Infiel

Lo que iba a ser una simple cena con amigas del trabajo y un par de copas, (es la excusa que le puse a mi marido) se convirtió en la mejor noche sexual de mi vida

INFIEL

El relato que voy contarles es totalmente real y sucedió hace unos meses.

Para empezar me presentaré: Me llamo Eva y soy una mujer casada de 35 años. Rubia con media melena, de ojos azules, estatura media, 95 de pechos y que se conserva muy bien de cuerpo, (me gusta cuidarme). Una mujer que se casó hace 5 años con toda la ilusión del mundo pero que poco a poco ha ido perdiendo esa ilusión, debido en gran parte al trabajo de mi marido. Ya que trabaja en el mundo de la hostelería y siempre llega a casa de madrugada, por lo cual es muy poco el tiempo que podemos estar juntos y vernos. Imagínense como puede ser la vida de una chica joven que se casa y que ve como poco a poco a poco va pasando los años y va sintiendo que está desperdiciando el tiempo, notando como el aburrimiento de estar sola se va instalando en su vida.

Trabajo en una empresa de comercial desde hace 15 años. Estoy bien asentada en la empresa y tengo el respeto de mis jefes que me he ganado al paso de los años a través de esfuerzo y trabajo. Aquí en el trabajo es donde empieza mi historia. Pues aquí es donde conocí a la persona que me ha hecho cambiar mi vida. Que ha hecho cambiar mi forma de ver las cosas y la vida. Y sobre todo la forma de sentir y disfrutar del sexo.

Tenemos una empresa cliente, la cual nos hace bastante pedidos y son varias las conversaciones telefónicas que tenemos al cabo del día. Un día me llamaron y se presentó la nueva persona que a partir de ese día se encargaría de hacerme los pedidos:

Hola ¿buenos días?

Hola, ¿eres Eva? Mira, mi nombre es Mario y soy la nueva persona que a partir de ahora os realizará los pedidos.

Ahh, encantada Mario, pues aquí estamos a tu disposición para lo que necesites.

Muchas gracias Eva.

Hasta ahí todo normal esa primera conversación y así siguió siendo durante un año más o menos. Conversaciones laborales y nada fuera de lo común. Hasta hace cosa de unos meses que empezamos a hablar de nuestras cosas. Al principio eran conversaciones muy cortas y más que nada para pasar el tiempo mientras alguno de los dos dejaba al otro en espera un momento mientras se buscaba algún documento o buscaba la información de turno:

Si, espera un momento Mario. Te lo miro y ahora te digo.

Mientras me dejas esperando Eva… ¿Qué tal se presenta el fin de semana?

Ahh, creo que normal. Como últimamente. Iré a tomar algo con alguna amiga y luego iré a buscar a mi marido a su trabajo.

Ahh, vaya ¿estás casada?

Si Mario. Lo estoy. Desde hace 5 años.

Vaya, con lo simpática que eres y amable… Que pena. Jajaja.

Jajaja, que cosas dices. Vale, ya tengo aquí la información….

Conversaciones donde todavía no había nada raro o fura de lo común pero que me hacían sentir a gusto hablando con él. Me gustaban mucho sus piropos. Y aunque lo hacía entre bromas, me hacía sentir que podía seguir gustando a alguien.

Cada vez más esas conversaciones iban siendo más personales. Cada vez le hablaba más de mi vida privada y cada vez más me transmitía su seguridad al hablar. Nunca había pensado en ello, pero me estaba dando cuenta que era un persona que tenía mucha labia, y que además te hacía sentir a gusto hablando con él. Me estaba dando cuenta que me estaba gustando esta persona. ¿Como podía ser? Me decía a mi misma. Estoy casada y aunque mi vida con mi marido no es perfecta pero le amo y le quiero muchísimo, ¿Cómo puede ser que me guste alguien que ni si quiera se como es, que sólo conozco su voz.

A partir de eso días, pensaba e imaginaba como sería esa persona. Si sería rubio, moreno, alto, bajito, gordito, flaco….No podía parar de imaginármelo, de dibujar su cara en mi mente.

Un día Mario sacó el mismo tema que llevaba rondándome a mi por la cabeza:

Eva, mientras me preparas mi pedido…. ¿porqué no me dices como eres? Tengo curiosidad de saberlo

Si ¿verdad? Cuando hablas con alguien mucho pasa eso, que te imaginas como será esa persona. A mi también me pasa no te creas.

Pues mira. Soy Rubia, ojos azules, 1,70….

Anda, mira. Que guapa tienes que ser. Además ya tenemos algo en común. Yo también tengo los ojos azules.

¿si? ¿de veras?. Oye, ¿y tu como eres?

Bueno, ¿que tal si te mando una foto y lo compruebas tu misma?. Eso si, me tienes que prometer que tu también me enviarás una foto.

Ahh, de acuerdo.

