Infiel por una Buena Causa

La vida me obligó a ser infiel a mi marido. (Corregido)

INFIEL POR UNA BUENA CAUSA

En la vida existen decisiones muy arriesgadas que, por razones insoslayables, nos vemos obligados a tomar. Ese es mi caso personal y aunque me es muy difícil admitirlo, tuve que hacer algo fuera de todo lo que conocemos como moral y buenas costumbres. Mi nombre es Vilma, tengo 33 años y estoy felizmente casada desde hace más de una década con Carlos, un hombre espectacular de 38 años. Tenemos dos hijas: Valentina de 10 años y Victoria de 5. Nuestro nivel de vida bastante bueno, sin ser ricos y sobre todo poseemos una unión familiar envidiable. Y sin embargo, todo ello es producto de un acto que muchos pudieran considerar de lo más vil y asqueroso. No trato de justificarme con este relato, pero sí hacer el intento de que puedan comprenderme.

Todo empezó un año antes del nacimiento de nuestra hija mayor. Ya habíamos estado intentando tener descendencia, pero todos los esfuerzos eran infructuosos. Con el tiempo empezamos a preocuparnos y una vez hablando con Carlos le pregunté qué sucedería si no tuviéramos hijos. Eso le disgustó muchísimo:

  • Toda mi vida he deseado ver crecer a mis hijos, por nada del mundo dejaría de tenerlos.

  • Está bien, sólo fue una pregunta.

  • Tengo la impresión de que no piensas igual que yo.

  • Pues te equivocas Carlos, sí quiero tenerlos, pero me preocupa ese deseo tuyo porque me parece un poco exagerado, sólo eso.

  • ¿Exagerado yo?, no señor, yo quiero tener hijos y punto.

  • ¿Y si yo te dijera que no quiero?

  • ¿Cómo?, simplemente terminaría nuestra relación. Perdóname la sinceridad, pero es así.

  • Está bien, está bien, no te molestes.

  • Te voy a decir lo que pienso exactamente: Prefiero estar muerto que no tener hijos, ¿Comprendes? Creo que ahora sí entiendes lo importante que es para mí ese tema.

Cuando noté que la conversación podía degenerar en una discusión lo abracé y le dije que tener hijos era una meta mía también, cosa que era cierto, pero dentro de mí sentí un mal presentimiento y el tiempo me daría la razón en estar tan preocupada.

Pasó algo más de tiempo, alrededor de dos meses, sin que viéramos el resultado de nuestros esfuerzos. Decidimos entonces acudir al médico conjuntamente para tratar de conseguir una respuesta a los que nos estaba sucediendo. El ginecólogo que me examinó encontró que mi fertilidad era excelente. Posteriormente, nos dirigimos a un excelente urólogo que hizo los exámenes pertinentes a Carlos. El día que nos correspondía ir buscar el resultado fui en horas de la mañana y sola ya que mi esposo no podía ir conmigo por razones de trabajo. Ese simple detalle marcaría el resto de nuestra existencia. El rostro de preocupación del galeno era todo un poema y denotaba que en este caso el desenlace no era tan positivo. El médico trató de explicarme con el mayor cuidado sus conclusiones.

  • Señora, he hecho todos los exámenes del semen de su esposo, además de revisar con profundidad los que le practicó el ginecólogo. Para comenzar debo decirle que un varón debe tener aproximadamente 60 millones de espermatozoides para lograr la fertilización de una mujer. Cuando esta medida es inferior se considera que existe oligospermia. En cambio, si no hay presencia de espermatozoides en el semen hablamos de azoospermia.

  • Muy interesante doctor, pero ¿En cuál estado está mi marido?

  • Bueno…su marido está en el segundo caso, es decir, es azoospérmico y por tanto no puede engendrar hijos en absoluto, esa es la razón de que Usted a estas alturas no haya quedado embarazada.

No podía creer lo que escuchaba, todos lo que habíamos planeado, nuestros sueños y deseos se estaban desvaneciendo con estas palabras. Traté de darme valor y seguí preguntando.

