Inocente engaño. Un deseo del pasado

Dos antiguos novios a quien la vida separó se reencuentran por azar. Ambos están felizmente casados. Ambos se recuerdan con dulzura. El conflicto interno está servido...

El 16 de junio de 2006, Tom y Vicky se encontraron. Él era estudiante de derecho, ella de arquitectura. Él contaba 25 soles; ella, 21. Él luchaba por superar su timidez; ella, su inseguridad. Se conocieron en la fiesta de cumpleaños de una amiga común, y esa misma noche se intercambiaron sus corazones como rehenes de un amor recién nacido.

El 23 de junio de 2006, Vicky y Tom comprendieron que estaban perdidamente enamorados y, aunque aún pasaron unos meses hasta que se atrevieron a confesárselo, ya supieron que aquella sensación que los desbordaba era el fuerte lazo con el que el destino lus había unido. Sí, finalmente, se habían encontrado. Su amor floreció y creció, e hizo de ambos la versión más perfecta de lo que jamás habían sido. Lo compartieron todo, crecieron juntos y superaron todos los obstáculos que la juventud presenta con la ayuda del otro. Inventaron una nueva forma de amar y la cabalgaron día tras día con la desbordante seguridad de aquellos que saben que lo tienen todo y que no lo pueden perder.

Pero el 24 de enero de 2010 otra persona encontró a Tom, y el sueño de ambos se desvaneció. El optimismo se fundió lentamente, como un trozo de mantequilla en una sartén. El 1 de septiembre de 2010, Tom dejó a Vicky. Acordaron mantener la amistad, como acuerdan todos los que se amaron sinceramente, y también como todos ellos, comprendieron a su debido tiempo que tal amistad era una quimera que la nueva pareja de Tom jamás comprendería. Y fue una suerte, porque amores locos no pueden surgir amistades sensatas. En pocos meses, de su castillo de naipes levantado con su amor y con las ingenuas esperanzas de la juventud, no quedaba nada más que los escombros de la decepción y las cenizas de las expectativas frustradas.

El 29 de junio de 2011, Tom y Vicky se vieron por última vez. Se prometieron eterna amistad a distancia, se abrazaron, y se dijeron adiós. En un acto de auténtica apreciación mútua desecharon todos los rencores y rencillas que pendían de su ruptura, pusieron a buen recaudo en el baúl de los recuerdos aquello que quedaba de la antigua estima que se tuvieron, y pasaron página.

Pasaron los años, yTom se casó con aquella mujer que le separó de Vicky. Vicky también lo hizo, un tiempo más tarde. Ambos se mudaron y abandonaron la ciudad que les vio enamorarse. Ambos progresaron en sus respectivas profesiones y encontraron la felicidad que se merecían al lado de personas entrañables y dignas de ellos. Cada uno por su lado vivió una vida feliz y completa.

El 12 de junio de 2017 era sábado, y sin aviso ni anticipo, el destino volvió a cruzarles del modo más salvaje.


Ese día, Tom cogió un tren hacia su antigua ciudad para pasar el día allí. Su mujer estaba de viaje de negocios 3 días, y quería aprovechar sus días de soledad para bucear en las tiendas de la ciudad de su hobby personal y para darse un regalo a si mismo en forma de aquella música que a él tanto le calmaba y a su mujer tanto le aburría. Por su parte, Vicky se encontraba en la misma ciudad, de visita a sus padres y antiguos amigos durante una semanita mientras su marido se concentraba en un proyecto importante.

Eran las 12:40 del mediodía cuando Tom, saliendo de unos grandes almacenes en pleno centro, se cruzó con una silueta del pasado que despertó de immediato recuerdos almacenados en lo más profundo de su memoria. Su inconsciente se convirtió en pensamiento consciente sin que apenas lo percibiera, y antes de darse cuenta inquirió al vacío:

-¿Vicky?

Vicky, sorprendida, se giró y descubrió, 11 años después de conocerse y 6 después de verse por última vez, a Tom. Inicialmente se quedó casi congelada, con una graciosa expresión de sorpresa en el rostro que desvelava su astoramiento, y, dubitativa, respondió:

-¿Tom?

Temerosos de no ser un espejismo y de que la visión se desvaneciera, permanecieron con la mirada fija el uno en el otro durante un minuto, sin que ninguno se atreviera a ser el primer en romper el silencio y poner a la vista del otro si su encuentro les producía euforia o ansiedad.

Finalmente, Tom se atrevió a acercarse vacilante a ella, y esbozó una sonrisa, que sin que delatar su intensa alegría por verla, le hiciera comprender que no era un enemigo, sino un amigo. Vicky se dejó convencer por la sonrisa de Tom, como siempre, en la certeza de que su antiguo compañero era sincero en su lenguaje corporal. Volvieron a detenerse a apenas 1 metro de distancia, y después de vencer sus últimas reservas, se fusionaron en un emotivo y tierno abrazo.

Rápidamente, ambos comprendieron que cualquier razón para mantener una actitud de reserva era innecesaria, y, relajados, se contaron en apenas 2 minutos todas sus respectivas vidas. Ambos sentían el deseo de saber más y de regalarse una indulgente recompensa al duro esfuerzo de mantenerse totalmente desconectados durante tanto tiempo, pero ¿como hacerlo? ¿Hasta qué punto sería aceptable seguir hablando?

Vicky pensó que nada había de malo en volver a abrazar a Tom, y una vez enlazados, Tom pensó que no había nada malo en invitar a Vicky a comer juntos, si es que ella estaba libre. Vicky dudó, pensando en si a su marido le parecería bien, pero de nuevo decidió que no había nada indecoroso en compartir una simple comida con una vieja figura de su pasado, ya que, a fin de cuentas, no había buscado de manera consciente y por medio del engaño ese reencuentro. Por otro lado, recordó dolida que aquella semana estaba lejos de su marido porque éste había puesto por delante su trabajo, y sintíendose justificada a la vez que confiada en su virtud, aceptó. Todo ésto pensó Vicky, pero sin darse cuenta, se le escapó una poderosa razón más para aceptar la proposición de Tom.

Acordaron dirigirse a un céntrico restaurante al que siempre quisieron ir en sus días de pareja pero al que sus modestas posibilidades juveniles nunca les permitieron ir, no muy lejos de donde se encontraban. De camino, a Tom le pasaron por la cabeza todas las razones por las que quizás no debería hacer lo que estaba haciendo: ¿le parecería bien a su mujer? ¿les vería algún conocido que por azar se cruzara con ellos entre el gentío? ¿se sentiría Vicky coaccionada a comer con él sin desearlo? Todas estas preguntas y más, muchas más, Tom las desechó. Las desechó pensando en que eran nada más que los bellos recuerdos y el interés natural por la persona más significativa de su pasado las razones que le movían a querer compartir un par de horas con su antigua novia, y que en ningún momento había traicionado a su mujer. Esto es lo que Tom pensó, pero sin darse cuenta, se le escapó una razón más.

Quiso el azar que les asignaran una mesa discreta, alejada del barullo de la muchedumbre y resguardada de muchas miradas. Ambos seguían sintiéndose un poco fuera de lugar, así que la intimidad del escenario les ayudó a relajarse.

