Infiltrada como puta 3

La depravada organización estuvo sentenciada desde el momento en el que aceptaron a las nuevas putas. Aquí se narra su caída.

Emilia se apersonó en el prostíbulo, no se porqué albergaba la fantasía de acostarme con Esmeralda, pero hacerlo con ella tampoco pintaba mal. Yo salí de mi habitación tal y como estaba. La abracé y me atreví a darle un beso en la boca.

–Ni siquiera me has dicho hola–dijo Emilia tras separarse de mis labios, para volver ella a besarme

–Has venido, ¿te ha costado mucho llegar?–dijo Jana

–No, tranquila me ha traído mi exnovia, pero no quiere quedarse.–me cogió del brazo

Emilia era una lesbiana ciega, era una gran amiga mía y su hermano también era mi amigo, pero me gustaba ella. Era guapísima, y su figura esbelta la favorecía, tenía un buen tamaño de pecho sin llegar a ser grande. Además no me gustaba solo por su aspecto, su personalidad era atrapante, cuando te quieres dar cuenta estás enamorada de ella. Jana bajó por las escaleras, y se dio un beso con Emilia.

–¿Ya os conocéis?–pregunté

–De un rollo de una noche, aquel día descubrí que me gustaban las hermafroditas también.–respondió Emilia

–Ya que estás tú también aquí nos venís de lujo. Mi jefa vendrá a ver cómo va el negocio, y cuántas esclavas tengo, todas vais a hacer de esclavas.–me voltee a mirarla–No me tendrá respeto si no ve que sois mis esclavas. Mi jefa es hija de la grandísima puta con todas las de la ley, una auténtica esclavista que ve a las mujeres como esclavas y a lo hombres como herramientas. Ha violado, torturado y sometido por la fuerza a sus esclavos y esclavas. Tendré que demostrarle que yo también tengo autoridad, sino no accederá a prestarme a Semen Divino.

–No me convence la idea, pero si tenemos que camelarla para sacarle información bienvenida sea. Aunque no te garantizo que no le acabe por romper la nariz, parece el tipo de individuo al que le acabo machacando.

–Conociendote te diría que le dejases eso a profesionales–dijo Emilia

–Dejale eso a Melisa, tú estarás conmigo.–dijo la hermafrodita

LUCÍA

Aterrizamos en el sur de Italia, en una zona costera. Acompañamos dócilmente al amo, a aquel tipo asqueroso. Le odiaba, todo en él era repugnante. Era un machista, un estúpido, y un depredador sexual sin conciencia alguna. Menos mal que Laura no se vino con nosotras, ya le habría dado una paliza y probablemente le habría matado. Por lo menos nosotras éramos profesionales. Nos montamos en otra limusina, pero esta nos llevaba a una mansión. El amo estaba virilmente agotado y saciado por lo que Nat y yo nos pusimos a dormir. Llegamos veinte minutos después a la mansión a la que iríamos de "negocios". Sacamos nuestras correas de dentro del vestido y él nos llevó fuera. Por lo menos las chicas en el prostíbulo deben estar pasándolo bien, no como nosotras. No teníamos por el momento nada de diversión. Llamó al timbre y quizás desde la cámara no necesitó preguntar quién es, puesto que abrió inmediatamente. Quien viviera aquí, no le faltaba de nada, todo un jardín con estatuas bien cuidado, y una buena piscina limpia.  Nos abrió la puerta una hermafrodita orgullosamente desnuda, ataviada con una bata que no dejaba nada a la imaginación. Nos invitó a pasar, ella me dió una cachetada en el culo.

–Por fin has llegado, te estaba esperando.

–¿Te divertías?–preguntó él

–Si llamas diversión a masturbarse, sentaos ahora os traigo unas bebidas. ¿Que va a querer el amo?

–Una cerveza

–¿Y las esclavas?

–Semen–respondió el amo por nosotras

–Aparte de eso las muchachas querrán algo más.

–Vodka–dijo Nat

–Cola–pedí

Su mansión no era menos pequeña que el exterior de su propiedad. En la cocina se encontraba la hermafrodita preparando las bebidas.

–Eh, la perrita que venga.

Me separé del amo y me apersoné frente a la hermafrodita. Mientras preparaba las bebidas pude fijarme en sus curvas, y en su polla. Ella sacó de un mueble de la cocina una máquina rara.

