Inmortalizando tu figura (I)
'Ya he decidido tu regalo de cumpleaños' fue lo que me dijiste, aunque nunca imaginé que me tuvieras preparada esa sorpresa que podría recordar el resto de mi vida.
'Ya he decidido tu regalo de cumpleaños', sentenciaste. Llevabas unas semanas pidiéndome que te dijese qué quería por mi cumpleaños, y yo me negaba. Entre bromas lo único que había dicho era que pasase algo entre nosotros, ya que había pasado demasiado tiempo sin que mis manos visitasen las curvas de tu piel e inevitablemente echaba de menos tu cuerpo de infarto. Siempre me volvieron loco esas tetas que parecían hechas a la medida de mi mano, lo suficientemente grandes como para disfrutar de ellas al botar pero sin resultar exageradas; pero sin lugar a dudas lo que todavía me seguía quitando el aliento era tu trasero. Madre mía. Habías vuelto a la rutina de usar a menudo tanga, y cuando estaba contigo había muchos movimientos o posturas que dejaban entreverte y perdía absolutamente el control, reprochándome a mi mismo no poder quitarte ojo. Eso unido a que hace tiempo pediste el pudor conmigo, y estoy seguro que te vuelve loquita demostrarte que todavía tienes el poder de provocarme erecciones a tu antojo... me ha dado demasiadas situaciones dignas para el recuerdo.
Pero era de mi cumpleaños sobre lo que hablábamos. Reíste al saber que era eso lo que pedía, pero continuamos con la broma y lo deshechamos. Por eso me sorprendía que se te hubiese ocurro ya, aunque estaba impaciente por saberlo. 'Ok, ¿te llamo y me lo vas explicando?', te contesté en la conversación después de dejarme llevar por la imaginación unos segundos. 'Perfecto, porque además todavía tengo que preparar los detalles... pero esta tarde creo que podré'. Cerré la conversación y mientras buscaba el móvil continuaba imaginando qué podías planear. ¿Tal vez fuese algún tipo de manualidad? No... no le habrías dado tanto juego. 'Joder, anda que tardas, eh', fue lo primero que dijiste al cogerlo, 'es que me distraí imaginando qué me tienes preparado', 'no lo vas a adivinar, pero me encanta que lo intentes' sentenciaste en tono burlón. Tenías algo de picaresca en la voz con cada palabra que decías, y me resultaba extraño porque llevaba mucho sin escucharte con ese tono. 'Entonces, ¿alguna idea?'; '¿Es algo que has hecho a mano?'; 'No, no, no van por ahí los tiros' mientras reías; '¿Algo de comer?'; 'Que he dicho que no van por ahí', mientras continuabas riendo; '¿Sexo, entonces?'; y sin detener la risa '¿Pero quién te crees que soy?'. Esa frase escondía un matiz que no lograba descifrar pero... mi cuerpo reaccionó automáticamente con la idea, y mi pecho comenzó a transpirar mientras mis vaqueros palpitaban. 'Anda, vente cuando puedas, que esto ya está', fue lo último que dijiste antes de que yo, apresurado, colgase para coger el coche.
Mi cabeza seguía divagando desde las posibilidades más plausibles hasta realmente sin sentidos mientras escogía con cierta picardía mi ropa. La verdad es que tenía un buen presentimiento por lo que elegí la ropa adecuada y preparé una mochila por si acaso. Mi respiración seguía ligeramente agitada y no dejaba de palpitar, por lo que decidí darme prisa y coger el coche cuanto antes para presentarme en tu casa. Obviamente, como siempre que tienes prisa, me pasé unos minutos aparcando que me parecieron eternos; y fue en ellos donde mi imaginación llegó a volar desde que me habías preparado una orgía hasta que me habías comprado un billete de avión. Es cierto que no tiene sentido, pero quería estar preparado para lo que fuese... y así poder disfrutarlo hasta le más mínimo detalle. Cuando llamé al telefonillo me abriste entre risas. Yo aproveché para subir las escaleras con calma, tratando de serenarme y pensando cómo afrontar cualquier cosa. Me abriste antes de que yo llamara. Ibas vestida con un pijama de verano, un pantaloncito corto y una camiseta ceñida pero cómoda. La verdad es que te sienta de lujo, pero con tanta expectación me esperaba que me abrieses con un vestido de novia, por lo que te reíste al ver que yo sí me había arreglado un poco.
