Infidelidad pura y dura.
Continuo con mi viaje y aunque acabó agotado, o mejor día estresado al final del día, eso no me impide ojear y estar observando si aparece una mujer no solo de buen ver, sino que me cayera simpática también.
En mi último relato terminé diciendo que me quedé el fin de semana en Madrid, los motivos… la misteriosa mujer se quedaría también si no me habían engañado, el lunes tenía que continuar con mis reuniones y en el trabajo había más positivos, que ninguno se dio dentro, todos se dieron fuera. Victoria se quedaría allí y mientras mi trabajo lo realizaría fuera, además de telemáticamente.
Mi “confidente” particular, el que me había informado que la mujer se quedaría el fin de semana me contó algo más, estaba casada y el marido estaba con ella en el hotel. Eso me gusta menos, aunque siempre digo que no soy celoso y es verdad. Lo que me parecía extraño que el marido no bajase nunca a cenar. De pronto mi confidente me hace una seña para que miré hacia un sitio y veo un hombre que camina con mucho estilo, trajeado, delgado, alto y con el pelo muy canoso. Era el marido de la mujer que salía del hotel. De lejos me parecía mayor que ella como veinte años.
Sábado noche. En mi habitación he pensado lo que voy a hacer. Bajar a cenar al restaurante de siempre. Luego si me encontraba de ánimo, irme a un sitio que siempre está de moda y que regenta un amigo mío de toda la vida y que siempre que sabe que he estado en Madrid y no he pasado, me llamó para decirme de todo y en ese todo no hay nada bonito, jajaja… porque estaba empeñado en que viera su última reforma. Me siento a cenar y ella no aparece. Estoy terminando de cenar y veo parte de ella fumándose un cigarro donde siempre. Le digo al camarero que voy a la terraza exterior y le pido dos bebidas, para ella lo que toma todas las noches y para mí un ron.
Cuando me siento la miro, sonrío y le indico que tiene su copa, me sonríe y sigue fumando. Va como siempre, nada para pasar desapercibida y eso sí, su maquillaje y su manicura impecable, a juego con el resto. Esa noche lleva el color púrpura como bandera, hasta los labios y las uñas. Con minifalda y enseñando sus largas piernas. Con unos zapatos que tenían unos tacones de vértigo. No había dejado de moverse mientras fumaba, de perfil su culito tenía muy buena forma, pero de espaldas era insuperable. Apago el cigarro y ahora tocaba ver si se acercaba o pasaba de mí, veo que viene en mi dirección…
- Ya pensaba que los hombres españoles no eran decididos ni galantes. ( Con un acento latinoamericano, aunque solo un pequeño deje )
- Me llamo Carlos.
- Valerie. ¿Es tu primera vez en Madrid?
- No, nací aquí, lo único que ahora resido fuera en Valencia.
- Jajaja… pues yo soy de Valencia pero la que hay en Venezuela. ¿Eso querrá decir algo?
- Pues no lo sé… ¿Lo sabes tú? ¿Has estado en Valencia?
- Tampoco lo sé, aquí en España solo he estado en Madrid, Barcelona, las Islas Canarias, las Islas Baleares y en Sevilla donde vivimos.
- ¿Vivimos?
- Si, mi esposo es sevillano y tenemos un hijo. Está en la habitación.
- ¿Cuántos años llevas viviendo en España?
- Catorce años.
- Pues mi intención era haberte invitado a tomar una copa en un local de un amigo, un local muy animado, pero al decirme que estas casada y que tu marido está en la habitación con vuestro hijo…
- No he dicho que mi hijo estuviera, que no lo está. Quién está en la habitación es mi esposo y ahora te preguntaras, que hace el marido solo en la habitación… ¿A que si te lo preguntas?
- Pues no. Lo que me pregunto es cómo alguien puede dejar a una mujer tan bella sola…
- Muy galante, pero todo tiene su motivo. Ha salido de una operación importante y está en plena recuperación. Solo toma una especie de batidos y además tiene que descansar mucho.
- Siento lo que he dicho.
- Que sientes lo de que soy bella, ¿Es que te retractas? Jajaja…
- Nunca, eso es verdad. Lo único... que lo mismo no he estado muy afortunado.
- Pero vamos, que te dejo que me invites a esa copa. Subo por algo de abrigo y bajo.
Se fue dejándome ver la maravilla de espalda que tenía y recordaba algo de Ovidio, en su libro EL ARTE DE AMAR, donde dice que no existe mujer que cortejada convenientemente sepa resistirse y partiendo de esa premisa, siempre actúo con tanta fe. Porque además decía algo así como… “Que alcance a tu mente, ante todo, la convicción de que todas pueden ser conquistadas: las conquistaras, tu tiende únicamente las redes, porque enmudecerán los pájaros en primavera y las cigarras en verano. El perro del Mélano dará la espalda a una liebre, antes de que una mujer cortejada con dulzura rechace a un joven. Incluso esta, que podrías pensar que no quiere, querrá…” Tal vez no sea exacto pero más o menos dice así y Publio Ovidio Nasón, aunque lo escribió dos años A.C. era muy sabio.
