Inolvidable Rosa

Para no prolongar más su impaciencia, introduje el perfil de mi mano entre sus piernas y subí lentamente por sus muslos, hasta tocar su sexo caliente. Las abrió un poquito y emitió un gemido de placer, al tiempo que se mordía los labios; aaaahhhh!

Hola: te mando este relato erótico con la intención de participar en este juego de seducción virtual, que disfrutes de su lectura y, si lo deseas, me hagas algún comentario. Es un texto en el que estoy trabajando y que formará parte de un proyecto más amplio –una novela-; confío en que sea de tu agrado.

Besos,

Javier

Inolvidable Rosa

Había tenido una entrevista de trabajo satisfactoria y caminaba por la calle ancha con comodidad y presteza. Hacía calor por lo que decidí entrar en un bar a tomar una cerveza fresca. Al entrar tropecé con una preciosa mujer de ojos verdes, cabello rubio y cuerpo escultural, si bien bastante joven, de unos 25 años más o menos. La cogí por la cintura para evitar que resbalara, y roce uno de sus pechos con mi mano derecha; en ese movimiento, nuestros ojos se mezclaron y en su boca apareció una sonrisa de agradecimiento y cortesía. – Gracias – me susurró con sigilo, -me llamo Rosa-.

Animado por la sonrisa, inicié una conversación trivial que poco a poco fue tomando forma; en ella se mezclaban las risas propias del deseo, con la cortesía de la distancia aconsejable. Finalmente, y después de tres o cuatro cervezas, la convencí para que me acompañara a mi casa para comer algo.

Cuando llegamos, nuestro nerviosismo era plausible, como si adivinásemos lo que iba acontecer entre los dos. Ambos sabíamos que todo terminaría en un encuentro de cuerpos, fluidos y anhelos de amor insatisfecho, pero ninguno lo mencionó. Nos dirigimos hacia la cocina para preparar unos sándwiches; ella se dispuso a cortar tomate, mientras yo ponía dos rebanadas de pan a tostar. Entonces, mi miembro viril rozó su redondo y precioso trasero; lo rozó, respondiendo con valentía y coraje, elevando su energía y endureciéndose levemente. Al principio no sabía que hacer; decidí quedarme quieto un momento; Rosa, en lugar de apartarse, se acomodó hacia atrás, presionándome levemente.

En ese momento toda mi energía sexual se hizo presente, mi verga se endureció, hasta alcanzar dimensiones considerables; mi calentura era sobresaliente y todo mi ser animal empezó a pedir libertad de acción y progreso, en el deseo de colmar un deseo que se hacia cada vez más intenso.

Nos quedamos así, moviéndonos levemente y aumentando nuestra excitación. Al cabo de rato, me eché hacia atrás y me quede quieto. Rosa se desconcertó un poco, pues esperaba que yo pasara a la acción. Sin embargo, deseaba disfrutar con ella al máximo y eso exigía rigor y prudencia en el avance. Se dio la vuelta y me miró con ojos suplicantes, invitándome a proseguir lo comenzado.

Antes de que pudiera articular palabra, la cogí de la mano y la llevé a la habitación. Mi cuarto era amplio, con una cama grande y ancha, perfecta para el gozo de los cuerpos y el sentir de las almas gemelas. Una vez allí, comencé lentamente a desabrochar su blusa; debajo de la tela blanca se advertía un sujetador con puntillas, muy fino y muy suave, propio de una mujer con encaje y sutileza. A medida que avanzaba nuestros ojos se sonreían, permaneciendo en el silencio propio de la complicidad más exquisita. A medida que aparecía su generoso escote, sus pechos se apreciaban más tersos y firmes. Mi pene estaba a punto de reventar, presionaba el pantalón con prestaza, deseando salir al aire fresco de la próxima lujuria. Pero me contuve y seguí con mi ritual de desnudarla lentamente. Rosa cada vez estaba más excitada, dirigió las dos manos hacia la cabeza y se echo el pelo hacia atrás; suspiró con cierta desaprobación.

Entonces, me incliné de rodillas y desabroche su pantalón vaquero ceñido. Tenía unas caderas preciosas, redondas y bien formadas. Su pantalón cedió a mi presión, de la misma forma que una funda libera su contenido, y en su lugar aparecieron unas braguitas blancas, húmedas ya por el deseo. Su cuerpo desprendía un olor perfumado, entre rosas y helechos de mar, una exquisita fragancia carmesí, voluptuosa y seductora. Para no prolongar más su impaciencia, introduje el perfil de mi mano entre sus piernas y subí lentamente por sus muslos, hasta tocar su sexo caliente. Las abrió un poquito y emitió un gemido de placer, al tiempo que se mordía los labios; aaaahhhh !

