Inocencio

Ahí estaba el chico en la cama, dormido, tendido boca abajo, casi completamente desnudo pues sólo un calzoncito intentaba cubrir sus nalgas. Me acerqué a él y pude apreciar con mayor detalle ese trasero, era realmente apetecible...

Inocencio.

Hace algunos años, mientras iba saliendo de la adolescencia conocí a Pepe, un hermoso ejemplar de 42 años, moreno, con un pene y unos cojones que lo convertían en todo un semental y que estaba casado, sin que ello le impidiera disfrutar de los placeres con chicos como Yo. Cierta ocasión, después de nuestra habitual sesión de sexo le pregunté sobre su iniciación como bisexual y esta es su historia, la relato como él me la contó:

Actualmente vivo en Cuautla, es un poblado en el estado de Morelos que ha ido creciendo y absorbiendo algunos ranchos que había en los alrededores. Mi familia trabajó en uno de ellos durante mucho tiempo, los dueños eran una familia rica que terminó mudándose a la capital del país, aunque a mi me tocó vivir en ese rancho desde que nací y hasta que cumplí los 23 años. Y vaya que viví cosas memorables ahí. Sobretodo con Inocencio, el hijo único de los patrones.

Pues como lo mencioné, yo nací en ese rancho y ahí me crié. La familia que era dueña del rancho nos trataba bien, sobretodo a mi que tenía casi la misma edad de Inocencio y con quien convivía casi todo el tiempo, éramos compañeros de travesuras y casi nos considerábamos hermanos. Sin embargo, a la edad de 12 años la familia se mudó a la capital, sólo el patrón se quedó en el rancho para atenderlo. Ocasionalmente la familia iba de visita pero prácticamente se habían olvidado de su existencia durante varios años hasta que el patrón se enfermó y requirió de ayuda para atenderlo. Mi familia siempre fue agradecida y Yo le eché la mano en lo que pude, aprendí a manejar varias cosas pero el patrón deseaba que fuera su hijo quien se hiciera cargo.

Fue para celebrar la mayoría de edad de Inocencio que se organizó una gran fiesta en el rancho, invitaron casi a todo el pueblo pero el festejado resultó ser de lo más descortés, sólo hizo acto de presencia porque su papá lo obligó. Inocencio se había transformado en un citadino fresa que consideraba que nadie estaba a su altura, todo lo contrario del padre que era un hombre en todos los sentidos.

El patrón estaba hecho a la antigua y deseaba que su hijo sentara cabeza y se dedicara a administrar los bienes de la familia, pero él parecía no querer hacerlo y no fue hasta que su papá lo amenazó con desheredarlo que consiguió que se comenzara a involucrar en el manejo del rancho. Y fue cuando el patrón me mandó llamar.

  • Mira Pepe, necesito que me eches la mano con mi hijo, su estancia en la ciudad lo ha echado a perder y desafortunadamente le ha ido mal en la escuela pero creo que esa es la oportunidad que tengo de volverlo responsable y convertirlo en un hombre de bien – me dijo el patrón esperando todo mi apoyo.

  • Ya sabe que en lo que se pueda, Yo le ayudo, además el Inocencio y Yo éramos como hermanos, así que usted dígame que hacemos – le respondí con sinceridad.

  • Pues quiero que le enseñes el rancho a detalle, que le expliques lo que aquí se hace… y también quisiera un favor especial – me dijo con un tono de misterio.

  • Usted dirá… ¿qué mas?... dígalo con confianza – le solicité.

  • Es que no sé como decirlo… Inocencio se volvió muy tímido en la ciudad... no tiene novia ni amiguitas cariñosas y ya está en edad… así que tal vez Tú le podrías ayudar con alguna de tus amiguitas para que vaya practicando – me dijo malicioso.

  • Ja ja ja con todo gusto patrón, yo me encargo de eso - le dije ignorando el problema que se avecinaba.

  • Bueno, en ese caso si quieres desde hoy puedes ocupar la habitación que está junto a la de Inocencio para que vayan comenzando.

Ese día me mudé, realmente sólo tenía que llevar mi ropa así que por la tarde ya estaba listo. A la hora de la comida el patrón le dijo a Inocencio el motivo de mi estancia ahí.

  • Mira hijo, Yo ando enfermo y quisiera que aprendieras el manejo del rancho, así que Pepe se va a encargar de enseñarte todo para que con el tiempo te vayas haciendo cargo, así que cualquier duda pregúntale para que te eche la mano ¿verdad Pepe?

  • Claro que sí joven Inocencio, aquí estoy para servirle en todo lo que se pueda – respondí sinceramente.

  • Gracias Pepe – respondió Inocencio de manera cortante.

Terminamos de comer e Inocencio se retiró de inmediato a su habitación, dejándonos al patrón y a mi haciendo sobremesa.

  • Ves lo que te digo, me lo echaron a perder en la ciudad – se quejaba amargamente el patrón.

