Infidelidades (2a Confesión: En el Caribe)

...dormitaba en mi pecho… yo la vista fija en el techo. El dulce e innegable placer de un orgasmo que se alejaba lentamente, la tibieza del abrazo después de éste, las mieles de haberlo hecho con alguien diferente… la culpa de la infidelidad. Todo mezclado me da vueltas en la cabeza.

Infidelidades (Segunda Confesión: En el Caribe)

Es un sentimiento extraño el recordarlo… ella dormitaba en mi pecho… yo la vista fija en el techo. El dulce e innegable placer de un orgasmo que se alejaba lentamente, la tibieza del abrazo después de éste, las mieles de haberlo hecho con alguien diferente… la culpa de la infidelidad. Todo mezclado me da vueltas en la cabeza.

Una mano baja hasta mi entrepierna y suavemente acaricia mi pene que empieza a ponerse rígido, en parte por los recuerdos, en parte por el morbo de la situación; pero sobre todo por esa mano que, después de 15 años, sabe bien como excitarme hasta la locura.

— ¿Entonces qué? ¿Me lo vas a contar? — me dijo al oído, mientras mi mano bajaba por su suave piel desde la cintura hasta sus caderas, bordeando el acantilado de su cuerpo, buscando su entrepierna, que, sin haberla tocado, sabía estaba húmeda ya. — Yo te conté mi experiencia… es tu turno.

Suspire hondo, busque las palabras correctas en mi cabeza, los recuerdos se agolpaban como la sangre que llenaba mi verga poniéndola cada vez más dura.

— Fue durante un viaje

— ¿A dónde? — me preguntó mi dulce mujercita besando mi mejilla y sin quitar la mano de mi pene. En la penumbra podía notar en sus ojos la excitación, pero más allá de ésta, la curiosidad, el alivio de saber que, como ella, yo también había sucumbido a la tentación. Asimismo se percibía un asomo de celos.

— Dominicana. República Dominicana. — fue mi respuesta.

Un beso largo y prolongado en la boca fue lo que siguió, ambos podíamos sentir la excitación que nos producía sabernos con otra persona en la cama. La confianza que se había logrado en nuestra pareja nos había llevado a esto y se había convertido en un potente afrodisíaco. Separando nuestros labios no sé decir exactamente quien habó, si ella preguntó o yo continué con la historia.

— Por la tarde los muchachos del curso me invitaron a tomar unas cervezas. Uno de ellos pasó por mí al hotel como a las siete de la noche. — le dije mientras ella seguía acariciando mi verga completamente erecta ya. Bajando su mano hasta mis testículos me invitó a seguir con el relato. — 10 minutos más tarde ya estábamos en un lugar frente al mar, tomando unas cervezas. Para mi sorpresa, nos acompañaban tres jovencitas, dos de ellas realmente hermosas. Una de ellas era prima de uno de los presentes, Conrrado, y las otras dos sus amigas. — a estas alturas del relato mi linda esposa se acomodó de manera que mi herramienta quedó frente a su cara y empezó a besarla.

— Me las presentaron y fue cuando Yanina, la prima de Conrrado, se acercó a mí por primera vez y posando su mano en mi hombre me plantó un beso en la mejilla. Me dijo que se notaba que no era de ese lugar a lo que le respondí que era de México. Debo decirte que me puse nervioso ya que ahí mismo empezó su coqueteo. Con mirada pícara me comentó que le gustaba nuestro país y que también los mexicanos.

— A que cabrona — comento Yess justo antes de meterse mi pene en su boca.

— De ahí empezamos a platicar y tomar, conté algunos chistes y ella realmente me los festejaba, algunos malos pensamientos corrieron por mi mente cuando ella al reírse ponía su mano en mi pierna.

— Te gustaba — interrumpió Yess su labor para preguntarme. — ¿Cómo era ella?

— Si era linda, más o menos de tu estatura, mulata, cabello alaciado, labios carnosos. Delgada con una micro cinturita y lo que más me gustó… fueron sus nalgas. — mientras describía a la chica que me había llevado a la cama a la dueña de mi persona, mi dedo jugaba en la entrada de su vulva con su clítoris, sintiendo su excitación a través de la yema de mi dedo.

— Y luego — beso mis bolas mientras preguntaba.

— ¿Seguro que quieres que siga? — Ella contestó moviendo hacia arriba y hacia abajo su dedo índice si dejar de mamarme los testículos.

— Terminó la reunión, estábamos realmente cerca del hotel donde me hospedaba, Conrrado se ofreció a llevarme y Yanina lo detuvo. Le pidió que mejor llevara a sus amigas y ella a mí ya que vivía cerca del hotel. Así pues llegamos al hotel, ella estacionó su auto y me acompaño. Entramos al lobby bar y pedimos otra cerveza. Platicamos de todo y nada, incluso me preguntó por ti.

— ¿Qué te preguntó de mí? — me inquirió mi mujer cambiando su posición y besado mi cuello. Estoy seguro que en parte fue para escuchar con cuidado las preguntas de esa depredadora en busca de su presa… su marido. Por mi parte yo metí uno de mis dedos es su vagina comprobando lo excitada que esta aún.

— Solo te diré que le aclaré tres puntos, el primero lo enamorado que sigo de ti, el segundo que eras realmente hermosa y tercero que eras una fiera en la cama, según yo ese último era para desalentar lo que ya me imaginaba buscaba ella, pero creo que fue al revés. Ella metió la mano en mi camisa acariciando mi pecho y me preguntó si no te extrañaba. Mordió levemente el lóbulo de mi oreja. Si la extrañas mucho puedo ayudarte a que sea menos. No sabes de lo que es capaz una negra de fuego

— A que putita — la calificó mi mujer, que estoy seguro es más hábil que Yanina para seducir… sobre todo más sutil. — ¿y qué hiciste tú? — preguntó, con un dejo de celos en la voz, no por ello perdió la excitación. Abriendo sus piernas me montó haciendo que su vulva rozara mi verga mojándola con sus jugos.

