Infiel, con permiso de mi suegro
Soy una mujer joven, con poco tiempo de casada, quien cedió alguna vez a los avances de mi suegro y luego, nos hicimos íntimos y cómplices sexuales, pues ambos somos muy calientes. En una ocasión le dije que alguien me pretendía y él me dijo que lo aceptara. Aquí cuento lo sucedido.
Infiel, con permiso de mi suegro, sin que mi marido se entere
Resumen: Soy una mujer joven, con poco tiempo de casada, quien cedió alguna vez a los avances de mi suegro y luego, nos hicimos íntimos y cómplices sexuales, pues ambos somos muy calientes. En una ocasión le dije que alguien me pretendía y él me dijo que lo aceptara. Aquí cuento lo sucedido.
Antes de casarme – mi marido y yo somos jóvenes; mi suegro tiene 47 años, yo ya trabajaba para una empresa donde me desempeñaba como edecán – escort – relaciones públicas. ¡Me gustaba lo que hacía!. También me gustaba mi novio, que luego se hizo mi esposo y, cuando conocí a mi hoy suegro, también me gustó, quizás más que su hijo, así que, comencé a “andar” con él. Nos hicimos íntimos y hasta cómplices, pues mi marido, por razones de trabajo, siempre estaba fuera de la ciudad, excepto los fines de semana y a veces sólo el domingo, medio día.
Por cuestiones de trabajo, con frecuencia salgo yo noche, por lo que en el trabajo le ordenaron al chofer, Alfonso, que también es guardaespaldas, que en esas ocasiones me llevara hasta mi casa, pues el rumbo del trabajo está feo, así que este hombre, cuarentón, me comenzó llevar a mi casa.
Por mi mismo trabajo, yo siempre tengo que ir arreglada y mis jefes me piden que use falditas y que muestre las piernas; además, los acompaño a reuniones atiendo a clientes y asisto como edecán a ferias y exposiciones, por lo que también viajo fuera de mi ciudad con relativa frecuencia.
En una ocasión que salíamos de una reunión y Alfonso me llevó a la casa. Yo había bebido bastante alcohol y él me ofreció una botellita de agua, que le agradecí. Me vio las piernas y me las chuleó. Esa vez yo iba caliente, pues uno de los clientes me había estado fajando, así que, cuando Alfonso me pidió que si me levantaba un poco más la faldita y le mostraba mis piernas, lo hice, y ahí quedó.
Esa noche cogí con mi suegro y le comenté de Alfonso; me dijo que le diera jalón y que si me gustaba, que me lo cogiera.
Eso pasó un miércoles y el viernes por la tarde – noche tuvimos una presentación, por lo que andaba muy arregladita: llevaba una faldita negra, elástica, de licra, que se me ceñía perfectamente a mi cuerpo, y en especial a mis piernas y pompis; era muy corta, arriba de medio muslo, casi en el nacimiento de mis piernas, pues así me piden mis jefes que las use, sobretodo en las presentaciones y citas con clientes. Llevaba la blusa reglamentaria, la de la empresa, una blanca. Llevaba un pequeño bolso colgando del hombro y un suéter, también negro.
Por la noche, luego de la presentación, le dijeron a Alfonso que me llevara, así que, cuando iba a buscarlo, él ya me estaba esperando, al pie de la escalera, que es empinada. Se me quedó viendo desde abajo y me dijo:
= se te ven unas piernotas…, muy ricas…,
Pero no dijo nada más. Yo me sonreí, bajé las escaleras y caminamos al coche. Nos subimos y..., antes de arrancar, Alfonso le echó una buena mirada a mis piernas y luego me preguntó:
¿llevas mucha prisa...?.
Pues..., es que…, ya es tarde…
Ya pasaban de las 9 de la noche y…, aunque yo acostumbro a llegar tarde, sobretodo los viernes y, aunque no estaba mi marido, sí estaba mi suegro:
¿Te puedo invitar una copa...?.
¿Una copa...?,
sí..., aquí cerca, hay un buen bar…
pero…
¡nomás una copa y nos vamos…!
bueno pues…, la caminera…!,
le dije, bromeando, pues ya me había tomado unas copas en la recepción y, la neta, se me antojaba otra más. Nos fuimos al bar. Estacionamos el coche y Alfonso me abrió la portezuela, aprovechando para verme de nuevo las piernas.
