Infierno (04: Imágenes en las sombras 1)
Los nuevos demonios comienzan a aparecer.
INFIERNO 4
Cap 4 "Imágenes en las sombras 1"
Túneles abandonados Ciudad Gótica.
-Despierta.-fue la orden que sacudió el cuerpo putrefacto de la cosa que se encontraba hundida en la oscuridad. Perdida desde hacia mucho tiempo. Alguien le estaba llamando, alguien con un gran poder que iba más allá de todo lo que había conocido en su larga vida y cuyo mandato debía ser obedecido.
-Ven.-fue la siguiente orden. La cosa se arrastro lo más rápido que pudo fuera de aquel lugar que había sido su tumba por largos años y acudió al llamado que resonaba en todo su ser. A su paso cientos de ratas negras le miraban fijamente con sus ojos rojizos y sus lomos erizados, mostrando sus afilados colmillos, pero no la atacaban. Antes bien parecía como si le escoltaran hasta su destino. Al llegar la cosa miro con su único ojo a quien le había llamado. Era una mujer, tan bella y hermosa como no había visto en casi una eternidad. Normalmente su aspecto putrefacto hacia huir a todo aquel que tenía la desgracia de verlo, pero ella se mostró impasible. Incluso desafiante a pesar del horror que tenía delante de sus ojos.
Por un segundo el hambre hizo que la cosa pensara en saltar sobre la mujer para devorarla, pero el aura de poder que emanaba de ella le hizo desistir. La cosa se incorporo todo lo que pudo y espero. Lo que aquella mujer le ofreció era muy tentador y lo que pedía a cambio era algo que la cosa tendría mucho gusto en hacer.
El vagabundo estaba tumbado frete a la cortina de una vieja tienda de helados, cerrada desde hacia tres o cuatro años. Era un hombre negro, de unos sesenta años, famélico y desgastado. Vestido con harapos sucios y mal olientes que seguramente había conseguido en algún basurero. Su cara estaba cubierta por una gruesa y sucia barba, donde sobresalía una nariz colorada y cubierta de venas marrones. Sus ojos estaban enrojecidos a causa del alcohol.
Había tenido un mal día, unos pandilleros le habían golpeado unas horas antes, solo por diversión, y ahora todo su cuerpo le dolía. Además la gran caja de cartón donde solía dormir había sido recogida, junto con otras tantas, por esos estúpidos del departamento de limpia.
Ahora solo tenía unas cuantas hojas de periódico para cubrirse é intentar dormir un poco. Fue entonces que escucho el sonido de unos pasos, lentos y pesados, que se acercaban por la acera. Asustado se incorporo lo más que pudo para mirar a quien quiera que fuera. Pero solo pudo distinguir una silueta oscura que se acercaba hacia él dando tumbos.
El vagabundo se relajo un poco, creyendo que podía tratarse de algún "compañero" de calle, sin duda un borracho a juzgar por la forma en que caminaba. Aún así el vagabundo metió una mano en su el bolsillo de su sucia chaqueta y acaricio la pequeña daga, hecha de un pedazo de hierro, que había hecho hacia unas horas. No obstante estaba demasiado adolorido como para levantarse y pelear con el recién llegado, si es que eso fuera necesario.
En ese momento la silueta oscura llego a su lado y se detuvo. Por un momento ambos personajes se quedaron en silencio, viéndose mutuamente con una extraña mezcla de interés y repulsión. Envueltos por una pestilente atmósfera donde se mezclan un fuerte olor a whisky barato con excrementos y sudor de varios días. El recién llegado no parecía molesto por aquel hedor y permaneció frente al vagabundo. Mirándolo fijamente.
-¿Qué estas viendo hijo de perra?-bramo el vagabundo tratando se sonar amenazador.
