Infiel
Lo que uno nunca sabe es como puede terminar un juego que te da tanto morbo... ¿Se puede saber cuando has cruzado la línea?
La pregunta que nunca debí hacerte…
- ¿Dónde se deja de ser fiel?
Y la respuesta que nunca debiste darme…
- Probemos…
Bajar la cremallera de mi vestido negro dándote la espalda, mostrando la piel del hombro, sacando una manga. Terminar de bajarla sabiendo que tus ojos acompañan mis dedos en el proceso. Pensé, y dije después, que desnudarme delante de ti no era ser infiel… Y tú, cómplice, no dijiste nada.
Sacar el otro brazo y dejar caer el vestido a mis pies, para mostrarte la lencería que en mi intimidad para ti había comprado, fantaseando con algún día poder mostrarte. Negras braguitas de topitos blancos, sujetador a juego con el escote engalanado en encaje desdibujando la línea de los pechos abultados. Separar las piernas para que las braguitas se hundan en mi raja y quede la mayor porción de nalga expuesta a tus ojos malditos. Inclinarme para mejorar mis vistas, y para verte devorarme a su vez…
Que te abras la bragueta en dos movimientos puede que tampoco sea ser infiel…
Y ver tu polla tiesa entre tus dedos supongo que tampoco. Esbelta, tersa, con el capullo rosado hinchado y babeante. Puede que saber que si no hubiera un anillo en mi mano esa verga estaría ahora recorriendo mis entrañas calientes sea aun más endemoniadamente excitante. Ojalá las ataduras y los juramentos desaparecieran tan convenientemente como se puede esconder por unas horas un anillo… ¡Qué digo unas horas, unos simples minutos! No me hace falta más para saciar la sed que me atormenta la garganta que unos simples y maravillosos minutos, entregada a los placeres de tu carne traviesa.
Puede que tampoco sea considerado infidelidad apartar un poco las bragas para enseñarte mi coñito rasurado y mojado…
Y al hacerlo comprendo que el hecho de que te masturbes mirando como muevo la tela negra sobre mi entrepierna estimulando mis zonas nobles no puede ser tan malo… ¡Cómo va a ser malo si me está gustando tanto! Eso no es ser infiel, es disfrutar de mi imaginación mientras hay otra persona que hace lo mismo con la suya. Ahora me la estás metiendo fuerte… lo sé, lo intuyo…la siento menearse en mi interior como si en verdad lo hiciera. Deliciosa plenitud contra la que apretarse mientras me torturo el clítoris con la yema de los dedos a través de la tela de las braguitas elegidas.
No, definitivamente verte masturbar no puede considerarse serle infiel a mi marido… no te estoy tocando…
Ver cómo te la machacas con la mano cerrada contra la carne dura es lo más excitante que he hecho en años. Brindarme tú tu imagen empalmada mientras te muerdes los labios y me clavas tus ojos en las nalgas como harían tus dedos si te estuviera permitido… ¡Maldita moralidad la tuya! Horrible sensación de impotencia al saber que si me acerco un poco huirás con la polla tiesa metida entre las piernas a la carrera… O tal vez no…
Invitarte a que entres… invitarte solo a tocarme. Me acuesto en la cama y separo las piernas. El dormitorio de la casa de tu amigo es tan impersonal como puede ser cualquier otro de un hombre que solo lo usa para follar. Aun así la cama es cómoda y amplia. Una pena que los dos seamos fieles a nuestras parejas… Aunque esté boca abajo puedes ver mis dedos entrar y salir de mi coño, y escuchar el chapoteo. De eso estoy segura, porque yo lo escucho y sé que se te sigue endureciendo porque te veo a través del espejo que hay al lado de la cama. Me miras tocarme, te miro yo hacerlo… Me excito con la idea de que me poseas y me retuerzo entre las sábanas de la cama.
Te enseño mi anillo de casada… juego con el oro mientras lo deslizo de mi dedo y enmarco mi clítoris con él para hacerme sentir más atada a algo que ahora mismo no comprendo. En anillo cae a la cama con el juego, y tú lo observas entre mis piernas, depositado en las sábanas de tu amigo.
¿Gemir pensando en otro es ser infiel? Porque estoy gimiendo…
Empiezo a no ver la línea y me doy cuenta de que no me molesta tanto.
Pero, sobre todo, te escucho gemir. Me estremezco al verte temblar a mi lado, ya que te has acercado a la cama. Estás parado a un lado, con la verga en la mano dura como una roca. Me duele el cuerpo de la impotencia, me duele el alma por la falta de contacto y el coño porque está vacío… Y me duele el dedo porque he perdido el anillo. Aun así estoy tan excitada que no puedo contenerme, y me pregunto si un avance más será posible estando tan cerca tu cuerpo del mío.
- ¿Se puede considerar infidelidad ofrecerte mi culo para que lo huelas?
Te he herido de muerte, y lo sabes…
Elevo las nalgas, hinco las rodillas en la cama y te ofrendo mi culo… tal como siempre quisiste.
