Inicios IV: Jardín
Cuarta parte de la crónica Inicios. Pasando el día juntos en el jardín, disfrutando al aire libre.
"Y...¿a dónde vamos?." Preguntó ella dubitativa desde el asiento del acompañante del coche de él. El día antes la había llamado para decirla que pasarían el fin de semana fuera y le había dado instrucciones sobre que llevar y como ir, pero no le había dicho a dónde irían. "A casa de un amigo." Respondió él sin dejar de mirar la carretera. "Tiene un adosado y se ha ido este fin de semana por ahí con su novia, así que nos deja la casa." Ella asintió mientras giraba la cabeza para seguir viendo el paisaje de las afueras. Franjas de naturaleza con islas de casas unifamiliares repartidas por el mar de verde hierba. "¿Has traído lo que te dije?" Preguntó él sacándola de sus pensamientos. "Claro" Respondió con una sonrisa. Él asintió. "¿Y lo que no?" Ella se sonrojó instantáneamente y asintió silenciosa. Se llevó las manos al borde del veraniego vestido rojo que llevaba y lo fue subiendo hasta dejar a la vista su sexo desnudo. Entre las cosas que debía llevar para el fin de semana, no había nada de ropa interior. "Buena chica". Le comentó dedicándola a una sonrisa. Ella sonrió también y devolvió el vestido a su sitio.
Tras un rato más de viaje llegaron a su destino. La casa tenía dos pisos y una fachada de ladrillo rojos. Un pequeño jardín delante, con un caminito de piedras daba a una puerta de madera. "Llegamos". Comentó él quitándose el cinturón de seguridad y saliendo del coche. Ella le imitó y se dirigió al camino de piedras mientras él sacaba las maletas del coche. Tampoco iban muy cargados, una pequeña maleta cada uno. Lo justo para el fin de semana. "Venga". Le indicó andando hacia la casa, sacó un juego de llaves y abrió la puerta, dejándola pasar a ella delante.
Delante suyo vio un corto pasillo que llevaba a un amplio salón con una puerta de cristal al fondo que mostraba un jardín trasero. A la izquierda tenia la puerta que llevaba al garaje y a la derecha otras dos. La primera estaba abierta y mostraba la cocina. Fue caminando hacia el salón y pasó frente a la segunda. "Este es el baño pequeño" . Comentó él a su espalda mientras ella asentía. El salón era bastante amplio, una mesa de comedor en un extremo y una gran televisión en el otro, con un par de sillones delante. Toda la habitación estaba llena de cuadros, figuras de porcelana y cuadros. A la derecha tenían unas escaleras que subían al piso de arriba. Ella le miró. "Vamos primero arriba a dejar esto, luego te enseño el jardín de atrás". Asintió y subieron arriba.
El segundo piso estaba dividido en tres habitaciones, dos pequeñas y una grande. Aparte un baño más ocupaba la planta. "Esta también tiene baño propio" . Comentó el entrando en la grande y dejando las maletas en ella. La habitación estaba ocupada por una cama de matrimonio junto a varios muebles bastante bonitos. Una puerta corredera llevaba a un baño con una bañera grande de hidromasaje. "Que lujo". Comentó ella revisando toda la planta. "Si, a mi amigo le van bien las cosas. Venga, vamos a ver el jardín". Bajaron y se encaminaron a la puerta de cristal.
Nada más salir ella vio un pequeño invernadero a la izquierda lleno de plantas y flores. "Vaya". Comentó sorprendida. El la miró sonriendo y continuó avanzando hasta alcanzar una gran piscina. Ella se emocionó al verla pero se le borró rápidamente la sonrisa del rostro. "Que faena, no me dijiste que trajera traje de baño". Él rió ante el comentario. "Porque no te va a hacer falta, aquí nadie te va a ver nadar desnuda". Ella se enrojeció al oír sus planes. "¿Quieres que nade desnude?". Le preguntó. "Entre otras cosas". Él recorrió la piscina hasta el final dónde todavía quedaba una pequeña parcela de jardín con algunos árboles frutales. ¿Qué te parece?" Ella se a cercó hasta él. "Es muy bonita". Él la cogió de la barbilla y le dio un suave beso en los labios. Llevó su otra mano a las nalgas de ella y la metió bajo el vestido. "Quítatelo". Él se apartó un poco para dejarla espacio. Avergonzada, ella se llevo las manos al vestido y se lo subió para sacárselo por la cabeza. Él admiró su cuerpo desnudo bajo la luz del Sol. Ella dobló el vestido y se lo tendió a él, mientras llevaba las manos a la espalda para no tapar su cuerpo y bajaba la cabeza avergonzada. Él sonrió y se encaminó hacia la casa. "Venga, vamos a por crema solar no sea que te quemes." Ella la siguió desnuda por todo el jardín trasero hasta el interior de la casa. "Si quieres quédate en la piscina, ahora te bajo la crema". Ella asintió y volvió hacia la piscina. Encontró un par de hamacas y se tumbó en una.
