Iniciación pagada a la sumisión
Sonia no se levantó aquella mañana como una mañana más. Su marido la había dejado en la cama a primera hora para irse al trabajo, una día más el había posado sus manos, como descuidado, en su culo y ella se había hecho la dormida esperando a que se le pasara el calentón matutino.
Sonia no se levantó aquella mañana como una mañana más. Su marido la había dejado en la cama a primera hora para irse al trabajo, una día más el había posado sus manos, como descuidado, en su culo y ella se había hecho la dormida esperando a que se le pasara el calentón matutino. Si había que ser justos la verdad es que ella andaba algo caliente los últimos días, como si la llegada del climaterio la estuviese despertando de nuevo el deseo, pero tampoco quería esa mañana darle gusto a su pareja, así es que persistió en su dormidera y como siempre, al final se cansó y se arregló para irse a trabajar.
Ya más tranquila y desperezándose en la cama, sintió una punzada de placer en su bajo vientre, sentía algo revuelto el cuerpo y cómo una humedad inusitada se desprendía de las paredes de su vagina, haciendo que su mano se fuese hacia su coño, empezó a acariciarlo con suavidad por encima de la braguita que llevaba puesta. Cuando la humedad ya traspasó la tela, empezó con un frenético vaivén que en pocos segundos había puesto su clítoris en fase de guerra, sus dedos ya se deslizaban por el lateral, sin piedad, tocando y hundiéndose en las profundidades de su coño, ya húmedo y rezumando gusto, hasta que sin poder contenerlo más se cebó en las caricias y se dejó llevar por un orgasmo que le salía a borbotones, sus jadeos y su respiración se hicieron más pausados y lentos y una placidez le llegó desde el centro del universo en ese momento, hasta las uñas de los pies y de las manos, sumiéndola en un letargo glorioso.
Una hora más tarde se despertó sobresaltada. El sueño que había tenido la había puesto sudorosa y jadeante de nuevo, estaba soñando con una película que había visto la noche anterior sobre un secuestro, donde la mujer secuestrada era sometida por una pandilla de granjeros y aunque la película no era muy explícita, con Meryl Streep trabajando no podía serlo, ella sí que se imaginó que aquel secuestro había tenido que tener un apartado sexual más potente, porque a ella se la veía destrozada después de los pasos por el pajar donde permanecía atada de forma muy sexy.
Así que calentona y un tanto alterada se decidió a salir de la cama y empezar el nuevo día. Con la imagen de aquellos granjeros rudos y brutos tratando de someterla en una granja, empezó a darle vueltas a la cabeza, mientras se duchaba y acicalaba para el resto del día, se observó en el espejo del cuarto de baño, lo que éste le devolvía era la imagen de una madura muy atractiva, algo rellenita, pero con todas sus formas, era alta, y además le gustaba llevar zapatos altos con plataforma que le ponían el culo respingón, así es que llamaba la atención de los machitos del barrio cuando salía a por la compra diaria. Ella se dejaba llevar en esos ratos viendo como algunos vecinos no le quitaban el ojo de encima, más de uno se había echado mano al paquete de forma disimulada mientras ella pasaba. Es lo que tienen las gafas de sol oscuras, que podías ver a los otros sin que ellos vieran que los estabas observando. Sus pechos eran abundantes y algo caídos, la gravedad y la edad no perdonan pero con esas tetas todavía podía presumir de hembra de bandera.
La calentura no le abandonaba, y así salió a la calle a comprar, caliente pero decente, inició el recorrido habitual de los martes, primero el supermercado, luego la pescadería, la frutería y finalmente a por el pan, para volver a casa. Iba haciendo sus números del gasto, preocupada porque el dinero cada vez le alcanzaba para menos cosas, cuando pasó por una de las tiendas de moda y vio un vestido precioso.