Valerie no tardó nada en bajar y lo hizo con dos cambios. Llevaba puesto algo que era entre capa, poncho o un chal, eso sí, muy elegante y de color negro con toques púrpura. El otro cambio, se había quitado los zapatos y los había sustituido por unas botas hasta las rodillas, que la hacían más sugerente y seductora. En ese mismo momento mientras la veía acercarse, estaba hablando con mi amigo que me decía por quién tenía que preguntar, por qué él llegaría sobre la una de la madrugada.
Mientras íbamos hacia el taxi, le insinué sin resultar impertinente, por saber que había dicho su marido y ella sin pensarse una respuesta… “Mi esposo entre el sedante que se toma, que tumbaría a un elefante y la máquina de la apnea, que hace un ruido endiablado, nos obliga a dormir con tapones en los oídos. O sea que ni se ha enterado cuando he llegado” . No quise indagar más y no tardamos mucho en llegar. Había cola para entrar e hice lo que me había dicho mi amigo. Nada más preguntar a un cachas de la puerta, había un chico joven que me estaba esperando y nos llevó dentro.
Nos llevó a un reservado y a una camarera le dijo que era familia de Don Fernando, desde ese momento la camarera se deshizo en atenciones y lo primero que hizo fue ofrecerse para guardar el poncho o capa de ella y mi cazadora. Nos dijo que queríamos tomar y se fue. La música era buena y ella estaba molesta porque le gustaba bailar, pero esa mañana había salido a correr y se había hecho daño en un gemelo, que le seguía doliendo y molestando.
Llegó mi amigo y estuvo con nosotros un rato, como tonto no es, me conoce y se dio cuenta del percal, con la excusa de atender a más gente nos dejó solos. Por muchos acercamientos que hice y con todo mi buen hacer, no había manera de que Valerie me diera pie a poder hacer nada. Ella se debía de dar cuenta de mis acercamientos, pero sabía desenvolverse muy bien sin ser cortante. Llega un momento en el que hay que darse cuenta y no llegar a ser un baboso incómodo. Deje que trascurriera el tiempo, porque aunque no hubiera sexo, la compañía era amena y agradable. Hasta que miró su reloj y dijo… “Creo que es hora de irnos o irme, si tú te quieres quedar” y me despedí de mi amigo quien nos facilitó transporte para el hotel.
De camino al hotel ella me decía… “Mira que venimos muchas veces a Madrid y nunca salgo, a pesar de que Manolo (Supuse que se refería a su marido ) me insiste para que salga a tomar algo y conocer Madrid por la noche” y el resto de la conversación que no fue muy extensa porque tardamos poco en llegar, verso sobre lo que conocía de Madrid. Nos metimos en el ascensor y riéndose me pregunto… “El señor… ¿A qué planta va?” y le dije que a la sexta. Pulsó el número seis, luego se vino hacia mí y me beso en los labios con mucha dulzura… “¿No es esto lo que has buscado toda la noche”** le respondí que no y le dije que era esto otro o que había buscado. Dándole un beso de lo más “guarro” que se puede dar.
Llegamos a la sexta planta, se abrieron las puertas y dejamos de besarnos. Ella salió de la misma planta y le dije que no sabía que éramos vecinos de planta, riéndose… “Yo estoy en la cuarta planta, pero esta noche, por lo menos durante un rato seremos algo más que vecinos” y nos fuimos para mi habitación. Cerrar la puerta y quitarse la capa, agarrarse a mi cuello y empezar a besarnos, a desnudarnos fue todo uno. No lo puedo evitar, las latinas tienen algo especial la mayoría de ellas a la hora de follar. Es como si no tuvieran complejos ni problemas de nada, saben disfrutar a tope del sexo, desde el minuto uno.
Me pedía que la culiara o decía algo así, vamos que quería que me la follara. No perdí el tiempo y me puse un preservativo. Así de pie empezamos, ella dio un pequeño salto y mis brazos acogieron sus piernas y mi polla entró en su coñito que estaba muy lubricado para recibir mi polla. Desde que empecé a follármela no paraba de decirme… “Mátame, mátame…” lo decía una y otra vez. Cada vez más alto hasta que se agarró con fuerza en mi cuello y se puso a gritar a agitarse, se estaba corriendo y no llevábamos más que unos cinco minutos follando.
Se quedó bien agarrada a mi cuello y moviéndose con suavidad. Movía muy bien su cuerpo, la movía con mis antebrazos hacia arriba para luego dejarla caer sobre mi polla y que la sintiera meterse hasta dentro. Me mordía los labios con intensidad y me chupaba la boca como si fuera una ventosa. Cuando tuvo su orgasmo se apretó con fuerza. La deje suavemente en la cama, boca arriba y con parte de sus piernas por fuera de ella, colocándome entre sus piernas, que las puso sobre mis hombros y me empecé a deleitar con sus muslos.