Me bajé, Alfonso me abrazó; yo no protesté..., y así, llevándome abrazada, entramos al bar. Tenía mesas alrededor de una pista de baile. Nos dieron una mesa y Alfonso se sentó al lado mío, sin dejar de abrazarme. Pedimos unas copas, nos las tomamos y, como había sonido ambiental y algunas parejas bailando, Alfonso, poniéndome su mano sobre de mi muslo, desnudo, pues no llevaba medias ese día, dándome un apretón de pierna, me invitó a bailar. Me levanté con un poco de miedo, pues la “copita” me “provoca” mucho y yo ya andaba con varias copas encima.
Sin dejar de abrazarme, Alfonso me condujo hacia la pista de baile. Al llegar, sentí que me tomaba de la cintura y me pegaba a su cuerpo. Él es un hombre muy grande y muy corpulento, mide 1.91 m, me lleva más de 30 cm, aunque yo andaba con tacones muy altos, como siempre me piden que use. Como él no tenía mano libre para darle mi mano derecha, no sabía qué hacer con ella, por lo que él me dijo que se las echara a su cuello, y así lo hice: ¡me colgué de su cuello!, pues me quedaba muy alto.
Él aprovechó y comenzó a frotar su pecho contra mis tetas, a empujarme su pierna sobre de mi entrepierna: ¡le sentía su pene tremendamente parado...!, y él comenzó a frotarme su cuerpo contra de mi cuerpo, empujando su pene indiscretamente contra de mi entrepierna. ¡Nunca me atreví a detenerlo, no se si por miedo, por mi excitación o por ambas cosas al mismo tiempo, el caso fue que, al cabo de unos minutos ya estaba tremendamente excitada: las pocas luces que había me parecían más brillantes y ese hombre se me hacía cada vez más viril y atractivo.
Terminó esa melodía y nosotros nos quedamos abrazados en la pista de baile, sin decir nada, hasta que comenzó a sonar la siguiente, y entonces volvimos a “bailar”.
Sentia su cuerpo pegado a mi cuerpo, sus caderas empujándome, haciendo los movimientos del coito y…, nunca le dije yo nada, ni protesté por su manera de actuar.
No decíamos nada, tan sólo nos sentíamos nuestros cuerpos, nos los embarrábamos uno al otro.
En un momento dado, Alfonso me bajó sus manos a mis nalgas y…, cerré los ojos y ¡seguí bailando de esa manera!.
Con su pierna a la mitad de mis piernas, su muslo golpeaba insistentemente mi vulva..., y sobre de mi vientre había un bulto que..., a cada instante me parecía más grandote...
De pronto levanté mi mirada, él bajó la suya, nos vimos y…, nos dimos un beso tremendamente cachondo, sin poder contenernos y…, ¡horror…!,
- ¡Alfonso…, yo estoy casada…, tengo marido…!.
Y zafándome de sus brazos, el eché una carrera hasta el baño, para refugiarme, de mí misma.
Al entrar al baño de “Damas”, me topé con la “encargada”, quien me sonrió y me ofreció papel higiénico, para ganarse su propina. Lo tomé, le di las gracias y me metí a uno de los privados. Me levanté mi faldita por arriba de la cintura, me bajé las pantaletas e hice mi "necesidad". Me pasé mis dedos por mi sexo; me lo recorrí, mis labios vaginales y: ¡estaba completamente “batida” de mis secreciones: ¡estaba verdaderamente caliente!; entre las copitas y el faje…, ¡andaba yo muy “ganosa”!, ¡lo estaba deseando…!, ¡co…habitar con Alfonso…!.
Pensaba en su pene, que lo había sentido muy grande, ¡debía ser enorme!; ¡lo estaba deseando!. ¡Me sonreí conmigo misma!. Me coloqué mi pantaleta y mi falda y salí a lavarme las manos y maquillarme al tocador, hasta donde se me acercó la “encargada”, quien discretamente me ofreció una rosa roja. Le sonreí y le dije:
- ¡No…, muchas gracias!,
pero ella me hizo la aclaración:
- ¡Se la manda el señor Alfonso!.
¡Me sorprendí!. Le di las gracias a la mujer y me quedé viendo esa rosa. ¡Era artificial!, era de tela.