En algún lugar:
-¿Dónde estoy?.-fue el primer pensamiento que cruzo por la mente de la chica cuando salio de su extraño letargo. Por un momento trato de ver donde se encontraba, pero por más que abría los ojos no podía ver nada a su alrededor, salvo oscuridad sin forma ni sustancia, solo vació. En su mente aparecieron los recuerdos de su última batalla, una batalla que había perdido. ¿Acaso estaba muerta? Aquella idea la hizo estremecer y de inmediato trato de incorporarse pero no logro mover ni un solo músculo, de hecho no sentía su cuerpo, solo estaba ahí sola... flotando en el éter.
-No estás muerta.-le dijo de pronto una voz femenina proveniente de la oscuridad.
-¿Quién eres? ¿Dónde estoy?-pregunto sin poder contenerse.-¿Qué quieres de mí?...-
-¿Tienes miedo?.-fue la respuesta.-
-¡No!-grito con arrogancia.-¡Aunque este sea el infierno y tú seas el demonio no tengo miedo!-
-HAHAHAHAHAHA.-la risa de la mujer resonó por toda la inmensa penumbra.-Créeme querida. El infierno y el demonio de quien hablas son poca cosa comparados con el poder que yo represento.-
-¡¿Quién eres?!.-grito la chica sintiendo temor por primera vez en su vida.
-Alguien que te conoce muy bien.-respondió burlona la voz en las sombras.
-¡Basta de juegos!.-demando la chica furiosa.-¡Ya te dije que no tengo miedo! ¿Así que muéstrate! ¡Si te atreves!.-
-Tsss tssss No estas en posición de amenazar a nadie querida.-respondió calmadamente la misteriosa voz.-Solo necesitas saber es que fui yo quien te hizo lo que eres. Tú eres mía y ahora es tiempo de que sirvas a mis propósitos.-
-¡Nunca!-grito desafiante-¡Yo no le pertenezco a nadie!.-
-Eso lo veremos querida.-la voz de las tinieblas aun resonaba cuando la chica comenzó a sentir su cuerpo, junto con el dolor de infinitos mordisco que laceraban su carne por dentro y agudas garras abriendo surcos en su piel para verter en ella un liquido ácido que la quemaba como el fuego.
-¡Aaaaaayyyyyyyyy!.... ¡Aaaaaaayyyyyyyyyy!...-sus gritos eran el único sonido que se escuchaba en la oscuridad. Luego sintió que sus huesos eran aplastados, uno por uno, desgarrando sus propios músculos al quedar hechos astillas. Pero cada vez que creía que el dolor no podía volverse más intenso nuevas sensaciones la sacudían, nuevos tormentos la hacían bramar de dolor.
-¡Aaaayyyyyyyy!.... ¡Basta!... ¡BASTA!...-grito sintiendo que llegaba al limite de su cordura. La voz no le respondió, en vez de eso el dolor creció más.-¡Aaaaaayyyyyy!... ¡YA BASTA!... ¡BASTA....-
-¿Entonces?.-sonó de pronto la voz de las tinieblas.
-¡Lo haré!... ¡Haré lo que quieras!.... ¡Pero ya basta!....-grito antes de perder la conciencia de nuevo. Cuando despertó sintió su cuerpo flotando en un liquido ardiente, aterrada por la idea de mayores sufrimientos la mujer se incorporo, cosa que la sorprendió mucho, aunque no tanto como la visión que se presento ante sus ojos. Estaba en una especie de baño, construido a la usanza de los conquistadores romanos, con sus paredes altas y recubiertas de hermosas pinturas, con columnas de pesados fustes y capiteles labrados de forma extraña que sostenían pesadas bóvedas, y lujosos pisos de mármol blanco.
Ella estaba desnuda, de pie frente a una pequeña escalinata que descendía la piscina de agua caliente donde ella se encontraba, su cuerpo estaba ileso pese a los horrores que había sentido, ¿una ilusión?, todo era posible. De pronto escucho el sonido de algo capoteando en el agua justo a sus espaldas. Asustada se dio la vuelta justo a tiempo para ver salir del agua a cinco figuras que reconoció de inmediato.
-¡¿Ustedes?!-exclamo incrédula al tiempo que sus piernas amenazaban con fallarle. Las cinco siluetas miraron no menos sorprendidas a al primera chica y luego se miraron entre si.