Los lamía, los mordisqueaba y ella intentaba llevar mi cabeza más arriba, lo más cerca de su coñito, pero no la dejaba. Lo que sí hacía era llegar muy cerca de su coñito, pero justo al llegar a su depilado coñito, me frenaba y no continuaba. Lo que si hacía era follarla con mis dedos, primero con uno solo y cuando decidí llegar con mi lengua a su clítoris, le introduje un dedo más, follándola ahora mismo de manera profunda con mis dedos, mientras mi lengua jugaba con su clítoris atrapado con mis labios.
Me gustaba y me excitaba ver como su cuerpo se encorvaba por el placer que le estaba dando. Como sus gemidos iban en aumento y como ya no aguantando me decía… “No pares… HAZME VENIR… SI, SIII, SIIIIIII… AAAHHHHHHH…” de nuevo se corría de forma profusa y sin contención. Era de las mujeres que saben lo que quieren y lo que desean, que una vez que lo consiguen se abandonan al placer sin miramientos. Después de ese orgasmo, se coloca bien en la cama, se pone varias almohadas debajo de su cuerpo y se tumba boca abajo.
Me encanta verla en esa posición, con el culito alzado y me mira, suavemente y con una sonrisa maliciosa me dice a forma de invitación… “Todo es tuyo y puedes hacer lo que quieras… hasta con mi chiquito” y me puse detrás, pero ante su sorpresa lo que hago es follarla sin más, lo hago de forma “bestial” y cuando más encendida la noto, me salgo y ahora sí, me voy a por su culito. Cuando me doy cuenta de que aunque me cuesta un poco meter mi polla en su culito, entra sin protestas por parte de ella, voy metiendo y sacando mi polla poco a poco.
Se relaja completamente y cuando menos se los espera, se la meto hasta el fondo y lo que ella dice… “¡EEEESSSSOOOO! ¡MADRE…! PAPITO… ahora no pares, pélame el culo” y era que la azotara el culo, que lo hice de buena gana, cada vez que paraba de empotrarla. Metía una de sus manos por debajo y se tocaba y se corría como las otras veces de forma muy libre, escandalosamente y como una fiera. Cuando ella se dio cuenta de que me iba a correr, no se conformó con decirme que me viniera ya, movía su culo, sus caderas con violencia clavándose ella misma mi polla en su culito, hasta que nos corrimos los dos.
Nos quedamos tumbados tal como estábamos, nuestras reparaciones seguían aceleradas y poco a poco fueron normalizando. Había sido una buena “batalla” y ahora nos quedamos tumbados uno junto al otro, ella se gira, quedándose de medio lado y me pregunta…
- ¿Siempre seduces a mujeres solitarias?
- De vez en cuando.
- No sé porque te lo voy a decir, pero quiero que sepas que es mi primera vez, nunca he engañado a mi esposo.
- Pues que sepas que no suelo, es casi imposible que tenga nada con una mujer casada, salvo que su marido esté presente o lo permita.
- ¿QUEEEE…? ¿Es que hay hombres que les gusta o permiten eso?
- ¿En qué mundo vives? Muchos más de lo que piensas.
- Pues mi esposo NO. Que no es un cabrón. Que el que le haya puesto los cachos, no quiere decir nada, ha sido una debilidad mía. Pero soy consecuente con mis actos, ahora no voy a ponerme a llorar y decir que me arrepiento.
- Yo tampoco me arrepiento, que desde que te vi…
- Jajaja… se te notaba mucho y sabía que si te acercabas… poca defensa iba a tener. Y ahora… por favor no te levantes, ni me acompañes a la puerta. Que si no, al final no me iré y me tengo que ir, que mi esposo cuando se despierte me encuentre en la habitación. Así que POR FAVOR…
Por eso no me moví y me quedé viendo cómo se vestía, hasta eso lo hacía con estilo, sin precipitarse y sabiendo que la estaba comiendo con la mirada. Una vez que se fue, me levanté al baño y luego a dormir bien relajado. Por la mañana al levantarme, después de ducharme y vestirme, cuando iba a salir para desayunar, vi un papel pequeño en el suelo junto a la puerta… “Si algún día vas por Sevilla y quieres que tomemos un café, este es mi número de móvil… V.” eso es lo que había escrito.
Estando desayunando aparecieron Valerie y su marido. Valerie como si no me conociera. Podía oír lo que hablaban y su marido se interesaba por el sitio a donde había ido por la noche, detallando ella el local de mi amigo, el tipo de música y otras cosas, menos lógicamente lo más interesante y su marido le decía con firmeza, que era lo que tenía que hacer, salir de vez en cuando a tomar algo, porque la veía desestresada y mejor. No mire ni una sola vez a su mesa, porque no quería que su marido sospechase. Acabe de desayunar y me pedí otro café, mientras conecte mi móvil, porque al estar con ella en la terraza, antes de irnos, lo apague para dedicarle todo mi tiempo.
