Inmigrante 08
Vine como inmigrante ilegal. Me casé para conseguir la nacionalidad con un contrato por el que podía follarme a cualquiera menos a mi mujer.. Mejora nuestra relación. Soy padre. Me follo a la prima mayor
Me desperté sobre las tres y, dejando a la desconocida durmiendo, me fui directamente a mi casa, donde estaba la comida dispuesta.
Tras una ducha, dar buena cuenta de la comida y cambiarme de ropa, me dispuse a volver al trabajo. En ese momento, me crucé con Marga, que se dirigía a recoger los restos.
-¿Dormirá aquí esta noche el señor?
-¿Por qué me lo preguntas? ¿Acaso quieres venir a dormir conmigo?
Con la cara totalmente roja, me dijo.
-Sí. Digoooo NOOOOOOO. Es por si me pregunta la señora. Como anoche no vino y hoy tampoco estaba a medio día, supongo que me preguntará por usted, ya sabe, si ha venido, si vendrá esta noche, etc.
-Pues ahora mismo no lo sé. Depende de cómo se me de la noche. En cualquier caso, si te pregunta, le dices que te he dicho que no me espere.
Y me marché de casa. Por si se le ocurría la idea de venir al trabajo para decirme algo, llamé a Sonia y la cité en el piso poco antes de las ocho. Todavía faltaban cuatro horas para entrar a trabajar, por lo que llamé también a Marta y la cité en el piso para ya. Cuando llegué me esperaba desnuda, como siempre, delante de la puerta. No sé si ella tenía intención de decirme algo o si deseaba seguir follando conmigo, pero yo en esos momentos no tenía ningún interés en nuestra relación.
-Marta, estoy muy cabreado y necesito desahogarme con alguien. ¿Te parece bien? –Fue lo primero que le dije.
-Estoy dispuesta para lo que quieras.
Me dirigí al dormitorio y ella me siguió como un perro fiel.
La hice acostarse boca abajo en la cama y até sus extremidades con cuerdas de mi armario a las patas de la cama, dejándola abierta en forma de “X”. Un consolador gordo en su coño y otro más delgado pero también grueso en su culo, ambos en marcha, completaron su preparación.
Del mismo armario tomé una fusta, me moví alrededor de la cama un par de veces y le solté un golpe que marcó su culo de lado a lado, al tiempo que decía.
-¿Así que necesitabas mayor conocimiento antes de ponernos a follar? ¿No?
-Jomo, yo ni lo pienso ni lo he dicho eso a na…
-¡Cállate! A ti nadie te ha preguntado. –Le dije soltando un nuevo fustazo desde el otro lado.
Nuevo fustazo y…
-Así que has esperado dos meses para decir que estabas embarazada con tal de seguir follándome.
Estuve dándole golpes durante un rato. No sé cuántos le di, pero ella se corrió varias veces.
Ya cerca de la hora de irme a trabajar, la desaté y follé por el coño con dureza, hasta que se corrió nuevamente, seguida por mí. Después, ambos quedamos acostados recuperándonos.
-Gracias Jomo. Contigo me siento plena, no había disfrutado tanto como desde que estoy contigo. Vivo esperando tu llamada. Muchas gracias.
Le di un intenso beso y una palmada en su dolorido culo y nos fuimos a duchar. Una vez vestidos, esperamos unos minutos a que llegase Sonia, aunque la espera no se me hizo larga porque me entretuve metiendo uno y dos dedos en su coño y follándolo con ellos.
Cuando vino Sonia, bajamos a la sala. Les pedí que entrasen ellas primero y que si estaba Ana, se pusiesen con ella. Su misión era bloquear cualquier intento de ella por estar conmigo a solas, porque si eso ocurría, no sé si sabría controlarme y no soltarle un par de bofetadas. También les dije que si querían, podían quedarse a dormir conmigo, pero que, si Ana se iba, saliesen con ella y me esperasen en el piso.