  • ¿No hay posibilidad de error?, disculpe que se lo pregunte así, no lo tome como algo personal, sólo quiero sabe todos los detalles.

  • No se preocupe señora, le entiendo perfectamente, es difícil concebir estas cosas cuando se es quien lo sufre. Ahora bien, yo revisé todas las posibilidades e hice todo lo que la ciencia médica nos permite en la actualidad y le puedo asegurar que no existe error en este caso.

  • ¿No hay algún tratamiento para esto?

  • En el caso de su esposo no porque es azoospérmico, si fuera oligospérmico se podría hacer algo, pero en estas condiciones no.

Mi reacción fue ponerme la mano izquierda en la cabeza e inclinarla hacia abajo, tenía ganas de llorar. Dos cosas me trastornaban en ese momento, la pérdida definitiva de todo lo que anhelábamos y la posible reacción de Carlos, que podría llegar a ser trágica.

  • Sé que se siente mal señora, pero escuche lo quiero decirle. No es la primera persona que asiste a mi consultorio y que tiene la reacción suya, todos deseamos tener hijos porque esa es ley de vida, pero hay casos en que ello es imposible. A pesar de todo el mundo no se ha acabado. Yo le recomiendo dos cosas: La primera es que acuda a otro profesional para que se cerciore de lo que le acabo de decir. La segunda es que existe la posibilidad de la fecundación in vitro, es decir, tener un hijo con semen de otro varón. Hay muy buenos bancos de esperma y la ciencia médica está en capacidad de lograr la fertilización con este método.

  • Le entiendo doctor, pero además de lo que significa para mí todo esto, me da temor la posible reacción de mi esposo, no creo que él vaya a entender lo que Usted me acaba de decir. De todas maneras mucha gracias por el tiempo que me dispensó y por todo el esfuerzo que hizo.

  • No se preocupe, siempre a sus órdenes señora, estamos para servirles.

El camino a casa se me hizo largo, pensé que nunca iba a llegar. Traté de no dejarme abatir para poder conducir el auto sin mayores contratiempos. ¿Qué le diría a Carlos cuando llegara al final de la tarde? ¿Cuál sería su reacción? ¿Acabaría con su vida? La mente se me llenaba de pensamientos nefastos. Yo prefería tener a Carlos a mi lado aún sin hijos. El problema es que él no pensaba igual.

Al poco rato de llegar a casa llegó mi cuñado Willy. Él es su hermano menor. En aquella época él tenía 21 años y Carlos 27. Ambos son blancos, de cabello castaño claro, ojos verdes y de contextura atlética porque asisten regularmente al gimnasio. Son bastante parecidos físicamente y también muy guapos.

  • Hola Vilma, vine a buscar una herramienta que está en el desván, Carlos la necesita para trabajar en el taller y me envió porque está muy ocupado. El taller donde trabaja mi marido es propiedad de su padre y queda en una ciudad a 16 kms al oeste de donde vivimos. Tardé unos instantes en responder, por lo que Willy se extrañó

  • ¿Qué te pasa Vilma? ¿Te sientes mal?

  • No, no, cosas mías ¿Cómo está Carlos?

  • Bien, pero apurado, voy a buscar la herramienta.

  • Sí claro, anda, tú sabes dónde está.

  • Ok, ya vuelvo.

En ese instante vi a mi cuñado más lindo que nunca. No sabía si aquello era porque yo veía en él la imagen de Carlos ya que eran tan parecidos o porque estaba turbada aún por lo que me había el médico. Mientras buscaba la herramienta lo veía con atención. Ese día vestía una camiseta ajustada al cuerpo y sus pectorales se marcaban deliciosamente debajo de ella, sus brazos eran fuertes y denotaban trabajo y fortaleza. Por unos instantes me imaginé que cualquier mujer querría estar en los brazos de un semental como ese. Al poco rato sacudí la cabeza instintivamente para quitarme esos pensamientos indebidos.

  • Aquí está lo que buscaba, me voy porque Carlos debe estar impaciente, gracias.