Por inercia, que no con el cerebro, entró en la tienda, donde una dependienta muy amable le enseñó el vestido y algunos complementos. Se lo probó y todo, sintiendo como los pezones se le ponían de punta con el aire frío acondicionado y le quedaba de fábula, pero cuando le dijo el precio final, se decepcionó, ni con el regateo consiguió bajarlo más que unos euros y aún quedaba muy alejado de sus posibilidades. Al final, con una mezcla de cabreo y decepción salió de allí pensando en cómo hacerse con el vestido con el exiguo remanente económico que tenía.
Antes de volver a casa se paró con su amiga Luisa a tomar la cervecita habitual de mediodía, le comentó el tema del vestido y la pena de no poder comprarlo por falta de Money. Luisa que tenía por lo que se veía mayor poder adquisitivo le dijo que eso si ella quería se podía arreglar, que ella hacia trabajos aislados de vez en cuando que le reportaban sus buenos ingresos que no conocían en su casa, porque ese dinero era de ella y no daba cuentas a nadie de cómo ni cuándo lo ganaba.
Sonia pensó en que era un trabajo de limpieza por horas, que ella no estaba dispuesta a hacerlo, aunque sabía que su amiga si lo hacía de vez en cuando. Se lo comentó y Luisa se rió abiertamente.
- Claro, Sonia, yo lo que digo que hago para estos trabajos es que voy a hacer algunas casas por horas, pero esto es solo para poder dejar tranquila en mi casa a mi marido, pero realmente estos trabajos son de otro tipo de limpieza. - le dijo guiñándole un ojo.
- No me entero - respondió Sonia un tanto aturdida por la frescura con la que su amiga estaba hablando de algo que ella intuía pero que no se creía.
- Vamos a ver, Sonia, pareces una cría, ¿tú te crees que con echar horas limpiando una casa, yo me iba a poder permitir el tener este vestuario y mantener mi coche?
- Pues, no sé, yo hace tiempo que no se cómo va esto de las horas...
- Pues mira, te lo voy a decir clarito, una hora de trabajo doméstico limpiando las mierdas de otros, sale si tienes suerte de encontrar una gente buena a 9 euros la hora. Y yo en dos horitas me puedo sacar tranquilamente 150 euritos. Llevo a mi casa 18 euros y yo me quedo con el resto y todos tan contentos.
- Pero... ¿tanto dinero?, -empezó a decir Sonia intuyendo ya descaradamente por donde iba su amiga - ¿por qué?
- Pues mira esto es simple y llanamente satisfacer las necesidades de algunos que pagan muy bien por ello, no se trata de prostitución, de un polvo de aquí te pillo aquí te mato, si no de fantasías sado masoquistas y de sumisión. Y la gente que está en esto es de mucho nivel y pagan muy bien.
- Pe, pe...pero... - balbuceó Sonia anonadada por la confesión brutal y sincera de su amiga-.
- Venga ya, Sonia, no me digas que te vas a asustar de esto, no te creía tan mojigata. Aquí las cosas son muy claras, contactas con la persona indicada, se llega a un acuerdo de límites de tiempo y de experiencias, se paga por adelantado y luego cuando acabas te vistes te vas y a otra cosa mariposa.
- No sé, no sé, esto es muy fuerte, -decía Sonia, mientras imaginaba a su amiga con las piernas en los hombros mientras un tipo que no era su marido la embestía a saco. - imagen que por cierto le dio un timbrazo de gustillo.
- Pues es más normal de lo que parece, hija, ya somos cincuentonas, en casa no nos quiere nadie, y estos tipos se vuelven locos por que seamos sus sumisas esclavas, y como pagan bien pues aunque no sean muy agradables algunos, que otros están como un tren, pues te haces a la idea de que es un trabajo más y al final incluso disfrutas.
