Infierno (00)
En un mundo antes del mundo... En un tiempo antes del tiempo...
INFIERNO 00.
Prólogo:
Nota del autor: Antes de comenzar quiero aclarar dos cosas:
El presente relato esta basado en "La Guerra Del Diablo" un relato que pueden encontrar en esta misma sección, y que fue escrito por un autor llamado "El Monje". En lo personal me gusto la obra por lo cual, al ver que no continuaba, me comunique con su autor. El cual me informo que, por razones de fuerza mayor, se retiraba indefinidamente como escritor ¿? En vista de eso le solicite su autorización para continuar el relato donde el lo dejo. AL principio se negó pero, después de presentarle mis ideas, me dio su permiso para hacerlo.
Como dije antes, al principio pensé en continuar el relato donde "El Monje" lo había dejado, pero luego decidí que lo mejor era hacer mi propia historia, salvando lo mejor del relato original y mezclándolo con mis propias ideas. "El Monje" estuvo de acuerdo y me ayudo prestándome los borradores de su historia. El resultado, que ahora están leyendo, es INFIERNO. Una saga tipo multicrossover donde habrá un poco de todo. Bueno ya fue suficiente rollo, solo me resta decir que espero hacer un buen trabajo.
BIENVENIDOS AL INFIERNO
Atten: CrocCruac.
" ..Los Antiguos fueron, los Antiguos son y los Antiguos serán. Desde las oscuras estrellas Ellos vinieran antes de que naciera el Hombre, sin ser vistos y odiosos, Ellos descendieron a la primitiva Tierra. Bajo los océanos Ellos se reprodujeron mientras las edades pasaban, hasta que los mares abandonaron la tierra, después de lo cual Ellos salieron como enjambre en todas Sus multitudes y la oscuridad reinó en la Tierra.
En los helados Polos Ellos levantaron poderosas ciudades, y en los lugares elevados los templos de Aquellos a quienes la naturaleza no pertenece y los Dioses han maldecido. Y la simiente de los Antiguos cubrió la Tierra, y Sus hijos perduraron a través de las edades. Los shantaks de Leng son la obra de Sus manos, los Espantos que moraron en las bóvedas primordiales de Zin los conocen como Sus señores.
Ellos han engendrado a Na-hag y a los Feroces que cabalgan en la Noche los shaggoths Sus esclavos... Los Dholes rinden homenaje a Ellos en el valle lleno de noche de Pnoth y los Gugs cantan Sus alabanzas bajo los picos de la antigua Throk. Ellos han paseado entre las estrellas y Ellos han paseado por la tierra. La Ciudad de Irem en el gran desierto Los ha conocido; Leng, en el Yermo Frío. ha visto Su paso, la ciudadela eterna sobre las alturas veladas por las nubes de la desconocida Kadath llevó su marca.
Voluptuosamente, los Antiguos pisaron los caminos de la oscuridad y Sus blasfemias fueron grandes sobre la Tierra; toda la creación se inclinó bajo Su poder y Los conoció por Su perversidad. Y los Señores Mayores abrieron Sus ojos y advirtieron las abominaciones de Aquellos que asolaron la Tierra. En su ira, Ellos levantaron Su mano contra los Antiguos, dejándolos en medio de Su iniquidad y arrojándolos lejos de la Tierra al Vacío que hay más allá de los planos donde reina el caos y el cuerpo no permanece. Y los Señores Mayores pusieron Su sello sobre la Puerta y el poder de los Antiguos no prevaleció contra su poder.
Más allá de la Puerta moran ahora los Antiguos; no en los espacios conocidos por los hombres, sino en los rincones que hay entre ellos. Ellos vagabundean fuera de la superficie de la Tierra y esperan siempre el momento de Su vuelta; porque la Tierra Los ha conocido y Los conocerá en el tiempo a venir.
El llamará a los Antiguos cuando las estrellas marquen el tiempo de Su venida; porque El es la Puerta a través de la cual Aquellos del Vacío volverán a entrar. El conoce los laberintos del tiempo, porque el tiempo es uno para El.
El conoce por dónde aparecieron los Antiguos en tiempos muy remotos y por donde Ellos volverán a aparecer cuando el ciclo vuelva a empezar. Después del día viene la noche; los días del hombre pasarán, y Ellos reinarán donde Ellos reinaron una vez. Por su vileza los conoceréis y Su maldición mancillará la Tierra. . "
Fragmento del Necronomicon escrito por el "árabe loco" Abdul al-Hazred.
