Inmortalizando tu figura (II)

No es necesaria leer el otro relato, pero sí comparten protagonista. Dos jóvenes ex-pareja vuelven a encontrarse tras un largo verano en el que han jugado demasiado a excitarse el uno al otro. Esto sólo puede terminar bien.

No son conexos en la historia, pero sí en la protagonista. Por si os interesa, podéis leer también el anterior relato en: ttp://www.todorelatos.com/relato/90667/. Por otra parte, me gustaría anunciar que este relato me ha gustado especialmente hacerlo y espero que lo disfrutéis tanto como yo. Un saludo.

Habíamos pasado el verano hablando y mantieniendo el contacto electrónico, así que a ambos nos apetecía volver a vernos tras tu vuelta. Por fin sentíamos que nos estábamos recuperando el uno al otro y, salvo algunos detalles o deslices tontos, en el fondo comenzábamos a ser una amistad que no se salía de los estándares. Es cierto que esos deslices habían despertado en varias ocasiones el deseo de uno de los dos o, en ocasiones con suerte, de ambos simultáneamente; pero personalmente lo achacaba a que pasabas por una época de menos contacto sexual y, bueno, te conozco lo suficiente como para saber cómo te gustan los detalles.

Sinceramente no me sentía más que un trozo de carne masculina que despertaba pasiones en ti a veces como lo harían otros si estuvieran ahí, y no me molestaba. Prefería esa sensación a sentir que acudías buscando sexo porque en realidad buscabas otras cosas que añorabas de nosotros. Lo que yo sintiera por ti durante ese verano, y porqué disfrutaba con tu juego, no es materia de este relato y prefiero abstenerme a explicarlo. Seguro que todos acabáis entendiéndolo.

Habíamos quedado el día siguiente a tu vuelta y, aprovechando que tu piso compartido todavía no estaba a rebosar de gente, aprovecharíamos para ponernos al día con series que habíamos comenzado juntos; además de que el calor sofocante todavía no había desaparecido en la capital y agradecíamos tener un lugar fresco donde poder hablar sin estar incómodos. O por lo menos, no a causa del calor. Bueno, especificando más, no a causa del calor ambiental.

Recordando aquella época en la que te daba detalles de bienvenida pasé a comprar un detalle tonto lo suficientemente significativo como para saber que te arrancaría una sonrisa pero sin que te sintieses a la defensiva. Sé que acerté cuando, tras abrir tu puerta miraste sonriendo lo que llevaba en la mano. 'Anda que eres tonto', me saludaste con la cara resplandeciendo por tu sonrisa, y fue entonces cuando empecé a darme cuenta que el verano no te había tratado nada mal.

Me abriste con una camiseta de leñadora roja a cuadros bastante ceñida pero fresca, para combatir un poco el calor, con dos botones superiores abiertos permitiendo un escote poco pronunciado pero recordándome con contundencia porqué me parecía tan increíble esa parte de tu cuerpo. He de reconocer que nunca he sido especialmente de pechos generosos, soy de ese tipo de hombres que prefieren un trasero sugerente y, bueno, no es que en ese tema andes mal porque ya trataré de describirlo más adelante pero tu escote... joder, me hiciste descubrir lo excitante que pueden ser dos tetas bien hechas y colocadas, y los límites que puedo llegar a superar por volverlas a sentir entre mis dedos. Por suerte el escote no era exagerado, así que pude mantener la compostura por lo menos a la hora de saludarnos.

La camisa llegaba escasamente al primer cuarto de tu muslo, siendo bastante más corta que cualquier falda pero que, acompañado por tus aires de andar por casa, simplemente denotaban más búsqueda de comodidad que de enloquecerme. En el fondo sabía que estaba equivocado, ya que te conozco lo suficiente como para tener claro que escogiste con sumo cuidado la prenda para tener el control de lo que yo sintiese al abrir la puerta. Fue en ese momento donde se me pasó la fugaz idea de si habrías escogido con tanto esmero todas tus prendas, y tuve que disimuladamente respirar hondo con una sonrisa. Por razones como esas me tenías en tu mano, pero es mi deber dejarte ver que no es así. Además, al parecer últimamente te gustaba que te diesen caña, así que tendría que comportarte como... '¿ya ni siquiera me invitas a pasar antes de llamarme tonto?', contesté con sorna mientras entraba sin esperar respuesta. Pasamos algo menos de un segundo manteniéndonos fijos la mirada. Todavía se nos hacía muy extraño darnos dos besos, así que simplemente continuamos como si lo hubiéramos hecho.

