Infiel (4): Todo se sale de madre

Mi novio vuelve de viaje, Juan por fin se lanza y mi novio casi nos pilla, y Manu... ay, Manu, qué cerdo eres.

A la mañana siguiente me presenté en el trabajo con los calzoncillos de Manu puestos y una erección considerable entre las piernas.

Las nueve, las nueve y media, las diez. Nadie aparecía por el despacho. Yo hacía como que trabajaba, pero sólo podía pensar en el capullo de mi compañero de trabajo… estaba seguro de que se retrasaba sólo para hacerme sufrir.

Al fin, decidí mandarle un sms: Tío, son las diez, ¿no vienes por la oficina?

Me respondió en el acto. Movida familiar. Ángel me ha dado la semana libre. Quítate mis calzoncillos, so cerdo. Abrazotes.

Me quedé flipado… ¿así que no iba a venir? ¿De verdad? Llevaba conmigo la bolsa del gimnasio, así que decidí hacerle caso. Me encerré en el baño, me quité su ropa interior y la cambié por unos Emporio Armani recién lavados.

El resto de la mañana se me hizo eterna. Mi novio seguía en Barcelona y no volvería hasta el fin de semana. Llamé a Juan, que estuvo encantador, como siempre, pero no podía quedar porque tenía una comida de trabajo. O me iba a casa y me enrollaba con el lector del contador del gas, o ya me veía sin follar en toda la semana.

La mañana se unió a la tarde, y la tarde al día siguiente. Para cuando llegó el miércoles, tenía tal frustración sexual que me lo hubiera montado con cualquiera. Me mataba a pajas en casa, leyendo relatos eróticos y diciendo guarradas en chats porno… Chico, ya estás un poco mayor para eso.

Luis llegó a Madrid el viernes por la tarde. Yotenía pensado plantarme en su casa y dedicarme toda la noche a follar, pero oh sorpresa, teníamos una fiesta en casa de nuestro amigo Fer. Joder, ¿ni siquiera voy a conseguir que me la meta mi novio? De hecho, salí tarde de trabajar, así que me tuve que ir a la fiesta de Fer con traje y todo, sin tiempo de pasarme por casa de Luis aunque fuera para una mamada rápida.

Éramos como quince en la fiesta… incluido Juan, por supuesto. Luis estaba súper cariñoso conmigo, después de una semana sin verme. Me apoyaba la mano en el muslo, me acariciaba el pelo y de vez en cuando me daba un beso enla mejilla. Enun par de ocasiones pillé a Juan mirándonos de reojo con mala cara.

Llevábamos un par de horas de fiesta cuando me crucé con Juan por el pasillo.

  • Se os ve muy bien a Luis y a ti.

  • Le he echado de menos. Llevamos mogollón de tiempo sin follar… a ver si hoy nos vamos pronto a casa, tío, que estoy caliente como una perra.

Juan se alejó con mala cara. Siguió la fiesta, y yo continué bebiendo con bastante liberalidad. Una copa, otra, otra. Ya no sabía muy bien lo que hacía. Fui al baño a echar una meada cuando alguien se coló detrás de mí y cerró la puerta con el pestillo.

Era Juan.

No hablamos. Se abalanzó sobre mí y empezamos enrollarnos, todo labios y lengua y dientes. Yo le desabroché la camisa y empecé a sobarle los pezones. Él me quitó el cinturón, me bajó los vaqueros y los calzoncillos y hizo darme la vuelta, obligándome a apoyarme contra la pared del baño. Me abrazó por detrás y me susurró al oído:

  • ¿Nos dejamos ya te tonterías? Quiero follarte.

Por toda respuesta, arqueé la espalda para poner el culo en pompa. Al instante noté una lengua cálida que me penetraba. Se me escapó un gemido. Me metió dos dedos, yo me apoyé en la pared con una sola mano y empecé a pajearme.

  • Métemela. Venga.

En ese momento llamaron a la puerta.

