Infierno deseado II: El final de las vacaciones

Mi madre y yo vamos normalizando nuestra situación, pero las reuniones y el trabajo nos dejan poco tiempo para el placer. Hasta que por fin llega el fin de semana y todo empieza a cambiar...

Segunda parte de la historia Infierno deseado, recomiendo leer la primera parte para ir evolucionando con nuestros protagonistas y su peculiar relación.

Infierno deseado I https://www.todorelatos.com/relato/170383/

Los primeros días en el nuevo trabajo no estaban siendo tan ideales como a mí me habría gustado. A eso había que añadirle que todavía no conocía a nadie en la zona y mi madre tenía más trabajo que nunca, así que tampoco podía disfrutar de ella tanto como quería. Siempre estaba cansada y más allá de alguna que otra paja y un par de mamadas, no pude conseguir más en mi primera semana.

Volví el viernes del curro, más cansado que de costumbre. Los clientes estaban pesadísimos con un proyecto que ellos mismos habían decidido adelantar sin previo aviso. Y mi equipo y yo nos teníamos que comer el marrón durante el sábado y probablemente parte del domingo. Al entrar por la puerta pude escuchar, como ya era costumbre, a mi madre en una reunión. Resignado fui a la cocina a por una cerveza, subí a mi cuarto a por el portátil y lo bajé al salón, con la intención de ver algo con los cascos puestos mientras mi madre terminaba. Cuál fue mi sorpresa al llegar al mencionado salón y ver que mi madre estaba trajeada de cintura para arriba, pero completamente desnuda en la parte inferior del cuerpo. Casi se me caen el ordenador, la cerveza y los cascos de la impresión. A pesar de todo el trabajo que iba a tener el fin de semana, esa visión me estaba alegrando el día. Y no solo el día. Mi miembro empezó a palpitar con fuerza, queriendo escapar. Comencé a acariciarme por encima del pantalón mientras mi madre, sin dejar de trabajar, no se perdía ni un solo detalle. Me desabroché el cinturón y me desnudé por completo, comenzando a masturbarme delante de ella. Una sonrisa apareció en su cara. Me acerqué una silla para estar delante de ella, detrás siempre del ordenador, oculto a la conferencia pero completamente visible para mi madre. Así me quedé los siguientes minutos, con un sube baja lento pero continuo. Hasta que por fin llegó el momento que tanto deseaba.

“Disculpadme un momento” dijo mi madre “La reunión se está alargando y tengo que hacer una cosa, enseguida vuelvo” .

Desconectó los cascos y se acercó a mí. Prácticamente subida sobre mis piernas me susurró al oído:

“Ten cuidado, no he silenciado el micrófono”.

Como puede imaginarse, aquello me puso a mil. Se arrodilló delante de mí y, silenciosamente, agarró mi polla y se la metió en la boca. Con una mano me hacía una paja acompañando el vaivén de la mamada, con la otra me acariciaba los huevos. Yo hacía ímprobos esfuerzos por no emitir ruidos. Pude escuchar a los, hasta ahora, silenciosos compañeros de mi madre.

“¿Qué estará haciendo Isabel?” Era una voz de mujer la que habló. La situación era de lo más morbosa.

Agarré la cabeza de mi madre y la empujé un poco más, haciendo que se tragase mi polla en dos terceras partes. Tuvo una pequeña arcada.

“¿Qué ha sido ese ruido?” Comentó uno de sus compañeros.

Era ya demasiado para mí. Sin avisar comencé a eyacular en su boca. Ella se lo tragó todo, enseñándome al acabar la boca abierta, como queriendo mostrarme lo bien que lo había hecho. Se levantó, me dio un beso en la parte inferior del pene y fue hacia el ordenador, no sin antes llevarse un pequeño azote por mi parte.

“Perdonad, ya estoy de vuelta” les dijo a sus compañeros, como si nada de todo eso hubiera sucedido y ella fuera una trabajadora normal y corriente sin un vicio supremo por la polla de su hijo.