Tom le explicó cómo estaba felizmente casado (sí, con la mujer por quien dejó a Vicky) desde hacía 5 años, y Vicky le respondió que ella también, desde hacía dos. Tom se sintió aliviado al saber que ambos eran felices. Vicky le preguntó si no tenía hijos y Tom le confesó que no los deseaba, y a su turno Vicky le confesó que ella sí pero aún no. Vicky le explicó con modestia como había despegado su carrera como arquitecta, y Tom la felicitó de todo corazón. Ella le devolvió el cumplimiento cuando Tom le explicó que también él parecía estar en la buena senda laboral, habiendo dejado atrás sus expectativas más humildes desde hacía tiempo, y ambos pensaron para si mismos que a ninguno le sorprendía el éxito del otro, pues se conocieron y alentaron sus virtudes respectivas antes que el mundo exterior las descubriera.

Entre el primer y el segundo plato, Vicky empezó a pensar que, a todo aquello que ella conocía y recordaba respecto a Tom había que añadirle el hecho de haber madurado muy bien. Olvidado había quedado su estilo desmañado y su talante a veces excesivamente irónico, y delante solo veía a un hombre atractivo, maduro y elegante, de conversación amena e interesante a la vez que divertida. Tom, por su parte, tardó quizás un poco más, pero antes de terminar los segundos ya comprendía que su antigua novia, dulce y generosa, atractiva en su voluptuosidad pero recelosa de todo, se había convertido en una sensual mujer cuyo aplomo habría desarmado a cualquiera.

Apenas se había llevado el camarero los platos de los segundos, Vicky cayó en la cuenta de que su pasajero reencuentro pronto llegaría a su fin, y quiso asegurarse que tal inesperada oportunidad le permitía poner un punto y final definitivo y más agradable a su historia con Tom, nunca bien cerrada a tenor de lo amenudo que se descubría pensando en él, de modo que con ese fin, y solo con ese, de repente le pidió:

-Tom, me gustaría que cuando nos despidamos nos diéramos un abrazo -a lo cual éste respondió:

-Claro Vicky, a mi también.

Vicky no se apercibió, pero intuyendo que Tom sentía lo mismo, quiso ser un poco más atrevida y sugirió:

-... Y ... si te parece bién, ¡solo si te parece bién!, me gustaría que nos diéramos un beso... Creo que es la mejor manera de decirnos adiós.

Tom, sorprendido, tuvo la serenidad para reflexionar antes de responder, y dijo:

-Vicky... creo que sería mejor que no. Si te soy sincero, estoy de acuerdo en que sería una manera muy bonita de despedirnos, pero hay lodos que es mejor no pisar.

-Tom, no me malinterpretes, no quería dar a entender nada malo. Ambos estamos casados y mañana seguirás tu con tu mujer y yo con mi marido. Simplemente, creo que nuestro último adiós fue demasiado triste para algo tan bonito como lo que tuvimos y, ya que el destino nos ha brindado esta oportunidad de hoy, no quiero esta vez ocurra lo mismo...

-Lo sé, Vicky, pero no será así no te preocupes. Creo que este encuentro ha sido lo que necesitábamos. Para ser totalmente sincero contigo, te confesaré que he pensado muy a menudo en ti, y me alegra muchísimo haberte visto. No me habría parecido adecuado buscarte por respeto a nuestras parejas, pero las circunstancias lo han facilitado y no me siento mal por haber pasado este día contigo. ¡Ojalá el destino quiera que nos volvamos a encontrar del mismo modo, por puro azar y sin acompañantes, cada cierto tiempo!

-Sin acompañantes, ¿eh, pícaro? - Vicky le guinó un ojo a Tom, antes de añadir- Está bién, no insisto, supongo que tienes razón. Lo más importante para mi también ha sido poder vernos y comprobar que entre los dos no hay rencores, sino que en nuestros recuerdos ha ganado lo mucho que compartimos.

Llegó el camarero con una única carta de postres. Inocentemente, Vicky se levantó de su asiento enfrente de Tom y se sentó a su lado para leer ambos la carta, y tras dudar un poco decidieron compartir un helado de crocanti. Vicky, aún inocente incluso a sus propios pensamientos, no volvió a su sitio original, y sintíendola tan cercana Tom empezó a deslizarse por el peligroso pendiente de los deseos no formulados. Quizás por esta razón, y sin saber muy bien porqué, al cabo de un par de minutos Tom puso su mano encima del musla de Vicky, a la vez que desenfadadamente le decía:

-¡Pues nada, Vicky! Aquí estamos, tanto tiempo después... Siempre he tenido deseos de saber que habría sido de ti, pero debo decirte que ¡estás espectacular!

Con un divertido mohín que denotaba recibir el cumplido con agrado a pesar de sus palabras, y a la vez que ponía su mano encima de la de Tom dándole unas amistosas palmaditas, ella respondió:

-No seas adulador, Tommy... Que me lo digan los demás, pase, pero que me lo digas tu que me rechazaste no vale!

-Touché! -agregó él, guiñándole el ojo – No, bromas a parte, te lo digo de verdad. Los 30 te han sentado bien. Siempre fuiste atractiva, pero te soy sincero cuando te digo que estás guapísima. Supongo que ahora sabes vestir mejor tus encantos naturales.

  • Bueno bueno, si insistes me lo creeré. Supongo que tienes razón en una cosa, con el tiempo he encontrado mejor mi estilo personal. No sé si eso es bueno o no, pero es mi estilo. Y por lo menos ¡parece que te gusta a ti! Tu también estás muy cambiado, por cierto...

-¿Cambiado? ¿Qué quiere decir eso? ¿Que he engordado y soy irreconocible, que las arrugas ya han borrado la cara que tu conocías? -Tom se dejaba submergir por las agradables sensaciones de juguetear con Vicky sin darse cuenta que cúanto más se dejaba llevar por las olas de esta corriente más le costaría salir cuando tuviera que hacerlo.

-¡Tal cual lo has descrito, si señor!

-¿En serio? Y yo que pensaba que el running me sentaba bien...

-No, burro, no... La verdad es que tu sí que has cambiado de estilo! Creo que si no me hubieras reconocido tu, yo no lo habría hecho! Mírate, quien te ha visto y quien te ve!

-Mmmm... No sé si esta expresión tiene un sentido positivo o negativo.

-Muy positivo, ¡ya te lo digo yo! Me gusta tu nuevo stilo «smart-hipster», te sienta muy pero que muy bien. - Vicky empezaba a enlodarse sin entender donde se estaba metiendo. Lo siguiente lo dijo también en tono de broma, pero por primera vez comprendió que sus palabras la estaban llevando a un terreno pantanoso - Si estuviera soltera...

Tom no habría sabido qué responder, a pesar de que le encataba todo lo que estaba escuchando, así que fue una suerte -seguramente- que en ese preciso instante llegara el camarero con el postre y cortara su conversación. Con la copa de helado entre ambos, Vicky se reacomodó ligeramente, sentándose en ángulo en dirección a Tom, y un poco cortada por lo que acababa de decir se abalanzó sobre el helado intentado desviar la conversación. Por primera vez se sentía nerviosa, no obstante, y al intentar aparentar una naturalidad forzada, su cuerpo le jugó una mala pasada:

Primero, en su gesto de reclinarse sobre la mesa, el escote de la camisa de Vicky quedó expuesto a los ojos de Tom, que no pudo sino admirarlo. Luego, al tomar la cucharada y llevársela a la boca, lo hizo mirando de reojo a Tom de un modo involuntariamente sensual, a pesar de que ella simplemente pretendía controlar qué ocurría a su alrededor. Y finalmente, mientras se reincorporaba, quiso demostrar su aprobación al helado con un ligero sonido y una inclinación hacia atrás de la cabeza y la espalda que sin querer exageró demasiado, proyectando sus voluptuosos senos hacia adelante de tal modo que por breves segundos su fina blusa marcó sus formas en todo su esplendor.