  • ¿Estás ahí?

Joder, joder, joder. Era Luis. Juan me sacó los dedos del trasero, se abrochó la camisa y se compuso en menos de un segundo. Yo tardé casi cinco. Nos miramos a los ojos, suspiramos y abrimos la puerta.

  • ¿Qué coño hacéis?

  • Nos íbamos a meter una ralla – contestó Juan, con toda naturalidad -. ¿Quieres?

  • ¿Cómo?

  • Sí, tío, una ralla. Sabes lo que es, ¿no?

Luis no contestó. Salió del baño hecho una furia. Le alcancé a duras penas al lado de la puerta, dispuesto a largarse.

  • ¿Se puede saber qué coño te pasa? ¿Ahora te metes coca o qué? ¿Estás gilipollas?

Seré sincero, alguna vez en mi vida he probado las drogas. Pero no ese día, no en ese momento, no con Juan. ¿Qué podía contarle a mi novio? No te enfades, cariño, en realidad no íbamos a meternos una ralla, más bien, Juan estaba a punto de meterme otra cosa. Imposible.

  • Lo siento, cariño. Se me ha idola pinza. Site sirve de consuelo, no hemos llegado a hacerlo.

  • Vámonos a casa.

Nos fuimos sin despedirnos de nadie. Subimos a su coche, y fuimos todo el camino hasta su casa sin pronunciar una sola palabra. Al llegar a su habitación, se tumbó en la cama y se quedó mirándome fijamente.

  • Odio las drogas, tío. No quiero ni media tontería con eso.

  • De verdad, no volverá a pasar. No sé en qué estaba pensando.

Me subí a la cama, y caminando a cuatro patas, me acerqué a él para besarlo. Empezamos enrollarnos. Pronto toda nuestra ropa había volado. Él empezó a chupármela, el mamón lo hace increíblemente bien… mientras un dedo suyo empezaba a jugar con mi trasero. Mi trasero, que seguía húmedo y dilatado tras los pocos minutos con Juan. Dios, tenía un chocho montado en la cabeza de tamaño descomunal.

Me tumbé boca arriba y levanté las piernas. Luis se acercó, se puso de rodillas, apuntó su polla contra mi agujero y me la metió de un golpe. Era grande, pero nada parecido a la monstruosidad que Juan había estado a punto de introducirme. Joder, Juan, quiero follar contigo ya.

Luis empezó a follarme a toda velocidad. Se conoce que el pobre tenía tantas ganas como yo. Notaba su capullo castigándome la próstata mientras oleadas de placer sacudían mi cuerpo. Empecé a gemir.

  • Sí, sí, métemela bien.

  • ¿Te gusta mi polla? – me preguntó.

  • Me encanta tu polla, tío.

  • Dime lo que te gusta.

  • Me gusta que me la metas, que me folles bien fuerte.

A Luis y a mí nos encantaba decir guarradas mientras follábamos. Cuanto más bestias, mejor. Era un juego entre nosotros, algo que nos ponía a cien por hora. Pero ese día preferimos seguir con los gruñidos y gemidos, entre embestida y embestida, hasta que ya no pude aguantar más.

  • Luis, me voy a correr…

  • Yo también. ¡Venga!

Empecé a pajearme como loco y, a la vez que notaba cómo mi novio vaciaba su corrida en mi culo, mi polla empezó a eructar lo que parecieron litros de semen. Al fin acabamos y nos quedamos agarrados, su polla aún dentro de mí, besándonos con ternura.

  • Te he echado de menos. ¿Te quedas a dormir en mi casa?

  • No he avisado a mis padres. Tengo que volver.

  • ¿Sabes? Creo que deberíamos vivir juntos.

Me quedé de una pieza.

  • ¿Juntos? ¿Tú y yo?

  • Sí. Creo que ya es hora, ¿no? Piénsalo. ¿Quieres que te deje el coche para ir a tu casa? Ya me lo devolverás mañana.