Mucho más relajado, me puse música chill, sin vestirme me quedé en el salón y empecé a preparar la reunión con mis compañeros para el día siguiente. No me imaginaba cuánto podía cambiar mi día en unos pocos minutos.

Estaba pensando ya en cenar algo y dormir, cuando la tapa del ordenador de mi madre me sacó de mi ensimismamiento. Sin yo decirle nada, se desnudó completamente y vino hacia mí.

“Ahora estoy trabajando” le dije. Pero en mi tono se notaba que llevaba bastante tiempo sin ser productivo, por lo que ella insistió:

“No te preocupes cariño, no dejes de trabajar” . Decía esto mientras me masajeaba la espalda y pegaba sus tetas a mí.

Tenía los pezones durísimos y no hacía precisamente frío en la habitación. Yo trataba, y no sé muy bien por qué, de cerrar los flecos que me quedaban. Me lo ponía realmente difícil. Si ya estaba siendo complicado centrarme, para rematar ella me susurró al oído:

“El azote de antes me ha puesto muy cachonda hijo, tienes que hacerlo más veces”.

Sin pensarlo ni un segundo, cerré el portátil y me di la vuelta bruscamente, sorprendiendo a mi madre. La cogí en brazos y la llevé al sofá, donde la tumbé y la empecé a besar con violencia, descontrolado. Arqueó su espalda, pegando su vientre a mi erección y oscilando calculadamente para ponerme más cachondo. Y lo estaba consiguiendo. Empecé a jugar con sus pezones, paseando la lengua por ellos, atrapándolos entre mis dientes, apretando un poco más fuerte de lo que ella estaba acostumbrada, arrancándole los primeros gemidos y algunos respingos de sorpresa. Pero se dejaba hacer. La provocaba pasando mis manos por sus muslos, acercándome todo lo posible a su sexo sin llegar a tocarlo. Podía notar el calor que se desprendía de él.

“¿Quieres que te toque?” le pregunté, sabiendo de antemano la respuesta.

“Si lo quieres pídemelo, dime que lo que estoy haciendo no está bien” .

Sus verdes ojos chispearon, llenos de asombro y lujuria.

“Tócame cabrón, toca a tu madre sabiendo que es el mayor de los pecados”. Eso fue lo que me dijo. Y obtuvo una respuesta, aunque no tal vez la que ella esperaba.

“Si quieres que te toque” dije “tendrás que pagar un precio por ello” .

Inmediatamente llevo su mano a mi polla, pero de un leve manotazo la detuve. Se quedó un poco estupefacta. La levanté y la coloqué con las piernas abiertas, de cara a la pared. Y sin ningún tipo de aviso, le di un azote. No muy fuerte, no muy suave, pero no se lo esperaba. PLAS. Resonó por toda la habitación.

“Aaaah” . Fue lo único que alcanzó a decir. Una mezcla de un poco de dolor, un poco de placer.

Colocó sus manos contra la pared, arqueando su cuerpo, aceptando el precio que le había impuesto. Sonreí. PLAS PLAS. Dos azotes más. Pasé mi mano por su cintura y con la otra busqué su coño húmedo. Comencé a bailar con mis dedos desde su clítoris hasta la entrada. Ella se balanceaba un poco, pero no variaba su postura en lo más mínimo. Esta vez fui yo quien se acercó a su oído para susurrar.

“Voy a follarte como una perra esta noche” . Y de paso, le regalé un ligero mordisco en la oreja mientras pasaba una mano por aquellos lugares que habían azotado, notándolos un poco más calientes que el resto del cuerpo. Seguía con las piernas abiertas y, desde atrás, empecé a meterle los dedos. Primero uno, luego dos y al final un tercero.

“Déjame tocarme por favor” me medio suplicó. Yo demoré unos instantes mi respuesta, me gustaba aquella sensación de control.