Al ver mi cara de sorprendida – yo creo – esa mujer me “orientó” diciéndome:
& para desenredarla, nada más jálela para arriba…
No entendí, y volteé a verla, por lo que:
& ¿la ayudo?. ¿Quiere que la “deshaga”?
Le dije que sí, sin entender aun de qué se trataba.
La encargada lo hizo y, me mostró una exquisita pantaleta roja, por lo que nos sonreímos y…, me regresé a ese “privado”, para ponérmela. ¡Estaba vibrando de la emoción, de la excitación, del deseo!.
Me la puse y abriendo la puerta del privado me asomé. Estaba nada más la “encargada”, así que, con mi falda hasta la cintura me miré en el espejo: ¡se me veía muy bonita!, ¡me hacía sentirme muy atractiva, muy sensual y muy seductora!.
& ¡se le ve muy bonita!,
me dijo la mujer, y le sonreí.
Me acomodé mi faldita, me pinté los labios, me retoqué el maquillaje, le dejé su muy buena propina y salí: ¡me topé de frente con Alfonso!, ¡me estaba esperando de pie, a la salida del baño!. Me abrazó y nos dimos un beso…, ¡imponente!, ¡enormemente largo!, no se ni de cuantos minutos, que se me hicieron…, ¡eternos!.
Alfonso me había tomado de las nalgas y me tenía cargada en sus brazos mientras nos besábamos. Yo estaba colgada de su cuello y…, cuando por fin terminamos el beso y deposité mis pies en el piso, entonces me preguntó:
= ¿te gustó la flor…?.
- ¡Eres un…!,
y me quedé sin terminar la expresión, por lo que Alfonso me preguntó:
= ¿Un qué…?
- ¡Un atrevido…, un cabrón…!. ¡Soy casada…!.
= ¡Pero me gustas un chingo…!.
Y nos dimos otro beso en la boca, más corto y menos “provocativo” que el otro, y al término de ese beso, Alfonso me preguntó:
= ¿Te pusiste la flor?
Y por toda respuesta le dije:
- ¡Era una flor muy bonita…!,
Y me fui de prisa para nuestra mesa, hasta donde me siguió Alfonso como para interrogarme, y solamente le dije:
- ¡Tengo sed…!.
Pedimos otras copas; me abrazó nuevamente y quiso besarme otra vez en la boca, pero yo lo contuve y:
- ¡De verdad Alfonso…, soy casada, tengo marido… Tengo además un contrato!.
¡No puedo involucrarme con los clientes o proveedores!. ¡Nada más “atenderlos”!.
= Pues yo no soy ni cliente ni proveedor, y ¡tienes que atenderme y hacerme caso!,
me dijo, queriéndome besar una vez más, pero me hice de lado y no lo dejé.
- Mejor vamos a brindar por nosotros
Lo hicimos y luego
- Vamos a bailar otro rato,
Le dije, y sin esperarlo me levanté. Él me siguió, presuroso y estando en la pista, abrazados, Alfonso aprovechó para plantarme un besote, hundiéndome su lengua hasta el fondo, cosa que me hizo venirme de nuevo, con abundancia. ¡Lo sentí de inmediato en mi sexo!.
El beso fue, nuevamente, muy largo y sensual. Estábamos besándonos mientras bailábamos. Se acababa una pieza y seguía otra y nosotros besándonos a media pista. Me embarraba su cuerpo contra mis senos y contra mi sexo. Nos pasamos el resto del tiempo "fajando", hasta que..., mirando el reloj, le pedí que nos fuéramos: ¡eran ya casi las 12!, y habíamos llegado un poco después de las 9: ¡teníamos ya tres horas de estar fajando!; además, yo tenía que llegar a la casa.
Nos fuimos hasta el coche. Me abrió la puerta, galante, se subió por su lado y de inmediato sentí que su mano me agarraba la nuca; me dejé ir hacia él, pasivamente y comenzó a colmarme de besos apasionados mientras me agarraba mis chichis. ¡Me tenía muy caliente!. En ese instante me puso su otra mano sobre mi muslo, introduciéndome su lengua en mi boca, mientras que su mano buscaba un pasaje enmedio de mis piernas. Yo no quería ceder; me daba pena que se diera cuenta de lo caliente que me tenía, y eso sucedería si me lograba meter la mano en mi sexo: ¡estaba toda batida!.
