Inmigrante 04

Vine como inmigrante ilegal. Me casé para conseguir la nacionalidad con un contrato por el que podía follarme a cualquiera menos a mi mujer. Vence el contrato y hay renovación. Sigo con Marta. Ana creo que me desea.

Pasó el cuarto mes, el abogado me pagó el quinto y los días pasaron normales hasta que llegó el siguiente.

Era época de vacaciones. Hasta Ana se marchó, según me avisó el abogado, que también se iba.  Todos tenían vivienda en la playa o en la montaña, y excepto el abogado que volvió al mes siguiente, las mujeres tardaron dos.

En vacaciones follaba menos.  Se notaba la ausencia de gente. También había menos trabajo. Los días fueron pasando con normalidad, hasta que el último viernes del mes, aparecieron las cuatro amigas. A las que pregunté por sus vacaciones e invité como era habitual.

En un aparte, quedé con Marta para el siguiente sábado, que ya habría acabado todo.

Pocos días después habían transcurrido los seis meses,  llegó el día uno y fuimos citados al notario.

Estábamos Ana, el abogado, una persona que había estado controlando el trabajo de Ana y yo.

-Bien. –Empezó el notario- Vamos a comprobar si se han cumplido las instrucciones previas a la lectura del testamento.

Preguntó si se había contraído matrimonio en este periodo, confirmándolo ella y presentando la documentación correspondiente el abogado. Pregunto su actuación en el trabajo, que fue valorada como buena y añadiendo que aprendía con rapidez.

Despidió al valorador y se centró en el testamento.

Una vez cumplidos los requisitos previos nos leyó los siguientes:

“Querida nieta. Si has llegado hasta aquí quiere decir que has cumplido las instrucciones previas, pero como sé que eres una rebelde y nada tonta, supongo que habrás inventando algo para salirte con la tuya.

Para evitarlo en lo posible, deberás cumplir tres condiciones más.  Si te has casado por el procedimiento civil, deberás hacerlo también por la iglesia.

Además, en el plazo de dos años a partir de hoy, deberás ser madre de, al menos, una criatura, que no podrá ser adoptada y tendrá que ser obligatoriamente de tu marido, lo cual deberéis demostrar con pruebas genéticas.

Y en tercer lugar, no podrás interrumpir la convivencia con tu marido en todo este tiempo.

Cumplidos estos tres requisitos y cuando tu primogénito haya cumplido un año, podrás hacerte cargo de la herencia.  Si por cualquier razón alguno de estos requisitos no se cumple, la herencia se repartirá entre tus primos segundos.

Quiero que sepas que lo hago por tu bien, para que sientes la cabeza.

Tu abuelo que te quiere bien.”

No voy a contar las palabras que soltó, acordándose de su abuelo.  Yo la miraba curioso, hasta que vino a mi mente el problema al que nos podríamos enfrentar.

Cuando se calmaron nos fuimos al despacho del abogado, dos plantas más abajo. Allí tuvimos una reunión para hablar de las nuevas condiciones. Primero hicieron un aparte el abogado y Ana, y luego se reunieron conmigo. Habló el abogado.

-Bien Jomo, tu contrato está concluido y te estamos muy agradecidos.  En este momento, podemos ofrecerte dos opciones. Dar por terminado todo, presentar los papeles del divorcio y volver a tu libertad anterior, o una ampliación del contrato con nuevas condiciones.

-¿Cuáles serían esas condiciones?

-Por tu parte, casarte por la iglesia con Ana. Hacer una donación de semen las veces que sea necesario para que ella quede embarazada y esperar hasta que el resultado del embarazo cumpla un año.  Después podrás divorciarte, pero renunciarás a todos los derechos sobre el resultado de ese embarazo.

-Como contrapartida, seguirás disfrutando de la casa y tendrás el doble de sueldo y una prima de quinientos mil euros al terminar, manteniéndose el resto de las condiciones del contrato anterior en cuanto a vida independiente y ninguna obligación entre mi cliente y tú.

