INFLUENCIA -prólogo.
He hecho de la dominación de los demás mi forma de vida, y es una gran vida. Pero mi naturaleza "especial" recomienda cambiar de residencia cada ciertos años. En estos relatos contaré algunos pasajes de mi vida reciente.
INFLUENCIA.- Prólogo.
Somos pocos y mal avenidos. Nuestra especial naturaleza y habilidad para controlar mentalmente a las personas y usarlas a nuestro antojo y aprovecharnos de ellas, hace que modifiquemos el entorno a nuestro gusto y necesidades y las “visitas” no son bienvenidas.
Somos territoriales, por tanto, y necesitamos vivir en localidades lo suficientemente grandes como para poder pasar desapercibidos sin encontrar límites a ninguna posibilidad.
El sexo, en cualquiera de sus formas y perversiones, es una de las recompensas de esta forma de vida, y es divertido, pero sobre todo es el termómetro que indica nuestro nivel de dominio y el estado de sumisión y obediencia de las personas “elegidas”.
Llevo ya muchos años en esta ciudad de mediano tamaño. Aquí soy el único y salvo algunos encuentros pactados, no admito competencia. Y hay pocos que puedan oponérseme.
Ahora, listo para marcharme a un nuevo destino voluntario, quiero que esta vez mi partida sea algo perfecto, sin prisas, y que cuando me vaya todo siga su curso normal y mi recuerdo se termine disolviendo en el tiempo.
Por eso he decidido escribir estos relatos. Para que quede constancia de lo que he vivido aquí hasta ahora. Casi todos los nombres de pila serán reales. Es una forma de no perderme en mi propio relato, pero los lugares y escenarios serán lo suficientemente difusos en su descripción como para no sacar conclusiones. Cuando los comience a publicar yo ya estaré en otro lugar “construyendo” mi nuevo hogar. Por eso he elegido para presentarme el día de mi partida.
Voy escribiendo estas notas en un autobús urbano. Me gusta desplazarme en ellos, hay suficiente gente como para mantenerme entretenido, practicando, sin que nada se descontrole. Pese a que el autobús va lleno, el asiento a mi lado permanece vacío.
La veo esperándome en la siguiente parada.
Mercedes fue una de mis primeras “adquisiciones” aquí, movido por la necesidad y la urgencia de entonces, pero había resultado ser un gran descubrimiento en todos los sentidos. Ahora, con mi ayuda, trabaja en la central provincial de un gran banco a donde ha llegado desde una pequeña sucursal de barrio en la que estaba infrautilizada. Siempre la he mantenido en un segundo plano, pero igualmente se siente encantada de haberme conocido.
Sube y recorre el pasillo hasta encontrarme y sentarse a mi lado, se coge a mi brazo sonriendo y me besa en el cuello.
He tenido la precaución de crear un ligero escudo mental y podríamos hacer cualquier cosa sin que nadie se inmutase. Simplemente, no es cosa de ellos.
- Hola Merche, ¿todo listo?
Me enseña un portadocumentos sin perder la sonrisa; tomo su cara con mi mano y la beso en los labios entreteniéndome un rato.
Al bajar caminamos por una calle peatonal. Ella va unos pasos por delante, ni siquiera yo puedo controlarlo todo y conviene ser discretos, pero eso me permite observarla y está estupenda pese a sus dos hijos. Ha aprendido a vestir realzando su figura, incluyendo ese par de pechos que se aumento para complacerme aunque ella siempre creerá que fue una decisión propia.
Entro en el portal de un edificio de servicios donde hay médicos, abogados, una inmobiliaria . . . y el hostal al que nos dirigimos. La mujer que nos recibió abrió enormemente los ojos al verme y sonrió:
- ¡Enrique, cuanto tiempo! Pasad, pasad.
- Hola Esther ¿cómo estás?. Necesito una habitación.
- ¡uy! Tenemos todo lleno . . . pero podéis usar las nuestras . . .
El hostal pertenece a Esther y su marido. Ocupa toda la primera planta y ellos también viven en una zona acondicionada como vivienda. Hace poco, además, incorporaron toda la primera planta del edificio adyacente. Tuvieron que vencer no pocas dificultades y normas urbanísticas, pero . . . ¿para qué estamos los amigos?
Gracias Esther. Ya se el camino. ¿porqué no te unes a nosotros en 40 o 45 minutos? Será divertido.
Pues claro. Le diré a Adolfo que se quede en la recepción.
Nada más entrar a la habitación Merche se descalza y empieza a arrojar a la enorme cama sus prendas según se las va quitando; la paro cuando todavía está con la falda y la ropa interior puesta. No puedo evitar reirme.
- Espera. Primero tenemos que hablar de papeleos.
Te abrazas a mi cuello y me besas. Te muerdo el labio inferior y tiro con delicadeza. Comienzas a mover tus caderas y piernas sin soltarme hasta que consigues que tu falda suba hasta la cintura para frotarte contra mi pierna. Sin dejar de reírme te arrojo sobre la cama, encantado de tu pasión y entrega y me concentro para obligarte a recobrar un poco de tranquilidad.
- Y ahora veamos esos documentos.
Con cara de niña contrariada extraes los documentos y empiezas a dar explicaciones . . .
- Transferencias . . . números de cuentas . . . las sociedades y sus domicilios fiscales son los que me indicaste, ¡tu sabrás! . . . claves de acceso, cambialas cuanto antes . . .recuerda que como no residente muchas de esas cuentas tienen entre 30 y 50 euros de comisión al mes . . .
Te oigo sin apenas escucharte mientras reviso los papeles y hago algunas comprobaciones previas desde el tablet. Para rematar la labor esperaré a tener un equipo más seguro y sin conexiones inalámbricas. Todo está perfecto.
- Estoy orgulloso de ti. Te has ganado tu premio.
Cuando Esther llega, Merche ha tenido ya un par de orgasmos y nos encuentra acariciándonos como unos enamorados. Se quita el albornoz que lleva y se queda desnuda. Me enternece ver que sigue llevando todo el cuerpo depilado desde que yo se lo pedí. Nunca fué demasiado atractiva excepto por esos enormes pechos, ahora más maduros y semicaidos. La atraigo hacia mi y empiezo a besárselos, chuparlos y morderlos . . . mañana tendrá moratones. Merche siente envidia y se aproxima para recibir el mismo tratamiento. Tras un rato, decido cambiar de tercio, las aparto y poco y apoyo mi espalda en el cabecero.
- Bueno Merche, ahora quiero visitar ese hermoso culo tuyo, así que clávate aquí dándome la espalda y tu mientras Esther me harás una pajita.
Al contrario de Esther, Merche no sabía de que iba el juego y me miro con extrañeza, pero obedeció y tan pronto como estuvo ensartada por detrás, Esther se acomodó sobre uno de mis pies y empezó a introducir su mano en la vulva de Merche que abrió la boca sorprendida y encantada volviéndose para comerme la boca.
En el momento de eyacular las induje un explosivo orgasmo que hizo que entre gritos y palpitaciones termináramos los tres abrazados y jadeando.
Estuvimos una hora más entretenidos en diversas variantes sexuales, incluida una espectacular escena lésbica en mi honor pese a que ninguna de las dos tenía esas tendencias ni, probablemente, volverían a tenerlas después de mi partida.
Al volver a la calle, en esta parte de la ciudad donde comenzó la última etapa de mi vida, repase mentalmente los escasos trámites pendientes antes de que, al día siguiente, abandonase para siempre este territorio.
(continuará)