Iniciación.

De cómo descubrí algunas cosas.

Iniciación:

Soy Ana. Crecí junto a Carlos y Oscar como si fuéramos hermanos. Ellos tienen un año más que yo. Vivíamos en el mismo edificio y nuestros padres eran amigos desde hacía mucho tiempo.

Debido a esa amistad, desde pequeños hemos estado juntos.

Era habitual que pasáramos horas o el día completo en casa de uno de los tres.

Hasta la pubertad, aquello no presentó ningún problema.

Cosas como bañarlos los tres desnudos en la bañera o dormir la siesta juntos en una cama habían pasado a la historia, aunque nosotros seguíamos teniendo mucha confianza.

Con la inocencia de la infancia, aún recuerdo cierto día en que Carlos propuso que jugáramos a los médicos. Curiosamente yo hacía de paciente y me tocó quitarme las bragas para que ambos me pasaran consulta.

En aquel momento no le dí demasiada importancia aunque me palparon por todas partes y noté una extraña sensación de placer en las maniobras.

Más tarde, cuando empezó a salirme vello en el chichi empecé a tener curiosidad sobre el sexo.

Me crecían las tetas y pasé mucho tiempo intrigada por el cambio que sufrían los chicos.

Mis padres trabajan los sábados. Por ese motivo, por la tarde, solíamos acabar en mi casa. Nos poníamos juegos o veíamos la televisión que nos apetecía.

A solas, en mi casa, había buscado información en internet. Naturalmente acabé encontrando videos porno. Al principio me parecían asquerosos, pero conforme pasaba el tiempo empecé a notar que reaccionaba poniéndome cachonda.

Comencé a experimentar intentando imitar lo que veía y descubriendo placer en ello.

Investigando en mi casa, mejor digamos “cotilleando”, encontré en la mesilla de mi madre, en su dormitorio, una serie de juguetes que acabé probando. Uno era un consolador de color azul con varias vibraciones y carga mediante usb. El otro era un simple plug anal metálico. Me acostumbré a utilizar ambos casi a diario. Aprovechaba los momentos en que estaba sola para correr a por ellos y probarlos simultáneamente a veces mientras veía videos porno. Descubrí el orgasmo y la relajación posterior. Por supuesto me ocupaba de que los juguetes volvieran a su sitio limpios, secos y en la misma posición en que los había cogido.

Cuando estaba con Carlos y Oscar me preguntaba si ellos también habían descubierto ese placer.

Una tarde de sábado que estábamos los tres en mi casa me decidí a salir de dudas.

-  Me están creciendo las tetas - Solté de repente.

Se quedaron mirándome como si no hubieran entendido nada.

-  Y me ha crecido el pelo en el chichi - añadí.

Ahora sus caras eran de sorpresa.

-  Os lo enseño si me enseñáis la cola. -  Lancé todo decidida.

Era una apuesta simple. Si yo quería algo, tenía que dar algo a cambio. Eso había oído decir a los mayores.

La jugada salió bien. Ellos primero. Me permitieron no sólo verles la cola, ellos también tenían vello, sino que, a continuación, pregunté si podía tocar y me dejaron hacerlo.

Me arrodillé delante de ellos y manoseé las dos a la vez, intenté ser tan profesional como en los videos, y comprobé que eran maleables y crecían considerablemente.

Una vez satisfecha mi curiosidad intenté cambiar de tema, pero Carlos requirió:

-  Queremos ver tu chichi… - mientras ambos permanecían de pié delante de mí y evidentemente empalmados.

No me quedó más remedio que bajarme las bragas y dejarles mirar. Ya no éramos niños como cuando jugábamos a los médicos.

-  ¡Sin tocar! - medio grité.

-  De eso nada- discutió Oscar - Nosotros te hemos dejado.

  • El trato sólo era enseñarlo - Fue mi primera lección de mujer a hombres confiados.

También les tuve que enseñar las tetas, pero aquél día no tocaron.

Sábado tras sábado, aquello se convirtió en una rutina. Los tres nos juntábamos en mi casa, y directamente pasábamos a la revisión mutua de colas, tetas y chichi para ver cómo evolucionaban.

Tras hacerme mucho de rogar, accedí también a dejarme tocar.

Aquel ritual nos vacunó contra la vergüenza de nuestros cuerpos. Todo al amparo de nuestra soledad.

Conforme pasaba el tiempo nuestros cuerpos evolucionaron. En ellos notaba que cada vez lo pasaban mejor en nuestra revisión mutua. También a mí me gustaba. Sus pollas habían crecido con el tiempo, pero su expansión en las revisiones empezaba a sorprenderme.