  • No se preocupe mañana lo voy a llevar a recorrer la parte norte del rancho, verá que el arroyo le va a gustar, sobretodo si… - me quedé pensando en una idea que estaba seguro funcionaría – sí, voy a decirle a unas amiguitas que lleguen por allá para darse un chapuzón con nosotros.

  • Jajaja sabía que algo se te ocurriría – rió el patrón sabiendo el tipo de amigas a que me refería – si quieres ve de una vez a llamarlas.

Así que al día siguiente llevé a Inocencio al arroyo, le iba mostrando los límites del rancho y cuando llegamos le dije:

  • No se te antoja darte un chapuzón, aquí el agua está muy tranquila y limpia.

  • Pues sí, pero no traemos traje de baño – respondió con cierta timidez.

  • Jajaja… Aquí eso no se usa, aqui nos metemos "en cueros"… nadie nos ve y además estamos entre machos ¿no? – le dije mientras bajaba del caballo y comenzaba a desvestirme.

Inocencio no se veía muy seguro de querer desvestirse. Yo ya estaba en calzones cuando él apenas se había quitado los tenis dándome la espalda. Así que recordando lo que había dicho su papá sobre lo tímido que se había vuelto me quité los calzoncillos y me zambullí en el arroyo dejándolo que terminara de desvestirse sin mi presencia.

  • ¿Qué tal está el agua? – me preguntó desde la orilla vistiendo aún sus calzoncitos, y digo calzoncitos porque eran unos calzones muy chiquitos que apenas cubrían lo indispensable por delante y por detrás.

  • Está muy rica… anda métete pero quítate los calzones para que no se mojen – le dije sin poder evitar mirarlo de arriba abajo, Inocencio tenía un cuerpo muy bien cuidado.

  • En ese caso mejor me quedo aquí en la orillita – dijo Inocencio recostándose sobre la hierba.

  • Eres bien penoso, ya no te acuerdas que aquí veníamos de niños y nadábamos "en cueros" – le dije mientras salía a la orilla para tenderme a un lado notando que él, por instantes, dirigía su mirada hacia mi pene que se balanceaba entre mis piernas.

  • No es eso… es que… - dijo Inocencio e interrumpió de repente al oir que alguien se acercaba – alguien viene.

  • Tranquilo, seguro son María y Carla… ellas acostumbran a venir aquí a bañarse – le dije pero él ya estaba buscando su ropa.

  • Hola Pepe… ¿Cómo estás? – se escuchó una voz femenina a nuestras espaldas.

  • Hola Mary… pues Yo estoy como me ves – le dije parándome completamente desnudo frente a ellas y añadí presentándolos – ellas son Mary y Carla… y este que está en calzones es el hijo del patrón, Inocencio.

  • Hola, mucho gusto – respondió Inocencio mientras trataba de ponerse los pantalones.

  • Hola nene… por nosotras no te vistas… - le dijo Carla acercándose a Inocencio – también vamos a darnos un chapuzón.

El pobre Inocencio no daba crédito a lo que ocurría, las dos chicas se estaban desnudando frente a nosotros sin ningún pudor.

  • ¿Me ayudas a desabrocharlo? – le solicitó ayuda Carla a Inocencio para quitarle el sostén y este lo hizo sin dudar, ella se volteó mostrándole las tetas y añadió – anda, quítate los calzones para meternos a nadar.

Inocencio seguía sin saber que hacer pero dejó que Carla le bajara los calzoncitos y él se los quitó a ella. Hacían una bonita pareja, Carla era una morena bien formada, con tetas y nalgas bien paraditas y él de piel extremadamente blanca tenía un cuerpo bien cuidado, tal vez muy delgado pero sin ser flaco y eso hacía lucir sus redondas nalgas.

Ellos se metieron a nadar mientras Yo me quedaba con Mary sobre la hierba. Ambos estábamos completamente desnudos y habíamos iniciado una sesión de besos y caricias por todas partes. La mata de vello púbico era abundante y me encantaba. Me acomodé sobre ella y le ofrecí mi pene en su boca mientras Yo le dedicaba mis caricias a su coño. La verdad me olvidé de Inocencio y Carla. Me dediqué por completo a esa hembrita que tanto me agradaba, le comí el coño para que lubricara de manera abundante. Ella por su parte ya me había puesto bien dura la verga, así que el siguiente paso no se hizo esperar, la coloqué boca arriba y levantándole sus piernas sobre mis hombros se la comencé a clavar.

  • Ay papito… sigues siendo un semental… Ah… - me decía ella mientras le bombeaba con fuerza haciéndola sentir el vigor de mi verga.

En eso levanté la mirada y encontré la de Inocencio, estaba tendido sobre la hierba viendo como me cogía a Mary mientras Carla se encargaba se mamarle la verga. Le sonreí y él me sonrió en signo de complicidad. Así que me di cuenta que el chavo estaba disfrutando no sólo lo que le hacían sino lo que veía. Y Yo como buen exhibicionista coloqué a Mary "en cuatro" para joderla en posición "perruna" para que mi admirador tuviera un mejor ángulo. Esa posición me encantaba, pues podía apreciar perfectamente el hermoso trasero de la chica. Además, se me ofrecía de manera natural la otra ruta, la ruta prohibida pero a la vez deliciosa: el culo.