Tras varios minutos, él regreso vestido con un bañador negro y un bote de crema. "Que cómoda te veo". Comentó el divertido. Ella se levantó rauda sin saber muy bien qué hacer. "Lo siento". Él sonrió y le dio un nuevo beso. "Venga, túmbate bocabajo" Ella obedeció y se tumbo en la hamaca. Él se sentó a su lado y hecho un poco de crema en su espalda. Poco a poco la fue extendiendo hasta dejar su espalda brillante. Después lo hizo con su pierna derecha. La fue recorriendo, masajeando sus muslos hasta rozar su sexo. "Mm". Susurró ella al notar el roce. "Tranquila querida, acabamos de empezar". Comentó el sonriendo. Siguió con la otra pierna y de nuevo rozó su sexo. El sonrió y echó unas gotas de crema en sus nalgas. Poco a poco las fue masajeando mientras ella apretaba las nalgas avergonzada. Tras un buen rato de masajeo, é le dio una palmada suave en las nalgas. "Vuelta". Ella se giró mostrándole unos pezones totalmente erectos y una cara colorada de vergüenza. Él agarró uno de sus pezones y lo pellizco. "Ah". Poco a poco lo fue retorciendo y estirando. " Dime una cosa querida, ¿cuántas veces te he regañado por no separar las piernas cuando trabajo con tus nalgas". Ella enmudeció ante el reproche. "Demasiadas". Respondió con tono compungido. "Demasiadas". Corroboró él con tono serio. Retorció el pezón con más energía obligándola a morderse el labio para evitar soltar un gritito.
Tras jugar con el pezón durante casi un minuto él lo suelta y cogiendo la crema derramó un poco sobre los pechos de ella y empezó a aplicarla sobre su piel desnuda, recorriendo cada resquicio de su busto. Siguió con las piernas y por último derramó la crema bajo su ombligo. Rápidamente ella separó sus piernas dejando su sexo al descubierto. "Mejor". Comentó él mientras empezaba a distribuir la crema. Descendió hasta su depilada intimidad y empezó a acariciar suavemente sus labios. "Mm". El sonrió al notar como el cuerpo de ella reaccionaba poco a poco a sus caricias, mientras ella se recordaba a si misma que debía mantener las piernas abiertas. El hecho de estar al aire libre, desnuda, a la vista de cualquiera de los vecinos que se asomase por sus ventanas solo le hacía sentirse más excitada. Era la misma sensación que en el probador, pero incrementada gracias a su contacto.
Durante un largo rato él jugó con su sexo, acariciando labios y clítoris, amagando con introducir sus dedos en su húmedo interior, pero en todo momento de las reacciones de ella para dejarla siempre al borde de un orgasmo que no llegaba. "Lista". Dijo dándole una palmada en su sexo. "Ahora no te quemaras". Ella abrió los ojos, dándose cuenta de que no sabía en qué momento los había cerrado. "Ah...sí...gracias". Él le dio un beso más en los labios y le tendió el bote de protector. "Tu turno". Se dio la vuelta dejando su espalda a la vista. "Sí". Ella se sentó en su hamaca y echó un poco de crema en su espalda. Ella empezó a distribuir la crema esmerándose en darle un masaje suave. "Mm...muy bien. No sabía que supieras dar masajes". Ella se sonrojó ante el cumplido y continuó con el masaje y poco a poco lo extendió a sus piernas hasta aplicar la crema por toda la espalda. "Ya está". Dijo satisfecha. Él se dio la vuelta satisfecho por el masaje, puso las manos tras la cabeza y le dejó que se ocupase del resto. Al girarse, ella pudo ver claramente la erección que él tenía ya. Sonrojada echó la crema en su pecho y empezó a distribuirla. Sin poder dejar escapar miraditas hasta su miembro terminó de masajear su pecho y distribuyó la crema en sus piernas. Él la miraba sonriendo mientras ella masajeaba sus piernas hasta terminar de aplicarle la crema. Dejó el bote de crema a un lado y se dispuso a decirle que ya había terminado pero en su lugar se le quedó mirando a sus alegres ojos. En un gesto de atrevimiento ella llevó las manos hasta la cintura de su bañador y empezó a bajarlo hasta dejar su duro miembro al aire. Ella se bajó de su hamaca y se puso de rodillas sobre la superficie de la piscina. Cogiéndolo por la base con solo dos dedos para no ensuciarlo de crema, le levantó el miembro y se lo llevó a la boca.