Sin ningún tipo de saludo abriste del todo la puerta, 'Pasa anda, tonto' me dijiste al girarte para guiar el paso. Yo cerré la puerta y te seguí en silencio, pensando si realmente estabas contoneando tanto las caderas voluntariamente o eran imaginaciones mías. Volví a recordar porqué la imagen de tu trasero me asaltaba muchas noches, y la verdad es que esos pantaloncitos se adaptaban a él al milímetro. Mis ojos no fueron la única parte de mi cuerpo que se alegro de esa vista. Habíamos llegado a cierta simbiosis donde yo no tenía que disimular tanto las miradas y tú no te molestabas por que te demostrase que me vuelves loco. Antes de entrar en tu cuarto volteaste para sorprenderme mirándote y, con esa sonrisa característica, entraste ladeando la cabeza para señalar el camino. Lo primero que vi fue sobre la mesa cinco vestidos bastante cortitos apelotonados. Algunos eran más formales y otros simplemente veraniegos, pero casi todos tenían en común ese aire de ser sugerentes pero no excesivos. La verdad es que el escote era generoso en casi todos, y ninguno pasaba de medio muslo; pero eso siempre te gustó. Los que más me llamaron la atención fue un estampado con una cremallera que recorría todo el vestido por la cara delantera, y otro estampado cortito y con volandas de verano. La tontería de la cremallera siempre me ha dado mucho juego. Mientras los ojeaba todavía sin entenderlo, tú esperabas al borde de la cama mirando cómo iba descubriendo la habitación. De la mesa pasé a encontrar el trípode colocado donde el espejo, cosa que me extrañó pero comenzó a encauzar mis imaginaciones. Finalmente te encontré en la cama, sonriente, con tu cámara reflex entre las manos y jodidamente radiante. No sé si era la luz, que la sonrisa de verdad te abarcaba la mitad de la cara o esa mirada que hacía muchísimo que no veía. '¿Hace falta alguna pista más?', dijiste entre risitas mientras contoneabas la cámara. Madre mía qué bien pintaba mi cumpleaños.
'Tienes poco más de cuatro horas', decías mientras te ponías de pie, 'ya que luego llegarán éstas'. Y comenzaste a colocarme con calma la cámara sobre el cuello mientras yo seguía congelado. 'En ellas serás mi fotógrafo', me decías al oído mientras dabas vueltas a mi alrededor, 'y lo que es más importante, yo seré tu modelo'; y señalaste al montón de vestidos. '¿Por cuál quieres empezar?', mientras ibas toqueteando varios indecisa. Yo por fin fui capaz de asimilar todo lo había pasado y poco a poco mi yo racional fue desvaneciéndose al darme cuenta que cuatro horas eran muchas horas. Respiré hondo con los ojos cerrados como último momento Zen antes de dejarme llevar en lo que sería una de las tardes que recuerdo más excitantes de mi vida. Sabía que no iba a ser una sesión de fotos normal. Sabía que en algún momento todo se volvería mágico. No tenía prisa, para nada. Volví a respirar hondo. Por fin volvía a tenerte a mi alcance. Sabías que tu cuerpo es la perdición de la mitad de la estirpe masculina, y sólo digo la mitad porque cada día la homosexualidad es más común. Y, reconozcámoslo, probablemente yo soy uno de los pocos hombres que de verdad se han merecido tener cuatro horas de simplemente disfrutar de esa escultura maestra. Aunque, siendo sinceros, en ese momento me desbordaba absolutamente. No sabía por donde empezar pero quería empezar. Volví a respirar. Tres. Ya. Ni un segundo más pensaba perder. Una cosa es disfrutar de tomárselo con calma y otra muy distinta malgastar. Y no pensaba malgastar ningún segundo de ese regalo. Te sonreí. 'Gracias', susurré casi sin aliento. Fue el momento tierno de la tarde, mis ojos te agradecían el detalle y tu sonrisa pícara se convirtió en cariñosa por un instante. Sabías lo que significaba, y yo sabía lo que significaba que hicieras eso. Y te iba a estar eternamente agradecido, pero ambos éramos consciente que no era tarde para momentos tiernos. Nuestras miradas se entendieron y se comprendieron, ambas dando un asentimiento. Empezaba el show, ladies and gentlemen.