Y Tom notó como las turbias aguas en las que se estaba metiendo subían un poco más.

Por primera vez estaban ambos incómodos, aunque no a disgusto. Mientras seguían deleitándose con su postre, Tom miró un par de veces con envidia la cuchara que las manos de Vicky tomaban y llevavan directa a sus labios, pero supo mantener la sangre fría y no decir ni hacer nada.

En silencio, y sintiéndose admirada por su antigua pareja, se sorprendió deseando que la mano que se había posado en su muslo unos minutos antes volviera a hacerlo. Y tan pronto como se dio cuenta este deseo, notó una cierta humedad en determinada parte de su cuerpo.

Pasaron tres, cuatro minutos; el helado se acabó, y ni la mano ni los piropos habían vuelto, y entonces la versión más madura de Vicky, la que Tom no había conocido años antes, decidió ser parte activa en el desarrollo de las acontecimientos: con gesto seguro y delicado, fue ella quien tomó ahora la mano de Tom y la dejó reposar entre las suyas, en su falda. Tom se percibía ya con el agua hasta la cintura, y cuando ella cogó sus manos le pareció vislumbrar que una peligrosa ola se acercaba. Ella empezó:

-Tom...

Él creyó que iba a insistir en su deseo que se despidieran con un beso. Su mirada estaba fija en los rojos labios de ella y en sus pómulos carmesíes. Se sentía atraído hacia ellos, y los percíbia a la vez tan cerca y tan lejos...

Ella acarició ligeramente el dorso de la mano de Tom.

-...Tom... Ya nos hemos acabado los postres... ¿Como nos vamos a despedir? ¿Me vas a dar ese beso?

Tom resopló inseguro; su mano escapó de entre las de Vicky y volvió a posarse directamente sobre su muslo. Mientras lo acariciaba suavemente con movimientos seguros pero recatados, se dió un tiempo para pensar qué responder. Sabía que no debía hacerlo, y sin embargo lo deseaba tanto... Pasaban los segundos y era incapaz de tomar una decisión, y entonces se dio cuenta de la estupidez de vacilar en besar a una mujer a quien sus caricias ya le estaban diciendo que sí. Finalmente sintió como la ola de deseo que tanto rato antes había empezado a acercarse hacía él lo cubría por entero y decidió hacerlo. Decidió besar a su exnovia allí mismo y en ese mismo instante. Su indecisión lo salvó, sin embargo, pues aquellos escasos segundos de duda hicieron que Vicky interpretara su immovilidad como un no, y que de modo imperceptible separar su cuerpo de el de él.

Paradójicamente, tan pronto como Tom sintió que ella se retiraba, sintió la absoluta necesidad de evitarlo. ¡No quería que ése ambiente de complicidad se rompiera! No quería hacer nada inadecuado, y sin embargo estar junto a ella, tocarse, pensar en sus labios y saber que ella pensaba en los suyos era muy placentero. Aunque de modo racional era incapaz de decidirlo porque sabía que no debía hacerlo, en realidad deseaba ardientemente el cuerpo de Vicky. No solo un beso, no. La deseaba entera. Y como era incapaz de decidirlo, quería permanecer en esa zona en que todo es posible el mayor tiempo possible, sin que ocurriera nada pero sabiendo que podia ocurrir. Así pues, ahora fue Tom quien volvió a acercar su posición corporal a ella, tomó con cada una de sus manos una de las suyas, y le respondió:

-...Vicky... ¿estás segura?

Vicky era un poco más consciente de sus sensaciones que Tom. La humedad entre sus piernas no dejaba duda de lo que el cuerpo le pedía, pero también sabía que no debía hacerlo. Si fuera él el que empezara... ella sabía que no podría ni querría detenerse ni detenerlo. Sin embargo, si no empezaba él... El abismo entre desear a su antiguo novio y el hecho de dar el paso era tan peligroso que sabía que ella no se atrevería a darlo. Quizás si se mantenía en esa actitud receptiva sería él quien se apoderara de sus labios, y entonces ya tan solo le quedaría abrirlos para recibirle... Así pues, Vicky no dudó en responderle afirmativamente, quizá de un modo demasiado tajante.

-Sí. Hazlo. Hazlo ya, por favor.

Tom no comprendió la rotundidad de la respuesta de ella y se echó atrás. En ese momento, se engañó a si mismo al creer que él aún pensaba en un simple beso de despedida y que quizás ella quería algo más, y asustado la interrogó:

  • Sabes que no es buena idea. ¿Qué ocurre con tu marido y con mi mujer? -Sin embargo, Tom estaba totalmente excitado. Cuando le dirigió esta pregunta creyó que así conseguiría que ambos se calmaran, pero su cuerpo lo traicionó, y en vez de preguntarselo frontalmente, se inclinó hacia Vicky y vertió sus palabras en un susurro a su oído. Y mientras tanto, desde esta posición de altura, no pudo evitar volver a bajar los ojos y fijarse en lo que el último botón de la blusa de Vicky dejaba ver. Vicky notó la caricia en su oído del aliento de Tom y se excitó, y percibiendo los ojos de él clavados en sus pechos, le respondió también en un delicado susurro:

-Solo es un beso, Tom... O ¿estás pensando en otra cosa? Serás malo...

Una vez dicho esto, Vicky se separó ligeramente de Tom pero lo miró directamente a los ojos desde una posición un tanto inferior con una expresión de claro deseo. Sus manos aún reposaban sobre las firmes piernas de él. Sin decir nada más, Vicky consiguió que los sueños más oscuros de Tom tomaran forma y cogieran energía.

-No podemos besarnos aquí en público, Vicky. ¿Porqué no... -Pero ella ya estaba lanzada y no pudo ni esperar a escuchar la propuesta de él.

-Vamos al servicio. Te espero allí en un par de minutos.

Tom no se había dado cuenta hasta ese momento en que Vicky se incorporó y la vio alejarse de que estaba totalmente empalmado. Conforme ella se alejaba y él se deleitaba con su contoneo de caderas, se imaginaba agarrandola de la cintura y apretando su trasero contra su duro miembro, se imaginaba recorriendo todo su cuerpo con sus manos y arrancándole gemidos de placer. Quizás esa visión explícitamente sexual le ayudó, o quizás fueron esos dos minutos de soledad, pero fuera por la razón que fuera, Tom se enfrió. Recordó a su mujer, y reflexionó sobre qué había ido mal a lo largo del día: ¿porqué el reencuentro con Vicky, tan agradable y dulce en un principio, podía acabar en un acto tan sucio como ponerle los cuernos a su mujer? Cuando Tom se dirigió al servicio después de pagar la cuenta, ya había decidido no llegar a este extremo. Se despediría de Vicky con un dulce beso, la mejor manera de reconocer el puro amor que les unió y la cristalina estima que aún les unía. Cuando pudo llegar a esta resolución, Tom encontró la presencia de ánimo necesaria y se dirigió con paso firme al servicio.

