Inicio de bodas....(7)

De vuelta al hotel

El frescor de la noche envolviendo mi cuerpo me hace meditar en lo que me ha ido pasando, desde que entramos en el restaurante hasta este momento, en el que me encuentro solo en la calle con los movimiento limitados, camino al hotel donde tengo que pedir en recepción, además de la llave, que llamen a Laura para decirle que ya he llegado. Lo más curioso es que me ha costado recordar la cómo se han dado los últimos pasos, en los que viene a mis sensaciones el momento en que mi mujer aún está penetrándomoe con el arnés del que sale el tubito unido al succionador, empujando fuerte, empujándome hacia ella por las caderas notando los espasmos imprimidos por el impulso de las pulsaciones que imprime el semen que entra en ocasiones con contracciones más largas, en ocasiones más cortas, como si se tratase de una verdadera corrida, como si Laura me inundase con su propia leche. Y en cómo el semen que entra en mi boca lo introdujera una polla auténtica una de tantas otras que me ha regalado su líquido.

-Eres más puto de lo que pensaba-me dice. Una vez más se mete en mi mente y sabe que estoy deseando dar un paso más permitiendo que me entregue y haga realidad su dominio ante lo poco que queda de mi. Se retira lentamente, dejando un vacío en el ano difícil de describir. Es un momento en el que tengo la necesidad de dejar aflorar mi lado femenino para ser más ella. Alguien me retira la mordaza-pene que llena mi boca, después de descargar hasta la última gota del recipiente, desatando los cordones que la unen a la cabeza. Sin moverme todavía, unas manos me embadurnan con el flujo que las propias chicas han untado en sus manos.- Esto es para que te sientas poseido por cada poro, por hombres y mujeres, por dentro y por fuera. Ahora, baja de la mesa y ponte de pie, aquí al lado de tu amorcito-añade sentándose en una de las sillas próximas a la mesa.

Se acerca una de las camareras, aún desnuda de cintura para arriba, mostrándome los suaves y turgentes pechos. Me colocada el aro metálico en los testículos, con cadenas más largas que las anteriores, provocándome un involuntario suspiro. Me pone un brazalete en cada tobillo, mientras Laura me acaricia los huevos con suavidad y roza el prepucio con la yema de los dedos, une las cadenas a las argollas. Unas gotas de semen aparecen en mi pene. Con un gesto de la mano, aparece otro tío (ya me da igual), se arrodilla y se la mete hasta el fondo, succionando la punta cuando se la está sacando, hasta dejarla fuera. Que frustración siento, que deseos de poder orgasmar de una vez, una sola vez. Los ojos de Laura miran fíjamente los mios, con cierta ironía en los suyos, con súplicas suplicas, suplicios los mios. El tio tira de las cadenas para dejarlas tensas, haciendo que el pene quede casi horizontal. Me levanta un pie y mete una pierna del pantalón y repite la operación con la otra. La chica, acerca una pinza metálica y la coloca en un pezón, dejando caer la cadena que queda a la altura del pubis. Hace la misma operación con el otro pezón y une ambas también en el aro del pene, dejándolas también tensas.

-Arrodíllate cariño-acerca su rostro al mio y me da un intenso beso que me hace perder el aliento, arder por entero, que los líquidos que llevo dentro hiervan como la lava-. Ahora te vas al hotel. Sí cielo sí, así como estás. Te darás cuenta que tus pasos son muy limitados, por lo que tendrás que ir dando pasos cortos. Si haces algún gesto brusco o intentas girarte, notarás el tirón en los pezones. Con un poco de suerte te encontrarás con gente por la calle, por lo que imagino la humillación que vas a sentir, mostrando tu estado de excitación que tanto abulta el pantalón. Y las cadenitas que se pierden en la cintura-mi asombro no cabe ya en mi cabeza, ¿cómo es posible de estas cosas?. Y ¿cómo es posible que no me plante y muestre algo de cordura?. Aunque es evidente que me puede más este estado, que la cordura para mi es permanecer así, siendo lo que soy en estos momentos.

Cuando me pongo en pie, por orden suya, se ha creado un pasillo por hombres a un lado y mujeres en el otro por el que voy pasando, sintiendo los azotes que me van dando en las nalgas a mi paso. Una chica, más osada, se planta un segundo delante de mi y tira de la cadena de los pezones, hacia ella, provocando que me muerda los labios y suelte un intenso quejido.

-Por cierto, putito-oigo a Laura a mi espalda-. Cuando llegues al hotel, ya sabes que tienes que pedir una llave. Esta me la quedo yo. Y di en recepción que me llamen para saber que has llegado y lo has hecho bien- imagino el movimiento de sus labios, la sonrisa que se le dibujan en su rostro de diosa Mi Diosa-. Aún tengo algo que hacer aquí. Ahhh y llévate la bolsa que hay en la puerta. Neceesitarás lo que hay dentro.

Me detengo un momento en la puerta, indeciso, cojo la bolsa y un ligero empujón que me hace sentir dolor en los  huevos y en los pezones,me deja en la calle.

Y aquí estoy, caminando, pasito a pasito, aunque rápidos hacia el hotel que, suerte, no está lejos. Observado por la gente que me encuentro, que es bastante, ya que es verano, Julio. Sin antreverme a mirar ni siquiera hacia delante, observándolo todo de reojo, consciente del ridículo que voy haciendo. Excitado por ello, unido a las cadenas que Laura me ha puesto. No solo las que llevo por fuera, si no también por las que me ha entregado a ella, por las que ha tomado total posesión de su "perrito".