Poco a poco, en un giro de experto artesano, fui dando la vuelta a la mano, hasta situar mi palma sobre su coño, abierto ya de impaciencia y lujuria contenida. Presioné y toqué con fuerza su sexo, hasta que sintió el dominio de mi mano y se rindió con aspereza. La miré y me devolvió sus ojos, una mirada llena de misterio, de oscuridad y de luz.

¿Te gusta? - le pregunte

Estoy muy caliente, quiero que me tomes entera, hazme tuya ¿vale?

Lo voy a hacer, te haré mía por completo y yo seré tuyo a la vez, pero quiero que nos tomemos el tiempo necesario del placer inmenso; quiero que goces como nunca lo has hecho, vas a suspirar de amor y vas a gemir como lo hace una reina.

Rosa estaba tremenda, mojada, con las piernas un poco abierta, de pie frente a mí, mirándome entre sorprendida y divertida. Sus cabellos rubios le caían sobre los hombros, marcando la curva de unos pechos amplios y tersos, que yo deseaba descubrir y besar hasta la saciedad; mientras sus manos jugaban con mi pelo, su pelvis comenzó un leve vaivén, estaba deseosa de amor carnal, me quería dentro y se excitaba con el roce de mi mano que sostenía su sexo con firmeza.

La situé en la cama sobre sus rodillas, en la posición del perrito; sus piernas ligeramente abiertas, su pelo cayendo por sus hombros, sus manos apuntalando el peso de su torso y sus labios abiertos. Cierra los ojos –suplique-; y en ese momento le puse una venda y la sumí en la oscuridad de la noche.

¿Qué haces? – me dijo -;

Nada, tranquila, confía en mi, verás que lindo; ¿confías en mi?;

Claro – me espeto

Su cuerpo se movía de excitación, movía su bonito trasero adelante y hacia atrás, gimiendo y reclamando el bastón de mando que la poseyera definitivamente, para optar entonces por el poder de la hembra.

¿Qué me vas a hacer?- preguntó con inquietud.

Todo el placer que jamás hayas imaginado; ¿te apetece?

Claro, me estás poniendo a cien

Quizás esperaba una penetración; el caso es que me desnude con presteza, me puse de rodillas y acerqué mi polla a su boca con lentitud. Supo que mi miembro estaba cerca por el olor; un olor fuerte, de sexo varonil y ardiente, que era el que en ese momento me encumbraba a cabalgar la ola. Moví el miembro cerca de su nariz y lo baje a la altura de su boca. Sus labios se abrieron para recibir mi glande rojo y oscuro; al principio, se dedicó a lamerme el prepucio con su afinada lengua, me daba lametones exquisitos y recorría con la punta mi frenillo y la parte anterior del glande.

Eso me proporcionó una excitación mayúscula, de modo que me acomodé un poco, echándome hacia atrás, aguantándome con las manos y alzando mi estaca con toda su amplitud. Rosa pareció adivinarlo, pues en un santiamén se la comió y se quedo quieta con ella en la boca.

Que bien Rosa, -suspire-; quiero que me saques una buena verga ¿entiendes?; quiero que la trabajes bien y la transformes en tu instrumento de placer. Observa como crece mientras la mamas, y piensa que toda la longitud que alcances pasará a poseerte en lo más profundo de tus entrañas.

Entonces le quite la venda de los ojos y saque mi polla de su boca. Rosa se quedó observándola, concentrada en mis palabras, haciéndome entender que, si bien era una mujer joven, aprendía rápido y era capaz de devolverme el juego que yo había iniciado.

Te voy a sacar el pollón de tu vida; -me dijo- te voy a convertir en un falo viviente, tu estaca será enteramente mía, la quiero dura, grande y firme…;

Me miró a los ojos con lujuría y comenzó a darme pequeños mordisquitos en el glande, empecé a ver las estrellas del placer que me daba. Siguió mordiéndome la punta con delicadeza, la mordía, la soltaba y empujaba con la lengua hacia arriba, hasta que mi polla tocaba mi estómago. Entonces lo soltaba de golpe y antes de que cayera a su posición original, lo atrapaba de nuevo con sus dientes. Sus movimientos eran certeros y precisos. Yo tenía ganas de moverme, pero me quede quieto, disfrutando del inmenso placer que me daba su boquita. Sentía ya como mi ser comenzaba a elevarse por las alturas, mi antropoide gemía y suspiraba por explotar.

Entonces se la sacó despacio y me dejo libre por un momento. Comenzó a pasar sus carnosos labios por la base de mi miembro; con un movimiento rítmico que combinaba la rapidez y la lentitud. Mi polla adquirió unas dimensiones máximas, al tiempo que se calentaba y se llenaba de una energía desconocida y acuosa. Tenía la sensación de gravitar en el espacio; Rosa volvió a dejarme libre, y se quedo mirándome el miembro enhiesto y cavernoso.