–Quítate el vestido–acostumbrada a recibir órdenes obedecí con celeridad

Ella puso esa máquina rara sobre mi pecho, parecía una especie de jeringuilla pero con una aguja ancha. Extrajo un microchip que llevaba en el pecho, debía ser lo que nos habían puesto para la operación.

–Estoy contigo, perrita.

–No soy un canino, hermafrodita

–Si lo eres, eres una licántropa.

Sacó otro, y en el mismo pecho introdujo otro de estos. Posó su mano sobre el pecho y sanó mi herida. Entonces me dio la bandeja con las bebidas.

–Ahora me subes mi bebida y la tuya, quiero que vengas conmigo.–asentí obediente

Entregué las bebidas, pero en vez de quedarme con dos bebidas en mis manos subí con la hermafrodita. Esta cogió la suya y nos alejamos de la vista del amo.

–La esclavitud me parece repugnante, lo que tenemos en el sacerdocio es diferente. Yo dejé la vida religiosa, pero las sacerdotisas no éramos esclavistas en el sentido literal de la palabra. Nosotras acogemos a amantes que nos juraban obedecernos, que se convertían en nuestros juguetes sexuales. Era algo parecido a la esclavitud, pero de forma oficial y consentida. Es cierto que luego nuestra influencia mental hacía su trabajo, y tal pero eran ellos y ellas quienes querían servirnos. Muchas se descarrian del camino correcto, y los demonios de la luna son los peores. Sus sacerdotisas no controlan a quienes han recibido el don lunar, y engendra seres como vuestro "amo".

–¿Entonces no eres una proxeneta?

–No, que va, desprecio a los proxenetas.

–Pero te gusta el sexo.

–Si, cuando tengamos algo de sexo bajaremos y fingiré una compra de esclavas.

–Todo lo que sea con tal de alejarme de ese asqueroso me parece bien.

La hermafrodita río, había que reconocer que era hermosa. Sus pechos eran grandes, pero no tan grandes como los de la ama del prostíbulo. Lo suficiente para enterrar la cabeza de una en sus pechos. Era mucho más alta que la ama, mediría casi 1.90. Quizás era por eso por lo que el tamaño de sus pechos no resaltaba tanto. Su miembro viril permanecía pequeño y flácido, lo que me impresionó.

–Tienes la polla flácida y no pareces castrada–le comenté a la mujer

–He aprendido mucho como sacerdotisa, se controlar mi excitación.

–Eres impresionante, ¿cómo te llamas?

–Tu llámame Camille.

–Mi nombre es Lucía.

Llegamos a la habitación, la cual estaba decorada con colores verdes y con póster de animales. Yo me tiré en la cama. Camille se sentó en el escritorio y encendió el ordenador. Montó el microchip en un dispositivo para poder conectarlo con más comodidad al ordenador.

–Sabes de electrónica, Camille.

–Llegué a este mundo hace unos treinta años, a mi chica no le gustaba que perdiera el tiempo estudiando pero pensé que me sería útil. Veinte años después yo presido una empresa muy famosa de electrónica

–Una hermafrodita empresaria y con pareja. ¿No estará ella enfadada por esto?

–Te diría yo que incluso está encantada de tener más amantes. No es una mujer con una concepción de las relaciones cerradas.

–Como Nat y yo.

–Son muchas horas de audios, ¿cuántas horas de estos audios serán gemidos?

–Bastantes, pero procuré que se le oyera a él más que a mí.

–Esto va para largo, divirtámonos un poco.–dijo ella que se levantó de la silla y se despojó de la bata.

Me quité la ropa y me quedé en ropa interior. Me puse a cuatro patas y abrí mi boca, su ariete se puso duro en segundos, y muy a pesar de su flacidez su miembro no era para nada pequeño.

–Me encantas, Camille.

Ella sonrió y se agarró el miembro. Lo puso frente a mi boca, y me dio una bofetada con él. No demoré más la mamada y lo metí en mi boca. La sacó y comencé la besarla y lamerla. Recreándome en la punta. La metí de nuevo y la introduje entera, hasta mi garganta. Mostrándole así que no era mi primera vez. Así continué sacando y metiendo la polla de mi boca, mientras Camille gemía. Posó la mano sobre mi cabeza y sentí cómo accedía a mi mente. No me resistí. Continúe con la mamada, no notaba ningún cambio.

