Innobles instintos

La vida de un hombre, hijo y hermano, dedicada a dos amores, desemboca en una tragedia de instintos desbocados.

Amo a mi familia. Quiero decir, a mi familia de origen. Somos tan sólo tres. A mi padre nunca lo conocí, pero tampoco nos hizo mucha falta, porque desde muy chico empecé a trabajar, y jamás, ni a mi madre ni a mi hermana Raquel, les faltó lo necesario para vivir.

Trabajé muy duro, es cierto. Pero mi cuerpo es grande y fuerte y pudo sobrellevar todos los esfuerzos a que lo sometí. Probablemente porque estaba movido por un motor muy poderoso, cual era ser todo para ellas dos.

Mi madre siempre fue una mujer débil y no podría haber hecho mucho por nosotros. No es que tuviera algún problema, enfermedad o cosa así, no. Sencillamente, se había formado para ser amada y cuidada y cuando conoció al que sería su esposo, después mi padre y el de Raquel, supuso que él encarnaba la justificación de su existencia. La recuerdo desde muy chico, como una mujer muy hermosa, muy cálida, bueno, a ella salió mi hermana. Ambas fueron para mi como mis princesas. Y ese sitial construí para ellas.

Como dije, el camino fue terriblemente largo y duro. Comenzamos viviendo los tres en una pieza, que ni baño tenía. Debíamos usar el de la casa, una especie de inquilinato o pensión, pero eso era todo cuanto yo podía pagar. Yo me dediqué a la construcción. Esto así expresado suena algo pomposo, si se tiene en cuenta que en realidad empecé como un simple peón de albañil. Pero mis ganas y también toda mi capacidad puesta al servicio de ganar dinero, me permitieron ir cambiando.

Hacía lo que viniera a cuento. Aprendí albañilería, pero también los oficios, electricista, gasista, en fin, era "el chico que se daba maña para todo".

Si grande fue la alegría y la felicidad de "mis chicas" cuando les mostré la primera casa que compré, mucho mayor era la mía por ser el proveedor de todo lo que originaba sus sentimientos.

En fin, que fuimos cambiando nuestros modos de vivir, hasta llegar a este día.

Esta muy buena casa, hoy llena de gente, que se mueve por ella, que recorre el inmenso parque tan bellamente adornado, que bebe y celebra en las mesas que rodean la piscina, la música, el ruido, son el testimonio de la meta alcanzada.

Y es mi orgullo que mi hermana pueda celebrar hoy aquí su matrimonio. A ella se la ve muy feliz, mi madre también lo está, ¡ y qué bella que está hoy mi madre!. Antes de salir para la iglesia se lo dije. "Mi querida Marta, aún con este pedazo de hijo que tenés, puedo decirte que estás hermosísima!". Mi madre sonrió y me besó, al par que me apuraba para que nos fuéramos.

¡Si señor! ¡Es un muy buen día este!

De todos modos, no puedo evitar preguntarme sobre el porqué del apuro de mi hermana por casarse. No es que me parezca mal, o que no aprecie a su novio. Es realmente un buen muchacho, un profesional joven, aunque ¡zóologo!, ¿Cómo demonios se ganará la vida un zóologo?. Incluso ¡tan pequeño!. Bueno, no es tan así. Estoy exagerando. ¡Qué sé yo! Tal vez mida 1,65, algo más, quizá, lo que pasa que además es bastante flacucho y eso lo hace parecer más chico.

Pero no encuentro respuesta para la pregunta que me hago, mientras la veo a Raquelita, tan hermosa y emocionada frente al altar. ¿Qué le puede haber faltado en casa? Si todo cuanto se le antojaba, lo tenía no bien yo conocía su deseo. ¿Cómo podrá hacer ahora?.

Por allí anda el flaco. Sebastián se llama. Se lo ve contento. Pero ¿Qué puede saber de las necesidades de mi hermana? ¿Cómo podrá resolverlas?. Me pregunto si no estaré algo irritado. Demasiado colérico, dijo alguna vez un médico al que acudí por pedido de mi madre. Y tal vez fuera cierto, ¡estaba todo el tiempo tan cansado! ¿Cómo no molestarme por tanto pequeño contratiempo?. Pero, ¿De qué demonios se reirá tanto este Sebastián? Parece bastante boludo. ¿Y mi hermana? ¡También!. ¡Claro! ¡Por supuesto! ¿Qué motivo tendría para no reir?. ¡Si gracias a mi, su vida fue siempre una sonrisa!

