Informe 69 (2)

El severo castigo recibido por la rubia adultera a base de látigo y pollas no ha bastado para corregir su condición de zorra caliente. Reincide y hay que tomar cartas e el asunto.

INFORME 69 SEGUNDA PARTE

Aquella noche era el maestro de ceremonias de guardia aunque en principio no había ninguna prevista. Quizás me encontraría con algunos socios tomando una copa y discutiendo de política o desfogándose en alguna de las dependencias privadas con alguna mujer , ya fuera conquista, profesional del amor o sometidas a la tutela de la Entidad. Pensaba llegarme por allí, tomarme una copa de jerez ojeando la prensa y volverme a casa pronto. Pedí mi vaso de vino al mayordomo de servicio y entré en el despacho habilitado para los que ejercen mi cargo.

Habían transcurrido tres meses desde su redacción y allí estaba sobre la mesa, la carpeta con el "CONFIDENCIAL" en letras rojas y mayúsculas y el número 69 en el vértice superior en un negro más discreto. Apenas releerlo recordé a la rubia de ojos azules y pelo rubio corto, poseedora de un culo más que soberbio y unas tetas de lo más apetecible. Recordé los azotes sabiamente administrados por el maestro de la asociación que marcaron su hermoso cuerpo y las pollas que invadieron sus orificios a excepción del coño por petición expresa del marido. Uno de estos miembros había sido el mío, que había gozado enormemente taladrando su ano con brutalidad, tanto placer encontré en ello que renuncié a probar la habilidad chupadora de su boca, para repetir mis penetraciones por el estrecho agujero de la adúltera. Junto a la carpeta con el informe había una nota del secretario general que pedía verme con urgencia en la biblioteca de la segunda planta.

Tomé pues mi copa de jerez y me encaminé a las dependencias donde se me había citado. Encontré allí al señor secretario que me esperaba impaciente, después de hacerme pasar e invitarme a sentarme , se dirigió a la puerta para cerrarla con llave desde dentro, comunicando por línea interna al personal de servicio que por ningún motivo fuéramos interrumpidos.

Tienes que encargarte.- me dijo sin preámbulos.

No sabía a que se refería pero el me lo aclaró inmediatamente. La rubia del informe 69 había sido sorprendida por el marido en un nuevo intento de serle infiel. Este lo había evitado a tiempo pero estaba muy descontento, el correctivo había sido insuficiente o deficiente para lograr un cambio en su descoque. El esposo resultaba además que era un amigo de la infancia del presidente.

-Me ha preguntado el presidente quién era el maestro de ceremonias aquella noche y me ha ordenado que le indique que o bien contenta al ofendido cónyuge o será desposeído de su grado en la asociación.

No podía creer lo que oía.

Aquí tienes el teléfono y las señas del matrimonio. No pierdas tiempo el presidente quiere resultados hoy mismo.

Volví a mi despacho. Llamé al marido para darle algunas instrucciones , le aseguré que en media hora estaría en su domicilio. Estaba montado ya en el taxi que me transportaría hasta la casa de la pareja cuando el mayordomo acertó a entregarme el maletín. Hubiera sido un olvido imperdonable no llevarlo.

El hogar conyugal estaba a las afueras, a varios kilómetros del centro, en una zona entre residencial y rural. Era una buena casa , con dos plantas y una extraordinaria parcela, aunque sus propietarios, estaba claro, no eran millonarios.

Me franqueó la entrada el propio marido que aguardaba mi llegada , con lo cual no tuve siquiera que llamar. Pagué al taxista que dio la vuelta y regresó a la urbe. El dueño de la vivienda me condujo al salón. Allí , en un rincón, estaba ella. Tal como le había indicado a su esposo por teléfono estaba de cara a la pared, los brazos a la espalda, con una de las manos sostenía la otra muñeca. Iba descalza, no llevaba ropa interior alguna y como única indumentaria llevaba un camisón de tirantes cortito. Para satisfacción mía esta prenda era de raso blanco, este tejido no se lo había requerido al esposo al desconocer las prendas que almacenaba el armario de la rubia ligera de cascos, pero sin duda era el más apropiado para la ocasión, suave, frío y sencillo.