  • De nada. ¿Sabes a qué hora llegará Carlos hoy?

  • Me imagino que un poco tarde porque tenemos bastante trabajo en el taller.

  • Bueno, le dices que trate de no tardar mucho.

  • Está bien, nos vemos.

Era cerca de mediodía y durante el almuerzo no podía quitarme de la cabeza el problema. Luego de comer tomé una siesta y la preocupación me llevó a soñar que le había a dicho a Carlos el resultado de los exámenes y él había reaccionado muy mal: lloró, golpeó la pared y por último tomó su pistola personal y disparó un tiro a la sien. Inmediatamente me desperté. El sueño me aterrorizó aún más, debía hacer algo, pero no tenía idea de qué.

Para pasar el tiempo me puse a ver los álbumes de fotos de nuestra boda, reciente en aquella época. Allí estábamos ambos, felices y esperanzados. Además nos acompañaban nuestros familiares y amigos más cercanos. Logré ver a mi cuñado entre la muchedumbre y como siempre me pareció muy lindo.

De repente se me ocurrió algo, una locura a decir verdad. Un hijo Willy no se diferenciaría de Carlos. Pero eso no podía ser, ¿Acaso estaba loca? Eso sería una traición. Luego recordé un libro que había leído hace tiempo. Se trataba de uno de esos que te hablan de la vida y sus problemas y cosas así. Una frase que estaba en ese libro decía palabras más, palabras menos: Conoce todas las reglas para que sepas en que momento debes violar una de ellas. Sin embargo, lo que se había ocurrido era una locura total. Tenía en contra que, si marido se enterara, igual perdería mi matrimonio, además del posible desenlace trágico. Al mismo tiempo la gente me vería una cualquiera. Pero como aspecto positivo el que, si todo salía bien, podía salvar no sólo mi familia, sino también la vida de mi esposo. Sin pensarlo mucho decidí llamar a mi cuñado al celular.

  • Hola Willy, ¿Cómo te va?

  • Bien, gracias. Estoy comprando unos repuestos para llevarlos al taller.

  • Entonces estás cerca de casa.

  • ¿Podrías pasar por aquí antes de ir al taller?

  • Sí claro, ¿Por qué?

  • Eso no te lo puedo decir por teléfono, pero es muy importante.

  • Bien, espérame en media hora estaré allí

Inmediatamente llamé al médico y le pregunté si él podía alterar el resultado de los exámenes. Su respuesta fue que aquello podía acarrearle problemas, que no era ético, que era inmoral, etc, etc. Yo le expliqué todo lo que podía pasar y que no siempre hacer las cosas rectas era bueno. Entonces me contestó que si yo le daba algo extra el podía modificar eso. Le pregunte que cuando podía hacer todo eso y me dijo que esa misma tarde porque estaba en el consultorio. Yo le contesté que por dinero no se detuviera que el dinero se lo entregaría apenas me lo diera. Cerramos el pacto sin problemas.

Cuando llegó mi cuñado no sabía cómo explicarle el tremendo problema que tenía. Le pregunté que si quería a su hermano y él me dijo que por su puesto. Le expliqué todo lo que pasaba con lujo de detalles, incluso el acuerdo con el doctor y al final le propuse lo que había pensado.

  • ¿Pero eso es una locura? ¿Y si se enterara mi hermano? También la tomaría conmigo.

  • ¿Por qué tendría que enterarse?

  • No sé, pero eso me da temor.

  • ¿Qué prefieres intentarlo o llevar a tu hermano al cementerio?

  • ¿Es tan grave la cosa?

  • Sí, el mismo me lo confesó.

  • Estoy muy confundido.

  • Eso significa que quieres intentarlo.

  • Pues…sí, pero tú dejarías que yo

  • Es lo único que podemos hacer.

  • Está bien, acepto. No quiero que a mi hermano le pase nada.

  • Gracias, te quiero mucho, eres único.

