Inocente con una Madre Sensual

Una madre con cierta gusto particular en los hombres, un hijo desconcertado ante el derroche de sensualidad de su mami.

Inocente con una Madre Sensual

  • Ding-Dong

  • Ding-Dong

Miércoles, diez de la mañana, el sonido del timbre despertó a Diana, por un momento le pareció que había dormido una eternidad, trato de ignorar tan molesto sonido esperando que quien llamara se fuera pero al no ocurrir tal cosa no tuvo más remedio que levantarse, al hacerlo la fina sabana, color vino, que cubría su cuerpo resbalo sutilmente, dejando al descubierto su sedosa piel morena, dos grandes senos, redondos, extra firmes para una mujer de 38 años, adornados al frente con dos areolas negras, oscuras como la noche, cada una con firmes y tiesos pezones.

Entrelazando sus dedos estiro sus brazos hacia arriba para espabilarse, esto provoco que se tensara su abdomen, marcando sus abdominales producto de su amor al ejercicio, algo cercano a la vigorexia, la posición de los brazos estirados permitió observar una tenue y pequeña sombra al centro de las axilas de tan portentosa hembra. Tenía un gusto un tanto dual respecto al vello, había algo en el que le atraía, le gustaba jugar con el vello púbico de sus amantes, enrollarlo entre sus dedos. Mientras el hombre que se acababa de fornicar recuperaba sus energías, si no hay confusión en lo expresado, ella era quien se los cogía, una mujer de su edad, de su experiencia decidía con quien o quienes se revolcaba y sobre todo que les sacaba, por eso mientras tomaban aire para el siguiente encuentro, Diana disfrutaba de pegar su cuerpo bañado en sudor al de su amante, poner su cabeza sobre su pecho, iniciaba entonces a realizar su pequeña filia, colocaba su mano el pecho del hombre en turno, la deslizaba apenas tocando la piel que acariciaba, bajaba hasta detenerse en su ansiado premio, vello genital, entonces con su dedo índice lentamente empezaba a moverse para enrollar en su dedo los pelos púbicos, pelos cubiertos de los jugos de su poseedor y los suyos propios. Muchas veces se terminaba llevando a su alcoba a hombres barbados, con pelo en pecho, que sin ser guapos le provocaban que se le mojaran las bragas tan solo de pensar que tan abundante tendrían la mata allí abajo.

Varias ocasiones estando encuerada, escurriendo y esperando a ser ensartada tuvo que quedarse con la ganas pues su hombre al bajarse los pantalones le resultaba un Ken, es decir limpio de pelos de su zona genital y pues aunque estuvieran bien dotados, un buen paquete tenía que ir acompañado, ella bromeaba con sus amigas sobre el tema, suele decir:

  • Es como un taco sin salsa, para una mexicana aceptar eso es imperdonable.

Pero verlo en su cuerpo en abundancia era una idea que le causaba repulsión, por eso en su jugosa cuevita llevaba un corte brasileño, es decir solo una línea al centro, ni tal delgada ni tan gruesa, lo suficiente para dejar algo a la imaginación, a los lados se esmeraba en que luciera pulcro, sin esos horribles puntos producto de usar un rastrillo. Donde si gustaba usar esta herramienta para dejar una silueta era en sus axilas, nada vulgar, apenas una leve pincelada. De lejos parecía perfectamente depilada, aquello era un detalle que solo podía apreciarse estando cerca.

El timbre volvió a sonar, Diana casi en automático se calzó unas sandalias de color rosa pálido de taco alto que se encontraban cerca y caminó hacia la puerta estando más dormida que despierta, con un dolor de cabeza insoportable, producto de la cruda, al salir de su alcoba se tropezó con algunas botellas vacías, mismas que la noche anterior estuvieron llenas de alcohol, tequila, whiskey y champagne. Estando a punto de abrir la puerta se dio cuenta que estaba encuerada, sin importarle que la vieran así llevo su mano al pomo de la puerta cuando recordó que estaba advertida, una infracción más y sería echada del edificio, la razón por la que se encontraba en esta situación no se debía al ruido, a que apareciera con distintos hombres durante el mes o a pagar fuera de tiempo, la causa era que esta ardiente mujer exhibicionista le gustaba de abrir la puerta a sus vecinos estando desnuda.