Siguieron hablando un rato más, Luisa le explicó que ella había entrado en contacto con una empresa que era la que le facilitaba los contactos, la empresa se llevaba un 20% del total, pero aún así, Luisa le confesó que se sacaba limpios como mínimo unos 600 euros al mes. Y solo con tres o cuatro sesiones. Así era la envidia de todas las amigas, que siempre se permitía el invitar alguna ronda de cafés, o llevar lo último en zapatos y bolsos, sin tener que recurrir al mercadillo como las demás. Y encima tenía su propio coche, no como todas las demás que dependían de los maridos. Además es cierto que ella desde hacía un tiempo le había visto una soltura y un desparpajo que se la veía más segura de sí misma. Luisa le confesó que era así, que al principio tenía sus miedos y sus dudas, que se consideraba una puta, pero que con el paso de las experiencias había cogido una soltura y una confianza que le estaban haciendo que incluso en su matrimonio las cosas fueran mejor, se le habían pasado los sofocos, el que nadie la considerara atractiva, ahora tenía a varios hombres muriéndose por tenerla sometida, y ella se sentía como una reina, porque tras las sesiones aquellos hombres se deshacían en amabilidad y en halagos y alguno más que otro le había soltado una propina más que decente si la sesión había sido algo más dura de lo previsto o sencillamente porque eran muy agradecidos.
Sonia le planteó muchas dudas, lo que era un síntoma claro de que tenía interés por el tema y no lo descartaba, se dijo Luisa, así es que siguió explicándole. Sobre las personas, los contactos, la forma de hacerlos, cómo se comportaban, los miedos a que al ser de la ciudad se pudieran conocer, lo que Luisa descartaba, diciendo que ella no se había tropezado con nadie conocido, pero que en caso afirmativo, la cuestión era clara, el que me has llamado has sido tú, así es que a ver como lo explicas. Normalmente eran todos casados y con matrimonios reprimidos, o deshechos, así es que les valía más a ellos que a ella mantener la discreción.
Sonia se marchó para la casa, confundida pero más caliente que una burra en celo. Se imaginaba a su amiga haciendo sesiones de sumisión con desconocidos, y eso la excitaba aún más, como en la película de la noche anterior. ¡Uf! Hay que ver la Luisa, que callado se lo tenía, y mírala, disfrutando de la vida ahora y encima con más dinero en el bolsillo del que ella cogía en un mes para su casa. Pasó varios días dándole vueltas a la cabeza, entre calentones y enfriamientos, los pros y los contras se arremolinaban en su cabeza. Uno de esos días miró a su marido en la cena, estaba en calzoncillos, con la barriga por encima del elástico superior, media barba del día, y su cerveza repantingado en el sofá. Ella estaba con su salto de cama, elegante y sencilla pero sexy, pero él ni la miraba, eran tantos años ya. Le comentó algo de las vacaciones de ese año, el dijo con mala cara que si no se arreglaban las cosas en la empresa, casi seguro que no habría paga de julio, eso anulaba la posibilidad de vacaciones algunas. Se enfadó, le dijo que ella necesitaba alguna salida a donde fuese, a la playa al menos, y él como quien no quiere la cosa le espetó que si quería podían irse de domingo a la playa con el coche. Se llevaban la comida y pasaban el día.
Esto fue el detonante. Al día siguiente Sonia contactó con Luisa para pedirle como entrar en la organización. El paso ya estaba madurado. Luisa le pasó un teléfono y ella llamó medio azorada y avergonzada, con un hilo de voz, y contactó con la persona masculina que salió al otro lado del aparato.
- Hola, me ha dicho Luisa que ustedes podían darme trabajo, soy amiga suya.
- ¡Ah!, encantado, si, nos ha dicho que nos llamarías, Sonia, ¿no es así?
- Si, soy yo.
El tipo parecía controlarlo todo, infundía tranquilidad en su voz y era muy amable en su trato, la hizo sentir bien desde el primer momento, no se sentía una puta, si no una trabajadora de una empresa que proporcionaba otros servicios a sus clientes, no había nada malo en ello, un servicio, un pago, como todo en la vida. Así es que al final de la conversación ella ya tenía otra presencia de ánimo y estaba totalmente decidida a probarlo.