— Ponerme nerviosos. Tú sabes que no soy bueno para esto.

— ¿Y luego?

— Tomo mi mano y la colocó sobre su rodilla. Me pregunto si me gustaba ella. Le dije que sí. Entonces fue directa, preguntando si la llevaba a mi cuarto. No esperó la respuesta se levantó y tomándome de la mano me dijo que pidiera la cuenta. La cabeza me daba vueltas, y te aseguro mi amor que no eran las tres cervezas que tenía encima. No estaba seguro de ser capaz de hacerlo. Te juro que pensé en ti… pero enfrente tenía una mujer dispuesta a cogerme, y la vista de su cuerpo con ese top y los pantalones de mezclilla entallados me invitaba al pecado. — a estas alturas Yess no preguntó más elevó un poco sus caderas tomo mi verga en su mano, la colocó en la entrada de su panochita y dejándose caer la metió hasta el fondo.

— ¡Sigue!… — me urgió.

— Nos fuimos a mi habitación, en cuanto entramos ella me besó, su lengua entro en mi boca, buscando a la mía en invitándola a entrar en la suya. Sus dedos rápidos y ágiles abrían los botones de mi camisa, uno a uno de abajo hacia arriba. Yo perdí el control, no pensaba más, solo quería cogérmela. Me quitó la camisa y dejó de besarme para hincarse en el suelo mientras abría mi cinturón y el pantalón que bajaron por mis piernas hasta quedar en el suelo.

— ¡Sigue!... ¡cuéntame como mamo tu dura verga! — me ordenó Yess subiendo el tono de su voz y la velocidad con que arremetía deslizándose sobre mi duro palo.

— Me lo mordió sobre la tela de mi boxer al tiempo que agarraba cada una de mis nalgas con sus manos. Yo la tomé de los hombros y la levanté, besando nuevamente sus labios. Esta vez fue mi turno, le quité el top rosa descubriendo un par de pechos pequeños y firmes de piel morena, coronados por un par de pezones pequeños y obscuros, casi negros como sus ojos. Con menos habilidad que ella, abrí sus jeans y ella subí alternativamente sus rodillas para sacárselos. — mientras contaba esto Yess, excitada como pocas veces me cogía, cabalgaba, enterraba sus uñas en mi pecho.

— Me dijo que nunca había cogido con un hombre tan peludo y me aventó sobre la cama, tendiéndose a mi lado, yo la abrace, lamí sus senos, acaricié sus nalgas y mordí su cuello mientras, ella sacaba mi verga y me la mamaba con rítmicos movimientos de su cabeza. Te puedo asegurar mi amor, que tú me la mamas mejor. — ese comentario hizo que Yess sacara mi verga y agachándose la metiera en su boca. La mamó como una diosa saboreando el sabor de los femeninos jugos de propio sexo.

— ¡Mentiroso! — Dijo casi sin sacar su verga de mi boca — Te debe haber gustado más como te la mamó ella.

— ¡Estás loca! — le refute con la respiración entrecortada, fuera de mí. Mientras Yess se tumbaba en la cama y dibujando una amplia V con sus piernas me dijo:

— ¡Cógeme! ¡Méteme tu rica verga mientras me lo cuentas todo! — me coloqué sobre ella y mi verga entro hasta lo más profundo sin el menor problema gracias la los lúbricos jugos de placer que manaban de su sexo.

— Así… — le dije casi sin aliento — Exactamente así me lo pidió ella. Sacó un condón no sé de dónde y casi sin darme cuenta enfundó mi espada, la misma con la que ahora te estoy cogiendo. Se la metí de golpe. Y Bombee, no era yo, era una bestia que solo cogía y cogía. Entraba y salía mientras con mis manos apretaba sus deliciosas nalgas. — al decírselo apreté simultáneamente las de mi mujer. — ¡Ah! ¡Yess! ¡No quise hacerlo! Pero estaba realmente buena.

— ¿Más que yo?

— Más que tu ninguna, mi putita. Ella me rodeó la cadera con sus piernas, luego estiró una y rodamos, me monto, veía hacia el techo, se agarraba la tetas y las apretaba; parecía que yo no estaba ahí. Entonces bajó una de sus manos y acarició mis huevos. Los apretó. Se recostó sobre mi pecho y se me apretó muy fuerte. Gritó. Realmente gritó muy fuerte sin importar que la oyeran. Mi leche caliente salió, no puedo decir que inundándola toda.

No bien decía estas palabras cuando sentí la corriente eléctrica que siempre sube desde mis huevos hasta mi glande anunciando mi propio orgasmo. Me vine. Yess se vino. Nos abrazamos fuerte, más fuerte que nunca y no gritamos… fue más sutil, más tierno, más… más nuestro. Un suspiro combinado con un gemido que nos llevo hasta el cielo.

Quedamos tendidos uno al lado del otro… se acabo la historia, la segunda, la primera de las mías… un pacto de confianza entre los dos. Entrelazamos nuestros dedos sin decir palabra… Fue un sentimiento extraño el recordarlo… ahora Yess, mi verdadero amor, dormitaba en mi pecho… yo la vista fija en el techo. El dulce e innegable placer y libertada de un verdadero orgasmo que se alejaba lentamente, la tibieza de los brazos de tu amada, las mieles de haberle contado cómo lo había hecho con alguien diferente a ella… la tranquilidad de la complicidad. Todo mezclado me da vueltas en la cabeza.