Inicios V: Amo

Quinta parte de la crónica Inicios. Ella visita por primera vez la casa de él

Por más que lo había intentado no había logrado que los nervios la abandonaran a lo largo del día. Más bien al contrario, estos habían ido creciendo a cada hora que pasaba y en estos momentos aumentaban más con cada paso que la llevaba a su destino. El día de antes él le había indicado que quería que estrenara la blusa roja y la minifalda negra que habían comprando el día de la cuerda. Debía rematar el conjunto con ropa interior a juego con la blusa y unos zapatos a juego con la falda. El atrevido conjunto la hacía sentirse algo expuesta por lo corto y llamativo pero ese no era el origen de sus nervios. Estos estaban en su destino. Por primera vez, él la había convocado a su propia casa. Por primera vez podría ver el lugar en el que él desarrollaba su vida diaria y la idea de pasar a compartir esa parte intima de él era lo que estaba poniéndola nerviosa. Y fue con ese creciente nerviosismo con el que alcanzó finalmente su casa.

Se trataba de un edificio nuevo, construido hacia menos de 5 años, con la fachada de un blanco nacarado y grandes ventanas. Fue a llamar al telefonillo, y para su sorpresa descubrió que el piso de él estaba en lo más alto del edificio, a quince plantas del suelo. Pulsó el botón con la letra de su apartamento y esperó a oír su voz, pero en su lugar la puerta zumbó abriéndole el paso directamente. Imaginando que él la había visto desde la cámara del telefonillo, agarró la puerta y empujó entrando en la finca. La parte baja del edificio estaba ocupada con un jardín cuidado con una fuente en forma de cascada. A lo lejos se podía adivinar una piscina comunitaria que permanecía cerrada en esos momentos. Sin detenerse demasiado para no hacerle esperar se dirigió al hall del edificio. Localizó el ascensor y con un último esfuerzo para vencer sus nervios se subió al aparato y ascendió hasta su planta. Aprovechó para revisar que todo su conjunto estuviese impecable en el espejo del ascensor durante el corto trayecto de subida. Un tintineo musical le anunció que había alcanzado su destino. Cogió aire y salió al pasillo.

Su apartamento quedaba a la derecha del ascensor. Una puerta de una madera oscura con su letra en dorado marcaba su destino. Se sorprendió al encontrarla cerrada y así que llamó al timbre. Durante unos eternos segundos esperó hasta que finalmente él abrió la puerta. Una gran sonrisa enmarcaba su rostro. "Bienvenida querida". La saludó con tono alegre. "Gracias". Contestó ella con los nervios todavía en el estomago. "¿Te ha costado encontrar esto?". Le preguntó notando claramente sus nervios. "No. He llegado bien". Le respondió. Él la miró fijamente durante unos segundos a los ojos en los que ella tan solo pudo sonrojarse. "Y dime, ¿tienes pensado entrar en algún momento o prefieres quedarte en el pasillo?". Le dijo con cierto tono de diversión, causando que ella se sonrojara todavía más. "¡Ah!". Dio un rápido paso y entró dentro de su apartamento. "Perdona". Se disculpó bajando la cabeza. Él cerró la puerta, paso a su lado y le dio un suave azote. "¡Ah!". Ella soltó algo más parecido a un gemido que a un quejido al sentir el azote, lo que le hizo sonreír. "No estés tan nerviosa. No voy a morderte". Le dijo él para tranquilizarla. "Bueno, tal vez sí. Pero no creo que te importe, ¿verdad?". Ella se sonrojo más pero no pudo evitar sonreír por el comentario. "No". Le dio la razón con un tono de voz más relajado. "Así mejor. Ven, te enseñaré esto".