El espacio era como sigue: un habitáculo principal, con lavamanos y toallas; dos habitáculos pequeños a la derecha, uno para hombres y otro para mujeres; uno mayor a la derecha, para discapacitados y mujeres con bebés. Todo el servicio estaba decorado en tonos piedra oscura sin ninguna entra de luz natural y con una iluminación ténue. Cuando Tom entró, Vicky estaba acabando de secarse las manos. Ambos se saludaron, nerviosos, y Tom le pidió permiso para lavarse las manos también. Mientras lo hacía, Vicky esperaba de pie a su lado sin saber muy bien que hacer, esperando que su ex se dejara de tonterías y se lanzara sobre ella de una vez por todas. Mientras él se reclinaba sobre el lavamanos, ella se imaginaba clavando las suyas en sus glúteos y apretándole contra su cuerpo. Sentía una excitación incontrolable, y a la vez cierta rabia por sentirla. ¿Porqué un reencuentro casual no podía quedar en una noble y bella manera de homenajear su antiguo amor? ¿Porqué se sentía tan compelida a acarciar cada centímetro del cuerpo de su ex, engañando así a su marido? ¿Porqué se sentía tan atraída por un hombre que estaba casado con la mujer por quien la abandonó? Ella no se dió cuenta hasta mucho después, pero el hecho de estar seduciendo a la persona a quien años atrás otra mujer había seducido para alejarlo de ella satisfacía una escondidísima rendija de necesidad de venganza. Y por lo que respectaba a su marido, ni siquiera pensaba en él, pues precisamente su absoluta dedicación al trabajo era la razón por la cual ella se encontraba sola en su antigua ciudad. En esos momentos Vicky no era consciente de todo esto aún; no sabía ni siquiera que ocurriría a continuación. Simplemente sentía que lo que iba a ocurrir era algo que necesitaba. Lo necesitaba su mente y, en esos momentos, sobretodo lo necesitaba su cuerpo.


Tom terminó de lavarse, se secó las manos y se giró hacia ella. Vicky se apartó un mechón de pelo y dio un paso hacia él.

Tom la contempló con admiración pero sin moverse, y ella se acercó un pasito más, decantando la cabeza sutilmente, imaginando ya el contacto entre sus labios y los de él.

Tom se decidió, cubrió en dos lentos pasos el espacio que les separaba y posó su mano derecha en la cadera de ella. Vicky sonrió, posó las suyas en las de él, y clavó sos ojos verdes en la immensidad de los ojos grises de él.

Y finalmente Tom se dejó engullir por la enésima ola de deseo, cogió delicadamente del cuello con su mano izquierda a Vicky y suavemente la besó.

Sus labios se reencontraron con delicadeza. Con besos largos pero tiernos, recorrieron el espacio entre la última vez que se habían encontrado, años atrás, y el momento presente. Con una dulce cadencia se saborearon, se reconocieron, se alentaron durante un par de minutos, hasta que Vicky, embelesada, se separó ligeramente y apoyó su frente sobre la de Tom para recobrar el aliento y gozar de cada sensación de lo que estaba ocurriendo. Las manos de él, que se habían desplazado por toda su espalda, sus labios, su olor, la presión de su cuerpo... incluso podía intuir como abultaba su sexo. Vicky quería más y volvió a buscar los labios de Tom...

... Pero Tom interpretó el respiro de Vicky como el final. Un final que él esperaba y temía a la vez, un final que era necesario y deseable pero que no deseaba. Tom vio en aquella pequeña pausa la oportunidad de no ir más allá de lo que debían y, sabedor que por su parte jamás habría encontrado la fortaleza para detenerse, la agradeció. Sin dejarla,Tom se separó un palmo de Vicky, y justamente cuando lo hacía notó que ella intentaba reanudar su beso. Con un segundo de oxígeno en su cerebro, Tom pudo resistir la tentación, y desde la seguridad que le daban los centímetros que ahora los separaban, aceptó el beso que Vicky le lanzaba como el inicio de una paulatina retirada. Aún se dieron dos, tres, cuatro, cinco, seis, y hasta diez besos más, pero con cada uno de ellos la distancia entre ambos la distancia aumentaba.

En su fuero interno, ambos reaccionaron opuestamente ante este inesperado final. Por su parte, Tom estaba confuso pero se creía salvado, pero Vicky por su parte... ¡Esto no era lo que Vicky deseaba!

Tom reculó un par de pasos, y miró a Vicky esperando encontrar en ella la satisfacción de haberse dado la pequeña indulgencia de seducirse sin haber cruzado ninguna linea, y sin embargo se encontró con una mirada de sorpresa e indignación. Vicky no decía nada, pero parecía preguntarle con incredulidad porqué había parado.

Vicky no comprendía nada. Podía imaginar qué pretendía Tom, pero no era capaz de entender ni porqué ni cómo. ¿Porqué había dejado de besarla? ¿Porqué tan pronto? ¿Tanto coqueteo por un beso de dos minutos? ¿Y como había sido capaz de hacerlo? ¿Es que a caso no le gustaba? Una emoción difícil de describir, mezcla de insatisfacción, tristeza y rabia, se estaba apoderando rápidamente de ella y la empujaba a marcharse de allí a la vez que seguía mirando a Tom e intentado decirle con la mirada: «ven aquí y hazme tuya de una puta vez, ¿no ves que estoy mojada como una perra y necesito ser tuya una vez más?»

Tom no sabía que demonios decir, se sentía confuso, y cuanto más la miraba más volvía a desearla. No entendía porqué se mostraba tan dura cuando él había hecho esfuerzos sobrehumanos para resistir a la tentación. ¡Incluso pensó que ella era una desagradecida! ¿La frustación física de resistirse a ella y el esfuerzo por convertir su reencuentro en un final memorable se encontraban solo con aquella fría mirada, impossible de interpretar? Tom percibía la insatisfacción de Vicky, pero no su silencioso reclamo. Sin embargo, cuanto más tiempo pasaban mirándose en silencio, más crecía su deseo. No podía apartar su mirada de sus generosos pechos, de las redondas curvas de sus caderas, de su plano vientre y sus esbeltas piernas. Estaba preciosa, y el deseo de arrancarle la ropa se estaba convirtiendo en una necesidad irrefrenable.

La tensión crecía en ambos al mismo tiempo, y se desbocó aproximadamente al mismo momento. Vicky se dirigió hacia Tom y le planto un suave beso en la mejilla, lo abrazó cariñosamente y le dijo adiós, dispuesta a entender que aquello se acababa allí.

Tom recibió el beso y el abrazo en un estado de agarrotamiento total, observó desesperado a Vicky dar media vuelta, y entonces despertó. «¡No te vayas!», pensó desesperado Tom, y antes de que cruzara la puerta la agarró del brazo, le dio media vuelta, la guió firmemente hasta la pared y se lanzó una vez más contra sus labios, ¡rogando para que no fuera demasiado tarde!

Tom la besó desatado, y antes de que ella pudiera reaccionar, sus se dirigieron directamente a su culo y la presionaron contra él de la manera que tanto había deseado: su sexo contra su sexo, sus pechos, dulcemente aplastados contra el suyo, sus labios perdidos enlos de ella, y Vicky... Vicky se fundió como un azucarillo, suspiró de placer y se agarró con fuerza a la espalda de él. Tom besó su cuello y Vicky pronunció en voz baja su nombre. Tom respondió pronunciando el suyo con pasión, y entonces ella cogió su cabeza con sus manos y la guió para que sus bocas se reencontraran. Esta vez ella misma abrió sus labios para buscar con su lengua la de Tom y la introdujo en su boca. Tom aceptó con placer el reto y con su propia lengua penetró la boca de ella. Ambas lenguas se enroscaron, se desanudaron, se lamieron. Tom le dio pequeños y dulces lametones en el cuello, y Vicky le pidió que no parara. Él se apoderó con sus labios del lóbulo de ella a la vez que le susurraba todo tipo de cosas.