Pensé que mejor me tomaba una copa. Me estoy dando mucha manija. Pero me molesta el ruido de tanta gente. Mejor me voy a mi habitación, me dije. Y si, aquí estoy mucho más tranquilo. ¿Qué viene a hacer este aquí?

¡Hola cuñado! ¡Siempre solitario! ¿Por qué no viene a divertirse con nosotros?

Bueno Sebastián, pensé en descansar un rato, sabés que el ruido a mi….

¡

Sí, si, ya lo sé! Si Raquel siempre está hablando de vos, "el troglodita de mi hermano" dice, ¡ja ja ja ja!.... pero, ¿Qué hacés Juan?.

Bueno, bueno, el chico se sorprende. Tan elegantito que estaba. Mi golpe no fue tan fuerte, debe estar exagerando. Ajá, lo que pensaba, si hasta intenta resistirse. ¡Si querido mío, ya te vas a enterar! ¿Qué? ¿Te disgusta que te arranque el pantalón?. ¡Pero si apenas empezamos!. ¿La camisa también? ¡Pues claro! ¡Te quiero todo desnudito, mi chiquito, mi pequeñín! Pero, ¡Fíjense ustedes! ¡Qué hermoso culito que habías tenido precioso! ¡Seguramente que esta noche vos y mi hermanita se iban a divertir mucho!. Me parece muy bien, pero ¿Por qué no adelantar un poco la fiesta?. Eso si, disculpame, pero tengo que sujetarte un poco porque si no me vas a cansar antes de tiempo. A ver, a ver…. ¡Ah, esa barra me viene muy bien! Es que ¿sabés?, ya no trabajo tanto, entonces debo hacer un poco de ejercicio para mantenerme en forma, ¡ah! ¡es que sos muy bajito! ¡Estás algo colgadito! ¿no? ¡Ah, no! ¿Ves? ¡Si apoyás la puntita de los piecitos, no estás tan mal!

¡Pero mirá vos, que habías tenido tan lindo agujerito! Vamos a ver si lo abrimos un poquito. Perdón por la mordaza, ¡pero te empeñabas en hacer ruido, con lo que a mi me molesta! ¡Ah, querido, querido, que debilucho estás resultando! ¡Si solamente te estoy metiendo un dedo en ese agujerito! ¡Claro, me doy cuenta, lo tenés algo cerradito! Veamos, veamos, lo que no puede un dedo, lo podrán dos, ¿no?, o tres. ¡Ah, así, chiquito, ¿sentís mis dedos? ¿Te gusta? ¡Ah, cómo me gusta que mis dedos jueguen, así, así, bien adentro tuyo! ¡Qué calentito tenés el culito! ¡Oh, pero fijate, si puedo doblarlos, aaahh, así, así!, bien, bien, ¡ahora lo vamos a humedecer un poquitín! ¿eh?.

¿Sabés qué?. Me tendré que poner algo más cómodo yo también. ¿Ves? ¡Es sólo un instante! ¡Ya está! ¡Estamos iguales! ¡Ahora estamos los dos desnuditos! Pero Sebastián, ¿Qué pasa con tu mirada? ¡Ah, ¿Es mi verga, no?. ¿Te asombra?. ¡Bueno, no puedo ser muy modesto! ¡La estás viendo! ¡Así es, la tengo bastante grande! ¿Qué dirías vos? Tal vez veinticinco centímetros, ¿un poco más? ¿te parece?. También es algo gordita. ¡Ah! ¡Qué te parece! ¿Alguna vez imaginaste que me ibas a tener arrodillado detrás de ti? ¡No te muevas tanto mi vida, sólo te estoy abriendo un poco las nalgas, sólo un poco! ¡Vamos a darle un poco el gusto a mi lengua también! Mmmmmmm mmmm, ¡qué rico es tu culito! ¡Un poquito fuerte el olorcito, pero mejor, me gusta! Mmmmmm, mmmm, mmmm. ¿Qué nunca habías sentido entrar una lengua en tu culo? Bueno, siempre se está a tiempo. Mmmm, mmmm, mmmmmmmm. ¡No te muevas tanto! ¡Mirame, estoy de rodillas, te tengo que abrazar las piernitas, tengo que agarrarte tu pijita, si te movés, el equilibrio me cansa! Ya falta poquito. Mmmmm, mmmm. ¿Te gusta tener el culo mojadito, no?.