-Me parece muy bien, y hasta me serviría para afrontar mi futuro con la tranquilidad que da el dinero.  Pero hay un problema: Mi bisabuelo era un guerrero Masái, y según me contaron, más negro que el interior de una mina de carbón sin luz. Según las leyes de Mendel, existe la posibilidad de que nuestro descendiente sea negro.

Todos nos quedamos callados.  Al final habló Ana.

-Cualquier otro matrimonio blanco o con algún miembro algo moreno, que tenga un hijo negro, puede tener problemas para explicarlo, pero no olvidemos que en nuestro caso, habrá una comprobación genética que lo demuestre.

-Entonces, yo no tengo inconveniente.

El abogado preparó el nuevo contrato, que ambos firmamos, y quedé a la espera de que me avisasen para ir a la clínica para hacer la donación y que organizasen la boda eclesiástica. Todos nos fuimos a comer por cuenta de mi esposa, y de ahí, me fui a trabajar.

Me di cuenta de que tenía un problema. Era viernes, y el viernes anterior había quedado con Marta para este sábado, pero al prolongarse el contrato y las condiciones, me encontraba en una situación complicada.

Cuando las tres, sin Ana, vinieron a la sala, tuve que avisarles, tanto a ella como a Marisa, de las nuevas condiciones y que debíamos suspender las citas, hasta tanto encontrase una solución.

No me libré de follarme a Marisa en la oficina,  dejando a Marta con cara de envidia, deseo y pena.

Cuando fue su hora de marchar, retuve a Marta mientras Marisa se iba con una sonrisa en los labios, la llevé a la oficina y la hice recostarse sobre la mesa. Llevaba unos pantalones negros, como de espuma, de cintura elástica, por lo que no me costó nada bajárselos.

Ante mi aparecieron unas bragas negras grandes.

Procedí a quitárselas, pudiendo observar que se había depilado el coño, por lo menos la raja.

-Marta, Marta. Veo que no me haces caso y me obligas a castigarte.

-Pero... voy depilada.

-Pero deberías ir con falda y sin bragas, y no solo las llevas sino que son tan grandes que podría hacerme un traje con ellas. Separa las piernas.

Me quité uno de los zapatos, y con él en la mano, le di un fuerte golpe en el culo. Se levantó a la vez que emitía un fuerte grito.

-No, no, no, no. Así no. Cuando yo te corrija, no debes gritar como una puta barata.  Te limitarás a contar los golpes y a darme las gracias por corregirte. Los golpes no contados o no agradecidos, no cuentan y habrá que repetirlos. Y si te mueves, volveremos a empezar.

La coloqué de nuevo y volví a darle un fuerte golpe, esta vez en el otro lado.

-Humm. Uno, gracias por corregirme.

Un nuevo golpe con fuerza en el otro lado.

-Pfssss. Dos, gracias por corregirme.

Y así hasta 6 golpes. Cuando terminé recorrí su empapada raja con mi dedo, hasta llegar a su clítoris, todo endurecido ya, al que dediqué un poco de atención acariciándolo alrededor y frotándolo suavemente un instante, lo que le hizo soltar un gemido de placer

-Mmmmmmmm.

Subí mi mano para meter el dedo medio en su coño y buscar con la yema su punto de placer, moviéndolo en círculos y entrando y saliendo. Unos pocos minutos alternando entre su clítoris y los dedos en su coño, la hicieron estallar en un potente orgasmo.

-Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhh.  Mmmmmmmmmmm Me corrroooo.

No dejé mis manipulaciones en su coño, pero ahora, chupe un dedo de mi mano libre y se lo fui metiendo en el culo sin dejar de tocar su clítoris.  Terminé con el pulgar de una mano en su culo y el otro pulgar en su coño, frotando a la vez el clítoris con dos dedos, dejándolo resbalar entre ellos.

Unos minutos después, volvía a correrse como una auténtica cerda.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH SIIIIIIIII

Quedó un rato desmadejada sobre la mesa, después de retirar mis manos de su cuerpo. Cuando pareció recuperarse, la hice vestirse, sin las bragas, y la despaché de allí.

