Inicios II: Habitación 247
Segunda parte de la crónica Inicios. Primera sesión de la pareja en la habitación 247 de un hotel.
Habitación 247. Se había ruborizado cuando la recepcionista le había entregado la tarjeta de la habitación y le había indicado el número. Estaba segura de que él había escogido la habitación a posta reflexionó mientras subía en el ascensor hasta la habitación.
Tras el encuentro de la cafetería habían seguido hablando por internet durante un par de semana hasta que él la propuso tener por fin su segundo encuentro y su primera sesión real. Ella había aceptado de inmediato, ansiosa por experimentar al fin en su cuerpo todo lo que había imaginado.
El ascensor llegó al piso y las puertas se abrieron. Salió y se encaminó directamente hacia la habitación. En esta ocasión él no le había encargado que vistiese ningún atuendo especial por lo que ella había optado por un conjunto de blusa blanca junto a un pantalón gris, con zapato de tacón bajo negro. Debajo había optado por un conjunto nuevo de lencería roja de encaje, igual que durante el primer encuentro. Se situó frente a la puerta y la golpeó con los nudillos, pero no recibió respuesta.
Tras aguardar unos segundos y ver que nadie respondía, metió la tarjeta en la cerradura y abrió la puerta. El interior estaba oscuro por lo que introdujo la tarjeta en el interruptor al lado de la puerta. La habitación se ilumino mostrando n corto pasillo. A la izquierda tenía un armario y a la derecha una puerta de cristal translucido que intuyo iba al baño. Entro cerrando la puerta y recorrió el corto pasillo hasta la habitación. No puedo evitar un sobresalto al verla.
Era bastante grande, con una cama de matrimonio. En frente tenía una gran pantalla plana colgada directamente de la pared. En un esquina había un escritorio junto con un pequeño mueble bar y en la otra dos pequeños sillones con una mesita. Aunque la habitación le pareció adecuada, lo que causó su sobresalto es lo que había sobre la mesita.
Sobre la superficie de cristal de la mesa había una fusta, una mordaza de bola, unos grilletes para las muñecas, un venda para los ojos, un conjunto de pinzas metálicas y varias velas de diversos colores. Temerosa se acercó a la mesa y vio la nota que había junto a los objetos. Tendió la mano y la cogió.
"Querida mía. Espero que la habitación sea de tu gusto. Te he dejado sobre la mesa los juguetes que hoy emplearemos. Yo llegaré en un rato. Mientras quiero que te des una ducha. Una vez termines vuelve a la habitación y coge la venda y los grilletes. Te pones ambas cosas y me esperas de rodillas frente a la cama. Un beso"
Mientras leía la nota sintió una enorme excitación. Volvió a dejarla en su sitio y acaricio la mordaza y la venda. Con decisión se encaminó al baño, se desnudó y se metió bajo la cálida agua. Permaneció bajo ella durante varios minutos enjabonándose el cuerpo con un jabón que olía a lilas. Sin duda él había dejado ese jabón especial ahí. Salió de la ducha, se seco el cuerpo con una toalla y se envolvió en ella. Cuando estaba a punto de salir se detuvo y reflexiono sobre la nota. Asintiendo para sí misma, se desprendió de la toalla y salió desnuda a la habitación.
Se acercó a la mesa y cogió la venda y los grilletes. Se situó delante de la cama y se arrodilló con la espalda muy recta. Examinó los grilletes para asegurarse de cómo se ponían. Una vez estuvo segura, se puso la venda en los ojos y la oscuridad la envolvió. Se puso uno de los grilletes en la mano izquierda y empezó a ponérsela en la derecha pero se detuvo. Se los estaba poniendo por delante del cuerpo, y algo en su interior la empujo a ponérselos por la espalda. Oyó el clic del cierre del grillete derecho.
Y en ese momento fue consciente de que no había vuelta a atrás. Estaba tal y como él le había pedido. Desnuda, vendad, esposada y de rodillas. La idea de que él la viera así nada más entrar causo que sus pezones se endureciesen. Con la excitación recorriéndole el cuerpo, esperó lo que le parecieron horas hasta que oyó la puerta abrirse.