  • Ay… traidor… sabes que me encanta por el culo – me decía Mary mientras comenzaba a sodomizarla, era un culito delicioso que me encantaba por lo estrecho que estaba.

Pero entonces algo nos interrumpió.

  • Ah… ah… ah… - se oyeron unos gemidos de Inocencio.

  • ¿Qué pasó? – le preguntó Carla en tono de reclamo – ¿a poco me vas a dejar a medias?

  • Lo siento, es que Yo… no me pude contener - dijo Inocencio mientras se ponía sus calzoncitos.

  • ¿Qué diablos pasa? – pregunté mientras le sacaba la verga del culo a Mary y me acercaba a la otra pareja.

  • Pues nada, aquí tu amiguito que se vino en la entrada – me dijo Carla señalando su coño bañado por la leche de Inocencio – y ya no quiere seguir.

  • Ya me voy a la casa, luego nos vemos – respondió Inocencio quien ya se había vestido y sin decir más palabras se dio la media vuelta y se fue.

¿Qué diablos le pasaba a ese chico? Tenía a una hembrita bien sabrosa a su disposición y prefería irse. Pues ni modo, pensé que tendría que quedarme con ese par de hembritas para brindarles el placer que se merecían. Sin embargo la distracción había roto el encanto y la sesión de sexo tuvo que terminar así.

Cuando regresé a la casa, el patrón de inmediato me interrogó.

  • ¿Qué pasó? ¿Por qué se regresó antes Inocencio?

  • Pues verá patrón, mis amiguitas llegaron y el Inocencio se acomodó con una de ellas, se estaba portando bien machín pero algo le pasó y se vino antes de tiempo… usted me entiende – le comenté al patrón sin entrar en mayor detalle, esperando que comprendiera.

  • Ah bueno… pues es que va empezando… le falta experiencia pero le entró sabroso a la hembrita ¿verdad? – preguntó nuevamente.

  • Sí patrón, le entró con ganas pero ya le dije lo que pasó.

  • Menos mal, por un momento llegué a pensar que no le gustaban las hembritas… bueno, por favor, sigue ayudándole – me pidió el patrón con cierta tranquilidad.

Fui a buscar a Inocencio a su cuarto para platicar con él sobre lo ocurrido. Estando a punto de tocar la puerta escuché unos gemidos provenientes del interior, así que me detuve y dudando un poco decidí asomarme. Abrí despacio la puerta, evitando en lo posible hacer ruido y entonces miré al interior. Ahí estaba Inocencio recostado boca abajo sobre un par de almohadas a la altura de su cadera, con los calzoncitos a la altura de las rodillas y su trasero meneándose mientras se metía un par de dedos entre las nalgas. Era evidente que con el movimiento de su cuerpo su pene se restregaba contra las almohadas y eso, aunado a la caricia que se brindaba por el culo, eran las principales causantes de los gemidos del chico. Lo miré por unos instantes y decidí dejarlo terminar.

Me retiré a mi habitación pensando en lo ocurrido ese día: la sesión de sexo con las chicas y la masturbación de Inocencio. El recuerdo de ambas hacía que mi pene se irguiera reclamando atención inmediata. Así que decidí imitar a Inocencio, me desvestí y comencé a masturbarme pensando en Mary, sí, pensando en el delicioso culito de esa chica que había dejado a medias. Pero de manera repentina aparecían en mi mente imágenes de Inocencio, la imagen de Inocencio en esos calzoncitos tan pequeños luciendo un trasero firme, la imagen de sus nalguitas redondas y blancas recibiendo la caricia de sus dedos. Me di cuenta de cuanto me excitaba pero no lo entendía en ese momento.

Al día siguiente me levanté temprano y, después de bañarme, fui a levantar a Inocencio para hacer otro recorrido.

  • ¿Inocencio? ¿ya estás despierto? – le grité desde la puerta pero al no recibir respuesta, pues decidí entrar.

Ahí estaba el chico en la cama, dormido, tendido boca abajo, casi completamente desnudo pues sólo un calzoncito intentaba cubrir sus nalgas. Me acerqué a él y pude apreciar con mayor detalle ese trasero, era realmente apetecible, incluso se apreciaban las nalgas más firmes y más paraditas que las de Mary. Mi pene comenzaba a dar muestras de vida bajo la toalla que llevaba en la cintura. Entonces la calentura pudo más que la razón, posé mi mano sobre una de esas nalguitas y la acaricié por encima del calzón.

  • ¿Inocencio? – le dije palmeándole las nalgas ligeramente para despertarlo.

  • Ajum… - bostezó y volteó la cabeza para el otro lado diciendo – déjame descansar otro ratito.

