Inicios I: Lluvia
El primer relato de lo que espero sea una pequeña crónica de los inicios de una pareja en el BDSM
Llovía. Por fin había llegado el día y el cielo se había cubierto con un manto de suaves nubes grises que descargaban una fina y refrescante lluvia sobre las calles.
Le gustaba la lluvia. Limpiaba el aire y el repiqueteo de las gotas le ayudaban a tranquilizar los acelerados latidos de su corazón. Nunca antes había sentido una sensación igual.
Mientras llegaba al lugar de la cita fue repasando su imagen en el reflejo de los escaparates. El cabello negro recogido en una larga trenza. Un vestido azul, del tono del cielo de medianoche, hasta la rodilla le envolvía el cuerpo. Unas zapatos negros de fino tacón que resonaban con cada paso sobre los mojados adoquines. Un abrigo blanco y un paraguas rojo protegían su aspecto.
Se paró un momento frente al escaparate de un librería, y su mente voló de inmediato de su aspecto externo al interno. Bajo la tela del vestido azul, un sujetador de encaje rojo cubría sus pechos. Unas braguitas a juego cubrían su intimidad. Iba tal como le había pedido él. Pudo observar en su reflejo como se sonrojaba. No estaba acostumbrada a vestir ropa interior tan llamativa.
Reanudó la marcha y alcanzó la cafetería en unos pocos minutos. Con cierto reparo, vio como él ya estaba allí, prestando atención al libro que sostenía entre las manos. Iba con traje negro y camisa blanca, adornada con una corbata roja. El mismo tono de rojo intenso que ella llevaba bajo el vestido. Venciendo las últimas reticencias se acercó hasta su mesa.
"¿Llego tarde?" Preguntó con tono de preocupación. El apartó la vista del libro y clavó los ojos en ella. Se puso en pie con una sonrisa y le dio un beso en cada mejilla mientras apoyaba una mano en su brazo. "En absoluto". Ella sintió un escalofrío al notar el roce de su cuerpo. "Siéntate. ¿qué te apetece tomar?". Ella negó para indicarle que no quería nada. Los nervios e habían quitado el apetito. También se dio cuenta que seguía de pie plantada y se sentó rápidamente avergonzada. "Perdona" Fue lo único capaz de decir. El sonrió.
"No estés tan nerviosa, tan solo estamos tomando un café". Comentó él con tono alegre. "No voy a azotarte". Añadió con una nueva sonrisa. Ella sonrió también, algo ruborizada. La verdad es que no le habría importado el que la azotara allí mismo. Que la tumbara sobre la mesa, le levantara el vestido dejando las bragas rojas que le había encargado llevar a la cita y hubiese descargado su mano contra sus nalgas. "¿O quieres que te de unos azotes?" Dijo él leyendo su mente. Ella se avergonzó nuevamente.
"He venido como me pediste, me pidió. Perdón. Estoy muy nerviosa. Lo siento" Respondió ella de manera atropellada. "Lo sé" Replicó él dando un sorbo a su café. "Quie...¿quieres comprobarlo?".El sonrió. "No es necesario. Ya sé que llevas el conjunto que te encargué" Ella asintió abrumada de nuevo. Él empezó a preguntarle por el trabajo, los amigos, la familia,...dejando que ella se fue relajando. Al poco ella sentía que estaba hablando con un amigo más.
No. No era un amigo más. Aunque ahora estaba más relajada y confiada cada palabra que decía él la hacía abrirse más, hasta un punto que nunca antes había sentido. Le gustaba. Le gustaba de un modo distinto al normal. Sonriendo, conversó con él durante varias horas.
"¿Qué te ha parecido?" Comentó con su atrayente sonrisa. La mesa estaba ocupada ahora por dos tazas. En algún momento dado, no sabía exactamente cuándo, ella se dio cuenta de que había pedido un té. "¿Ha sido muy difícil?". Ella agitó la cabeza con una sonrisa. "No. Bueno, quizás un poco". Comentó con una risita. Él la secundó. "Me alegro". El empezó a recoger su libro. "Ah, casi me olvidaba". Ella lo miró curiosa. Él la miró fijamente son su sonrisa. "Dame tus bragas". Ella parpadeó ante su comentario. "¿Eh?". El sonrió ante su desconcierto. "Ya sabes. Ese pedazo de tela roja de encaje que cubre tu sexo". Ella asintió como asimilando la descripción de la prenda. "Creía que no necesitabas comprobar si las llevaba". Comentó algo desconcertada. Recordaba lo que había dicho cuando se había ofrecido a enseñársela. "Y así es. Ya sé que las llevas". Comentó."Simplemente las quiero para recordar este primer encuentro". Ella asintió. La idea de ir sin bragas le parecía morbosa, pero la de obedecer era sencillamente irresistible. Se puso en pie con idea de encaminarse al servicio. "Puedes hacerlo aquí mismo, esta mesa es discreta". Ella miró a su alrededor. No se había dado cuenta, pero él había elegido la mesa más apartada. Aún así, la idea de quitarse la prenda en público...Se sentó y llevó las manos a sus caderas. Muy despacio empezó a deslizar la prenda por su cuerpo. Se levantó un poco para pasar la tela por sus nalgas y volvió a sentarse. Al hacerlo empezó a notar como la prenda ya se había separado por completo de su sexo. La idea de tenerlo al aire le causó un escalofrío en la espalda. Dejó que las bragas terminasen por caer ellas solas y las recogió. Avergonzada, le paso la prenda hecha una pelota por encima de la mesa. "Muchas gracias" Comentó el guardándolas en el bolsillo de su chaqueta. Se puso en pie y ella le siguió hasta la puerta.
"Pronto haremos algo más" Comentó el poniéndose unos guantes. Ella abría el paraguas en ese momento. "Lo estoy deseando" Se dio cuenta de que realmente era así. Él le dedicó otra sonrisa y junto sus labios con los de ella durante el tiempo que duda un latido antes de darse la vuelta y marcharse. Ella se lo quedó mirando mientras se alejaba. Para su vergüenza, se dio cuenta de que su intimidad estaba humedecida, aunque su cuerpo estaba protegido por el paraguas.