La primera vez que llevo acabo esta práctica, viviendo en otro lugar, el corazón le latía a mil por hora, no pudo evitar que las manos le sudaran un poco, al principio la idea era aparecer en topless, solo una diminuta tanguita, pero de último momento decidió quedarse encuerada, con nerviosismo se sacó la única prenda que cubría su intimidad, no supo donde dejar la tanga, así que hizo lo primero que le vino a la mente, apretarla dentro de su puño. Una vez que le abrió la puerta a quien llamaba, un hombre de cuarenta años, aproximadamente, el tipo la recorrió con la mirada, instintivamente ella llevó su mirada a su entrepierna, la tela de mezclilla empezó a elevarse, vaya que la erección era fuerte, aunque la tela de un pantalón de este tipo es rígida esto no impidió que se levantara, la carpa que se formó solo demostraba sus sospechas, que el mástil que la sostenía debía ser glorioso.

Aquellos segundos en los que el tipo recorrió el frondoso cuerpo color canela de Diana a ella le parecieron una eternidad, su respiración agitada hacia que sus montes de carne subieran y bajaran sensualmente, el sujeto pudo quedarse todo el día contemplando las delineadas curvas de la hembra, sus bien formadas caderas, caderas que aún lucían como las de una potra que recién entra a la madurez, cualquiera que se dedique a la crianza de caballos dirá que esa yegua tiene una o dos crías a lo máximo, conclusión sacada de la observación, un poco en las caderas, en los pezones ni tan duros ni tan blandos, producto de la lactancia, otro tanto en silueta de la panochita, aun tierna pero no lo suficiente para pensar que por ese canal no ha pasado ya algo mas grande que una verga erecta.

Una corriente aire puso alerta los negros pezones de Diana haciéndola llevar sus manos para cubrirse, este acto saco de su ensoñación al hombre, quien ruborizado aparto la mirada, este encuentro es la clase de situación que quisieras tener muy a menudo pero rara vez se presentan en la vida, de ahí esta reacción, en ese momento la experiencia era algo nuevo para los dos, por lo cual ambos tenían la cara roja, un tanto por vergüenza y otro poco por lujuria. Al fin lo invitó a pasar, ¿cuál era la causa de la visita?, las veces que ella ha tenido la oportunidad de contar esta historia ha dicho que no lo recuerda y creo que cuando él la cuenta lo que menos preguntaran sus amigos será el motivo de la visita. Lo importante es que una vez dentro ella tuvo que dirigirse hacia la sala, caminaba temblando un poco, cerrando con todas sus fuerzas su mano para sujetar su tanga, sin embargo su invitado había notado ya que de entre sus dedos se asomaba algo como un cordón negro, sería tonto pensar que eran la agujetas de sus tenis, así que estando encuerada solo podían ser… sus calzones, - vaya puta- Diana siguió contoneándose hasta la sala sin dejar de temblar, por los nervios y porque además de no estar acostumbrada a pasearse así el clima frio de ese día no estaba ayudando, incluso podía notarse en su piel que sufría de la falta de calor, pues era obvio que en todo su cuerpo se formaban pequeños puntitos mejor conocidos como piel de gallina.

La vista cuando Diana regresaba fue incluso mejor, mientras iba a la sala con el brazo izquierdo cubría sus melones pero al regresar se dio cuenta que era muy tonto taparse las tetas cuando su intención era mostrarse desnuda y sobre todo estaba mostrando su panochita, así que al regresar camino casualmente sin la mano en el pecho, mostrando sus atributos, el frio había endurecido sus pezones al punto que parecía que si los sujetabas de la punta entre tus dedos pulgar y anular y los llevabas hacia arriba al soltarlos generarían un movimiento de arriba-abajo, como un pedazo de metal que debido a la tensión genera el mismo movimiento hasta que la fuerza ocasionada por dicho acto desaparece. Por su parte aquel caballero que tenía al frente necesitaba aliviar el dolor de su miembro, las cavernas de su verga estaban llenas al máximo, empujando contra la tela del pantalón en busca de mayor espacio para poder expandirse con total libertad.