Le estampé un tremendo beso en la mejilla y se marchó a llevar los repuestos al taller. Antes de marcharse acordamos que mañana por la mañana haríamos el primer intento. Él trabajaba con mi esposo y le diría que tenía una diligencia personal que hacer y que no podría ir a ayudarlo durante la mañana. Estaba confundida, no sabía si las cosas iban a salir bien, pero algo en mi interior me decía que debía continuar. Sin embargo, el saber que iba a estar con mi lindo cuñado me había puesto a mil. Me regodeaba pensando en lo que haríamos y el corazón se me aceleró como si estuviese corriendo.

Recordé que debía ir donde el médico, tomé mi auto y fui al consultorio. Lo que cobró el galeno fue una fortuna, pero le di una parte y quedé en llevarle lo que faltaba al día siguiente. El nuevo resultado decía que mi marido era completamente normal y que debía tomar reconstituyentes y vitaminas para alejar el stress. Qué contrariedades tiene la vida, el stress, el mal de la sociedad contemporánea, al que le endilgan toda suerte de enfermedades y sirve como explicación para todo era el responsable de nuestra ausencia de hijos. Finalmente ya estaba lista para explicarle a mi marido.

Carlos llegó a casa más o menos a las siete de la noche, agotado por la faena del día. Puse mi mejor rostro de felicidad y le expliqué todo lo que el médico supuestamente me había dicho, incluso el tratamiento basado en reconstituyentes y vitaminas. La cara de mi marido mejoró mucho, era como si se hubiera quitado un peso de encima y me besó apasionadamente. Esa noche al acostarnos Carlos me mostró su pene totalmente erecto. Si hay algo que me encanta de él es su miembro viril. Es grande y grueso, lo cual es una delicia para cualquier mujer. Cuando estábamos en pleno acto sexual comencé a tener fantasías de que quien me estaba haciendo el amor era mi cuñado. No entendía por qué pues la labor que le pedí que hiciera era algo muy puntual, casi como si fuera un trabajo profesional y nada más. Sin embargo, comenzaba a sentir que aquello sería más agradable de lo que a simple vista podría haber pensado.

Al día siguiente Carlos se fue a su trabajo y yo esperé la señal para comenzar el plan. Poco tiempo después llegó un mensaje a mi celular. Era mi cuñado que me decía que había avisado a mi esposo su ausencia durante la mañana y que nos encontraríamos en un punto específico de la ciudad. Me indicó además que debíamos desplazarnos en taxi, para evitar sospechas. Eso me hizo sentirme como si participase en una película de espías y estimuló las ganas que tenía de hacer el amor con él. Dejé el auto en casa y tomé un taxi al sitio acordado. Cuando el taxi llegó allí estaba él esperando. Su porte era hermoso y excitante y sin querer mi vagina comenzó a lubricar. No sabía qué me pasaba, pero deseaba estar con mi cuñado de una vez.

Me bajé del taxi tratando de que no se me notaran los temblores que tenía en las manos producto de la emoción que sentía. Me acerqué a él y lo besé en la mejilla como era nuestra costumbre.

  • Hola Willy ¿Cómo te ha ido?

  • Bien, aunque me siento bastante nervioso.

  • Te comprendo porque yo estoy en la misma situación.

Sus palabras me tranquilizaron un poco ya que los dos sentíamos lo mismo. Él había dejado su auto en un estacionamiento público que no distaba mucho del punto donde nos habíamos encontrado. Nos fuimos a un café cercano para estar en mayor intimidad. Allí acordamos ir a un hotel en otra ciudad que distaba de la nuestra unos 30 kilómetros al este. Llamó un taxi con su móvil y en 10 minutos nos recogió. Camino al hotel Willy tomó discretamente mi mano y yo comencé a sudar, no sabía si por excitación o por miedo.