Prologo.
En un mundo antes del mundo En un tiempo antes del tiempo.
Todo estaba ardiendo. Desde lo más alto del cielo hasta lo más profundo de la tierra. Cientos de Ellos yacían esparcidos por todas partes. Derrotados y agonizantes. Pero el final no sería tan sencillo.
Sus gritos de agonía se escucharon por todas partes mientras los triunfadores avanzaban implacables, destrozando sus ciudades y calcinando sus ejércitos, solo la ciclópea R'lyeh consiguió resistir el ataque, pero a cambio se hundió hasta lo más profundo del lecho marino. Los demás fueron sujetados por aquel poder superior para luego ser torturados y finalmente arrojarlos a los abismos que se extienden más allá de las estrellas. Solo entonces los vencedores se marcharon, ascendiendo a lo más alto del cielo, dejando tras de si una gran hecatombe. Pero eso no les importo demasiado.
Después de su partida el tiempo comenzó. Poco a poco los estragos de al guerra se fueron sanando. Nueve planetas se ordenaron en torno a un pequeño sol que se proclamo rey de aquellos mundos yertos y humeantes donde no quedaban rastro de lo que había sido. Excepto en uno, pequeño y débil, donde el tocón negro de un gran árbol se erguía tercamente en medio de la desolación. El árbol estaba muerto, pero entre sus ramas algo seguía vivo, ocultándose entre el humo que aún brotaba del suelo alrededor de su escondite.
Un sobreviviente que maldecía y desafiaba; que se sentía morir y que, percibiendo su muerte, seguía vivo.
Estaba solo, no tenía nombre pero si un propósito. Lentamente se incorporo por sobre el humo, su forma oscura resaltaba aún contra el negro y quemado tronco del árbol. Fue entonces que noto sus heridas, ellos le habían arrancado una de sus extremidades, y donde alguna vez estuvo su rostro ahora solo había una masa amorfa similar a la brea. Pero aún así seguía aferrándose a la vida. Sobrevivir era su meta inmediata y debía calcular detenidamente como lograrlo, pues antes de morir debía cumplir con su misión. Una misión que llevaría eones, pero él era muy paciente y sabría esperar el momento de actuar. Como pudo se acomodo entre las ramas negras que lo sostenían y cerrando el único ojo que le quedaba se dispuso a esperar.
Los planetas giraban, las estrellas salían y se ocultaban; la hierba volvió a brotar de las cenizas. La tierra calcinada quedó oculta bajo un tapiz verde y grandes árboles se elevaron hacia el cielo. El bosque prosperó y creció con lujuria, pero un lugar permaneció incólume. Un campo desnudo donde nada crecía, justo en el centro de bosque, rodeado por árboles enfermos, hinchados y retorcidos como monstruosos gusanos nudosos que custodiaban al que ahí aguardaba. En las noches podía escucharse el sonido de sus ramas muertas golpeándose unas con otras, hubiera o no hubiera viento, de forma tan rítmica que semejaba un canto de alabanza.
El seguía esperando.
Así paso un año, luego otro y así miles más. Las estrellas se habían movido lo suficiente para trazar nuevas formas en el cielo. Todo había cambiado. Fue entonces que un rumor estremeció el bosque, el sonido de árboles cayendo por el suelo, los causantes eran seres de carne y sangre caliente, primitivos, pero con la suficiente inteligencia para construir herramientas y abrirse paso a través de la espesura.
El seguía esperando.
El bosque se volvió pequeño, apenas un tercio de lo que había sido, a su alrededor se levantaron aldeas y luego pueblos, nuevos dioses se irguieron y se proclamaron como señores de todo, sus adoradores construyeron templos y grandes ciudades comunicadas entre si por caminos serpenteantes. Pronto el bosque moriría y sobre su tumba los hombres construirían su propio reino.
El seguía esperando.
La niña se había perdido en el bosque, persiguiendo una mariposa, apartándose de su familia y amigos que celebraban un picnic entre los últimos árboles de lo que fuera un bosque inmenso. Al principio no se había dado cuenta, pero cuando la mariposa se perdió entre las ramas de un gran chopo lo noto, no podía escuchar las risas de sus parientes, ni sus voces llamándola, no los ladridos de su perro. De pronto estaba sola en medio de aquellos gigantes que permanecieron ajenos a sus gritos y a su llanto desesperado. Entonces corrió asustada, sosteniendo entre sus brazos a su muñeca favorita, tratando de escapar pero solo lograba perderse más y más.