Cuando me levanté de la cama el sábado, encontré a Marga dejándome la comida en la cocina al entrar yo. La semana había sido dura.  Había follado todos los días con distintas mujeres, en horario de trabajo y a la salida, además de haber hecho muchas gestiones por las mañanas,  por lo que iba tan agotado como falto de sueño, así que le dije:

-Marga, hoy estoy de fiesta y no saldré.  ¿Sería tan amable de traerme cualquier cosa para cenar?

-Por supuesto, a qué hora…

Acordamos todo y se marchó a la casa. Yo comí, me eché una siesta y salí a hacer unas compras,  A la vuelta me puse con el ordenador mirando páginas de dominación y sumisión para recordar viejos tiempos.

Estaba viendo un vídeo, donde el amo educaba a su sumisa, mientras por los altavoces se escuchaba el ruido de los azotes y los gemidos de la esclava, cuando oí la puerta de comunicación de ambas casas.

Sin excesiva prisa, cerré el vídeo y lancé el apagado del ordenador. Al volverme, apareció en la puerta Ana con una bandeja llena de distintas clases de comidas.

-Hola Jomo. Marga me ha dicho que estabas de fiesta y que cenabas en casa.  Me he permitido traer yo algo de comer y si te parece bien, cenamos juntos.

-Estaré encantado, Ana. Prefieres la cocina o aquí en el salón.

-Aquí mismo está bien.

Dejó la cena y preparó unas servilletas mientras yo iba a la cocina a por bebidas y vasos.

Mientras cenábamos, íbamos hablando:

-No lo habíamos hablado, pero me comentó Marga que habías preguntado por mí cuando me sentí indispuesta.   Muchas gracias.

-Sí, me dijeron que no te encontrabas bien y pasé a preguntar,  pero Marga me informó de que era una indisposición habitual y que te habías ido a trabajar.

-De todas formas, te agradezco el interés.  También quiero agradecerte lo bien que te portaste con mi familia, a pesar de lo impertinentes que fueron.

-No fue para tanto. Lo pasé muy bien, a pesar de todo. Realmente estuvieron peor los maridos de tus amigas.

-Esperaba que no te hubieses dado cuenta. Tengo que hablar con ellas…

-No te preocupes. La vida va y viene y ya les llegará su hora.

Entonces no sabía cuánta razón tenían mis palabras.

-¿Y qué tal te va? El abogado me dijo que ya tenías la nacionalidad, que ya puedes conducir y que te has comprado un coche

-Sí, se nota dónde hay influencias. Me la han conseguido con mucha rapidez.

-¿Cuáles son tus planes? ¿Piensas seguir en la discoteca?

-No. Ya he empezado a enviar currículums a todos los laboratorios e incluso visitado algunos.  Espero encontrar un buen puesto pronto. También estoy en contacto con una empresa de cosmética para distribuir sus productos.  Como no necesito correr, voy asegurando pasos.

-Me parece estupendo. ¿Tienes ganas de que esto termine y divorciarte? Imagino que la prolongación de la situación te habrá trastocado mucho los planes

-No. Nuestro matrimonio no me afecta, al contario, me ayuda y como no tengo intención de casarme, tampoco tengo prisa.

-Y novia o pareja, ¿tienes?

-No. De momento no tengo interés tampoco.

-Pero siempre estás rodeado de mujeres, además, he oído que vas bien “armado”.  A veces me preguntan si es cierto.

-¿Quién te ha preguntado eso?  No hay muchas que puedan querer saberlo y las que lo saben, no creo que lo comenten.

-Fue Marisa, el mismo día de la boda.  Bailando contigo se te notó el bulto.  ¿No te dijo nada cuando te llevó a casa?

-Sí, pero estaba algo bebida. Y tú que tal. ¿Cómo te va en la empresa? Imagino que tú sí que tendrás interés en que esto acabe. –(Tuve que cambiar rápidamente de tema)

-No creas, a mí tampoco me molesta la situación.  No me planteas problemas y tampoco tengo interés por buscar pareja, me preocupa más el engendrar un heredero.  Eso no entraba en ninguno de mis planes futuros.