  • Anda, levántate ya para ir a recorrer lo que nos falta – le dije, pero mientras lo hacía aprovechaba para palmearle las nalgas – ya levántate y no seas flojo

  • Está bien… ahorita voy – respondió él pero sin moverse.

  • Bueno, te espero para desayunar – le dije palmeándole las nalgas nuevamente aunque con mas fuerza para que se levantara y me fui a mi habitación.

Estando solo me quité la toalla y me miré al espejo. Tenía una erección de campeonato y la causa era el trasero de Inocencio. Realmente tenía unas nalguitas deliciosas. Bastante experiencia tenía Yo en nalguitas y aunque hasta ese momento sólo había apreciado las nalguitas femeninas, era evidente que las de Inocencio nada le pedían a las que había gozado anteriormente. Estaba a punto de masturbarme cuando se abrió la puerta de mi cuarto y apareció el causante de mi erección.

  • Oye el agua está… - dijo mientras entraba pero hizo una pausa al mirarme completamente desnudo fijando su vista en mi pene completamente erguido - …fría, este… podrías ver que pasa

Después de decir eso volvió a echarle una mirada a mi pene antes de salir de mi cuarto. Me apresuré a vestirme y fui a arreglar el problemilla del agua. Una vez solucionado fui a avisarle a Inocencio esperando encontrarlo desnudo, después de todo, hay un dicho popular por acá que dice "uno al año, no hace daño".

  • Listo, ya te puedes bañar… ¿necesitas algo más? – le pregunté.

  • Gracias… pero era sólo eso… ahorita salgo – me respondió en tono cortante y haciéndome reflexionar sobre mis intenciones. A lo mejor Yo estaba imaginando cosas, me había mirado la verga pero tal vez eso no significaba nada y como a mi me habían llamado la atención sus nalguitas... Lo mejor sería bajarme la calentura y tranquilizarme.

Ese día fuimos a recorrer la otra parte del rancho, donde se cultivaba maíz. Y no pasó nada, le expliqué cada cuando se sembraba y cosechaba. Le presenté a los que trabajaban la tierra. Todo el recorrido fue normal hasta que me preguntó:

  • Oye Pepe, ayer me sentí muy apenado con las muchachas que me presentaste… ¿crees que las podamos ir a ver para disculparme?

  • Pues a Mary está un poco difícil, ella vive un poco lejos, pero Carla vive muy cerca de aquí, si quieres podemos ir a ver si está – le dije mientras pensaba que me había equivocado con ese chico.

  • Oye y ¿crees que haya oportunidad de…? pues ya sabes… - me dijo sonrojándose un poco.

  • Pues no lo sé, eso se lo tendrías que preguntar Tú – le dije mientras nos dirigíamos a la casa de Carla.

  • Oye Pepe, ¿Tú lo has hecho con Carla? – me preguntó en el trayecto con cierto tono de picardía.

  • Claro, varias veces, es una morenita deliciosa… bueno Tú ya la viste – le respondí recordando algunos momentos que había pasado con esa muchacha.

  • ¿Y le has hecho lo que a Mary? – me preguntó un poco sonrojado.

  • ¿A qué te refieres?

  • Pues es que me di cuenta que a Mary le diste por "Detroit" – me especificó.

  • ¿Por "Detroit"? Ah te refieres a que se la metí por el culo – le dije sonriendo al notar el interés que mostraba y añadí – pues sí, a Carla también se la he metido por ahí, aunque al principio no querían ambas descubrieron lo sabroso que es.

  • ¿Y Tú cómo sabes que es sabroso? – me preguntó con una mirada penetrante.

  • Me refiero a que ellas gozan mucho cuando lo hacemos y por eso creo que para ellas es sabroso y para mi ni te digo, los culitos aprietan mas que los coñitos y eso me encanta – le respondí dándome cuenta que ambos estábamos tocando temas que nos excitaban.

  • Pues espero que Carlita me de otra oportunidad para probar tu teoría jajaja – respondió y ambos nos reimos.

Cuando llegamos a la casa de Carla la encontramos arreglando el pequeño jardín que tenía frente a la casa.

  • Hola Carla ¡Cómo estás…! – la saludé.

  • Pues estoy muy bien… ¿no se nota? – me respondió ella levantándose y poniéndose de perfil para que la admirara.

  • Sí, se nota… ¿verdad Inocencio? – le pregunté a mi acompañante.

  • Sí… estás muy… - trató de responder pero sin completar la frase.

  • ¿Muy qué? – le interrogó ella.

  • Muy… buena – se animó a responder bajando un poco la voz.

  • Jajaja pues así díselo… Carlita estás bien buena… y listo ¿o no, Carla? – les dije.

  • Pues sí… pero este bebé es muy tímido aún… y ¿a qué se debe la visita? – nos preguntó.

  • Mira, platicando con Inocencio me dijo que quería disculparse por lo de ayer, así que aquí estamos – le dije viendo como ella sonreía de manera pícara y aproveché para añadir – además quiere terminar lo que empezó.