–Me corro

Saqué la polla de mi boca, Camille se corrió por toda mi cara y mis pechos. Además me fotografió.

–Date la vuelta, quiero hacerlo como los caninos.

–¿Eres una humana hermafrodita? ¿O qué eres exactamente?

–Soy una loba como tú.

Camille introdujo su ariete dentro de mi vagina, lentamente. Comenzó a follarme duro, como si fuera su hembra.

–Podría decirse entonces que soy tu macho alfa.

Lo cierto es que de algún modo era verdad, ella era mi macho alfa. A través de mis actos yo reconocí la autoridad de Camille. Además de que me tenía a cuatro patas, follandome a placer. Sin embargo disfrutaba, reconocí la sumisión a una buena hermafrodita.

Mi vagina continuó recibiendo el continuó bombeo de su polla en mi interior. Mi respuesta a su continúa e inclemente follada fue agachar la cabeza y seguir gimiendo.

–Me corro–dijo Camille

Yo tuve el orgasmo, lo tuve al sentir su semen en mi interior. Camille rugió a mitad de transformación y sonreímos. Que bien lo pasé. Me acosté en la cama, y Camille hizo lo mismo.

–Algún día tenemos que repetirlo.

–Podemos repetirlo cuando nos encarguemos del hijoputa que hay abajo.

–¿Qué hacemos?

–Conseguir motivos para detenerle. Tu te vienes abajo así, si no te importa.

Me encogí de hombros y me levanté. Eso seguía enviándose. Cuando las dos salimos, Camille cerró la habitación con llave. Se arrodilló y lamió mi entrepierna. Así siguió hasta que no se veía rastro de semen alguno. Una vez limpia bajamos al salón de estar, donde Nat montaba al amo de cara a él

–Veo que os lo estáis pasando bien, yo he probado a tu otra chica. Una buena perrita a decir verdad.

–Esta es toda una zorra.

Nat mientras subía y bajaba su polla de su cuerpo, comenzó a buscar algo en el sillón. El amo no se percató de lo que estaba haciendo hasta que sacó una pistola que estaba escondida en el sillón y le apuntó en el cuello.

–Bueno, basta de mierdas, ¿para quien trabajas?–preguntó Nat con la polla aún dentro.

–No te voy a decir nada, puta.

–¿Seguro que no?–apuntó a su entrepierna–Te aseguró que dispararé.

–No puedo decir nada.

–Estoy segura de que si.–puso la pistola en su pierna y disparó

–Vale, vale. Te lo contaré todo–dijo entre quejidos de dolor.–Una hermafrodita fugitiva condenada por herejía es nuestra jefa, nos permite quedarnos con las esclavas y esclavos que cosechamos un tiempo, para llevarlas a un lugar que no conocemos. Lo único que se es que no es nada bueno.

–Ahora que tenemos todo podéis entrar.

Nat se levantó y entraron a la propiedad agentes armados. Entre ellos Aiko, abrieron la puerta y se llevaron al desgraciado. Sin embargo Aiko se quitó su uniforme y su protección. Camille terminó de quitar la ropa a Aiko, dejandola a esta en ropa interior.

–Me uní a estos agentes que buscaban a este capo, y dije de visitar a Camille.

–Ahora que vuestra tapadera se ha descubierto, ¿por qué no os quedáis conmigo? Estaréis más seguras.

–Ya, tu lo que estás pensando es en el sexo que tendremos ahora que tenemos tiempo libre.–dijo Nat

–A mi me parece bien–dije

–Y a mi–secundó Aiko

–Vaale, pero yo me quedaré por allí tomando el sol y quiero te corras al menos una vez dentro de mi. Él me dejó con ganas.

LAURA

Me vistió con un atuendo más adecuado a una esclava. Emilia retozaba con Jana, mientras Melisa me daba algunas indicaciones, y nos tocábamos mutuamente. Yo me abrí de piernas y me dejé acariciar ahí abajo. Liria se sentó en un rincón a observarnos. Yo me besé con Melisa y le dimos un espectáculo a la amante-esclava de Jana.