Las tres amigas, habían conseguido unos acuerdos de separación totalmente favorables. La mayor parte del salario se lo llevaban ellas, dejándoles lo justo para comer sin grandes fiestas. Entre ellas, habían llegado al acuerdo de permitirles ir a dormir a casa, pero solamente eso, sin ningún tipo de atención.
Ana vino como una hora después, y sus amigas, que estaban pendientes, enseguida la llamaron a su mesa. Incluso yo, que estaba al otro lado de la sala y con la luz escasa, pude ver la cara de disgusto que puso.
Durante el resto de la noche, o bien era yo el que me ponía a hablar con alguien o enseguida Marta o Sonia la seguían hasta llegar a mi lado, consiguiendo evitar cualquier contacto.
Solamente hubo un momento que consiguió pillarme solo, aunque solamente fueron unos segundos. La conversación fue breve:
-Hola Jomo.
-Hola.
-Podemos hablar un momento.
-No.
Y se acabó la conversación. Quedó interrumpida cuando Marta vino a que les invitase a una copa.
Intenté aparentar normalidad, pasando por su mesa periódicamente para preguntarles si deseaban algo o intercambiar breves conversaciones. Una de esas veces, al preguntarles qué deseaban, Ana dijo que hablar conmigo, a lo que volví a contestar con un seco NO, sin más explicaciones.
Poco después Ana se dispuso a marcharse y las amigas, aunque intentaron convencerla de quedarse más rato, se fueron con ella. Cuando salí de trabajar, subí al piso, donde me encontré a Marta comiéndole el coño a Sonia y con un consolador en el suyo. Cuando se le caía el consolador, le daba fustazos hasta que se lo volvía a meter.
Me desnudé despacio, viendo la escena, mientras mi polla iba creciendo por si misma con el espectáculo. Cuando la tenía ya bien dura, subí a la cama y arrodillado tras Marta, le quité el consolador y lo cambié por mi polla.
La follé con dureza, machacando su coño. Sus gritos de placer, apagados por el coño de Sonia, se sucedían sin cesar entremezclados con sus orgasmos. Cuando me corrí, cambiamos las posiciones tras volverme a empalmar de nuevo, gracias a las bocas de ambas, y me dediqué a follarme a Sonia hasta que nos corrimos ambos.
Estuvimos follando hasta que amaneció, que decidimos parar y acostarnos agotados de tanto placer. Sobre todo ellas. Como la cama era estrecha para los tres, decidí irme a mi casa y que ellas quedasen durmiendo allí.
Llegué cerca de las 9 de la mañana, y coincidió que Ana salía del garaje pero no debió verme, atendiendo al tráfico para incorporarse a la vía pública. Cuando llegué a mi rellano, coincidí con la salida de Marga que iba a comprar.
-Buenos días Marga.
-Buenos días señor. Viene muy tarde…
En ese momento le sonó el teléfono e interrumpió la conversación. Mientras descolgaba, le dije que me iba a dormir, y antes de abrir y cerrar la puerta pude oír algunas frases monosilábicas que me hicieron pensar que me había visto y le estaba preguntando.
-Sí, dígame, señora.
-Sí, estoy cerrando la puerta.
-Sí.
-No.
-…
Ignoré el resto y me fui a duchar y dormir. Cuando me desperté sobre las cinco de la tarde, me di una nueva ducha, me vestí, fui a la cocina, donde tenía la comida lista para calentar en el microondas y me puse a comer. Estaba disfrutando de un café, cuando me llamó la atención un sonido bajito que parecía la tele, pero que no recordaba haber puesto en marcha. Me fui a apagarla, encontrándome a Ana viendo uno de los programas.
Nada más verla, me fui a la cocina a tomarme otro café, sin decir ni una sola palabra.
-Jomo. Aunque no quieras, tenemos que hablar. –Era Ana desde la puerta.
-Sobre qué.