Siempre fue mi especialidad sacar temas tan interesantes como estúpidos para mantenerte con una sonrisa, sin descuidar de vez en cuando regalarte algún halago producto del tiempo que habíamos pasado sin vernos y de que, seamos sinceros, las ganas de mambo siempre sacan lo mejor de mí. Tú disfrutabas sintiéndote halagada y disfrutando del cariño con el que siempre te he tratado, y me agradecías esa sensación regalándome alguna caricia tierna. Hubo un compañero mío que, hace tiempo, me regaló una de esas frases cargadas de filosofía que parecen concebir las mentes que menos te esperas: "Para hacerlo bien en la cama, es necesario comenzar haciendo el amor y terminar follando como salvajes. Porque sólo así es cuando sacias todas las ganas de esa persona". Nosotros lo aprendimos bien hace tiempo y, como siempre, comenzamos regalándonos todo el cariño que nunca hemos dejado de sentir.

Pasamos casi una hora antes de recordar que teníamos una serie pendiente que ver, ya que teníamos cosas con las que ponernos al día y he de reconocer que cuando me pierdo en tu mirada soy capaz de decir un centenar de chorradas con tal de mantenerte con esa sonrisa y sentirme el culpable de ella. Entonces nos levantamos de tu sillón y nos dirigimos a tu cuarto para poner el capítulo en el portátil, y yo, con el movimiento, no pude evitar volver a centrar mi atención en tus bronceadas piernas y descubrir que debajo de esa camiseta tan corta se escondía un pantaloncito cómodo. 'Vaya chasco', te decía mientras caminábamos por el pasillo, 'tú si que sabes acabar con la libido de un hombre'. '¿Qué dices?', contestaste girando la cara mientras andabas para que viese tu mueca de no entender nada.

'Pues que por mucho que enciendas mi imaginación y casi cualquier otro rincón de mí con esa camisa espectacular, cuando se descubre que debajo escondes un pantalón... ¡Pues pierde toda la magia! Es como esas medias hasta la cintura'. Sonreíste pícaramente, sabiendo perfectamente que iba a hacer ese comentario en el momento que te lo pusiste. 'Eres tan previsible', decías con sorna y una sonrisa dibujada de oreja a oreja. No era un ataque a que siempre sea igual, sino esa sensación de que sigues conociendo a alguien después de tanto tiempo. Por eso estabas triunfante. '¡Oye! ¡Menos obviedades, eh! Que yo no voy por ahí diciendo que el verano te ha dejado un cuerpo acojonante, ni que me encanta la sensación de que hayas elegido abrirme así. Que si nos ponemos a soltar obviedades.. no terminamos, ¡eh!'. Al entrar a tu cuerpo te giraste todavía incluso más triunfante, y con esa sonrisa demostraste que había escogido perfectamente las palabras. 'Si es que eres...', pronunciaste ladeando la cabeza. 'Sí, exacto, de nada por los piropos', contesté mientras me acercaba a la cama adelantándote. 'Ya te lo agradezco dejando que me veas así, ¿no?; ¿Qué más quieres? ¿Un beso?'.

Ambos supimos que no te referías a un tierno beso en la mejilla como cualquier otra amiga podría ofrecer en broma. Mantuvimos la mirada e inconscientemente humedecí mis labios ante la tentativa. Me pone muchísimo que me contestes a mis juegos, y no te vuelvas una jugadora pasiva. Las mujeres con soltura para esas cosas siempre ganan puntos y... por mucho que la vista me estuviera totalmente nublada por un centenar de ideas cada cuál más descabellada y placentera, conseguí mantener el autocontrol y dirigirme a tu cama para sentarme como si nada hubiese sucedido. Tú me seguiste, cogiendo el portátil para comenzar a cargar el vídeo. Rompimos la fina capa de escarcha que se había creado en ese momento con otro par de bromas y aprovechamos que el capítulo estaba especialmente entretenido para poder despejar un poco la cabeza.

