Inicio de una nueva vida

Nunca imaginé que mi nueva vida (también la sexual) comenzaría con una paja. Pensando en la hija buenorra de unos alumnos de la clase de bachata...

Aquella tarde comencé de nuevo a trabajar. Tras mudarme desde Madrid a un pueblecito de Alicante, después de mi ruptura con María, por fin comenzaba a volver a la normalidad. Encontré trabajo en una academia de baile de pueblo, y comencé a dar clases de salsa y bachata a adultos.

Ay... Antes de explicaros mi primera “experiencia sexual” en este nuevo capítulo de mi vida, me presentaré. Soy Pedro, tengo 28 años, soy licenciado en Ciencias de la Actividad Física y estoy estudiando oposiciones a profesor de Educación Física. Y mientras tanto, para poder vivir, daba clases de baile. Practico la danza desde que tenía 8 años, y desde siempre me ha gustado el deporte, por lo que podéis imaginar cómo es mi cuerpo.

Aquella tarde de octubre comenzaba las clases en la academia. Me presenté a mis nuevos alumnos, todos ellos personas de entre 40-50 años, algunos matrimonios, que buscaban en la danza, concretamente en la salsa y la bachata, una nueva forma de pasar el tiempo con sus parejas y a la vez hacer algo de ejercicio.

La clase transcurrió a las mil maravillas. Todos eran unos perfectos alumnos y aprendieron los primeros pasos sin ningún problema.

Al terminar, mientras recogía mis cosas, se me acercó una pareja, Amanda y Germán. Ambos me dieron la enhorabuena por el perfecto desarrollo de la clase, y después comenzaron a preguntarme por mi vida: “típico de pueblo...” -pensé entonces-.

Mientras les contaba algo de mi historia antes de llegar a aquel pueblo, sin entrar en muchas concreciones, se acercó al matrimonio una chica. Delgada. Con el pelo largo y moreno. Una mirada de ensueño. Y una boca para dejarse perder en ella...

  • ¡Ah! Mira, Pedro, esta es mi hija Ana, que viene a recogernos... -me interrumpió Amanda, cortando de súbito la explicación de mi biografía resumida-.

“Vaya, se va poniendo interesante la cosa...” -pensé-. Secándome el sudor de la cara, fruto de la clase de baile, me acerqué a Ana y le he dí dos besos a modo de presentación.

  • Hola, soy Pedro.

  • Encantada, yo me llamo Ana.

En ese momento, al notar el contacto piel con piel, sentí una descarga eléctrica que recorrió todo mi cuerpo, fruto de la química. Y por qué no decirlo, también noté cómo mi polla se ponía en marcha.

  • Ana acaba de terminar la carrera en Madrid, y ha vuelto a casa... -me explicó Amanda-. ¿Y bueno entonces por qué dejaste Madrid?

Amanda quiso reconducir la conversación, y yo le expliqué toda la información que me requería, pero no podía dejar de mirar a su hija. Ana, sin duda, también respondía a mis miradas furtivas, calentando el ambiente entre nosotros.

No me quitaba ojo de encima. Parecía querer hablarme con la mirada. Incluso en algunas ocasiones la vi morderse su labio inferior, a modo provocativo. Me estaba poniendo muy palote...

  • Y esa es la historia de mi vida, Amanda... -intenté concluir la conversación, sonriendo-.

  • Pues aquí seguro que vas a estar muy bien... -respondió Amanda-. ¡Uy, si son ya las nueve! ¡Ana, vamos que nos cierran el súper y no tenemos cena! -dijo dirigiéndose también a su marido-

Menos mal que entonces le vino a la memoria la compra, porque no sé si hubiera podido aguantar mucho tiempo más sin darle al manubrio.

Haciendo de tripas corazón, me despedí de Germán y Amanda. Y, cómo no, también de Ana, con otros dos besos, que sin duda hicieron que mi pene volviera a reaccionar. Ya no aguantaba el dolor de pelotas...

-Encantada de conocerte, Pedro. Espero que nos volvamos a ver pronto -me dijo Ana.

Se giró y tomó el camino hacia la puerta de la academia, dejándome a la vista la hermosa figura de su culo. Sin duda, aquel trasero era producto de largas sesiones de gimnasio, que, además, se veía resaltado por esas mallas deportivas que vestía. “¡Vaya culazo!”, pensé entonces, sin saber que pronto sería mío.

Después de que Amanda, Ana y Germán cruzaran la puerta, eché el cerrojo a la academia, pues la mía era la última clase, y ese día me tocaba cerrar.

Aprovechando que estaba solo, entré a los vestuarios. Me quité la ropa sudada, la camiseta, los pantalones y boxer. Mi polla saltó como un resorte. Rápido, me metí en la ducha y abrí el grifo del agua caliente que empezó a correr por todo mi cuerpo... Mmm... El agua caliente comenzó a correr por todo mi cuerpo, actuando como relajante de mis músculos tras las clases. Lo único que no se me relajaba era la polla. Estaba pidiendo a gritos movimiento. Y estaba convencido que se lo iba a dar.

Me la agarré con fuerza y, despacito, dejé todo mi glande al aire. Mmmm. Me eché un poco de gel en mi mano y empecé a pajearme. Pensando en Ana. Pensando en sus ojazos. Recordando cómo se mordía su labio inferior. Mmmm. Se me puso más dura aún imaginando que era su mano la que agarraba mi pene. Imaginando sus labios sobre los míos, jugando, buscándose los unos a otros.

Seguía corriendo el agua por mi cuerpo, y mi mano continuaba subiendo y bajando sobre mi nabo. Continué entreteniéndome manualmente sobre mi capullo, que en ese momento vestía un rojo escarlata y comenzaba a emanar las primeras gotas preseminales, anunciando lo que venía.

Pensaba en el trasero de Ana. En cómo podría saltar sobre mí, en cómo me podría deleitar siguiendo todas sus curvas. Perdiéndome en sus pechos.

Notaba que iba a tardar muy poco en correrme e incrementé el ritmo. Imaginaba a Ana metiéndose mi nabo en su boquita, y de pronto me corrí. Me corrí, soltando grandes chorros de lefa sobre el gresite de la pared del baño, y exhalando unos gemidos ahogados.

Una vez terminé, solté mi polla y apoyé las dos manos en la pared de la ducha para intentar retomar el aliento. El agua seguía corriendo por mi musculada espalda.

Tras unos segundos de descanso, y con mi polla ya relajada, volví a coger el jabón. Me enjaboné y dejé correr de nuevo el agua. Terminé de ducharme, me sequé y me vestí con ropa limpia.

Cuando iba a emprender el camino a la salida, miré casi instintivamente el móvil y vi que la luz de las notificaciones parpadeaba. No me sorprendió, pues estaba desde las 4 de la tarde sin mirarlo.

Sin embargo sí me resultó curioso una notificación de un mensaje directo en Instagram:

  • “Hola Pedro! Soy Ana, la hija de Germán y Amanda...”