Juntos fueron moviéndose por el apartamento mientras él le hacía de guía. La oscura puerta principal daba a un pequeño hall con tres puertas. La de la izquierda llevaba directamente a la cocina, la de enfrente al salón y la tercera de la derecha le indicó que era un simple armario. Ella curioseó la cocina y pudo ver que era amplia. Uno de los lados parecía ser una especie de barra que comunicaba con el salón. Una persiana de madera separaba ambos espacios, pero en estos momentos estaba subida. Siguieron por el amplio salón. Justo enfrente y centrado un gran televisor ocupaba la pared. Tres sillones de dos plazas formaban una especie de cuadrado justo frente a la pantalla. La pared izquierda era una enorme cristalera que comunicaba con una pequeña terraza. Entre la cristalera y la pared de la pantalla había una puerta corredera abierta que llevaba a un pasillo. Frente a la barra de la cocina había una amplia mesa de cristal. El lado derecho tenía dos puertas correderas cerradas. Se dirigieron a la más cercana y él le mostró un pequeño cuarto de baño con una ducha. La segunda puerta llevaba a un dormitorio mediano con dos camas individuales. "Esta la tengo para las visitas" Le dijo él. Ella asintió. "¿Dormiré aquí?". Preguntó ella con curiosidad. Él sonrió. "Solo si te portas mal y tengo que castigarte durmiendo sola". Ella se sonrojó y se prometió a sí misma el portarse bien para evitar dicho castigo. Continuaron andando y se adentraron en la puerta pegada a la cristalera, llegando a un cuarto mucho más amplio que el anterior. El lado izquierdo seguía siendo parte de la misma cristalera enorme, lo que le daba una enorme iluminación a la habitación. Una cama de matrimonio con una ornamentada cabecera de metal ocupaba el centro de la estancia, con mesillas de noche a cada lado. En la pared opuesta a la cristalera otra puerta corredera abierta llevaba a lo que parecía un baño. Él se lo enseño. Era más grande que el otro, con una gran bañera en un lado. Salieron del cuarto y volvieron al salón. "Y por último." Dijo el sonriendo y señalando con la mano el balcón. Los dos atravesaron la cristalera y salieron al exterior. El balcón era más ancho de lo que en principio parecía. Tenía una mesa pequeña al lado de una tumbona. Las vistas eran impresionantes. "Vaya". Dijo ella sorprendida al verlas. "Si. Me encantan las vistas. Desde aquí puedo verlo todo. O casi." Dijo con cierto tono de malicia. Ella se giró con curiosidad y pudo ver como él la miraba de arriba a abajo. "Tal como me pediste". Dijo ella. Se llevó las manos al borde de la falda y se la levantó mostrándole las braguitas rojas. "Así me gusta". Dijo él sonriendo e invitándola a volver a dentro.

Continuaron el resto de la tarde charlando sobre la casa y sus cosas. Al anochecer pidieron cena a domicilio y cenaron en el salón bajo la luz de algunas velas. Recogieron y se tumbaron en el sofá que miraba hacia la cristalera, disfrutando de las vistas. Él la abrazaba suavemente mientras veían las luces de la ciudad, lo que la hacía sentirse totalmente protegida. Para su sorpresa se dio cuenta de que los nervios habían desaparecido por completo sin que se diera cuenta del momento exacto. Giró su cabeza y contempló los alegres ojos de él durante unos segundos. Con atrevimiento, se deslizó de su abrazo y juntó sus labios con los de él durante un interminable minuto. Él la dejo hacer. Cuando sus labios se separaron ella se sentía totalmente avergonzada por su atrevimiento, pero claramente decidida a cumplir con su papel. Se levantó del sofá para a continuación arrodillarse delante de él. Cogió aire durante un segundo. "¿Qué puedo hacer por ti Amo?". Notó como sus mejillas adquirían el color de la grana. Realmente se había atrevido. Se había atrevido a arrodillarse. A preguntarle que deseaba. Pero por encima de todo, se había atrevido a pronunciar la palabra Amo. Él sonrió, se enderezó y la miró a los ojos. "Desnúdate querida". Ella asintió y se fue quitando la ropa sin levantarse. Primero la blusa y el sujetador, dejando sus pechos al aire. Se levantó unos instantes y se desprendió de zapatos, falda y braguitas quedándose totalmente desnuda ante él. Ya desnuda volvió a arrodillarse esperando. "Ven". Le dijo él poniéndose de pie y tendiéndole una mano. Ella la cogió, se alzó también y lo siguió hasta la habitación.