Ahora está mejor –sonrió-

Sacó su lengua y lo rodeo con delicadeza, lamió todo mi falo y cuando lo tenía caliente y duro como el mármol, se introdujo levemente el glande y comenzó de nuevo a darme pequeños mordisquitos. Mi alma se remontó hasta las cotas más altas, y mi energía comenzó a fluir a ritmos desiguales, a caballo entre el climax espiritual más delicado y la fuerza animal más básica. Era un equilibrio fascinante en el que me deleité con mucha paciencia.

Cuando me soltó, la tome de los hombros y la icé hasta mi altura; entonces la bese con mucha pasión. Mis labios se acercaron a los suyos entreabiertos y suspirantes, nuestras lenguas se juntaron, derramando saliva en la boca del otro. Sentía sus pechos contra mi, su respiración agitada y el latir de su corazón.

Que bien lo estoy pasando –me dijo-; es fantástico

Tu si que eres fantástica Rosa; estás apetecible y más buena que una reina.

Aaaahhhhh ¡ -volvió a gemir -

Después de besarnos apasionadamente, volví a situarla en la posición del perrito y me dirigí a su culo. La baje las braguitas hasta media pierna y desabroché su sujetador, que quedó colgando de sus hombros.

La vista era magnífica, una real hembra a mi entera disposición, entregada a los juegos del erotismo más refinado, rítmica y sedienta de sabiduría. Comencé a lamer sus muslos con mi lengua, ella deseaba separarlos y ofrecerse en plenitud, pero las bragas estaban aún a medio camino, por lo que su deseo se veía frustrado. Observar su impotencia voluntaria, me producía un placer maravilloso; mi mano derecha comenzó a acariciar uno de sus pezones, que adquirió durezas estriadas. Presioné sus pechos y los solté con suavidad, al tiempo que tiraba de sus botones rosados, erguidos y preparados para vivir el duelo del amor prohibido.

Sus gemidos eran cada vez más intensos,

Fóllame - comenzó a decirme entre susurros-

Métemela por favor; no me hagas sufrir más.

Me acerqué a su oreja y la lamí el lóbulo, excitándola aún más.

Me va a encantar hacerlo -la conteste-; ya falta muy poquito.

Casi no podía aguantarme el deseo de penetrarla y fundirme con ella. Mientras la susurraba palabras de amor al oído, mi mano se acercó a su sexo y comenzó a blandir su clítoris;

Eres mi flor de primavera; el tesoro por fin encontrado –musite.

Rosa tembló de placer y estuvo a punto de caerse, pero la sostuve con mi cuerpo. Cuando la introduje un dedo en su caverna, se inclinó hacia delante y sus brazos cedieron, cayo sobre sus hombros con un suspiro de fragilidad.

Hummmm, que rico, que rico, como me gusta –farfullo-; si, si, dame ya, tómame, soy toda tuya –

Aún antes de haberla penetrado, su precioso y redondo culo se mostraba ante mí abierto y entregado por completo. Eso me excito aún más e intensifico mi deseo de penetrarla. Le quite las bragas por completo y separe sus rodillas levemente.

Te la voy a meter ahora- la dije

Y acto seguido acerque mi glande a su coño y le introduje mi miembro de forma gradual y sosegada. Permanecí dentro, quieto, sin moverme, hasta que nuestras energías se fundieron y el paroxismo del dolor culminó nuestra espera. Comencé un suave oscilar de caderas, seis movimientos rápidos y uno lento y profundo.

Rosa suspiraba, esperando con ansiedad mi penetración profunda y violenta; yo, por mi parte, comencé igualmente a jadear. Mientras mis manos sujetaban sus pechos dulces y blancos, y mi boca se asía a su oreja blandiendo palabras de amor y ternura; mi miembro no dejaba de explorar su cueva, abriéndola cada vez más y lubrificando el manantial de todos sus deseos.

Me detuve una vez más, jadeante ya de placer, sostuve sus caderas con mis dos manos y menee mi ser dentro con fuerza, haciendo movimientos rotatorios y firmes; ya no controlaba tanto como antes; ahora, simplemente, me dejaba llevar por la pasión dulce y el placer que aquella unión me proporcionaba. Ella comenzó a suspirar con más intensidad

Más fuerte, más fuerte - me decía con dulzura -

Era una mujer hermosa por dentro y por fuera, una hembra con todas las de la ley, y un ser sensible y cariñoso, agradecido del placer que su cuerpo y el mío culminaban. Yo proseguí con mi vaivén, a veces rápido, a veces lento; finalmente, Rosa explotó en un orgasmo de dimensiones universales, gritó con mucha dulzura y se abrió más si cabe para recibir todo el placer de las estrellas combinadas. Toda su energía me inundó y me excitó, al tiempo que me vitalizaba.

