Inicios accidentales 2

Continuan los cambios y poco a poco voy descubirendo nuevas experiencias

INICIOS ACCIDENTALES (SEGUNDA PARTE)

Después de la tremenda embestida que me llevé, estaba aturdida y apenas podía caminar sin que me temblaran la piernas, estuve a punto de caer mientras andaba con pasos torpes, entonces Paola se me acercó y me miró divertida.

-te fue bien ¿no?-

-sí, muy bien, ¿qué hora es?-

-no me digas que ya te quieres ir-

-si me dan otra cogida como esa me quedo-

La verdad me sorprendieron mis palabras, pero empezaba a sentir que estaba asumiendo el rol que debí ocupar siempre. Paola me sacó de mis pensamientos.

-creo que esta noche fue demasiado para ti, regresa a casa y yo te alcanzo-

-está bien, pasas a verme antes de irte a dormir-

Paola paró un taxi que me llevó. Cuando entré y cerré la puerta detrás de mí fui al espejo a desmaquillarme como me dijo Paola que lo hiciera, no sin antes poder comprobar que de verdad me había gustado lo que sentía, comparar la diferencia entre mi cuerpo y el de mi amante, sentirme deseada y tratada como toda una mujer, las similitudes entre Paola y yo, con nuestros cuerpecitos delicados y afeminados. Me quedé embobada en el espejo contemplando mi carita aniñada, transformada en la de una linda chica, aún era temprano, comencé por acomodar mi nueva ropa y mi nuevo calzado, mientras pensaba en como hacer para verme más bonita, entonces me golpearon las palabras de Ernesto, de verdad yo debí haber nacido mujer, recordé la toalla y me la revisé, apenas unas gotitas de sangre la manchaban, pero me sentía orgullosa y satisfecha.

Terminé de acomodar todo y me puse un camisón de franela rosado, con estampados de florecillas, recordé que entre los catálogos se había colado por alguna razón una revista de espectáculos, la cual comencé a hojear aburrida, hasta que vi las fotografías de los galanes, nunca me había pasado pero comencé a imaginar en el tamaño de sus miembros y en el sabor de su semen, en como se sentiría esos trozos duros de carne partiéndome el culito en dos, nuevamente comencé a excitarme, mi mini pene comenzó a tener otra erección y al mismo tiempo mi ano se dilataba gradualmente causándome una sensación entre dolor y placer, no sentí la necesidad de hacerme una paja, nunca me había hecho una, pero si sentí la necesidad de acariciarme el agujerito, mojé mis dedos y los introduje lentamente, moviéndolos en círculos mientras me imaginaba una polla que me acariciaba por dentro, recorriendo cada rincón, mis gemidos iban en aumento cuando los golpes en la puerta de Paola me sacaron mi feliz fantasía.

Abrí la puerta con algo de enfado por la interrupción, entonces Paola entró y me miró con mis pantaletitas en los tobillos, jadeando aún.

-¡pero si eres una golosa Vanesa! ¿te quedaste con ganas de más?-

-estaba viendo una revista y no sé-

-bueno yo no puedo ayudarte con eso, no soy lesbiana jijijiji, pero espera, tengo algo que podrías disfrutar mucho-

Se fue y en breve regresó con una cajita de galletas a la que puso un moño.

-ábrela, es un regalito para cuando te sientas solita-

Abrí la cajita y aunque por su comentario ya sabía de qué se trataba, una extraña sensación me recorría todo el cuerpo al ver un consolador de unos 30 cms de largo y como 5 de ancho, me quedé muda.

-te dejo nena para que diviertas, hasta mañana-

Me dio un beso en la mejilla y se fue.