Sabes que soy incapaz de tener la delicia de tu cuerpo cerca sin contenerme a acariciarlo, y tampoco es que te moleste. No se trata de un magreo lascivo ni un intento de meter mano, sino simplemente sentir el contacto de la yema de mis dedos por las curvas del circuito que delimita tu cuerpo. Es cierto que en ocasiones se deslizan por el escote más de lo que debería, o suben a una altura donde las piernas dejan de considerarse como tal; pero gozamos de la suficiente confianza como para ser capaces de disfrutar del placer de una caricia sin intentar ponerle límites. Tumbado a tu lado me perdía en muchas ocasiones de la trama del capítulo saboreando el perfume de tu cabello y jugando con mis uñas en tus poros. Obviamente no había ningún problema, no creo que ningún giro en la argumento fuese capaz de eclipsar el espectáculo de tu cuerpo y sé que tú gozabas sintiéndote querida entre mis manos. No es la primera vez que me dices que soy capaz de transmitir cariño siempre que te acaricio. No te confundas, no transmito el cariño, de hecho me encantaría ser capaz de evitarlo, pero siento tanto que simplemente se me escapa por los dedos cuando tu piel está tan cerca.

Cuando terminó te giraste para poder continuar comentándolo mientras nos mirábamos a los ojos. Las caricias habían parado, pero seguíamos estando realmente cerca y podía sentir en tu expresión la tranquilidad y la ternura que sentías como agradecimiento por los tratos recibidos. Jamás se me ocurriría que me dieses nada a cambio por cosas como esas... si las hago es porque necesito hacerlas, y ya se me ocurren muchos sacrificios que no me molestaría ver recompensados como para que tengas que darme nada por eso. Fue entonces, aprovechando que estábamos realmente cómodos, cuando acurrucada sobre mi hombro decidiste atacar. 'Hecho muchísimo de menos tus masajes, y la verdad es que ahora me vendría genial'. 'Sabes que no está bien que me pidas estas cosas. No soy capaz de decirte que no, y luego me siento un calzonazos'. Tanta ternura estaba sacando de nosotros la faceta más sincera, la que en el fondo echaba en falta que existiera un nosotros. Mantuvimos unos segundos la mirada hasta que sonreíste y contestaste, 'anda tonto, ¡que también me he puesto bonita por debajo y así lo ves!'. Golpe bajo. Aturdido. El árbitro comienza a contar: 3... 2... 1...

No, todavía no estaba KO, pero sí me dejaste tocado con ese comentario. Me obligué a recordar las ideas del principio de la tarde: buscar el cariño el uno en el otro está bien mientras no se convierta en otra cosa. Me incorporé y busqué la crema donde siempre la dejabas, mientras tú sentada desabotonabas tu camisa para luego deshacerte de ella. No es que me pusieras ninguna pega a que te mirase, de hecho habíamos llegado a ese punto que te parecía gracioso y halagador provocar que quisiera disfrutar con verte, pero yo todavía seguía prefiriendo hacerlo con cierto disimulo para mantener la máscara de que sigo teniendo el control sobre mi cabeza. Es una absoluta mentira. Pero de un tamaño descomunal. Hacía muchísimo que tenías total control sobre mi cuerpo en general, y si en ocasiones no me abalanzaba sobre ti como un primate buscando saciar mis instintos más básicos era porque sabía que este juego te hacía disfrutar casi más que a mí. Y porque soy estúpido, he de reconocer. Hay momentos que todavía me planteo cómo pude contenerme.