Así estuvo por más de una hora, hasta que sus pasos sin rumbo la llevaron a un claro en medio del bosque, un lugar rodeado de pequeños árboles retorcidos cuyas delgadas ramas semejaban huesudas manos listas para atraparla. El suelo estaba desnudo de cualquier hierba, dejando ver la tierra negra y estéril que se extendía en un radio de al menos 10 metros. La niña se dejo caer de rodillas y lloro por su desgracia, a la cual se sumaban ahora el hambre y la sed. Recordó los mimos de su madre y de su padre, las risas de sus amigas y sus juegos infantiles. Curiosamente eso la calmo un poco y poniéndose de pie miro a su alrededor.
Fue entonces que se percato del gran árbol negro que se levantaba a mitad del claro. Alto, más alto que cualquiera de los que lo rodeaban. La niña tuvo entonces una idea, si trepaba por entre sus ramas tal vez pudiera ver el camino para salir del bosque. Con ese plan en mente se acerco al viejo árbol, pero cuando su mano lo toco retrocedió gritando. No solo porque el tronco estaba caliente como un carbón encendido sino que además había sentido claramente el palpitar de algo corriendo por dentro de El. Pero el árbol estaba muerto, casi hecho cenizas, desconcertada camino hacia atrás al tiempo que levantaba la vista hacia la punta del árbol.
Pero su mirada no pudo ir más allá del enorme ojo rojo que la contemplaba desde las ramas muertas. Ella nunca supo como salió del bosque, pero cuando recobro la conciencia estaba frente a su casa donde sus familiares y amigos la recibieron con alegría.
Ella nunca les contó sobre el ser del gran ojo rojo. Pero no lo olvido. Un mes después ella regreso, pensando que lo hacía para buscar a "Celeste", su amada muñeca, a quien había dejado en el bosque. Pero la realidad era que El la estaba llamando. Era el momento.
El primer día ella encontró el claro sin problemas, como si siempre hubiera conocido el camino hacia allí, entonces miro de nuevo dentro del ojo del ser que vivía en el árbol y permaneció así por muchas horas.
El segundo día ocurrió lo mismo y así sucesivamente hasta que el sexto día el ser le hablo. Cuando cayó la noche del séptimo día la niña regreso al claro del bosque donde el ser la estaba esperando. Este la vio llegar y sin perder un momento la hizo acercarse a El, su tiempo casi había terminado, cuando la tuvo a su alcance la tomo del suelo y la levanto hacia si. Ella comenzó a llorar y a lanzar chillidos de terror mientras sus ojos distinguían las facciones del ser negro, tan deformes que su corazón estuvo a punto de detenerse. Sobre todo cuando vio la enorme boca provista con afilados dientes de cierra, sus incontables y deformes tentáculos terminados en zarpas huesudas que se abrían y se cerraban convulsivamente. En lo alto la negra bestia se agitaba al tiempo que de su gran masa brotaba un nuevo apéndice de gran tamaño que se retorcía como gusano vivo.
-¡Aaaaaaahhhhh!-grito la pequeña al sentir como su camisón era hecho jirones por las incontables zarpas de la cosa, el frío del bosque golpeo su cuerpo desnudo y la hizo tomar conciencia de lo que estaba a punto de ocurrirle. Pero el monstruo no le dio tiempo a nada y apretándola contra su cuerpo hundió su negro apéndice en la carne virgen.
-¡¡Gaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhh!-berreo la pobre al sentir como su himen saltaba hecho pedazos ante el avance del monstruoso falo. El cuerpo de la niña se contorsionaba presa del dolor, mientras gruesas gotas de sangre caían desde lo alto hasta la base del árbol negro. El ser continuo penetrando violentamente en el cuerpo de la niña, metiendo cada centímetro de su miembro dentro de ella mientras aquellas zarpas abrían mortales heridas por todo su cuerpecito. La sangre comenzó a bañar el negro tronco, extendiéndose por cada hendidura de su nudosa superficie hasta llegar al suelo. En lo alto la bestia dejo escapar un bramido agónico mientras vertía su simiente en el cadáver de su víctima, antes de cortar su cabeza de un solo tajo, la sangre cayo como una cascada carmesí.