Sin cambiar palabra con mi anfitrión con una palmada solicité a la castigada que acudiera adonde yo estaba. Empujando sus hombros hacia abajo con decisión conseguí sin mas que hincara sus rodillas ante mi. Me aflojé la correa, me desabotoné el pantalón y bajé la cremallera , no dejando lugar a dudas lo que pretendía de ella. Con gesto de la niña traviesa en el momento de ser corregida , que se esfuerza en mostrar su arrepentimiento y el deseo de agradar para hacer más leve el castigo, se llevó mi miembro a los labios. La erección era descomunal y mi pene ocupó convenientemente su boca. Con un gesto de la mano insté al marido a que le levantara el camisón por detrás al objeto de dejar su hermoso trasero al aire, por un lado para gozar de su contemplación y por otra para que la víctima se sintiera indefensa y desnuda.

Reconozco que no lo hacía mal, ponía un enorme interés en ser complaciente. A pesar de ello mi intención era dejar claro desde el primer momento quien era el que mandaba. Así que tirándole del pelo y moviendo su cabeza al ritmo de mis apetencias la obligaba a satisfacerme al ritmo animal de mis deseos. El marido mantenía su camisón levantado ,rojo de vergüenza pero con una excitación apreciable en su pantalón. Me corrí en la garganta de la rubia sin miramientos y luego la aparté de un fuerte empujón que la dejó tendida en el suelo.

Le pedí al marido que la incorporara y la llevara hasta la mesa donde el matrimonio cenaba cuando había invitados. Dándole un fuerte tirón de cabello hacia atrás, seguido de un impulso hacia delante la hice inclinarse apoyando las palmas de las manos, hasta quedar agradablemente arqueada. Con decisión y sin mediar frase alguna, le hice separar las piernas al máximo posible , utilizando para ello mis propios pies. Levanté, esta vez yo mismo el camisón, gozando de nuevo el espectáculo soberbio de sus extraordinarias nalgas. Utilicé hábilmente los dedos de mi mano derecha, con la destreza que me ha dado la experiencia y el conocimiento femenino al tiempo que apretaba con fuerza con la otra mano el seno izquierdo de la hermosa hembra. Estaba caliente y húmeda , empapada y chorreante diría yo. Al poco tiempo la expresión de su cara cuando la obligué de un fuerte tirón de pelo a mirarme me confirmaba que había tenido un orgasmo.

Le propiné una tanda de fuertes cachetadas en sus globos de estatua griega hasta ponerlo rojos tomate. Descarga toda la furia que me salía de dentro por la llamada de atención de mis superiores y la puesta en duda de la calidad de mi trabajo. Necesitaba follarla a base de bien. Ignoré completamente al marido y sus exigencias de que el coño de su legítima fuese respetado. Me quité el pantalón y me senté un una silla.

Perra, cabalga. – ordené con una firmeza que descartaba cualquier objeción.

Y la perra cabalgó. Vaya si cabalgó , como una yegua desbocada, subiendo y bajando como una posesa, buscando la dureza de la estaca humana que la traspasaba inmisericorde en cada embestida. A la par que se elevaba y descendía, movía sus caderas al ritmo que mis manos que apretaban sus nalgas y descargaban sobre ellas terribles azotes, marcaban. Consiguió de mi una corrida fantástica.

El marido se había masturbado ante el espectáculo. Volví a vestirme y recuperé el decoro.

El esposo me miró, buscando una explicación.

  • Su señora es una zorra caliente y a usted lo que le gusta es que le den caña en todos los sentidos otros hombres , castigo y pollas. Ninguna de las dos cosas va a cambiar.

Ella seguirá siendo una zorra y usted un cornudo. Lo único que podemos hacer es complacerle a usted en lo de darle caña a ella y encauzar las apetencias de perra de ella a cumplir los deseos inconfesables de su esposo. O dicho de otra forma la educaremos para que sea follada solo por quien y como usted quiera.

Es lo que quiero- contestó el- eso y que sea azotada y escarmentada con frecuencia por no haber sabido guardar su decencia cuando pudo.

De acuerdo pero ahora llame al presidente y diga que está todo arreglado. Empezaremos esta misma noche.