Iniciación al exhibicionismo (03)

Continúo mis avances en el exhibicionismo y las aventuras cada vez son mas atrevidas.

MI INICIO AL EXHIBICIONISMO ( 03 )

Continúo con mi relato. Este es el tercero y se adentra un paso más en mi evolución al exhibicionismo total.

Mi siguiente paso en el mundo de la exhibición lo di estando de vacaciones en una ciudad de la costa donde la gente paseaba por las calles en bañador, en pantalón corto, en camiseta, en toalla. Era de lo más variado e informal. Viendo esto decidí pasearme por las calles vestido sólo con una camiseta blanca sin nada debajo. Andaba y notaba como mi pene y mis huevos se balanceaban libres de toda atadura. Era una sensación maravillosa y excitante. A veces la tela de la camiseta se metía en la rajita de mi culo. Cuando esto sucedía, si detrás de mí venían mujeres caminaba así ya que al meterse así la tela, mi camiseta se alzaba un poco más y dejaba ver más que el inicio de mis nalgas. En cambio si eran hombres me la sacaba inmediatamente. Este juego me encantaba por los comentarios que oía a las mujeres.

En un banco estaban dos muchachas sentadas hablando entre ellas. Me acerqué y apoyé mi pie derecho encima del banco lateralmente a ellas dejando ver mis genitales. Una de ellas se fijó en ello y se lo dijo a la otra que volvió también la cabeza hacia mí para mirarme. Dejaron de hablar y sólo observaban mi entrepierna. Flexioné mi rodilla y comencé a atarme los cordones de mis zapatillas. Ellas miraban como hipnotizadas y mi pene comenzó a crecer y a endurecerse. Se miraban entre sí y volvían a posar su vista en mis partes íntimas que se mostraban casi en su totalidad ante sus ojos. Me recreé un buen rato ya que luego hice lo mismo con mi pie izquierdo. Cuando me erguí tuve que taparme con la bolsa que llevaba colgada al hombro porque mi pene estaba tan erecto que levantaba mi camiseta. Las jóvenes rieron con ganas al verlo así. Me alejé notando que sus miradas me seguían. Me había excitado mucho esta situación y tuvo que pasar un buen rato para que mi pene recuperase su flacidez.

Me resulta muy difícil explicar con palabras la ola de placer que me recorrió mientras esas dos chicas me observaban. Sólo sé que me excité sobremanera y que era una sensación maravillosa.

Seguí mi camino y cuando adelantaba a alguna mujer o algunas mujeres, hacía que subía mi bolsa por resbalar por mi hombro y al hacerlo procuraba enganchar mi camiseta para alzarla un poco más y dejar al descubierto toda mi nalga izquierda. Aminoraba la marcha e incluso me paraba después de un rato para que ellas me adelantaran y así poder ver sus reacciones. Casi todas las que me vieron así, al adelantarme volvieron sus cabezas para mirarme. Algunas se paraban y no me pasaban para seguir observándome. Otras al pasarme y volverse a mirar las obsequiaba con la aparición de parte de mi pene ya que me levantaba un poco la camiseta por delante.

Recuerdo a tres muchachas. Venían detrás de mí desde hacía mucho rato. Las escuchaba claramente sus comentarios.

--¡Qué nalguita más guay del Paraguay!.—decía una.

--No lleva nada debajo.—comentaba otra.

--Puede que lleva una tanga.—hablaba la tercera.

El oírlas me excitaba y mi verga lo estaba pagando ya que comenzaba a crecer y endurecerse. Disminuí mi marcha y las chicas al llegar a mi lado me miraron a la cara. Una de ellas rozó mi nalga al taparla con mi camiseta. Mi miembro estaba en su máxima dureza y ellas lo vieron al posar sus miradas allí y ver mi camiseta levantada por el bulto que había debajo. Se quedaron observando y una de ellas me dio un golpe a mi polla hacia abajo. Al subir se salió por fuera de la camiseta volviendo después de vibrar un rato a su posición horizontal. Quedó a su vista en todo su poderío. Ellas se llevaron sus manos a la boca.

--¡Qué polla tan rica!.—exclamó una.

--¡Esa delicia está súper dura!.—dijo otra.

--¡Me la tragaría toda!.—gritó la otra.