  • No, no, he bebido mucho. Me pillo un taxi. Mañana hablamos.

Me vestí rápidamente, nos despedimos con un beso y yo salí a la calle, sintiéndome como un mierda. Mi novio maravilloso acababa de proponerme que nos fuéramos a vivir juntos, ¿y qué hacía yo? Estar a punto de permitir que su mejor amigo me metiera el rabo por el culo.

Cogí un taxi y le di la dirección de mi casa, preparando unos buenos 50 pavos por la carrera, por lo menos. Acabábamos de arrancar cuando recibí un mensaje… ¿a que no adivináis de quién? No, de Luis no. Y de Juan tampoco, qué más quisiera yo.

De Manu.

“¿Estás despierto?”, decía simplemente. Le llamé al momento.

  • Manolito, claro que estoy despierto. ¿Qué te cuentas?

  • Tío, mi mujer se ha largado con las niñas – parecía un poco borracho -. Estoy jodido.

  • ¿Quieres algo? Estoy en un taxi, si quieres me acerco a verte.

  • Sí, tío, vente. Esa zorra me ha dejado.

Con un suspiro, le di al taxista la dirección de Manu. Pensé unos instantes, y como no quería volver a cagarla con Luis, le llamé.

  • He pensado en tu proposición – le dije.

  • ¿Ah, sí? Qué velocidad.

  • La respuesta es sí. Claro que quiero vivir contigo.

  • No sabes lo que me alegro. Mañana lo hablamos con calma, ¿vale? Podemos buscar otro piso, si tú quieres, no hace falta que te vengas tú al mío.

  • Vale. Oye, me voy a pasar un segundo por casa de Manu, mi compañero de trabajo. Acaba de llamarme hecho polvo, su mujer le ha dejado.

  • No jodas… vete, vete. Dale un abrazo de mi parte.

Mi novio era un sol. El taxi tardó apenas diez minutos en llegar. Llamé a la puerta y me abrió un Manu en calzoncillos, con unas chanclas y una camiseta y un botellín de cerveza en la mano.

Nos sentamos en su salón, yo cogí otra cerveza y nos pusimos a beber sin hablar demasiado. Poco a poco, entre birra y birra, me fue contando que su mujer y él llevaban tiempo peleándose, que ella se quejaba de que era demasiado pasota y poco romántico y tal… y que se había largado a casa de su madre. Un clásico.

  • Volverá, tío, no te preocupes.

  • No sé qué decirte. Llevamos meses sin follar.

  • ¿Pero qué me dices? Si me has contado mil veces los polvazos que le echas…

  • Es mentira todo, tío. No me deja que la toque ni con un palo. Y estoy hasta los cojones de matarme a pajas.

Yo me quedé en silencio, pensando en sus calzoncillos usados, que estaban muy bien guardados en un cajón de mi mesilla de noche. Él debió de leerme la mente, porque sacó el mismo tema.

  • ¿Te pusiste cachondo con mis calzoncillos?

  • Manu, ya te dije que lo siento, se me piró la pinza…

  • Déjate de excusas, putilla. ¿Te pusiste cachondo o no?

  • Pues claro, tío – dije al fin -. Estás súper bueno. Pero te prometo que no volverá a pasar.

  • Tengo ahí la bolsa del gym. Cógela.

Miré hacia donde Manu estaba señalando y vi su bolsa de Reebok, tirada en una esquina. Me levanté, la cogí y la acerqué al sillón donde estaba sentado.

  • Ábrela.

Obedecí.

  • Busca mi ropa sucia.

Empecé a rebuscar enla bolsa. Saquéla toalla, las chanclas, y al fin, al fondo del todo, encontré un tanga negro. ¡Un tanga negro!

  • ¿Usas esto para hacer deporte? – pregunté.

  • Huélelo y dímelo tú.

Dudé unos instantes, pero al final, obedecí. El tanga estaba húmedo y frío, y olía a hombre, a polla, a semen.