¡Ah pícaro! ¡Estás ansioso porque te abrace! ¡Así, así,! ¿Está bien así mmmm. ¡Ah1 Te gustó que bese tu cuello, ¿no? ¡Si mi vida tus orejitas! ¡Cómo me gusta acariciarte todo, amorcito! ¡Si, si, si,! Ya te voy a chupar todo! ¡Tus tetitas también! Pero ella espera su turno, ¿eh? ¡Así, mi amor! ¡Oooh! Se quiere meter solita, vamos, si ya vamos. ¡Ahora, aggghhh, adentro! Pero, ¿porqué tanta rigidez, tanta tensión en tu cuerpito? ¡Si sólo entró la cabecita! ¡Bueno, la cabezota! ¡Ahí voy! ¡Arggggghhh! Ya estoy. ¡Ya es toda tuya! ¿Ves mi putito? ¿Ves como ahora te estoy cogiendo? ¡Aaaaayyy, aggghh, aaaaagghhh! ¡¡Ay mi putito de mierda! ¡Ay el repugnante putito que se quería llevar a mi hermanita de su casa! ¡Ay, creo que acabo, creo que llegooooo! ¡Ooooohhhh, Assssfffffgggggg! ¡Aaaaaaahhhh!

Perdoname que me tire un ratito en la cama. No, no estoy cansado. Sólo que me gusta mirarte. ¡Oh! ¡Cómo te chorrea mi leche desde tu culito! ¡Es hermoso querido, muy hermoso, el espectáculo!

¿Qué….?. ¿Qué pasó, por dios? ¡Aaaaaaayyyy! ¿Qué es esto hijo de puta? ¿Qué hiciste?

Raquelita, Raquelita, sabés qué poco me gustan los gritos. ¡Calmate!

Sentí un grito…. ¿Quéeeeeeeee…q…qué es esto?

¡

Ah, mamá! ¡Vos también! ¡Ya estamos todos entonces!

¡Dejá a tu hermana! ¿Qué le hacés?

¡

Nada mamá, nada! ¡No te preocupes! Sólo la voy a atar un poquito. Está muy alterada y puede resultar molesta. ¿Ves? ¡Ya está! ¡También colgadita! ¡Al lado de su maridito! ¿No es conmovedor mami?

¡

Mamá, mamáaaa, está loco! ¡Detenelo por favor! ¡Nooooo mamá! ¡Andate, andate, llamá a alguien!

¿

Adónde crees que vas mamá?

¡

Dejame, Juan, hijo, reaccioná! ¿Te das cuenta de lo que estás haciendo?

No te preocupes mami, a vos no te voy a colgar, tus brazos no aguantarían. Además sos mi madre. Solamente te voy a atar las piernas a la cama, así, así, ¿Ves? ¿No estás incómoda, no? ¡Ah, noo! ¡Si vas a querer soltarte, voy a tener que atarte las manos también! No me dejás opción. ¡Ah! ¡Así, ya está! Ahora no hay más problemas, la reunión sigue, nadie nos interrumpirá. ¿Ya se fueron todos, no?. Bien, bien

¡Hijooo, por favor….!

¡

No, no no llores mamita! Después de todo, estuviste de acuerdo con que Raquelita se casara, con que se fuera de esta casa. ¿Por qué mamá? ¿No les dí lo suficiente? ¿No trabajé lo necesario? ¿No me dediqué a ustedes, hasta dejar mi vida totalmente de lado?

¡A las dos, les pregunto carajo! ¡Qué les faltó! ¿Eh? ¿Saben, las dos? ¿Saben que hace un ratito terminamos de desvirgarnos los dos? ¿Él y yo?. ¡Nooo, querida, noooo hermanita, no es que tu maridito nunca se hubiera cogido alguna puta! ¡No te ilusiones! ¡Es su culo el que era virgen! ¡Y yo era virgen! ¡Porque mi vida fue para las dos! ¡Porque, ¿qué puta mujer iba a querer a un tipo dedicado nada más que a su mamá y a su hermana?. Pero ya está.

¡

Sos un loco hijo de puta! ¿Sabés cómo vas a terminar?