–La jefa de mi ama es una mujer cruel, y machista.–Melisa aceleró las caricias de sus dedos– Querrá humillarte o con suerte ver cómo te humillas. Aunque sea Emilia o yo las que nos humillemos, tendrás que aguantar y le haces una mamada a Semen Divino, y ya tendrás un aumento de pechos. Necesito que te contengas.

–¿Y no puedo darle una paliza y ya veremos qué pasa después?

–Necesitais pruebas de sus actos.–dijo Jana, la ama

–Tal y como habláis de ella, es de las que golpearé nada más verlas.

–Mi hermana, todavía necesitamos saber dónde está.

–Yaahh nos–intentó decir Emilia mientras era penetrada por Jana, se detuvo un momento para dejarla hablar–Ya nos encargaremos de ella. Con suerte será fácil de manipular.

–Otra cosa–dije–Me gustaría hablar sobre lo que tenéis Jana y tú, ya que vosotras no lo hacéis. Te dejas montar por tu esclava, es algo que nunca haces con nadie.

–Si, tienes razón–reconoció mientras su polla entraba y salía de la vagina de Emilia

–Y además veo como os miráis a veces. ¿Tan difícil es reconocer que os amáis?

–No es tan sencillo–dijo Jana

–Yo no lo veo tan complicado, te dejas empotrar por tu chica. Y para una hermafrodita eso es algo muy importante, ¿no?

Liria y Jana se miraron durante unos segundos. Liria agachó la cabeza. Y Jana se detuvo.

–Ella es mi esclava

–Pero podría ser algo más, podrías hacerla tu...amante. Tratarla con amor, y tú Liria dedícate a algo más que follarte a tu ama y prostituirte. Me molesta de este lugar la falta de comunicación y expresión de sentimientos. Camille ha venido a sacar a su hija hermafrodita, y aquí está haciendo de prostituta. Tu, Jana tienen a tu hermana, y te dedicas a follar. No pareces preocupada porque le puedan hacer algo, o se lo estén haciendo.

–¿Y tú qué?

–Yo no tengo a ningún familiar en riesgo. Yo estoy aquí por el sexo, joder.

–Pues si que te molesta algo que no te incumbe–Emilia se enfadó y se fue de allí, al ser ignorada.

–Es lo que no me gusta de las hermafroditas, solo tenéis el sexo en la cabeza. Parece que no tuvierais sentimientos.

–Un poco de razón tiene,–dijo Melisa que rompió su silencio desde que comenzamos a discutir–Yo fui hermafrodita, y ella tiene razón en todo. El hermafroditismo nos hace lujuriosas, nos da un aguante anormal, pero también nos da una necesidad anormal. Somos las únicas humanoides que tenemos el celo, y no podemos controlarnos.

–Hay quienes si pueden, mi amiga Camille, la que nos ayudó con el otro, si puede. Sin embargo yo tengo sentimientos. Claro que soy consciente de la situación en la que me encuentro, y claro que tengo miedo, pero prefiero no mostrar nada de eso.

–Ama, pondrán a tu hermana a salvo–dijo Liria animando a Jana

–Hablemos de tu hermana, ¿sabes algo de su situación?

–Mejor tengamos sexo y dejemos de hablar.–dijo Jana–Vamos a la habitación, a un sitio más cómodo.

Melisa y yo seguimos a las hermafroditas hasta la habitación de ella. Como Melisa no iba a follarse a su hija, se lanzó a los brazos de la ama, y yo estuve con Liria. La esclava y yo nos besamos, mientras masturbaba su miembro. Así estuvimos por unos minutos hasta que Liria se separó de mis labios.

–Necesito montarte, Laura. Justo como ellas dos hacen.–me voltee a mirarlas a las dos

–De acuerdo, pero más te vale que lo hagas bien.

–Ponte enfrente de mi madre.

Me coloqué en la misma posición en la que estaba Melisa, en la posición del perrito. A las hermafroditas parecía gustarles esta posición. Melisa gemía mientras Jana salía y entraba de ella. Cuando me vio ponerme en la misma posición simplemente sonrió. Pensé que querría mi culo, pero entró en mi vagina. Y comenzó a follarme. Melisa y yo comenzamos una sonata de gemidos y de sies mientras éramos penetradas. Me sentía terriblemente sucia, y me encantaba.

–Laura tiene razón, te amo, ama.