Tras dejar caer la camisa con el cuidado suficiente para otorgarme unos preciosos segundos admirando cómo este sujetador favorecía muchísimo el tu más que atractivo escote natural, de un movimiento sonó el chasquido del sujetador y te tumbaste bocabajo mientras te lo quitaba. Si hubiera estado mirando como el depravado que llevo dentro me exigía, hubiera podido ver pefectamente tu pecho. Eras consciente de ello y te gustaba esos detalles, al igual que yo disfrutaba sorprendiéndome por haber podido mantener la mirada en el cajón para encontrar la crema. Bueno, tan sorprendido como expectante rezando por que esa no hubiera sido la única oportunidad. Tú te colocaste con toda la calma del mundo tu largo pelo para que no nos estorbase, y yo llegué a ponerme en un lateral de la cama justo al lado de tu figura. Entonces, como si nada, como si fuera algo que estás completamente acostumbrada a hacer delante de cualquiera, alzaste un poco tu cadera y, enganchando ambas manos en sus laterales, deslizaste el pantaloncito de estar por casa poco a poco remarcando la escultura de tu trasero. Me conocías, así que me concediste ese capricho mientras tenías la cabeza apoyada mirando hacia la pared, como dejándome claro que no hacía falta que disimulase y podía disfrutar con el detalle. Total, sabías perfectamente dónde estaba clavada mi vista. Debajo descubriste un cullot a rayas que se pegaba como una segunda piel, dando un toque juvenil pero sin olvidarse de dejar claro lo especialmente bonita que es esa parte de tu anatomía. Si me contuve para no pegarle un bocado en ese momento fue porque vine merendado a tu casa. Pero ese apetito no dejaba de crecer por momentos.

'¿Me ayudas?', dijiste al girar la cara para verme el rostro tan inocente que parecía mentira pensar que el show que habías montado un instante antes era con premeditación y alevosía. 'Claro, claro', carraspeé rápidamente cogiendo por los laterales el pantalón y, deliberadamente, acariciando tu mano al hacerlo. Cuando lo saqué por tus tobillos te acomodaste en el siguiente esperando el contacto de mis manos, y abriendo ligeramente las piernas involuntariamente. No hace falta que dé detalles; pero sí diré que mientras te hacía relajarte y disfrutar del paseo que mis dedos hicieron por tu espalda, tú me estabas dedicando una vista espectacular con la que me cobré el masaje. O, por lo menos, una parte de él. Ya sabes lo que dicen, si sabes hacer algo bien, jamás lo hagas gratis. Continué hasta que sentí que estabas lo suficientemente relajada mientras mi cabeza maquinaba un sinfín de posibilidades de cómo podría continuar con la tarde, siendo mi parte racional la encargada de desparcharlas una a una. El problemas es que muchas ofrecían alicientes muy seductores. Y se asentaron convenciéndome poco a poco...

Obviamente, no era la primera vez que te daba un masaje, y sabía claramente cuál era la parte de tu cuerpo que más te relajaba. Así que, tras terminar con tu espalda con unos bailes de la yema de mis dedos sobre tus lumbares produciéndote escalofríos, bajé hasta la goma de tu ropa interior para comenzar a amasar con cuidado y decisión tus glúteos. Sé que te encanta, y en el mismo momento que te quitaste los pantalones estaba deseando poder jugar con mis dedos. Fue entonces cuando, por la presión y la situación, oí claramente cómo de tus labios se escapaba un claro 'ah..'. ... .

Yo estoy seguro que hay gemidos que podrían ser capaces de provocar guerras. Hay gemidos que está clarísimo son muchísimo más excitante que cualquier escote y, supongo que no será casualidad, son los gemidos más sinceros e involuntarios los que despertarían el deseo incluso en el célibe más convencido. Me gustaría de verdad describir una progresión donde la ternura deja pasar a la pasión de una forma más paulatina y suave. Me gustaría que el lector fuese entrando en materia poco a poco, con cuidado, hasta llegar a la cumbre de la excitación. Pero no fue así. Todavía hoy en día cuando recuerdo la sensación que me provocó ese gemido tengo que respirar hondo y obligarme a tranquilizarme. Este fue el punto que marcó la diferencia. El momento que señaló a mi cuerpo que no iba a perder la erección en un largo rato. El instante que obligó a mi mente trabajar a un límite insospechado para poder exprimir lo mejor de mí. Llámalo instinto de procreación, pero sacas lo mejor de mí. Fue entonces cuando recordé todas las conversaciones en ese verano. Cuando mi cabeza decidió incluso volver más atrás, y recordar otras situaciones con las que poder comparar ese sonido en aras de lograr catalogarlo. Fin del juego. Habías alcanzado el nivel difícil, y habías hecho añicos mi jefe final que era mi autocontrol en ese momento. He de reconocer que luego, pensándolo en frío, me preocupa haber sido demasiado directo y salvaje pero... en ese momento no había otra opción. Sencillamente no la había. Y... en fin, luego recuerdo cuánto disfrutaste y se me olvidan esos miedos. Continuemos