Al oír el sonido se puso aun más recta, con la espalda totalmente perpendicular al suelo. Sus pechos se reafirmaron al estirar la espalda. Oyó como la puerta se cerraba y él entraba. Se paró y sintió como él la miraba. Le oyó de nuevo moverse a su alrededor hasta ponerse frente a ella. La agarró por la barbilla y alzó su cara. Los labios de él se juntaron son los de ella. Una tremenda excitación le recorrió el cuerpo. "Buena chica". Las palabras de él fueron lo último que necesitó para que cualquier duda que le quedara se disipase.
Él se volvió a alejar y por el sonido dedujo que se estaba quitando capas de ropa. Cuando la última se deslizó él se encaminó a la ducha. Ella oyó el agua correr y se desespero por tener que aguantar unos minutos más para sentirlo a él. Tras un rato el sonido del agua ceso y poco después sintió como él volvía a estar frente a ella. Podía oler el jabón de lilas. Se excitó al oler el cuerpo de él. Con un pequeño sobresalto sintió como sus labios volvían a sentir el contacto de su cuerpo, pero no eran los cálidos labios de él. Con sorpresa se dio cuenta de lo que rozaba sus labios era el duro miembro de él.
Casi de inmediato abrió la boca y saco la lengua para lamerlo. Él permanecía quieto, dejándola a ella recorrerle el miembro con la húmeda lengua. Cuando a ella le pareció que ya la había recorrido por completo, él hizo un leve movimiento y empezó a introducir su miembro en su boca. Ella lo fue aceptando poco a poco. El miembro de él era largo y la parte final le causa algunas arcadas, pero aguantaba. Él se movía suavemente su cuerpo de delante a tras, metiendo y sacando su miembro de la boca de ella. Ella movía su lengua siempre que podía. Sin las manos para ayudarse la tarea se le hizo larga pero le encantó.
Tras varios minutos lamiendo, el aceleró el ritmo de sus movimientos hasta que se paró en seco. Ella sintió como el caliente y abundante semen de él le inundaba la garganta. Con el miembro todavía en la boca lo único que pudo hacer fue tragarse el amargo liquido de él, pero no le importó. Más bien fue al contrario. Ella continuo lamiendo su miembro recogiendo las últimas gotas de su semen. Cuando hubo acabado, el sacó su miembro. "Esta es una pequeña recompensa por haberte portado bien querida. Pero a partir de ahora tendrás que ganarte cada corrida." ella oyó su palabras alegres y se estremeció de placer. "Gracias". Comentó con un susurro.
Aunque ella no podía verlo, él sonrió ante su agradecimiento. Se fue a la mesita y cogió la mordaza y un par de pinzas. "Ponte en pie" ella obedeció y se alzó tratando de mantener el equilibrio. Las rodillas le quemaba por el tiempo permanecido en esa posición. "Abre la boca". La abrió y sintió como la mordaza se deslizaba en su boca. Era más grande de lo que se imaginaba. Estaba llena de agujeros y de inmediato empezó a notar como salivaba. Él cerro la mordaza tras su cabeza y se volvió a situarse delante.
Acarició su pecho derecho recorriéndolo en espirales acercándose cada vez más al pezón. Ella se estremeció al notar como alcanzaba el delicado y sonrosado apéndice. Le dio unos pequeños pellizcos y lo retorció. "Mm". Un quejido escapo de sus labios ahogados por la mordaza. Sintió como la saliva se deslizaba por los agujeros de la mordaza. Él sonrió, le sostuvo el pecho y le puso una de las pinzas metálicas. "¡¡Mm!!". Ella dejó escapar un gemido aún más grande y no pudo evitar retraer el cuerpo. La pinza oprimía su pezón enviándole descargas de dolor lacerante. Él cogió el pecho izquierdo y realizó la misma operación. "¡¡Mm!!". Un nuevo gemido escapó de la mordaza. Ella sintió como su saliva se deslizaba por su barbilla.