Dejó que la experiencia que había acumulado en la tarea se impusiese y se dedicó a lamer su miembro tratando de proporcionándole todo el placer posible. Su cabeza se movía de manera suave de arriba a abajo mientras su lengua se movía de manera enérgica en la punta de su miembro. Continuó con su tarea sin que él le diese indicación alguna hasta notar como su boca se inundaba del cálido y espeso sabor de su semen. Dejó de mover su lengua y saboreó su logro mientras este se deslizaba por su garganta. Cuando se hubo tragado la última gota, volvió a moverse limpiándole el miembro con la misma lengua que le había hecho correrse. Una vez hecho se sacó el miembro y volvió a subirle el bañador. Ella se quedó en su sitio de rodillas con mirada avergonzada mientras él le dedicaba una sonrisa. Se levantó y le tendió la mano. "Ven". Ella cogió su mano, se puso en pie y le acompaño al interior de la casa. Entraron y él se encaminó a uno de los sillones. "Pon las manos aquí". Él le puso las manos sobre los reposabrazos de uno de los sillones, haciendo que su cuerpo se inclinara hacia delante, con los pechos colgando y sus nalgas fuera. Empezó a girar a su alrededor hasta situarse a su espalda. Ella pudo ver como él observaba sus nalgas desde un gran espejo situado junto a la mesa en el otro extremo de la habitación. Ella separó las piernas como a él le gustaba. Puso una manos en sus nalgas y las acarició. Se separó de ella y subió al piso de arriba. Ella le oyó revolver entre las maletas durante varios minutos, durante los cuales no se atrevió a cambiar de posición. Finalmente él bajo con la fusta del hotel en las manos. Con solo mirarle ella comprendió que se avecinaba una reprimenda por lo de las piernas. Agachó la cabeza y se mordió el labio esperando lo que venía.
El primer fustazo no tardó en caer, justo cuando él se puso detrás de ella. Cada descarga iba acompañada de un ahogado gemido de ella. Durante varios minutos él descargó la fusta contra las cada vez más rojas nalgas de ellas hasta alcanzar una veintena. Varias lagrimas surcaban ya las mejillas de ella. "Quiero que recuerdes aquellas cosas que te digo". Le dijo el tras el vigésimo azote. La dejó descansar un minuto, y tras el breve descanso volvió a descargar la fusta contra ella. Los gemidos de ella apenas eran contenidos ahora, mientras sus nalgas eran acariciadas otras veinte veces por la fusta. Tras la nueva tanda ella notaba sus piernas temblar por el esfuerzo. Él volvió a separarse de ella para dejarla descansar. "¿Comprendes el por qué?". Ella asintió sollozando. El se acercó a ella y puso su mano en las enrojecidas y doloridas nalgas de ella. "Bien". Respondió él acercándose para darla un beso en la frente. "Vamos". La volvió a agarrar de la mano y salieron de nuevo al jardin.
Él la guió hasta la piscina y poco a poco fueron metiéndose en el agua helada. Ambos iban notando como el frio les ponía la piel de gallina hasta que el agua les alcanzó les cubrió por completo las piernas. "Ah". Se quejó ella al sentir como el cloro del agua le hacía arder las rojas marcas de la fusta en sus nalgas. "Escuece". Se quejó ella. Él la sonrió y la ayudó a sumergirse por completo en el agua de golpe abrazándola fuertemente. Cuando sus cuerpos se acostumbraron al agua él la beso durante un largo rato.
