¡Ingeniero!
Castigado por mi mujer. Urgido de cariño, Mostrenco se descontrola. Mi secretaria lo conoce, mi inocente y simpática secretaria.
¡INGENIERO!
De desayuno: un pleito... de despedida: una mueca de "estoy enojada, mejor vete y no me beses..." Salí sin moverle más y encaminé mi destino a mi oficina, eran las 9:45 AM.
¡Carajo! Estas despedidas se repiten a diario desde el maldito lunes; ya es viernes y seguimos igual. Maldita semana, qué bueno que hoy termina. Desde el domingo peleamos mi esposa y yo. Fue mi culpa, lo acepto: No pude retirar a tiempo la mirada de una chica que pasó junto a nosotros. ¡Qué chica! Hermosa en serio, pero... fui sorprendido en pleno delito. Fui juzgado ahí mismo...
¡¡CULPABLE!!
PENITENCIA:
Cinco noches, hasta hoy contadas, sin sexo; cinco noches, una por una, acumuladas en mis entresijos... Y hoy, viernes, alguien iba a pagar por esto. ¡Claro que sí! La media hora de camino me la paso tocando la guitarra mientras manejo; es decir, con mi dedo pulgar derecho me golpeo el bulto que traigo en el pantalón, como si fuera la gorda cuerda de un guitarrón de mariachi. La verga me descansa sobre el muslo izquierdo. Bien parada me llega hasta el bolsillo de ese lado del Ducker´s color beige que me puse hoy. Muevo el retrovisor y lo apunto para abajo con la intención de mirarme en su reflejo la manguera bien dibujada en el mismo.
Me la veo bien y recuerdo con masculino orgullo lo que casi todas de las más de 100 mujeres, que la han conocido íntimamente, han dicho cuando la ven por vez primera : "Qué buena la tienes.... papito" . Si la vieran ahorita, tan mal atendida, tan castigada. Así sigo mi camino, sobándome bien el fierro. Siento que me hierven los testículos, siento su calorcito en mi entrepierna; a pesar de que el día está frío ¡a mediados de marzo!, mis huevos arden. La llovizna me hace ir lento... voy pensando en sacármela e irme masturbando mientras manejo. ¡No mames! Qué caliginoso ando. No, ya voy llegando a mi destino. Mejor me calmo, ya se me nota demasiado la verga y con eso de que no uso calzón, peor. No es bueno que vean al patrón con el silbatote de bandera... ¿O sí?
Llego y me estaciono. No me bajo del coche de inmediato... sigo escuchando el noticiero, le pongo atención al chilanguito que habla y habla y habla con una seguridad que admira, pero no por la seguridad en sí, sino porque lo hace -hablar y hablar- como si él fuera dueño absoluto de la verdad toda. Chilango típico. Para mis adentros me río con esta última idea y el pitote pierde presión, la tela se acomoda, el pantalón recupera su hechura floja, placentera. Decido bajarme a empezar mi día laboral. Entro a las oficinas de mi negocio, saludo a quien se me acerca, cuento a los presentes, busco a los ausentes, pregunto por ellos, como todos los días. Las razones que me dan de las ausencias, momentáneas todas, ni las escucho, como todos los días. Lo importante es que sepan que por ellos pregunto, todos los días.
Ya el Animal va más tranquilo, serenándose; pero todavía lo llevo a medio volumen, a medio parar. Lo siento golpeándome el muslo y siento como unas frescas gotitas de mielecilla van humedeciéndome la piel de la pierna. "A la noche me voy de puto con mis compadres, ya no puedo más; a ver dónde lo meto"- pienso al sentir, como remojado badajo de campana, el miembro aporreándome el muslo. Me acerco a mi privado y noto, a unos pasos del mismo, unos ojos café claro posándose en la grosera salchicha que me cuelga, inevitablemente visible, por la pernera izquierda del pantalón.
-Buenos días, Ingeniero.
-Buenos... Pero ¿qué tienen de buenos?- le respondo a Lily, mi secretaria. Mi atenta y simpática secretaria. ¿¿No ve qué mugre día, lluvioso y frío??