Intentaron normalizarla situación conversando un poco, normalizar, absurda palabra, absurda intención para tales circunstancias, pero la tensión sexual era demasiada, la calentura del invitado era tal que se podía ver una gota de sudor bajo por el costado de su cara perdiéndose entre una naciente barba y ya tupida barba, no habiendo nada mas de que platicar procedieron a despedirse, como si aquello fuera lo más normal del mundo, él se acercó a darle un beso en la mejilla, coloco su mano en su cintura, la cercanía implico que ella sintiera la tela rozar contra su muslo desnudo, la verga seguía insistiendo en salir por eso Diana sintió los golpecitos contra su piel, el hombre se embriagaba del delicioso perfume que emanaba del frio cuerpo de su poseedora, ninguno de los dos quería separarse pero al fin llegó el momento, antes de retirarse el caballero quien ya se encontraba fuera volvió a entrar acercándose a Diana, ella dio un paso hacia atrás mandándole la señal expresa de que no deseaba más de lo que había ocurrido ya, no hubo necesidad de palabras, el vio en los ojos de ella que era firme que no pasaría nada más.

Por extraño que parezca, tras salir el hombre y cerrarse la puerta Diana se quedó satisfecha, el solo exhibirse de tal manera la dejó complacida. Habiendo probado tan gratas sensaciones se volvió adicta a la adrenalina que le generaba el mostrar, sin ninguna prenda, su torneado cuerpo a ciertos hombres, hombres con los que jamás se acostaría, que el único premio que recibirían sería verla encuerada. Por la emoción es que siguió repitiendo su atrevimiento, el tanto llevar acabo dicha práctica no solo hizo que lo viera como algo casual y natural sino que también le resto poco a poco la emoción hasta hacerlo para ella algo si importancia, lo que nos trae a la situación que actualmente la tiene a punto de ser echada de su apartamento.

Cierto día, por la mañana, llamaron a su puerta, era un viejecito que vive algunos pisos abajo, la razón era que su esposa tenía dolor de cabeza y él gentilmente preguntaba con sus vecinos si había alguien que tuviera una aspirina o alguna otra pastilla para el malestar. Justo esa ocasión el hombre que se había cogido a Diana decidió que era buena idea empezar el día con un palo mañanero, la metida de verga fue tan satisfactoria que dejo a Diana extasiada de placer con una sonrisa de oreja a oreja, así que al oír el timbre se levantó a atender con la alegría de una niña en una mañana por navidad, al abrir la puerta saludo cordialmente:

  • Hola ¿señor…? - inmediatamente notó como el viejecito se quedó pasmado viendo su cuerpo empapado, como las gotas de sudor iniciaban su descenso, algunas nacían en el cuello para subir por sus pechos firmes, otras se perdían dentro de la unión de sus senos, volvían a ser visibles una vez que abandonaban la redondez de los mismos, para terminar en el sexy ombligo, el cabello alborotado – espero que no le moleste que la reciba en estas fachas – dijo con voz de niña traviesa y coqueta.

Para el anciano hacia tanto tiempo que la única vagina que veía era la de su vieja y arrugada esposa que era como si volviera a ver por primera vez un coño, con mucho esfuerzo y tartamudeando le indico la razón de su visita, Diana le menciono que no tenía pastillas, respuesta que pasó desapercibida para el viejo quien en ese momento observaba como salía semen fresco de la cuevita de su candente vecina, situación que era inevitable pues apenas minutos atrás le había llenado la vulva de esperma caliente. El viejito se retiró con el mejor obsequio de todos, inmediatamente revivió algo que creía muerto, su libido, apenas se recuperó del shock compró viagra, cremas humectantes y pidió a su esposa tener sexo, situación que ella también agradeció. El anciano cogía pero no quedaba satisfecho, deseaba una vagina jugosa y tierna como la de su vecina.

Así que para cumplir su deseo no tuvo más remedio que comprar caricias, empezó a pagarle a prostitutas jóvenes para que tuvieran sexo con él, el costo era alto pero lo valía, no había punto de comparación entre sentir un coño humectado naturalmente con uno lleno de cremas para imitar el mismo efecto. Como si se tratara de un vigorizante el viejecito regreso, en los meses posteriores, a tocar la puerta de Diana, quien seductora como ella sola volvía aparecerse desnuda, situación que pronto fue del conocimiento de la esposa del viejecillo, quien habiéndolo seguido descubrió la razón de su visita al piso de arriba, todo esto ocasiono un gran escándalo, culminando en que la señorita Hernández no podría volver a aparecerse desnuda frente a nadie que estuviera fuera de su apartamento, si deseaba hacerlo tendría que limitarse exclusivamente al espacio dentro de su casa.