  • Entremos a la casa a platicar – nos sugirió ella.

Conocía la mirada de Carla y era evidente que Inocencio le agradaba. Entramos a la casa y en cuanto cerramos la puerta, sin decir nada, ella abrazó a Inocencio besándolo con verdadera pasión y él le correspondió de igual manera llevándola hasta el sillón más cercano. Pensé que no había mucho que hacer, ambos se habían arrancado la ropa y fue cuando hice el intento de salir que ella me detuvo.

  • ¿A dónde crees que vas? No me voy a arriesgar a que me dejen a medias otra vez… ¡Encuérate y ven acá! – me ordenó ella mientras sentada al borde del sillón acariciaba con sus manos las nalgas de Inocencio y con sus labios besaba el pene del muchacho.

A mi no me desagradó la idea, así que me desvestí lo más pronto que pude y me acerqué a ellos. Me paré a un lado de Inocencio y acerqué mi pene al de él para que recibiera las mismas caricias que Carla le prodigaba. Ella sujetó mi verga por la base e hizo lo mismo con la de Inocencio, las comparó y la diferencia era evidente, mi pene es moreno y el de él blanco, muy blanco, aunque las cabezotas de ambos estaban de un rosa intenso, el grosor de ambas vergas era semejante, pero la diferencia que más le importaba a ella era la longitud, el mío era más largo que el de él.

  • La tienes bien grande – me dijo él admirando mi pene.

  • Pues ya sabes, cuando quieras… - se la ofrecí y los tres nos reímos.

  • A mi me deben una cogida y me la van a dar… a ver Pepe, siéntate aquí – me ordenó ella y en cuanto me senté ella se montó sobre mi para clavarse mi verga en el coño y le ofreció su culito a Inocencio – ahh… ahora vas Tú.

Inocencio se acomodó detrás de ella mientras Yo disfrutaba de las tetas que me ofrecía esa muchacha, la suavidad y tibieza de su piel me encantaban, los pezones erguidos mostraban el grado de excitación que tenía y el delicioso meneo de cadera que había iniciado me tenían bien excitado.

  • Creo que no entra – oí decir a Inocencio – está muy cerrado ese agujerito.

  • Claro que entra… empújalo… ah… ya entró la cabecita… ah… así… ves que sí entra… ah… despacito… - le decía ella mientras guiaba con su mano el pene virginal de Inocencio por la ruta prohibida.

Yo podía sentir la verga de aquel chico casi en contacto con la mía, nuestros cojones chocaban entre sí mientras nos cogíamos a esa muchacha. Ella sólo pujaba y gemía recibiendo las caricias que le dábamos. Poco a poco el acoplamiento fue total. Estábamos gozando a tope. Sin embargo y a pesar del esfuerzo del chico, las nalgas de Carla terminaron ganando la partida, consiguiendo que se viniera bañándole el interior del culito. Sentí como la verga de Inocencio respingó varias veces y yo mismo estuve a punto de venirme.

  • Ah que sabroso culito… me encantó… - le dijo a Carla mientras extraía su verga.

  • Pues para ser primerizo lo hiciste muy bien, bebé – le dijo ella mientras Inocencio de sentaba a un lado de mi con la verga fláccida y ella al verla se zafó de mi verga y me ordenó – esto apenas comienza, Pepe, ahora te toca darme por el culo mientras levanto esta verguita.

La cachondísima Carla estaba lista para la acción, Inocencio sólo separó sus piernas para que ella se arrodillara entre ellas y comenzara a mamarle nuevamente la verga. Yo de inmediato ocupe mi posición favorita, arrodillado detrás de ella le separé las deliciosas nalguitas y comencé a acariciarlas y a besarlas, me encantaban esas nalgas morenas que lucían retadoras. Poco a poco me acerqué al culito para comérselo como acostumbraba, pero en ese momento lucía muy abierto debido a que acababa de recibir el miembro de Inocencio, pero más aún, todavía escurría la leche que aquel pene le había depositado en su interior. Nunca había saboreado con mi lengua un culito en esas condiciones y admito que me encantó, el sabor de la leche era un ingrediente especial y me encantaba.

  • Ah… me vas a matar… clávamela ya… necesito que me la claves… ayyyy… agh… - gimió ella mientras Yo la obedecía, pues de un solo empujón conseguí meterle media verga, pero no dijo más, Inocencio le metió nuevamente la verga en la boca y ahogó sus palabras.

Lo estrecho de ese agujerito me excitaba mucho y poder afianzarla por la cintura y palmearle las nalgas me calentaba mucho más. Así que comencé a darle verga por el culo sin parar, metiendo y sacando mi pene en su totalidad. El ritmo se incrementó y pronto alcanzamos el clímax, mi verga le llenaba el culito de leche mientras que la de Inocencio se vaciaba en la boca. Pasé mi mano por su rajita y la encontré completamente húmeda. Los tres nos habíamos venido y estábamos exhaustos.