¡

Claro que lo sé Raquelita! ¡Claro que lo sé! ¡Pero antes vamos a pasar unos ratos muy divertidos. Por empezar, querida, ¡Estás demasiado vestida! ¡No, no te preocupes! ¡No voy a arruinar tu vestido de novia! Lo vamos a quitar con cuidado. Te voy a descolgar, querida, así te puedo desnudar….

¡

Juaaaaaaann!

¡

Basta madre!

¡

No jodas más! ¡Raquel no podía estar colgada! ¡Así, así, querida, dejame que te quite con cuidado el vestido! ¡Ya estáaaa! Bueno, Raquelita, ahora te vas a quedar en la cama con mamá….ajá….así….te voy a atar sólo una mano… me gusta más. Asíii.

Ahora me vas a esperar un poquito, porque también voy a desnudar a mamita.

¡

Basta hijo de putaaaaa!

Griten, griten, todo lo que quieran….

Pero,

¿

Qué hacés animal!

¿

Qué hago? ¿No lo ves? ¿Por qué no me dejás tranquilo? Le voy a chupar la conchita a mami. ¿No mami? ¡Te va a gustar, ya lo verás.

Pensaba que no podía estar pasando todo esto. Parecían instantes de otra vida, pero hacía apenas unas horas, mi hermano como padrino, me entregaba en la iglesia a quien sería mi marido. Parecía contento, de hecho lo estuvo desde meses antes, cuanto iniciamos los preparativos. Pero, ¿Quién era esta bestia con apariencia humana que había desatado esta tragedia?.

Sebastián tenía los ojos cerrados, no sé si por el asco de la situación que estábamos viviendo, por las cosas por las que había pasado él mismo, o por el agotamiento en la difícil posición en que estaba. Sus brazos se veían muy pálidos, pendiendo de la barra de ejercicios a la que estaba atado. Yo misma, aunque con una sola muñeca sujeta al barrote de la cama, me sentía al límite de mis fuerzas por todo lo que había forcejeado.

Mi madre, totalmente inmovilizada, había cerrado también los ojos y se dejaba hacer. Juan esta metido entre sus piernas y la estaba saboreando, lamiendo y chupando como un poseído. Ella emitía algunos quejidos, supongo que por la inevitable excitación que el degenerado le estaba produciendo. ¡Maldito sea! ¡Maldito sea mil veces! ¡Si hasta yo estoy sintiendo estas cosas horribles por lo que está haciendo!. ¡Dios, no puedo evitarlo! ¡Pero la excitación me está humedeciendo! ¡No puedo evitar tocarme!

¡No puedo evitarlo Sebastián! ¿Por qué me mirás de ese modo? ¿Por qué tenés la pija parada, vos también?

¡

Raquelita, Raquelita, no grites más!. ¡Ya habrá para vos también!

Ahora el hijo de puta se está frotando contra el cuerpo de su madre. ¡Este loco está fuera de control! ¡Todo es un descontrol! ¡Raquel se está pajeando! ¡Mi mujer se está pajeando mirando como el degenerado de su hermano chupa la concha de su madre!. No soporto más estar colgado. Siento que mis brazos se van a arrancar. Y sin embargo es cierta la acusación de Raquel. Se me paró la pija. ¡Me calienta ver todo lo que hace esta bestia con su madre!

¿Quién y de qué podría acusarlos? ¿Qué le podrían decir a Raquel que tan pronto lleva con su mano libre alternativamente cada una de sus tetas para poner los pezones al alcance de su lengua, como desciende luego febrilmente para seguir masajeándose el clítoris o introduciendo cuatro dedos en su concha?.

¿Por qué censurar a Sebastián, ante su pija tremendamente erecta por el innoble espectáculo?

¿Merecerá más crítica, Marta, la madre de Juan y Raquel, por responder con desenfreno a cada caricia de su hijo?.

Él ahora ha dejado de chupar su clítoris, los labios de su vagina, ha dejado que su lengua abandone el placer de incrustarse en la cueva cálida, para dedicarse a los pezones erguidos y calientes de su madre. El glande busca afanosamente la entrada de la vagina, se frota contra los labios mayores, contra el clítoris, duro y morado a más no poder, comienza a entrar en ella acompañado del alarido de satisfacción de su madre, lo cual lo calienta aún más si cabe. Entra hasta que sus huevos impiden más esfuerzos. Comienza entonces a bombear. El cuerpo de Marta se arquea de excitación, su garganta emite quejidos de placer o reclama más a su hijo.