Justo antes de abrir recordó su advertencia, no podía perder el departamento, principalmente debido a que tenía la renta pagada por un año, así que regreso por un camisón, cuando al fin abrió la puerta el sujeto, quien vestía un traje barato y desgastado, quedo atónito, Diana vestía un camisón color rosa, con bordados blancos en la parte de abajo, llegaba con las justas a cubrir su coño, arriba el escote mostraba generosamente sus grandes y redondas tetas, tanto en el centro, mostrando un canal tentador como a los costados exhibiendo la redondez de semejantes tetas, una tira mediana cubría los duros pezones que sobresalían desafiantes como queriendo romper la tela. El tipo intentando portarse profesionalmente tartamudeando le dijo unas palabras que dejaron en un mayor shock a Diana, su suegra había muerto.

Ahora que Doña Catalina, la suegra de Diana o mejor dicho la abuela de su hijo ya que nunca estuvo casada, estaba muerta, llegaba el día que venía esperando desde hace cinco largos años para recuperar a su primogénito. Su muchacho lleva el nombre de Diego, vivieron juntos hasta poco tiempo después que el niño cumplió ocho años, fue cuando la abuela se enteró que tenía un nieto, los mejores abogados del país lograron darle la custodia a su familia, lo único que Diana pudo obtener fue una exorbitante pensión mensual con la cual llevaba una vida alejada de preocupaciones, rodeada de placeres y relativos lujos, gimnasio a diario, spa tres veces por semana, ropa de marca ya que Diana a pesar de sus tendencias exhibicionistas y de su calentura que le llevaba a sentir placer al calentar a casi cualquier tipo de hombre, era una mujer con clase para vestir, eso sí, siempre sexy, su ropero se encontraba repleto de blusas escotadas, ceñidas con transparencias, innumerables faldas y minifaldas, cada una más corta o ceñida que la anterior, vestidos con estos delanteros y traseros de vértigo, sandalias, y zapatos de taco aguja tanto abiertos como cerrados, botas de caña alta y baja también su taco aguja, casi ninguno de sus tacos era de menos de 10 cm de alto, finalmente y para rematar la fantasía de cualquier fetichista tenía tres cajones con lencería de todos los colores, transparencias, diseños y materiales entre las que resaltaban las medias mayormente de portaligas que enfundaban sensualmente sus torneadas y largas piernas sacando suspiros por donde caminaba.

Muchas cosas pasan en cinco años, ella ya no era la misma, durante ese tiempo se había comportado menos como madre y sí más pero mucho más como una puta, cuando vio a su hijo se dio cuenta que tampoco era como lo recordaba, la última vez que vio a Diego era un niño delgado, extrovertido, ahora era un adolescente gordito y tímido, traía un pantalón de vestir, camisa y un chaleco de estambre.

Los seres vivos tenemos instintos que siempre afloran, por eso tras un breve silencio incomodo Diana abrazo efusivamente a su hijo, quien hasta ese momento se había limitado a pararse frente a ella mirando todo el tiempo hacia el suelo, sin pronunciar una palabra, el movimiento de la amorosa madre hizo que la cara de un sorprendido hijo quedara entre sus dos inmensas tetas, Diana balanceaba alegremente su cuerpo de izquierda a derecha provocando como era natural que el ligero camisón se moviera casi mostrando sus pezones color carbón, la posición de Diego ocasiono que el pezón izquierdo quedara frente a sus ojos, a través de la tela pudo observar el largo del mismo, también por los lados de la cinta del camisón pudo contemplar la areola y su forma más bien un tanto ovalada.. El hijo, contagiado del sentimiento de emoción de su madre, al fin se animó a abrazarla, estirando sus brazos para rodear tan sensual figura, los nervios lo invadían, sus manos estaban sudorosas, por eso al primer contacto que hizo con la espalda de su madre las retiro inmediatamente apenado de que sintiera lo mojado de sus palmas, rápidamente tallo sus manos en el pantalón para secarlas, ya libres de líquido volvió a ponerlas en contacto con la espalda desnuda de la mujer que abrazaba.