'No hay prisa, así que comencemos con el primero', dije escogiendo un vestido liso de colores bastante llamativos. Era estrecho y con un escote discreto, sin resultar demasiado. Probablemente fuera el más corto pero estaba tan pegado que no podía dar mucho juego con los movimientos, y estaba seguro que te marcaría un trasero espectacular. Con una sonrisa lo cogiste y, saliendo al pasillo un momento, fuiste a cambiarte. Me hizo mucha gracia ese momento de pudor o timidez, pero formaba parte del encanto. Yo mientras continuaba hablando, tomando el control de la situación por fin. 'Recuerdas que eres una modelo que está desesperada por el trabajo y, para que negarlo, es mi cumpleaños, yo creo que incluso un poco excitada con el fotógrafo'. Oí cómo te reías con el comentario, 'anda, menos acelerarse, que eso último no entra en mi papel', y entraste contoneándote de nuevo, 'sino te lo tendrás que ganar' me dijiste clavándome tus ojos. No me equivocaba, el trasero que te hacía creo que era una de las principales razones por las que escogiste ese vestido entre otros; y tenía menos de cuatro horas, por lo que no iba a molestarme ocultando cómo te miraba ni disimulando que me mordía el labio al verte. Te sentaste sobre la cama y pusiste tu mirada más inocente, así como cambiaste el tono de voz. 'Entonces... ¿cómo quiere que me ponga?', dijiste con una fingida timidez. Sabías que los juegos de rol me encantaban, y fue un guiño más que me dedicaste esa tarde. La verdad es que cada detalle estaba cuidado. 'Entremos en calor, nena', tomé la pose de un experto en la materia con la autosuficiencia de saber que las chicas que venían a mi estudio estaban tan desesperadas que no me tenía que conformar con soñar ese cuerpo, por lo que no tenía prisa; 'tomémoslo con calma y comencemos ejercitando un poco las expresiones'. Ambos nos reíamos al interpretar nuestros papeles, no queríamos ser creíbles, sólo jugar. Aunque he de reconocer que para ser una modelo fingida, lo estabas haciendo más que bien.
Tras las primeras fotos de tu rostro apoyado en la cama o en algunas expresiones sencillas, comencé a dejarme llevar dando el siguiente pasito. Esta vez jugábamos con posturas más divertidas, te ponías de rodillas sobre la cama incorporándote mientras tirabas poquito a poco del vestido para que no se subiese demasiado, te dejabas caer hacia delante para que saborease tu escote, alguna de espaldas para disfrutar de ese vestido... yo soltaba comentarios en un tono jocoso como una fingida motivación para que perdieses el pudor, aunque los dos éramos conscientes de que realmente los pensaba. Cuando lo creí suficiente, te miré indignado apartando la cámara. 'Cariño, no vas a llegar a ningún lado si de verdad cohibes esa espectacular escultura que tienes como cuerpo', decía mientras me acercaba para tocarte las piernas, como remarcándolo. 'Si te pasas más tiempo tratando de ocultarlo que abriéndote a la capta, es imposible que te capte el objetivo. No te preocupes, si hay algo que se deba tapar, ya para eso está el ordenador. Suéltate, y da rienda suelta a tus curvas que parecen hechas para estar enmarcadas'. El rubor que te encendió estoy seguro que no fue fingido. En cierto modo se te estaba haciendo más duro de lo que pensaste el soltarte frente a la cámara, y la tontería del juego de personajes estaba logrando encenderte y sorprenderte disfrutando de sentirte una modelo. Levantaste las manos con gesto inocente tratando de demostrar que te rendías, que no ibas a volver a taparte, y mientras volvías a repetir la postura no pudiste evitar echarle un ojo a mi vaquero y darte cuenta que realmente me estaba gustando tu regalo. De nuevo con una sonrisa, volvimos al trabajo.