-Vicky... no pienso parar....¿Es esto lo que querías?

-Sí, Tom... esto y más...

-Más.... ¿qué quieres, exactamente, Vicky? Dímelo...

-Tom, ya lo sabes....

-No lo sé, Vicky.... Dímelo...,

-¡¡Quiero que me folles!!

-Ah sí, ¿eso quieres, Vicky? ¿Y si yo no quiero?

-Cabrón, te mueres de ganas como yo, no digas que no...

-¿Ah sí?¿Y como lo sabes? -replicó Tom juguetón, sin dejar besarla en el cuello.

Vicky aceptó el juego de Tom, y a la vez que le agarraba con una mano de la camisa para evitar que ni se le ocurriera interpretarlo mal, separó a su ex un palmo, y mientras le miraba fijamente a los ojos, dirigió su otra mano a su entrepierna, en estado de gloriosa excitación, y sin ninguna verguenza y con toda la lujuria del mundo se la empezó a acariciar fuerte, con ansias.

-Mira como tienes la polla... Tu polla se muere de ganas de tocarme, de estar dentro mío... Y tu te mueres de ganas de tocarme las tetas, verdad? Te has pasado el día mirándomelas... -solamente la mención a sus pechos puso a Tom más allá de su límite, y exclamó:

-¡Ven aquí, Vicky! Tom agarró a su exnovia y la llevó hacia el interior del primer cubículo que encontró, el de las mujeres, a su derecha. Ella se dejó llevar, extasiada. Tom cerró la puerta con pestillo y se abalanzó directamente sobre Vicky.

Le comió los labios una vez más y ella lo apretó contra si misma con fuerza, pero él consiguió el espacio suficiente para que sus besos y lametones fueran trasladándose hacia el sur.... progresivamente, de sus labios a su mentón, de su mentón a su cuello («¡Ah!, que delícia...», pensaba ella) de su cuello a sus hombros, de sus hombros, y siguiendo el espacio de carne que su camisa dejaba a la vista, se acercó progresivamente a sus pechos, y finalmente, en un instante de gloria, empezó a besar la parte superior de su escote. Ella gemía y gemía, cada nueva caricia elevaba sus cotas de placer y a la vez aumentaba su excitación y sus ganas de más. Mientras Tom besaba las primeras cuestas de sus prominentes pechos, ella no pudo evitar exclamar:

-¡¡Sí, Tom, tócamelas!!

Tom se excitó al escucharla, y pasó de los suaves besos en el escote a un casi mordisco en pleno pezón, por encima de la ropa. Se levantó, giró a Vicky con un movimiento fuerte, y una vez la tuvo de espaldas agarró con fuerza sus tetas a la vez que apretaba su empalmadísimo sexo contra su culo. Mientras Tom recorría con sus labios sus orejas, su cuello, su nuca, y sus manos alternaban trazaban con lujuria fuertes caricias que iban de la parte frontal de sus muslos hasta sus deliciosos pechos, Vicky gemía y hacía lo possible, echándose hacia atrás, por buscar con sus manos el culo de él y apretarlo cuanto más mejor hacia su cuerpo, a la vez que giraba la cabeza buscando encontrar con sus labios otra vez los de él. Entre gemidos y besos, ambos buscaban provocar y excitar al otro:

-Vicky, que tetas tienes... ¿Sabes cuantas veces he soñado con ellas estos años?

-Sí, Tom... las mismas que yo con tu polla... Me vas a comer las tetas, ¿verdad? Quiero que me comas entera...

-Oh, sí, baby... te voy a comer toda como no te han comido en mucho tiempo... Me tienes a mil, Vicky... lo notas?

Y diciendo esto, aún agarrando firmemente a Vicky por detrás, Tom empezó a desabrocharle su camisa.

-Sí lo noto, Tom... Tienes la polla a tope, ¿que te ocurre?

-Que quiero metértela, Vicky...

-¿Ah sí? ¿Quieres follarte a tu ex, Tom? Oooh... ¿Que pasa, tu mujer no te folla bien?

-A mi mujer déjala en paz, Vicky... o es que a tu marido le gusta que le pongas los cuernos con tu ex?

-¡Aaaah, no lo sé, nunca lo he hecho, hoy será la primeraaaa... -Una vez desabrochada la camisa de Vicky, la mano de Tom se escurrió por debajo de su falda e hizo una primera incursión sobre el coñito de ella, que tocó por encima de sus braguitas. Tom la acarició así un minuto, una mano sobre su pecho, directamente ya sobre el sujetador, la otra sobre su sexo, hasta que Vicky, notando que apenas se podía sostener en pie, sentó a su exnovio en el retrete, se sentó ella encima, recuperó el contacto entre sus labios brevemente para, acto seguido, quitarse su camisa, ya desabrochada, y empezar a desabrochar la camisa de él. Mientras tanto, Tom le acariciaba las tetas sin dejar de mirarlas extasiado.

-Dios Vicky, son divinas...

-Son tuyas, Tom... Además, las de tu mujer no son como estas, verdad?

-Qué cabrona eres... antes no eras así, eh?

-Hahaha no... -y reclinańdose sobre el oído de Tom, insistió:- pero es cierto, verdad, cariño? Verdad que te gustan más mis tetas? Verdad que si las muevo así – y bamboleó sus grandes ubres delante de la cara de Tom- no puedes resistirte?

-Joder, Vicky...

-¿Joder qué? No te gustan más? Dímelo... - esta vez Vicky tomó sus propios pechos con sus manos y se los amasó lujuriosamente para deleite de Tom –

Tom no fue capaz de responder, porque la imagen lo excitó tanto que se lanzó a meter su cabeza entre los dos grandes pechos de Vicky y a amasarlos y lamerlos con desespero. Vicky, excitadísima, agarraba su cabeza para que no se separara a la vez que frotaba su sexo contra el de él, hasta que esta caricia indirecta forzó a Tom a levantarse, con ella encima y enclastarla contra la pared. Allí, su boca por fin fue capaz de abandonar las tetas de Vicky y empezaron a recorrer su abdomen con besos lascivos, cada vez más abajo, a la vez que sus manos acariciaban las piernas de ella. Tom acabó de rodillas, lamiendo más que besando el ombligo y el plano vientre de ella, mientras sus manos se aventuraban por sus piernas cada vez más arriba, aunque siempre por los lados. Cuando con los labios alcanzó el límite superior de su falda, levantó la mirada hacia el rostro de Vicky, que le pedía más con ojos suplicantes, llevó de nuevo una mano para acariciar el sobreexcitado sexo de ella sin dejar de mirarla, y enterró su cabeza por debajo de su falda para propinar una lentísima y gustosísima lamida a su coño, de arriba a abajo. Luego Tom apartó el borde de sus bragas y repitió el movimiento, esta vez directamente sobre su cuerpo, y finalmente separó con mucha delicadeza sus labios vaginales para lamer su clítoris y volver a saborear sus jugos.