-¿Cuándo celebraremos la boda?

-Eso lo lleva el abogado. Por cierto, ¿de qué religión eres?

-De ninguna, no me han educado en ninguna creencia.

-Es probable que te tengas que bautizar. No todos los curas aceptan matrimonios, o tendré que solicitar un permiso para poder hacerlo.

-Me da igual, lo que resulte más sencillo.

Sonó mi teléfono con la llamada de un número desconocido. Al responder una voz bajita me dijo que era Marta.

-¿Marta? ¿Qué Marta? –No esperaba ninguna llamada de nadie, porque eran muy pocos los que tenían mi teléfono. Una de ellos era Marisa.

Le pregunté qué deseaba y me dijo que solamente era para darme las gracias por el placer que le había dado y lo bien que la había comprendido. Me preguntó si quería algo, que si quería que viniese al día siguiente,  yo le dije que no.  Que sería yo quien la citase, y que ya sabía que las condiciones eran que la quería bien depilada, con falda y sin bragas y que si no era así, que ni se molestara en venir. Ella me informó de que su marido iba a estar fuera el lunes, de viaje, pero que saldría el domingo por la tarde y que podríamos quedar.

-No. –Le dije. –El domingo noche trabajo y ya te he dicho que seré yo quien te cite.

Tras esto, corté la llamada.

-Veo que estás muy solicitado. –Me dijo Ana.- ¿Tienes relación con mis amigas?

-Sí. –Contesté sin dar más explicaciones.

-¿Te acuestas con ellas?

-Con alguna.

-La que te ha llamado era Marta. –Me pareció notar algo de celos en sus palabras.

-Si

-¿Te estás acostando con ella?

-No. Todavía no. Pero eso es cosa mía. El acuerdo solamente nos obliga a que nuestras aventuras no trasciendan. ¿Te has acostado tú con alguien en este tiempo?

-¡Yo no! -Exclamó ofendida.

-Sólo te devolvía la pregunta. No te estoy fiscalizando.  Sabes que puedes irte con quien quieras. Quiero hacerte notar que también me molestan ese tipo de preguntas, sobre todo cuando afectan a otras personas.

-Se ha hecho muy tarde. Recojo esto y me voy.

Le ayudé y recogimos todo en silencio. Le llevé la bandeja hasta la puerta de separación y cuando se la fui a entregar, le pregunté mientras acercaba mí cara:

-¿Un casto beso de despedida entre marido y mujer?

Dudó un momento, y al tiempo que tomaba la bandeja, depositó un beso en la comisura de mis labios.  Sin decir nada, pasó a su parte de la casa. Yo cerré la puerta y me fui a ver la televisión.

La conversación, y sobre todo la escena final, me había puesto caliente, por lo que llamé a una de las muy putas de la discoteca, a la que solía follarme a menudo, que no tardó más de 20 minutos en llegar a mi casa.

Nada más llegar, nos fuimos a la cama, desnudándonos por separado.  Cuando se quitó el vestido, vi que no llevaba bragas.

-¿No llevabas bragas o te las has quitado por el camino?

-Cuando me has llamado me estaba comiendo el coño un gilipollas pichacorta en el baño de la discoteca.  Lo he dejado con la lengua fuera, me he bajado el vestido, he cogido el bolso y he venido lo más rápido que he podido. Me las he dejado en el baño de la discoteca.

No perdimos el tiempo. Venía ya excitada y mojada y yo estaba con la polla dura. Nos tiramos sobre la cama y se la clavé de golpe

-Jodeer. Qué bruto eres.  Con semejante pollón deberías tener más cuidado.

-Pero si lo tienes encharcado.

-Déjate de mierdas y fóllame, que llevo tiempo sin probarla.