Ante esto mi verga se endureció aún más. Fueron unos segundos los que estuvo al aire ante sus miradas, pero ellas se excitaron mucho. Me la tapé y puse mi bolsa sobre ella para encubrir tan terrible erección. Las chicas reían nerviosas, pero con ganas. Yo estaba excitadísimo y el hormigueo que recorría todo mi cuerpo se situó en mi pene y en mis huevos con tanta fuerza que unas gotas comenzaron a surgir de la punta. Tuve que buscar unos lavabos y allí me masturbé para dar salida a tanta presión de semen que estaba acumulada en la punta de mi capullo. No tuve que tocarme casi nada porque cuando me agarré mi pene y eché la piel hacia atrás comenzaron a salir chorros de semen al explotar todo el placer que tenía acumulado en mi interior. Fue una corrida memorable y muy linda. Cuando solté toda mi leche aún permanecía en mi cuerpo ese hormigueo y cosquilleo. Me había dado un placer enorme esta experiencia. Me limpié bien y salí para continuar mi particular espectáculo.

Me senté en la mesa de una terraza para tomar una cerveza y para calmarme un poco. Bebiendo y fumando logré calmarme. Vi que más de una mujer que pasaba por la acera se quedaba mirando mi entrepierna. Me miré y vi que la camiseta se había subido un poco más de la cuenta al sentarme y dejaba ver parte de mi capullo. No hice nada por atarlo. Mientras ellas miraban mi glande yo las miraba a sus ojos. Sonreían. Dos mujeres ya maduras se pararon frente a mí y se pusieron a charlar pero sin dejar de mirar de vez en cuando para mí. Como vi que las gustaba, me subí un poco más la camiseta y les mostré todos mis atributos. Durante un buen rato me observaron en silencio y luego se marcharon. Me tapé.

Camino del hotel y notando como colgaban mis huevos y como se balanceaba mi pene a cada paso que daba, observé un banco ocupado por tres mujeres. Me acerqué a ese lado de la acera para procurar pasar muy próximo a sus cabezas. Al pasar tan cerca mi miembro se erecta un poco más y mueve la camiseta. Ellas lo vieron y me miraron con picardía.

Me encontré un túnel que tenía unas escaleras muy empinadas. Al observar que iban a subir unas chicas comencé a bajar las escaleras. Me miraban por debajo de la camiseta. Reían y comentaban algo. Ya abajo esperaba a otras muchachas y subía tres escalones delante de ellas. No las veía mirarme pero si como decían:

--Mira, a ese se le ve el culo. No lleva nada debajo de la camiseta.

Al oírlo mi cuerpo temblaba de placer. Una vez arriba, ellas me miraban a la cara sonriendo. Lo repetí unas cuantas veces y con tan buenos resultados que tuve que sentarme a esperar a que bajara mi calentura. Me encontraba en la gloria del placer. Nunca había disfrutado tanto exhibiéndome. Mi cuerpo era puro placer y creía que con un simple roce explotaría. Esperé a serenarme del todo para continuar.

Subían unas muchachas y me aproximé al borde de las escaleras esperando y observándolas de reojo. Subían mirando hacia arriba y me vieron. Sus miradas no se apartaron de mi entrepierna hasta que ya no pudieron ver más.

Dos muchachas se pararon abajo del túnel a charlar. Cuando alzaron su vista y me vieron subieron unos escalones más y volvieron a pararse. Sus miradas parecían comerme y yo las sentía por debajo de mi camiseta. Me di la vuelta para mostrarlas mi trasero. Me volví de nuevo. Allí estaban ellas mirándome descaradamente. Tuve que darme la vuelta de golpe y taparme con la bolsa al ver como mi verga levantaba la camiseta. Las risas de ellas llegaron a mis oídos. Estaba de espadas. Pasado un rato subieron y una dijo:

--Tienes una polla para comérsela y un culito rico, muy rico....

Al decir esto noté su mano sobarme mi culo por debajo de la camiseta mientras la otra chica hacía lo mismo con mi pene. Se marcharon riendo y yo conteniéndome para no eyacular. De aquí me fui directo al hotel donde me di una ducha de agua fría para bajar el calentón.

Por la tarde me decidí a ir a una pequeña cala para tomar el sol. Vestía solo mi camiseta blanca. Cogí el autobús. Éste iba lleno de gente y nos aplastábamos unos contra otros. Iba de pie agarrado a una barra vertical ya que si me agarraba a la barra que había por encima de mi cabeza se alzaría mi camiseta.