"Túmbate querida". Le dijo él en cuanto llegaron. "Bocarriba". Ella obedeció mientras él volvía al salón y recogía las velas para ponerlas en el cuarto. Tras terminar de hacerlo, él se tendió a su lado y la beso profundamente. "Mm". Un gemido escapó de los labios de ella al sentir como él jugaba con su lengua. Tras varios minutos de besos, él se separó de ella y descendió hasta sus pechos. Fue dándoles suaves besos acercándose poco a poco hasta alcanzar sus sonrosados pezones. "¡Ah!". Un pequeño grito escapó de los labios de ella al notar como él le mordía un pezón. Poco a poco fue aumentando la presión del mordisco mientras ella cerraba los ojos y apretaba los labios, hasta que unos segundos después la soltó. Acto seguido él se lanzó a morder el otro pezón, arrancando un enmudecido grito a sus cerrados labios. Al igual que antes tras unos segundos soltó el sonrosado pezón. Las marcas de sus dientes eran visibles en un tono enrojecido . "Un bocado delicioso querida". Comentó el con tono alegre. Ella le sonrío abriendo los ojos. Él se puso en pie y se dirigió a uno de los armarios mientras ella lo seguía con la mirada. Rebuscó durante unos segundos y volvió a la cama con varios objetos. Ella distinguió el metálico brillo de varias esposas y algunas pinzas. "Estira los brazos, hacia el cabecero". Ella alzó la vista para verlo y estiró los brazos agarrando el cabecero con las manos. Él cerró una de las esposas en su muñeca, paso la corta cadena de las esposas por detrás de uno de los barrotes de la cabecera y cerró la esposa libre en la otra muñeca. Ahora ella estaba esposaba a los barrotes de la cama. Él la miró satisfecho unos segundos. "Bien querida, y ahora...". Dejó el comentario sin terminar. La sostuvo de las caderas y alzándola un poco tiro de ella hasta que sus brazos quedaron tensos y las piernas sobresalieron a la altura de las rodillas. "¡Ah!". Ella no pudo evitar el soltar un gritito divertido al sentir el movimiento. "Jeje". Se rió el acompañándola. "Ya casi estas". Ella sentía cada vez más curiosidad por lo que él pretendía hacer. "Las piernas". Dijo él. Sin más explicación ella separó las piernas todo lo que pudo, dejando su depilado sexo a su vista. Él aprovecho para darle una pequeña palmada en el mismo y desapareció de su vista a los pies de la cama. Notó como cogía uno de sus pies y lo esposaba por el tobillo a la pata de la cama, para acto seguido hacer lo mismo con el otro. "Listo" Dijo él alzándose de los pies de la cama. "Trata de mover las piernas o los brazos querida". Le dijo él. Ella lo intentó pero sus brazos estaban totalmente tensados y sus pies esposados a las patas de la cama. Apenas podía moverse unos milímetros. "No puedo". Dijo ella. Él asintió, regresó a dónde había dejado las cosas y cogió un par de pinzas de metal. "¡Ah!...¡Ah!...".  Los grititos escaparon de los labios de ella al notar como cada una de las pinzas iba a parar a uno de sus mordidos pezones. "Bien querida, ya estas lista". Le dijo el sonriéndola. Ella le devolvió la sonrisa mientras veía como se iba quitando la ropa. Verle hacerlo y sentir que no podía moverse le resultó terriblemente frustrante. Para su sorpresa, se encontró con que deseaba llevarse su miembro a los labios, sentir como la penetraba y sodomizaba y como se corría dentro de ella y en su boca, saboreando su amargo semen. Se sonrojó al darse cuenta de todo en lo que pensaba. "Ponte cómoda querida". Dijo él con su eterna sonrisa. "Esto me llevará un buen rato". Y sin decir nada más volvió a desaparecer de su vista bajo los pies de la cama. Extrañada trató de alzar la cabeza pero su forzada posición se lo impidió. Todo lo que su cuerpo pudo hacer fue dar un contenido bote al notar como la lengua de él acariciaba repentinamente su sexo. "Ah". Un gemido de placer escapó de sus labios al notar la cálida y húmeda lengua de él en contacto con su sexo. Era la primera vez que él le realizaba sexo oral a ella y la situación le resultaba extraña. No esperaba que fuese él quien realizara dicha práctica, dejándosela a ella como una de las tareas más representativas de su entrega a él. "Ah...Ah...Ah...Ah...Ah...". Durante lo que le pareció una eternidad deliciosa notó como él le dedicaba toda la atención a su sexo. Lo lamia de izquierda a derecha. Lo recorría desde su perineo hasta alcanzar su clítoris. Lo atrapaba con los labios y succionaba de manera delicada. Introducía su lengua de forma fugaz en su interior y recogía los cada vez más abundantes fluidos que su cuerpo estaba generando. "Ah...Ah...Ah...Ah...¡Ah!..." Con un gemido final, notó como su espalda se arqueaba cuanto podía y una descarga la recorría de pies a cabeza. Su sexo latió y se humedeció salvajemente al notar como él finalmente lograba arrebatarla un orgasmo con la acción de su lengua. Ella no pudo hacer otra cosa que jadear mientras su corazón recuperaba un ritmo normal.