Me movía despacio, pero ella me apremiaba, así que empecé a machacarle el coño con ganas, se corría casi uniendo un orgasmo con otro. Era (y es) una de esas mujeres multiorgásmicas que se excita con facilidad, se corre rápidamente y sigue lista para continuar.

Eso sí, los gritos que anunciaban su corrida tenían que oírse en toda la ciudad.

Ya cerca de mi final, la hice darse la vuelta y ponerse a cuatro patas.  Con la polla bien mojada en su coño, la metí directamente en su ano, avanzando despacio pero sin parar, como había hecho muchas veces antes.

Ahora sus gemidos quedaban apagados por la almohada. Yo me lancé a follárselo con dureza, arrancándole un par de orgasmos más antes de correrme.

Tras un rato de relajo y una ducha, se vistió y marchó rápidamente para ver si llegaba a tiempo de encontrar sus bragas antes de que cerraran la sala.

La acompañé a la puerta para despedirla, y de regreso observé que la luz del salón estaba encendida, y la puerta entornada. Creía que la había dejado apagada, pero cuando entré, vi que Ana dormía en el sillón.  Estaba con una bata y un pijama debajo.

Fui a la habitación, cambié las sábanas y volví al salón, la tomé en brazos sin que ella se despertase, lo que me extrañó un poco, la llevé a mi cama, retiré su bata, la acosté y yo lo hice junto a ella.

No pude dejar de observar la mancha de humedad en el pijama y otra más pequeña en la bata.

Cuando vivía en el otro piso, hacíamos apuestas para ver quién roncaba más fuerte y para comprobarlo, nos grabábamos por la noche. De esas grabaciones conseguí imitar muy bien mi sueño.

Me dio la impresión de que no estaba dormida, que solo estaba fingiendo, así que yo simulé dormir, notando al poco rato, un ligero movimiento de la cama muy regular y rítmico.  Paralelamente, su respiración se fue acelerando, hasta que todo terminó con un gran suspiro.

Dormir fuera de mis horarios habituales me genera un sueño poco profundo, por eso me desperté de madrugada sintiendo nuevamente el movimiento de la cama.

Cuando me levanté por la mañana, fui directamente a la ducha, desnudo como estaba. Al salir, oí ruido en la cocina y fui a ver cubierto por la toalla, encontrando a Marga colocando el desayuno.

-Buenos días Marga. ¿Le importaría traer el desayuno de Ana?  Ha pasado la noche aquí.

Con una sonrisa medio de complicidad medio vergüenza, asintió.

-Sí, señor, ahora mismo.

Volví a mi habitación a vestirme, con cuidado de no despertar a Ana, pero las 12 de medio día era muy tarde para alguien que se levanta normalmente a las 7.

Cuando me di la vuelta me estaba mirando.

-Buenos días, Ana. ¿Has dormido bien?

-Sí, muchas gracias.  Y gracias también por traerme a la cama y no dejar que hoy me despertase con dolores por dormir en el sofá.

-No hay de qué.  Si quieres, puedes ir a la ducha y luego desayunar conmigo en la cocina o desayunar conmigo en la cocina y luego te vas a tu casa a ducharte.

-Mejor voy a mi casa, me ducho y me cambio y luego vengo a desayunar contigo.

Fue lo mejor, porque olía a hembra desde lejos, y no sé si me hubiese aguantado.

Durante el desayuno me explicó que había vuelto para excusarse por su brusca despedida, y que me había encontrado “ocupado”, pero que como parecía que terminaba, se quedó a esperarme y por lo visto, se había dormido.

No le di importancia, desayunamos y nos separamos.

En los siguientes días, hablé con Marisa y Marta, explicándoles que había hablado con Ana y, sin haber contado prácticamente nada, la sentía celosa, y por el bien de nuestro contrato, les anuncié que no tendríamos contactos fuera de la discoteca hasta que encontrase una solución.  No les expliqué que me había pillado follando y no quería que lo hiciese siendo ellas las folladas.

El sábado, aunque no tenía fiesta, pasó Ana con mi comida nada más. Venía con intención de hablar.