Esa misma tarde Mario me envío la foto al correo, cosa que me sorprendió pero a la vez me gustó ya que me estaba demostrando que tenía ganas de que le conociese. Pero la mayor sorpresa me la llevé al abrir la foto. Apareció ante mi un Rubiazo de ojos azules, una sonrisa que podría hacer caer rendida a cualquier chica que se propusiera y aunque la foto no era de cuerpo entero, sólo era hasta la cintura, pero se notaba que tenía un cuerpazo que enloquecería a la más puritana.

Nada más verla, y tras un rato observándola embobada y jugando con el zoom del programa de fotos para verle más de cerca, me decidí a llamarle:

No me esperaba tu foto tan pronto. ¿sabes? Eres muy atractivo. No se como no tienes novia ni nada.

Ahh, bueno, soy demasiado morboso para tener pareja estable. Jajaja. No, la verdad es que tuve hasta hace unos meses que lo dejamos, pero eso ya lo contaré, que es muy largo. Entonces ¿te ha gustado la foto?

Siii, vaya que si me ha gustado. Me ha encantado. De veras eres muy guapo.

Jajaja, me alegro. Ahora sabré que tengo alguna posibilidad de ligar contigo..

Esas palabras me dejaron helada por unos segundos. Pero a la vez me llenaron de emoción e hicieron que se acelerara mi corazón. Esa misma tarde al llegar a casa no dejaba de pensar en él. Además de gustarme por teléfono, ahora además me gustaba físicamente. No me lo podía creer una mujer casada como yo, que ni por asomo se le hubiera ocurrido ser infiel a su marido ni tener ningún lío con nadie, estaba en su casa sin dejar de pensar en él. En su sonrisa, en su voz cuando hablaba con él por teléfono

Pasaron los días y las llamadas al cabo del día se multiplicaron. Con la excusa tonta de mirar alguna información o preguntar algún dato, y ya directamente llamarnos desde casa para tirarnos horas hablando entre nosotros y contándonos todos nuestros secretos. Me contó en los días siguientes sus ligues, las cosas que le daban morbo, de lo que le gustaba hacer para ligar y calentar a una mujer. No podía evitar el sentirme acelerada cada vez que me contaba con detalle y precisión lo que hacía para excitar una mujer, oyendo como explicaba como acariciaba a una mujer, como la besaba, las partes por donde pasaba su lengua. Yo cuando llegaba a casa no podía más que recordar en todo lo escuchado durante el día. No podía evitar el excitarme recordando sus palabras. Esos días estaba todas la tarde excitada y caliente y esperaba ansiosa la llegada de mi marido para que pusiese solución a mi calentura. Hacíamos el amor como nunca lo habíamos hecho. Con una pasión increíble, yo gemía como nunca lo había hecho y a mi marido a pesar de darse perfecta cuenta, no quiso estropearlo con preguntas, ya que él también estaba disfrutando estos días de mi estado de calentura. Me hacía el amor todas las noches y sin embargo para mi no era suficiente. Nada más terminar de hacerlo, mi marido se quedaba como siempre profundamente dormido. No importaba lo pasional que yo hubiera podido estar en el acto, que él siempre terminaba durmiéndose nada más hacerlo. Yo en esos momentos lo único en lo que pensaba era en como sería hacerlo con Mario, me imaginaba siendo una de sus ligues, me imaginaba siendo acariciada como me detallaba en sus conversaciones, siendo excitada por sus palabras a la vez que acariciaba mis pechos, siendo llevada al placer al sentir su lengua recorriendo mi cuerpo, haciéndome disfrutar del máximo placer siendo penetrada por su vigoroso miembro, llevándome a la lujuria al moverse dentro de mi, Imaginaba como sería el sexo con él y mientras lo hacía no podía evitar mojarme. No era normal, mi marido me acaba de hacer el amor y yo estaba con el coñito empapado y sin darme cuenta con una mano acariciándolo. Mario me tenía en un estado de excitación permanente.

En eso días, una de las cosas que me contó fue que era aficionado a los relatos eróticos. Me contó que tanto los leía como escribía alguno de vez en cuando. Me propuso la pícara idea de escribir uno donde nosotros fuéramos los protagonistas, y por supuesto acepté, no sin antes aceptar un trato que me propuso. Y es que si ese relato conseguía excitarme, tenía que contárselo con todo lujo de detalles. Contarle lo que había sentido y lo que había llegado a hacer mientras lo leía. Durante los 10 días que tardó en escribirlo, no hacía más que pensar en como sería el relato. Estaba nerviosa, ya que estaba segura que conseguiría excitarme y la verdad es que yo para hablar de sexo era muy reservada, y no sabía como iba "a salir de esta" ya que tampoco quería defraudarle. No sabía como expresarle y contarle con detalles lo que fuese a sentir.