Los tres estábamos sentados en el sillón, Yo en medio, Carla a mi izquierda e Inocencio a mi derecha. A pesar de todo, mi verga se mantenía ligeramente erecta y eso hizo que Carla se reclinara a mamarla. Inocencio veía como me la mamaban y parecía excitarse poco a poco. Entonces nuestras miradas se encontraron y algo instintivo ocurrió: ¡Nos besamos!

Si me lo hubieran dicho jamás lo hubiera creído. Yo besando a otro chico. No lo podía creer, pero no se trataba de creerlo, simplemente estaba pasando, sus labios se separaron de los míos y fueron bajando hacia mis tetillas, después a mi abdomen, a mis muslos y finalmente, sorprendieron a Carla.

  • ¿Qué les pasa? – preguntó ella sorprendida por la atrevida acción de Inocencio, que ya se había apoderado de mi verga y había comenzado a mamarla con mi anuencia.

Yo atraje hacia mi a Carla para besarla pero ella me rechazó. Simplemente se apartó de nosotros y nos dejó solos. Yo estaba tan caliente y disfrutaba la sensacional mamada que me estaba dando ese chico que no me importó. Bajé mi mano por la espalda de Inocencio hasta llegar a sus nalguitas. ¡Eran preciosas! Comencé a acariciarlas y busque el agujerito que entre ellas se ocultaba. Clavé un dedo y enseguida otro en ese culito. Él dejó de mamarme la verga, se levantó y volvió a besarme en la boca mientras se acomodaba sobre mi. Mis manos se apoderaron de sus nalguitas y las separaron al máximo, facilitando con ello la entrada triunfal de mi verga en ese estrecho agujerito.

  • Ah papito… la tienes bien grande… métemela toda… - gemía Inocencio mientras mi verga se alojaba por completo en sus entrañas.

Yo no dije absolutamente nada, sólo comencé a impulsar mi cadera hacia arriba buscando penetrarlo más. Me encantaban los culitos, pero este era diferente, era el culito de un hombre y la sensación de su verga completamente erecta restregándose contra mi abdomen me generaba una excitación adicional. Le comencé a besar las tetillas mientras sus nalguitas subían y bajaban sin parar. El ritmo de sus meneos se fue acelerando hasta que me fue imposible evitar la eyaculación. Lo abracé y sentí como temblaba todo su cuerpo mientras le llenaba el culito de leche, pero además sentí como mi abdomen era bañado al mismo tiempo por la leche que arrojaba su pene.

  • ¿Ya terminaron de hacer sus cochinadas? – preguntó gritando Carla y añadió antes de cerrar la puerta de su cuarto – No quiero volver a verlos por aquí, pinche par de putos.

Hasta ese momento tomé conciencia de lo que había hecho. Nos separamos y sin decir palabra alguna nos vestimos y salimos de la casa de Carla. Nos dirigimos hacia el rancho y fue Inocencio quien rompió el silencio.

  • ¿Por qué no dices nada? ¿Acaso no te gustó lo que hicimos? – me interrogó.

  • Es que no está bien… pero… - hablé sin saber que decir.

  • ¿Pero qué? A mi me gustó mucho sentirte dentro de mi – me dijo Inocencio con mucha seguridad y añadió – y creo que Tú también lo disfrutaste.

  • Sí, pero… - ese chico tenía razón, me había encantado meterle la verga.

  • ¿Tienes miedo que te llamen "puto"? – me preguntó deteniéndose para verme a los ojos directamente.

  • No es eso, bueno sí, un poco… - respondí agachando la cabeza.

  • Pues por mi nadie lo sabrá… ¿quieres repetirlo? – me dijo de manera retadora aproximándose a mi y al verme callado supo la respuesta – vamos al arroyo.

Yo simplemente lo seguí. Lo miraba caminar y notaba como se movían sus nalguitas con un ligero contoneo que me hacía suspirar, y creo que lo hacía sabiendo perfectamente que así me excitaba. Cuando llegamos al arroyo comenzamos a desvestirnos mientras nos acariciábamos. Era sumamente excitante. Cuando ambos quedamos en calzones él se detuvo mirando la carpa que se había formado al frente de mis bóxers.

  • Por eso me gustaste, Pepe, eres todo un semental – me dijo mientras se arrodillaba frente a mi y me bajaba los calzones dejando en libertad mi verga completamente erguida.

  • Ah… Inocencio… - dije acariciando su cabello mientras él iniciaba una mamada deliciosa, dejando en claro que era todo un experto.

Entonces decidí corresponderle de la misma manera. Lo empujé sobre la hierba y busqué sus labios. Comencé a recorrer su cuerpo con mis manos y mis labios, bajando poco a poco hasta que llegué al diminuto calzoncito que estaba a punto de reventar, se lo quité y dejé en libertad su hermoso miembro que se erguía retador como esperando una caricia. No lo dudé más. Con la lengua comencé a lamerle los cojones y la base de aquel blanco pene, lo recorrí con la lengua de arriba abajo justo como él me lo había hecho y finalmente lo metí en mi boca. La sensación era increíble. Sentía esa verga caliente palpitando en mi boca mientras él levantaba ligeramente las nalgas intentando meterla un poco mas.