Desde entonces fui consciente a la perfección de la ropa interior negra de encaje que habías escogido para la sesión, e incluso forcé algunas de las posturas para que media nalga también entrase en la foto aunque era casi imposible con este vestido. Era tan ceñido que no nos dejaba libertad para jugar, y mi autocontrol quería terminar con el juego para lanzarme sobre ti y tomarte como si fuera un animal. Decidí que era momento de cambiar el vestido y, mientras te lo decía, jugué un poco con las opciones de la cámara mientras trataba de respirar hondo. Quería alargar esa situación, porque la estaba disfrutando muchísimo aunque no fuera capaz de controlarla. Mientras miraba cómo habían quedado alguna de ellas, empecé a darme cuenta que realmente estabas casi tan encendida como yo. Muchas veces no tuve que darte indicaciones para que pusieras una cara mucho más provocativa, o fueras tú voluntariamente la que forcase el vestido para que se subiese dejando ver mucho más de lo necesario, pero siempre menos de lo que me gustaría. Reconocía esa mirada perfectamente, e incluso en algunas ocasiones se podía intuir tus pezones sobre la ropa. Fue el sonido de la tela deslizándose hasta el suelo lo que me sacó del ensimismamiento. Mientras estaba disfrutando de las fotos te habías cambiado el vestido, pero esta vez lo habías hecho dentro de la habitación. Una pena que no hubiese estado atento pero... mejor. No había prisa para desnudarte, y pensaba disfrutar de cada centímetro de piel que fuéramos liberando.
Cuando volviste a pasar a mi lado para volver a tu escenario me susurraste sin ningún tipo de inocencia en la voz 'forma parte del regalo que te quedes con todas las fotos, así que no las malgastes en otras que podrás ver siempre'. Joder, sí que estabas encendida, y creo que con el deseo que de mi mirada demostró lo suficiente como para dejarte claro que no tenía ningún tipo de control ahora mismo sobre mis instintos. En ese instante pasaste hacia la cama y sentiste cómo la palma de mi mano golpeaba contra tu trasero escasamente protegido por la fina tela. Habías escogido el vestido estampado con vuelo y la fuerza lo hizo tambalearse en un baile hipnótico. Un instante después oíste el estruendo en la habitación del ruido que había provocado. Me miraste y tus ojos delataron que esa jugaba estaba provocando más humedad de la que te esperabas, pero inmediatamente pusiste la cara de niña inocente y sorprendida por lo sucedido. Continuaste entre rápidos pasitos para llegar cuanto antes. 'Hay que darle un poco de color para las fotos, nena; porque se acerca el momento en el que estos vestidos comienzan a ser demasiado largos'. Desenfundé de nuevo mi arma y comenzó el segundo asalto.
Esta vez rápidamente nos supo a poco estas fotos. El vuelo permitía que al ponerte de rodillas ya no ocultases la lencería, y yo sin ningún reparo me acercaba para ensanchar un poco el escote o darle un meneo a la falda. Obviamente entre esos retoques aprovechaba para saludar con disimulo a tu pezón o palpaba con decisión tu trasero. Joder, lo había echado de menos mucho demasiado tiempo. En ocasiones soltaba la cámara para sin reparo colocarme la erección bajo el pantalón y que así no resultase molesta. Las siguientes fotos ni siquiera tuve que acercarme para retocar, eras tú la que directamente levantabas tu falda dejando ver como enmarcaba ese tanga tus nalgas, o apretabas tus pechos para tentar a que casi se saliesen del escote. Había fotos en las que me podía pasar hasta diez segundos observándote mientras me acariciaba sobre el pantalón hasta que cogía la cámara para inmortalizarte. No parecía importante. De hecho en algunas ocasiones aprovechabas esos momentos para acariciarte tú también, aunque tu sexo no lo tapaba un pesado vaquero. Después de unas pocas me acerqué y, sin necesidad de palabras, me puse de rodillas tras de ti. Estabas de espaldas a mi, casi a cuatro, por lo que al acercarme pegando mi cintura a tu trasero te incorporaste. Con toda la calma del mundo, disfruté de tu pelo oliendo tras tu oreja profundamente. Entonces apoyé mis manos sobre tu cadera para pegarme un poco más, pudiendo sentir así como mi dureza se apoyaba entre tus nalgas. Deslizando los dedos por tu pierna hasta tu rodilla, disfrutando de lo suaves que las habías dejado, cogí el final de tu vestido y empecé a subirlo poco a poco. Tú te dejaste hacer. El vestido lo agarraba entre mis dedos índice y corazón mientras, con las manos pegadas a la piel haciendo presión, subía recorriéndote por ambos costados. Cuando pasé por tu trasero aproveché a desviarme un poco pudiendo sentir con detalle lo que llevaba horas soñando, y luego se entretuvo unos instantes jugando con el hilo de tu tanga antes de seguir subiendo. Tu espalda siempre me ha vuelto jodidamente loco, así que arqueando un poco la mía me alejé unos centímetros para disfrutar de las vistas mientras el vestido iba subiendo. No pensaba separar mi cadera de la tuya, pero la vista del triángulo delineando tu trasero era acojonante. Cuando pasó por la altura de tu escote volví a desviar las manos para recorrerlas apretándolas sobre el sujetador. La verdad es que no les presté la atención que merecían, pero las ganas ya me podían y seguí subiéndolas. Tú alzaste los brazo para dejarme terminar, y yo me pegué de nuevo a ti sin dejar un solo centímetro cúbico de aire entre nosotros. Cuando llegó a tus manos lo dejé ahí mientras volvía a bajar las manos por el mismo camino memorizando la silueta que tanto me perdía. Tú lanzaste el vestido sobre la cama y yo coloqué de nuevo mis manos sobre el hueso de tu cadera para pegarme a ti, aprovechando que la yema de los dedos llegaba a la altura de tu ingle para descubrir que estabas casi tan húmeda como yo duro. Cuando sentiste que hacía presión sobre tu sexo gemiste suavemente. Yo me acerqué a tu oreja para morderte el lóbulo y susurrarte.