Cuando sus latidos bajaron abrió los ojos al notar que los había cerrado inconscientemente y lo vio sentado a su lado sonriendo. "Perdona". Fue cuanto ella pudo decir avergonzada. "¿Por". Le preguntó él. Ella se sonrojó y apartó la mirada. "Por correrme sin decirte nada". Él sonrió llevando una de sus manos al sensible sexo de ella. "Ah". Un nuevo gemido escapó de sus labios al notar la mano de él acariciándola. "Si no quisiera que lo hicieras, no lo habrías hecho querida". Le respondió sonriendo. Ella volvió a mirarlo agradecida por sus atenciones y notando como su corazón se aceleraba de nuevo. Él alternaba la vista entre los ojos de ella y su sexo mientras continuaba acariciándola con la mano. No tardó en volver a soltar pequeños gemidos. "Ah...Ah...Ah...". El sonreía al oír como escapaba cada gemido.  Con la mano libre alternaba entre acariciarle el cabello a ella y atender a sus pechos. Los recorría suavemente con las yemas de los dedos, de forma delicada, aunque de vez en cuando paraba en los atrapados pezones, apretando o retorciendo las pinzas. Cada vez que lo hacía gemidos de dolor sustituían a los de placer, pero ni siquiera eso reducía la excitación que ella estaba notando por las caricias en su sexo. "Ah...Ah...Ah...Si...si sigues...yo...Ah...yo...". Balbuceaba incapaz de decir una frase completa al notarse al borde de un nuevo orgasmo. "Tú, ¿qué?". Preguntó él de nuevo con aquel todo de malicia. "Yo...yo...ah...". El aceleró el ritmo de sus caricias. "Dilo querida". Le susurró acercándose  su oído. "Yo...me...ah..me correré...ah...otra vez...ah...". Le respondió ella entre jadeos. EL sonrió ante su confesión y volvió a susurrarla. "Hazlo". Tan pronto como la palabra salió de los labios de él una nueva descarga recorrió el cuerpo de ella. "¡Ah...!". Un gemido de placer mayor que el anterior salió de lo más hondo de su garganta mientras los fluidos de su sexo se deslizaban por sus muslos y nalgas. Su pensamientos estaban demasiado sumergidos en el placer para darse cuenta de nada más. Jadeo durante un par de minutos hasta que su respiración alcanzó un ritmo más pausado. "Muy bien querida".  Dijo él levantándose de su lado y volviendo a los pies de la cama. "Gra...gracias". Le respondió entre suaves jadeos. El sonrió al verla así. "¿Te sientes bien húmeda querida?". Ella asintió incapaz de hablar mitad por los jadeos mitad por la vergüenza. Él también asintió. "Esperemos que así sea". Desapareció de su vista de nuevo y a los pocos segundos  notó como uno de sus dedos se deslizaba en su interior. "Mm". Cerró los labios conteniendo un nuevo gemido. Su sexo estaba tremendamente sensible y hasta el roce de su aliento le producía escalofríos en la espalda. Notó como él introducía y sacaba el dedo de manera delicada mientras ella ahogaba más gemidos. Continuó durante algunos minutos hasta que notó como sacaba el dedo de su interior, para apenas unos segundos después volver a introducir dos. "Ah". El gemido logró salir en esta ocasión de sus cerrados labios. Al igual que antes, él introdujo en su interior los dos dedos durante varios minutos. Varios gemidos lograron salir libres de su garganta aunque mantuvo a la mayoría silenciados. De nuevo, él sacó los dedos de su interior tras varios minutos y de nuevo volvió a introducirlos, incrementándolos en uno más. "¡Ah!". El gemido escapó con energía de su garganta y nada pudo hacer para evitar que todos los demás hicieran lo mismo. Notaba su humedecido y sensible sexo lleno por la acción de los tres dedos de él, el cual continuaba con su juego de introducir y sacar. Sonreía desde su posición disfrutando de la melodía de gemidos que estaba logrando componer con ella. Cuando sintió que los tres dedos se deslizaban con fluidez en su interior los sacó y acto seguido volvió a presionar contra su sexo con un cuarto dedo. "¡Ah!". El gemido de ella fue acompañado de una pequeña convulsión de todo su  contenida por las esposas. Ella notaba como los cuatro dedos se deslizaban con esfuerzo en su interior. Cada jadeo y gemido era acompañado por el subir y bajar de sus pechos. Los mordidos y pinzados pezones habían adquirido una dureza remarcable y cada respiración mandaba pequeñas oleadas de dolor que se mezclaban con las de placer que su sexo está generando. Las dos se juntaban en su estomago y la sensación combinada estaba sacándola de su razón. Ya solo era capaz de sentir. Su mente se había evadido de pensamientos y simplemente sentía lo que él hacía con su cuerpo. Libre de la