Llegó el día en que me envió el relato. Me esperé a salir ese día la última en el trabajo para imprimirlo desde ahí sin que nadie lo pudiera ver. Me lo llevé a casa y en mis tardes de soledad me dispuse a leerlo. Me preparé una copita de vino y me fui al porche a leerlo tranquilamente. El relato me ponía a mi de protagonista y contaba yo la historia en primera persona. Contaba la historia de cómo nos habíamos conocido, de cómo poco a poco había ido ligándome, y hasta contaba como me había escrito un relato erótico para excitarme y calentarme. El cabrón había contado todo como ahora mismo lo estoy haciendo yo, además de contar un supuesto "futuro" que seguro que hubiera firmado por que sucediese. El relato poco a poco se iba poniendo más caliente, poco a poco iba detallando y narrando situaciones muy morbosas y cada vez más excitantes. Me estaba transmitiendo poco a poco la calentura de las situaciones que narraba y que detallaba. Cuando me di cuenta estaba con los pezones bien duros, hasta se me notaban a través de la camisa. Fue entonces cuando me atreví a desabrochar un par de botones de la camisa y meter mi mano dentro para acariciarlos mientras seguía leyendo. Cada vez el relato se ponía más verde, cada vez me excitaba más, y yo cada vez jugaba más con mis pechos. Al principio a penas los acariciaba, pasando la yema del dedo índice por los pezones, pero poco a poco y según iba excitándome, iba pasando más y más los dedos por ellos. Decidí entonces desabrocharme y quitarme el sujetador para estar más cómoda. Seguí entonces acariciando mis pechos con la mano entera, masajeaba los pechos, los cogía desde abajo y apretándolos subía la mano sobándolo todo enteros, pasaba mis dedos por mis duros pezones, les daba pequeños pellizcos, los cogía entre el dedo gordo y el índice y los daba "vueltas", les daba pequeños golpecitos. Ummm, estaba muy caliente, me notaba las braguitas muy mojadas. Pensaba que el relato seguiría en la misma línea y que no podría subir el noto, pero me equivocaba, la última parte del relato fue increíble. No podía evitar imaginarme siendo la protagonista de tanto placer. No podía aguantar más y empecé también a acariciar mi coñito, al principio por encima del pantalón vaquero, pero poco tardé en desabrochármelo. Metí la mano y toqué la braquita, pude notar como estaba totalmente empapada. Mi estado de excitación era terrible. Según iba leyendo las líneas, más y más me masturbaba. Aparté la braguita a un lado y empecé a jugar con mi clítoris. Intercambiaba la mano entre mi coño y mis pechos. Jugaba un poco con mis pechos y mis durísimos pezones y volvía a meterla en mi empapado coño, me encantaba jugar con mi clítoris, imagina que me lo estuviera lamiendo Mario, como en ese mismo momento narraba el relato. Me metí un dedo, joder que gusto me daba, me sacaba el dedo y volvía a jugar con el clítoris, lo apretaba un poco y luego me metía una vez más el dedo dentro de mi interior. Decidí entonces meterme otro más. Ahí estaba yo, sentada en la tumbona, con la camisa abierta, mis pechos fuera, y masturbándome como una posesa. No podía evitar el gemir de placer. No podía evitar el seguir follándome a mi misma mientras con la otra mano sujetaba las hojas del relato. Notaba como estaba cerca del orgasmo, saqué mis dedos que para entonces ya eran tres, y me dediqué plenamente a frotar mi clítoris, solté el relato y con la mano que lo sujetaba me lo llevé a los pechos, y mientras gemía fuertemente de gusto y placer, con la otra mano frotaba con fuerza mi clítoris, arriba ya abajo, arriba y abajo. Con fuerza, sin parar de frotarlo, cada vez más deprisa…. Ummm, iba a correrme, estaba apunto…. UMMM. JOOOODERRRR. Que gusto. Hacía tiempo que no tenía un orgasmo igual. Y todo por un simple relato. Como sería el sexo con Mario en real… Madre mía me decía a mi misma….

Al día siguiente no pude evitar tener que contarle que me había gustado el relato, finalmente le tuve que confesar que me había excitado muchísimo el relato, que había terminado por masturbarme a pesar de que yo casi nunca lo hago aunque pase bastante tiempo sola por culpa de mi marido. Me pidió que le contara detalles de cómo había sido. El cabrón sabía que me daba corte hablar de estas cosas y él insistía en que le dijera y le contara. Finalmente le conté y le describí lo que había hecho, lo que había sentido, como me estuve acariciando, como gemía de placer. Me excité nuevamente contándoselo y recordándolo. Él al otro lado del teléfono, escuchándome también se excitó y pude empezar a oír sus gemidos. Los dos terminamos por acariciarnos mientras le narraba lo sucedido con su relato. Los dos terminamos por corrernos juntos, por llegar al orgasmo juntos y a la vez mientras disfrutábamos recíprocamente de nuestros gemidos. Después de eso me propuso el quedar en persona para conocernos físicamente de una vez por todas.

Pasaron varios días sin que me decidiera a quedar con él. Sabía que si lo hacía, que si quedaba, terminaría siendo infiel y jamás lo había sido con alguien. Ni con antiguos novios ni por supuesto con mi querido marido. Después de 2 semanas, al final acepté y quedamos para cenar un viernes.