-Jomo, estaba pensando si no sería mejor la inseminación natural.  Dicen que es más fácil el embarazo, y no resulta tan traumático y frío.

-Pero la inseminación artificial tiene la ventaja de que puedes seleccionar los genes y conseguir que la criatura sea blanca sí o sí.

-¿No quieres acostarte conmigo?

-No es eso. Te recuerdo nuestro contrato. Podrías llegar a denunciarme y perdería todo. Supongo que bastaría añadir una nueva cláusula que nos lo permita.

-¿Me crees capaz de denunciarte?

-Tú no lo sé, pero tu abogado es capaz hasta de inventar pruebas.  No nos conocemos lo suficiente para imaginar lo que puede o no puede hacer el otro.

-Con mis amigas no te importa.

-Creo que estás tomando un camino equivocado. No me acuesto con tus amigas.

-Pero me dijiste que sí.

-Te dije que sí, pero ahora te digo que no.

-¿Qué vas a hacer a partir de ahora?

-Tengo que reorganizar mi vida.  Este mes tengo concertadas varias citas para mejores trabajos y más acordes con mis conocimientos. Veremos lo que surge y hablaremos. Puede ser que me tenga que marchar a otra ciudad. Pero mantendré nuestro compromiso

-¡Pero no te puedes ir! Tenemos que vivir juntos hasta que nuestro hijo o hija cumpla un año de edad.

-Perdona, es verdad.  Creo que me precipité al aceptar el contrato.  Cancelaré todas las citas.

-¿Te arrepientes?

-En estos momentos no lo sé. No sé si será para bien o para mal.  El tiempo lo dirá.

La invité a compartir mi comida, con el fin de cortar la conversación, y como esperaba, no acepto, marchando inmediatamente.

Esa misma tarde, al ir a trabajar, me fijé en que alquilaban un piso encima de la sala a muy buen precio, como consecuencia de los ruidos que inevitablemente producía.  El lunes por la tarde lo visité y alquilé.  Constaba de cuatro habitaciones.  Dos vacías, una con una cama de matrimonio grande, mesita de noche y un armario y un salón con dos sillones, una mesa de centro, otra mesa alta con cuatro sillas y una tele vieja sobre un mueble aparte, además de baño, aseo y cocina.

Encargué la limpieza a una de las mujeres que hacían la de la sala y quedó todo listo para atender a las amigas.

El siguiente fin de semana festivo para mí, le informé a Marga que no iba a salir, para que me trajese cena, y dediqué el día a preparar papeles y rechazar las últimas ofertas informando la imposibilidad temporal de salir de la ciudad por causas familiares durante largos periodos y eliminar las desestimaciones de los laboratorios que habían respondido negativamente a mis currículums, así como también preparar mi trabajo alternativo como distribuidor de productos de belleza.

-¿No sales hoy?

Miré hacia la puerta, donde se encontraba Ana con Marga tras ella, y le dije:

-No.  Me apetece más ver la película que echan por televisión y que no pude ver en el cine.

-¿Quieres que la veamos juntos mientras cenamos?

-Por mi encantado.

Le dijo a la sirvienta que trajese la cena para los dos y se fueron ambas. Mientras recogí todo y prepare mantel, vasos y bebidas.

Yo había dispuesto la mesa contando con ella en el sillón y yo en el sofá. Cuando volvieron ambas y trajeron la cena, Ana movió sus cubiertos y se puso a mi lado sin decir nada.

Venía ya en pijama y bata, yo llevaba una camiseta y un pantalón amplio. Mientras cenábamos, íbamos comentando las escenas de la película y le aclaraba cosas que no entendía, todo ello intercalado con anécdotas del trabajo.

Acabó la película y ninguno hicimos mención de levantarnos.  Yo, como anfitrión, no debía, y ella… no lo sé.

Seguidamente comenzó un programa donde intervenían comentaristas políticos, tan interesante que a los pocos minutos, Ana se recostó sobre mí y poco después estaba dormida.