¡

Si, si, hijo de mi alma! ¡Cogé a mamá! ¡Cogé a tu madre, como nadie la ha cogido nunca!

¿

Ni mi padre mamita?

¡

Si, querido, si! ¡Ni tu padre me ha regalado una cogida como esta! ¡Hijo, hijo, Juan querido mío! ¡Jurame que vas a ser siempre mi macho! ¡Que siempre te voy a gozar dentro mío! ¡Aaaaaaaayyy Juaaaaannn!

La mujer ha tenido un sorprendente orgasmo. Ello llevó al punto de ebullición a su hijo, que con un alarido se derrama dentro de ella. Alarido que se mezcla con el de su hermana que incapaz de contenerse ante la carga casi pornográfica de la escena, concluyó también con un tremendo orgasmo.

Juan se derrumba en la cama y queda allí jadeando. Pero no se prolonga demasiado la momentánea inactividad. Se levanta y se dirige adónde Sebastián aparece a cada minuto más dolorido. Le quita la mordaza, lo desata y lo deja caer derrengado al piso.

Se dirige luego al lado de su hermana a la que también desata y luego arrastra, hasta dejarla caer sobre Sebastián. Ambos, cansados, doloridos, no atinan a realizar movimiento alguno, Solamente Sebastián intenta abrazar el cuerpo de su mujer.

Juan mientras tanto ha sacado de un cajón un tremendo ariete. Es un largo y muy grueso consolador doble, del centro del cual pende una especie de cable. Se dirige a la cama nuevamente, aprieta ferozmente el bajo vientre de su madre, logrando que ésta no pueda evitar orinarse aprovechando para mojar el consolador con el líquido. Insatisfecho con esto, introduce sus dedos en la vagina de la mujer y los empapa con la humedad de la misma, procediendo luego al intento de lubricación del aparato. No del todo conforme, se vuelve y repite la operación en la vagina de su hermana, luego de lo cual, voltea bruscamente el cuerpo de Sebastián y brutalmente, sin hacer caso de los gritos del muchacho, introduce uno de los extremos del consolador en su culo, casi hasta la mitad. Repite la operación con su hermana. Con algo más de cuidados, va forzando lentamente el culo de ella, hasta que finalmente termina introduciendo el otro extremo del consolador, hasta que las nalgas de ambos, marido y mujer, están piel contra piel.

Los ata, para evitar que se separen. Luego les habla.

Descuento la poca colaboración que prestarán a mis planes. Por eso les voy a mostrar mi poder, y cuanto sufrimiento les puedo proporcionar. Será una demostración pequeña, ya lo verán, pero suficiente para que se les grabe que soy el amo y señor de esta noche de sus vidas. ¡Qué son mis putos esclavos! ¡Los tres!

Los torturados sólo atinan a mirarlo con ojos de resignación y pesadumbre, que se convierte en terror, cuando Juan tira del cable conectado al consolador. Comienzan a sacudirse espasmódicamente mientras gritan y lloran a coro. El mismo, enloquecido Juan, con una horrible sonrisa les explica:

Mis queridos, lo que acabo de hacer es abrir los orificios de las puntas del aparato que cada uno de ustedes tiene metido hasta los intestinos. Cuando lo hice, he liberado a mis queridas amiguitas, unas pequeñas y raras hormigas algo carnívoras y por demás hambrientas, que, me imagino, por ahora sólo están retozando en el fondo de sus lindos culos. ¿Les molesta hermosos?. Sólo son una parte de las que tiene el tubo. Las pobrecitas, de puro atropelladas, seguramente demorarán un rato largo en salir. Pero como sé que estarán sufriendo mucho, les prometo que en cuanto me aseguren que se prestarán voluntariamente a todos mis deseos, les quitaré el consolador. Claro está, puedo volver a usarlo en cuanto algo no esté a mi gusto, ¿Comprenden?

Las voces de los infelices entonces, se superponen una a la otra, clamando por el fin de la tortura, jurando que harán todo lo que les sea pedido.

Juan riendo, los desata y les extrae el consolador. Acciona nuevamente la perilla en el extremo del cable, cerrando los orificios y evitando de ese modo que sigan saliendo las hormigas o lo que fueren los horribles bichos.

Acto seguido, prácticamente arrastra a Sebastián y lo arroja en la cama, sobre el cuerpo de Marta.

