Iniciación al BDSM
Primera sesión BDSM
Sería la primera sesión "formal", cómo tú le decías.
Habían pasado 2 meses desde que me habías tomado cómo sumisa.
Estaba nerviosa, sentía que era la prueba de fuego. No tenía mucha experiencia en el BDSM, apenas unos meses probando por aquí y por allá. Tú llevabas más tiempo que yo, confiaba en que me guiarías bien.
Me pediste que llevara conjunto en negro y vestido formal negro. Tú también irías en mismo tono.
Nos fuimos por la noche a un motel alejado de la ciudad, tipo cabañas. "Así los demás no oirán cuándo grites", me dijiste.
Una vez que llegamos al motel, ordené todos tus implementos cómo me habías ordenado previamente.
Saqué de tu maleta un par de florentinos, una fusta, un inmovilizador tipo araña de cuero y cadenas, un par de pinzas para pezones, un ballgag, un par de guantes largos de cuero, un flogger con puntas de metal, una cadena y un collar.
Me llamaste a tus pies, frente a un espejo que había en el motel y me ordenaste que me pusiera de rodillas. Tomaste la cadena y el collar, que me pusiste alrededor del cuello.
-Mírate. De rodillas al lado mío. Siempre estarás así, en el suelo, de rodillas adorándome. ¿Eso querías? ¿Así querías estar PERRA?
-Si, Amo. Así quería estar.
-Lame mis zapatos -me ordenaste.
Me incliné y pasé mi lengua firmemente por tus zapatos. Podía sentir el sabor del cuero, de la pasta de zapatos, del polvo que se pegó al caminar al auto, tus pies bajo el cuero del zapato.
Tú no decías nada, pero sabía cuánto te gustaba eso, que pudieras sentir mi lengua en tus pies. Podría apostar en que ya tenías una erección.
Me jalaste del collar para que me mirara nuevamente frente al espejo.
-Mírate, mira lo PERRA que eres. Lamiendo zapatos en el suelo. ¿Te imaginaste alguna vez que estarías así?
-No, Amo. No lo imaginé.
-¿Cómo te sientes?
-Excitada y humillada, Amo.
-Ven PERRA.
Me tiraste del collar y me guiaste hacia la pared. No me lo habías dicho, pero suponía que debía avanzar de rodillas, en cuatro patas, cómo una PERRA.
-Párate. - Me dijiste.
Me guiaste para que quedara de cara a la pared y tú fuiste a buscar un juguete.
-¿Sabes por qué te elegí?
-No, Amo. No lo sé.
-Porque vi potencial en ti y supongo que eres merecedora de mí, de mi mano y que no vas a llorar al primer azote. ¿Será así?
-Si, Amo. Así será.
Yo estaba muy nerviosa. Por una parte quería disfrutar, también quería dar el ancho en todo esa noche. Mirando hacia la pared, con los brazos y piernas abiertas, no podía ver que juguetito sacaría.
-Entonces demuéstramelo PERRA.
Sentí las hebras de cuero de uno de los florentinos rozando mi culo. Me azotabas suavemente para ir preparando la zona, aumentando la velocidad de tanto en tanto.
Cada vez sentía más pesado al caer las tiras de cuero en mi culo y el sonido más seco.
Me azotabas firmemente, primero con uno, luego con los dos florentinos.
Yo solo podía gemir y sudar. Me gustaba tanto esa sensación, ese dolor en mi piel, el peso de los azotes, el sonido al rasgar el aire y luego impactando mi culo.
Luego sentía los azotes en mi espalda y ese dolor me agradó aún más.
Jugabas a azotarme doble. Dos en la espalda, dos en el culo, uno en espalda y otro en el culo.
Mi zorra ya estaba húmeda de tanto placer. Me preguntaba en ese momento si acaso había algo de malo en excitarme tanto a través del dolor...
Después de unos minutos, te detuviste y cambiaste el juguete.
Ahora sentía el mango de la fusta rozar entre mis piernas, capturando mi humedad.
-Mmmm, está mojadita la PERRA.
No me atrevía hablar, sólo lo miraba de reojo y gemia de placer.
Me azotaba suave y rápidamente la zorra con la fusta y luego a cada muslo interno. Siguió azotando mi culo. Ahora podía sentir un dolor más seco y definido. Más punzante en mi culo.
No sé cuántos minutos pasaron, estaba ebria de dolor y de placer. En mi culo y en mi espalda, entre mis piernas. Sentía mi piel caliente, ardiendo, rojiza. Un hilo de babas se deslizaba desde mi zorra por mis piernas. Contorneaba mi espalda de la mezcla perfecta entre placer y dolor. Placer y masoquismo.
Noté que te detuviste. Me dejaste descansar unos minutos. Me recosté contra la pared, aún en mi nube, tratando de volver.
-Muy bien, PERRA. ¿Quieres beber algo?
-Un vaso de agua, por favor Amo.
Bebí el agua y me senté sobre la cama.
-¿Quién te autorizó a sentarte?
-Nadie Amo, lo lamento.
-Puedes sentarte en el suelo, PERRA.
-Gracias Amo.