Ahí estaba yo arreglada, maquillada y con un vestido muy escotado. En las muchas conversaciones que habíamos tenido me había confesado que le encantaban los escotes, que le gustaba mucho mirar los pechos de una mujer, y a mi sinceramente eso me da bastante morbo. Después de 5 minutos esperando nerviosa, paró una moto a mi lado. Yo pensaba que sería algún pesado intentando ligar conmigo, y diciéndome a mi misma "que querrá este pesado ahora", cuando el motorista se bajó y quitándose el casco me preguntó "¿Eva?" Inmediatamente mi corazón se puso a mil, si antes ya estaba nerviosa al verle ya no sabía ni donde estaba. Era él, la persona que me tenía loquita desde hacía ya varias semanas. Era guapísimo. Que sonrisa, que labios, que ojos azules… Y para colmo ha venido en moto, ¿habrá adivinado que me vuelven loca las motos? Me decía a misma.

Después de los 2 besos de rigor y de una breve conversación para romper el hielo, me cedió un casco que llevaba preparado para mi. Yo me agarré a él y salimos hacia la cena. Le pregunté que a donde me llevaba y me dijo que sería una sorpresa que aguantase. Después de callejear un poco, terminamos saliendo a la autopista, ahí Mario empezó a acelerar cada vez más y cada vez más me agarraba a él con más fuerza. Me encantaba estar abrazada a él, sentir su cuerpo en mis manos y mis brazos. Iba todo lo más pegada a él que podía. Sentía la velocidad, por lo menos deberíamos ir a 200 y eso me encantaba. Sentir la velocidad en mi cuerpo, pero a la vez se juntaba con la emoción de estar abrazada a él, de sentirme segura teniendo él el control de la situación. De tener mi cuerpo pegado al suyo… Cuando me quise dar cuenta ya habíamos llegado. Me había llevado al Casino de Madrid. Sólo había estado una vez, pero sabía que es un sitio con clase. Desde luego no se podía negar que sabía como ligarse a una mujer….

Estuvimos cenando tranquilamente. Charlando, bromeando, riéndonos. Entre conversación y charla nos mirábamos profundamente el uno al otro. Eran miradas donde se notaba que había deseo por parte de los dos. Me estaba encantando como me miraba profundamente, como de vez en cuando miraba mi escote, y como me miraba a los ojos profundamente, como si estuviese mirando más allá de ellos. Me estaba cautivando sólo con su penetrante mirada.

Terminamos de cenar y me propuso divertirnos un poco jugando a la ruleta. Yo a pesar de que había estado una vez, nunca había jugado, por lo que no me pareció mala idea. Nos hicimos sitio en una de las muchas ruletas que había y empezamos a jugar. Al principio Mario era el que ponía las fichas y yo pegada a él observaba nerviosa el avance de la tirada. Era muy emocionante ver como da vueltas la bolita esperando que caiga en el color que uno ha elegido, es una sensación muy excitante y más si en ese momento se está pegado a Mario como estaba yo. La primera tirada perdimos. Pero las siguientes tuvimos más suerte y ganamos. Cada vez que ganábamos, se giraba para abrazarme, decía que le traía suerte. Yo me moría de la emoción al sentirle abrazado a mi, al sentir su aroma, su cuerpo… Llegó un momento en que cambiamos de posición y era yo la que estaba en la mesa poniendo las fichas y él detrás de mi diciéndome al oído cual sería la mejor jugada en ese momento. La diferencia con la postura anterior, era que Mario desde un inicio me cogió de la cintura con las dos manos, una a cada lado. Eso me transmitía una seguridad tremenda. Pero eso no era nada comparado con lo que me hacía sentir cuando ganábamos. Estiraba sus brazos y me rodeaba con ellos mientras me besaba en el cuello para celebrarlo. Pasadas un par de tiradas, y con mi confianza más que ganada, pasó sus manos de mi cintura al interior de mi camiseta. Sentí como empezó a buscar el final del top que llevaba puesto para meterlas debajo, hasta que finalmente las posó en mi ombligo. Yo desde luego no dije nada. La sensación era estupenda, sentía el calor de sus manos en mi tripita. Mientras hacíamos otras tiradas se dispuso a mover sus manos por dentro de mi top. Al principio sólo alrededor de mi ombligo como si lo estuviera masajeando muy lentamente, pero poco a poco fue subiendo hasta terminar acariciándome todo mi cuerpo, pasando sus dedos de mi ombligo al borde de mis sujetador, y de ahí pasando las yemas de sus dedos muy lentamente a mi espalda. De mi espalda a la base de mis pechos y de ahí otra vez a mi tripita…. Entre la emoción de seguir la bolita y sus caricias estaba muerta de excitación, era una sensación indescriptible, cuando me susurró al oído:

¿Eva, qué tal? ¿Te lo estás pasando bien cariño?

Si. Es muy divertido esto.

¿Te gusta?

Siiii, me encanta Mario, no pares.

¿quieres que nos vayamos a tomar una copa?

Umm,… Venga, vale. Vamos.

Habíamos ganado 80 €, casi lo que nos había costado la cena y aún nos quedaba para tomar una copa a "invitación" del casino.

