Iniciacion en el tren

Un adolescente se encuentra con un joven que le inicia en sus deseos y temores.

El tren se preparaba para atravesar la frontera francesa. La mayor parte de los pasajeros hablaban alemán y algunos salían de sus compartimentos para ver el cruce fronterizo en el que los aduaneros franceses, con sus gorras kepis, sustituirían a los impecables alemanes de gorras de plato… Los campos eran igualmente verdes en esa frontera alsaciana, en donde tantas veces unos y otros se habían enfrentado para poseer esa región

Rober tiene dieciséis años. Delgado, espigado y de cara un poco alargada, ha llegado a su madurez física hace bien poco. Un ligero vello le recubre los brazos y empieza a afeitarse desde hace un par de años. Es su primer viaje largo en solitario y está nervioso como un principiante. Pronto llegará a Paris a casa de sus tíos, fin de vacaciones, de la libertad que está gozando

Metido en sus pensamientos, casi no se da cuenta de que un hombre joven se le acerca y le pregunta en francés torpe si esa es ya la frontera francesa. El hombre es moreno, de complexión fuerte, ojos chispeantes de color ámbar y tiene una sonrisa llena de seguridad, de aplomo y de franqueza .Lleva una camisa entreabierta que deja ver su pecho fuerte y moreno. Titubea. Hace tiempo que vine dándose cuenta de que mira más de lo que quisiera a las personas de su mismo sexo y le asusta. Procura evitarlo y no sabe bien como manejar la situación. Siente el rubor en las mejillas y la voz un tanto temblorosa. Los ojos se le turban.

Me llamo Mejmet y soy de Ankara, le dice el otro ¿y tu?... Nueva turbación de Rober. No sabe ni siquiera si contestar la verdad. Sin embargo, se apoya en sus pies y le responde mirando los ojos grandes y turbadores de su interlocutor: soy español y voy a Paris ¿y tu? También yo ¿viajas solo? Así es, es mi primer viaje solo, voy a visitar a unos tíos y vengo de casa de mi hermana

El turco mira los campos de trigo dorado que el tren va atravesando con velocidad. Luego le sonríe de nuevo y tocando casi imperceptiblemente el vello dorado del brazo de Rober le dice, mira, el trigo es así de tu mismo color.

Rober se estremece. EL tacto del turco le produce una sacudida y siente un temblor en las piernas y una sensación de placer unida a un miedo profundo. No acierta a contestar. Pero Mejmet no se corta y él vuelve a sonreír. Parece que has tomado el sol, pues tus ojos son muy claros ¿verdad?... El muchacho traga saliva tratando de mantener una expresión normal. Sí, he tomado el sol en al piscina en Alemania, aunque poco pues ha llovido bastante. Toma coraje y le pregunta y tu ¿siempre eres así de moreno? Jaja, si, aunque he tomado el sol y hay partes en que soy más claro.

Rober no sabe que hacer. Se siente contento y a gusto y al tiempo acorralado por el joven turco… El parece notarlo y le pone una mano en el hombro. Eres tímido, es normal a tu edad, además viajar solo siempre es difícil. Estas palabra dichas así, tan naturalmente, producen tranquilidad en Rober, siente la mano en su hombro y quiere que no lo quite nunca. Hace acopio de valor y le da una palmada en la espalda al otro. ¡Vaya! Eres un tío simpático. Nunca había conocido a nadie de tu país… Mejmet sonríe. Creo que te gustaría viajar por mi país, Si un día te animas te voy dar mi teléfono par que me llames ¿Quieres? Claro, lo mismo te digo si vienes algún día por España, le dice más por cortesía que por verdad. No se imagina que dirían sus padres si le ven aparecer con un hombre diez o doce años mayor que él…Está lleno de prejuicios, que no sabe todavía si son propios o de los demás… El turco ve a su interlocutor pensativo y le da una palmada cariñosa en la espalda, mientras le dice ¿Quieres venir a mi compartimento? Podemos charlar un rato mientras terminamos de cruzar la frontera…Vamos, murmura el muchacho, como si fuera al lugar más peligroso de la tierra y también al más atractivo que pueda jamás existir.