  • Ya veo que sí.

La polla se me estaba poniendo a cien.

  • Póntelo.

Creo que fue ese momento en el que se me fue la pinza del todo. Cogí el tanga, me fui a un rincón del salón, me desnudé a toda leche y me puse el tanga. Mi rabo tieso dolía ahí aprisionado, luchando por salir en libertad. Manu se levantó y se acercó a mí, sin decir una sola palabra. Se bajó el calzoncillo que llevaba puesto y me dejó ver su polla, ligeramente morcillona, pero principalmente flácida. Alargó la mano, me cogió del pelo y me empujó para que me pusiera de rodillas. Yo empecé a mamársela al instante.

Me la metí entera en la boca y empecé a chupársela a saco. Al tío no se le ponía dura ni de coña. Seguí chupando y chupando, cada vez más rápido, hasta que de pronto noté un chorro de pis en el fondo de la garganta.

Me aparté de un brinco. Al tío se le cortó la meada al instante.

  • Tío, eres un cerdo.

  • Y a ti te gusta, ¿o no, putilla?

  • Me gustan más otras cosas.

Me di la vuelta y me puse a cuatro patas, con el tanga aún puesto. No sé en qué coño estaba pensando, probablemente no estaba pensando, pero la situación, en tanga, el conato de lluvia dorada… todo me había puesto tan cachondo que ya no sabía muy bien lo que hacía.

Manu se me acercó por detrás. Se escupió en la mano y se pajeó durante unos segundos. Miré hacia atrás y vi que la polla se le había puesto tiesa como un palo. La apuntó contra mi ojete, apartando el hilo trasero del tanga, y empujó. Mi culo estaba bien dilatado de la follada de hacía menos de una hora, así que entró del tirón.

  • ¿Sabes, tío? Mi novio acaba de follarme hace un rato. Su corrida está aún dentro de mí.

  • Que cerda eres – gruñó, mientras empezaba a bombear dentro de mí -. Joder, menudo culo tienes. ¿Sabes? Mi mujer nunca se dejaba follar por el culo.

  • Tú puedes follármelo todas las veces que quieras, mamonazo.

  • ¿Te gusta ser mi puta, entonces?

  • Joder, no me importa ser lo que cojones quieras, mientras sigas follándome así.

Me aparté el tanga y empecé a masturbarme. Esto iba a durar poco.

  • Quiero follarte todos los días, pedazo de zorra.

  • Mi culo es tuyo, joder, pétamelo bien, ábreme en canal.

Esas palabras debieron de ponerlo al límite. Me cogió bien cogido por los cachetes y empezó a follarme a toda velocidad, con más fuerza de la que nadie había empleado en toda mi vida. De pronto me dio una hostia en el cachete derecho que aún me escuece y empezó a gritar.

  • ¡Me corro! ¡Me corro, joder!

Nos corrimos ala vez. Cuandose detuvo el movimiento, Manu me la sacó, dio la vuelta y me la plantó delante de la cara.

  • Elige, o me la limpias con la boca o me dejas que te mee encima.

  • Eres un puto cerdo – le dije -. Me encanta, pero me voy a casa. Va a hacerse de día.

Me limpié con su tanga lo mejor que pude, me puse mi ropa y salí escopetado de aquella casa. Dentro del taxi, tenía ganas de llorar. No entendía qué coño estaba haciendo con mi vida. Me sentí tentado de mandarle un mensaje a Luis para decirle que le quería, pero con el móvil ya en la mano, pensé que era una mala idea, que un mensaje así me haría parecer sospechoso.

Tenía un mensaje. Esta vez sí, era de Juan.

“¿Te atreves a terminar lo que has empezado?”.

¡Chicos! Perdonad el retraso de esta entrega, he tenido mucho follón durante el último mes. Agradezco vuestros comentarios, y os sigo pidiendo opiniones, morbos… ¿qué queréis que pase ahora?

Escribidme a alvin.card@hotmail.com