Tenía varias llamadas, dos que no sabía de quién eran porque no me salía el nombre y varias de mi amigo Sandro. No quise llamarle en ese momento para que no se me oyera lo que hablaba y espere a salir a la calle. Le llamo y me contesta rápido, me pregunta si sigo en Madrid, le confirmo que si y me dice que en quince o veinte minutos está en el hotel, no me dejo decir nada porque cortó la llamada. Era una manía que tenía desde siempre o mejor dicho, desde que le conocía. No decía nunca adiós, cuando él creía que había acabado cortaba la llamada. No quiso ni que nos moviéramos del hotel, porque a esas horas la terraza estaba vacía y podríamos hablar allí mejor.
- ¿Ahora qué te pasa? ¿Por qué tanta prisa?
- Sabes que siempre soy directo y no he cambiado a pesar de haber cumplido los 50. Quiero que te acuestes con mi mujer.
- Vamos a ver, lo primero… RESPIRA PROFUNDAMENTE y cuenta hasta diez.
- No hay nada que contar. Ahora solo tienes que decirme que sí.
- Para el carro Sandro. Ya me conoces y sabes que eso no me escandaliza, que contigo en pocas cosas he tenido secreto.
- Por eso te lo he dicho.
- Tranquilo… vamos por partes. Primero… tu mujer tendría que estar de acuerdo. Segundo… nos tenemos que gustar, atraer los dos. Tercero… tú que eres bastante celoso o eso me lo ha parecido siempre, lo debes de tener muy claro y cuarto… si serás capaz de estar presente o no quieres estar presente. Como verás no es tan sencillo, aunque tampoco es complicado.
- No es que lo haya pensado estos días, que lo tengo pensado hace mucho, lo que pasa que cuando vienes a Madrid, vienes a lo tuyo y solo nos hablamos por el móvil, Hangouts… y ahora te has quitado el whatsapp, menos comunicación y no era para decírtelo virtualmente. A mi mujer le vas a gustar y atraer seguro y ella te va a atraer a ti segurísimo, tanto que si no te atrae me la corto.
- Jajaja… mira que ya te has accidentado una vez, no provoques… pero aunque no lo creas, hay personas, que pueden pasar del sexo. Que no muchas, pero alguna conozco.
- Sin secretos y ya que te he pedido lo que te he pedido no tiene sentido. Fátima (que así se llama su mujer )** es una mujer muy, muy, muy, pero que MUY FOGOSA. Y no ha cambiado es más, se ha comprado dos aparatos de esos satisfyer y uno ya se le ha roto de tanto uso.
- Bueno eso es normal que se tenga, con pareja y sin pareja, es un aliciente más.
- YA… pero nos contamos todo y eso no me lo ha contado y bien guardado que lo tiene. Que lo encontré por casualidad y no he dicho nada.
- Bien y… ¿Qué tienes pensado? O ¿Qué había planeado tu cabeza cuadriculada?
- Le he dicho a Fátima que hoy vendrías a comer y luego está en que uses ese Don que tienes con las mujeres.
- ¿Y si te llego a decir que no?
- Pues hubiera sido una comida normal y corriente.
- ¿Cómo es tu mujer… que le gusta y no solo en el sexo?
- Normal en el trato, en el sexo muy tranquila, seguro que no es como las mujeres con las que has estado. Misionero, ella arriba y pocas posiciones más. O es de gritar, de chillar, es moderada en sus orgasmos. Y sobre todo, no le gusta que le pregunten si le está gustando, si se ha corrido, si quiere una posición u otra… porque se desconcentra.
- Joder Sandro, no sé cómo es físicamente, pero es que la has pintado de tal manera, que no animas mucho.
Es que era verdad había pintado a una mujer sosa en el sexo, aunque siempre quedaba la posibilidad que el tuviera mucha culpa. Porque Sandro estaba bien físicamente, pero si como era en su hacer diario, era su forma de ser en pareja, el sexo debía de ser no penoso pero si bastante mejorable. Me dejó claro que sus hijos no estarían e iba muy nervioso y también que a su mujer en su día, le había dicho que era bastante golfo y mujeriego, aunque lo mismo ya no se acordaba. Al llegar a su casa, salió Fátima a saludarnos, nos dimos dos besos y me quedé pasmado.
Era una mujer preciosa. 1,65 como máximo, a pesar de llevar unos buenos tacones, con las botas que llevaba hasta media pierna. Vestido informal hasta un poco más arriba rodillas, de color gris. Era de punto, de cuello alto torneado, que mostraba a la perfección la perfecta figura que tenía. La manga larga y la elasticidad del vestido marcaban un culo de forma de corazón. Llevaba una gran melena de color marrón ceniza, que con sus ojos claros le hacían muy bella. Un pecho que se notaba mediano, las manos grandes y bonitas. En su cara un leve toque de maquillaje, mas en los ojos que en el resto y eso sí, una manicura perfecta y unas uñas de color a juego con el vestido. Los labios con un tono rosa pálido y con mucho brillo.