  • Ah… no puedo más… ah… - gimió Inocencio y sentí como comenzaba a brotar de aquel delicioso pene un líquido tibio y viscoso, de un sabor agradable que no me era desconocido pues lo había probado en el culo de Carla. Lo tragué sin el menor esfuerzo.

  • Ahora te toca a ti – le dije aprovechando mi posición coloqué sus piernas sobre mis hombros dejando libre el acceso hacia su culito.

  • Sí, cógeme… ah que vergota… ah… así… - gimió Inocencio al sentir como mi robusto miembro se abría paso en sus entrañas.

Comencé un mete y saca a un ritmo lento. Me gustaba ver su rostro mientras lo iba ensartando. De cuando en cuando se lo dejaba adentro y buscaba sus labios para besarlos y hacerle sentir que era su macho. Me encantaba estar dentro de su culito. Era evidente que no era Yo el primero en gozar su agujerito pero no me importaba, igual lo bombeaba para placer de ambos. Hasta que no pude mas y comencé a bañar nuevamente sus entrañas con mi leche.

  • Inocencio… mi amor – le dije mientras lo abrazaba.

Nos quedamos recostados sobre la hierba, abrazados y en completo silencio. Lo que había ocurrido estaba asimilado, me había gustado hacerlo con él mas que con cualquiera de las mujeres que había tenido en mis brazos. Sabía que ese sería nuestro secreto, bueno, nuestro y de Carla

  • Oye ¿crees que Carla ande contando por ahí lo que vió? – me preguntó sacándome de mis pensamientos.

  • Pues existe la probabilidad – le dije, sabiendo de antemano que era una probabilidad muy alta.

  • Hay que platicar con ella y pedirle que guarde nuestro secreto, a lo mejor le podemos ofrecer algo a cambio – me dijo Inocencio mientras se levantaba y se dirigía al arroyo.

  • En ese caso hay que ir de una vez – le dije tratando de impedir que se mojara pero era demasiado tarde, Inocencio ya se había zambullido y me hacía señas para que lo acompañara.

Eso podía esperar. Me metí al agua con ese chico comenzamos un cachondeo acuático delicioso. Sus manos me recorrían el cuerpo sin cesar y nuestras vergas se restregaban entre sí generando una nueva erección de su verga y fue entonces que afianzándome de las nalgas me plantó un beso que me quitó el aliento y me pidió algo que me dejó frío.

  • ¡Quiero culearte! – dijo clavando un dedo en mi culito.

  • No, eso no – respondí de inmediato separándome de él y me salí del agua.

  • ¿Por qué no? – me preguntó mientras salía detrás de mi.

  • Porque no está bien… yo soy hombre y

  • ¿Y eso qué? ¿Entonces yo ya no soy hombre sólo porque me metiste tu vergota? – me volvió a interrogar parándose frente a mi y exhibiendo su pene en completa erección.

  • No es eso… es que

  • ¿Tienes miedo? – me preguntó mientras me abrazaba.

  • Sí – respondí cediendo a sus labios y caricias.

  • Prometo hacerlo con cuidado, ven, ponte en cuatro – me dijo mientras me colocaba en cuatro.

Mi suerte estaba echada, algo dentro de mi me decía que me resistiera, que no permitiera la invasión que estaba a punto de ocurrir, pero su lengua generaba sensaciones terribles alrededor de mi agujerito excitándome al máximo y haciéndome sentir por las nubes. De pronto esa caricia cesó y lo supe, sentí el cabezón presionando la entrada de mi virginal orificio que se resistía a la invasión, pero no por mucho tiempo, pues mi culito fue cediendo poco a poco y aquel pene que antes había mamado ahora se iba alojando dentro de mi culito. Sentía un ardor ligero pero recordé todas las mujeres que había desflorado del ano y pensé en lo que habían gozado después con mi verga, y ahora lo comprendía todo, Inocencio me estaba enculando a un ritmo delicioso, había un poco de dolor, pero el calorcillo de aquel miembro entrando y saliendo generaba una sensación placentera y sin darme cuenta mis nalguitas ya se habían acoplado al movimiento de ese chico que en ese momento era su dueño.

  • Ah… es… es… ah… rico… - gemí al comenzar a disfrutar la pérdida de mi virginidad anal.

  • ¡No que no! ¡Tómala toda, mi amor! – me decía mi enculador mientras me palmeaba las nalgas hasta que comenzó a venirse dentro de mi.

  • Ah… - gemí meneando mi cadera mientras me retacaban el culo de leche.

  • Así me gustan los hombres, bien machitos, ahora vamos a lavarnos para ir a ver a Carla – me dijo mientras me sacaba la verga y se metía al agua.