-¡¿Tu?! ¡No puede ser!-
-¡Maldita! ¡Tu me mataste!-
-Es cierto. Pero yo la mate a ella.-
-¡Todas ustedes están muertas!-grito otra chica jalándose su largo cabello verde.
-Tu también lo estas querida.-sentencio otra silueta.-Ellas te derrotaron.-
-¡¿Pero entonces que hacemos aquí?!-
-¡BASTA!-todas las chicas callaron al reconocer aquella voz, era la misma que habían escuchado durante su tormento, pues todas habían sufrido del mismo modo aún que en ese momento no lo sabían. Entonces apareció ella, flotando tranquilamente en las aguas cálidas, tan desnuda como las siete chicas que le rodearon de inmediato, su piel estaba tostada por el sol y su larga cabellera le cubría toda la cara.
-¿Quién eres?.-preguntaron todas en coro.
-¿No entendieron la lección?-dijo amenazante. Las chicas sintieron como si los dedos de un muerto se pasearan por sus espaldas desnudas y retrocedieron alejándose de aquella mujer tan tenebrosa.-Así esta mejor.-dijo la mujer nadando hacia la escalinata de mármol.
-Pueden llamarme Ixaxar.-les dijo como al descuido.
-¿Ixaxar?.-repitieron otra vez en coro, cada una tratando de encontrar un significado para esa palabra en todas las lenguas que conocían, solo para descubrir que simplemente nunca habían escuchado tal nombre.
-Ama Ixaxar.-corrigió la mujer mientras tomaba asiento en uno de los fríos peldaños de mármol.-No lo olviden nunca.-las chicas apretaron los dientes, conteniendo el deseo de lanzarse sobre esa bruja y estrangularle entre todas. Pero el recuerdo de los horrores sufridos y el hecho de que, de alguna manera, podían sentir el poder que emanaba de esa mujer, un poder que superaba cualquier otro que hubieran conocido, las hizo desistir.
-Vengan.-ordeno Ixaxar al tiempo que se ponía de pie para salir del baño, cadenciosamente subió por la escalinata y al llegar a la parte más alta un singular sirviente, delgado y con la piel amarillenta, salió de entre las sombras para ofrecerle una bata de seda negra. Todas las chicas dudaron por un momento pero al final optaron por seguir a su extraña anfitriona. Una a una fueron saliendo del piscina, altivas y orgullosas, sin molestarse en ocultar los encantos de sus cuerpos a la vista del sirviente, o de cualquier otro que pudiera estar observando desde atrás de las columnas. Cuando todas estuvieron junto a la extraña mujer el criado se retiro rápidamente, dejándolas solas.
La primera chica asumió una postura de líder y dio un paso al frente para encarar a la misteriosa Ixaxar, esta se puso de pie y comenzó a dar vueltas a su alrededor, admirando sus cuerpos hermosos y firmes, semejantes a amazonas salidas de las leyendas griegas, sin una molécula de grasa sobrante. Todas tenían una silueta encantadora, con sus hermosos pechos que adornaban sus torsos. Sus cinturas totalmente planas y sus caderas fuertes, los brazos y las piernas eran físicamente perfectos, y sus bellos rostros eran dignos de las más finas esculturas. Sin olvidar sus singulares cabelleras de diversos colores y peinados.
-En verdad son un grupo interesante.-dijo Ixaxar colocando la punta de sus dedos sobre su barbilla en señal de aprobación.
-¿Qué quieres de nosotras... ama?-dijo la primera chica apretando los dientes, mientras sus ojos rojos brillaban llenos de odio.
-Eres altiva y orgullosa. Eso me gusta.-dijo la Ixaxar acercándose a ella. De pronto su mano se movió con la velocidad de un relámpago y sus dedos se cerraron como garfios en el cuello de la líder del grupo. Esta reacciono instintivamente tomando el brazo de su enemiga con ambas manso para apartarlo, pero pronto descubrió que esa mano era como una pinza mecánica que se aferraba a su garganta como la trampa de un cazador, impidiéndole respirar libremente.