Atraviesan el pasillo del vagón y cruzan al siguiente. El turco está instalado solo y una gruesa maleta cuelga del maletero, arriba, llena de marcas que indican mucho trajín. Se sienta, mientras Mejmet cierra la puerta corredera y se deja caer después a su lado. Rober siente la cercanía de su compañero y la rodilla que se pega a su pierna, dejada caer sin darle importancia. Siente una sensación poderosa en las piernas y algo que empieza a pedir más espacio en su interior. Mira a Mejmet con inocencia y este le devuelve un cumplido. Tienes unos ojos muy bonitos, verdes me parece ¿no es cierto? Pues… si creo que si. Los tuyos también son bonitos, hacen juego son tu piel. Se da cuenta que se está metiendo en un lío, pero no tiene remedio ya. Su compañero le sonríe de nuevo, mientras le pone la mano en la pierna sin importancia. Así que te gusta la natación… Yo casi no sé nadar, mi deporte favorito es correr, lo hago casi a diario incluso en la ciudad. Desarrolla el cuerpo uniformemente ¿sabes? Rober siente la mano caliente de su compañero sobre su pierna. Está decidido a lanzarse a una aventura de consecuencias imprevisibles. Deja caer la mano sobre la pierna del joven y le dice. Si. Se te ve fuerte, mientras le toca la musculatura del muslo. El turco sonríe. Le mira profundamente a los ojos. SU camisa está ligeramente abierta y deja aparecer un vello dorado y profuso. Siente los ojos de Rober en su pecho y le dice como lo más normal del mundo, soy un poco velludo, tu en cambio no. Y le pasa la mano por el pecho, provocando en Rober un mar de sensaciones y una fuerte erección que trata de disimular como puede. El turco sonríe de nuevo, observando la ansiedad de su joven amigo. Le pasa la mano por el hombro, mientras trata de tranquilizarlo mirandole con afecto. Parece que nunca hubieras tocado a nadie, estás temblando. Lo abraza ahora y Rober no se resiste. Se deja abrazar y lentamente pone sus manos en la espalda del joven turco mientras su cara se apoya en el pecho, sintiendo la caricia de sus vellos en la cara casi imberbe y una sensación de delicia y de plenitud, mezclada con la gratitud de sentirse en los brazos de un hombre, algo que hasta ahora no ha vivido jamás.

El tren traquetea en tierras de Francia, la luz se ha ido soslayando y todavía no se han encendido las del vagón, Rober no quiere que el tiempo pase. Siente las manos de Mejmet acariciando le la espalda y pasando por la nuca, revolviéndole el pelo. Su aliento cercano. Deja que su cara se acerque más al pecho y con su mano derecha acaricia el vello de su amigo, dejando que la mano entre a través de la camisa. Está tan excitado que teme venirse ahí mismo, algo que le pasa con frecuencia cuando se excita. Respira, le dijo un amigo, siempre que te vaya a pasar. Y eso hace mientras siente que las manos de Mejmet se abren paso a través de su camiseta, buscando la piel, la piel suave que devuelve a las manos el contacto y la caricia, mientras los cuerpos se van entrelazando y las manos del muchacho buscan el pecho de us amigo, recorriendo su vientre, deteniendose en el ombligo, buscando las tetillas pequeñas y rugosas, tiesas y devuelve con pasión una caricia con otra…Ha perdido casi el miedo. Ni siquiera piensa que pasaría si la puerta se abriese de repente. El turco, le toma la cara con las manos, acariciándole las orejas y posa sus labios en los de Rober, dándole pequeños besos en las comisuras, hasta que la lengua se abre paso y toma la suya. Rober ya no puede más y se entrega totalmente. Caen sobre los asientos en un abrazo que parece ya un torbellino de caricias. Siente el sexo duro de Mejmet apretando el suyo y trata de alejarse para no ceder al orgasmo prematuro. EL turco le quita la camisa y se despoja de la suya en un gesto brusco y masculino. La musculatura fuerte y la piel obscura del turco contrastan con la de Rober, longilinea, delicada. Un espeso manojo de vellos obscuros sale de las axilas. Se arma de nuevo coraje mientras su compañero cierra el pestillo de la puerta corredera y le quita el pantalón, dejándolo con su calzoncillo medio mojado, que no tarda en ser retirado, dejando su pene enhiesto y al aire. Mejmet le mira con dulzura y tomando el joven pájaro con sus manos acerca la boca y lo engulle con suavidad mientras le acaricia debajo de las axilas. Rober le mira suplicante, pero solo consigue que su compañero le pase las manos por entre las piernas tocando su zona más intima con decisión.

Ahora el turco se ha quitado el pantalón y deja ver una formidable herramienta en alza. Una espesa mata de pelo se transparenta rodeando el miembro y sus bolas. Le pide que le quite el calzoncillo lo que Rober hace con presteza y antes de que se lo pida acerca la boca a la obscura pieza de oriente que cabecea con energía y la lame con delicia, sorbiendo las gotas transparentes que ha visto y que le saben dulces como la miel que de niño tomaba con el pan.

Mejmet se coloca de forma a poder tomar de nuevo el blanco y suave pene de Rober y lo lame hasta que este no hace hay más esfuerzo y se viene a borbotones en su boca mientras se estremece de placer entre suspiros. Es la primera vez que toma de su propia leche dada por la boca del hombre.

Se miran ahora. Las manos del turco se posan sobre las nalgas del muchacho, acariciándolas con suavidad y buscando la intimidad. Rober suspira. Esto es lo que siempre había deseado y temido, desde que en el colegio miraba furtivamente a sus compañeritos con susto y deseo. Busca la boca de Mejmet y se funden en un nuevo beso mientras siente que esto es el principio de algo nuevo.