- Bueno, ¿entonces como lo hago? - inquirió ella ya deseando de empezar
- Primero necesito que me envíes algunas fotos sexys, que pueden ser desnuda o vestida pero algo sexy, donde si quieres puedes quitar la cara. Luego me dejas un móvil personal, que no sea el tuyo habitual, y un número de cuenta corriente. Yo le paso el número y las fotos a nuestros clientes y ellos te llamarán a ti directamente. Les gusta hablar con la persona y ver que eres real y tu predisposición. Cuando cierres el trato con ellos me avisas a este número para decirme qué cliente es y lo que habéis quedado, yo lo contacto, le paso el cargo de dinero y cuando lo tenga cobrado te aviso par que vayas, a la vez que te hago una transferencia a tu cuenta. Todo muy sencillo y limpio.
- Ok, pues en unos días te mando las fotos y el móvil.
Aprovechó unas fotos en las que aparecía en biquini y con tacones que le había sado su marido en las vacaciones del año pasado, les borró la cara para que no la identificaran, sacó una tarjeta de móvil y se hizo una cuenta de correo nueva en internet y abrió otra en un banco que no conocía nadie. Las envió al contacto de Luisa, y entonces le volvieron las dudas: ¿sería capaz? ¿Eso no era bueno, era ser una fulana?, pero al final se tranquilizaba y se decía que con ese dinero podrían vivir mejor y sobre todo ella tendría derecho a esos caprichos que se había negado tantas veces.
Al cabo de los tres días mientras estaba tomando café precisamente con las amigas le sonó el móvil nuevo. Se puso alterada, Luisa que estaba allí se dio cuenta y trato de enviarle una señal con los ojos de tranquilidad, ella se levantó un momento y sin contestar realmente hizo como que hablaba con el móvil mientras decía, "no se oye bien, espera que me salgo fuera". Se salió de la cafetería y respondió:
- Dígame
- Hola, ¿eres Sonia? - respondió una voz bastante juvenil al otro lado.
- Si, ¿qué deseas?
- Soy cliente de Am...or, (la empresa de contactos), me han enviado tus datos y me ha parecido una fantástica mujer, me gustaría tener una experiencia contigo.
- Muchas gracias por tu interés, pues tu me dirás que es lo que quieres y cuáles son las condiciones para saber si acepto o no.
- Vale, pues verás, a mi me gustaría tener una sesión de sumisión de unas dos horas, lo que deseo es que te comportes como una esclava sexual mía, que atiendas a todas mis peticiones, habrá una parte de azotes, algo de látigo, de lluvia dorada, un poco de ataduras y algo final de sexo puro y duro. Por esa sesión y como precio mínimo estoy dispuesto a pagar 250 euros.
A Sonia se le agitó hasta el alma cuando empezó a describirle la sesión y sobre todo al final cuando remató con el precio, eso era un sueldo de una semana de su marido. Trató de recomponerse y acertó a contestar muy dignamente:
- En principio no me parece mal, pero desde luego no puedo más de dos horas, por temas familiares.
- Ok. ¿Entonces estamos de acuerdo?
- Sí
- Pues ahora llamo a Am...or, y confirmo la cita, por favor hazlo tu también, y nos vemos en la cafetería el Nilo Azul, el miércoles a las 16 horas.
- Vale, me lo apunto.
- Gracias Sonia, espero que nos divirtamos los dos.
- Gracias a ti, por cierto ¿cómo te llamas?
- Ah, perdona me llamo Juan. Un placer conocerte.
- Vale, nos vemos pasado mañana Juan.