Aproximadamente media hora después el taxi enfilaba por la entrada del hotel. Ocupaba una construcción bastante grande. Dentro de ella se ubicaban una discoteca, una tasca, un restaurante y el hotel propiamente dicho. Pronto vinieron a mi mente recuerdos de mis primeras aventuras con Carlos en este mismo sitio cuando aún no estábamos casados. Éramos unos adolescentes y yo tomaba pastillas anticonceptivas para evitar un embarazo. Qué contradicciones tiene la vida, ahora sabía que esas píldoras nunca habían sido necesarias y retornaba aquí para tratar de tener un hijo. En la recepción hicimos todos los trámites necesarios y subimos a la habitación correspondiente. Ya allí nos sentamos en la cama y no cesábamos de mirarnos.

Ninguno parecía querer tomar la iniciativa, nos respetábamos tanto que no nos atrevíamos hacer nada. Willy decidió salir de su inactividad y se quitó la camisa, eso me puso a mil. Su pecho se veía hermoso con los surcos que dibujaban sus músculos producto de sus continuas sesiones en el gimnasio. Era muy parecido a mi esposo, sólo que Willy se veía más blanco ya que Carlos tenía más contacto con el sol.

  • Me dices cuando estés lista.

  • Yo estoy lista, sólo que

  • Te entiendo, es una decisión difícil, pero yo estoy a tu lado.

Dicho esto me tomó las manos y yo cerré los ojos. Él se encontraba a mi lado derecho y yo estaba en el centro de la cama. El calor de su piel me excitó enormemente, pero no quería entregarme así nada más, él era mi cuñadito, no mi esposo, ni siquiera un amante cualquiera y ese sentimiento de respeto aún me frenaba. Para no hacer la cosa más difícil comenzó a masturbarse viendo directamente a mi vagina. Fue en ese instante cuando pude verle el pene por primera vez. Lo tenía en total erección, era de tamaño normal, pero grueso, recto y muy blanco como su piel. Me excitó mucho ver aquel instrumento y me recordó mucho al de mi marido, por algo son hermanos. Se agitaba con los movimientos de su mano y su respiración se hizo más fuerte, expidiendo grandes bocanadas de aire que venían acompañadas de un gemido suave. Yo lo veía extasiada, pero impotente. Cuando estuvo a punto de eyacular dirigió su pene hacia mi hoyo para depositar todo su esperma dentro de mí, pero no tuvo tiempo de ejecutar la acción. Un chorro abundante de semen salió antes de lo que había calculado y acabó entre mi ombligo y la vagina. Al ver su esfuerzo perdido golpeó la cama para descargar su impotencia. Yo lo abracé y le dije:

  • Esta bien cariño, no te preocupes, los dos estamos muy nerviosos.

  • Tienes razón, disculpa, pero me dio rabia no haber hecho las cosas bien. No podemos seguir haciéndolo así.

  • ¿Y cómo lo debemos hacer?

  • A la antigüita, como siempre se hace.

Lo miré a los ojos con extrañeza, sin embargo, comprendí que tenía razón. Además, el hecho de sentirlo más seguro y deseoso me gustó y me demostró que aquello no era un juego de niños para él y me recordó que teníamos una tarea por hacer.

  • Sí, haz lo que tú quieras papi, vamos a terminar esto bien.

Al oír esto sus verdes ojos se llenaron de luz. Había que comenzar de nuevo. Delicadamente comenzó a pasar mis dedos por su cuerpo recorriendo primero mi vientre y luego lentamente y en forma de zigzag fue subiendo hasta mis senos. Willy se tomó su tiempo mientras rompía el hielo existente entre nosotros. Él también se sentía extraño con lo que estábamos haciendo y quería adaptarse a la nueva situación. Yo empecé a acariciarlo por la espalda y él tomó mi cabeza acercándola a sus labios, entonces cambió de posición y se puso encima de mí. Al principio rozó sus labios con los míos para después introducir su lengua en mi boca. Nos besamos apasionadamente, era la primera acción que ejecutábamos juntos sin pudor. Mientras nos besábamos nuestros brazos recorrían incansables el cuerpo del otro. Las barreras entre nosotros comenzaban a caer, pero todavía faltaba camino por recorrer.

