí mi ropa y me fui desnuda a mi habitación, y así sucia y llena de semen me fui a la cama. Luego de unas semanas comencé a vomitar y descubrí que estaba embarazada, lo que me alegró más que me asustó, pues de mi anterior matrimonio no había tenido hijos; lógicamente en el asilo se dieron cuenta y me mantuvieron en el durante todo el embarazi, y finalmente tuve a mi hija con 48 años de edad. Apenas nació y la recibí en mis manos, la besé, y luego nos llevaron donde los ancianos para anunciarles el nacimiento de mi hija, pero a la mayoría ni les importó, aunque eso no me hizo sentir mal.

Todavía sigo atendiendo a algunos de los ancianos del asilo - algunos han muerto y otros han ido llegando - y ahora con la pandemia mi hija y yo hemos tenido que quedarnos de forma permanente aquí, y si, ocasionalmente tengo sexo con los ancianos, al punto de que al comienzo de la pandemia me entregué voluntariamente a algunos de ellos, que me rellenaron como bizcocho. Recién ahora tuve de ellos un precioso niño que hoy tiene 4 meses y es tanto mi adoración como la de mi hija.

Puedo decir que a pesar de la pandemia, soy una mujer madura y afortunada.

Gracias por leerme.