El comisión de Diana tenía un escote trasero que dejaba toda su tersa espalda al descubierto, la tela volvía aparecer justo donde iniciaban sus nalgotas, aprovechando esta característica Diego paso sus manos por toda la piel descubierta de su madre, no hubo centímetro que no recorriera, habiéndola palpado toda coloco su mano izquierda en la nuca de la frondosa hembra para iniciar a deslizarla hacia abajo, estando a punto de llegar al voluminoso culo de su madre, ella lo tomo con ambas manos de los costados de su cara, para separarlo de su pecho, colocándose frente a frente, Diana apretaba los gordos cachetes de Diego ocasionando que sus labios parecieran un piquito de pollito, ver la cara de su hijo así la hizo recordar cuando de niño le hacía lo mismo, como hacía entonces, lo hizo ahora… le dio un pequeño besito en los labios, Diego cual niño solo atino a cerrar los ojos fuertemente, apenas intentaba abrirlos cuando su madre lo lleno de besos en las mejillas, en la frente y otro más en la boca, todo esto mientras el chico mantenía los ojos bien cerrados.

Toda esta tormenta de apapachos fue acompañada de infinidad de palabras de amor, el tipo que llamó a la puerta, por cierto empleado del Estado, observaba la escena con su pitito parado, estaba atontado por la vista que tenía del canal del escote de Diana y de sus tetas que se bamboleaban con cada expresión de cariño hacia su hijo, le habría gustado quedarse todo el día ahí pero tenía demasiados asuntos que atender, así que interrumpió el amoroso encuentro. Los tres procedieron a sentarse en la sala, esta estaba compuesta por dos sillones medianos, con espacio para dos personas, estaban acomodados frente a frente, Diana y su hijo iban por delante, uno al lado del otro, tomados de la mano detrás de ellos iba el empleado quien no perdía detalle del delicioso contoneo de las caderas de semejante hembra, el camisón al tener cierto vuelo, apoyado por el efecto de las sandalias de taco alto, se movía de un lado al otro a un ritmo que podía encuadrar en cualquier escena de una película erótica, la finesa de la tela marcaba la raya que dividía ese hipnótico culo amplio y firme.

Cuando se sentaron Diego tomo a su madre de la cintura con ambos brazos, esto tensó la tela de su escaza vestimenta de modo que la panochita de Diana quedo algo visible al igual que sus oscuros labios vaginales, la vergita del funcionario dio un pequeño respingo, envuelto en la calentura le ordeno a su pitito que diera algunos brincos, pero era tan insignificante que pasaron desapercibidos. El funcionario saco de un portafolio, más desgastado que su traje, unos documentos, los barajó y al entregárselos a Diana le empezó a explicar que ahora que la señora Catalina estaba muerta por ley ella sería la tutora legal de Diego, a ambos se les depositaria una pensión mensual hasta que el muchacho cumpliera 23 años, momento en el que tendría que haber concluido ya una carrera universitaria, de cumplirse esta condición la fortuna de la familia De la Torre pasaría a su poder, de no ocurrir tal cosa dicha masa hereditaria sería donada a la fundación Divino Niño Jesús.

Después de todos los problemas que sufrió con esa familia Diana estaba sorprendida, para bien, al escuchar las condiciones del testamento, intentando tranquilizar su mente, cruzo su pierna, dejando al descubierto la totalidad de su muslo derecho y la parte baja de su nalga, aquel funcionario fantaseo con separar aquellas portentosas nalgas , para poder meter su lengua entre ellas

  • ¿Disculpe señora que decía?- dijo aquel hombre quitando la vista de la sensuales piernas que tenía enfrente solo para posarla sobre las tetas, pues el borde de un pezón se estaba asomando.

  • ¿La casa?... espera hijo deja a mami hablar – intento preguntar Diana mientras despejaba, literal, a Diego quien desde el inicio de la conversación tenía la cara pegada en la teta izquierda de su mami parecía que por un momento el chico empezaría a mamar la teta cual bebé - ¿que va a ocurrir con la casa de la familia de mi hijo?

  • Oh, eso, pueden a pasar a vivir en ella en el momento que lo deseen.

Esa mañana Diana solo estaba recibiendo buenas noticias, estaba tan alegre que ni siquiera tomo importancia al comportamiento extremadamente infantil de su hijo, pensó que era algo normal después de tanto tiempo sin verse. Habiendo concluido los últimos detalles del testamento aquel funcionario procedió a retirarse.

  • Conozco la salida señora, hasta luego – comenzó a caminar el hombre más alegre por la vista que tuvo que por haber vuelto a reunir a dos seres queridos.