Desde el primer momento se puso a hablar conmigo de forma agradable y graciosa. Nos avisó de que la comida estaría lista en cinco minutos. No me dio tiempo ni a comprar vino, pero Sandro abrió dos botellas de vino tinto y blanco muy buenas. La comida parecía una exageración pero no lo fue. Fátima por lo que estaba viendo era muy buena cocinera o… por lo menos la presentación era de diez. Había cocinado… saquitos crujientes de arroz con marisco, crepes de pollo con espinacas, salmón al horno con guacamole y una salsa deliciosa, chuletillas de cordero asado con cebollas rojas y naranja. El remate helado de cúrcuma y canela pura.
Parecía mucho, pero estaban muy bien calculadas las cantidades y todo estuvo sabroso, lo mejor era que esa suculenta comida provocó el inicio de una conversación sobre las recetas y eso teníamos en común, que nos gustaba la cocina. A mitad de esa conversación soltó… “Sandro me había contado que eras un golferas y faldero, pero no me había dicho que te gustaba tanto la cocina” y mientras seguimos hablando, no sé cómo salió como se conocieron… según ella fue un poco “escandaloso” porque él era su profesor particular. Le daba clases de matemáticas, Sandro rápidamente quiso dejar claro algo… “Pero Carlos no hicimos nada, ni un beso hasta que no tuvo los 18” que luego él encontró un buen trabajo, ella se fue a vivir con él, enfado en la familia y tres años después se casaron.
Sandro no se sentía bien con esa conversación y se le notaba, su fuerte nunca había sido el poder disimular, porque su cara reflejaba todo. La realidad fue que ella y yo conectamos, lo supe porque nuestras miradas ya no eran las mismas y cuando se cruzaban, ella la apartaba y se le sonrojaron las mejillas, que ella lo achacaba al vino que había tomado. No es que fuera difícil o complicado un acercamiento con Fátima, era un imposible, porque estando Sandro allí en medio con cara de funeral… no había nada que hacer, aunque ella estuviera dispuesta, que para mí… no lo estaba. Lo que pasa que pensar en una mujer que lleva sin tener sexo de verdad como un año, me pone, pero más me ponía saber que esa mujer poco sexo de verdad había tenido o eso imaginaba.
Ya lo daba todo por perdido cuando se vio, que no era nada que hiciera a propósito o fingiendo, recogiendo un cubierto que se había caído al suelo, le dio un tirón en el cuello y se quejó también de la espalda. Sandro no le dio importancia porque dijo ante mi preocupación… “No es nada, le suele dar con frecuencia” y se quedó tan ancho. Le pregunté si había ido al médico y me contaron que si, que no le habían encontrado nada, que les dijeron que estaba “tensionada” que tenía que aprender a relajarse, que igual que los nervios se podían ir al estómago, a ella se le iban a la espalda y el cuello. Me pareció delirante que les hubieran dado esa respuesta y ya. Porque si es verdad que hay a personas que les pasa, incluso dolores de cabeza, que también le pasaba a ella.
Vi el cielo abierto y aunque la cara de ella, había cambiado, su cara ahora era de estar dolorida y la de su marido de estar cabreado, solo le faltó echarle la culpa. “Mirar yo cuando era estudiante daba masajes para desestresar y aliviar, era bueno y aunque ahora no doy tantos como antes, todavía se me da muy bien, si queréis, puedo intentar aliviar esa tensión del cuello y la espalada” . Ella ni me miro, solo miro a su marido sin decir nada y Sandro tardó en reaccionar, porque no se lo había esperado, seguro que él se había montado su película de otra manera.
Al final atino para decir… “A ver si es verdad, porque si no, va a estar toda la tarde jodida, la noche y posiblemente mañana no va a haber quien la aguante. ¿Te hace falta algo especial?” y con serenidad dije… “Si tenéis algún tipo de aceite para la piel o alguna crema vendría muy bien” entonces ella quiso más que negarse, hacerse la dura… “No hace falta no te molestes. Que se me pasa solo, un poco de descanso y ya está. Además con el aceite se macharían los sillones” . Sandro en plan "domino la situación" y con tono firme… “Aceite tenemos uno de romero que ella usa por litros todas las noches y Fátima por los sillones no te preocupes, que te dé el masaje en la cama y luego se cambian las sábanas si eso” Fátima miraba incrédula a su marido, pero no le replicó nada, ante la mirada de él.