-¡Entiendan bien esto! ¡Yo soy quien manda aquí! ¡Cuando les de una orden deberán acatarla de inmediato, sin preguntas, sin excusas y sobre todo sin fallar!-
-¿Y si no lo hacemos?- pregunto desafiante otra de las chicas.
-No tienen elección.-dijo Ixaxar al tiempo que soltaba a su presa. La líder se llevo las manos a su lastimada garganta, las heridas en su cuello eran dolorosas pero no graves, mientras jalaba aire para aliviar la sensación de ahogo que había experimentado.
-¡Un momento!-exclamo de pronto una de las chicas.-¡Yo te he visto antes! ¡Tu eres !-
-Así que me reconociste después de todo.-le interrumpió la llamada Ixaxar al tiempo que daba una palmada.-¡Es una lastima que eso no te servirá de nada!-las palabras de Ixaxar aún resonaban en las paredes del aquel extraño recinto cuando el agua de piscina comenzó a burbujear con tal fuerza que perecía hervir, al tiempo que cambiaba su textura, casi transparente, una verde grisácea. Mientras la atmósfera antes calida y perfumada se transformaba en un hedor venenoso, similar al de agua estancada y pútrida, mientras la temperatura descendía rápidamente. En ese momento algo surgió de las agitadas aguas del baño, algo que parecía salido del delirium tremens de un alcohólico. Las chicas quedaron paralizadas de horror ante la presencia de aquella criatura. Sus mentes quedaron paralizadas mientras trataban de comprender la naturaleza de aquella cosa. Por momentos les pareció que era similar a un pulpo, pero luego percibieron que también tenía algo de cangrejo y babosa de mar, provisto de un exoesqueleto de colores cambiantes, de unos 20 metro de altura o quizás más.
Los tentáculos eran de las formas más variadas, los había pequeños y casi rígidos, como antenas, mientras que otros eran largos y robustos como troncos de árbol. Todos estaban provistos de incontables ventosas las cuales convergían alrededor de la enorme boca de la criatura. Si las chicas estaban inmersas en un estado casi de inconciencia. De pronto, varios pólipos semejantes a látigos salieron del agua y con precisión matemática se enredaron en los tobillos de las chicas y tiraron de ellas bruscamente haciéndolas caer de espaldas sobre el helado mármol que recubría el piso. Aquel ataque saco alas chicas de su estupefacción, aunque la fuerza del golpe las dejo aturdidas y desorientas, en ese momento otros tentáculos se enlazaron sobre sus muñecas estirándolas é inmovilizándolas.
-¡¿QUE ES ESTO?!-
-¡NO PUEDES HACERNOS ESTO!-
-¡SUELTANOS!... ¡DEJANOS IR!-Ixaxar contemplaba la escena divertida, sin prestar atención a los desesperados gritos de las seis jóvenes.
-Lo siento queridas.-le dijo con venenosa dulzura.-Pero ahora no tengo tiempo para convencerlas por las buenas de que se unan a mi. De hecho, no tengo tiempo para escuchar sus gritos. ¡Así que terminamos con esto! ¡Empieza con ella!-dijo Ixaxar señalando a la chica líder. La cual grito de terror al escuchar aquel mandato.
-¡NOOOOOOO!-grito la chica forcejeando contra aquellos pólipos que le reprimían, pero a pesar de que los sentía gelatinosos sobre su piel pronto descubrió que también eran duros como el acero, por lo que sus esfuerzos solo lograron lastimarla. Aún así ella luchó desordenadamente, su hermoso cuerpo se agitaba en a la orilla de la piscina tratando de deshacerse de los tentáculos. Casi enseguida dejó de gritar, sabía que era inútil, luchó unos minutos y empezó a jadear, el sudor comenzó a aparecer sobre su vientre, se retorcía con la esperanza de que el monstruo aflojara su lazo, pero otro tentáculo agarró sus muslos tirando de ella hacia las aguas envenenadas de la posa al tiempo que limitaba aun mas sus movimientos. Ella insistió en luchar contra el tirón de la criatura, pero al cabo de varios minutos estaba completamente exhausta. Sus grandes pechos se elevaron hacia el techo del baño y cayeron bruscamente cuando ella exhaló el aire pesadamente tras el brutal esfuerzo. A pesar de su magnifico estado de salud y fuerza ahora estaba agotada y apenas podía moverse. Otro tentáculo se arrastró sobre su vientre, los chupones sorbían ruidosamente sobre la piel perlada de sudor.