  • Espere lo acompaño – reacciono Diana mostrando su educación.

Justo al momento de levantarse su hijo seguía sujetando la parte trasera del camisón, ocasionando que toda la parte de enfrente quedara al descubierto.

– No es necesario que se moles…

El funcionario giro la cabeza para responder, hasta ese momento solo había visto pinceladas del coño de la señora Hernández, pero su hijo le dio un regalo de despedida, frente a él quedó todo el coño depilado, solo un pequeño cuadrado de pelos bastante crecidos sobre la raja de la vulva, los costados estaban pulcramente libres de vellos; por compromiso, Diana lanzando un chillido reacciono rápidamente juntando sus piernas mientras las flexionaba, con ambas manos dio un fuerte jalón hacia adelante y hacia abajo a su erótico comisión, este cumplió su deber en tapar el coño pero descubrió ambas tetas a lo que la señora rápidamente coloco una mano para tapar su intimidad, tuvo esta reacción pues no quería causar una mala imagen con un empleado del Estado y que eso repercutiera en volver a perder a su hijo. Dicho empleado salió sonriente, bajó las escaleras rápidamente, apenas entro a su carro libero su pequeña verga, coloco su viejo portafolios para taparse y empezó a masturbarse, estaba demasiado caliente por lo recién vivido, sumó puntos a su calentura el hacerse una chaqueta en la vía pública, no tardó mucho en golpear su portafolios con su leche, aunque poca, esta genero una mancha desagradable sobre su pantalón.

Al fin solos madre e hijo después de cinco años de separación, sin poder visitarse ni verse, Diana paso por alto el reciente incidente, en primer lugar porque había tantas cosas importantes de que ponerse al tanto y en segundo lugar porque siendo una exhibicionista sería hipócrita reclamar al respecto

  • Cuéntame mi amor, ¿cómo has estado, que te gusta?

  • Bi..bien…- el chico giro la cabeza y se quedó viendo a la entrada de la sala.

La naciente conversación fue interrumpida por un invitado que Diana había olvidado que tenía, la noche anterior conocía a un hombre en un bar, más de cuarenta, poco atractivo, barbado y terminó por llevarlo a su apartamento para salvar la noche. Dicho hombre estaba parado en la entrada de la sala, completamente desnudo, su pecho, barriga, brazos y piernas tupidos de vello, una gran jungla de pelos alborotados adornaba su flácido pero bien proporcionado chile.

  • Mmmm, ¿quién es ese niño? – pregunto desconcertado.

  • Hola Javier, este es mi hijo Diego - Respondió Diana con una sonrisa, tomando de lo más casual que su último amante no vistiera nada, pensando que su hijo estaría acostumbrado al cuerpo masculino.

  • Ey, ey, ey, ¿cómo que tu hijo? - como buen hombre pensó que su conquista buscaba quien se encargara de su bendición.

  • Jajajaja, no te preocupes tonto, ven, vamos a la cocina, mientras preparo algo de comer para todos te explico.

Diego se quedó en la sala, completamente asustado por la imagen que acababa ver. Lo único que Diana pudo encontrar de comer fue cereal

  • Si te hace falta leche aquí tengo más – dijo Javier, ya recuperado del susto, mientras se sacudía su larga y ya no tan flácida verga.

  • ¿Te quedo suficiente de anoche? – contesto Diana con una sonrisa coqueta.

  • Tengo de sobra para que te prepares dos tazones de cereal.

Javier se acercó para abrazar por la espalda a Diana, restregó su hinchado miembro en sus nalgas sin levantar el camisón para hacerlo más erótico, empezó a besar su cuello, metió ambas manos en el escaso escote para empezar a apretujar sus grandes melones. El roce de la barba en su cuello y el del vello en su espalda empezó a calentar a Diana quien con la excusa de tener las manos ocupadas preparando el cereal se dejaba hacer. Siguiendo con el juego Diana giro su cabeza para besar a su amante, levanto sus caderas para restregar su culo contra aquel miembro deseoso de perderse entre su vulva, era obvio que se notaba que estaba a punto de explotar por eso bajo su mano izquierda para empezar a subir y bajar la piel de aquella verga, con la otra mano seguía sirviendo leche, que por cierto estaba ya derramada por toda la mesa, el juego estaba en su mejor momento cuando Diana se zafó argumentando que debía llevar el plato de cereal a su hijo, cual caballo en celo Javier se quedó bufando en la cocina mientras su yegua se alejaba.