Nos volvimos a montar en la moto, y volvimos a ponernos a alta velocidad por la carretera. Al principio iba como habíamos venido, es decir, agarrada a su cintura, pero entre las vibraciones de la velocidad mezclado con el vino que llevaba en el cuerpo más la excitación de sus caricias en mi espalda durante las partidas estaba en un estado de desinhibición total, y me atreví a ser yo en esta ocasión quien le acariciara un poco. Estuve buscando hueco por debajo de la chaqueta para meter mis manos, cuando Mario al darse cuenta de mis intenciones aflojó un poco la marcha y con una de sus manos me cogió las mías. Pensaba que iba apartármelas para que no le molestara en la conducción, pero para mi sorpresa lo que estaba haciendo era ayudarme a meter mejor mis manos dentro de su cuerpo. Notaba su cuerpo en mis manos, estaba caliente, pasaba mis manos por su dorso, por su estomago, subía nuevamente hasta sus pechos. No lo hacía con tanta delicadeza como me había acariciado a mi por la velocidad de la moto, pero notaba igualmente que le estaba gustando mucho y a mi esa sensación de saber que le estaba gustando más las vibraciones en mi coñito, me estaba poniendo a mil. Me lancé un poco más y saqué mis manos para situarlas directamente en su entrepierna. No hizo nada, ni un gesto de retirarme la mano, ni nada que indicase que le molestase, por lo que empecé a mover las manos y a masajear esa zona de su cuerpo, pasando ya directamente a su paquete. En esta ocasión no metí las manos por dentro para sentir su miembro, pero no me hizo ninguna falta. Se notaba duro, vigoroso, muy grande. Estaba tan excitado como yo. Me encantaba sentirlo en mis manos, frotarlo con mis dedos, darle placer.

Por fin llegamos a la discoteca donde quería llevarme. Aparcamos la moto y nos dispusimos a entrar. Ya sin ningún tipo de corte después del viaje que habíamos tenido, me agarró de la cintura y entramos abrazados a la discoteca. Esa noche ya era suya. Esa noche le pertenecía a él. Y yo deseosa de serlo, no dude en demostrárselo abrazándome a él también.

Me agarró de la mano y me dirigió directo a la zona de baile. Ahí estuvimos bailando un rato, hasta que poco a poco se fue acercando a mi, cada vez más cerca, hasta que me agarró de la cintura y nos pusimos a bailar agarrados. Sentía sus manos por mi cintura, las sentía deslizar hasta mi trasero, y de ahí subiendo sus manos nuevamente pasándolas por la espalda. En un momento dado me puso de espaldas a él, pegando mi espalda a su pecho. Sentía su paquete frotarse contra mi culo, sentía su dureza rozándose contra mi cuerpo mientras con sus manos me acariciaba la tripita subiendo hasta rozarme mis pechos, y bajándolas hasta llegar a mi ombligo nuevamente. En esa postura y mientras me acariciaba empezó a besarme el cuello, a pasarme su caliente y húmeda lengua por mi cuello, por mi oreja… sentía un placer tremendo al sentir sus besos. Me encanta que me besen el cuello, me da una excitación terrible y él con nuestras largas y numerosas conversaciones lo sabía. Sabía como conquistarme, como excitarme y desde luego que lo estaba consiguiendo. Después de jugar con su lengua en mi cuello, me dio media vuelta y me puso mirándole a él. En esa postura sentía y notaba su duro bulto en mi ya húmedo y excitado conejito. Agarrándome del culo, pegó mi cuerpo aún más al suyo y empezó a besarme. Me moría de placer al sentir su lengua en mi boca, quería comérmela, quería lamerla. Nos besamos apasionadamente durante un buen rato, mientras me acariciaba y me sobaba por todas partes. Todo mi cuerpo era suyo, quería que fuera suyo, no quería que parara.

Después de un rato besándonos y morreándonos, fuimos a sentarnos a la zona oscura de sillones. Ahí mientras tomábamos unas copas, seguimos "dándonos el lote", pero esta vez con más caricias y más tocamientos de por medio. Mario sin ningún disimulo tenía metida su mano por dentro de mi top, acariciándome y jugando con mis pechos. Disfrutaba sintiendo sus dedos en mis pechos, en mis pezones, mientras yo le acariciaba la entrepierna, pasando mi mano una y otra vez por su pantalón. Mientras seguíamos besándonos, sacó su mano de mis pechos y la dirigió a mi más que mojado coñito. Sentía un placer indescriptible al contacto de sus manos con mi caliente conejo. Entre gemidos, me ponía y me excitaba más aún con lo que me susurraba al oído:

¿Te gusta Eva?. ¿te gusta sentir mis manos por tu cuerpo?

Umm, si. Me vuelve loca. Sabes que me encanta que me acaricien, ummm, que me soben como tu lo estás haciendo ahora.

Ummm, ¿si Eva? Y dime, ¿te gustaría sentir mi duro pene entre tus dedos? ¿te gustaría tenerlo entre tus manos?