Al final le hice saber que podía tocarse y bajó la mano derecha, manteniendo la izquierda apoyada en la pared. Se frotaba y nuestras manos entraban en contacto. Aceleré el ritmo y con ello sus gemidos fueron aumentando, sus piernas temblaban, no sabía cuanto tiempo podría mantenerse en aquella posición. Y tampoco sabía cuanto tiempo aguantaría hasta meterle el rabo hasta sus entrañas. Pero por algún motivo, quería posponer aquel momento. El morbo y la excitación iban en aumento y quería ver cuál era el pico que podía alcanzar. No tardé mucho en descubrirlo. Suavemente saqué mis dedos, ella no paraba de tocarse. Y sin previo aviso, de un solo golpe, introduje mi cipote en ella. Desde atrás, sin mirarle a la cara, agarrando sus dos brazos y dejando su cara apoyada contra la pared. Empezó una follada frenética, más salvaje que bonita.

Ella cada vez gemía más fuerte, yo cada vez iba gruñendo más y más, hasta parecer que rugía.

“Eres más guarra de lo que pensaba mamá”.

Ella solo alcanzaba a artiuclar: “Más fuerte, más fuerte” “No pares por favor, no pares ahora”.

Y yo aumentaba mi ritmo, estampándome contra su culo una y otra vez, notando como los flujos vaginales iban empapando mi pene. Y yo seguía y seguía. Le di dos azotes más y ella no paraba de frotar y frotar más rápido con su mano, ahora que había dejado una libre para darle los azotes.

“Me corro joder. ¡Me corro!” grité mientras, efectivamente, me corría dentro de ella durante unos efímeros y maravillosos segundos.

Cuando terminé, la mantuve dentro mientras iba perdiendo tamaño y dureza, notando como ella seguía buscando el orgasmo. Me dejé caer sobre su espalda, poniendo a prueba sus fuerzas. Desde aquella posición era realmente fácil estrujar sus tetas, jugar con sus pezones. Y como era de esperar, se me fue poniendo cada vez más dura sin siquiera haberla sacado.

Notaba que sus fuerzas estaban al límite, pero quería forzarla un poco más allá. La coloqué a cuatro patas en la alfombra, con mi polla completamente dura de nuevo. Y vuelta a empezar.

“Eres mi perra” Solté.

“Soy tu perra” me contestó muy bajito, casi ni podía hablar de lo cachonda que estaba.

Yo sabía que sería muy difícil correrme tan de seguido, pero podía notar que ella estaba a punto. Continué metiendo y sacando, tocando de vez en cuando sus pezones. Dándole algún cachete que otro, diciendo alguna que otra guarrada. Hasta que al final, con un grito inaudible se corrió y se quedó tumbada en la alfombra, exhausta y con una sonrisa en la boca.

“Me ducho y hago la cena” le dije.

Cerrando los ojos y sin dejar de sonreír, asintió, quedándose completamente extendida en la alfombra, feliz y saciada.

Mientras me duchaba y después preparaba la cena no dejaba de pensar en lo mismo. Me había corrido dentro de mi madre. Más allá de las connotaciones éticas que aquello podía tener, que en este punto ya me daban un poco igual, pensaba en la posibilidad de dejarla embarazada. Me asustaba y excitaba a partes iguales. Decidí no sacar el tema durante la cena y disfrutar del momento.

A la mañana siguiente me desperté temprano, debía terminar de preparar la reunión. Al salir por la puerta, puede ver que la de mi madre estaba abierta y ella sobre las sábanas, con una camiseta y unas braguitas, y la mano dentro de ellas. Al parecer se había quedado con ganas de más. Sonriendo, últimamente empezaba a sonreír mucho, bajé, desayuné algo rápido, terminé de preparar la reunión y llegué justo a la videollamada.

Mientras hablaba con mis compañeros de equipo y mi jefe, bajó mi madre. Iba con la camiseta ajustada y se podía entrever perfectamente su figura. Nunca me había fijado tanto como ahora, pero mi madre estaba buenísima. Con los pezones erectos, el pelo enmarañado, en culot, bostezando, poniéndose de puntillas para alcanzar la parte de arriba del armario, ofreciéndome una visión de su entrenado culo. Era espectacular. Agité la cabeza, debía estar centrado en la reunión, no salido como un adolescente en celo. Pero era complicado.