-Acomódese. Voy por su café para que se sienta mejor.
Liliana tiene más de dos años trabajando conmigo. Soltera, morenita en sus treintas medios, pero aparenta muchos menos. Chaparrita cuerpo de uva, redondita de formas, pechugona y nalgoncita... rica total. Muy cuidada a pesar de su edad, enterita. Sólo le he conocido un novio, ignoro si antes habría otros. No le gusta profundizar conmigo acerca de su vida privada, se lo respeto. Es más bien escrupulosa, seria y formal en su trato hacia mí. La veo furtivamente, sobre todo cuando lleva una falda color gris Oxford, muy pegadita a sus sinuosas caderas, apenas encima de las rodillas, pero delineando bien sus piernas y sus flancos. Hoy la lleva puesta, combinada con una blusa azul oscuro, muy fina de manga larga, medias color humo y calzada en tacones cerrados, como siempre.
-¿Problemas?- me pregunta cuando pone mi taza de café en el escritorio y recuerda mi socarrona respuesta a su saludo inicial.
-Siempre. ¿Qué pendientes tenemos?
-Pocos. Mientras no se arregle el problema de pagos con nuestro cliente principal, habrá pocos pendientes.
-Sí, ¿verdad?- le respondo poniendo mi mano en mi barbilla y descansando en el brazo del sillón, pensativo, lejano. Sin notarlo con la otra mano me acaricio la verga y ésta empieza a responder levantando de fea manara las pincillas del pantalón.
-Pero lo del Cliente ese, usted ya lo tiene avanzado, ya casi se resuelve. ¿Qué lo preocupa entonces?
Me quedo callado. ¿¿ Cómo le digo que lo que me pasa es que estoy MUY CALIENTE ??
Ella, al frente de mi escritorio, se apoya con ambas manos del filo del mismo, por su talla mediana no alcanza a ver lo que está pasando con mi bragueta, escondida por el borde del mueble. Apenas le voy a responder cuando suena el teléfono. Intento alcanzarlo, pero Lily hace su trabajo, lo toma y contesta. Es una de las secretarias de nuestro importante comprador, del mismo del que estábamos hablando. Por lo alejada que está del aparato, el cordón del teléfono se estira mucho y se forza, eso la incomoda. Rodea el escritorio y recarga su cadera en el mismo, situándose completamente de éste lado, junto a mí, eliminando la tensión del cable del auricular.
Me mira a los ojos, con esperanza por lo que le van a comunicar, mientras sigue conversando. Ya esa señorita es su amiga, la llamada es para ponerla al tanto de cómo van las cosas para nosotros por allá, en los terrenos de ellos. Mas, como buenas damas, primero hablan de diferentes tópicos personales. Lily, pensando que eso me pudiese incomodar, me hace la seña de si prefiero que se vaya a su lugar a seguir hablando. Le respondo, también a señas, se quede allí para escuchar lo que le dice de lo nuestro.
¡Qué bien huele! Tiene un gusto exquisito para las fragancias. Así, tan cerca de mí, puedo percibir hasta el aroma de su cabello, delicioso. Por mis fosas nasales penetra esa combinación invisible de perfumes, cruza mi cuello, mi pecho y mi abdomen hasta golpearme directo en el bajo vientre, provocando el despliegue completo de mis 24 centímetros. Ya no hay marcha atrás: Traigo la verga muy parada y el cerebro muy nublado. Ya me conozco, ya valió...
Con mis talones impulso el sillón para afuera del escritorio. Emerge la bestia atrapada. La protuberancia llama su atención, y ¿cómo no? Ni una miope sin sus lentes hubiera batallado para ver semejante descompostura. Liliana continúa al teléfono, sus ojos pelean por mantenerse fijos en mis ojos o en aquello y en seguir el ritmo de la plática de su amiga. Yo, ya embalado, pongo mis manos en mi nuca y aviento mi vientre para adelante. La verga es vencida por la presión de la tela y se desliza paco a poco hasta acomodarse sola sobre mi muslo. Esa fricción me provoca una sensación deliciosa en la cabezota. Bostezo y "descuidadamente" me la acaricio como si tuviera comezón. Mi secre vigila los toqueteos. Noto como se muerde el labio inferior. ¿Habré visto bien? Fue un movimiento bucal muy rápido.