Joder Mario, si. Me encantaría.

¿te gustaría lamerlo? Sentir su sabor dentro de tu boca?

Ahhh, siii. Me gustaría mucho. – Por favor Mario, estoy muy excitada, méteme tus dedos en mi chochito.

Ummm, Eva me encanta. Lo tienes ardiendo. Mira, siente mis dedos meterse dentro de tu cueva…, siéntelos abrirse camino… Umm, joder, que placer, que gusto, que bien entran…- ¿Te da morbo que nos puedan ver, que te esté follando con mis dedos delante de un montón de gente? Umm, dime Eva.

Ohhh Mario, joder si. Me encanta. Me vuelve loca lo morboso que eres.

Te gustaría que te la metiese? Sentir mis 22 cm dentro de ti?

Umm, siiiii.

Pídemelo. Pídeme que te folle….

Ohhh Mario. Métemela, quiero sentir tu duro pene dentro de mi. Quiero que me folles.

Ummm, me encantas Eva, de veras que me encantas.

No tardamos mucho más en levantarnos e irnos. Salimos totalmente abrazados. Ibamos acelerados, teníamos prisa. Queríamos llegar a algún sitio donde poder estar juntos. No se donde me llevaría pero sólo sabía que quería que me hiciera suya. Nada me importaba en ese momento, ni mi marido ni nadie. Lo más importante para mi en ese momento era que Mario me hiciera suya, que me llenara de placer, que me hiciera el amor como nunca nadie había hecho.

Después de un pequeño viaje en moto, llegamos a su casa. Aparcamos la moto en el Parking del edificio y nos dispusimos a subir en el ascensor. Ahí no esperé a llegar a su casa y me lancé sobre a él a besarle desesperadamente, le agarraba su culo y me pegaba lo más que podía a él mientras le metía mi lengua en su boca. Quería sentir su paquete entre mis piernas. Quería darle placer, quería excitarle. Notaba como poco a poco se le iba poniendo cada vez más dura. Notaba entre mis piernas el bulto de su pantalón. Ese pene duro deseo de salir del calzoncillo. Así estuvimos hasta que llegamos al 8º que era su piso. Abrazada a él pasamos a su casa.

Fuimos directos al dormitorio, sólo quería besarle y disfrutar de su lengua. Ni me fijé en la casa, si era pequeña, grande, bonita o fea. Sólo quería besarle, lamer sus labios. Llegamos al dormitorio y de ahí directos a la cama. Estábamos sentados en el borde del colchón, mientras seguíamos besándonos. Paramos un momento ya que se dispuso a quitarme el top. Me tumbó boca a bajo en la cama y se puso de rodillas sentándose conmigo entre sus piernas. Empezó a acariciarme la espalda, a masajearla. Me desabrochó el sujetador y me lo quitó mientras besaba mi cuello nuevamente. Paró un momento para coger una loción de la mesilla y me la echó sobre mi espalda. Empezó a extenderla lentamente con sus hábiles manos. Como me gustaba que me masajeara la espalda, sentir sus manos en mi cuerpo, lo hacía con una maestría increíble. Me habían dado muchas veces masajes, pero nunca como del que estaba disfrutando en ese momento. Como pasaba sus manos por toda mi espalda, como las movía en círculos acariciando cada rincón de mi espalda. Subió hasta mi cuello. Ahí siguió con el masaje, dando pequeños círculos con sus dedos. Yo estaba en el 7º cielo, sólo podía más que gemir de placer. Nunca nadie había conseguido tenerme tan excitada, nunca nadie había conseguido darme tanto placer. Estaba siendo infiel por primera vez en mi vida y estaba disfrutando de ello. Me daba un morbo terrible la situación en la que me encontraba en ese preciso momento y estaba encantada.

De mi cuello pasó a mis pechos. Con un gestó me pidió que levantara un poco el cuerpo para meter sus manos por debajo. Ahora eran mis pechos los que disfrutaban del masaje, los que disfrutaban de sus más que maestras manos. Masajeaba mis pechos agarrándolos desde la base y a la vez que subía la mano, los iba soltando poco a poco, agarraba mis durísimos y excitados pezones y los daba vueltas, jugaba con ellos mientras disfrutaba de mis gemidos de placer.