Vicky no podía soportarlo más, apenas se mantenía de pie. Tom lo percibió y se reincorporó, la giró bruscamente y la puso de cara a la pared mientras el se restregaba con ella por detrás. Sus manos desabrocharon su falda y se la sacó con movimientos frenéticos, despeserado por sentir su cuerpo. Ella lo ayudó con el movimiento de su cadera y quedó en ropa interior.

Entonces Vicky pudo girarse y acabar de quitarle a él la camisa. Necesitaba tocar tanto como ser tocada, así que esta vez fue ella la que empujó a Tom de espaldas a la pared y se pegó a él como una lapa. Recorrió con sus labios su cuerpo entero sin dejar de frotarse contra él, pero tenía prisa por llegar a su ansiado anhelo, y en un par de minutos ya estaba desabrochando su cinturón y el pantalón. Una vez abierta la puerta hacia el paraíso prometido, Vicky insertó su mano dentro del pantalón y agarró firmemente, aún por encima de la ropa interior, el pene de Tom. Sus dedos lo escanearon exhaustivamente, lo presionarion desde todos lados y conocieron todas y cada una de sus formas, mientras Vicky y Tom se miraban en lo más profundo de sus ojos y se sonreían agradecidos el uno al otro.

Tom jugueteó con la goma de las bragas de Vicky e introdujo una mano dentro para jugar con su coño. Vicky le imitó e hizo lo mismo, tocando por primera vez en muchos años aquel delicioso pene. Se tocaron y se miraron embelesados hasta que Tom la atrajo con su otra mano y le preguntó a su oido:

-Vicky.... ¿te gusta mi polla, verdad?

  • Sí, cariño, me encanta.... que ganas tenía de sentirla...

  • ¿Sí? ¿Tenías ganas de sentir la polla de tu ex, verdad?

  • ¡Sí!! Y más que la voy a sentir... ¿quieres dármela toda, Tom?

  • Aaah... ¡¡Sí!!

  • ¿Quieres que tu exnovia se de un festín con tu polla?

  • Por favor...

  • Ahá... ya me lo parecía... ¿Y que ocurrirá con tu mujer?

  • Lo mismo que con tu marido, Vicky...

  • Y ¿qué es, esto que les va a ocurrir? - Tom, viéndo que ella tomaba las riendas, duplicó la intensidad de sus caricias sobre el coñito de ella y le introdució un dedo. Vicky aulló de placer mientras Tom, recuperando la iniciativa, le devolvía la pregunta:

  • Dímelo tu, que eres la que lo ha empezado todo... ¿Qué va a ocurrir, amor?

  • Aaaaah... sí, no pares, cariño...

  • Responde... ¿qué va a pasar ahora?

  • Uf... Va a pasar que... oohhh... me vas a follar... ¡y tu mujer y mi marido no sabrán nunca!

  • Así me gusta... ¡aaah! ¿Tienes ganas de que te folle, Vicky? ¿Prefieres que te folle yo antes que tu marido?

  • ¡Ahora, sí! He soñado con tenerte para mi tantas veces... Prepárate, amor...

Vicky sacó brúscamente la mano de Tom de su sexo y pegándolo aún más fuerte contra la pared, descendió por su torso desnudo con sus labios, parando en cada nuevo músculo de Tom (años atrás no los tenía), pero siempre hacia abajo, siempre hacia abajo; y cuando alcanzó su pantalón, ya desabrochado, se arrodilló delante suyo y le mordió suavemente la punta del glande antes de bajarle los pantalones para poder maniobrar con comodidad.

Con los pantalones por las rodillas, Vicky lamió y relamió todo el bulto que el pene de Tom marcaba en sus calzoncillos durante un par de minutos. Él estaba en éxtasis y no encontró mejor manera de aguantar el equilibrio que agarrándose con cada mano una de las tetas de Vicky. Sentirse tan deseada elevó aún más sus ansias, e immediatamente reaccionó bajando con los dientes el borde del calconcillo y dejando libre el pene de Tom, erecto como nunca antes. Vicky ya lo conocía bien, pero aún así le parecio la cosa más deliciosa del universo y empezó a lamer, solo a lamer, con calma y para desesperación deTom, quien tuvo que pedirle que le comiera la polla de una vez. Entonces Vicky le sorprendió:

-¿Quieres que me meta tu polla en mi boca, Tom?

-Sí, por favor... Me estás matando, Vicky...

-Pero Tom... tu no eres mi marido... ¿quieres que me meta en la boca una polla que no es mía?

  • Joder, Vicky... que mala eres.

  • Bueno, cariño, si quieres que le ponga los cuernos a mi marido tienes que responder mi pregunta de antes...

-¿¿Qué pregunta??

-¿Qué tetas te gustan más, las de tu mujer... o las mías?

-Joder, ¡cabrona!

-¡De cabrona nada, amor! - Súbitamente,Vicky empujó a Tom otra vez hasta sentarlo sobre el retrete, y una vez sentado, y ella aún de rodillas en el suelo, se acercó hasta ponerle sus grandes pechos alrededor de su pene. -Dime la verdad... -y acto seguido, Vicky empezó a pajear a Tom con sus pechos.- Venga, cariño... si no me dices la verdad no podremos follar...

Tom se resistía a hablar de su mujer por respeto, pero la reacción de Vicky le cogió totalmente desprevenido. La excitación era tal al ver su polla entre las enormes manolas de su ex, sin discusión las mejores que jamás había visto por más que no quisiera decirlo, que incluso si hubiera querido no hubiera podido, ya que el alud de sensaciones que sentía le impedía articular palabra. Viendo que su hombre no estaba en situación de responder, Vicky se resignó:

  • Está bien... Te voy a dar la comida de tu vida... pero piensa que si no me dices lo que quiero no vas a poder follarme, cariñito... - Vicky se levantó un instante, dio un rapidíssimo beso a su amante, y acto segudi se zambulló en su pubis para meterse hasta el pene con el que llevaba horas soñando.

Para Vicky era un momento mágico. A pesar de que en su día supo aceptar el adiós de Tom con generosidad de espíritu, siempre se sintió en cierto modo traicionada. Se sentía inferior, dejada de lado, como si no fuera suficiente para nadie. Le costó años recobrarse. La imagen de Tom y su mujer jamás la había podido soportar. Y ahora, alí estaba ella, con Tom a su merced. A pesar de que ella lo deseaba tanto o más que él, estaba disfrutando al adoptar cierta superioridad, y quería conseguir que su ex la pusiera en alguna categoría a ella por encima de su mujer. Sin embargo, en cuanto saboreó su pene se olvidó de todo lo demás y se concentró en disfrutar de la sensación del momento. Tom era un hombre muy pero que muy atractivo, alto y fuert; que un hombre así sintiera tal pasión por ella que se olvidara de su propia mujer era un triunfo de aquellos con los que cualquier mujer sueña. Comer y chupar su sexo mientras él gemía, le acariciaba la nuca y los pechos y susurraba su nombre era divino. Sentir que él se moría por poseerla, así como ella se moría por poseerlo a él, impedía que absolutamente nada que no fuera disfrutar el uno del otros tuviera ninguna presencia en su mente.