'Ahora te quiero suelta. Te quiero zorra. Te quiero como ya he descubierto que eres en otras ocasiones, y como sabes que te apetece ser ahora', cambié de oreja, 'quiero que cada una de las pocas fotos que vaya a sacar ahora queden tan clavadas en mi memoria que no me hace falta guardarlas. Quiero que baste con cerrar los ojos para recordar estas fotos cuando me apetezca tocarme. Voy a disfrutar de este regalo probablemente muchos más años de los que tú imagines y yo sea capaz de admitir', ahora me coloqué tras tu cuello para sentenciar mientras te daba un beso sobre la columna 'vas a ser mi fantasía hasta que me duela el cuerpo de tanto masturbarme. Incluso aunque llegue a tener otra mujer e hijos, quiero que cuando recuerde esto me entren tantas ganas que la posea como un animal en tu honor, o tenga que pegarme una ducha para calmarme. Te conozco como para saber que estas a la altura. Sólo tienes que soltarte'. Tras terminar la frase me separé poco a poco de ti mientras tú seguías inmóvil asimilando todo lo sucedido. Me levanté, volví a colocarme la cámara y te volteaste para mirarme. '¿Empezamos?', pregunté con la mejor de mis sonrisas. Asentiste con decisión, dejando claro que te apetecía que sucediera todo lo que había dicho, y cambiaste la expresión a la que tanto había deseado. Fue entonces cuando ya todo comenzó a ser demasiado para nosotros.
Tú te sentías una golfa y disfrutabas sintiendo que estaba deseando cada uno de los detalles de tu cuerpo, y los explotabas. Estabas dándote cuenta que realmente eres espectacular, que en las posturas de las grandes figuras no tenías nada que envidiarles. Que si te pones a cuatro tu trasero parece de una modelo con ese tanga, y que tus tetas son increíbles tan apretaditas. Miré el reloj y, para mi agrado, me dí cuenta que todavía quedaba poco más de una hora. Cuando creímos que todos los rincones estaban fotografiados, te pedí que si por favor podías probarte el último vestido, el de la cremallera que tanto me hacía imaginar. Y que si era mucho pedir que renovases un poco la ropa interior para que las fotos fueran más divertidas. Te pareció buena idea y sin ningún pudor te cambiaste entera frente a mí, así que no me perdí detalle esta vez de tu culito totalmente desnudo. Te pusiste otro tanga de un tono granate, y un sujetador con push-up. Antes de que te pusieras el vestido te paré, te miré de frente y me mordí los labios admirando cómo te alzaba el pecho esa elección. Qué maravilla. 'Te queda increíble... pero no hace falta. Ya no'. Lo desabroché y no tuviste ningún problema en lanzarlo por ahí. Tenía razón. Joder, todavía no había podido pararme a admirarlas como se merecían. Tú sonreías al verme como las miraba atónito y me concediste unos segundos antes de ponerte el vestido. 'Date prisa que no aguanto más', me susurraste antes de abalanzarte sobre la cama para que continuase, y eso hice. No tuve que comentarte nada para que empezases a jugar con la cremallera hasta deshacerte del vestido. Es cierto que ya tenía fotos de todos lados, pero no me cansaba nunca de mirarte y volverte a mirar. Fue entonces cuando me dí cuenta que llevaba más de doscientas. Tú me preguntabas burlona si se me ocurría alguna nueva postura, y yo recordé por un momento mi mochila. 'Sólo unas pocas más pero... espera, que voy a buscar una cosa'. No te lo esperabas. En cierto modo, yo tampoco me lo esperaba. Lo había traído con otra idea en mente pero... joder, no podía desaprovecharlo.