Pasaron el resto de la tarde entre la piscina y la casa. Él le aplicó pinzas y cera. La ató y amordazó. La penetró en varias ocasiones corriéndose dentro de ella, en su sexo y su ano. Ella se pasó el día desnuda, solo para cocinar pudo ponerse un delantal para evitar las quemaduras de aceite. Pasar el día completo con él le resultó totalmente maravilloso, aún con el dolor en las nalgas. Finalmente la noche cayó sobre la casa, con ambos descansando sobre las hamacas mirando las estrellas. Sobre una pequeña mesa una botella medio vacía de vino blanco junto a un par de copas. Ella le había estado sirviendo de la botella como si de un sumiller se tratara. La experiencia le había resultado divertida. Ella se levantó de la hamaca y estiró los brazos para desentumecerse mientras él contemplaba su piel desnuda bajo la luz de la luna. No se habían molestado en dar las luces del jardín. "Ahora vengo". Dijo ella sonriéndole. "¿A dónde vas". Le preguntó él. Ella se sonrojo. " Demasiado vino". Le respondió son una sonrisita. Él se levantó sonriendo. "Espera aquí". Le dijo sonriendo. LE dio un fugaz beso en los labios y se adentró en la casa. En menos de un minuto lo vio salir por la puerta de cristal con una bolsa negra en la mano. La misma bolsa que el día de las compras. La puso sobre la mesa y busco dentro. "Date la vuelta". Ella obedeció y le dio la espalda. Casi de inmediato ella notó como él le rodeaba el cuello con una suave tira de cuero que cerró en su nuca con una hebilla. Ella comprendió lo que era. "¿Un collar". ÉL sonrió. "Sí". Volvió a rebuscar en la bolsa y sacó algo más que ella no vio. "Vamos". Él la agarró de la mano y la llevó a lo largo de la piscina hasta el pequeño jardín con árboles frutales.
"Veamos...esto...aquí". Comentó el mientras le ponía una fina correa de cuero rojo en el collar. "Listo". Él la miró sonriendo mientras ella contemplaba como la correa iba de su mano al collar. La sensación le recorrió la espalda como un escalofrió. "¿Y bien". Le preguntó él. Ella le miró sorprendida sin saber qué hacer. "¿Dónde has visto a una perrita en pie?". Ella se miró de arriba a abajo. "Oh". Se puso de rodillas. "Perdona". Agachó la cabeza avergonzada por la situación. Él la sonrió. "Vamos a pasear un poco". Tiró un poco de la correa obligándola a estirar los brazos para seguirlo a cuatro patas. Durante un rato pasearon entre los arboles del jardín, dieron la vuelta a la piscina y volvieron al jardín. Caminar a cuatro patas le estaba resultando más cansado de lo que se imaginaba. "Buena perrita". Comentó el sonriendo y acariciándole la cabeza. ¿Sigues teniendo ganas". Le preguntó. Ella comprendió que se refería al anterior comentario del vino. "Sí". Él asintió. "Entonces hazlo antes de entrar a casa." Ella lo miró durante varios segundos asimilando sus palabras. "¿Hacerlo?". Parpadeó con incredulidad. "¿Quieres que...que...lo haga aquí?". Él volvió a asentir. "¿Pero...?". Ella volvió a bajar la mirada avergonzada sin saber qué hacer. Él le cogió por la barbilla y la miró a los ojos. "Si no te vez capaz no tienes que hacerlo". Ella asintió y volvió a agachar la cabeza. Él se inclinó y extendió la mano hacia el collar. Ella alargó la suya y le agarró. "Dame solo unos minutos". Él asintió silencioso.
Ella permaneció callada y cabizbaja durante varios minutos mientras él la observaba. "Ya". Dijo ella en voz baja. Separó las piernas y sintió como su vejiga empezaba a vaciarse en un dorado chorro que caía de entre sus piernas al césped. Durante varios segundos se vació delante de él, sintiéndose más avergonzada con cada latido de su acelerado corazón. Finalmente notó como el chorro paraba dejando caer unas últimas gotas. Él se agachó con un pañuelo de papel en la mano y lo pasó por el sexo de ella. "De pie". Dijo él. Ella obedeció sin ser capaz de mirarle. "Mírame". Ella alzó la cabeza poco a poco. "Lo has hecho muy bien". Ella volvió a agachar la cabeza. La atrajo hacia así y la abrazó. Le dio un beso en la frente, la quitó la correa y la llevó de la mano hasta la casa. Subieron al piso de arriba y se metieron en la habitación. Durante el resto de la noche hicieron el amor sin que ella se quitase el collar.