Él se apartó un poco y la observó. Le pasó la mano por todo el cuerpo. Los doloridos pechos. Las caderas. Las nalgas. El depilado sexo. E incluso le metió un dedo en su interior. Estaba cálido y húmedo. Para sorpresa de ella, notó que estaba más húmedo que nunca.
La hizo girarse y la tendió bocabajo sobre la cama, dejándole las nalgas a la vista. El colchón presionó las pinzas y le envió nuevas oleadas de dolor. "Mm". Él le dio una palmada en cada nalga, cada una de las cuales fue acompañada por un quedo quejido. Se acercó hasta la mesita y cogió la fusta. Puso la punta sobre su nalga derecha y empezó a acariciarle el cuerpo con ella. Ella se estremeció al sentir la caricia del cuero endurecido y se mentalizó para lo que iba a empezar. Cogiendo aire, él descargó la fusta sobre sus nalgas. "¡Mm!". Un nuevo quejido escapó de la mordaza. No tardó en sentir como un nuevo fustazo acompañaba al primero. Y luego otro. Y otro.
Se obligó a si misma a contar. Por veinte veces el cuero acarició sus nalgas hasta que él se tomo un breve descanso. "Separa las piernas". Con algo de miedo ella separó ligeramente las piernas. Un nuevo fustazo golpeó sus nalgas. "Más querida". Ella las separó más- su ano y su sexo quedaban a la vista. Otro fustazo acarició sus nalgas acompañado de un nuevo quejido. "Todo lo que puedas querida, y levanta un poco el culo". Ella obedeció. Separó lo máximo que pudo las piernas y levanto el culo. Su ano y sexo ahora no solo eran visibles sino accesibles.
"¡¡Mm!!". Ella gimió fuertemente al sentir la fusta. Pero esta vez no golpeó sus enrojecidas nalgas sino su húmedo sexo. No puedo evitar dar un pequeño respingo. Dejó caer el culo y cerró ligeramente las piernas. Casi de inmediato sintió como la fusta cruzaba sus nalgas fuertemente y con rapidez. Ella soltó un gemido continuo con cada fustazo. Diez veces la fusta castigó sus nalgas antes de parar. Tras boquear durante unos segundos para aliviar el dolor, volvió a subir el culo y separar las piernas.
"¡¡Mm!"". De nuevo la fusta golpeó su sexo pero esta vez aguanto con el culo subido. De nuevo fueron veinte las caricias que sintió de la fusta. Empezó a notar como la venda se humedecía por las lagrimas que escapaban de sus ojos. Tras los fustazos él la dejo descansar varios minutos. Con ternura le recorrió las rojas marcas de las nalgas. Las suaves caricias parecieron aliviarla un poco.
Tras las caricias, él la volteo poniéndola bocarriba. Ella sabía lo que venía e hizo acopio de fuerzas. "¡¡Mm!!". La fusta volvió a caer sobre su cuerpo, golpeándole los doloridos pechos. Las pinzas se movieron y le causaron un dolor aún mayor. Todo su cuerpo se retorció tratando de escapar del dolor. "¡¡Mm!!". El segundo fustazo llegó cuando el dolor del primero apenas se había mitigado. La fusta se descargó de nuevo. Al contrario que con sus nalgas y su sexo, cada nuevo fustazo era más doloroso que el anterior. No lograba acostumbrarse a ese dolor y no dejaba de retorcerse. Estaba segura que de haber tenido las manos libres se habría cubierto los pechos para protegerlos.
El último fustazo golpeo sus pechos acompañado por el gemido de su labios amordazados. No había sido capaz de contarlos, pero supuso que serian veinte. Veinte interminables fustazos. Él le acarició los pechos y una nueva oleada de dolor le recorrió el cuerpo. Con delicadeza le quitó una pinza. Ella se sintió agradecía pero de inmediato sintió como si miles de agujas le atravesasen el pezón. Se dio cuenta que retirar las pinzas traía su propio tormento antes de darle alivio. Él la dejó jadeando sobre la cama durante un largo rato para dejarla recuperarse.