¿Sabés que quiero Sebastián? ¡No es gran cosa y te va a gustar! Primero la vas a chupar toda a mi mamita, las tetas, y muy especialmente la concha. Ya viste como le gusta. ¡Quiero verlos muy calientes a los dos!. Cuando yo te diga, le vas a hacer el culo. ¡Sí, mamá, no te sorprendas! ¡Esta será tu noche! ¡La noche de todos! ¡Regalarles esta noche será el último servicio que les voy a prestar!.

Al principio con algo de reticencia, el hombre comienza a hacer su trabajo, pero pronto trata de concentrarse más en lo que hace, no bien Juan le advierte que está a punto de volverle a meter el fatídico consolador en el culo. Luego la excitación, el morbo del momento se imponen y ambos dan signos inequívocos del placer que están experimentando.

Juan acerca a su hermana, se sienta en la cama y la sienta a ella sobre sus piernas y empieza a hacer gestos y movimientos con el evidente propósito de coger por el culo a la muchacha, que al principio intenta resistir, pero luego resignada, no sólo abandona todo esfuerzo, sino que se deja llevar, al igual que los otros dos, por la carga sexual de esa noche inaudita y facilita y ayuda con sus manos en las nalgas a la penetración del hombre.

Ambos alcanzan cumbres inexpresables de goce. Él bombea ese culo virginal, tal vez muchas veces deseado. Ella se mueve en una loca danza de acompañamiento, feliz de ser empalada por una verga que a lo mejor, desde muchos años antes, advirtió y hasta ambicionó hacer suya. Aún transportado a placeres soñados, Juan, alcanza a dar la orden y su madre, ahora evidentemente también liberada a sus instintos, ofrece su culo a Sebastián, colocando las piernas sobre sus hombros. El grito de dolor de la madre al ser clavada sin vacilación alguna, se mezcla con los alaridos de Juan que está proyectando los chorros de su leche en el culo de su hermana y el de ella misma gozando de su orgasmo.

El hombre retira su verga aún goteando y tomando de los pelos a su hermana, la obliga a chuparla y limpiarla. Luego, sin soltar el pelo, la obliga, del mismo modo, a hundir la cara en el culo de Sebastián que aún bombea en el culo de Marta y la fuerza a chupar y lamer el agujero, con lo cual, la calentura del muchacho se eleva a punto de ebullición.

Juan se desplaza entre esos cuerpos en frenética acción, y coloca su pija, ahora fláccida, en la boca de su madre, que la chupa y la lame hasta lograr que poco a poco la sangre vuelva a llenar los cuerpos cavernosos, haciendo que la verga alcance nuevamente su imponente aspecto, momento que Juan aprovecha para cambiar nuevamente de posición y penetrar el culo de Sebastián, sin descuidar empero a su hermana, a la que obliga a chupar ahora su propio culo, oscilando violentamente por la cogida que le está dando a Sebastián.

Acabados y extenuados los cuatro, yacen en las más extrañas posiciones en la cama y el piso. El silencio no es absoluto, ya que es interrumpido por jadeos y algún que otro quejido.

El primero en levantarse naturalmente es Juan, que con sus ojos helados mira a los tres. Luego se dirige al mismo cajón del que había sacado el consolador anterior y se da vuelta esgrimiendo otro en su mano derecha, que aunque simple, con una sola, monstruosa cabeza, es similar al anterior en el aspecto de su orificio.

Se dirige a la cama y sin miramiento alguno lo introduce en la vagina de su madre, amarrándolo para evitar que pueda ser extraído, luego de lo cual, aprieta la perilla, provocando el aullido de terror de la infortunada mujer.

Con el consolador doble, repite la operación anterior con su hermana y su cuñado, que no pueden ya resistir, a pesar de algunos débiles intentos. Los vuelve a amarrar como la vez anterior, culo contra culo y sonríe al escuchar los renovados gritos de desesperación de ambos. Sigue sonriendo mientras se viste, sin hacer caso del horrible sufrimiento de sus víctimas. Luego sale de la habitación, cerrando la puerta tras de si.

De pronto, en la sala contigua se escucha, como un ominoso trueno, un disparo. Los torturados hacen un súbito silencio, y tras unos segundos sin que siquiera se oyera el imprescindible sonido de sus respiraciones, renuevan sus gritos y pedidos de auxilio.

Ya nadie los oye.