-En primer lugar, quiero saber por qué estás así conmigo. ¿Qué te he hecho para que no quieras saber nada de mí?
-Me siento utilizado. Siento que me has engañado y me siento abandonado como un perro. Yo sabía…
-¿Quién te ha abandonado como un perro? Sigues viviendo en la misma casa, sigues con tu vida normal, sigues teniéndome a mí, pero no me dejas acercarme a ti. ¿Qué ha pasado para que hayas cambiado tanto.
-Me sentí agradecido cuando quisiste que nuestra relación avanzase un poco más y no fuese la fría consecuencia de un contrato. Me sentí ilusionado cuando te quedaste embarazada pero seguías viniendo a mi cama, haciéndome creer que era por mí, cuando me estabas engañando, sin decirme nada de tu embarazo, a pesar de que las náuseas del primer mes ya me lo habían avisado hasta a mí. Pero lo que más me ha enfadado, es que no tuvieses valor para decirme tu misma que lo nuestro se había acabado. Tuvo que ser el abogado quién pusiese las cosas en su sitio. Quien me recordase que lo nuestro es un contrato, al cual debemos atenernos, y sacase a relucir la demanda si me acercaba a ti.
-Pero eso no es verdad, yo no te he engañado nunca. Cuando te propuse mejorar nuestra relación, era porque realmente lo quería y sigo queriéndolo. Todo ese tiempo puedo decir que he sido feliz. Más feliz que en mi vida anterior.
Sí que te oculté que estaba embarazada. Pero fue porque a tu lado estaba feliz. Nunca he recibido tantas atenciones de un hombre ni he disfrutado tanto con él. Si por mi hubiese sido, no te habría informado ni del nacimiento. Lo de mi abogado no lo tenía previsto y me dejó sorprendida.
-Pero pudiste intervenir y decir algo. Yo sé que lo nuestro es un contrato del que vamos cumpliendo cláusulas, y que por tanto, no debo hacerme ningún tipo de ilusión. La culpa ha sido mía por olvidar esa parte.
-Jomo, te juro que no supe que decir. Me pilló tan de sorpresa como a ti.
-Y por qué no viniste a decírmelo más tarde. Sabías donde encontrarme hasta la madrugada, pero no lo hiciste. En fin, como se suele decir, fue muy bueno mientras duró.
-Pero yo…
-Es igual, Ana. No le des más vueltas. Nos atendremos al contrato y punto. Olvida lo pasado y sigamos adelante.
Se puso a llorar, una de las cosas que más me enfada de las españolas, y dio media vuelta para marcharse, pero antes se giró para decirme:
-Una cosa más. Mi abogado me instó a que me sometiese a un tratamiento de fertilidad para que no hubiese ningún problema, y ahora estoy embarazada, no sé si de gemelos o mellizos, aunque el ginecólogo me dijo que casi con toda seguridad, son mellizos.
-Como siempre, tu abogado metiéndose donde no le han llamado.
Me concentré en mi taza de café, dando por terminada la conversación. Ana se marchó a su casa y al rato, yo me fui a trabajar.
El resto de los meses de embarazo, pasaron sin más problemas. Cuando visitaba al ginecólogo, pasaba a preguntarle o venía ella a informarme del resultado, de su nueva visita, etc. Todo siempre dentro de la más estricta corrección.
Yo seguí follando a las amigas y sorprendí un par de veces a Ana despidiendo a alguien, aunque sin hacerme notar.
Un día, sobre las 10 de la noche, me llamó Marga al trabajo para avisarme de que su señora no se encontraba bien. El ginecólogo ya había informado de que si no nacían antes de una semana, le provocarían el parto, pero no hizo falta, porque era el segundo día cuando me avisaron.