¡Alfonso, por favor..., soy casada...!
y eso que..., ¿no te paso?..., porque tú me pasas un chingo, ¡estás rete guapa!.
Entonces, coquetería femenina ya innata, arreglándome mis cabellos y moviendo mi cuerpo insinuosa y provocativamente, le pregunté:
¿Deveras te gusto Alfonso...?,
¡Me encantas...!, me encantan tus piernotas..., ¡estás rete buena!.
Mis muslos anchos y macizos se me ceñían a mi falda, que Alfonso me recorrió hasta por arriba de la mitad de mis muslos, tratando de acentuar lo que me estaba diciendo, pero yo lo detuve:
- ¡No Alfonso, por favor...!; ¡alguien nos puede ver...!. ¡Vámonos a otro lado!,
le dije y él de inmediato me respondió:
- ¿Nos vamos a algún motel?,
me preguntó:
- Sí Alfonso, por favor...,
le dije..., y nos arrancamos. ¡Estábamos pensando en el coito: yo lo estaba deseando!. Mis senos se me notaban erectos.
Nos fuimos a un motel que estaba... ¡a tres calles del bar!. ¡Me gustaba Alfonso!, maduro, macizo, fuerte, muy moreno, bigotón, y...., además..., ¡andaba yo muy "caliente"!.
Durante el trayecto me metió la mano en mis piernas, por debajo de mi faldita, ¡y empezó a tocarme mis pantaletas!. Estaba mordiéndome fuertemente los labios, yo misma, para no gritar del placer que estaba sintiendo.
Tan pronto como entramos al cuarto se lanzó sobre de mí, ¡muy urgido!. Yo estaba de espaldas, me dirigía hacia la cama, pero antes de llegar, me vi atrapada en los brazos de Alfonso: me sujetó con ambas manos y luego, mientras que con la derecha me acariciaba los muslos, con la izquierda me sobaba los senos, a la vez que me besaba y mordía muy suavemente la nuca y orejas. ¡Me tenía bien pegada a su cuerpo!. Yo, excitada, empujaba mi trasero hacia atrás, topándome con su verga, muy tiesa y muy dura. Ya no aguantaba más y me separé de su lado, comenzando a desnudarme rápidamente. Él hizo lo mismo y..., en un santiamén estaba ya tan sólo con mis pantaletas nuevas, “las de la flor” y con mis tacones.
= ¡Déjame verte mujer…, estás súper linda…, me encantas así…, eres verdaderamente sensual…, te va muy bien el color de “la flor”!. ¡Modélamela!.
Y con la mayor coquetería que tenía, comencé a adoptar poses lo más sensuales posibles hasta que Alfonso se me acercó y me metió su mano por la parte de adelante de las pantaletas; me la pasó por debajo del elástico y comenzó de inmediato a dedearme y a acariciarme mi clítoris.
= ¡Estás muy mojada, completamente venida…!.
¿Andas caliente…?, ¿Andas queriendo conmigo…?.
Me preguntaba – decía y afirmaba, sin dejar de moverme sus dedos, aprisionando mi clítoris y hundiéndome sus dedos en mi rajada, por lo que,
- ¡Síiii…!,
Alcancé a responderme, pues me acababa de sacar un orgasmo muy placentero, haciéndome venirme en su mano,
Alfonso me quitó por completo mis pantaletas, se bajó su calzón y..., me recosté en esa cama, con las piernas abiertas, conservando mis zapatillas.
- ¡Ven…!,
Le dije en ese preciso momento, invitándolo a que me montara.
Alfonso se me echó encima, me colocó su pene en mi sexo y..., ¡comenzó a empujarme muy fuerte su pene sobre de mi panochita!, que ya estaba totalmente "venida". No obstante eso, no conseguía penetrarme, por lo que, queriendo ayudar, bajé mi manita a tomarle su pene y..., ¡me encontré con un monstruo...!, ¡una verga terrible!, muy larga y muy gorda!. Me "emocioné" con ese encuentro y me coloqué su “instrumento” enmedio de mi panochita y..., me lo metió hasta el fondo y de golpe, mi chocho se encontraba ya pleno de mis venidas y por demás lubricado!. ¡Solté un grito de dolor, de emoción, de placer...!:
- ¡Alfonso..., me duele..., despacio..., házmelo suavecito..., la tienes muy grande!.