Sé que estás a punto de caer, y no sé si podré sostenerte. Provocarte hasta ese extremo ha sido peligroso, pero sabía que no podía dejar de ofrecerte mi olor, con lo que te gusta. Tal vez, solo tal vez, sea miedo lo que brilla en mis ojos, al mismo tiempo que deseo. Pero tú te inclinas con toda tu mala leche, y me dices, con tu rostro junto a mi culo, que si no hay roce, no hay pecado…
Y tus palabras retumban en mi cuerpo mientras te escucho olerme, aspirando fuertemente mi aroma. Y pareces satisfecho, porque se te ha puesto la polla tan dura que estoy segura que te falta poco para eyacular encima de mí. Aun recuerdo tus primeras palabras, cuando nos conocimos…
Sexo telefónico no se considera infidelidad, ¿no?
Depende… - te había contestado yo.- Si es solo decirme que me harías o si te tocas mientras lo haces…
¿Y qué diferencia habría, si no es a ti a quien mis manos tocan?
¿Y a quien tocarías, a tu esposa?
La idea te había encantado… follarme por teléfono mientras te imaginabas haciéndole lo mismo a tu esposa. Hasta que por fin conseguiste que me escondiera del mío para correrme con tu boca perversa… No, había pensado entonces… masturbarme con tu voz no es ser infiel…
Follar con nuestros respectivos después, con los olores despertados en los sexos por el otro… Escucharte decirle las cosas que me has dicho a mí a tu esposa, porque dejas el móvil encendido en la mesilla de noche. Escucharte gemir por lo que ella te hace, aunque sea pensando en que es mi coño y mi boca. Y yo… preguntarme… ¿Estoy siendo infiel al escucharte?
Follar con mi marido haciendo lo mismo… Llamarlo como a ti te gusta que te llame. Gemir para que me oigas, hacerlo correr de forma sonora para que lo disfrutes tú desde el otro lado de la línea telefónica. Ponerle tu cara y tus gestos… ponerle tu morbo y tus actos. Follarte a ti estando con él, dejarme joder por ti en el cuerpo de tu mujer…
Y ahora… después de tantas noches haciendo el infiel sin serlo a nuestros ojos; ahora, que tu polla está tan cerca, tu boca tan dispuesta junto a mi culo y tus manos se contienen por algo que creo que es más deseo de continuar con el morbo que por el motivo de sentirte atado por una boda. Mi carne tiembla por la espera, sin ver hacia donde se inclinará la balanza.
- Cabrona, puta y jodida cabrona…
El punto justo. Ese en el que sé que ya no puedes estar más cachondo. Ese momento ha llegado. Y tus palabras me han hecho llegar a mí al orgasmo. Me retuerzo sobre las sábanas a la vez que el calor me hacer perder la poca cordura que quedaba en mi alma. Correrme contigo al lado, por lo que me haces sentir, ¿es ser infiel?
Me doy la vuelta y quedo tumbada hacia arriba. Me deleito con la imagen de tu cuerpo ardiente y a punto de correrse. La primera vez que lo veo de cerca, y no por video… la primera vez que te puedo rozar la polla con la punta de los dedos y llevármela a la boca. Sentir la leche salpicarme el cuerpo, elegir el lugar donde vas a ensuciarme. ¡Tantas posibilidades! Verte sujetar ahora la punta a la espera, escuchar tus gemidos, notar cómo te tiembla la mano.
Y por algún motivo que no consigo entender, cierro los ojos.
Tu leche se derrama en mi abdomen. Plácidos chorros que caen alrededor de mi ombligo y me calientan la piel me corren por una de las caderas y la cintura. Tu semen derramado en mi cuerpo por primera vez.
¿Y esto, será ser infiel? Me da miedo que la pregunta me haya llegado a la mente justo cuando ya no se puede hacer nada, pero lo cierto es que no me siento más adúltera que antes de entrar en el cuarto. ¿Dónde estaba la línea, entonces? ¿Dónde dejó de ser una fantasía? ¿O sigue siéndolo?
- Yo no he sido infiel,- comentas tú, como si supieras en qué pienso, mientras miras la corrida en mi abdomen. Estás tan seguro de lo que dices que me preocupa ser entonces yo la única que he pecado. Porque yo me siento pecadora.
Recojo con dos yemas de los dedos unas gotas de tu esperma y uno de ellos me lo llevo a la boca. Pruebo tu sabor y mi lengua se funde con la esencia de tu adulterio, aunque tú no quieras reconocerlo. Mi saliva impregna el dedo mientras esa gota deliciosa me desaparece en la garganta. Luego me incorporo, y metiendo los dedos en mi entrepierna, embadurno el dedo que antes estuvo jugando con mi lengua. Lo que me ha mojado los labios bajos con tus palabras y tu imagen ahora resbala por el interior de los muslos, y ahora quiero entregártelo. Si tú no has sido infiel, yo lo he sido... No sé si al dejarte verme, al dejarte correr encima o al iniciar el juego en el que te deseaba. Solo sé que el anillo aun está en la cama y que mi cuerpo brilla por culpa de tu esperma. Si no me has deseado hasta el punto de perder la cabeza al olerme el culo y llamarme cabrona eso ya es un asunto tuyo. Para mí, soy adúltera...
Ahora, mientras me miras hacerlo sabes que te toca, y que al final, quieras o no quieras, vas a saborearme. Te entrego ambos dedos… uno con semen y el otro con los fluidos de mi boca y mi coño. Los dejo justo sobre tus labios, y allí esperan hasta que con lengua dubitativa los envuelves y los llevas al interior de tu boca. Allí me pruebas por vez primera también, y siento que se te pone otra vez tiesa ante la perversión que se te ha ido de las manos…
- Ahora eres infiel…