-¡Aaaaaaayyyyyyyyy!.-grito la chica abriendo los ojos desmesuradamente al sentir sobre su piel el contacto de esas sierpes cuyo toque quemaba como ácido puro. Ixaxar contemplaba sonriente como aquellos tentáculos exploraban libidinosamente la piel blanca de su víctima, sobre todo los grandes pechos coronados por rozadas areolas, el vientre níveo que se contraía constantemente por la fuerte respiración. Sus hermosas piernas y pies.
-¡NOOOOOOOO!.-gritaron las demás, horrorizadas por aquel espectáculo que amenazaba en convertirse en su propio destino. Pero solo podían mirar mientras aquellas sierpes gelatinosas comenzaban a separar las piernas de su compañera a pesar de los desesperados esfuerzos de aquella por evitarlo. En ese momento uno de los tentáculos, grueso, negro y brillante, se enfilo hacia la vulva de la chica líder que se retorcía loca de horror y de asco. Pero nada podía impedir que el monstruo cumpliera sus deseos y con un solo golpe dejo que su infernal falo penetrara en las entrañas de su víctima.
-¡NOOOOOOOO!... ¡AAAAAYYYYYYYY!... ¡POR FAVOR!... ¡NOOOOOO!...-los gritos resonaron en las negras bóvedas de aquel recinto, pero no había nadie que sintiera piedad por la víctima que lanzaba esos lamentos. El tentáculo de la cosa en forma de pulpo-cangrejo-babosa de mar seguía entrando en el cuerpo de su presa, que la chica sintió como su vientre se hinchaba a causa de aquella invasión. Sus ojos estaban en blanco a causa del dolor y de la locura que le provocaba su situación. Su cabeza se movía de un lado a otro como si eso pudiera brindarle algún consuelo. Por su parte el monstruo reía emitiendo sus chillidos dementes, gozando la estreches virginal de su presa.
Entonces, en acto de sadismo puro, aprovecho que la infeliz respiraba desesperadamente por la boca para dejar que otro de sus pólipos penetrara por la garganta. La chica se convulsiono víctima de la asfixia, sus manos se crisparon junto con todos los músculos de su cuerpo pero fue inútilmente, pues nada podían hacer por escapar de aquella pesadilla. La bestia continúo con su labor, penetrando a la chica sin misericordia, impulsando con furia sus largos é interminables apéndices dentro de ese cuerpo humano. En tanto su víctima había dejado de luchar y ahora se abandonaba a las sensaciones que le producía su violación. Sensaciones extrañas y aterradoras, tenía la impresión de su cuerpo había muerto desde el primer embate del monstruo, pero por alguna razón seguía sintiendo el tormento de cada golpe dentro de ella.
Seguía sufriendo a causa de las garras que se hundían en sus senos, en sus muslos y en sus nalgas, desgarrando su piel blanca y tiñéndola de rojo carmesí. Por no mencionar la insoportable irritación que le provocaba el contacto de esa cosas babosas sobre su cuerpo.
-¡Aaaaaaagggggg!...¡Aaaaagggggggg!.-se quejaba mientras su violador seguía con blasfemia, empujando y empujando dentro de ella, el tiempo pareció detenerse. Pero por fin el monstruo lanzo un gemido y empezó a depositar su semilla en el cuerpo de la chica, quemando su carne y su alma en una llamarada negra más allá de las más espantosas pesadillas. Entonces esta volvió a convulsionarse, más grotescamente que nunca y, de no ser porque tenía la boca cubierta por el grueso tentáculo de la bestia pulponica, su grito se habría escuchado hasta las montañas más lejanas.