¡Lo abracé fuertemente para sentirlo hasta el fondo de mí, hasta lo más profundo de mi intimidad!. ¡Me le colgué de su cuello, lo entrelacé con mis piernas de su cintura, me empalé por completo rodeándole su cintura!. Alfonso me tomó los tobillos con ambas manos y me levantó y separó mis piernas, al mismo tiempo. Me dio una combinación de estocadas con su verga tremenda, que estaba bien erecta y ardiente, para luego cambiarme de posición. Ahora me puso mis pies en sus hombros y comenzó a bombearme muy fuerte. Sus huevos chocaban contra mis nalgas; la cama rechinaba en un bamboleo hacia atrás y hacia adelante, rítmico, a nuestros movimientos de mete y saca. Alfonso respiraba agitadamente y jadeaba; yo gemía y suspiraba.
- ¡Suave Papito..., me matas..., tesoro!.
Unos diez minutos después, al sentir ya próxima su culminación, Alfonso se desensartó y me colocó en posición de "perrita". En esa posición se dedicó a "agasajarme", acariciando mis piernas, mis nalgas, mis chichis, besando mi espalda y mi cuello; ¡me tenía muy caliente!, y comencé a suplicarle:
- ¡ya dámela por favor...!,
y así como estaba, de manera salvaje, ensartándome su vergota en mi pucha, por la parte de atrás comenzó a cabalgarme con furia, agarrándose de mis cabellos, tirándomelos hacia atrás, causándome un cierto dolor, demasiado agradable. ¡Me hizo venirme tremendamente con aquellos jalones!. ¡Me encantaba la forma violenta en que me estaba cogiendo!. ¡Tan solo gemía y me venía!. ¡Cerraba mis ojos y apretaba los dientes!. ¡Me tenía muy ensartada y a cada mete y saca de su verga me daba unos tirones de cabello con ambas manos, como si fueran las riendas de un caballo salvaje y desbocado, al cual quisiera frenar!.
- ¡Chíngame papi..., chíngame fuerte, papito!,
me puse a gritarle, a la mitad de mi paroxismo carnal.
Este grito de mi éxtasis copulativo pareció encenderlo aún más al Alfonso, quien me soltó el cabello y me empujó fuertemente mi cabeza contra la cama, colocándome como un "cañoncito" de esos de 1800 o 1810, napoleónicos, con mi trasero bien parado y la cara y pecho pegados a la cama.
Me sacó su verga, me volvió a poner en posición y súbitamente me abrió las nalgas y me escupió mi culito, (yo no soy quintito tampoco por ese lado), le dio un buen masaje, introduciendo sus dedos y, comenzó a introducirme su verga por ese lugar, ¡hasta el fondo!.
- ¡Hasta el fondo papito..., chíngame fuerte, mi rey...!,
¡Grité, gemí y suspiré!. ¡Me empujaba con fuerza, hasta el fondo, como debe de ser!. ¡Me enterraba mi cabeza en ese colchón!; la cabecera de la cama chocaba contra de la pared una y otra vez, a cada empujón del Alfonso. Ambos gemíamos y resoplábamos, casi bufábamos..., como toros, pero esto ya duró poco, ya que Alfonso comenzó a "venirse" en mi culito en unos pocos minutos. ¡Estábamos muy calientes!. ¡Me puso una verguiza…, riquísima!. ¡Quedé adolorida, con la penetración tan salvaje de esa verga tan linda!.
- ¡Eres un lindo, papito...!.
Nos quedamos un rato en la cama, tendidos y jalando aire por la boca, tratando de recuperar fuerzas. Ambos sentíamos las piernas temblorosas.
Luego de un rato, me levanté para ir al baño; Alfonso me detuvo con su mano y voltié a verlo, parada al lado de la cama:
- ¡Estás rete buena..., tienes un cuerpo, sabroso…!.
Me lo quedé viendo toda emocionada por esas palabras; me miré en el espejo, con grandes ojeras y un gran gesto de gozo. Me recorrí mis chichitas y mi panocha, recién trabajadas, y me fui para el baño. Pedimos otras "cubas" a la administración, nos las tomamos y nos volvimos a recostar.
- ¡Eres fabulosa..., coges requete rico.., te mueves…, como licuadora...!.