–Y yo a ti, mi querida Liria.–mientras me penetraban tuve un orgasmo

–Cuando todo esto termine, te haré un regalo. Uno que nunca olvidarás.–dijo Liria a su ama, a la vez que tiró de mi cabello como si de una montura yo me tratara.–Me corro

–Yo también

Sentí toda su simiente dentro de mi, y sonreí del gusto. Ambas salieron de nosotras, y me acosté en el suelo.

–Melisa, llama a Emilia, querrá que le dé bien dado.

Entonces sonó el móvil de Jana. Por lo que hablaban era la ama. Jana cambió de expresión. Agachó la cabeza, mientras hablaban.

–Mi hermana, necesito saber que está bien. Por favor...de acuerdo, tu trae a Semen Divino.–colgó–Va a venir, con suerte a ella también la atraparemos.

–¿Eso es todo?–pregunté

–Está enfadada por lo de mi "socio", lo han atrapado.

Melisa entró en la habitación, con Emila la cual iba agarrada a la madre. Jana cogió su mano, y la atrajo hacia sí. Emilia puso su mano en el rostro de la hermafrodita, y se besaron.

–Jana, el bastardo de tu socio nos ha dado información valiosa tras un interrogatorio. Me han informado de la ubicación de tu hermana. ¿Me preguntan que cómo quieres que procedan?

–Diles que la saquen de donde sea que esté una vez esa mujer esté viniendo con Semen Divino.

Yo me retiré de allí, tuve un buen sexo y no quería más, porque es lo que hubiera tenido si me quedo más tiempo en aquella habitación. No hacía falta mucha imaginación para suponer que Emilia se dejaría empotrar. Melisa salió conmigo, y me dió una palmada en la espalda.

–Tu hija es toda una semental, me ha dado pero bien.

–¿Sabes? Tenías razón cuando dijiste que las hermafroditas solo piensan en el sexo. Sin embargo eso no es nada malo, a menos que no te guste el sexo.

–Si, me imagino que para alguien que le encanta follar, las hermafroditas son un lujo. Son al fin y al cabo máquinas sexuales insaciables que tienen un aguante casi infinito. Melisa, ¿cuando venga esa jefa cómo debería actuar?

–No eres una esclava así que deberías conformarte con meterte la polla de Jana o la de su esclava en la boca, o la de las dos. Mostrar que eres una puta que necesita su abrazo. Yo me mostraré como su esclava, aunque preferiría que fuera Emilia, aún sigo odiando que me agarren del pelo.

–Entonces para qué vienes aquí sino te gusta que te agarren el pelo.

–Para disfrutar, la verdad es que disfruto más como ama que como esclava. Las hermafroditas son buenas para satisfacerme sexualmente, pero esto se me hace poco. Laura, hagamos algo mientras esa hermafrodita no viene.

–Algo como que, acabamos de tener sexo.

–Me gustaría tener tiempo a solas contigo, como...amigas si es eso lo que deseas.

–De acuerdo, pero que sea tranquilito. Me temo que esta noche nos espera lo más duro.

Melisa me llevó a otra habitación, suficientemente alejada para no recibir visitas inesperadas. Estaba limpia, y lo más importante, no olía a sexo.

–Hay una ducha, por si quieres lavarte.

–Creo que esperaré a que termine el día.

–Quiero hacerte una proposición.–dijo Melisa que se acercó al cajón y buscó algo de alli–Es algo que no era malo, y lo pasaremos muy bien.

Sacó del cajón un collar con una correa, de tamaño humano. Arqueé una ceja, y sonreí a Melisa. No me indigné, preferí escuchar a ver qué quería decir, aunque me lo imaginaba.

–Me encantaría que fueras mi sumisa. Yo no poseo poderes de control mental así que solo serían juegos, juegos sexuales. Tu serías mi…

–Esclava sumisa

–Si no quieres no pasa nada, pero si aceptas lo pasaremos muy bien.

–Confio en ti, pero si accedo a tal locura, quiero poner una norma y una petición. Por cada petición humillante yo tú harás algo equivalente, si me pides que vaya sin ropa interior. Tendrás que hacer lo mismo. La petición es que esté Emilia, como ama o como sumisa, pero me gustaría que también estuviera ella. Si quiere unirse tu hija me da igual, la quiero a ella.