Tras el descanso ella notó como el se unía a la cama con ella. "Separa las piernas querida". Ella las separó todo lo que pudo. Con alivio noto como el ponía su duro miembro a la entrada de su húmedo sexo. Con un rápido gesto la penetro profundamente. "¡Mm!". Un gemido de placer escapó en esa ocasión de sus labios. Ella deseó abrazarlo junto a ella pero sus manos seguían esposadas a la espalda, por lo que se tuvo que conformar con cerrar las piernas tras su espalda. Durante varios minutos él la penetró con fuerza hasta que ella notó como su semen volvía a inundar su cuerpo, aunque en esta ocasión era su sexo y no su boca la que se llenaba.
"Bueno querida, ya queda poco". Ella se sintió aliviada. Disfrutaba del encuentro, de la atención que estaba recibiendo, de la sensación de entrega, del regusto que le había dejado el semen de él en la boca y la sensación cálida que había dejado en su sexo, pero se sentía al límite de su aguante físico. Los pechos la atormentaban y las nalgas le ardían. Oyó como él se movía de nuevo y un extraño siseo familiar pero que fue incapaz de reconocer. Con la duda en la mente, la punzada la pilló totalmente por sorpresa. "¡Mm!". Duró apenas un segundo, pero fue intensa. Su pecho izquierdo había sentido una punzada ardiente que rápidamente se había esfumado. No tardó en comprender que era una gota de cera lo que había sentido en el pecho.
Poco a poco fue notando gotas en su pecho, abdomen, brazos, muslos e incluso en su pubis. Las gotas de cera le causaban una punzada de dolor ardiente intensa pero breve. Se dio cuenta de que era un dolor que podía soportar con facilidad. Incluso que llegó a encontrar calmante. Durante un buen rato el estuvo soltando gotas multicolor sobre su cuerpo, empleando su piel desnuda como tela para un mosaico. Ella se retorcía suavemente con cada una de las gotas. Cuando se dio por satisfecho con su obra, la volteo de nuevo dejando su espalda a la vista. Ella sintió como volvía a tenderse sobre la cama junto a ella. De manera instintiva separó las piernas y levanto el culo. Él sonrió ante el gesto e introdujo su miembro de nuevo endurecido en su sexo. "¡Mm!". Lo metió y sacó varias veces antes de sacarlo por completo. Ella se extrañó hasta que notó como su miembro rozaba su ano. Dio un pequeño respingo al notar que el empezaba a empujar su miembro contra su ano. Poco a poco él logró ir introduciendo su duro miembro en el estrecho y hasta aquel momento virgen agujero. "¡Mm!". Ella gimió mientras el ardor de su nalgas iba en aumento al sentir como él la sodomizaba. Con movimientos suaves al principio y acelerando poco a poco él la penetró. Sostuvo las caderas de ella y la movió para ayudarse a penetrarla. La estrechez del ano de ella le oprimía el miembro causándole un gran placer. No necesito de muchos minutos para correrse por tercera vez llenando el ano de ella con su semen. Ella volvió a gemir al notar como su ano se llenaba con el líquido cálido.
Él se apartó y se sentó en la cama a descansar. Tras unos minutos llevó las manos hasta los grilletes de ella y los abrió. Le desabrochó la mordaza y le quito la venda. La ayudó a darse la vuelta y se miraron a los ojos. Ella notó la enorme satisfacción que el sentía, mientras que él miraba los húmedos ojos de ella. "¿Ha sido muy duro?". Preguntó él. "Sí". Asintió ella de manera sincera. Él la acarició el rostro. "Todo lo que merece la pena lo es". Ella volvió a asentir y no puedo evitar lanzarse a sus brazos. Él correspondió a su abrazo envolviéndola con sus brazos. Tras un largo rato la ayudó a incorporarse y fueron al baño. Se ducharon juntos enjabonándose el uno al otro. Salieron de la ducha, se envolvieron en toallas y volvieron a la cama. Durante el resto de la noche hicieron el amor como dos amantes que hacía siglos que no se vieran.