Luego de un rato de besos ardientes se alzó un poco y con su lengua fue recorriendo mi cuerpo con dirección a la vagina. Camino de mi vulva se detuvo un rato en mis senos y tuve un escalofrío cuando sentí su lengua húmeda en mis pezones, por lo que empecé a gemir con más ganas y eso lo excitó aún más. Continuó su labor en mi vientre y cuando llegó a mi ombligo me estremecí por lo sensible de esa zona. Posteriormente comenzó a pasar su lengua por los labios de mi vagina sin introducirla y eso aumento mi deseo hasta el máximo. Al poco rato tomó su pene y lo enfiló hacia mi tracto vaginal. En principio sólo me acarició con su miembro. Quería excitarme al máximo antes de introducírmelo y yo me agitaba y gemía cada vez más. Mi sufrimiento lo excitó hasta más no poder y después de algunos minutos lo metió dentro de mí hasta alcanzar el fondo de mi vagina. A continuación se movió levemente y después cada vez más rápido. Yo lo apreté por su espalda y empecé a morderlo por los brazos. Sus gemidos y los míos se confundieron entre sí. Tardó un poco más de tiempo en acabar, pero al final lo hizo, eyaculando una cantidad mucho menor que la primera vez.

Era el comienzo de todo, no había sido lo mejor, pero habíamos logrado cumplir nuestro objetivo. Lo más probable era que debíamos repetir la acción otro día, es muy difícil quedar embarazada al primer intento. En consecuencia, acordamos seguir intentando si no quedaba encinta. Con un profundo beso sellamos el pacto.

Al llegar a mi casa tenía una sensación agridulce. Por un lado la consciencia me torturaba al pensar que había tenido relaciones sexuales con mi cuñado, por otro, estaba muy contenta porque ese chico era un semental en potencia y me había saciado todas mis ganas. Quizá por la turbación del momento no recordaba que lo hacía por salvar tanto mi matrimonio como la vida de mi esposo.

En efecto, no quedé embarazada con ese primer polvo, por lo que Willy y yo seguimos intentándolo nuevamente. Una mañana vino a casa a buscar una herramienta que le había solicitado su padre y, por supuesto, aprovechando que estaba sola me buscó pelea. Era nuestra segunda vez haciendo el amor. Estaba sucio por la grasa, pero no me importó. Colocamos una colchoneta vieja en el piso del desván y nos desnudamos. Sus manos se deslizaban a través de todo mi cuerpo mientras hacíamos el amor y dejaban marcas negras debido a la grasa que tenían. A mi no importaba eso, sólo quería gozarme ese macho tan rico. Su pene me transportaba a un hermoso mundo de lujuria sin límites y yo trataba de no gritar como loca para no despertar sospechas de mis vecinos. Tomé su miembro y lo coloqué entre mis senos para masturbarlo. Tanto fue la excitación que olvidamos que el objetivo era quedar embarazada y acabó abundantemente en mi boca. No perdí ni un poquito de ese líquido maravilloso. Ambos nos reímos por el descuido, pero nos sirvió para terminar de comprender que nos gustábamos y que deseábamos estar juntos más allá de lograr tener hijos.

Al poco tiempo quedé embarazada de mi primera hija, Valentina y eso constituyó una alegría inmensa para Carlos. Por supuesto, la niña era muy parecida a su padre. Y cuando estábamos en el hospital llegó Willy y en un descuido de mi marido me guiñó su ojo cómplice.

Cinco años después nació mi segunda hija, Victoria. Continuamos haciendo el amor hasta hoy en día. Es una experiencia grandiosa estar tanto con mi marido con mi cuñado. Mi fantasía es estar con ambos al mismo tiempo. No creo que lo logre, pero pude hacer lo que más quería: tener mis niñas, salvar mi matrimonio y por supuesto, tener a Carlos vivo a y mi lado. No puedo dejar de lado a mi querido cuñado, sin él todo esto habría sido imposible. Siempre se ha portado como un caballero, jamás me delató, ni me extorsionó. Puedo concluir entonces que soy la mujer más feliz del mundo.