-Estoy cansado, necesito descansar un momento. Creo que no hiciste un buen trabajo con mis zapatos. Quiero que los limpies de nuevo, que queden brillantes.
Me dispuse a lamerlos nuevamente.
-No, con tu lengua no. Con tu zorra, PERRA.
En cuclillas y sin calzones, comencé a refregarme contra tus zapatos. Lentamente y luego más rápido. Me agradaba la sensación, me excitaba sentir el cuero en mi zorra, más porque sabía que eran tu pies, tus zapatos, porque me daba placer en ti y te gustaba. Me movía cómo si fuera un pico, contra tus zapatos y luego obtuve un largo y profundo orgasmo en tus zapatos.
Los miré y estaban mojadisimos con los jugos de mi zorra y procedí a lamerlos cómo una PERRA desesperada.
Tú me mirabas y gemías suavemente, controlando tu respiración.
Cuándo hube terminado de lamer tus zapatos, me pediste que encendiera un cigarrillo para ti. Me deslicé de rodillas a buscar un cigarrillo y un encendedor, lo puse en mi boca, lo encendí y te lo pasé.
Inhalaste una fumada y lo exhalaste sobre mi rostro.
-Eres mía, PERRA.
-Si, Amo. Lo soy.
-Arrodíllate bien, pon tus manos con las palmas hacia arriba y juntas, abre la boca, saca la lengua.
Yo hice todo cuánto me decía.
-Quédate así, PERRA.
Te fumabas lentamente el cigarrillo. Para mí sorpresa, acercaste tu cigarrillo a mi boca.
-Saca más la lengua, PERRA.
Botaste tus cenizas en mi lengua.
-Trágala.
La ceniza tenía un sabor casi dulce, suave, no estaba caliente, alcanzaba a enfriarse en mi lengua llena de babas. No sé si realmente me gustaba el nuevo sabor de las cenizas que percibía mi lengua, o es que acaso me gustaba más el sabor de ser usada al antojo tuyo... Quizás una mezcla de ambas.
Una vez que te fumaste todo el cigarrillo y yo ya tenía la lengua negra de cenizas, apagaste el cigarrillo en mi mano y me pediste que fuera a botar la colilla al baño.
Avancé de rodillas, con ambas manos en posición de cáliz. Subí los 3 escalones que llevaban al baño y boté la colilla. Regresé de la misma manera y me lamí las manos delante tuyo.
-Súbete a la cama, PERRA. Quédate cabeza abajo.
Fuiste a buscar algún artículo, no sabía cuál.
Me habías preguntado de mis límites y previamente habíamos probado algunas cosas. Pero para ese día todo era sorpresa. No sabía que harías ni que usarías. Todo cuánto fue ocurriendo era sorpresa para mí.
Sentí que pasabas unas correas de cuero por mis tobillos. Ambos tobillos. Luego, flectaste mis rodillas y pasaste otras correas por mis muñecas.
De esta forma quedaba indefensa, frágil, restrictiva. No podía moverme.
Te pusiste tus guantes largos de cuero y acariciaste mi rostro.
-Esta noche te has portado muy bien, PERRA. Has superado mis expectativas.
-Gracias, Amo.
-Así que te daré un premio. ¿Lo quieres?
-Si, Amo. Lo quiero.
Me moviste completa tomándome de las cadenas que unían las correas, de tal forma que quedé con la cabeza a la orilla de la cama.
Bajaste el cierre de tu pantalón con tus guantes de cuero. Que delicioso sonido el del cuero.
Noté que llevabas un sutín de un material parecido al charol. Por impulso lamí tu ropa interior, tú no dijiste nada.
Bajaste tu ropa interior y jugabas con tu pico. Era una visión impresionante ver tu pico envuelto en tus guantes de cuero. Me encantaba el contraste, el olor del cuero y de tu pico sudado.
Me acerqué cómo pude a tu pico para lamerlo, y tú te alejabas mientras te pajeabas. Te volvías acercar para dejarlo cerca de mí boca.
Lamía suavemente la punta de tu pico, tratando de moverme y acercarme para tenerlo todo en mi boca. Era lo único que deseaba en ese momento.
Notaste que me urgía tu pico, me tomaste completa y me diste vuelta.
De esa forma quedé con las piernas y brazos atrás de mi espalda y la cabeza colgando en la orilla de la cama.
Acercaste tu pico a mi boca y yo lo chupé con desesperación. Lamía y chupaba, tragándolo completo. En la posición en la que estaba, era mucho más fácil tragarlo completo y podía notarse en mi garganta cómo la llenaba tu pico.
Movías tus caderas en forma de círculos y te quejabas mientras te lo chupaba. Yo aguantaba las ganas de poder tomarlo. Sólo usaba mi boca para lamer tu pico completo y a disposición mía.
Te quejaste más alto y sentí cómo tu semen caliente y salado escurría por mi garganta.
Te quedaste un rato ahí y yo seguía chupando tu pico.
Sacaste tu pico de mi boca y me soltaste las correas.
Me masajeaste mis tobillos y muñecas y me abrazaste suavemente...
-Buena PERRA.