Estuvimos platicando, de mí, de él, de nosotros, del trabajo, de su esposa, de mi esposo y…, pidió otras nuevas cubas. Nos las tomamos y luego, comenzó a mamarme mis senos con una pasión y delicia que…, ¡me volví a calentar y..., estirando mi mano, me "colgué" de su verga, ¡durísima nuevamente!:
- ¡Métela..., dámela..., cógeme..., papacito...!.
Me colocó de a "orillita de cama", levantándome y separándome ampliamente mis piernas. ¡Me bombeó con mucha furia y casi desesperación!. Me vine dos veces antes de que él acabara adentro de mí.
- ¡Dámela papi, ya dámela corazón...!.
¡Me encantaba cómo me cogía ese señor…!, que se notaba que tenía una gran experiencia con las mujeres. Me estuvo bombeando con fuerza, me daba de nalgadas, me apretaba mis chichis, me daba cachetaditas y me decía que era yo rete puta:
= ¡Eres requete puta...!.
Al cabo de muchos minutos de estarme bombeando con fuerza, un baño de esperma caliente me gratificó las entrañas y me calmó mi pasión!. Quedé un gran momento desconectada, idiotizada, perdida, abrazada a aquel hombre, con mi cara perdida en su cuello.
- ¡Aaaayyy Alfonso…, qué verga tan rica tienes...!.
Me quedé recostada, con mis ojos entrecerrados, mostrándole a su contemplación mi chochito venido y la escurrida de "mocos" por encima de mis muslotes preciosos.
- ¡Aaaayyy Alfonso…, qué rica cogidota me diste...!.
Nos recostamos un rato y hasta nos dormimos. Ni cuenta me di que ya había pedido otras cubas. Nos las tomamos sin dejar de fajarnos y luego de terminarlas, me volvió a plantar otro beso y me fui para el baño. Me oriné casi como una cascada, por muchísimo tiempo. Mientras me orinaba, me miraba mi pucha: ¡estaba completamente batida de mis secreciones y las de Alfonso!. ¡Me dio mucho gusto, me sonreí y me terminé de lavar mi panocha!.
Luego de ello, me pasé un dedo por encima de mi sexo, hasta llegar a mi clítoris, que se erguía fuertemente bajo mis dedos. Una violenta y deliciosa sensación estaba invadiendo mi chocho: ¡me "vine" de nuevo!. ¡No podía ser…, continuaba caliente!.
Cuando salí al cuarto, Alfonso se ajustaba sus pantalones, se subía su cierre y no dejaba de mirarme, de manera golosa. Ya me había puesto el brasier y la blusa, pero estaba completamente mojada de "ahí", de mi sexo, sin falda y sin pantaletas...
- ¡Estás rete buena…!.
Las tomé y..., feliz de la vida comencé a ponérmelas, delante de él, satisfecho. No bien había terminado de subírmelas, cuando él se me acercó, me dio un beso en la boca, un apachurrón de chichis y una agarrada de sexo, sobre mis pantaletas:
- ¡Mámamelo...!,
me dijo, extrayéndose su pene erecto de debajo del pantalón. ¡Volví a encontrar a su "monstruo"...!:
- ¡Aaaalfooonsooo…, paaa…pito...!.
La tomé entre mis manos, me la llevé hasta la boca y comencé a lengüetearla, con paciencia y con emoción. Abría mi boca lo más que podía, pero su "cabeza" estaba muy grande y casi no me cabía en mi boquita. Alfonso me la empujaba, pero no me pasaba en la boca.
- ¡Papito..., la tienes muy grande tesoro!.
Encabronado por mi "falla", al no poder tragarme su "palo" de carne, comenzó a golpearme las mejillas con su pene, con fuerza, hasta "venirse" en mi boca y embarrarme sus mecos por toda mi cara.
Me llevó hasta la Unidad donde vivo y antes de despedirnos, nos volvimos a dar otro “faje”, ¡con todo!, con agarrada de chichis, agarrada de pierna, de pucha, dedeada y otra mamada a su verga, estacionados en una banqueta. Luego de eso, ya para bajarme del auto, me preguntó, emocionado:
- ¿Te gustaría que te agarrara de puta...?,
Con una voz entrecortada por la excitación, le dije que sí a su propuesta.