–¿Conoces a la Reina Tinuviel?

–Si, ¿porque?

–Tu juego, se parece mucho al suyo. Pero accedo, desde ahora eres mi sumisa.

Yo me adentré en este tugurio con peste a sexo, no para mirar precisamente. Así que pensé que no había nada de malo en ser un poquito sumisa con ella. Me puse el collar y esperé órdenes por parte de Melisa. O cómo debería llamarla, mi nueva ama.

–Cuando venga esa desagradable hermafrodita, verá una mujer despampanante, con poco pecho pero muy atractiva. Para una hermafrodita eres perfecta, tienes buen cuerpo, fuerte, y atlético. Una hermafrodita te ve, y quiere tener hijos contigo, es algo...algo que surge así tal cual.

–¿Tu me ves como una mujer fértil y muy atractiva también?–dije arqueando una ceja, con incredulidad

–Si, joder, no puedo evitarlo. Yo fui una hermafrodita, y te veo y…

–Quieres hacer lo que ellas también desean, y probablemente ya esté preñada. Me tocará tomar anticonceptivos cuando termine todo esto.

–¿Y por qué no mantenemos nuestros embarazos?

–Eh, yo he aceptado ser tu sumisa pero otra cosa muy distinta es acceder a convertirme en madre. No estoy preparada para eso. Se que a ti y a Liria también os encantaría tenerme preñada, pero es demasiado pronto.

–Pero te gustaría ser madre

–Exacto, pero no ahora. Si tu quieres serlo, adelante.

–Mi mujer se quedó embarazada de mi, cuando logramos que recuperara su fertilidad. Los dioses nos lo permitieron, y aprovechamos el regalo que nos dieron.

–Ella debía ser una gran mujer

–Era una gran puta, pero era mi puta, y de nadie más. Cuando forjamos una relación, solo los clientes pasaban por nuestros orificios.

–¿Ella no estará enfadada con esto?

–No, probablemente estaría encantada de tener otra acompañante. Pero creo que una parte de mi la perdió cuando perdí el hermafroditismo. El precio por mantener ese regalo era demasiado alto. Y aquí estoy…

–¿Y si lo hubieras hecho? Si hubieras hecho lo que ella te pedía.

–Liria lo habría aceptado, se habría dejado montar, pero no sería consentido. La estaría violando y no pude hacer tal cosa.

–Eso te honra, Melisa.–le di un abrazo, y la besé–Ya me lo habías contado, pero está bien saber que es lo que piensas sobre el hermafroditismo y tus dioses.

–Nací como una mujer, normal y corriente. El hermafroditismo me fue algo impuesto, creo que puedo vivir sin él, sin una polla. No creo que quiera recuperar mi polla.

–¿Estás segura?

–Puedo vivir como una mujer cis corriente, solo las mujeres transexuales o las hermafroditas tienen polla.

–Pues follame como mujer, no como si aún tuvieras una polla.–le pedí a Melisa, para que se dejara de mierdas y de arneses.

Melisa me hizo gozar como antes no lo había hecho. La cabrona sabía dónde lamer y dónde no. Mis alas salieron erectas, yo arqueé mi espalda mientras le pedía más a Melisa. Así durante varias horas en las que Melisa y yo tuvimos buen sexo. Emilia acompañada por Jana nos abrió la puerta cuando descansábamos abrazadas.

–Habéis tenido sexo lésbico sin mi, os odio–Melisa y yo nos reímos a carcajadas.

–Ya tendrás tiempo para hacerlo con nosotras.

–Mi jefa está al llegar. Vuestros agentes están escondidos en los alrededores, poneos algo. Laura, me gusta ese collar de perra, quédatelo puesto. Solo eso, Emilia, te quiero desnuda y con otro collar de perra. Tengo otro en ese armario. Tu Melisa serás mi esclava.

–¿Y Liria?

–Liria tendrá un papel más pasivo, suele ser ella la que sufre la humillación. Esperemos que esta vez la variedad la atraiga.

–Eh, yo te advierto, Jana.–le dije muy seria–Si me pega no responderé de mis acciones.

–Esperemos que no haya que llegar a eso.

–Jana, recuerda que ella es una alada como Laura y Emilia. Podría reconocer a alguna de las dos.