Esperé un poco más e hice la misma acción de la vez anterior.  La llevé a mi cama, le quité la bata, la cubrí con la ropa y me aguanté la risa.  Luego apagué luces, me desnudé y me metí en la cama también.

Esta vez me puse de costado hacia ella y pasé mi mano por su cintura. Minutos después, ella se giró de espaldas y quedó pegada a mí.

No lo puede evitar, su perfume que llenaba mi nariz, mi mano abrazando su cintura y su culo rozando mi polla a través de la fina tela del pijama, hicieron su efecto y empecé a excitarme.

Mi polla empezó a crecer y terminó presionado su culo con toda su dureza. Estaba seguro de que ella no dormía, pero no hacía movimientos para no delatarse.

Yo me giré hacia el otro lado, separándome de ella y haciendo un gran esfuerzo para dormirme.

Otra vez me desperté de madrugada. Me encontraba boca arriba. Esta vez ella se había girado hacia mí y su mano reposaba sobre mi vientre.  Yo me hice el dormido nuevamente y la dejé hacer. Con un par de movimientos, alcanzó mi polla, que reposaba semi-erecta sobre el mismo vientre pero desviada a un lado,  recorriéndola con su mano y consiguiendo que alcanzase su máximo esplendor.

Nuevamente me puse de costado, intentando parecer  que lo hacía dormido, para quedar fuera de su alcance.

A la mañana siguiente, cuando me desperté empalmado como era lógico, me levanté intentando no despertarla, e iba a salir cuando la oí darme los buenos días. Me giré para deseárselos a ella también, mostrando, sin pudor, mi polla en erección.

-Buenos días Ana. Iba a ducharme. ¿Prefieres ir tú primero, hacerlo después o pasar a tu casa?

-No sé. –Dudó ruborizada. –Mejor paso a mi casa y pido a Marga que nos traiga el desayuno.

Más tarde, ya duchados y vestidos, estábamos desayunando cuando me lanzó la pregunta del terror:

-¿Te puedo hacer una pregunta?

-Por supuesto, dime.

-Jomo, ¿a ti te gusto?

“Jodeeer, y ahora que le digo”.

-Bueno, es algo que no me he planteado. Nuestro contrato me obliga a permanecer impasible. ¿Por qué me lo preguntas?

-Me da la impresión de que me ignoras y esquivas.

-Te recuerdo que ni siquiera este desayuno está incluido en nuestro acuerdo. Si te parece, podemos retomar la conversación cuando haya vencido.

Con eso di por zanjados los comentarios, aunque sé que ella quería seguir.

Me invitó a visitar una exposición, pero decliné la invitación aludiendo que tenía que trabajar.  No me interesaba seguir con el tema.

Cuando nos separamos, hice una llamada a Marta para citarla en el piso a las seis de la tarde para estar hasta las ocho, hora en la que ese día entraba a trabajar, coincidiendo que su marido acababa de salir de viaje nuevamente para estar el lunes a primera hora en su destino.

Cuando llegué, ya me esperaba en la puerta. Lo primero que hice fue entregarle una llave del portal para que me pudiese esperarme dentro.

Durante el tiempo transcurrido desde que alquilé el piso, había ido reuniendo objetos que pensaba iba a necesitar con ella.

Fuimos directamente a la habitación, donde la hice desnudar.  Nerviosa, fue quitándose el vestido que llevaba y el sujetador. Me había obedecido en todo. Su coño depilado relucía por su excitación.

Mientras terminaba de desnudarme yo, y solamente para ponerla nerviosa, la hice acostar, separar las piernas y doblar las rodillas, anunciándole que le iba a realizar una inspección y a castigarla si encontraba un solo pelo.

Una de las cosas que tenía preparadas eran almohadas gruesas, de esponja dura, con corte en forma de cuña.  Coloqué una bajo su culo para levantarlo bien.  Me coloqué entre sus piernas y fui pasando la lengua por su monte de venus, encontrándolo suave, a pesar de que se lo había afeitado en lugar de depilación a la cera o laser.