Me dio la vuelta y me puso boca arriba. Sus manos dejaron paso a su boca. Sus labios comenzaron entonces a lamer mis pechos. Si con sus manos estaba haciendo que gimiera de placer, su boca conseguía que gritase del gusto que me estaba dando. Como absorbía y chupaba mis pezones, como los lamía con sus labios, como le daba pequeños mordisquitos con sus dientes y como pasaba sus lengua en círculos sobre ellos. De mis pechos empezó a bajar poco a poco y muy lentamente hacia mi tripa. Pasaba su lengua, moviéndola en zic zac por todo mi dorso, parándose de vez en cuando y dándome pequeños chupetones ahí donde se paraba. Una vez llegado a mi ombligo, empezó a desabrocharme el pantalón. De una más que hábil maniobra consiguió desabrocharme todos los botones. En ese momento levanté un poco el culo para ayudarle a quitarme los pantalones. Después siguió con sus lamidas, pasando directamente a mis braguitas que para ese momento estaban totalmente empapadas de mis jugos, señal de mi éxtasis. Al principio pasaba su lengua y lamía mi coñito por encima de mis braguitas, pero no tardó mucho en quitármelas y dejarme totalmente desnuda para él. Estaba a su merced, estaba dispuesta a hacer todo lo que él me pidiera…. Comenzó entonces a lamer mi clítoris, a jugar con él con su lengua, a lamerlo, a chuparlo, pasaba su lengua por todo mi empapado coñito, ayudado por sus manos abría mis labios vaginales y metía su lengua dentro de mi interior. La volvía a sacar y volvía a lamer mis clítoris. De vez en cuando su lengua dejaba paso a sus dedos o bien juntaba el trabajo de los dos, lamiendo y chupándome mientras masajeaba y frotaba mi clítoris. Estaba consiguiendo que llegara a mi primer orgasmo con él, al primer orgasmo de la noche. Entre mis gemidos conseguí decir que estaba apunto de correrme y parece que mis palabras le debió de dar morbo o de motivarle porque al oir esas palabras aceleró su ritmo, consiguiendo de mi un tremendo orgasmo a la vez que todo mi cuerpo se estremecía y temblaba del placer recibido.

Fue entonces cuando sin darnos un respiro, empecé a desnudarle. Primero por su camisa y al quitársela y sin pensármelo, me eché sobre él y mientras le daba un fuerte abrazo, metí mi lengua en su boca. Ahora era yo la que quería darle placer, quería que disfrutara de mi. Yo sentada al borde de la cama y él estando de pié en frente mía, le desabroché el pantalón y le dejé en calzoncillos. Tenía un bulto grandísimo, pasé mi mano por su calzoncillo, estaba como loca por ver ese pene que tanto deseaba. Al tocarlo fue una sensación única, la tenía durísima. Nunca había sentido en mis manos una polla como la de él, tan grande, tan dura…. Le bajé los calzoncillos y ante mi quedó su enorme aparato. No mintió cuando me dijo que le medía 22 cm. No tenía un metro cerca para comprobarlo pero ni falta que hacía, era el pene más grande que había visto jamás y lo quería para mi sóla. Lo cogí con una mano desde la punta y agarrando con cierta fuerza la piel, deslicé mi mano hacia abajo. La imagen de su glande rosado era riquísima. No pude resistirme ni un momento más y acerqué mi boca a ese pedazo de carne que tanto deseaba. Primero pasé mis labios por su base, lo besaba de arriba a abajo, después con mi lengua igualmente de arriba a abajo. Ahora era él el que estaba dando pequeños gemidos. Con mi lengua le acariciaba su glande, su punta. Temblaba de placer al sentir mi caliente lengua en su punta. Ya no pude resistirme más y empecé a metérmela en la boca. Al principio sólo la punta, mojando y empapándola de mi saliva, pero poco a poco fuí metiéndomela más y más. Por mucho esfuerzo que ponía no conseguía metérmela entera en la boca, era grandísima. Empecé entonces con el típico movimiento de adentro a fuera. Le estaba follando la polla con mi boca, mientras con una de mis manos agarraba sus testículos y los acariciaba, de vez en cuando dándoles unos pequeños apretones que soltaba en seguida. Era riquísima, me encantaba su sabor, me encantaba lamerla. A mi marido aunque alguna vez que otra le he practicado el sexo oral, nunca había disfrutado tanto con un miembro en mi boca. No pude calcular el tiempo que estuve chupándosela pero fueron bastantes minutos. El cabrón tenía mucho aguante, y no quería llegar al final todavía. Me cogió la cabeza y me la separó de su erecto pene.

Me tumbó nuevamente en la cama y ya desnudos los dos, se tumbó encima mía. Sentía todo su cuerpo encima del mío. Me encantaba el calor que me daba, sentir su cuerpo desnudo encima del mío. Acercó su erecto pene a la entrada de mi vagina, al principio frotaba su punta por toda mi entrada, arriba y a abajo. Le pedí que me la metiera, me moría de ganas porque me la metiera de una vez y sentir ese pedazo de carne tan grande dentro de mi. Una vez que oyó como le pedía que me la metiese, fué entonces cuando lo hizo. Pero no bruscamente ni de un sólo golpe. Quería que disfrutase al máximo y alargar la llegada de mi orgasmo lo máximo posible. Empezó a meterme la punta, para después seguidamente sacarla. Repitió movimiento varias veces hasta que después la metió hasta la mitad, ahí estuvo moviéndose y empezó con el ritmo de adentro-fuera pero sin llegar a sacármela. Oía sus gemidos, notaba su polla dentro de mi. Como disfrutaba sintiendo como entraba y salía. Después de estar varios minutos follándome con la mitad de su aparato, finalmente y otra vez poco a poco fué metiéndola cada vez más hasta conseguir meterla por completo dentro de mi. Como se movía, que placer me daba. Además de tener un gran aparato además sabía moverse increíblemente. No era placer lo que estaba sintiendo, era éxtasis. Así estuvimos también durante bastantes minutos, hasta que consiguió que llegara a mi segundo orgasmo de la noche. Era increíble, mi coño totalmente mojado y empapado de mis flujos debido a mi segundo orgasmo y él con su pene erecto dándome placer después de más de una hora sin parar y sin bajar el ritmo.