De frente a mí iban sentadas tres muchachas. Estaba bastante pegado a ellas porque la gente empujaba. Mi paquete quedaba a la altura de sus cabezas y cada vez que alguien pasaba hacia atrás me echaba contra ellas. Algunas veces la tela de mi prenda rozaba sus caras. Pero lo malo o lo bueno, según se mire, era que cada vez tenía más dificultades en recuperar mi posición y alejarme un poco de ellas.

Las chicas debieron advertir algo porque no dejaban de mirar mi paquete. Una de las veces que me empujaron mi camiseta se subió un poco y mis genitales quedaron algo descubiertos y a escasos centímetros de sus caras. Cuando me eché hacia atrás como pude me lo bajé. Las muchachas me miraron a la cara. Rehuí sus miradas.

De pronto noté una mano que se posó en mi culo por encima de mi ropa. Di tal respingo que mi sexo chocó contra la cara de una de ellas.

--Perdón.—me disculpé todo sonrojado.—me han empujado.

--No tiene importancia.—me respondió tan sonrojada como lo debía de estar yo.

Me eché hacia atrás e intenté ver quien me tocaba. No lo logré. Pero esa mano no se apartaba de mi culo. Ahora empezó a acariciármelo. Llegó un momento que su dueño o dueña la metió por debajo de mi camiseta. Ahora sí me sobaba las nalgas y con un dedo recorría mi rajita profundizando un poco en ella. Me la recorría de arriba abajo y cuando bajaba lo hacía presionando tanto que pasó rozando mi ano. Al sentirlo ahí, mi pene se erectó y levantó la tela de la camiseta.

Las muchachas que estaban sentadas sonreían y otras de mi lado también. Ese dedo no paraba y hurgaba en mi agujero. Abrí un poco las piernas llevado por no sé que impulso y noté como su yema quería entrar en mi interior. A estas alturas mi verga estaba totalmente erecta y horizontal. Lo que la hacía invisible a esas miradas era mi ropa; pero no ocurría lo mismo con mis testículos, pues al levantar mi miembro la tela quedaban al aire totalmente descubiertos a la mirada de esas tres muchachas sentadas. Éstas disfrutaban de lo lindo y sus caras eran de glotonas y golosas.

De repente sentí como esa mano ayudada por otra, tiraba de mi camiseta hacia atrás y arriba. Me la estaba subiendo. Mis huevos ya estaban al aire. Les tenía rasurados, sin un solo pelo como todo mi cuerpo. Seguía subiendo hasta que de golpe mi polla quedó al aire balanceándose arriba y abajo hasta pararse en posición horizontal. Estaba descapullada y resaltaba el rosado y terso glande. Las muchachas parecían emocionadas.

--¡Qué belleza!.—exclamaba una acercando su cara.

--¡Qué rica se ve!.—comentaba otra besando la puntita con sus labios.

--¡Déjamela a mí!—protestó la tercera.—Este bombón me lo como yo.

Apartó a su amiga y acercándose se introdujo mi glande en su boca. Las manos de atrás empujaron mi culo hacia delante y lograron que toda mi verga entrara en esa boca que se la quería comer.

La gente de mi alrededor no decía nada, sólo observaban. Mi verga entraba y salía de esa boca una y otra vez. Me la chupaba como si fuese un helado. Mi camiseta estaba a la altura de mi pecho y más de una mano me sobaba por todas partes.

Mi cuerpo se estremecía de placer. Mi polla pasaba a otra boca más húmeda y caliente que la engullía con ansia hasta lo más profundo de su garganta. Una de las chicas sobaba mis huevos con sus manos.

Abrieron mis piernas un poco más por detrás y esas manos que me acariciaban comenzaron a tirar de mis nalgas hasta abrírmelas a tope. Estaba a la espera de sentir ese dedo hurgar en mi agujero, pero ese momento no llegaba o por lo menos el que no llegaba era ese dedo porque de pronto se frotó contra mi rajita algo carnoso y duro. No era un dedo, era una polla. Eché mis caderas hacia delante tan violentamente para alejarme de ese miembro erecto que al hacerlo provoqué que mi pene entrar más profundamente en esa boca que lo engullía y casi ahogué a su dueña. Lo sacó y tuvo una arcadas y toses, pero le duraron poco y volvió a tragárselo con más ansias que antes. Chupaba como una loca.