Las treinta horas pasaron de inmediato, no se podía creer que ya estuviera en la puerta de El Nilo Azul y que fuesen las 15.55. Había salido de casa sin dar explicaciones, nadie se las había pedido, su marido porque pasaba de ella olímpicamente, y los niños porque ya solo les servía para la comida y la ropa. Se arregló solo un poco y se llevó una bolsita con algo de ropa sexy, unos tacones más altos de los que llevaba y sus pinturas para arreglarse después de la sesión.
Al entrar a la cafetería el contraste con el sol exterior le hizo quedarse unos instantes a ciegas, así es que se paró hasta que los ojos se le acostumbraron. Recorrió la concurrencia, más bien escasa, solo estaba una pareja en una mesa y un hombre, se reprochó a sí misma no haber quedado con alguna señal clara con la otra parte, de todas formas pensó que le otro si la conocería, aunque las fotos llevaran la cara borrada, el cuerpo se adivinaba a través de ese vestido negro que llevaba. Pero el hombre solitario no hizo ninguna señal de aproximación. Así es que se dirigió a la barra del bar. Dos minutos más tarde de la hora entró un tanto apresurado otro hombre en el bar, debió pasarle lo que a ella, y se quedó parado en medio de la sala, eso le dio a ella un tiempo de ventaja para observarlo.
Era un hombre mayor, pero más joven que ella, unos 45 calculó, bien vestido, alto, sin barriga, el aspecto general era excelente, se le veía preocupado de su imagen, porque venía pulcramente peinado con gomina. El rostro no era muy agradable, debía de haber pasado la varicela y tenía las mejillas algo arrugadas, pero los ojos eran verdes, como le gustaban a ella, y mantenía su pelo negro intacto, sin atisbos ni de canas ni de alopecia. En resumen, este tipo estaba muy bien.
No se había equivocado, este sí hizo, casi de inmediato que sus ojos se acostumbraron a la penumbra del bar, una señal amistosa con las cejas y un brazo, como si la conociera de toda la vida. Se acercó en tres zancadas. Desprendía una fragancia de caro valor que ella no supo identificar, pero que le gustó mucho, casi la atonta con ella.
- Perdona el retraso cielo, pero aparcar esta imposible.
- Nada, nada, ¿Juan?
- Si, Sonia, ¿verdad?
- Ajá.
- Pues la verdad es que si le dejas la cara a las fotos estoy seguro que te van a perseguir, porque eres guapísima.
El intercambio de halagos y piropos, aun duró unos minutos, en cuyo intervalo a ella le sonó de nuevo el móvil con un mensaje de su banco. "Ha recibido una transferencia de 225 euros”. El trato estaba cerrado, ahora se trataba de quedar bien y ver si esto le interesaba. Juan estableció con ella las pautas de comportamiento y para que ella se sintiese a gusto sin presiones le dijo que podía parar en cualquier momento. Esa confianza le gustó y le dijo que no podían perder más tiempo. Él le dijo que se iban a un apartamento que tenía cerca, ella desconfió, porque pensaba que iban a ir a un hotel, terreno neutral. Él le aclaró que este tipo de prácticas necesitan de algunos elementos, que no llevaba encima, que desde luego podía desconfiar pero que no era normal practicas de este tipo en un sitio tipo hotel, le dijo que lo viera y que si no le gustaba lo dejaban.
Se fueron andando hasta el apartamento, estaba muy cerca, subieron en ascensor y a ella se la comía el deseo reprimido y el miedo a lo desconocido, no había sufrido más que algunos azotes en el culo cuando su marido se ponía por detrás y ella a cuatro patas, pensar en que un desconocido se lo iba a hacer la ponía calentísima pero a la vez con muchos miedos. Llegaron al apartamento, estaba decorado con pocos muebles pero con gusto, varonil, sin demasiado recargo, se veía que disponía de pasta, en la entrada pudo ver como había un rótulo de Arquitecto, por lo que supuso que este era su picadero particular y estudio de trabajo.