Durante la reunión perdí de vista a mi madre, le gustaba desayunar en el jardín y hoy el tiempo acompañaba. Los vecinos, aunque lejanos debido a lo grande de nuestra parcela, estarían disfrutando de una visión maravillosa de aquella MILF en ropa interior desayunando. Escuché un ruido en la cocina, sería mi madre recogiendo el desayuno. Apareció delante de mí y, sin que yo me lo esperase, se metió debajo de la mesa. Me desabrochó en silencio el pantalón y engulló mi pene, que fue creciendo y creciendo hasta llenar su boca. Entre la sorpresa y el placer, se me escapó un quejido. Mis compañeros me miraron raro, pero nadie dijo nada.

Intentaba centrarme en lo que me decían, pero la mamada que me regalaba mi madre lo complicaba. Otro quejido se me escapó.

“Raúl ¿te encuentras bien?” . Era mi compañera Sonia la que preguntaba.

“Sí sí” contesté, tal vez algo más agitado de lo que pretendía. “Es que no esperaba encontrarme tal marrón en mi primera semana y estoy un poco nervioso”.

Había salvado los muebles, pero mi madre no paraba de chupármela debajo de la mesa, silenciosa, acariciándome las pelotas, jugando con su lengua y mi glande. En resumidas cuentas, volviéndome loco.

En contra de todo lo que yo pensaba, aguanté hasta que terminamos la llamada.

“Ven aquí puta, si querías polla la vas a tener” y diciendo esto, empecé a follarle duro la boca.

Intentó contener sin éxito el reflejo de las arcadas, pero no se sacó la polla de la boca. Me estaba llenando de babas la entrepierna. En pocos segundos descargué en su boca, la reunión había sido larga en exceso. De nuevo intentó tragarlo todo, pero no pudo. Tanto tiempo excitándome tenía sus consecuencias. Parte del semen resbaló por sus labios hasta sus tetas, lo recogió con el índice y se lo metió en la boca. Una vez más, al acabar, me mostró su boca limpia, sin nada de mi semen en ella. No sabía por qué, pero eso me excitaba muchísimo.

“Me ha encantado cuando me has llamado puta hijo” me dijo “entre esto y los azotes, creo que soy un poco sumisa” .

“Ya lo creo mamá” contesté “y no solo una sumisa de libro, eres MI sumisa, y me voy a aprovechar de ti” .

“Lo que quieras amor” y diciendo esto, se marchó a ducharse.

Pasó el día sin más incidentes. Vinieron los del servicio, se fueron y yo seguía trabajando. Pude ver como mi madre leía, veía la tele, hacía deporte. Y yo trabajando. Me ponía de mal humor. Al menos, cuando nos quedamos solos de nuevo, se puso un top mucho más ajustado y unos pantalones demasiado pequeños como para dejar algo a la imaginación, un poco de alegría en mi día gris.

Terminé, no me lo creía pero terminé. Eran casi las 9 de la noche, pero me lo había quitado todo. Tenía el domingo libre para descansar. Al menos la mente, para el cuerpo tenía otros planes muy diferentes.

“¿Pedimos algo de cenar? No me apetece mucho cocinar” Fueron las primeras palabras que le dije a mi madre desde la follada de boca matutina.

“Lo que tú quieras cariño” .

Mientras cenábamos, hablamos de la vida, de su trabajo, del mío. Me costaba creer la naturalidad con la que lo llevábamos. Pero por otro lado me encantaba esa sensación de hacer vida en pareja con alguien, y que ese alguien fuera mi madre me la ponía durísima.

“Esta noche” le dije mientras acababa el postre “Te voy a follar bastante más duro ¿Estás preparada?” .

Tragó antes de contestar: “¿Podrás mantener tus palabras?” .

Ese juego me encendía la sangre.

Ya en la habitación, sin preámbulos de ningún tipo, la desnudé. Cuando ella iba a hacer lo propio conmigo la empujé en la cama. Estábamos en su cuarto, no solo por la cama más grande que tenía, sino también por el morbo que eso le añadía. Me desnudé en décimas de segundo y fui directo a comerme su coño. Con precisión pero sin suavidad. Se fue mojando poco a poco, cediendo a mis atenciones. Comenzó a gemir una vez más. Ella estaba más en celo que yo al parecer, se encendía con nada. Continué un rato, sin olvidar mi promesa.