Por unos instantes todo fue silencio. Luego el ser deposito el pequeño cuerpo en medio del charco donde se mezclaban su negra simiente con la sangre inocente de su víctima, y entonces dijo las palabras. Al instante la negra mezcla que rodeaba a la niña comenzó a palpitar hasta que de ella brotaron delgadas estelas que levantaron hacia el cielo y danzaron en círculo en torno a la niña muerta. Con rapidez aquellas serpientes carmesí subieron por su cuerpo desnudo y buscaron rutas para volver hacia el interior, entraron por la boca, por los oídos por la nariz y por cara rasguño que encontraron a su paso hasta que al final desaparecieron.
Las heridas se cerraron y la niña abrió de nuevo los ojos. Lentamente se incorporo y miro a su alrededor antes de caer sobre sus rodillas y adorar al ser que le había devuelto la vida. Por los siguientes años ella lo adoro en secreto y recibió sus enseñanzas, aprendió sus secretos y le ofreció sacrificios que lo mantuvieron con vida el tiempo necesario para que ella se convirtiera en una mujer. Un día el ser le dijo exactamente lo que esperaba de ella y ella acepto cumplir su voluntad. Ese día el gran ojo se cerró para siempre.
El presente.
En algún Lugar:
El solsticio estaba a punto de llegar. Pero eso no tenía importancia para la mayoría de los habitantes de aquella ciudad cosmopolita. Todos estaban demasiado ocupados en sus propios asuntos, negocios, estudios o diversión. Seguros de su dominio sobre el mundo y de su brillante futuro. Solo algunos pocos recordaban la importancia de aquella época de cambios, pero aún ellos desconocían su verdadero poder, limitándose a llevar a cabo algunos rituales; la mayoría de ellos totalmente falsos, para tratar de obtener al menos una migaja del poder que intuían en el ambiente.
La mujer permanecía sentada en una banca del parque. Contemplando a los muchos paseantes que a esa hora se daban cita en aquel lugar. Observo a varios niños jugando en una caja de arena, haciendo castillos con sus diminutas palas y cubos de plástico, mientras sus padres comían cerca de ahí en alguna de las mesas públicas para visitantes. Ella esbozó una sonrisa fría al tiempo que daba una probada más a su helado de fresa. Luego miro hacia otro lado del parque, una pareja de novios paseaba en bote por el lago, embelezados en su mutua contemplación. Varios deportistas vespertinos corrían por los estrechos caminos en amistosa competencia. Las ardillas y los pájaros buscaban comida cerca de los depósitos de basura.
Solo el lejano rumor de los vehículos cruzando las calles aledañas rompía la armonía de esa tarde placentera. De pronto algo pasó. Los pájaros dejaron de picotear en busca de comida y se quedaron inmóviles por un momento, antes de emprender el vuelo dando fuertes graznidos semejantes a gritos de alarma. Las ardillas también abandonaron su búsqueda y corrieron hacía los árboles con las colas erizadas y olfateando el aire frenéticamente. Sobre su cabeza las puntas de los árboles fueron sacudidas por un viento helado que arranco un sin número hojas y las hizo danzar en círculos que se encaminan hacia la ciudad. Ella contuvo el aliento. Estaba a punto de suceder.
Cuidadosamente observó de nuevo a su alrededor y entonces todo cambio. Uno de los niños se levanto enojado y comenzó a patear furiosamente la pequeña fortaleza la arena mientras los demás rompían a llorar. En las mesas uno de los padres le recriminaba a otro por la forma tan lujuriosa en que estaba mirado a su esposa, mientras esta sonreía con una morbosa satisfacción al ver que aún era capaz de provocar una pelea. En el lago los novios del bote comenzaron a discutir acaloradamente hasta que ella el dio un empujón al chico arrojándolo fuera de la embarcación. La competencia entre los corredores había terminado abruptamente cuando uno de ellos tropezó con un paseante distraído quien los amenazaba con una demanda.
Finalmente ella miró su helado y descubrió que, salida de la nada, una gran mosca se había posado sobre el. Por un momento admiró a aquel insecto que brillaba con un malsano color verde metálico. El pequeño intruso pronto atrajo a otros de su misma especie que parecían danzan frenéticamente alrededor del helado, zumbando de manera casi salvaje. Ella sonrió fríamente y con total indiferencia dejo caer le cono de helado en un cesto de basura.
El tiempo había llegado y su trabajo debía comenzar.
Fin del prólogo.
Autor: CrocCruac