Esa polla no desistía y volvió a pasarse por toda mi raja. Cuando llegó a mi ano, su punta se colocó a la entrada y presionó un poco. Noté como entraba un poco. Me produjo placer. Nunca antes me habían puesto una polla en mi culo y menos intentado penetrarme. Nunca había pensado en ello. No podía decir que me disgustase.

Todo volvió a la normalidad al detenerse el autobús. Esa polla desapareció, esa boca sacó mi pene y me bajaron la camiseta. Ésta seguía levantada por delante debido a mi erección.

Se bajó casi todo el mundo. Aproveché para irme hacia atrás con mi bolsa ocultando mi calentura. Me senté al final del autobús. Mirando por la ventanilla vi como me la saludaban las muchachas que momentos antes se habían estado comiendo mi pene. Les devolví el saludo. Escrutaba a los demás tratando de averiguar quien era el dueño o la dueña de esa mano y ese dedo, además de descubrir al dueño de esa verga que casi me penetra.

Estoy a punto de apartar mi vista cuando vi a una chica que se llevaba un dedo a su boca y lo chupaba mirándome fijamente. Seguro que ella era la dueña de esa mano y ese dedo que jugaron con mi culito. Este descubrimiento me reconfortó mucho. Pero aún no sabía quien quiso penetrarme. No tardé mucho en averiguarlo para sorpresa mía porque esa chica se alzó un poco su falda y descubrió un pene duro colgando entre sus piernas. Quedé alucinado al ver el aparato que tenía una muchacha poseedora de unas tetas enormes. No sabía como tomarme lo que acababa de sucederme.

Continué mi viaje y llegué a mi parada sin ninguna novedad. Tomé un sendero y me dirigí a la pequeña cala. Ya en lo alto de la pequeña colina vi a bajo esa pequeña playa. No había tanta gente como yo pensaba que habría. No era un lugar nudista, pero se toleraba que alguien se desnudase. Tenía pensado hacerlo. No me producía ni morbo ni placer desnudarme en una playa nudista donde todo el mundo va en cueros. Lo que me excitaba era estar rodeado de gente vestida y yo desnudo mostrándome a ellos.

Antes de descender, saqué de mi bolsa un pantalón corto deportivo y un tanga y me vestí con ellos. Hecho esto descendí hasta la cala. Una vez allí busqué un lugar cerca de unas muchachas. Coloqué mi toalla casi en medio de ellas. Tomaban el sol en bikini. Veo pocos hombres y todos en bañador. Pasando mi mirada alrededor, vi que nadie estaba desnudo.

Me despojé de mi calzado y me quité la camiseta. Saqué un bañador blanco ajustado tipo malla. Al tenerlo en mis manos más de una chica lo vio y se quedó mirándome. Unas disimuladamente y otras con descaro. Me retiré los pantalones y los guardé en la bolsa. Todas las miradas estaban clavadas en mi tanga y mis nalgas al aire. Despacio, muy despacio me bajé el tanga hasta sacármelo del todo. Mi pene quedó al aire. No estaba erecto pero tampoco flácido. Con lentos movimientos me puse el bañador y me lo ajusté bien hasta dejar traslucir mis atributos debido a la blancura de su tejido. Las chicas no perdían detalle de nada. Se quedaron atónitas al verme desnudar. Otras personas de los alrededores también me observaron. Nadie dijo nada ni a favor ni en contra de mi exhibicionismo. Realmente eran tolerantes. Me encaminé al agua para darme un chapuzón ante sus insistentes miradas.

Una vez en el agua y cuando me llegaba al pecho, me quité mi bañador. Me encantaba estar desnudo con gente a mi alrededor que no sabía que lo estaba. Estrujé mi bañador en mi mano derecha y cerré el puño. Noté como el agua acariciaba mis genitales y se metía por mi rajita. Me abrí las nalgas y noté ese fresco líquido entrar en mi ano. Era una sensación maravillosa. Mi pene se endureció más y eché la piel hacia atrás para que mi sensible glande disfrute de ese frescor.

De pronto emergió a mi lado una muchacha. Mi miró levemente a los ojos y se alejó. Llevaba puestas unas gafas de buceo. Se acercó a otras tres chicas. Hablaban y me miraban. La joven de las gafas se las dio a otra y ésta se sumergió. La vi dando vueltas a mi alrededor y pararse frente a mí. El agua, aunque no era del todo cristalina, me dejaba verla y si alguien se pusiera a mi lado podría ver que estaba desnudo.