Fuimos inmediatamente al hospital, y cinco horas más tarde nacieron nuestros hijos. Un niño y una niña. Muchos alaban a los recién nacidos diciendo lo guapos que son. Yo vi a un niño y una niña arrugados, con el cuerpo enrojecido y de un color marrón oscuro. Me recordaron a las cabezas que reducen los jíbaros. Pero, por supuesto, cuando me acerqué a su madre, que los tenía uno a cada lado, no pude menos que alabar lo guapos que eran.
Ya teníamos acordados algunos nombres: al niño le pusimos de nombre Javier y a la niña Beatriz.
Sin embargo, a las dos semanas ya tuve que cambiar de opinión. Su cuerpo seguía siendo ligeramente tostado, casi blanco, y sus caras llamaban la atención de todo el mundo. Sus “tías” Marisa, Sonia y Marta, a las cuales no había dejado de follar en todos estos meses, estaban encantadas con ellos y no paraban de alabar lo guapos que eran.
La relación entre Ana y yo cambió bastante. Desde que los médicos la enviaron a casa al tercer día, vi el trabajo que llevaban los niños y le propuse vivir con ella hasta que los niños requiriesen menos atenciones. Aceptó y pedí dos meses de vacaciones no pagadas en el trabajo. El jefe me las dio, a pesar de no ser legal, porque le interesaba mi trabajo y la alternativa era mi auto despido.
El primer día que salió del hospital, ayudé para sujetar al uno cuando le daba el pecho a la otra y le complementaba con biberón a la una mientras daba pecho al otro. Por la noche, los niños se despertaban a la vez y se ponían a llorar. El primer día dormía en otra habitación, pero fue Ana la que me pidió que, si no me importaba, durmiese con ella para tenerme más a mano.
Habíamos tenido dos tragones extraordinarios, dos pozos sin fondo a la hora de comer. A las dos semanas ya habían engordado y crecido por encima de la media, y también distanciaron un poco más las tomas. Eso me permitió atender una petición de mi jefe, que me pidió por favor que pasase en algún momento por la sala, para que me viesen las clientas habituales, que no hacían más que preguntar por mí.
Lo organicé para ir todas las noches cuatro horas en dos partes, dos horas antes de la toma de medianoche y otras dos después, de las cuales, en las primeras dedicaba una a saludar y atender clientes, y otra a subir al piso con alguna de las tres u otra clienta, para follarlas, sobre todo con Marta y la segunda parte a trabajar.
Marisa se buscaba la vida con otros, por lo que quedábamos poco. Solamente cuando decía ella que “necesitaba a alguien que la follase bien”, y Sonia… Somos socios y no me conviene mucho, pero no la tenía abandonada.
Con Marta, a pesar de trabajar para mí, era algo distinto. Me estaba dando un morbo especial su sumisión y lo intensos que eran sus orgasmos tras nuestras sesiones. Fue la primera con la que quedé después.
La llamé desde la sala con orden de presentarse en el piso en un minuto. Coincidimos en la puerta de la calle y subimos juntos. Ya en el piso, la vi reticente a desnudarse, como era su obligación.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué no te desnudas?
-Es queeee… No voy preparada.
-¿Por qué? ¿No sabes que tienes que estar preparada para mí en todo momento? ¡Desnúdate!
Cuando lo hizo, vi que llevaba unas bragas enormes, y cuando se las hice quitar, comprobé que no estaba perfectamente depilada.
-Vaya, dos faltas. Y graves, además. Voy a castigarte por ellas.
-Sí, Jomo, lo que tú digas.
La hice situarse acostada boca arriba sobre la mesa, con los pies en el borde y la cabeza y los hombros que le colgaban por el otro lado, al ser algo corta. Me desnudé y tomé los instrumentos de afeitar que guardaba en el baño.
Me puse en el lado de su cabeza y le incrusté la polla en la boca, apoyando mí cuerpo sobre el suyo, en un extraño 69, que mantenía su coño al alcance de mis manos y lengua, mientras le iba follando la boca despacio.
