Infidelidades

Una venganza peculiar

INFIDELIDADES

Era tan tierno que casi le daba pena engañarle como lo hacía. Justo aquella noche, después de venir de echar un polvo con uno de sus compañeros de trabajo, él le había regalado un hermoso anillo con una piedra roja engarzada.

Se estaba preparando un café cuando llamaron a la puerta. Era un apuesto vendedor de enciclopedias, muy muy atractivo... Le hizo pasar y, en el comedor, sin mediar palabra se abalanzó sobre él. Fue tan corto como intenso, pero él tenía que seguir trabajando. Sin embargo, ella no había quedado satisfecha. Miró la hora y, como aún tenía tiempo más que suficiente antes de ir al trabajo, resolvió darse una ducha rápida, vestirse y salir a ver que encontraba. Bajo el agua, no pudo reprimir las ganas de masturbarse. Pero apenas volvió a la habitación para ponerse la ropa, ya tenía ganas de nuevo de tener algo contundente entre las piernas.

Bajó a la calle y fue a la panadería y allí se hizo la remolona hasta que salieron los clientes que habían entrado antes que ella. Entonces, se llevó al panadero al almacén y comenzó a chupársela para ponérsela dura. Se la estaba clavando cuando vio en un reloj que había en la pared que se hacía para llegar al trabajo. Salió y cogió un taxi. Justo cuando iba a subirse, se le ocurrió una idea y se sentó junto al conductor. Fue mamándosela durante todo el camino y en el ascensor que llevaba a la oficina fue limpiándose los restos de semen de la comisura de los labios.

Poco tiempo permaneció en su puesto: primero abatió al chico de los recados en el cuarto de la limpieza; se encargó del contador junto a la fotocopiadora; puso a punto a un asesor dentro de los baños; se prodigó con su jefe, un gordito cincuentón...

Mientras, en otro lugar...

-¿Funcionó?

  • Hasta donde sé, sí. No podrá parar hasta quitarse el anillo, y entonces será demasiado tarde...