Voltea a ver la puerta. La dejó abierta cuando trajo mi café. Afuera pasa y habla la gente, adentro yo me paso las manos por el garrote, ella habla.... y mira. Ya no coarto mis caricias, me estoy mimando la tranca de rancho descaradamente frente a mi secretaria y ella, sin dejar la llamada, la mira abstraída. Uso mi otra mano y tomo todo el cuerpo del miembro, arropándolo con la tela del pantalón, formando una funda sobre él, mostrándoselo tapado, pero completito, "de pies a cabeza ". Sus labios se separan, su mueca es de impresión absoluta. Incluso me zarandeo aquello, lo manipulo como si fuera el cogedero de una pala. Al ver que con esto se nota mucho más, se lleva una mano a la boca y la tapa con sus dedos, en señal de sobresalto. Muy nerviosa mira como me llevo la mano al cierre y, sin importarme nada, amenazo con sacarme allí mismo el gran motivo de su susto.
-Espérame tantito, por favor, déjame cambiarme de teléfono, ¿sí?- le pide con su temblorosa voz a quien está al otro lado de la línea. Deja en pendiente la llamada, cuelga y sale de mi oficina apuradamente cerrando la puerta tras de sí. Como autómata prendo mi terminal para checar mis correos. No veo bien, todavía traigo la vista nublada; no estoy enfermo, ni estoy alterado, ni estoy arrepentido... estoy MUY CALIENTE. Me pasa siempre que duro tanto tiempo sin sacar a pasear a El Perro. O mejor dicho: sin meter a pasear a El Perro ... y a esa morenita se lo voy a meter completo, todo completo, con todo y rabo, MAMACITA.
Ya son las 13 horas. Afuera de mi oficina se escucha el barullo normal de la hora de comida. Todos y todas cogen sus cosas, van saliendo a la calle. Desde mi lugar puedo verlos enfilarse a donde pasarán las próximas dos horas. Yo siempre me quedo aquí, me hago un sencillo sándwich en la cocineta y no acostumbro comer nada más hasta que llego a casa. Salgo y me encamino al refrigerador a prepararme mi emparedado, los escritorios están vacíos, estoy solo como siempre al medio día. Pero antes de llegar, se abre la puerta del baño de damas y se escuchan unos tacones acercarse, ¿quién puede ser?
¡Liliana!
A tres metros de cruzarnos, se viene sacudiendo las manos, como secándolas después de habérselas lavado. A dos metros me mira, se sonríe y pone sus manos frente a ella, como asustándome con sus largas y bellas uñas.
-Uuuyyyy, lo araño...- me dice juguetona.
-¿Qué pasó, mi´ja, no se fue a comer?
-No. Tengo frío. Ya me comí un sándwich- me responde pasando de largo a mi lado. Noto que se cargó el maquillaje y se perfumó más. Además su cabello largo y ondulado se mira muy bien peinado. "Algo quiere...", pensé. Sólo me quedé con ganas de un dulce de postre- me alcanza a decir.
-Ahorita le consigo uno. Por ahí tengo, en el escritorio.
En lugar de ir a la cocina voy al baño. Echo una meadita y me lavo el chorizo con toallas de papel. Me supuró salsilla toda la mañana, quiero que esté presentable. Me lo pelo bien y le paso la papeleta mojada por toda la cabezota, luego limpio bien el capuchón por los cachetes y por el frenillo, por donde la voy a hacer que me pase la lengua. Me la exprimo bien y sale un hilillo de miel, la sacudo y paso la toallita por el agujero, que quede bien aseado. Allí quiero que jugueteé con la puntita de la lengua, que intente meterla por ahí, por el ojo de la verga.
El relleno, aunque quisiera, no lo puedo limpiar. Pero vaya que se lo va a comer...
HASTA LA ÚLTIMA GOTA...