Me llevaron a su habitación y Fátima como un rayo, se fue hacia su cama y quitó algo que había encima de la cama y que no pude ver, ya que fue muy rápida en meter lo que fuera en un cajón, lo que sí me di cuenta es que era algo de ropa. Iba a ir por todas, pero no quería asustarla, por eso le dije que se tumbara boca arriba, pero que lo hiciera poniéndose a lo ancho, no a lo largo. Estaba como un flan, lo que sumado a su malestar, la debían de tener muy incómoda. Una vez que se tumbó, me puse por el lado de su cabeza, sin subirme a la cama. Le dije que cuando estuviera tumbada cómoda me avisase, me avisó pero de estar cómoda nada.
Inicie el masaje por el mejor sitio que se puede iniciar, por la cabeza. Que no hay que ir directos a lo sexual como hacen muchos y eso es una equivocación, porque hay que ir despacio y no marcarse ningún tiempo. Masajeaba su cuero cabelludo y poco a poco sentía como ya, si se iba relajando. Luego fui a la frente, donde ella se quejaba de ese dolor más punzante, empecé a hacer pequeños movimientos circulares, muy suaves y sin apenas apretar, siempre con la yema de los dedos. Si se sabe hacer es una estimulación sensual y que abre muchas puertas. El truco o la técnica está en saber cómo se tiene que ir variando la presión y la intensidad. Hay que estar atento a todo.
Una vez que la note super relajada y sin estar tensionada, con voz muy suave le hice saber que se tenía que poner boca abajo, que era el momento de continuar con la espalda. Se puso nerviosa pero ya no tanto. Porque sabía que se tenía que desprender del vestido. Miró a su marido que estaba sentado sin decir nada. Ella no sabía qué hacer y fue de nuevo Sandro quien la dijo… “Si te quieres sentir más cómoda, ve al baño y te cambias allí” , Fátima respiro profundamente y se metió en el baño que había en su habitación. Lo que aproveché para decirle a Sandro… “Si desaparecieras un rato seguro que se tranquilizaba mas y me era más fácil”, me miró serio pero no enfadado… “Lo que sea, será conmigo aquí, no quiero que crea que me engaña, que se sentiría mal” y no cambió de idea.
Fátima apareció descalza y con una toalla grande de baño, que podía parecer que estaba desnuda debajo, pero no, porque veía las tiras del sujetador. Le ayudé a quitarse la toalla y solo veía su espalda. Lo que veía me gustaba, buena forma en su cuerpo y un culito redondo, con forma de corazón, bien formado y como comprobaría luego se veía duro, fuerte. Las braguitas eran muy bonitas, estilo culotte de color negras igual que el sujetador. Me descalce y me subí a la cama, quedaba su cabeza hacia su marido, porque se había tumbado al revés.
Me dedique a la parte trasera de su cabeza, de nuevo sin prisas, pase las yemas de mis dedos por la parte trasera de las orejas, muy suavemente y luego me iba al cuello, estuve un rato haciendo eso hasta que de nuevo sentía como su cuerpo se iba relajando del todo. Lo siguiente fue su cuello y hombros, como me molestaban las tiras del sujetador, se las bajé hacia los brazos. A continuación me fui a la espalda. En un momento dado pase mis manos a sus costados para con la yemas de mis dedos acariciar suavemente una parte de sus pechos. Aquí se movió un poco, mostrando disconformidad, pero seguí con su espalda.
Cuando vi que estaba relajada del todo y que su respiración había cambiado, me coloque sobre sus pantorrillas abierto de piernas. Le pedí el aceite a su marido y una vez que me lo dio, hice que se quitara el sujetador para que no se manchara, lo hizo muy hábilmente porque no tuvo que levantarse apenas. Pasaba de la espalda a la parte trasera de sus muslos, aunque al tener las manos grandes, abarcaba casi todo sus muslos, las subía casi hasta el borde de las braguitas.
Cambie de posición y sé que eso la desconcertó aunque no lo dijera o lo ocultara. Me fui a sus pies, les puse aceite y me puse con uno de sus pies, con ambas manos le daba un masaje con movimientos circulares a su tobillo con el pulgar, luego se lo daba con varios dedos, para a continuación dárselo en la planta del pie. Después hice lo mismo con el otro pie y se relajó tanto, que podía ver bien como había aflojado la tirantez de sus piernas y las tenía más abiertas. Fui subiendo sin llegar a tocar su culito y no era por falta de ganas, ni por no tener tentaciones. De nuevo masajee su espalda y esta vez cuando pase mis manos a su costado, no acaricie sus pechos con las yemas de los dedos, fui rápido y mis manos atraparon sus pechos completamente, acaricie sus pezones hasta que parecían que iban a explotar.
Su respiración se disparó y entonces bajé poco a poco hasta llegar a su culito. Lo primero que hice… meter entre sus nalgas todo lo que puse sus braguitas, dejando sus nalgas desnudas. Inicie un masaje con movimientos circulares, al principio los movimientos son pequeños y poco a poco van siendo más grandes, más amplios. Una vez que sé que ya son míos, me dedico primero intensamente a una nalga y luego a la otra. Meto una de mis manos por debajo de su braguita y rozó con un dedo su coñito, no me hace falta más para saber que está super mojada.