Aunque la primera vez me llamó mucho la atención, se convirtió en normal ver como de sus pollas fluía un líquido casi transparente, denso y suave cuando las manipulaba. Era líquido preseminal.

Yo también notaba que mi coño se humedecía cuando lo palpaban.

Casi de repente, fui consciente de que mis tetas estaban bien conformadas, mis pezones abultados y el vello de mi chichi frondoso.

En mis investigaciones por internet, me llamó la atención que las chicas llevaban el coño depilado, así que decidí hacer lo mismo, aunque aquello me diera una apariencia más infantil.

Aquel sábado estaba emocionada. Habitualmente empezaban ellos, pero en esta ocasión les detuve:

-  Hoy empiezo yo. Tengo una sorpresa…

Me subí la blusa enseñando las tetas. Miraban extrañados intentando encontrar la sorpresa.

Me bajé las bragas y levanté la falda. Se agacharon para observar.

  • ¿Qué os parece? ¡Me he depilado! … - miraban fijamente pero no reaccionaban - ¿Qué pasa? - pregunté.

  • Es que antes con el pelo, casi no se veía. Parece más abultado - dijo Carlos

-  Y sobresale… - añadió Oscar a la vez que llevaba su mano a tocarlo y explorar.

También a mí me había llamado la atención. Con el vello cubriéndolo no se notaba tanto, pero mi coño presentaba una curva abombada con una grieta central profunda. Mientras saciaban su curiosidad manoseando la zona, yo empezaba a sentir calor.

-  ¡Oye, que se abre casi sólo! - exclamó Oscar.

  • Normal - respondí quitándole importancia y contraatacando - ¿A ti no se te pone la polla dura?

  • Bueno, si…. - asintió Oscar como si le hubiera pillado.

Durante un rato estuvieron tocando la zona, cogiéndo mis labios con dos dedos y estirando hacia los laterales para abrir más la apertura.

  • ¿Quereis verme la garganta? - pregunté con guasa - Ahora vosotros sin ropa - corté por lo sano y sin recolocarme la mía.

Cuando dejaron la cola a la vista me propuse pagarles con la misma moneda.

Agarré ambas con fuerza y comencé a menear adelante y atrás.

-  ¡Anda! ¡Si crecen! - Efectivamente, alargando el tiempo de revista habitual, y con un poco de manipulación, no eran capaces de contener sus reacciones.

Decidida a darles una lección de adulto, me acerqué a Oscar, me arrodillé ante él y metí su polla en mi boca. Lo había visto en una película porno. Algún día tenía que ser y me pareció un buen momento. Le tenía agarrado de los huevos y me era muy fácil controlar la entrada y la salida.

Quería saber lo que se siente. La piel que la cubría se retiraba y dejaba al descubierto su glande. No sé si mi boca generó más saliva o aquello era de Oscar, pero su polla brillaba humedecida y mi boca tenía algo más que mi saliva.

Carlos no perdió el tiempo. Se puso detrás de mí y mientras con una mano manoseaba arriba y abajo una de mis tetas y pellizcaba el pezón, con la otra me palpaba las nalgas y bajaba por ellas hasta tantear mi ano. Estaba buscando el orificio correcto hasta que encontró el acceso a mi coño. Sentí cómo metía dos dedos. Separé un poco las piernas para facilitar la entrada. Sacó los dedos y al poco volvió a meterlos. Entraban más suaves. Seguramente los había mojado con su saliva. Exploraba en mi interior como si quisiera trazar un plano.

Me entretuve un buen rato jugando con el miembro de Oscar en mi boca, intentando imitar los videos que había visto. Relamía con la lengua rodeando su capullo mientras sentía dilatarse mi coño.

No conté con que el muy cabrito, sin avisar, se correría en mi boca. Poco antes había cogido mi cabeza con ambas manos y no me permitió separarme. Me tragué parte de su semen y me tuvo con su polla dentro hasta que descargó en varios golpes. Era la primera vez que le veía correrse. Me hacía gracia ver la cara que ponía. Se apretó más hacia mí profundizando hacia mi garganta y cerraba los ojos con fuerza, casi con sufrimiento. Le empuje con ambas manos para que dejara de agarrarme…

  • ¡Cabrón! - medio grité cuando me soltó y deje de escupir - ¡Casi me trago todo!.

Carlos me miraba casi implorando mientras trasteaba con su mano entre mis, ahora, abultados labios vaginales. Su mano se movía suavemente entre ellos. Notaba la humedad en su mano. O había vuelto a mojar su mano con saliva o yo estaba chorreando.