  • Aquí tienes mi amor.

  • Gracias mami.

  • ¡DIANA! – grito Javier desde la cocina

  • Ahora regreso bebé.

Diana camino hacia su habitación, recogió la ropa de su amante para llevársela hasta la cocina, era cierto que deseaba una buena follada pero se dijo así misma que platicar con su hijo sobrepasaba esta necesidad.

Al caminar hacia la cocina Diego instintivamente clavó la mirada en las firmes nalgas de su madre, sintió una sensación placentera, diferente que no sabía explicar, de manera automática su pene se llenaba de sangre y empezaba a crecer pero él no entendía esta reacción de su cuerpo.

  • Javier, ¿por favor podrías vestirte e irte?, necesito hablar con mi hijo.

  • Está bien – dijo mientras estiraba el brazo para recibir la ropa

Apenas Diana se acercó para entregarle sus prendas el tipo aprovecho para sujetarla fuertemente del brazo

  • Escúchame PUTA, ya calentaste el boiler y ahora te vas a meter a bañar, no gaste tanto el licor para que no te la meta una vez más antes de irme.

Javier jalo el brazo de Diana hacia adelante para hacerla quedar de espaldas, la sujeto por los hombros para tumbarla sobre la mesa, justo cayo donde la leche se había derramado, inmediatamente su cara, cuello y ropa quedaron empapadas de este líquido, pronto sus tetas sintieron el frio de la leche, el tipo puso una mano sobre la espalda de la sometida mujer, la otra sobre su cabeza, dejando caer todo su peso para evitar que se moviera, para esos momentos ya tenía el camisón levantado hasta la mitad de su espalda, con todas sus energías Javier dio la estocada inicial haciendo que el cuerpo de Diana se moviera hacia adelante, como la madre no estaba bien lubricada la penetración no fue tan placentera

  • Idiota no estoy mojada – recrimino Diana - sácamela y escúpele al menos o mejor ponle leche.

Javier, obediente, saco su verga, tomo el envase de leche para vaciar un poco sobre sus genitales, bebió para calmar la sed de la cruda y el resto lo lanzo sobre la conchita que tenía enfrente. El líquido ayudo mucho a la penetración, Javier bombeaba como desesperado, en la sala Diego escuchaba perfectamente todo, era una combinación de: a-a-a-a, gemidos entrecortados con el rechinar de la mesa, los azotes en el culo de su madre, respiraciones aceleradas, intrigado por la situación se levantó, sigilosamente se escondió tras la pared y lentamente asomo una parte de su cara para ver lo que estaba ocurriendo. El acto que contemplo lo dejo perplejo, no sabía que estaba ocurriendo, algunas ocasiones por la ciudad había observado a los perros callejeros hacer algo similar, inmediatamente su abuela le ordenaba que apartara la vista, no entendía porque ni tampoco comprendía la razón de aquel acto, se quedó mirando no por perversión sino para tratar de resolver que ocurría ahí.

La presencia del chico no pasó desapercibida por mucho, al poco tiempo Javier noto como el chico los veía, pensado, como naturalmente ocurriría con cualquiera, que el niño era un mirón decidió darle un buen espectáculo, empezó a hacer más violentas la embestidas

  • ¿Te gusta putita?, eres una golfa, una cualquiera, una cabaretera barata, una piruja, puta, puta, puta.

  • Si papi soy tu puta, así métemela, duro, a-a-a-a, a-a-a-a, respondía Diana acompañando las embestidas de su macho con el vaivén de sus caderas

  • ¿Dime que es lo que quieres?

  • Tu ver… aaaaahhh… tu verga, repetía sintiendo la fricción en sus paredes vaginales

Diana estaba a punto de llegar al clímax cuando cansada de tener la cara contra la mesa levanto la cabeza, apenas alzando un poco la mirada vio que su hijo los estaba espiando, Javier notando que la madre había advertido ya la presencia de su hijo volvió a poner su mano sobre la cabeza de Diana para presionarla contra la madera. Diego también se percató de la mirada de su madre hacia él, lo que lo asusto un poco, pero lo que en verdad lo aterro fue que su pene se endureció por completo, lleno de miedo corrió a la sala.