Hago que se dé la vuelta y se quede boca arriba, cuando lo hace mira de soslayo a su marido, que sigue como si fuera una estatua. Veo sus tetas radiante y sus pezones bien erectos. Voy directo a masajear sus pechos. Abarcó sus pechos con mis dos manos. Hago con ellos un movimiento suave de forma circular, como el movimiento de las agujas del reloj con uno de ellos y con el otro al contrario. De tal manera que “juego” con ellos, haciendo que se acerquen y se alejen. Me están entrando ganas de lamer esos pezones, pero de momento toca aguantarse.
Vuelvo a sus muslos y eso le disgusta, hasta que voy subiendo con mis manos. Pongo mis dos manos en el costado de sus braguitas, no le digo nada, solo hago un pequeño amago de tirar de ellas hacia abajo. Levanta ligeramente su culito y se las quito. El vello de su coñito está un poco descuidado, pero se ve muy apetitoso. Continuo con los masajes de sus muslos, hasta que voy llegando a su coñito. Entonces lo que hace, es el la almohada en la que ha estado apoyada, se la quita y se la pone tapándose los ojos. Eso me indica que ya está rendida. La prueba que llego a su coñito y meto mis dedos hasta el fondo, veo que se muerde los labios, que se queda sin respirar, pero no emite ningún sonido. Por lo que su marido no tiene ni idea de lo que pasa.
Me agacho, sin dejar de follarla con mis dedos, me pongo a lamer y morder sus pezones. Puedo sentir su contención. Me da que no es tan sosa como me decía su marido. Voy pasando con mi lengua a su tripa y llegó a su coñito. En el momento que mi lengua lame su clítoris, ahí ya no se puede contener… “¡Cielo santo! ¡Ahh…ahhh…ahhh!” y en ese momento se levanta de un brinco Sandro que se queda petrificado viendo a su mujer, pero sobre todo oyéndole, una vez que obtiene un orgasmo de los más explosivos que he vivido, me aparto y me quito todo, camisa y calcetines para ser más concreto, me quedo solo con los pantalones y lo hago adrede.
Me tumbo de la misma manera que ella y a su lado. Sandro ha vuelto a su sitio, le quito la almohada y le doy un beso en la boca, ella se aparta y lo primero que hace, es girarse y mirar hacia donde está su marido. Se le queda mirando, supongo que esperando que él diga algo, pero no dice nada y por eso hablo yo… “Tranquila que es un regalo de tu marido. Te quiere mucho y quería que lo pasaras bien…” , Fátima que seguía en la misma posición mirando a su marido… “¿Es cierto lo que dice Carlos?” , él se limita a responderle… “¿A ti qué te parece?” y ella se tumba de nuevo, con la mirada perdida mirando al techo.
Acerco mi boca a su oído para susurrarla… “No te quedes así… solo quedan dos cosas que hacer… o me marcho si no quieres nada o lo mejor, me comes la polla y le ponemos unos buenos cuernos a tu marido, hartándonos de follar, tú eliges…” no esperé mucho y viendo que no respondía en ningún sentido, me dispuse a levantarme de la cama y en ese momento ella me agarra de la parte trasera de mi pantalón y me hace tumbarme de nuevo. No dice nada, empieza a desabrocharme el pantalón mientras me mira con intensidad y le digo casi susurrando, que me gusta cómo me mira y ella me pregunta que cómo me está mirando… “Pues me miras con ojos de zorra cachonda y eso me pone muy cachondo” esto si lo oye su marido y aunque no le veo sé que se tiene que estar quedando alucinado, cuando ella me sonríe y nos morreamos.
Me quita los pantalones y los bóxer a la vez, saliendo mi polla como si tuviera un resorte al estar empalmada al máximo. “¡OSTRAS! ¡Madre mía!... menudo, menudo… NA-BO” lo agarró con las dos manos e invitó a su marido a que lo viera, le sobresalía de sus manos y Sandro dijo… “¡¡COJONES!!” Fátima empezó a lamer mi polla y no se cortaba aunque su marido estuviera tan cerca, pasaba de él. Sandro seguía de pie y ahora podía ver como la boquita de su mujer me comía la polla, como intentaba meterse todo lo que podía. Cómo paraba para echar una bocanada de aire y respirar, para seguir comiéndosela.