Al notar por mis temblores que había llegado a mi segundo orgasmo, decidió entonces cambiar de postura. Me puso a cuatro patas y él detrás de volvió a repetir todo el proceso. Primero pego su boca a mi concha y la lamió y empapó más aún de su saliva. Restregó nuevamente su punta por mi coñito y finalmente volvió a metérmela. Yo que acaba de tener mi segundo orgasmo, volvía a gemir como una loca. Estaba desquiciada del placer que me estaba dando. Me daba un morbo terrible esta postura, haciéndome sentir un poco sumisa, estar a su merced y a la vez notar como chocan sus huevos con mi trasero. Aprovechando la postura en la que nos encontrábamos, empezó a acariciarme y a pasarme un dedo por mi ano. Al principio dando vueltas por él, sin presionarlo. Después empezó a mojarse los dedos de saliva y llevarla al centro de mi culito con la yema de sus dedos. Al rato y después de conseguir tener mi ano totalmente empapado y lubricado de su saliva, empezó a apretar con el dedo en la entrada de mi ano. Al principio e igual que hizo con su pene, sólo lo restregaba y daba pequeños empujones sin llegar a penetrarlo, pero después y poco a poco fué metiendo la punta de su dedo. Nunca había sido penetrada por el culo, nunca nadie me había follado por ahí. Ni si quiera a mi marido que en varias ocasiones me lo había pedido, le había dejado. Y ahora sin embargo era suyo, podía hacer conmigo lo que quisiera. Por que todo lo que hacía conmigo me gustaba y me volvía loca de placer. Terminó finalmente por meter el dedo por completo. Yo al contrario de quejarme desfrutaba muchísimo. Se me mezclaba el placer recibido en mi coñito y en mi ano. Pasado un rato follándome doblemente, y en el momento en que mi ano se anchó un poco pasó a meterme un segundo dedo. Ahí estaba yo disfrutando como una loca, como nunca jamás nadie me había hecho disfrutar, gritando y gimiendo de placer, oyendo como Mario también gemía y gritaba sin parar…Ahí estábamos los dos con nuestros cuerpos sudorosos disfrutando mutuamente el uno del otro….

Cuando lo creyó oportuno, sacó su durísimo pene de mi concha y lo condujo a la entrada de mi ya desvirgado ano. Igualmente que hizo en anteriores ocasiones la penetración fue muy lenta, incluso mucho más lenta que las otras veces, cosa que agradecí, ya que estaba siendo la primera vez que alguien me penetraba y más con esa verga tan grande. Sentí arder mi culo al notar romper la resistencia de mi esfínter, pero el ardor dio paso al placer mezclado con el frotamiento que me estaba dando con su mano en mi coñito. Estuvo penetrándome lentamente al principio y con la mitad de su miembro, pero después de un rato le pedí yo misma que me la metiera más. Me estaba gustando, y quería disfrutarla toda entera, quería que me partiera con ese pene tan duro que tenía. Aceleró su ritmo, las embestidas eran geniales, empujaba su cuerpo contra el mío, la sacaba y volvía a meter a un ritmo tremendo.. La sacó de mi culo y volvió a meterla en mi excitadísima vagina. Por sus gemidos y sus gritos de placer deduje que después de 2 horas sin parar de moverse y después de llevar yo 2 orgasmo, el suyo por fin estaba próximo, y además se iba a juntar con mi ya tercer orgasmo de la noche. Se juntaron mis temblores como siempre que está próximo un orgasmos mío con su gemidos bestiales. Estaba corriéndome cuando noté como descargaba dentro de mi. Ummm, que placer sentirme llena de él. Notaba entrar en mi varios chorros de su semen. Habíamos llegado al éxtasis los dos juntos. Estábamos los dos rendidos de placer y de sexo. Nos quedamos rendidos en la cama, abrazados, besándonos, y disfrutando el uno del otro.

Así abrazados nos quedamos dormidos el resto de la noche. Lo que iba a ser una simple cena con amigas del trabajo y un par de copas, (es la excusa que le puse a mi marido) se convirtió en la mejor noche sexual de mi vida. Disfruté como nunca, exploté de placer como nadie me había hecho hacer, y me sentía feliz por ello.

Durante esa noche y hasta ahora hemos quedado ya en numerosas ocasiones. Me da muchísimo morbo el tener a alguien que me da el placer y el vicio sexual que no me ofrece mi marido….. Ya contaré las siguientes noches y las veces que me hizo disfrutar de cosas que nunca había hecho…. Pero eso ya será en otros relatos….