Al llegar su amante ocasional se apartó un poco y le dijo que lo viese con toda tranquilidad, que si quería él se marchaba un rato. No hizo falta ella inspeccionó por encima las habitaciones. El apartamento tenía más metros que su casa, ya conforme y tranquila, hizo un gesto de asentimiento y le dijo:
- bueno pues adelante, tenemos algo menos de dos horas.
- Vale pues si esta todo de tu gusto a partir de ahora ya empieza la sesión como hemos quedado.
Su voz cambió ligeramente de todo para hacerse más autoritaria ella que seguía de pie en el salón, sin haberse movido nada sintió un escalofrío de placer.
- A partir de ahora eres una puta perra para mí. Y yo soy tu amo. ¿Comprendes?
- Si, claro.
Se acercó a ella y le dio un azote brutal en la nalga derecha, que la movió del sitio, dolió pero también le gustó, mientras pensaba si no se habría equivocado.
- Perdón si, mi amo.
A partir de ese momento ella fue una madeja en manos de aquel hombre que la dominó por completo. Se puso los tacones altos y se desnudó por entero, paseó por todo el piso atada con un collar y una correa, los azotes le iban al culo casi sin saberlo, y llegó un momento en que los esperaba para demostrarle que efectivamente ella era la mejor de las esclavas que pudiera haber conocido. Juan se mostró comedido en el lenguaje pero la humillaba cuando podía, y le asaeteaba con frases de comparación con otras sumisas a ella el orgullo le podía, si su amiga Luisa lo hacía ella tenía que hacerlo mejor aún.
Desnuda se arrastró por el salón, mientras le azotaba con el látigo de tiras de cuero el trasero y la espalda, luego estuvo a cuatro patas, y lo tuvo que pasear por medio apartamento, mientras él le tiraba de unas pinzas con cadena que le había puesto en los pezones, el dolor se mezclaba con el placer, el frio con el calor y se dio cuenta de que aquello era un placentero infierno en el que empezaba a disfrutar, el era un maestro y mientras le hablaba y la embriagaba de su colonia, la llevaba a las cimas del orgasmo sin llegar a disfrutarlo, una y otra vez, y no había tenido siquiera una penetración, porque él se mantenía en pantalón y camisa aún.
Ella estaba caliente y cachonda como hacía tiempo que no se había sentido, el le puso la mano en el coño y se lo palpó notando sus jugos, y volvió a darle una somanta de azotes que a ella le causaban tanto dolor como placer.
Luego la puso de pie en medio del salón, se bajó los pantalones y se quitó los slips, su herramienta no era monstruosa de larga, pero era extremadamente ancha y venosa, se veía congestionada, y ella se arrastro inmediatamente hacia ella como atraída por un imán y se puso a comérsela con fruición ensalivando bien cada centímetro, resbalando su lengua por los alrededores de su ano, mientras el sonreía con la cadena del collar sujeta firmemente y repitiéndole dulcemente que era una esclava perra, que lo hacía muy bien, mejor que nadie, que le gustaba.
Ella estaba como en trance, sentía cada pulgada de su cuerpo, cada poro era un volcán de sensaciones que erupcionaba en cada instante, bien fuera por una caricia, como por un latigazo. En un momento en el que tenía toda la verga de Juan metida en la boca, sintió como se le tensaba el cuerpo y le llegaba imparable, desde las entrañas un orgasmo brutal, trató de no hacerlo demasiado patente para que no le notase el que le gustaba el castigo, pero era imposible de detener, la sensibilidad estaba ya a flor de piel y se dejó abandonar un poco mientras gritaba con aquella polla descomunal en la boca que casi le desencajaba las mandíbulas.
Los gritos ahogados se convirtieron en música para él, que redobló sus esfuerzos por correrse en aquella boca tan apetecible, mientras veía como le bamboleaban los pechos en cada embestida.
La sesión estaba resultando fantástica, ella ya no sentía más que placer, y él estaba disfrutando de tener a una mujer madura sometida de aquella manera, había sabido tocar los resortes eróticos que la habían convertido en una verdadera puta, que tan solo buscaba ya satisfacerse y satisfacerlo a él.