Para Tom, todo aquello era una diabólica mezcla entre el paraíso y el infierno. Vicky, lo podía corroborar ahora que la tenía en ropa interior delante suyo, se había convertido en una mujer cañón. Esa mujer cañon le estaba dando una mamada sensacional y no dejaba de repetir que quería que la follara. No pensaba en su mujer; de algún modo, este reencuentro había ido más lejos de lo que esperaban tanto él como Vicky pero seguía flotando en el ambiente la sensación compartida de que tan solo se trataba de una postrera despedida, una oportunidad mágica de dejarse buen sabor de boca. Sin embargo, la insistencia de ella en compararse con su mujer le dejaba fuera de lugar y le preocupaba ligeramente. Aun así, mientras la boca de Vicky subía y bajaba alrededor de su pene, Tom solo sentía placer, oleada tras oleada de placer, y todo lo demás pasó a segundo plano.

Vicky seguía tragando su polla como si hubiera nacido para hacerlo mientras él se agarraba de donde podía. En un par de ocasiones empezó a acercarse al orgasmo, pero Vicky supo leerlo en las palpitaciones del sexo de Tom y con expertos cambios de ritmo supo mantener a su amante donde quería durante un buen rato. Conforme pasaban los minutos, sin embargo, crecía en ambos las ganas de más. Tom quería deleitarse de nuevo con el sabor de los jugos de ella, y ella... ella también.

  • Oh, Vicky, ven, por favor, levántate. Ahora me toca a mi.

Vicky se lenvató de golpe, y Tom no pudo esperar ni a situarla en una posición cómoda. Volvió a arrimarla contra la pared, de pie, y simplemente apartando con su mano sus braguitas, lanzó su lengua a recorrer cada pliegue del coño de ella. Después de la soberbia mamada que había recibido, a Tom apenas le quedaban arrestos para ir despacio, pero consiguió reunir suficiente aplomo para empezar a lamer despacio, explorar todos los rincones de la vulva de su amante con la lengua mientras con sus dedos no dejaba de acariciarle el clítoris, y solo después de haber hecho una exploración a fondo y haber detectado dónde y como Vicky disfrutaba más, se lanzó a torutrarla de placer.

Vicky estaba en el séptimo cielo. Tom le estaba regalando eel sexo oral más excitante de su vida sin ni siquiera estar en una posición cómoda. Tanto entendía su cuerpo y sus reacciones, ¡que parecía que se hubiera pasado los últimos años de su vida haciéndoselo cada día! Nada más lejos de la realidad: era su marido quien le hacía el sexo oral, muy esporádicamente por cierto, y aunque le ponía ganas no demostraba ningún entendimiento de la anatomía femenina. Y sin embargo, Tom...

  • ¡Tom! Ooooh... ¡¡Tom!! Joder, me estás matando... Ven fóllame ya... Venga, la quiero ya... no puedo más, fóllame, ¡por favor!

Tom se incorporó de golpe al escuchar la pregaria de Vicky. En el reducido espacio del cubículo donde se encontraban, Tom volvió a poner a Vicky de espaldas, la ayudó a inclinar su busto hacia adelante para que sacara el culo en pompa, y en esa posición, y con sus propios pantalones aún por las rodillas, empezó a restregar su pene por encima del sexo de ella.

-Vicky... te la voy a meter, no puedo más

-Sí, hazlo ya...

-Oh, Dios, que vien se siente... Tu coño y mi polla, rozándose...

-¡¡Métemela!!

-Te la voy a meter, amor... Pero antes... Antes me has exigido que te dijera una cosa si quería follarte, ¿te acuerdas?

-Da igual, por favor, hazme tuya ya...

-Lo voy a hacer, pero quiero que lo escuches...

-Dime, cariño...

-Tus tetas... ¡¡Tus tetas son mil veces mejores que los de mi mujer!! -Mientras decía esto, Tom seguía frotando con su glande los labios mayores de la vagina de Vicky – Tus tetas son lo más excitante del mundo, me vuelven loco, y una mujer con unas tetas como tu se merece que la follen bien follada...

-¡Aaaah, sí, lo sabía! Mmmmmm... ¡¡¡síííí!!

Finalmente, Tom penetró a Vicky. Le ensartó su exhuberante mástil hasta el fondo en una estocada lenta y progresiva que hizo que Vicky pusiera los ojos en blanco. Una vez dentro, Tom se quedó quieto, tomándola de la cadera, presionando para entrar tanto como fuera possible, moviendo la pelvis en círculos, y Vicky aulló de placer.

Unos segundos después, Tom no aguantó más y se arrancó en una loca cabalgada sexual. Penetraba a Vicky, su antigua y dulce novia, de la manera más salvaje y desaforada. Ambos gozaban más de lo que creían possible, y tanto era el placer que apenas podían emitir gemidos ni siquiera. Tom se agarraba de las tetas de Vicky como si de ellas dependiera que no se lo llevara el torbellino de pasión que les sacudía, y se las magreaba con una furia que en su vida no había conocido. A todo ello, Vicky seguìa con el sujetador puesto, y Tom, poseído por el frenesí sexual y por la visión del culo de Vicky clavándose en su polla, sacó como pudo las tetas de su sujetador y finalmente las tocó en plenitud. Empezó a dar unos suaves toquecitos en sus pezones a la vez que mantenía el ritmo en su entrar y salir de Vicky que llevaron a ésta a una explosión de placer incontrolable. Incapaz de aguantar el ritmo, Vicky exclamó:

-¡¡¡¡Tom!!!! Aaaaahh... Me estás dando la mejor follada de mi vida, es increïble.... - Escuchando ésto, Tom aún encontró fuerzas para augmentar el ritmo a la vez que pellizcaba los pezones de Vicky, y ella añadió: - ¡Dios mío! No sabía que se podía gozar tanto... ¡Aaaah!

-Nena, ¡sí!, esto es increïble... ¡Me encantas, me encanta tu cuerpo, me encanta hacerte mía, me encanta follarte y cabalgarte!

-¡Sí, cariño, no pares, soy tuya, dámelo todo!

-¡¡Toma, Vicky, toma!! Te gusta follarte a tu ex, ¿verdad?

-¡Sí! Oooh....

-Te gusta ponerle los cuernos a tu marido conmigo, ¿eh?

-Me encanta... síiii... ¡¡solo contigo, pero me encanta!! Dios, voy a explotar, ¡no pares!

  • No pienso parar de follarte, Vicky... ¿¿Te gusta que yo le ponga los cuernos a mi mujer contigo?? ¿Es eso lo que quieres?

  • ¡Sí! ¡Que la jodan, es una guarra! ¡Esta polla era mía y tiene que ser mía! ¿¿No echabas de menos follarme??

  • Joder, ¡Sí, me encantas, es el mejor polvo de mi vida! ¡Toma toda mi polla, Vicky! Aaah...

Vicky explotó de placer al escuchar las palabras de TOm, y un minuto después le pidió que parara un segundo. Entonces fue ella quien empezó a clavarse y sacarse la polla con lentos y cadenciosos movimientos de cadera. Tom enloquecía y no sabía comprender como semejante amazona del sexo podía ser suya. Él amaba a su mujer y su matrimonio iba viento en popa, pero lo cierto es que tras unos inicios de puro fuego, sus relaciones sexuales habían caído en la monotonía más absoluta, y especialmente se debía a una falta total de interés por parte de ella de la cual Tom no podía menos que sentirse indignado.