-¡POR FAVOR YA BASTA!... ¡TEN PIEDAD!... ¡YA BASTA!.-gritaban desesperadas las otras chicas, mirando con horror como la piel de su compañera comenzaba a adquirir un color extraño, como si se bronceara en tan solo unos segundos, que corría desde su vulva sangrante hasta la punta de sus cabellos, y entonces se quedo inmóvil. Su compañera bajo la cabeza y comenzó a sollozar de rabia y dolor. La criatura libero a su víctima de sus falos negros y la dejo caer al piso como una muñeca rota, justo a los pies de su no menos cruel ama.
-Mummmmm.-gimió la pobre chica la recobrar el sentido, su cuerpo había recobrado su color normal, aunque las heridas en sus pechos y nalgas seguían sangrando y los moretones en sus muslos le dolían salvajemente. Aún así, nada se comparaba con el punzante dolor de su vagina, sangrante é hinchada como si acabara de parir.
-¡Kaori!.-grito una de las chicas aún prisionera.-¡¿Estas bien Kaori?!-ella no le respondió. Su mirada estaba fija en el rostro de la mujer que se erguía ante ella como una diosa del mal.
-¿Quién eres?-pregunto Ixaxar con voz dulce y melodiosa.
-No lo se.-respondió Kaori con los ojos en blanco.
-¿De donde vienes?.-
-De un sitio donde reina la oscuridad.-
-¿Tienes dueño?-
-Si... Usted ama.-Ixaxar rompió a reír a carcajadas.
-¡MALDITA BRUJA!.- grito Eudial todavía sujeta por el monstruo.-¡¿QUÉ LE HAN HECHO?!.- aquellos gritos atrajeron al atención de Kaori Naito quien giro la cabeza para mirar a las demás prisioneras y al hacerlo permitió que todas vieran sus ojos, unos ojos rojos como las llamas del mismo infierno donde no había lugar para ningún sentimiento humano.
-¿Quiénes son ellas?-pregunto la chica con indiferencia.
-A partir de ahora ellas serán tus hermanas.-respondió Ixaxar sonriente.-Por desgracia tengo asuntos más importantes que atender. Así que te quedaras aquí, con ellas, hasta que él termine su labor y ellas sean dignas de unirse a nuestra familia.-
-Si mi ama.-dijo Kaori Naito mientras su nueva señora desaparecía entre las interminables columnas de aquel recinto.
-Kaori... por favor... recuerda quien eres...-suplico Eudial pero su compañera o la cosa que ahora tenía la apariencia de su compañera, estaba muy ocupada admirando la belleza de sus desnudas víctimas, oprimidas por los largos pólipos del monstruo.
-Termina tu labor. ¡Oh mensajero de la oscuridad!.-exclamó levantando los brazos en señal de alabanza hacia la criatura submarina. Los gritos de las demás se escucharon por varias horas.
Mar Egeo. Isla de Samotracia.
El Monasterio de Simón de Belem. Una antigua construcción edificada durante el esplendor del imperio Bizantino en una de las colinas más altas de la isla. Durante siglos aquel sitio había sido un remanso de paz y tranquilidad para sus habitantes. Los monjes ermitaños que vivían en contemplación, trabajando sus huertos o laborando en sus talleres de madera y cerámica. Actualmente su número era de apenas 30 hombres. Pero aún así la fe era algo que se respiraba en el ambiente. Hasta esa noche.
La campana de la capilla dejo escuchar su tañir, anunciando la hora de la oración nocturna. Los monjes tomaron sus rosarios hechos de madera y acudieron como era su costumbre, en procesión solemne, al frete de la cual iba el patriarca del Monasterio.
Su nombre era Miguel Pselo y esta cerca de cumplir los noventa años, no obstante aún era capaz de sostener y balancear el pesado incensario de plata maciza con que se purificaba el altar mayor de la capilla antes de rezo.