Ella había despedido a todas las putas, excepto a las sirvientas. Estaba todo bastante vacío, pero sobre todo limpio. Con Emilia llevada de la mano, nos sentamos en el sillón grande.

–No deberías estar aquí, tengo el presentimiento de que algo malo va a pasar.

–Si algo malo pasa, le rompo el cuello a esa mujer. No sería la primera vez que me veo obligada a romper un cuello.

–Seremos perras que se quieren, así a lo mejor nos deja tranquilas

–Recuerda que la ha llamado para que yo pueda tener tetas.

Tocaron a la puerta con fuerza, como si hablar de tetas la hubiera invocado. Jana fue a abrir la puerta, y nosotras comenzamos a besarnos. Emilia también llevaba un collar como el mío.

–Han perdido a mi querido Miguel, a manos de dos de tus esclavas fugitivas y tú me llamas para traer a Semen Divino.

–Quien se pierde o se deja de perder no es asunto mío, ya lo sabes. Eso es cosa tuya.

–Entonces supongo que no te importará pagar un precio por lo que aquí ha pasado.

–¿Que precio?–preguntó cuando esta ya estaba dentro junto a una hermafrodita tapada por completo

–¿Esa es la disciplina que tienen tus esclavas?

–No son mis esclavas, son perras que están aquí por voluntad propia. Me las follo cuando quiero, me la chupan cuando quieren, pero no me deben obediencia.

–Quieres que una de esas dos se la chupe a Semen Divino, ¿verdad?

–Si, eso pedí.

–Traeme a tu puta Liria. Se sentó frente nosotras, observando bien nuestro espectáculo.

–¿Que?–preguntó Emilia

–Tu eres esa invidente que toca el violín, siempre he querido que me hicieras una mamada. Tu padre me habría matado.

–Pues es una pena que no sea tu esclava para cumplir con tus deseos.

–Nadie ha dicho que nada vaya a ocurrir.

–Si intentas hacerme algo te arrancaré la polla de un mordisco, para comermela luego. Así que ni lo intentes.

–Como me encantaría doblegar ese carácter que tienes hasta que chupases la polla. Sería algo precioso hacer de ti una esclava.

–Me parece que no lo has entendido, me encantaría ser la sumisa de cualquier buena mujer abierta a experiencias nuevas. Pero tú me das asco.

Respire de alivio cuando Jana y las demás bajaban las escaleras. Comenzaba a haber una tensión peligrosa entre las dos. Detrás de Jana iban Liria y Melisa cómo esclavas. Su atención se vio dirigida hacia las tres mujeres. Yo dejé de retozar con Emilia y me fijé en la hermafrodita mejor. Estaba completamente tapada, y además llevaba una correa que la jefa debía usar para llevarla.

–¿Te gustaría verla, pelirroja?–me preguntó la desagradable hermafrodita

Comenzó a desnudar a la mujer misteriosa, de pies a cabeza. Era una mujer caucásica, de piel muy clarita, pechos grandes, bastante alta, y de pelo negro azabache. Su mirada era algo intrigante, estaba como muerta.

–¿Es ciega?

–Así es como nació, no pienses que yo la dejé ciega. Y lo mejor, te gustará su polla.

Le bajó sus calzoncillos, se me abrieron los ojos como platos al ver lo que veía delante. Una polla de unos viente centímetros.

–Es toda tuya.

Caminé con desconfianza hacía ella. Me intrigó la amabilidad de la mujer conmigo, me trató bien, y no me insultó. Me asustó una posibilidad, que yo le gustara a la hermafrodita, y que quisiera estar conmigo. La jefa era despampanante, pechos tan grandes como los de su esclava, muy alta y con mucha seguridad. Si no fuera por su actitud probablemente estaría en sus brazos. Me llevé a Semen Divino de ahí, pero no tan lejos para no perder de vista el espectáculo que se formaba. Con toda la ironía del mundo, tras rechazar a aquella mujer, Emilia se metió la polla de Jana en toda la boca. Mientras desearía tener también la de Liria en la boca. Melisa comenzó un masaje bucal con la nueva mujer. Yo me arrodillé, lo que asustó a la chica ciega.

–Mi ama sabe quién eres.

–¿Tú crees que le gusto a tu ama?–pregunté en susurros

–Ella sirvió en otro tiempo con tu padre, así que probablemente si. Por eso no se ha metido contigo.