Conforme iba bajando hacia su raja, iba subiendo más su cuerpo.

En uno de los lados, cerca de su raja, había una zona un poco más rasposa.

-Esto no está bien depilado. Voy a tener que castigarte otra vez y seguiremos así hasta que hagas las cosas bien.

-Lo que tú digas.

Proseguí mí recorrido con la lengua, esta vez pasando por las ingles, de un lado a otro, cruzando por encima de su raja, lo que hacía que se excitase más.

-Aquí tampoco está bien depilado.  Tendrás un segundo castigo.

-Mmmmmm. Sí, lo que tú digas.

Yo estaba que no podía más y ella era una fuente de flujos. Terminé de recorrer el camino hasta su ano y, aunque encontré más, no comente nada y la hice ponerse a cuatro patas para que no supiese lo que iba a hacer, si castigarla, metérsela por el culo o por el coño.

Una vez bien colocada, le metí la mitad de la polla por el coño, de un solo golpe.

-Oooooooh.  Dios mío, qué me has metido. Me vas a romper.

-Solo te he metido la mitad de la polla y ahora te voy a meter el resto.

-Por favor, es muy grande, despaci…Oooooooh me estás partiendo en doooos.  Despacio por favor.

-Ya ha hecho tope. Todavía queda un cuarto por meter, pero te habrá entrado antes de irnos.

Empecé a moverme a mi ritmo, sin preocuparme de ella, la sacaba completamente y la clavaba hasta el fondo, sin hacer caso de los gemidos de dolor de ella.  Pronto se adaptó a mi tamaño y eso se notó al instante. Los gemidos de dolor se cambiaron por placer, sobre todo cuando mis huevos pegaban con su clítoris

Conforme veía que se excitaba más, fui disminuyendo a profundidad de mis clavadas y por tanto la estimulación del clítoris.  No obstante, el roce intenso de su estrecho coño seguía excitándola, pero no más que a mí.

Estuve aguantando hasta que me pareció que se iba a correr, entonces le solté toda mi corrida bien adentro. No hice ningún movimiento hasta que perdió dureza. Entonces la saqué y le di una fuerte palmada en cada cachete.

Impedí que se moviera y me fui al armario donde guardaba las cosas, tomé un vibrador  simulando una polla gorda, larga y venosa, muy similar a la mía, volví tras ella y se lo clavé en el coño.  Otro más delgado, algo más grueso que un dedo, se lo metí en el culo y puse ambos a funcionar despacio.

Movía su pelvis atrás y adelante, como si estuviese follando a alguien. Yo tomé del armario una paleta y le di un golpe en medio de su culo.

Detuvo sus movimientos y se le escapó un leve sonido, que contuvo a tiempo. Tres golpes más, separados en el tiempo, siguieron al primero.

Me pareció que no era dolor lo que sentía, sino placer. Al contraer sus músculos, las sensaciones de los vibradores se acentuaban.  No lo sabría decir, pero juraría que se corrió por lo menos una vez.

Volví a mi armario para recoger unas tiras de velcro que formaban una especie de tanga ajustable, para ponérselo y evitar que se le saliesen los vibradores.

Me metí delante de ella, poniendo mi polla ante su boca y lo entendió a la primera, poniéndose a hacer una mamada, en la que, al estar a cuatro patas y elevada, no podía hacer uso de las manos.

Cuando me di cuenta, faltaba poco tiempo para entrar a trabajar, por lo que le hice dejar la mamada,  aceleré mi orgasmo, por otra parte cercano ya, con mi mano y le solté todo sobre su cara.

Fueron tres golpes, uno directo al pelo, otro en su ojo derecho y el tercero sobre sus labios.

Tuve el tiempo justo para salir corriendo, ducha rápida, vestirme y darme cuenta cuando iba a salir que Marta estaba todavía en la cama con los vibradores, emitiendo un gemido constante y babeando.

Le dije que se quitase todo, lo limpiase bien y se fuese a su casa.  Si quería podía ducharse antes de irse. Era justo la hora cuando entraba en el local.