Durante años, o mejor dicho siglos, los monjes del monasterio habían vivido en paz, protegidos de cualquier invasión por encontrarse en la punta de una escarpada montaña de piedra caliza. De hecho, solo se podía llegar al monasterio a través de un primitivo elevador de cuerdas y malacates movidos a mano.
-Hermanos.-comenzó a decir el patriarca Miguel para iniciar el rezo nocturno. Pero justo en ese momento un estruendo sacudió las vetustas paredes de la capilla, al tiempo que las puertas de madera saltaban de sus goznes hechas añicos bajo el impacto de un mortero. Asustados los monjes de buscaron refugio al fondo de la iglesia mientras por el hueco de la puerta entraban varias figuras siniestras.
Eran al menos veinte hombres, todos portando una especie de uniforme militar. Pesadas gabardinas de color negro y botas de caucho. Sus rostros estaba ocultos por mascaras anti gas provistas de lentes infrarrojos, que les daban el aspecto de lobos con ojos. Sus cabezas estaban coronadas por cascos de tipo alemán, de la segunda guerra para ser exactos. Sus armas, sin embargo, eran de lo más modernas. Ametralladoras de 45mm provistas de carrusel, capaces de despedazar incluso un muro de piedra sólida.
-¡¿Quienes son ustedes?!-grito indignado el patriarca poniéndose al frente de los demás monjes.-¡ESTA ES LA CASA DE DIOS!-
- Dios no esta aquí esta noche sacerdote .-le respondió fríamente una silueta que permanecía de pie en el umbral de la iglesia. Con pasos firmes el dueño de aquella voz entro a la iglesia, la pálida luz de las velas le bañaron de inmediato revelando una figura alta y corpulenta, portando orgullosamente el uniforme característico de los terribles nazis de la SS, son sus tonos escarlata y negro, y una banda roja en el brazo derecho donde podía verse la maléfica suástica, emblema de tercer Retich.
-¡¿Qué es esto?! ¡¿Alguna broma?!-espeto indignado el patriarca al contemplar aquella exhibición que parecía salida de una vieja película de guerra. El hombre llego hasta él en silencio y con un rápido movimiento le sujeto por el cuello con una de sus enguantadas manos.
- ¿Esto le parece una broma, sacerdote?- le dijo el hombre al tiempo que acercaba su rostro al del patriarca. Miguel Pselo sintió que los cabellos se le erizaban y que un grito de terror hubiera brotado de su boca de no ser por la tremenda presión que la mano de aquella bestia ejercía sobre su garganta. Y es que el rostro de aquel ser era todo, menos humano, La carne era de un blanco óseo, la nariz estaba colapsada hacia en interior, las venas, músculos y tejidos cartilaginosos corrían sobre la superficie de su cara, retorciéndose y temblando, al tiempo que abría aquellas horribles mandíbulas para lanzar una risotada cuyo sonido era semejante al de unas uñas afiladas arrastrándose sobre una pizarra.
Sus dientes estaban curvados como afilados colmillos y las encías aparecían manchadas y amarillentas. Las venas del rostro eran gruesas como gusanos, entremezclándose en los pómulos, por debajo de las cuencas de unos ojos rojos que ardían con un gélido odio
-¿Qué cosa es usted?-pregunto el patriarca con la poca voz que le quedaba. El ser le miro fijamente é ignorando su pregunta le hizo una demanda.
- "El Nomun de Aretuza"- dijo sin soltar un momento a su presa.
-¿Pero que esta diciendo?... Eso es solo una vieja leyenda -por toda respuesta el gigante con rostro de calavera señalo con su mano a uno de los mojes que permanecía cerca del altar mayor. De inmediato dos de sus soldados se acercaron al elegido y tomándolo por los brazos le arrancaron del grupo.