–¿Crees que me quiera embarazar?–me metí su polla en la boca y comencé la mamada

–Eso depende de con qué pie se despierte. En eso es imprevisible.

Yo continué con la mamada. Hacia aquel momento sólo tenía atención para su miembro. Lo que estuviera ocurriendo con las chicas me daba igual, necesitaba su semen. La hermafrodita ciega agarró mi cabeza y metió su polla hasta el fondo de mi garganta. Para sacarla y comenzar a follarme la garganta. Yo no me resistí. Es más comencé a usar su lengua para lamer su miembro. Al final todo aquello hizo que la hermafrodita se corriera en abundancia y se quedara bien aliviada. Sin embargo como buena hermafrodita eso no calmó su vigor. Así que volví a la carga. Conforme más chupaba más control perdía sobre mi cuerpo, y sin embargo no podía hacer nada por evitarlo, me gustaba su polla. Y así estuve más de media hora entre corrida y corrida que iba directamente hacia mi estómago. Aún así la hermafrodita continuaba poseyendo un vigor sobrenatural. Como si fuera un jodido depósito de semen. Me rendí a su poder.

–Todas sois iguales, no podéis resistir mi poder, es simplemente imposible.

Liria me tiró de la correa y me apartó de la hermafrodita invidente, pero ya era demasiado tarde. Necesitaba una buena polla dentro de mi. Melisa apuntaba a la jefa al cuello, que no dudaría en hacerlo volar si hacía algo raro. Yo me lancé a los brazos de Liria y comencé a besarla con desenfreno. Liria intentó apartarse pero yo era mucho más fuerte que ella. Intentó resistirse pero cuando entendió que no tenía otra opción me besó de vuelta.

–¿Y mi hermana? ¿Dónde está?

–De acuerdo os daré la dirección, con una condición. Quiero su culo, ya está emputecida que más os da.

–No la vas a tocar–dijo Emilia

–Eso no te toca decidirlo a ti.

–Una sola vez, nos dices todo lo que necesitamos y te irás a una cárcel.

Yo ya estaba cabalgando a Liria cuando ella se me acercó, y tiró de la correa. Liria suspiró aliviada.

–Ponte a cuatro patas, pelirroja.

Obedecí sin rechistar a la hermafrodita. Me abrió las nalgas y sin ningún tipo de lubricante metió su ariete por mi portón trasero. Tiró de mi cabello y comenzó a cabalgarme.  Sonó el ruido de una pistola cargada.

–Si te corres en su culo igual te mato así que déjala, y dame la dirección.

–¿Y entonces por qué me has dejado follarmela?

–Para ver cómo de grave eran los daños que ha sufrido. Sal, de ella.

–Yo quería sexo.–me quejé con tristeza

La hermafrodita anotó una dirección que le entregó a Jana, y ésta a Melisa. Hizo una llamada, mientras unos soldado se llevaban a la hermafrodita. Semen Divino se quedó allí parada sin saber que hacer, y sin ama. Miré a Jana, y ella a Liria.

–Podemos mantenerla como esclava.–dijo Jana

–Mi gente dice que si os la vais a quedar, no puede salir de este recinto. Y tú tampoco, Jana, estás bajo arresto domiciliario. Además este prostíbulo no volverá a regentarse, será una simple mansión. Y si escapas de este recinto pondrán una pena capital sobre tu cabeza, hermafrodita.

–Supongo que es el mejor trato que podría conseguir, dile a tu gente que necesitaré protección. ¿Y qué hay de Liria?

–¿Qué quieres hacer, hija mía?

–Me quedo con mi ama, con el amor de mi vida.

–Todavía queda el asunto de Laura–dijo Jana

–La entrénaré como mi esclava mientras averigüo como reparar su mente.–dijo Melisa

–Ni se te ocurra hacer eso sin mi.–dijo Emilia–Será nuestra esclava.

Aquí, yo, el que ha escrito esto. Me ha costado terminar el relato, entre la falta de inspiración, y entre que cuando tengo inspiración, dependo de mi nivel de excitación, y que tampoco me masturbe. He tardado en terminar esto. No se si continuar escribiendo relatos de fantasía, en mi mundo o también explorar el mundo de los humanos.