Coloqué el consolador en la cama y lo miré un momento detenidamente, de verdad me gustaba esa imagen, con apenas tocarlo de nuevo un escalofrío recorrió mi ser, vi la imagen del actor que mostraba su musculoso torso desnudo, cubierto de vello, con sus abdominales bien definidos e instintivamente comencé a tocar mi agujerito de nuevo, entonces comencé a masajearlo con mis dedos primero, aún me dolía un poco, pero una sensación de tremendo vacío me invadía, necesitaba sentir algo de nuevo dentro de mí, algo que me partiera en dos no solamente el culito, también mi alma alejándome de ese molesto ser "masculino" que estaba todavía dentro de mí, algo que me hiciera sentir nuevamente mujer. Lamí el consolador desesperadamente ignorando el sabor a goma y cuando lo sentí muy lubricado lo clavé de un solo golpe en mi agujerito deseoso de ser penetrado, me estaba volviendo loca, aceleraba constantemente las embestidas, gemía de placer y morbo al darme cuenta de lo que hacía, imaginaba al galán de la revista poseyéndome, seguí metiendo el consolador hasta lo más profundo de mi ser, sentía como las bolas del falo artificial chocaban contra mis nalgas mientras pellizcaba mis pezones y me imaginaba como mi amante estrujaba mi ser, luego volví en mí en medio de un orgasmo como el que había experimentado unas horas antes. Vi que había algo de semen sobre la revista que tenía en la cama, nerviosa recogí un poco con los dedos y me lo llevé a la boca, saboreando la viscosidad y dulzura de mi propio semen, aunque no me desagradó el sabor me gustó más el de Ernesto.

Me retorcí en la cama de placer y éxtasis, fue hasta que me recuperé completamente que me di cuenta de que nunca en mi vida me había sentido tan bien. Me di una pequeña ducha y regresé a la cama, me puse una tanguita amarilla de algodón, me iba a poner el bra a juego pero recordé que las chicas dormimos sin bra, así que solamente me puse el camisoncito blanco que mi amiga Paola me había regalado.

Al otro día me levanté algo tarde, desayuné algo de fruta y me di una larga ducha, después de eso escogí una panty y un bra rojo satín, con encajes y transparencias en las orillas, después me puse unos jeans, bastante ajustados, una playerita roja y unas botas rojo quemado, después preparé mi bolso, me maquillé y salí simplemente para disfrutar del sonido de mis pasos en aquellas botas de taco alto.

No podía creer lo que estaba viviendo, caminando por la calle sin la menor preocupación de que alguien me reconociera, disfrutando de sentirme mujer, en ocasiones miraba a una que otra chica, pero si antes no me producían ningún tipo de atracción ahora mucho menos, miraba su forma de vestir, la forma en que llevaban el cabello y su maquillaje, entonces me di cuenta de que en verdad no quería solamente parecer una mujer nada más, quería ser una mujer total.

Comencé a dejarme crecer el cabello y las uñas, tomé la decisión de nunca más volver a usar una prenda masculina, supuse que no sería fácil el proceso, pero era lo que quería en realidad.

La prueba de fuego vino rápidamente, aún tenía que entregar algunos pares de zapatos que había vendido antes por catálogo, realicé todas las entregas aún como niño, pese a mi resolución todavía tenía algunos temores con las personas que me conocían. La última entrega era con mi amiga Marcela, nos conocíamos desde que éramos niños y tenía mucha confianza con ella, escogí una tarde de domingo para ir a verla y entregarle su pedido, unas hermosas botas de gamuza color chocolate con un tacón de 9 cm. la verdad es que estuve tentada a no entregarlas, eran de mi número, para ir a ver a mi amiga escogí algo diferente, un vestido de corte conservador en color blanco y de estampados florales en color morado, unas zapatillas blancas y un bolso a juego.

Fui a casa de mi amiga y cuando llegué estaba anocheciendo. Al tocar el timbre ella salió y creo que de momento no me reconoció hasta que abrió la puerta, sus ojos se agrandaron como nunca mientras me veía atónita frente a su puerta.

-hola Marce, traigo tu encargo ¿puedo pasar?-

-pero… pero… ¿eres tú…?-

-Vanesa, ahora me llamo Vanesa-

-pásate, ¿pero y esto?-

-sorpresas que nos da la vida, además no creo que las cosas cambien mucho entre nosotras, siempre me trataste como a otra amiga-

Charlamos durante horas, ella no dejó de halagarme por lo bonita que me veía, quizá lo único que pensé le incomodó un poco fue saber a que me dedicaba pero no hizo mayor espaviento por eso.

Regresé a casa muy satisfecha de mí misma, lista para otra noche de trabajo en las calles de la ciudad.