-¡Nooooo!... ¡Nooooo!... ¡Suéltenme!... ¡Auxilio!... ¡Hermanos ayúdenme!...-gritaba el infeliz al tiempo que se debatía inútilmente contra sus captores quienes lo arrojaron sin piedad al piso de uno de los ábsides de la capilla. Los otros mojes observaban impotentes aquella maniobra, bajo la mirada fija del resto del batallón. El elegido apenas y se puso de pie cuando una lluvia de balas se estrello contra su cuerpo, los proyectiles desgarraron la carne y astillaron los huesos de su cuerpo antes de estrellarse contra los mosaicos que recubrían la pared. La sangre del monje salpico los rostros de los apóstoles que miraban la escena desde la bóveda de la iglesia.
-¡ASESINO!-grito uno de los monjes lanzándose temerariamente contra el comandante de aquella fuerza invasora, pero antes de que pidiera acercarse uno de los soldados le corto el paso y le golpeo salvajemente con la cañón de su ametralladora. Una oleada de indignación sacudió a los monjes quienes por un momento perecieron dispuestos a seguir el ejemplo de su compañero, pero los sonidos metálicos de las armas al ser amartilladas los hicieron desistir. Mientras el comandante volvió su atención hacia el patriarca Miguel.
- ¡"EL NOMUN DE ARETUZA"!- demando nuevamente acercándose todavía más a su prisionero.
-¡No existe!-le respondió el patriarca desesperado.-¡No es más que una leyenda!-
- Estas mintiendo anciano .-dijo una voz femenina desde la entrada del recinto. La recién llegada era una joven de escasos 18 años, de tez blanca y una hermosa cabellera platinada que le llegaba casi hasta las rodillas. Ella también portaba el siniestro uniforme de la elite nazi, con la variante de que ella lucía una minifalda y unas altas botas de cuero negro que sería el ensueño de cualquier fetichista, mientras caminaba con pasos lentos que hacían ondular su hermoso cuerpo.
-¡Sacrilegio!-exclamo uno de los monjes sin poder contener su indignación, pues desde siempre la presencia femenina en los monasterios había sido prohibida por la iglesia bizantina. La joven sonrió descaradamente y continúo su camino hasta llegar junto al gigante con rostro de calavera.
- Señorita Anette -dijo el gigante desviando la atención de su prisionero.- Yo puedo encargarme de estos malditos.-
- Tal vez. Pero ahora no tenemos tiempo de jugar a los mártires.- dijo la chica con aire burlón, mientras fijaba sus hermosos ojos azules en el grupo de monjes que les observaban desde el altar mayor.- ¡Soldados! ¡Traigan a ese a ese y a ese otro!- ordeno con tono autoritario. Sus órdenes fueron cumplidas de inmediato y los tres monjes fueron separados del resto.
-¡Traiga al anciano Baltasar!-ordenó al gigante al tiempo que echaba a andar hacia la salida .-¡Vámonos!- los soldados comenzaron a desalojar el recinto, llevándose con ellos a sus cautivos, sin dejar de apuntar sus armas contra el grupo de monjes. Una vez que todos los soldados hubieron evacuado la chica volvió a colocarse en el umbral de la capilla.
- Gracias por su cooperación.- les dijo la chica al tiempo que arrojaba un objeto de forma esférica al interior del recinto. Los monjes observaron atónitos como aquel artefacto iba acercándose a ellos, saltando como una pelota de hule, para luego quedarse quieta justo a sus pies.
-¿Qué es eso?-pregunto uno de ellos acercándose un poco a la extraña esfera.
-Es nuestra muerte.-aquellas palabras aún sonaban en el aire cuando una intensa ola de calor y fuego broto del extraño artefacto, arrojando a todos contra las paredes del ábside, mientras billones y billones de rayos X llevaron a la ebullición todas las células de sus cuerpos y se produjo un estallido de luz cegadora, como el núcleo de una explosión atómica. Desde el umbral la chica sonrió satisfecha al contemplar los cuerpos calcinados de los 26 monjes.
-No sientan pena por ellos. Tal vez pronto los envidiaran.-les dijo a sus prisioneros quienes le miraban en silencio.
Continuara .
Autor: CrocCruac.
Nota: Los diálogos que se encuentran en cursivas supuestamente estaría en Alemán.