Abro la puerta del hotel (¿qué estará pensando la chica?) y me dirigo torpe al mostrador, midiendo mucho la distancia de los paso y haciéndola más corta hasta ella. Le pido la llave y le pido si puede hacer una llamada telefónia.

-Si, claro, señor-me observa sorprendida, risueña, curiosa-.

-Es a mi mujer para decirle que he llegado bien-con eso queda claro del dominio al que estoy sometido, al hecho de que debo dar explicaciones de dónde me encuentro y de si estoy donde tengo que estar. Le doy el número.

-Señora, su marido me pide que le diga que ha llegado al hotel-pasa un segundo-. Sí señora está bien. Si, parece cansado. Está colorado, un poco doblado, señora. Sí, la pinzas entran en el pantalón. Sí, señora como diga. Así lo haré. Gracias a usted señora.

Cuelga el teléfono. Ha cambiado su expresión. Su sorpresa ha desaparecido.

-Su señora me ha indicado que deje la bolsa en esta habitación-señala una puerta que está justo al lado. Se dirige hacia ella, la abre y entro para depositar la bolsa. Entra conmigo y cierra la hoja de madera-. Desnúdate del todo-ha cambiado ell tono de voz, parece más ronca, es más autoritaria-. Ponte a cuatro patas. Así está bien.

Me coloca un brazalete en cada muñeca. Se retira de mi lado. No me atrevo a seguirla con la mirada. Ni siquiera sé por qué sigo haciendo lo que hago. Bueno, no sé por qué me engaño. Sí que lo se. Es por Laura, por satisfacerla y porque quiero ser mas suyo. Y si quiere que sea así....

Oigo arrastrar algo. Una mesa bajita, pequñena. Acolchada por la parte superior. La desliza debajo de mi, desde justo al inicio del pecho hasta el pubis. Sujeta las muñecas a unas argolla del suelo y que no había visto, dejángolas separadas, con las palmas apoyadas en el suelo. Con los tobillos hace lo mismo. los dedos doblados por la flexíón del pie, apoyadas las puntas en el suelo.

-Esto puede ser un espectáculo, perrito. Bien sujeto.

Sale de la habitación sin decirme nada. No sé el rato que puede pasar. No sé si quiero pensar en todo esto. Prefiero que lleguen las cosas, las humillaciones que mi mujer quiera hacerme pasar. Pero ni siquiera puedo empezar a hacerlo. Se abre la puerta y entra la chica con tres grandes perros, no sé la raza, nunca me he interesado por esos animales. Posiblemente lleguen a la altura de la cintura cuando estoy de pie. Los encadena a unas argollas que penden de la pared. Saca una bolsa que hay debajo de la mesa, unida a ella. Extiende un ancho cinturón del que hay unido un consolador. Une mi cuerpo al cinturón, imagino que con el pene apuntando hacia arriba. Se coloca delante de mi. Empieza a desnudarse, dejándome ver una pechos preciosos, duros. Se baja la balda y las graguitas, quitándose ambas piezas. Y mis ojos se abren como platos cuando veo una polla, de verdad, saliendo de su entrepierna. Joder, entregado a los dos sexos a la vez, a la mujer que Laura no quieres dejarme probar y al hombre que quiere que me acostumbre.

-Anda prueba mi sabor-me abre la boca y deposita su braguita dentro de ella-Es tu mordaza.

Se retira de nuevo, coge la bolsa y saca el succionador, el ordeñador. Lo deja a mi lado. Extiende tres de los tubitos hasta los perros. Ya no puedo ver más. Imagino la vejación a la que voy a estar sometido unos segundos. Eso sí, oigo el zumbido del aparato cuando se pone en marcha.

-Tu mujer quiere que te sientas perro. Y en eso estoy. Aunque yo prefiero que mejor seas perra. Pero ya ves, tu mujer dejó claro que nada de animales dentro de ti. Con los que hoy te habrán usado.

Esto es demasiado. Va más allá de lo que haya imaginado nunca. Poseido de esta manera. Sin tener derecho a mujer. Con derecho solo a homrbres y cuando Laura lo quiera así. Lleno por dentro y por fuera. Líquidos en mi de otra raza. Desposeido de todo cuanto he sido, sentido hasta ahora.

Pone una pierna a cada lado de mi cuerpo. Va doblando las rodillas, despacio, hasta que se sienta sobre mi, con el consolador metido hasta el fondo en su culito, redondo, provocador. Mete el consolador que sale del aparato en mi culo "Ahora estamos poseidas a la vez" dice riéndose. Y empieza a cabalgarse, metiéndose y sacándose el consolador hasta la punta. Metiéndolo de golpe hasta el fondo. Moviéndose en círculos sobre mi, haciendo que mi cuerpo se mueva sobre la mesa como una marioneta, tomando mi cuerpo para su único placer.

Extiende una mano para parar el motor succionador.

-¿Estás preparada, perrita?-una nueva risa sale de su garganta, dándome inesperados azotes en las nalgas-. Ahora vas a ser una mascota, una especie que va a desear estar llena cada segundo-. Y acciona el otro motor, el que impulsa los líquidos al tubito que va al consolador.

Vuelve a cabalgarme de nuevo, ahora al ritmo que adivina de los impulsos del aparato. Dudo solo un segundo de qué es lo que debo sentir. Pero mi sumisión, mi sueño que ahora se ha convertido en la realidad de Laura, toma posesión sobre cualquier otro sentimiento, emoción que deba sentir. Así que me dejo llevar por los impulsos del aparato y de los va y venes de quien está apoderándose de la perrita que le ha entregado mi mujer.