Las otras dos muchachas hicieron lo mismo que ésta cuando les pasaron las gafas. Luego juegan a empujarse y tirarse agua. Una joven chocó conmigo de espaldas. Al hacerlo empinó su culo y lo restregó contra mi paquete. Me sorprendió al no sentir el roce de la tela de su bañador y en cambio sentir la piel de su culo. Miré hacia abajo y observé que lo tenía bajado. Siguió frotando su desnudo trasero contra mí. La agarré de las caderas y la atraje hacia mí metiendo mi polla entre sus muslos. Al sentirlo, se soltó y se alejó a toda prisa dando grititos.

Fingí salir del agua y ellas posaron sus miradas en mí. Cuando ya el agua dejaba ver el nacimiento de mi culo me volví hacia atrás. Ellas salieron del aguay se sentaron en la orilla a observarme. Como pude me puse el bañador y esperé un momento a que mi pene se relajase. Más tarde empecé a salir. Sus caras no pudieron disimular su sorpresa al verme el bañador puesto. Seguro que se estaban preguntando de donde lo había sacado.

Me fui a mi toalla y me tumbé en ella. Cuando mi cuerpo estaba seco, me levanté y me unté bronceador por todo el cuerpo. Volví a tumbarme. Arqueé mi cuerpo para bajarme el bañador de mi culo que estaba en contacto con la toalla. Por delante haciendo dobleces lo bajé hasta dejar al aire mis rasuradas ingles y llegar a la base de mi pene. Ahora mi bañador era un fino hilo dental por la poca piel que tapaba de mi cuerpo. La gente no paraba de mirarme y sobre todo mis partes.

Pasado un buen ato, me di la vuelta pero antes de hacerlo me quité el bañador. Me puse boca abajo acomodando mis genitales hacia abajo entre mis muslos para no aplastarlos contra el suelo. Abrí mis piernas. Seguro que quien estuviera a mi lado y sobre todo detrás de mí podría verlos muy bien. Cerré los ojos. Podía escuchar los comentarios de las chicas y como reían. No me inmuté y permanecí en esta postura mucho tiempo. Estaba disfrutando tanto que, ya perdido mi pudor y mis miedos iniciales, me dí la vuelta. Mi verga medio erecta quedó apoyada en mi abdomen y mis huevos colgando entre mis semi flexionadas piernas. Ahora sí las muchachas me comían con sus miradas y con sus comentarios más atrevidos. Mi placer iba en aumento y mi erección también.

Cuando pude inhibirme de todo logré que mi erección bajase y aproveché para levantarme y desnudo como estaba darme un baño. Nadé con ganas. Según salía del agua descubrí mi capullo y con el al aire me fui a mi sitio. Me quedé de pie para que los rayos solares me secara y también para que pudieran verme bien. Todas las miradas de mi alrededor se centraban en mí. Las chicas no quitaban sus ojos de mi pene. Me puse a pasear por la cala de un extremo a otro. Quería disimular mi excitación por tantas miradas y lo conseguía a duras penas. Mi miembro estaba duro pero no erecto. Disfrutaba de ese momento.

Pasadas dos horas, recogí mis cosas y sin vestirme emprendí la marcha. Mientras me alejaba esos ojos que no me habían dejado ni un momento, me siguieron. Ahora sí, mi verga comenzó a erectarse y yo ya sabía lo que hacer para bajarla los humos. Con mi bolsa al hombro comencé a subir la colina. Tenía que encontrar un lugar tranquilo donde poder darme una autosatisfacción.

Cuando creí encontrar el lugar adecuado me paré. A pocos metros del sendero había una especie de redondel de hierba rodeado por rocas que lo tapaban en parte pero que dejaban ver lo suficiente a algún espectador ocasional. No quería un lugar muy apartado porque me excitaba la posibilidad de que pudiesen verme. Éste era el ideal.

Dejé la bolsa en el suelo. Estaba ya tumbándome cuando por el rabillo del ojo vi con claridad como unas cuantas muchachas se escondían agachadas detrás de las rocas. Esta presencia hizo que un cosquilleo me subiera por los testículo hasta mi pene. En pie, como estaba, me agarré la polla una mano y ensalivando dos dedos de la otra me embadurné mi capullo. Paseaba de un lado a otro sobando mi miembro y bajando y subiendo el prepucio una y otra vez. Vi a una pareja pararse a observarme. Con tanto espectador estaba en la gloria. Solté mi pene y paseé con él erecto.