Pasados unos minutos de su estruendoso orgasmo, y viendo que no se corría su amo, saco su boca de aquella verga y mirándole suplicante le dijo
- Amo, por favor córrete en mí, en mis pechos, en mi boca, donde quieras, soy toda tuya.
- Espera puta esclava, todavía queda tiempo para una última satisfacción, quiero que te tiendas boca arriba en el suelo.
- Si mi amo y señor.
Así lo hizo, dejando que su espalda caliente de los azotes y latigazos recibidos tuviese el contacto del frío suelo que la consoló mucho y calmó su escozor. En ese momento su amo le dijo,
- Ábrete de piernas puta. Y prepara tu boca para recibir mi lluvia dorada.
Ella se quedó un poco cortada pensando que eso ya no se lo iba a hacer, pero como iba caliente a más no poder, no solo le dijo que sí sino que abrió su boca y le pidió que también se la echara en la boca y que si quería se la tragaría.
Tanta aceptación por parte de la sumisa a al que tenía en ese momento en el suelo, enrojecida por los azotes, pidiendo suplicante que la meara encima y en su boca, pudo más que nada sobre el amo, que se abandonó también a una larga y cálida micción sobre aquel cuerpo que cada vez le gustaba más, y le dejó que probase su sabor, para inmediatamente que acabó de miccionar, subirse encima de ella, y meterle la polla hasta donde pudo, porque la corrida se acercaba a velocidad vertiginosa.
Un espasmo le recorrió la columna y se sintió morir encima de aquella mujer hermosa pese a sus años y que le había atrapado en esa sesión de dominación en la que ya no estaba seguro si el que había sentido más placer era él o ella.
Mientras se estaba corriendo dentro de ella, todavía tuvo Sonia fuerzas para sentir el último orgasmo, sintiendo como la gruesa verga le ampliaba la entrada de su vagina, hasta sentir dolor y placer otra vez al mismo tiempo.
- Que puta soy le susurró al oído a su amo, mientras ambos se abrazaban y se mezclaban con todos los jugos y fluidos corporales a su alrededor.
Una vez terminado, y con las pertinentes duchas de ambos, pareció establecerse un pacto de silencio. Solo se rompió cuando él se acercó a ella mientras se vestía para salir a la calle de nuevo y abrazándola por detrás le dijo:
- Ha sido fantástico, de verdad que hacía mucho tiempo que no sentía tanto en una sesión, te ruego que me dejes que repitamos en cuanto encuentre un hueco.
Ella se sintió como una diosa, sonrió un poco para él y mucho para sí, y le contestó:
- No va a ser fácil tengo que encontrar excusas para faltar de i casa, pero te reconozco que a mí también me ha gustado.
- Pues por eso, toma esta pequeña gratificación adicional, me sentiré muy halagado si me la aceptas. – dijo mientras blandía dos billetes de 50 euros en su mano derecha –
- No, ya teníamos aceptado y pactado un precio, esto no sé si sería aceptable.
- Esto es entre tú y yo, por lo bien que hemos conectado. La agencia no tiene nada que ver, ni yo se lo voy a decir, ni tu tampoco.
- Si es así, te lo acepto a ti directamente, amo Juan.
El se sintió como se ponía duro de nuevo, ella se percató del movimiento que se desarrollaba bajo aquel pantalón holgado, y bajando su mano derecha lo acarició diciéndole:
- Si mi amo lo desea, aún quedan cinco minutos para una mamada.
Sonia sonreía interiormente. 350 euros en poco más de dos horas, este sistema de ganar dinero si que le convencía, y al fin de cuentas tan solo había tenido que pasar por un ratillo que encima le había gustado. Y encima se sentía pletórica, deseada y bien follada.
Y así cerraron aquella tarde, primera tarde gloriosa, que no sería la única.