'Yo creo que te he cuidado tantas veces la espalda que deberías tratarme ya como un masajista profesional', te dije con una sonrisa pero fuiste perfectamente consciente de la lascivia con la que iba cargada cada una de mis palabras, hasta el punto de que se te cortó por un instante la respiración y abriste ligeramente un poco más las piernas. Además sentías como el tacto de mis dedos en tus nalgas se había vuelto más firme, lo cuál te excitaba y asustaba casi a partes iguales. 'Y sabes que los profesionales no te permiten continuar con la ropa interior, ya que entorpece el trabajo', sentencié con firmeza. No había burla. No era uno de esos comentarios que a veces se dejan caer y se quedan en una broma. Antes de que fueses capaz de procesar lo que acababa de decir sentiste como dos de mis dedos entraban por la parte inferior de tus braguitas, rozando tus labios mayores, y tiraban con cuidado pero decididos hacia abajo haciéndolas deslizarse. Simplemente te sorprendió sentirme así. No estabas acostumbrada a que fuera tan lanzado salvo en algunos juegos de imaginaciones que habíamos hecho, y no eras capaz de reaccionar así que cuando te quisiste dar cuenta tu ropa interior acompañaba en el suelo a tu pantalón y la camisa. Simplemente contuviste la respiración.

Si lo de antes era un regalo para la vista no os podéis imaginar lo que suponía ver, entre tus piernas escasamente abiertas, como tus labios mayores iban cogiedno algo de color e incluso grosor mientras yo continuaba con firmeza amasando tu trasero. Acto seguido, en un excitante e incómodo silencio, continué por tus piernas como si nada pasara. Como si no pudiera ver tu sexo excitándose con la situación. No fui capaz de mirar otra cosa que no fuera tu trasero con el inicio de tu cueva, así que con brío termine de masajear una pierna para comenzar con el tobillo de la contigua.

Esta vez aproveché para trabajarla de abajo arriba, estando en unos minutos a la altura de tu muslo y ampliando los movimientos para, con una deliberación clara, rozar con mis dedos tus labios en algunos movimientos confirmando, como esperaba, que te encontrabas más húmeda de lo que serías capaz de reconocer. 'No te hagas la incómoda, parece como si te molestase todo esto', te dije tratando de pincharte mientras terminaba con los pases de tu muslo y me alargaba tratando la cara interna de los mismos para, con descaro, poder acercarme demasiado a tu sexo. 'No sé, es que es raro...', dijiste con timidez. Te tenía en mis manos. Y te haría disfrutar. '¿Raro?', contesté marcando el tono de sorpresa y esta vez apoyando sin ningún tipo de tapujo la palma de mi mano tapando tu entrada. 'Pero si no es la primera vez. Además... reconócelo, en el momento que me abriste la puerta lo estabas deseando', contesté mientras de mi mano iban despegándose los dedos para acariciar tus labios mayores en toda su longitud provocando de nuevo un gemido, 'aunque seguro que no lo estabas deseando tanto como ahora porque joder, estás empapada'.

Continué torturándote recorriendo el exterior de tu sexo mientras mi otra mano masajeaba tu trasero aprovechando para abrir tus nalgas y regalarme una mejor vista. Me separé un instante de ti para abrirte más las piernas y, con mi mano húmeda, cogí al lado de tu rostro uno de los cojines para que pudieses oler y sentir cómo de perdida estabas. Aproveché el cojín para elevar tu trasero y disfruté unos instantes de la posición privilegiada de mi mirador para memorizar cada detalle de esa postal. Iba a querer recordarla muchas veces. Entonces volví a atender tu ansioso sexo esta vez siendo más cariñoso con la parte superior del mismo y sintiendo como tenías ya el clítoris hinchadísimo por la excitación. 'Joder, no te imaginaba tan perra. Pensé que me lo ibas a poner más difícil, la verdad'; bromeaba con deseo, ya que siempre he considerado que un sexo sin palabras pierde mucha parte del juego; 'pero parece que me voy a cobrar todas esas veces que este verano te ha gustado jugar a volverme loquito. Joder que si me las voy a cobrar, voy a disfrutar de todo lo que me has privado este tiempo. Aunque parece que eres tan zorra que lo disfrutarás incluso más que yo', y remarqué la palabra zorra introduciendo de golpe dos dedos en tu más que lubricada gruta, convirtiendo los agudos gemidos que al principio me dedicabas en un hondo y sentido 'ah'.