contención racional de sus pensamientos, gemía y jadeaba sin importarla que la oyesen los vecinos. "¡Ah!... ¡Ah!... ¡Ah!... ¡Ah!... ¡Ah!... ¡Ah!... ¡Ah!... ¡Ah!... ¡Ah!... ¡Ah!...". Entre jadeo y jadeo, él extrajo los cuatro dedos por última vez y con un último movimiento empezó a deslizar su mano completa en su interior. "¡¡¡Ah!!!". Un gran gemido salió de la garganta de ella cuando sintió la mano completa deslizarse en su interior. Simultáneamente un tercer orgasmo le recorrió el cuerpo. Su espalda se tensó al mismo tiempo que contenía la respiración antes de soltarla en un enorme gemido y volver a caer rendida sobre la cama jadeando. Notaba como su sexo aun tenia la mano de él dentro, llenándola de un modo que nunca antes había sentido. A los pies de la cama, él sonreía satisfecho al notar las pequeñas contracciones del sexo de ella contra su mano. Dejó que ella se relajase y recuperase el aliento de sacar de manera definitiva su mano de su interior. Él se alzó de nuevo y volvió a sentarse al lado de ella. Su cuerpo estaba perlado por el sudor, cuyas gotas reflejaban la luz de las velas dándole un hermoso brillo a su piel. "¿Estás bien querida?". Preguntó él con interés. Ella sintió sonriendo. Notaba el cuerpo muy caliente y el corazón aun acelerado. ÉL llevó la mano a sus pechos y le quitó las pinzas, sacándole apenas una mueca de dolor. Apoyó la mano contra su pecho y notó el calor y los latidos de ella. "Estas acelerada, tienes que relajarte". Le dijo él. "Excitada". Dijo ella con apenas un susurro. ÉL la miró curioso. "Estoy excitada. Mucho". Dijo ella sonrojándose. Él la sonrío. Se levantó y se subió a la cama hasta poner un pie a cada lado de su cuerpo y fue descendiendo hasta quedar de rodillas. Su erecto miembro quedó a la altura de la boca de ella. Casi de inmediato sacó la lengua para tratar de alcanzar el miembro, pero este estaba fuera de su alcance. "Abre la boca". Ella obedeció inmediatamente abriendo la boca con la lengua aún fuera. Él apoyó los brazos contra el cabecero de metal e inclinó el cuerpo introduciendo su miembro de golpe en la boca de ella. "Mm". Ella gimió al notar el miembro y empezó a succionarlo y lamerlo de manera enérgica. Notando como la húmeda lengua de ella lubricaba su miembro, él fue moviéndose de manera cada vez más enérgica. Aunque en la mente de ella rondaba la idea de que tendría que lamerle el miembro a él al igual que la primera vez, solo con la ayuda de su boca se dio rápidamente de lo que él estaba haciendo. Con su sexo tan sensible, el había optado por penetrar su boca como si de su sexo se tratase para darle reposo al de verdad. Dejo de mover su lengua y apretó con la boca el duro miembro de él. "Mm...Mm...". Sonriendo al notar como ella se adaptaba a sus deseos, él realizó una profunda penetración en su boca dejándola al borde una arcada. Continuo penetrando su boca durante largos minutos mientras la saliva de ella comenzaba a sobresalir de la comisura de sus labios. Acelerando tanto como podía, el realizó una última penetración y se corrió en el interior de la boca de ella. "¡Mm!". Ella notó como su boca se llenaba del amargo y cálido semen de él. No pudo evitar que este se escapara entre las comisuras de sus labios. Dejó su miembro dentro de su boca mientras ella tragaba y limpiaba su miembro de restos de semen y finalmente sacó su miembro. Volvió a apoyar una mano contra su pecho y notó como los latidos eran más suaves. "¿Mejor?". La preguntó. Ella asintió mientras lamia sus labios recogiendo los restos del preciado fluido que había escapado por sus comisuras. ÉL se bajo de la cama y le quitó las esposas. Tan pronto tuvo las manos libres alzó el torso y se abrazó a él antes de que este tuviera tiempo de quitarle las esposas de los pies. Él le devolvió el abrazo, permaneciendo así hasta que notó su corazón volver a su cauce normal. Cuando finalmente se separaron él le quitó las esposas de los pies dejándola libre y se sentó a su lado, donde ella volvió a abrazarle. Él sostuvo su mentón con dos dedos y la beso apasionadamente en la boca. Cuando se separaron ambos sonreían de manera cómplice. Ella se levantó de la cama y con piernas temblorosas se situó delante de él. Se arrodilló apoyándose en la cama para evitar caerse y lo miró a los ojos. "¿Puedo hacer algo más por ti Amo?". Preguntó con un nuevo sonrojo. Él sonrió antes de responder. "Seguro que sí". Le respondió mientras se ponía en pie, guiándola hasta el baño y pensaba en nuevos juegos. La noche aún era joven.