Estuve enjabonando bien toda la zona, incluso pasé el dedo con jabón por su raja, que no tardó mucho en empezar a salirse, empujado por su humedad. Cuando me pareció que estaba suficientemente excitada, pasé a retirar la espuma con la cuchilla desechable.
Tenía que meterle los dedos en el coño para estirar sus labios y afeitarlos correctamente. Sus jadeos apagados por mi polla me indicaron que se había corrido con esas manipulaciones.
Cuando había retirado todo el jabón con la cuchilla, limpié la zona con un paño húmedo y me puse a pasar la lengua por ella, buscando restos de pelitos para eliminarlos directamente.
Durante este proceso, no dejé de lamer su clítoris, lo que le proporcionó un nuevo orgasmo. Volví a pasar el paño húmedo y extendí masaje de afeitar con alcohol, que la hizo gritar a pesar de tener la boca llena de polla.
Luego la hice ir a la cama, donde la follé por el coño hasta que se corrió una vez más, después la puse a cuatro patas y le di palmadas en el culo hasta que se le puso de un rojo intenso. Entonces, se la metí por el culo sin más preparación hasta que me corrí.
Cuando volví a casa, llegué a tiempo de dar de comer a los niños. Se despertaron cuando acababa de desnudarme.
Aunque se me hizo largo, pronto los niños empezaron a dormir toda la noche de un tirón. Los dejábamos cenados a las 12 de la noche y aguantaban hasta las 8 de la mañana, incluso más. Eso me permitía permanecer trabajando hasta antes de las 12 y seguir después de dejarlos dormidos.
A los tres meses, un sábado que tenía fiesta, no pude quedar con ninguna de las amigas porque estaban ocupadas por distintos motivos y tampoco con otra clienta porque me avisaron tarde. Teniendo el fin de semana libre de citas, propuse a Ana salir a dar un paseo con los niños y así lo hicimos. Fuimos al parque, paseamos y nos sentamos en un velador para tomar unas cervezas.
Mirándola me di cuenta de lo mucho que había mejorado con la maternidad. El pelo más largo le favorecía y la cara un poquito más rellena, así como su cuerpo, tetas y culo, la habían dejado espectacular.
-¿Qué me miras tan fijamente? ¿Pasa algo?
-No. No pasa nada. Solamente miraba lo guapa…, más bien pensaba en espectacular, que te has puesto después de la maternidad.
-Gracias, pero creo que me miras con muy buenos ojos. Me he engordado mucho. Tengo que ponerme a régimen inmediatamente y volver al gimnasio.
-Tienes los kilos justos para suavizar tu cara. Tienes un cuerpo de ánfora, los pechos te han crecido lo justo. Te has convertido en una mujer pero que muy apetecible. Estoy seguro que todos los hombres de por aquí, estarían encantados de llevarte a la cama.
Escondiendo una sonrisa de satisfacción, lanzó una pregunta en la que se podía apreciar mucha ansiedad:
-Todos menos tú, ¿No?
-Yo el primero. Te has convertido en una MILF muy deseable.
-¿Qué es una MILF?
-Es inglés. Traducido muy a mi conveniencia, Madre que me follaría.
Sonrojada, volvió a esconder su sonrisa.
-¿Sigues acostándote con mis amigas? –Preguntó cuando se repuso.
-Si
No di ninguna explicación más. Pero ella insistió.
-¿Y disfrutas mucho con ellas?
-Lo suficiente. ¿Tienes algún interés en ello?
-Nooo. Es solamente curiosidad. Pensaba que lo habíais dejado… ¿Y las putas? ¿También vas con ellas?
-No.
-Parecíais muy amigos el día de la boda.
-Por el dinero que me costaron, más que amigas, tenían que haber sido hermanas.
-¿Tanto fue? Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja. Fuese lo que fuese, creo que mereció la pena el precio solamente por ver las caras de esos gilipollas. Ahora las echaran mucho de menos, porque dudo que les quede dinero para nada.