Al cabo de un par de minutos más, en uno de los circulares movimientos de pelvis de ella, la polla de Tom salió de la funda que era el coño de Vicky, y ella aprovechó para cambiar de postura. Se sentó en el retrete, se sacó las bragas de un tirón, se reclinó como pudo contra el inodoro a la vez que abría las piernas tanto como podía e invitó a su semental a penetrarla. Tom no se hizo de rogar, se puso las piernas de ella encima de sus hombros y volvió a clavar su sexo hasta lo más profundo del de Vicky. En esa posición empezó de nuevo con un mete-saca progresivo, pero rápidamente se dieron cuenta que ni era demasiado cómoda ni les permitía una penetración profunda, así que se levantó, y fue Vicky quien le dijo:

-Siéntate, ahora me toca a mi.

Vicky puso sus piernas a lado y lado del inodoro y se dispuso a cabalgar a Tom, pero antes decidió provocarle un poquito: bajaba hasta que la punta de su polla rozaba su pubis, se balanceaba un poco buscando el contacto, y se volvía a levantar. Tom la miraba con cara de pedir que pusiera fin a su suplicio, y ella la miraba con expresión de estarlo pasando bien.

-Qué haces, Vicky, no seas mala...

  • ¿Qué quieres, Tom?

-Quiero que vengas aquí y te metas mi polla hasta el fondo.

-Yo también quiero, Tom...

-Pues ¡hazlo!

-Aún no...

-¿Por qué?

-No quiero que se acabe... Quiero más y más y más...

-Vicky... yo tampoco quiero que se acabe... pero me estás matando, nena. O vienes y te la clavas... te la hago clavar yo...

-¿Ah sí? ¿Eso harías? Entonces es que te gusta mucho follarme...

  • Joder, ven aquí, ! - Tom agarró a Vicky de las caderas y la hizo ensartarse de golpe su polla!

-¡Aaaaah, síííí divino, cariño! !!!Bésame!!!

Vicky empezó a cabalgar encima de Tom suavemente, mientras ambos se besaban como si no fuera a haber un próximo beso, pero pronto los bambolenates pechos de Vicky reclamaron su atención. La rodeó con sos brazos, desabrochó (¡finalmente!) su precioso sujetador y se lanzó a mamarle las tetas. Vicky enloquecía por momentos y, abrazada a su amante, entre gemidos le pedía al oído más y más.

Tom forzó a Vicky a quedarse quieta con su polla hasta el fondo mientras alternaba los besos en un pezón con las caricias en el otro, para luego pasar a mordisquear el segundo y acariciar el primero y viceversa. Finalmente, por fin, ambos se lo daban todo. Las manos de ella le agarraban del pelo y acariciaban su torso mientras subía y bajaba sobre Tom, y las manos de él iban sin pausa de sus pechos a sus caderas, de sus caderas a su firme culo, y de su culo otra vez a sus pechos. Un mar de caricias intensísimas y de besos despesperados les llevó hasta el clímax final:

-Vicky, cariño, me voy a correr... Eres una diosa. ¿Donde quieres que me corra?

-Si se te ocurre sacarla te mato... Oohh.. aguanta un poco más amor... me falta poco. Muérdeme las tetas!

-¡Sí, Vicky! - exclamó Tom mientras cumplía su orden y se esforzaba por aguantar un poco más. Clavó su polla hasta lo más profundo de la vagina de Vicky y la hizo moverse muy lentamente mientras él concentraba su atención en sus pechos. Ahora nn mordisquito, ahora un pellizco en el pezón, ahora una lamida de arriba abajo, ahora un tintineo directo contra sus pezones con su lengua...

Segundo a segundo, Vicky se acercaba al éxtasis y perdía el control. Empezó a balancearse más y más, más fuerte y más deprisa, su orgasmo se acercaba y nada la detendría ya, notaba como la polla de Tom palpitaba furiosa en su interior, como se hinchaba por segundos y estaba al borde de la explosión final, ¡¡y ella la deseaba ya!!

  • Cariño, me queda poco... Vicky, me vas a hacer correr...

  • Lléname, Tom... Córrete ya, amor... ooooh.... ya me viene.... Oh, oh, ooohhh! Tom, dámelo todo, lléname toda!!!

  • ¡Toma, Vicky, todo para ti, cariño! - Cuando le quedaban apenas segundos para correrse, ambos se buscaron con sus labios y los sellaron en un beso furioso. Tom explotó y llenó de semen el coño de sy exnovia a la vez que las lenguas de ambos se trenzaban y destrenzaban ágilmente en el interior de sus respectivas bocas.

Salvajes mugidos de esfuerzo escapaban de Tom mientras espasmódicamente se esforzaba en mantener su sexo clavado en el de ella. Gemidos sensuales salían de Vicky cuando aceptaba cada una de sus postreras embestidas. EN cierto momento, en un paroxismo de placer, Vicky se agarró del cuello de Tom e inclinó hacia adelante el torso dejando caer hacia atrás la cabeza, y Tom, viéndolas a apenas centímetros de su cara, volvió a apoderarse de los pechos de ella con manos y boca.

Léntamente recobraron el aliento, sin dejar de tocarse ni besarse un solo instante. Vicky permanició encima de Tom aún más de 5 minutos más, sin querer levantarse, dejando que la polla de él se retirara centímetro a centímetro de su agradecido coñito, procurando imprimir en sus músculos cada una de las venas y rugosidades del pene que tanto placer le acababa de dar para poder evocarlo siempre. Tom se entretuvo admirando una vez más los exhuberantes senos de Vicky y prodigándole suaves y tiernas caricias y acariciando el bello púbico de ella, muy abundante, llevándose los dedos empapades de sus flujos a los labios y aspirando su aroma para no olvidarla jamás.

En algún momento indeterminado, ambos acabaron cruzando el umbral de la realidad. Lenta pero progresivamente, las consecuencias de lo que acababan de hacer fueron hacíendose presentes en las mentes de los dos: los peligros, las traiciones, las incongruencias.

Se visitieron y arreglaron en un tenso ambiente de incomodidad, sin apenas hablar. Ninguno sabía qué hacer a continuación. Se miraban de reojo esperando que del cielo cayera una solución, pero no cayó.

Finalmente, Tom abrazó a Vicky con todas sus fuerzas y le dijo al oido:

-Hasta siempre, Vicky. Siempre te llevaré conmigo.

  • Hasta siempre, Tom. Ahora veo que esto era lo que necesitaba. Ahora podemos separarnos de verdad. Espero que seas siempre muy feliz...

  • Yo también... Te deseo lo mejor en la vida, te mereces lo mejor. Adiós, Vicky – y acto seguido le dio un último beso, tierno y sentido, y se separó de ella. Entonces soltó una de sus manos y empezó a girarse para salir, y mientras soltaba la última y el espacio volvía a interponerse entre ambios, Vicky solo pudo añadir:

  • Adiós...

Tom abrió la puerta para salir. Se giró y se cruzaron una última mirada. Vicky le sonrió y él le devolvió la sonrisa, y finalmente cerró la puerta y se fue.

Vicky salió un par de minutos más tarde. Tom ya no estaba.

Cada uno volvió a su vida con la sensación de haberle robado un diamante al destino. Pensaron que su día de pasión, ni previsto por ellos ni permitido en sus respectivos mundos, vivido al margen de la sociedad entera y saboreado solo para si mismos, quedaría grabado en sus retinas como la culminación apoteósica de una bonita historia passada, como un cuento privado escrito únicamente para ellos.

Pero no fue así.

Vicky y Tom creyeron arreglar un asunto del pasado, pero no comprendieron que acababan de abrir una puerta al caos en el futuro.