Me tumbé en la hierba y comencé a tocarme mis partes abriendo mis piernas. Me tocaba muy despacio manoseando todo. Agarré mi verga muy fuerte y la meneé hasta que se puso aún más rígida e hinchada. Estaba dura como una roca; tanto que latía como otro corazón dándole vida propia. Cerré los ojos y la agité sintiendo un gusto tremendo. Me sentía tan bien que creía morir de placer.

Por mi mente pasaban los ojos de esas muchachas devorando mi cuerpo. Esas miradas cómplices y pícaras. Veía esa mano que manoseaba mis nalgas en el autobús, esas bocas que se tragaban mi pene, esos........Notaba mis partes ardiendo y mi mano sacudía miopía de arriba abajo en sacudidas violentas. Un escalofrío me recorría por completo y mi miembro palpitaba hinchándose y deshinchándose. Perdido todo control me pajeaba a un ritmo vertiginoso.

Abriendo mis ojos a medias y viendo más de una cabeza asomando en las rocas y devorándome con sus ojos y sus bocas abiertas que parecían babear, mi excitación aumentó hasta el límite. Notaba esa polla del autobús no en la entrada de mi culo sino penetrándome. Mi mano aún más furiosa aumentó la violencia del sube y baja y chocaba contra mis testículos de manera brutal. Al sentir esa verga entera dentro de mi culo mi pene comenzó a expulsar unas gotas de líquido. Mi cuerpo se retorcía entre sacudidas, espasmos y jadeos. Mi boca abierta gimiendo y mi espalda encorvada.

Era tan furiosa la masturbación que me estaba haciendo que perdí el control de todos mis sentidos. Mi mano seguía agitando mi pene sin compasión y mi mente se llenaba de fantasías vividas. Mi otra mano recorría todo mi cuerpo como una loca. Mis testículos estaban hinchados a rebosar y mi verga con una erección dolorosa....En ese momento llegó la explosión. Mis piernas se estiraron tensándose, mi culo se cerró y sus músculos le contraían. Mi pene soltó un impresionante chorrazo de leche. Mi mano se paró de golpe, pero inmediatamente reanudó las sacudidas mientras de mi miembro no dejaba de salir chorros y chorros de semen. Mi cabeza se movía de un lado a otro.

Poco a poco todo se iba calmando en mí y mi mano desacelera esa locura de sacudidas hasta llegar a pararse con las últimas gotas de líquido que soltó mi pene. Me quedé inmóvil aunque jadeante. Mi semen se había esparcido por todas partes. Mi cuerpo tenía restos. Me levanté ya más tranquilo y sacando mi toalla procedí a limpiarme. Mientras lo hacía vi como mis espectadores abandonaban sus posiciones y se alejaban. Más de una cabeza se volvía a mirarme con el asombro reflejado en su rostro. Mi pene aún erecto se fue relajando. Me limpié y me puse la camiseta y mis pantalones deportivos cortos. Ahora ya me quedé tranquilo y sosegado.

Subí al autobús para volver a la ciudad. Me senté. Mirando a mi alrededor vi a algunas chicas que habían visto mi masturbación. Me miraban. Alguna se la veía sofocada. La muchacha que estaba sentada frente a mí miraba mi entrepierna y sobre todo un lateral de mi pantalón que estaba ahuecado y por el que se podía ver mis genitales. Dio un codazo a su compañera y ninguna de las dos apartó su mirada de mis partes en todo el trayecto sin preocuparse de mirarme a la cara ni de que yo las viese mirarme. Con estas insistentes miradas lograron que mi pene fuera creciendo durante el camino para llegar al fin del mismo duro como una piedra, erecto y fuera de mi pantalón aplastándose contra mi muslo.

Esta rica tarde es de las que guardo como un tesoro. Todo fue excitación y al final una autosatisfacción antológica y monumental. Fue un triunfo completo para mis ansias de exhibicionismo. Yo, allí desnudo y todas las miradas centradas en mi desnudez. Sólo de pensarlo me emociono de tal manera que mi nenito se estremece y se endurece.