Miro a Sandro y le digo, pero para que ella me oyera también… “Que bien come la polla, menuda puta más rica que tienes y nada de sosa como me la habías pintado” y ella deja de comerme la polla, mira a su marido y le dice en plan zorra … “Con que soy sosa… pues ahora veras” y agarrando mi polla con firmeza, se la colocó en el coñito y mientras él decía como si le fuera a dar un infarto, que con condón, se sentó sobre mi polla metiéndosela profundamente y dejando escapar un… “¡¡AAAHHH!!”** de forma muy sonora. Me follaba con rabia mirando hacia su marido, pero dándose mucho placer, su cara lo decía todo y para más motivación, se tocaba las tetas, los pezones y luego se masturbaba haciendo las dos cosas, pero sin dejar de mirar a su marido.
Hice que se quitara de encima, eso la enrabieto, la hice colocarse a cuatro y mientras me coloque un preservativo. Le metí la polla con suavidad pero profundamente, es como empecé a follarla, de cara a su marido, sacando casi del todo la polla y luego dándole una embestida profunda, quedándome parado una vez que lo hacía. Consiguiendo marcar el ritmo de sus gemidos, que se hacían suaves cuando se la sacaba y rotundos, sonoros y gritando cuando se la metía. Por sus movimientos y aunque no quería verbalizarlo, sabía que quería que la follase con más ímpetu, pero quería que lo exteriorizara para placer suyo y mío, pero también para el placer de Sandro al oírla.
Al final dejo de mirar a Sandro, agacho la cabeza y dejó caer su pelo por delante de su cara y fue cuando dijo suavemente… “Muévete más, no seas así…” y provocando la situación que quería le dije… “Ni te oigo bien ni te entiendo” , sus gemidos eran entrecortados y profundos, agarre bien su melena, recogiéndole los pelos. Ya tenía la cara despejada, ahora tire de ellos y levantó su cabeza, preguntándole lo que quería y esta vez no se cortó nada… “JODER… QUE ME EMPOTRES DE UNA PUTA VEZ” y ya no me hizo falta más, sin soltar su melena empecé a darle gusto empotrándola de forma salvaje.
Sus gemidos se convirtieron en gritos y ya solo decía… “¡Cielo santo! ¡Ahh…ahhh…ahhh! ¡Más, más, más, más!” la cara de Sandro era de no estar creyéndose lo que está viendo y sobre todo oyendo. Y cuando empecé a azotar su culo sin dejar de tirar de su melena… “¡Más, más, más, más! ¡Dale…dale…dale… más fuerte! ¡No pares! ¡Sigue, sigue!…¡No pares! ¡Sigue, sigue… AAAHHH.. AAAAAHHHHHHH… ¡Me vengo; me vengoooo!!!” se corrió pero no paré, seguí al mismo ritmo y no tardo nada, fue muy seguido… “¡¿Qué es esto?… ¿Por qué?… ¿Qué me haces?!” y a continuación “¡¡AAAAAHHHHHHH…!! ¡Me muero, me muero!” y me corrí con ella.
Fátima dejo caer su cuerpo en la cama y dándose la vuelta, quedando boca arriba, resoplaba y su respiración seguía agitada, me miraba con dulzura y una sonrisa graciosa. Lo que me indicaba que le había gustado y que estaba dispuesta a continuar. La cara de Sandro era impenetrable. No podía decir si le veía enfadado, alegre, indiferente… por eso y para saber cómo estaba, me levanté de la cama y dije que me marchaba, la respuesta de Fátima era de no entenderlo y pregunto… “¿Por qué tan pronto?” y la respuesta de Sandro fue el silencio más absoluto. Por eso me terminé de vestir y me despedí de los dos, en concreto él me dijo adiós y no se movió, Fátima se puso una bata y me acompañó a la puerta, donde me dio un beso caliente, intenso y profundo. Diciéndome … “Me ha gustado conocerte y no me importaría que coincidiéramos otro día o que vinieras algún día a comer” le respondí que no me importaría, que me encantaría, pero siempre que me invitase Sandro.
Por la noche ya tarde, revisando mis llamadas me di cuenta de que tenía un msj de texto, ya que sigo sin tener WhatsApp era de Aitana que decía… “Te he llamado varias veces y tenías el móvil fuera de cobertura o es que me tienes bloqueada. Era solo para decirte que había cambiado de número de móvil es el… si hubieras tenido WhatsApp cómo las personas normales pues te lo hubiera dicho por ahí. AH se me olvidaba soy AITANA. Que tampoco era nada urgente solo por si me llamabas que no pensaras que lo había cambiado por evitarte. Un beso” me sonreí, no mucho pero si algo. No la pensaba responder con un msj y ya la llamaría. Luego me fijé en su número y me había llamado varias veces y el primer día fue hace cinco días.
Para que no me digan en los comentarios lo de las canciones…
Arctic Monkeys (Do I Wanna Know?)
The Weeknd (Earned It)
Y la última no es elegida por mí, es una que me han mandado que me resulta graciosa y diferente. Me la envió alguien que se llama Neus. Según ella y cito textualmente… “Es una canción que va dedicada al pene, que mejor que al tuyo y si te gusta tenemos que hablar” pues me ha gustado.
El amigo