“A cuatro patas puta” y bedeció en el acto.

Me coloqué delante de ella, le di un par de pollazos en la cara, haciendo que girase un poco la cara.

“Demuestra que la quieres mamá” me gustaba lo de alternar palabras sucias con mamá. Y a ella también.

A cuatro patas comenzó unos pequeños lametones en el tronco de la verga, en el glande, en los huevos. Cuando fue a metérsela como siempre poco a poco, se la metí entera de un empujón. Nunca había conseguido hacerlo y le dio una tremenda arcada. Se separó de ella y comenzó a toser, escupiendo en el suelo. Sin inmutarme, volví a coger su cabeza y metí mi polla en su boca. Sabiendo lo que le esperaba, aguantó más esta vez, aunque ya no entró del todo. Algún sonido soltó, alguna arcada le llegó pero, salvo en dos ocasiones, la tuvo siempre casi entera dentro.

Bruscamente, como se la había metido se la saqué y me coloqué detrás de ella.

“¿Quieres que te la meta?” Pregunté imperativamente.

“Sí” Fue su escueta respuesta en medio de un ligero gemido.

PLAS PLAS. Dos azotes, uno en cada nalga.

“Si ¿qué? Puta desagradecida”.

PLAS PLAS. Y otros dos de regalo.

“¡¡Sí por favor!! métemela, pero no dejes de azotarme”.

Esas palabras, esas palabras eran música para mis oídos. Le di unos cuantos azotes más. Ella apoyó la cabeza en el colchón y se empezó a tocar antes de que dejase de azotarla. Eso me animó aún más y golpeé su culo algo más fuerte. Si a mí me empezaba a picar la mano…

Me subí sobre ella y, como la perra que era, comencé a cabalgarla. Duramente, soltando algún azote en la espalda, alguno en el culo, pero sin parar de metérsela todo el rato. Agarré su coleta, obligando a que mirase hacia delante.

“Quién es tu macho, dímelo” . Ya empezaba a gruñir más que a hablar, señal de que perdía el control.

“Tú, eres tú, menuda follada me estás pegando cabrón” .

Empujé su cabeza contra el colchón, dejando al descubierto su sexy espalda. La agarré de las caderas y noté cómo temblaba llegándole el orgasmo. Pero yo no pensaba parar. Aumenté mi ya de por sí frenético movimiento. El sonido de mi cadera contra su culo resonaba en todo el cuarto. Volví a tirar del pelo, obligando a que mirase esta vez hacia atrás. La besé mientras notaba que se corría de nuevo. Eso sí que me puso cachondísimo y no aguanté más, vaciándome dentro de ella y descansando unos instantes sobre su espalda.

“¿No te preocupa que me esté corriendo dentro de ti?” le comenté mientras me secaba al salir de la ducha que nos acabábamos de dar.

“No te preocupes, desde hace años tomo la pastilla, para regular la regla y otros problemas hormonales”. Su contestación me alivió, no puedo negarlo.

“Pero entonces” repliqué “lo del otro día…”.

“Era por pudor cariño, me sentía sucia” y continuó “lo que no sabía, es lo que me pone sentirme así de sucia”. Y a esto le agregó una sonrisa pícara.

Me fui hacia mi cuarto y me tumbé sobre las sábanas, completamente rendido. A los segundos apareció mi madre.

“No creerás que después de follarme a tu antojo y de todos los azotes que me has dado, voy a dormir sola”.

No me costó ningún esfuerzo levantarme e ir hacia su cuarto.

Continuará.

Muchas gracias a los que me habéis leído y a los que habéis enviado vuestros comentarios (tanto aquí como en mi mail). Se agradecen también las críticas que me puedan ayudar a mejorar. En mi correo estoy a disposición de cualquiera donde avisaré de cuándo subo nuevo relato y daré un pequeño “teaser”.