Si, si, si…-decía todo el rato-;

Que placer, que gusto, que bien

Aahhhhhhhhh ¡!

Cuando se hubo calmado, salí de su cueva y me tendí en la cama; mi miembro estaba erecto, jugoso, lleno de vida y latía contenidamente. Ella se tendió a mi lado y se acurrucó contra mi, dejándose abrazar con ternura; me beso y me susurro al oído

Gracias mi amor

Y sin mediar palabra, me cogió la polla con su mano derecha y empezó a masturbarme. Sus dedos eran pequeños y firmes, y el movimiento de su mano la abarcaba por completo, dejando mi glande al descubierto y tirando de él hacia atrás. Me cogió los huevos con una mano y me beso la punta, tirando de los genitales hacia abajo. Todo mi miembro se irguió en vertical, como si de una marioneta móvil se tratara; entonces, me soltó los testículos y comenzó a darme palmaditas en el miembro que cada vez se hacían más intensas. A medida que me golpeaba mi excitación subía; cuando termino de golpearme, me miró con picardía y me dijo

Ahora te vas a correr como nunca lo has hecho en tu vida, quiero toda tu leche -me dijo al oído- ; y quiero que sea mía.

Posó su boca sobre mi verga y comenzó a mamarme con ternura. Mi energía estaba ya desbordada y mi excitación solo era compensada con suspiros y el deseo ferviente de explotar en su boca y vaciarme de tensión. Pero ella, se acordaba de los inicios y lejos de mantener el ritmo constante, se dedicó a para de vez en cuando, dejando que mi ser se entregara a sus dominios. Cuando me liberaba, mis caderas comenzaban a moverse, presas ya de una animalidad y una pasión difícilmente incontenibles, entonces posaba su mano sobre mi estómago y detenía mi fragor, al tiempo que volvía a la carga con su sedienta boca.

Al cabo de un rato de comerme placenteramente, noté que mi semen comenzaba a caminar por los recónditos senderos del amor holográfico;

Me voy acorrer -le dije-; estoy empezando a ser tuyo.

Entonces Rosa, demostrando una fenomenal maestría, sacó mi polla de su boca y comenzó a lamerme desde los huevos hasta el glande. Yo sentía como mi fluido subía ya por mi columna vertebral, llegando a mi cerebro y bajando de nuevo. Me dio unos golpecitos en la base, y realizo unos cuantos movimientos enérgicos, me soltó de nuevo y acercó a mi boca con la suya, dándome un fenomenal beso. Extasiado y completamente entregado a sus manejos, la suplique que me corriera.

Para mi sorpresa, me sonrió y me dijo

Aún no he terminado contigo.

Yo no supe como interpretarlo, tan solo suspiraba, tratando de dominar mi impulso y ser consciente de aquella energía que me recorría.

Date la vuelta -me dijo-

Obedecí al instante y me situé a su disposición. Entonces, acercó su lengua a mi ojete y comenzó a lamerme con ganas. Empecé a verme superado por la situación; mi deseo de explotar el macho, se mezclaba ahora con mi apertura a su lengua, apertura que pronto se amplió, pues Rosa introdujo uno y después dos dedos en mi ano. Con una mano me sujetaba el miembro y con la otra me horadaba el ano a las mil maravillas.

Cuando ya me hubo abierto lo suficiente, se aparto ligeramente y se quedó mirándome; mientras, yo seguía en la misma posición, gozando de la sensación contradictoria que me habitaba. Al poco tiempo, me di la vuelta y me tumbe hacia arriba; entonces, se inclinó sobre mi y me dijo riendo

Ahora creo que si estás preparado

Y acto seguido, continuo con su majestuosa mamada, elegante y digna de una diosa como ella.

Con una mano me cogió entero, desplegándome en toda mi longitud y con la otra me acarició los huevos; me dejó el miembro quieto y acercó sus labios a mi glande. Tan solo un leve roce de su lengua bastó para que todo mi ser explotara en su preciosa boca, en el orgasmo más espectacular y placentero que he experimentado jamás. Su boca no quiso perderse el espectáculo, pues ávida de mana, se fue tragando todo el semen, hasta dejarme limpio, conmovido de placer y exhausto.

Terminada su tarea, volvió a acurrucarse junto a mi, entrelazando sus piernas con las mías, juntando sus pechos a mi torso y blandiendo un abrazo de amor y gentileza.

Tus comentarios son bienvenidos. javier@ebue.com