-Sí que mereció la pena. Sobre todo por el marido de Marisa. Lo tenía cruzado desde el día de la comida con tu familia. Por cierto, habrá que organizar algo para que conozcan a los nuevos herederos. –Dije buscando cambiar los derroteros de la conversación.
-Ya lo he pensado, ya. Y si te parece bien, podríamos celebrar el bautizo e invitarlos a todos.
-Por mí no hay inconveniente.
Estuvimos comentando el cómo, dónde y cuándo hasta que se hizo la hora de dar de comer a los niños, por lo que nos fuimos a casa. Tres semanas después me informó que había cambios en la celebración. Una de sus primas, Cristina, quería ser la madrina del niño y su otra prima, Carmen, la de la niña y su padre ofrecía su chalet en una urbanización de lujo, en las afueras de Madrid para la celebración.
La vida entre Ana y yo, había cambiado conforme lo hacían los niños. Ya no era necesario acostarme con ella ahora que los niños dormían toda la noche, y la excusa de mi trabajo y sus horarios, aunque no le gustó, fue suficiente para que no dijese nada. Eso me permitía seguir con mi vida
El día del bautizo, fuimos todos a la urbanización de los tíos de Ana, donde se celebró el acto en la pequeña iglesia de la misma urbanización, yéndonos luego todos al chalet.
Era enorme, rodeado de un gran espacio de jardín, un espacio en tierra para juegos de niños, otro de cemento para baloncesto, futbol, frontón, etc. Y una enorme piscina en la que muchos se bañaron, como consecuencia del calor que hacía.
La fiesta me pareció sosa. Lo que suele ocurrir cuando vas a una donde no conoces a nadie y con los que entablas conversación te resultan insulsos o impertinentes. Normalmente me hubiese marchado, pero esta vez no podía, así que estuve bebiendo algo, picando de comer y deambulando.
-¿Te aburres?
Era Carmen, la prima menor
-No, que va.
-Me estás mintiendo. Se te nota a la legua, la cara de aburrido. ¿Quieres venir a conocer mi habitación?
Estaba clara su propuesta, pero recordé que había acordado con Ana de no hacer nada hasta nuestro divorcia, por lo que le dije.
-No, gracias Carmen. Quizá en otro momento
Pero no acabó allí la cosa. La fiesta terminó tarde y los tíos se empeñaron en que nos quedásemos a dormir allí y marchar después de la comida del día siguiente. A mí no me apetecía, pero a Ana le pareció mal no aceptar y nos quedamos.
Nos habían asignado una habitación para los dos, como es habitual en los matrimonios. Después de la toma de las 12 de la noche y al estar acostumbrado a acostarme a las cuatro de la mañana, no tenía sueño, por lo que dije a Ana que me iba a dar un baño en la piscina. Le pregunté si quería acompañarme y refrescarse un poco, pero prefirió quedarse con los niños, que dormían en el cochecito.
Estaba solo y me metí totalmente desnudo, dedicándome a flotar sin hacer nada, lo que se conoce como “hacer el muerto”, disfrutando del frescor que transmitía el agua.
El ruido de un chapuzón me hizo ponerme vertical, comprobando que hacía pie, pero el agua me llegaba al cuello.
La luz de la piscina estaba encendida, y observé como una cabeza con pelo negro venía directa a mí. Pensé que sería Ana que había cambiado de opinión y venía conmigo, pero justo cuando iba a chocar conmigo, se levantó, y como si fuese un ejercicio circense, puso sus piernas alrededor de mi cuerpo y se colgó de mi cuello.
Su coño cayó sobre mi polla. Sus tetas clavadas en mi pecho y su jugosa boca ante la mía. Instintivamente, mis manos corrieron a abrazarla, lo que aumentó la presión sobre mí. Entonces vi que no era Ana. Era Cristina, la prima mayor.