Yo estaba desconcertado y sólo atiné a obedecerlo, ese no era el Inocencio que había tratado los días anteriores, este era un Inocencio seguro de lo que quería, incluso un tanto autoritario. Nos lavamos y a los pocos minutos estábamos en camino a la casa de Carla. Yo no sabía cómo íbamos a convencerla de que no corriera la voz de lo que había visto, pero al parecer Inocencio ya tenía algo en mente.

En cuanto llegamos, Inocencio tocó la puerta y apenas nos abrió Carla nos metimos sin darle oportunidad de reaccionar.

  • ¿Qué les pasa putos? ¿Ahora que quieren? Les dije que no los quería volver a ver por aquí – nos gritó ella.

  • Tranquilízate Carla, sólo queremos platicar sobre lo que pasó - le dijo Inocencio abrazándola.

  • ¿Qué quieren platicar? Par de depravados, ya suéltame – gritó ella empujando a Inocencio sin conseguir moverlo.

  • ¿Depravados? Jajaja pero mira quien lo dice, una de las putas mas putas de la ranchería… ya cállate y escucha a Inocencio – le grité con tal fuerza que conseguí que se callara.

  • Mira Carla, yo soy gay, lo descubrí hace tiempo pero no voy gritándolo por ahí, soy bastante discreto y afortunadamente en la ciudad la gente es mas abierta y no hace tanto escándalo… sin embargo, por lo visto aquí la gente es bastante cerrada y es por eso que me preocupa que vayas a andar contando por ahí lo que viste que me hizo este precioso cabrón – explicó Inocencio mientras me señalaba.

  • Pues por eso no se preocupen, yo no soy chismosa, así que ya se van largando de mi casa – gritó Carla aún enojada y añadió – no son los primeros ni los únicos maricones de la zona.

  • Pues siendo así, nos vamos… sólo quiero que me consideres tu amigo y cualquier cosa que se te ofrezca puedes contar conmigo – le dijo Inocencio con una sinceridad tal, que la niña le sonrió.

  • Perdonen si me exalté un poco, es que no daba crédito a lo que pasaba… Tú me gustaste desde que te ví en el arroyo y este cabrón es uno de mis machos favoritos… creo que me sentí celosa – dijo ella mientras se sentaba.

  • En ese caso podemos seguir viniendo a verte, ¿verdad? – le pregunté.

  • Sí, sí, cuando quieran… igual y les presento a algunos "amiguitos" – respondió ella con un sonrisa de oreja a oreja y añadió mientras se levantaba el vestido - ¿nos reconciliamos?

Inocencio y Yo nos miramos entre sí y comenzamos a encuerarnos. No hubo mayor preámbulo, nos lanzamos sobre ella para "sandwichearla". El acoplamiento ya era total, mi verga entraba y salía de su vagina al mismo ritmo que la verga de Inocencio hacía lo propio en el culo. No había palabras, sólo gemidos de placer. Al final no hubo mucha leche, pero sí mucho agotamiento. Nos quedamos dormidos un rato.

  • Oigan… despierten… vienen a buscarlos… - nos despertó Carla ya completamente vestida.

  • ¿Quién viene? ¿Qué quieren? – pregunté mientras me comenzaba a vestir.

  • Vienen del rancho… creo que algo le pasó a tu papá, Inocencio – respondió Carla mientras ambos terminábamos de vestirnos.

  • Bueno pues… vamos – dijo Inocencio mientras salíamos de la casa.

Eran dos trabajadores del rancho quienes nos informaron que el patrón había salido a buscarnos en la tarde y que lo encontraron cerca del arroyo ya sin vida. El doctor dijo que había sido un infarto.

Regresamos de inmediato al rancho y hablamos con el doctor, quien confirmó lo que nos habían dicho, añadiendo que seguramente había sido por algún esfuerzo o por una tremenda impresión y estimó la hora a la que había ocurrido, era mas o menos cuando Inocencio y Yo estábamos entregándonos. Inocencio me miró y me abrazó llorando, sabiendo como Yo que seguramente nos había visto.

Pasaron los funerales y fue hasta entonces que Inocencio me volvió a dirigir la palabra.

  • Me siento culpable por lo que pasó… pero creo no tenemos la culpa ¿o si? – me preguntó

  • Pues no lo sé… tal vez… el patrón quería que su hijo fuera un machín y que sentara cabeza… pero… - dije mientras él me interrumpió.

  • Pero resulté ser maricón, ¿verdad?

  • No, no es eso… él no entendía que eras diferente… yo no lo entendía tampoco… pero Tú me hiciste sentir tan

  • Tú también me hiciste sentir tantas cosas… y quiero seguir disfrutándolas – me dijo mientras se aproximaba a mi para comenzar a desnudarme y yo sólo suspiré al sentir contra mis nalguitas ese delicioso pene. Un empujón, la invasión de mi culito, un delicioso vaivén y un abundante derrame seminal en mis entrañas formalizaron todo.