Yo con una mano castigaba tu clítoris mientras la otra entraba y salía de ti cada vez con más ritmo aprovechando para magrear tu culo como punto de apoyo. 'Joder me estás poniendo malísimo con este chapoteo, no sé si tendré que dejarte a medias para cascarme una paja porque me va a reventar joder'. Al terminar giraste el rostro para buscar con la mirada mi entrepierna, y moviste una de tus manos a tientas para encontrarme. Los dedos que jugaban con tu perla se soltaron para cogerte con rudeza la muñeca que movías y apoyarla sobre tus lumbares, aprovechando para acariciarlas de nuevo. 'Quieta, y pórtate bien que no quiero perder el tiempo teniendo que atarte. Joder, si es que cómo se nota que te han tenido desantendida este verano, estás estrecha de cojones', te dije agachándome lentamente para ponerme a la altura de tu oído mientras mis manos seguían en tu lumbar y penetrándote. 'Cuando te meta la polla ahí voy a sentirme en el jodido paraíso', me excita susurrarte mientras lamo la parte superior de tu oreja, 'aunque será una pena los siguientes que vengan porque te voy a joder tanto que volveré a dejarte abierta de nuevo. Aunque tampoco les molestará. Deberían pagar por follarse un cuerpazo como el tuyo, es una suerte que te conozca tanto y pueda disfrutar de ti... gratis'. Mordí tu lóbulo antes de volverme a incorporarme.

Con la mano libre me deshice del botón y liberé de su prisión a mi cuerpo, mientras la otra seguía penetrándote con rudeza. Habías dejado de disimular los gemidos y estabas gritando de verdad, mientras yo disfrutaba diciéndote guarrerías mientras una de mis manos cambiaba de tu sexo al mío. Te sentía temblar desde hace unos segundos y me gustaba jugar con el ritmo para mantenerte en ese límite durante un poco de tiempo, hasta que volví a acercarme a tu oreja. 'El primero te lo regalo, porque eres una zorrita que se ha portado muy bien manteniendome cachondo todo el verano. Por este no tendrás que hacer nada. Disfrútalo, que te lo has merecido', mientras mis ya cuatro dedos parecían taladrarte provocando que mordieses la almohada. 'Eso si... los próximos tendrás que ganártelos con sudor. O con saliva, más bien'. Entonces dejaste el cojín en par para clavarme la mirada. 'Métemela'.

Yo no fui capaz de reaccionar por la sorpresa, aunque mi mano continúo masajeándote las entrañas. 'Que me la metas, joder. Quiero correrme contigo dentro'. Sonreí triunfante mientras sentía como mi polla iba a reventar de lo dura que estaba. 'Pero mira que eres golfa, te regalo un masaje y encima andas pidiendo. Si es que con una ninfómana no se puede tener un puto detalle', decía mientras me iba colocando sobre ti. '¿Quieres polla? Pues polla tendrás. Eso sí, no pretendas decirme que pare cuando te corras, porque voy a continuar metiéndotela hasta que tus alaridos hagan venir a la puta policía'. Apoyé la cabeza sobre tu entrada y, casi sin querer, se deslizó hacia dentro por lo receptiva que estabas. Me acerqué de nuevo para susurrarte, 'disfrútalo, mi putita. Porque tienes que sacarme la leche que te llevo guardando todo el puto verano para ti. Porque sé que te vuelven loca estas cosas', entré hasta el fondo y me quedé unos instantes acomodándome, 'y porque después de provocar que la mitad de las putas noches me la cascase pensando en ti te mereces más polla de la que nunca serías capaz de pedir. Disfrútalo, puta, porque esto lo he hecho para ti'.