Volví con un consolador. Sonreíste. No te acordabas de él pero se te iluminó la cara. En tu cabeza habías comenzado a imaginar que las fotos fueran en situaciones algo más... íntimas. Pero la idea creo que te gustó, puesto que me lo arrebataste de las manos. 'Anda que no sabes nada', susurraste mientras volviste a tu cama mordiéndote el labio. Antes de que yo volviese a tener todo preparado, tú ya estabas acariciando la silicona y moviéndola entre los dedos como si fuera mi miembro. Me mirabas con la lujuria que yo te había pedido, y sin decirte nada empezaste a posar masturbándola, metiéndotela en la boca, lubricándola, y apoyándola sobre tu entrada. No tuviste ningún tapujo en apartar la tela mientras yo la enfocaba, y no necesitamos ningún tipo de preparación porque estaba increíblemente encharcada. Yo me quedé unos segundos mirándote mientras me masturbaba sobre la ropa, y tú me mantenías la mirada moviendo el consolador esperando a que me preparase para inmortalizarte. Yo me concentré en sacar las mejores fotos, olvidándome de que mi polla estaba gritando en una súplica por atención. La primera fue con la cabeza del plástico dentro de ti y, después de que tomase un par de instantáneas, de un golpe te la clavaste hasta la base gimiendo por las ganas que llevabas acumulando todo el rato. Hubo unas cuantas más dejándola metida a diferentes alturas, y otras pocas a tu rostro de gozo al sentirte penetrada, o cómo pellizcabas tus tetas muerta de ganas. Te puse a cuatro y mientras manoseaba un poco tu culo antes de enfocarte aprovechaste para seguir metiendo y sacándote el juguete. Estabas chorreando, y era jodidamente excitante. Nunca creí que sacar estas fotos fuera tan brutal, y tú incluso lo estabas disfrutando más que yo. Después de otras pocas en esa postura con ciertas varianzas, te susurré 'esto no tiene sentido que tengas que estar parándola cada dos por tres'. 'Es cierto, a la próxima no voy a ser capaz de pararme la mano'. 'No te va a hacer falta, golfa. Lo he puesto en modo video'. Volví a enfocarte comenzando con la cara de zorra que se te había puesto al oírlo, y dándote mucho más brío con la mano.
Me acercaba lo suficiente como para que se oyese el chapoteo en el vídeo, porque necesitaba guardar eso también. Tus gemidos parecían exagerados pero sabía que eran brutos de que estabas cachondísima perdida, no de que intentabas actuar. Después de unos segundos que seguías a cuatro, volviste a tumbarte para darte más libertad de movimiento. Tu coño la devoraba como si le supiera a poco, y movías tu mano de una forma casi frenética. Me miraste demostrando que te iba a correr y grabé tu cara mientras soltabas los alaridos que marcaban tu final. Mantuve la imagen unos segundos, mientras estabas exhausta pero continuabas con el movimiento casi de manera involuntaria, hasta que te diste cuenta que seguía con la cámara y te volvieron a entrar ganas. Malamente, con una mano me desabroché el botón y, soltando a un lado el plástico, te abalanzaste para ayudarme a liberarla antes. En ese te daba igual lo que sucediera con ese vídeo. No ibas a ponerte a decir "ey, no lo pases a nadie", ni gilipolleces de esas. Te estaba volviendo loco pensar cuando tú misma lo vieras luego, y de un rápido movimiento la liberaste y te la introduciste de golpe en la garganta, como antes lo habías hecho con el plástico en tu rajita. Fue, sin lugar a dudas, una de las mejores mamadas que he recibido nunca, y no es sólo por el detalle de que al estar grabada pudiera revivirla una y otra y otra vez. Aunque, por desgracia, llevaba demasiadas horas acumulando como para poder permitirte que terminases tan rápido entre tus labios. Así que, dejando a un lado apoyada la cámara, tiré de tu hombro para que cayeses tumbada sobre la cama y así poderme abalanzar yo sobre ti.