No me quedó más remedio que hacerle una mamada como a Oscar y dejar que me llenara la boca al correrse. En esta ocasión no tuve que tragarlo porque estaba preparada.

Allí estaban los dos tan satisfechos y a mí me quedaba la sensación de haber salido perdiendo. Me decidí:

  • ¿Y yo qué? - pregunte con un poco de cabreo.

-  ¿Qué…? -  respondieron desconcertados. Al parecer no se les ocurría nada.

  • ¡Tenéis que comerme las tetas y el coño! - Solté decidida mientras me tumbaba en el suelo boca arriba.

Carlos se dedicó a mi entrepierna y Oscar lo hizo con mis tetas.

Con ambas manos, separó los labios y sentí como penetraba su lengua humedecida. Era muy suave, no penetró mucho.

Mientras relamía la zona, usé mi mano para acelerar el proceso. La situación era morbosa y estaba muy caliente pero aún les faltaba experiencia.

Les sorprendió cuando llegué al orgasmo acompañado de unos calambres por todo el cuerpo y de la risa más estúpida que soy capaz de emitir.

Mi primera depilación integral fue un éxito rotundo.

Era evidente que teníamos que practicar para mejorar.

  • El próximo día no quiero ver ni un pelo en vuestras pollas – Les dije exigente.

El sábado siguiente me volví a depilar con detenimiento. Era consciente de que me esperaba un buen rato con mis amigos.

Cuando llegaron a mi casa, no esperé mucho para comprobar que habían seguido mis indicaciones.

No había ningún signo de vello. Sus miembros estaban despejados. Tanto como mi coño. No tardaron en exigirme que lo demostrara.

Tenía un poco de preocupación porque me parecía que Carlos había sido peor tratado la semana anterior, así que pensaba centrarme más en él.

Le dije que se tumbara en el suelo, sin ropa. Mientras lo hacía, yo me desnudé del todo.

Estaba tumbado y su miembro, algo flácido, hacia un lado. Me coloqué sobre él, mirándole, con las piernas abiertas y las rodillas flexionadas. Cogí su polla con una mano y la coloqué sobre su vientre, hacia su cabeza. Empezaba a tener un tamaño considerable, aunque todavía no estaba erecta y podía dirigirla.

Me senté con precisión para que quedara encajonada entre los labios de mi coño. Enseguida noté su agradecimiento. Reaccionó adoptando una mayor dureza y empezó a aumentar su tamaño.

Comencé a balancearme adelante y atrás. Era muy consciente del crecimiento de su polla. Sus testículos bajo mis nalgas también se desplazaban con mi movimiento. Mi coño agradecido respondía separándose y abarcando más su miembro.

Podía apreciar su capullo rosado asomando entre mis piernas. Grueso, como si fuera a explotar. Y así ocurrió. Pude ver como se corría expulsando varios chorros de semen que acabaron casi en su pecho.

Ahora me parecía que Oscar había salido perdiendo, así que le indiqué que se colocara igual que Carlos y me senté encima de igual forma.

Estaba muy cachonda. No recordaba haber tenido nunca el coño tan dilatado y abierto.

No sé si en uno de mis movimientos hacia delante, realicé un recorrido mayor, o fue Oscar quien se desplazó hacia abajo. La cuestión es que mi coño alcanzó la punta de su polla y entre lo dura que estaba y mi propia dilatación, buscando salir de la presión, se coló dentro de mí.

Fue suave.  El extremo de su polla se había centrado en mi agujero y se fue abriendo paso lentamente. Mis labios se abrían facilitando la entrada, sin oposición. Al final estaba toda dentro, erecta, vertical, gruesa. Presionando en mi interior… y corriéndose dentro sin avisar.

Chorreaba desde mi interior y sentía más suavidad en el roce con Oscar. Seguí moviéndome sobre él. Me llegaba un ligero temblor que se fue agrandando hasta convertirse en un movimiento compulsivo donde yo buscaba la mayor superficie de contacto hasta que sentí dentro como una explosión húmeda y unos espasmos continuos.

Veía a Oscar y Carlos sonreír.

-  ¿Te has corrido? - preguntó Oscar estúpidamente, ante la evidencia.

-  ¡NO…! – mentí con sorna – para correrme necesito que me follen cuatro tíos.

Recuperamos viejas costumbres de la infancia como dormir la siesta los tres juntos e incluso en verano, ducharnos desnudos, aunque no eran exactamente actividades puras.

Todos los sábados me follaba a los dos.

Fue una buena época que recuerdo con nostalgia.

Podría decirse que tuve una juventud muy puta. ¿Qué opinais?