A pesar de todo, mi polla reaccionó al instante forzando nuestros cuerpos a separarse el espacio que necesitaba para alcanzar todo su esplendor. Cristina no se cortó ni un pelo, al contrario, se izó haciendo palanca con sus piernas sobre mi cuerpo hasta que su coño llegó a la altura de mi polla y se metió casi toda de golpe.
-Puffffff. Me he debido de romper el coño. ¡Joder que dolor! No pensaba que fuese tan grande.
Yo me sonreí y esperé para ver qué hacía. Empezó con ligeros movimientos hasta conseguir que le entrase toda, se mantuvo un momento en esa posición y comenzó con un movimiento batidora, moviendo su pelvis en círculos al tiempo que la echaba atrás y adelante.
-Mmmmm. Cuando te he visto con Carmen he pensado que me iba a quedar a dos velas, pero no sabes lo que me he alegrado cuando la has rechazado. Oooooh.
Eché mis manos a su culo para acompañar sus movimientos y ahorrarle esfuerzo. Sus pechos se frotaban una y otra vez contra el mío, mientras permanecía agarrada a mi cuello, con la frente pegada a mi oreja y sin parar de gemir.
Su coño se movía sobre mi polla como si fuese una balsa de aceite. No sé si era por el agua de la piscina que debía entrar en su coño o por su abundante flujo.
Asumiendo que era el flujo, la sujeté bien por el culo y empecé a moverme con fuerza, follándola con dureza y clavándola hasta lo más profundo. Con cada envestida, soltaba y tomaba aire, mientras clavaba sus uñas en mi espalda, hasta que cambiaron anunciando su corrida:
-Ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah. Aaaaaayyyyyy Me corroooo.
Todo esto lo decía bajito, para que no lo oyesen en la casa. Los últimos coletazos de su orgasmo fueron rápidas inhalaciones de aire. Yo seguí moviéndome, pero mucho más despacio. Ella me pidió acercarnos a la escalerilla, y pensé que me iba a dejar a medias, pero no fue así. Se dio la vuelta y se asió a la escalera apoyando sus pies a los lados y me dijo:
-¡Fóllame el culo!
No le hice caso y se la volví a meter por el coño, volviendo a darle fuerte, al tiempo que llevaba mi mano a su clítoris. Seguía conteniendo sus gemidos, pero los exteriorizaba acercándose y alejándose de la escalera.
No tardó en alcanzar su segundo orgasmo, tan contenido como el otro, pero esta vez, en lugar de detenerme, puse la polla en su ano y se la metí hasta la mitad de un empujón.
-Parece que este culo acaba de recibir un montón de pollas. Te ha entrado como si fuera el agua de la piscina.
-Es por donde más disfruto. Me encanta que me follen el culo. ¡Venga, muévete de una puta vez!
Y di un nuevo golpe de riñón para encajársela toda y continué con el ritmo frenético con el que había atacado su coño.
Ahora sus gemidos eran algo más fuertes. Volví a acariciar su coño y clítoris con mi mano, lo que hizo aumentar sus gemidos. Un buen rato después, yo estaba a punto de correrme y agotado por el esfuerzo, cuando ella anunció.
-Siiii. No pareeeeessss. Me voy a correeeeer. Me corrooooooo.
Yo no esperé más y me corrí en su culo.
Cuando terminó de salir la última gota, se la saqué del culo y, mientras ella subía la escalera, me lavé la polla en el agua, para luego salir tras ella, dirigiéndome a la casa, al tiempo que me despedía con un “hasta mañana” y dejándola desnuda sobre la hierba, toda relajada.
Cuando llegué a la habitación, entré con mucho cuidado y me metí en la cama intentando no hacer ruido, pero nada más apoyar la cabeza en la almohada…
.¿Has disfrutado con el baño?
-Si mucho. Deberías haberte bajado.
-¿Y de mi prima?
Espero que les siga gustando. Agradezco sus comentarios y valoraciones de los capítulos anteriores y espero que sean tan amables de hacer lo mismo con este.
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