Diana extrañamente sintió una mezcla de culpa y temor por lo que había presenciado su hijo, pero también sintió que su excitación se incrementaba incrementó el volumen de sus gemidos ocasionando que amante la bombee con mayor fuerza haciendo sonar sus ingles contra las redondas nalgas de la hembra extasiada.

  • Ahora tu hijo sabe la forma en la que hay que tratara a una puta de tu calibre, le dijo Javier mientras empezaba a correrse.

Diana sentía como sus entrañas se inundaban de semen caliente, habiendo vaciado sus peludos huevos Javier se aparto de ella

  • No estuvo… tan mal… verdad – dijo jadeando Javier, quien no teniendo nada más que hacer se colocó la camisa, tomó su ropa y salió de la cocina.

Diana se quedo sentada con la cara caliente en parte por la excitación y ahora también en parte por la vergüenza, debía ser la única madre en el mundo que después de una separación con su amado hijo esta lo recibía dejándose follar a unos metros por un tipo que hacia 24 horas no conocía.

  • ¿Te gusto el espectáculo, hijo? – Javier estaba parado frente al chico, se abotonaba la camisa con toda tranquilidad, su verga aún conservaba un poco de erección.

  • ¿Qué… que le pasa a tu pipí? – pregunto lleno de dudas Diego, extrañado de la verga semi-erecta y cubierta de fluidos de Javier, quien respondió con una mirada de extrañez hacia el chico.

  • Es por la puta de tu madre, ella me la dejo así porque me quiere mucho y a ella la hace muy feliz – para la percepción de Javier aquel chico le pareció que sufría algún tipo de retraso y decidió divertirse un poco – puta se le dice a tu madre cuando la quieres mucho y si ella te quiere te tiene que dejar meter tu ver… tu pipi en su conejito, si una mami y un hijo se quieren lo demuestran cogiendo.

  • ¿Es peligroso?– pregunto el muchacho intrigado y queriendo saber mas.

  • ¿Peligroso, porque lo dices?

  • No podi… no podían respirar.

  • Es normal que te falte un poco el aire, así sabes cuando a ella le está gustando que se la metas. Dime, ¿qué es lo que más te hace feliz?

  • Comer pizza – respondió con una sonrisa.

  • Se nota – dijo viendo la prominente barriga del joven – coger es como comerte cien pizzas, así de feliz estarías y si te coges a tu mamá es como si fueran mil.

  • Mil pizzas – los ojos de Diego se iluminaron, nadie le había dado un consejo tan bueno – cuando mis amigos sepan de esto también van a querer cogerse a sus mamás.

  • ¡No!, no puedes decirle a nadie lo que hablamos, es secreto de hombres – Javier se asustó un poco pensando que su pequeña broma se saliera de control - dime, ¿se te paro cuando nos viste? – Diego bajo más la cabeza mientras un hombre semidesnudo apuntaba con su dedo a su pene – estamos en confianza hombre, ¿se te paro cuando me viste metérsela a la puta de tu madre?

  • Ssss… sí… ¿me voy ir al infierno? – respondió temeroso el chico.

  • ¿Infierno?... oh por dios, ¿en qué siglo vives niño?, claro que no idiota, si se te paró significa que tu también quieres a tu mami – continuo seriamente su broma – como la quieres debes pedirle que te deje cogértela y ella si es que de verdad te ama dejara que se la metas, ¿entiendes?

Diana seguía en la cocina, no sabía que decirle a su hijo una vez se pusiera frente a él, honestidad era la mejor forma, mami vivía su vida de manera desenfrenada pero te prometo que no volverá a pasar, no era el mejor argumento pero era un inicio, estando juntos dejaría que las palabras fluyeran.

Espacio de la Escritora

Hola queridos lectores, nueva historia antes de continuar con la anterior, los que ya han leído mis historias, recordando aderezadas con la colaboración de Darker, sabrán que gusto de hacer participes a los fans, buscando seguir con esta dinámica y con la filia de nuestra protagonista como base pregunto:

  • ¿Que clase de filias tienen? (Obvio quedan fuera de la o las respuestas la categoría de este relato)

  • ¿A que atribuyen el comportamiento de Diego?

  • ¿Alguna vez cacharon a sus padres teniendo sexo, como fue los traumo o excito?

Recibo las respuestas en mi e-mail.